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Fugitivos II: ¿Una razón para vivir? por diidi1897

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Notas del capitulo:

¡Hola!

 

En el capítulo anterior…

 

-Solo debes elegir entre la puerta, el balcón y el sofá-

-¿Pero por qué debo elegir entre esos tres?-¿Por qué?

-¿No estás de acuerdo?-sus pasos se alejaron y yo lo seguí con la mirada. Vi que mi yo de piel pálida se colocaba a un lado del sofá-¿Qué tal si empiezas con el sofá?-

Dudé, pero al escuchar cómo mis arcadas no cesaban, empecé a acercarme al sofá.

Tal vez… mi otro yo de piel pálida decía la verdad.

Además, no sabía lo que iba a encontrar del otro lado de las puertas.

Y el rincón era el incorrecto.

Con tan solo ver a ese monstruo, había provocado que mi yo que estaba con Sean volviera el estómago.

Eso no parecía ser buena señal.

Había pasado lo mismo que… la noche anterior.

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Narra Daniel

Escena Retrospectiva (Flash Back)

-¿Hola?-di otro paso hacia el rincón, pero continué sin encontrarle forma a lo que podía apreciar, muy confusamente, en ese lugar.

Tuve la idea de empujar el sofá para que ese rincón también recibiera la luz de la lámpara. Lo empujé apenas un poco y con eso bastó para darme cuenta de lo que había en el rincón.

Mi respiración se agitó.

No era un algo.

¿Era una persona?

Se encontraba en cuclillas viendo hacia el rincón de la sala.

A esa “persona” se le sobresalían los huesos de su espalda por lo delgada que se encontraba. Los huesos de su columna se le marcaban en su totalidad y no pude apreciar algo más, pero me sentí mareado y las náuseas incrementaron.

Mi corazón palpitó vertiginosamente y cuando di un paso para retroceder. Para alejarme, la persona o lo que sea que fuere, detuvo sus movimientos. Las piernas empezaron a temblarme y no conseguí moverme.

Ni siquiera pude parpadear.

Ni siquiera pude respirar.

Con el corazón latiéndome a mil y sintiendo como si solo mi mente estuviera moviéndose y no mi cuerpo, emprendí la carrera rumbo a las escaleras.

Los sonidos que escuché fueron mis pasos descalzos sobre la madera más los sonidos metálicos con mayor intensidad. Sin ver hacia atrás, sabía que esa cosa estaba persiguiéndome.

Cuando mi pie descalzo entró en contacto con el primer escalón, una voz se escuchó a mis espaldas

-¿A dónde vas, Daniel?-me detuve de manera abrupta-¿Quieres escapar?-esa voz… se me hizo familiar.

Estaba seguro de que la había escuchado en algún lugar.

Lentamente, volví a dar media vuelta mientras me olvidaba por completo de que un monstruo había estado persiguiéndome.

Me encontré con mi otro yo de piel pálida sentado en un sofá de la sala

-¿Qué?-su presencia me desconcertó ¿Cómo era posible?

Ya había pasado un tiempo considerable desde la última vez que lo había visto.

¿Por qué ahora se encontraba frente a mí?

-Siéntate a mi lado-dio unos golpecitos al asiento que había a su lado. Negué levemente y, sin querer, mi mirada regresó al rincón de la sala en donde había visto a ese monstruo-Yo sé lo que se oculta en ese rincón-sus palabras consiguieron que mi mirada regresara a él. Me sonrió-Acércate un poco más y podrás verlo-su sonrisa incrementó al grado en que sus dientes, filosos y de color amarillento, parecidos a los de un tiburón, quedaron a la vista

-No…-empecé a negar. No planeaba acercarme, de nuevo, a ese lugar

-¡Hazlo!-la voz de mi otro yo fue tan potente que provocó que mis hombros se encogieran y mi boca se secara.

Le tuve miedo.

Retrocedí un paso y, casi al mismo tiempo, mi otro yo se levantó del sofá como si de un resorte se tratara para acercarse, con una mirada de amenaza, a mí.

-Hazlo-su voz se distorsionó. Me pareció escucharla un tono más grave

-No quiero…-y mi voz fue todo lo contrario a la suya. Salió débil y en medio de un susurro. Pero mi miedo no detuvo a mi otro yo.

Él se acercó, me tomó de la muñeca y, casi a rastras, me llevó de regreso al rincón

-Mira-señaló hacia el rincón, pero lo único que se me ocurrió hacer, fue cerrar mis ojos. No quería ver nada.

Ni lo que había en el rincón.

Ni el rostro de mi otro yo

-¡Mira!-su mano, fría y esquelética, me tomó de la barbilla e hizo que mi rostro girara-Abre los ojos-murmuró cerca de mi oído y, como si mi cuerpo no me obedeciera, mis párpados se abrieron.

Lo primero que vi fue que el rincón se había trasformado en una ventana.

Y sentí un poco de calma porque, tal vez, era una pesadilla lo que estaba teniendo. Una pesadilla que me parecía muy verdadera

-Asómate-sentí su respiración en mi oreja y mis escalofríos marcaron presencia por todo mi cuerpo.

Aún sin soltar mi barbilla y con su otra mano sujetándome de la nuca, no tuve otra opción más que asomarme por la ventana.

Y lo que vi en ese segundo, quise borrarlo de mi mente con la misma velocidad

-No…-cerré los ojos al instante

-Ábrelos-de nuevo su voz, llena de amenaza, me hizo temblar

-No…-negué con la cabeza.

No quería volver a ver.

Lo recordaba.

Recordaba ese momento que, lejos de ser agradable, era grotesco.

Eran los cuerpos de los experimentos que, en un intento desesperado por querer escapar, habían saltado desde una gran altura con el único fin de morir por el golpe que se daban al estrellarse contra el suelo.

Con tan solo un segundo que me tomó asomarme, sus ojos se habían fijado en mí. Y ahora no podía sacar de mi mente esas miradas de ¿reproche? ¿odio? ¿culpa?

Era el recuerdo que no pude obtener durante mi terapia con Emil y ahora… con tan solo dos manos obligándome, mis recuerdos habían regresado.

-¿Sabes quién lo ocasionó?-negué e intenté liberarme, pero fue imposible-¿No sabes quién?-su voz salió burlona-Déjame explicártelo-soltó mi barbilla y mi nuca-Fue tu culpa-dijo sin más mientras colocaba sus manos extendidas en medio de mi espalda para finalmente empujarme hacia el otro lado de la ventana.

El vértigo de la caída y sabiendo el lugar hacia donde me dirigía, provocaron que mi boca salivara en exceso. Advirtiéndome que estaba a nada de vomitar.

El suelo que me recibió no fue tan duro como esperaba y, en menos de unos cuantos segundos, me arrepentí de haber imaginado que había caído en un lugar agradable. Cuando mis ojos volvieron a abrirse, me encontré en medio de todos esos cuerpos que tenían su mirada puesta en mí. Intenté, de todas las maneras posibles, levantarme para empezar a correr, pero sentí sus manos frías y delgadas deteniéndome de los tobillos y de las muñecas.

No me permitieron levantarme.

Y entre más desesperación sentía por liberarme, sus ojos, nariz y boca empezaron a derramar sangre e incluso sus pieles se volvieron blanquizcas.

Me tomó tiempo darme cuenta de que mientras más me movía, más me hundía entre ellos.

Poco a poco el silencio del lugar empezó a llenarse con sus lamentos y con mi nombre en medio de esas lamentaciones.

Continué luchando hasta que tuve la impresión de que iban a partir mi cuerpo en varias partes. Me sujetaban de los pies, las piernas, el pecho, las muñecas y mi cuello. Sentía que querían arrastrarme a lo que sea que hubiera bajo nosotros. Entre uno de mis movimientos frenéticos, mis dedos se incrustaron en algo pegajoso que liberó un olor tan asqueroso que provocó que mi estómago se hiciera un nudo, e inevitablemente, volví el estómago.

Casi ni noté cuando dejaron de sujetarme esa gran cantidad de manos para pasar a solo dos que me tomaron de los hombros.

Después de que volviera el estómago hasta dejarme las piernas temblando y un dolor de cabeza insoportable, me di cuenta de que era Sean quien se encontraba frente a mí.

Lo vi preocupado y moviendo sus labios, pero no conseguí escuchar su voz.

Me di cuenta de que estábamos en la sala.

No más cuerpos.

No más yo de piel pálida.

No más yo…

Fin Escena Retrospectiva (Flash Back)

 

Cuando estuve frente al sofá, mi otro yo de piel pálida de nuevo me invitó a tomar asiento en él.

Cuando lo hice, no me arrepentí.

Era un lugar cómodo, suave y tranquilo. Acogedor.

Había sido una buena elección

-¿Lo ves?-mi otro yo se sentó sobre el reposabrazos-Aquí estarás bien. Yo voy a quedarme contigo-me sonrió y se inclinó hacia mí-No vas a tener que preocuparte de nada. Voy a decirte todo lo que quieras saber-sus dedos huesudos se enredaron entre mis cabellos-Solo puedes escucharme a mí-

Y sus palabras se reafirmaron cuando, desde el sofá, no pude escuchar la agitada conversación que Lucy, Tom y Sean tenían entre ellos mientras intentaban auxiliar a mi otro yo que apenas dejaba de volver el estómago

Decidí obedecer a mi otro yo de piel pálida.

Quedarme inmóvil. No hacer nada y solo escucharlo, parecía ser lo mejor que podía sucederme en esos momentos.

Y me sorprendí cuando conseguí relajarme a pesar de que, frente a mí, había un caos con mi otro yo

-Ahora, voy a platicarte un par de cosas-asentí a la voz de mi otro yo de piel pálida.

Lo único que tuve que hacer, fue escucharlo.

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Narra Emil

-¿Cómo?-busqué reafirmar las palabras que Daniel me dijo apenas tomé asiento frente a él.

Era lunes y había llegado con férreas intenciones de sacar a relucir su recuerdo. Todo el fin de semana, además de pasármela metiendo presión a Iván para que el antidepresivo quedara listo para la madrugada del lunes, había repasado diversos métodos para que Daniel hablara.

Y había encontrado el método más idóneo además de que el antidepresivo estaba listo.

La caja con 20 tabletas, que valía una considerable cantidad de dinero, estaba guardada en un compartimento de mi maletín. Planeaba entregársela a Daniel y explicarle la situación para otorgarle la libertad de auto responsabilizarse sobre su salud, pero desde que puse un pie en el interior de su casa, las primeras palabras que recibí por parte de Sean fueron:

-Daniel no quiere continuar con la terapia-

Intenté obtener una explicación, pero Sean tampoco entendía la decisión, tan precipitada e inesperada, que Daniel había tomado. Me dijo que pasó gran parte del domingo intentando que Daniel le explicara, pero él solo lo dijo y no dio más razones

-Haz que te lo explique a ti-me pidió y, con total decisión, fui rumbo a la habitación de Daniel.

Lo encontré en pijama y sentado en su sofá.

Su mirada estaba fija en el exterior y tenía una expresión de apatía. De aburrimiento.

La primera impresión que tuve fue que no se parecía a Daniel.

Su posición relajada y las piernas acomodadas como flor de loto, algo que jamás lo había visto hacer durante las sesiones, me dieron señales claras de alerta.

Demostraba poco interés en lo que sucedía a su alrededor.

¿Por qué?

-¿Por qué?-pregunté mientras me inclinaba hacia el frente.

La única respuesta que obtuve por parte de Daniel, fue un movimiento de sus hombros. Acción que significaba, sin ninguna duda, desinterés

-¿Qué te parece si realizamos ejercicios de respiración?-propuse

-No-dijo. Seco y cortante. Ni siquiera volteó a verme

-¿Qué es lo que estás viendo en el exterior?-recargué mi espalda en el respaldo de la silla y lo analicé globalmente

-Nada y no quiero más preguntas-su tono de voz me sorprendió aún más. Tenía un ligero toque entre enojo y desesperación. Además de impaciencia

-¿Por qué parece que estás molesto?-le pregunté lo obvio. Sus cejas estaban inclinadas en un gesto de descontento que jamás le había visto.

No recibí respuesta, pero en su lugar, sus labios se apretaron entre sí y cruzó sus brazos a la altura del pecho.

Exhalé de preocupación.

Se le notaba a leguas que estaba seguro sobre su decisión, pero ¿Cómo la había tomado?

¿Cuáles fueron los motivos que lo incentivaron a hacerlo?

Nuestra última sesión juntos había terminado bien.

De seguro, la incógnita que resolvería todas las dudas, estaba ligada con el recuerdo que volvió a su memoria durante el fin de semana

-Daniel, no deberías dejar la terapia en éste punto. Ya habías presentado avances-de nuevo no recibí ningún comentario de su parte-¿Por qué ese cambio tan repentino?-

Ni siquiera volteó a verme.

Entonces decidí ser directo

-¿Qué fue lo que recordaste?-su mirada vaciló, pero fue cuestión de segundos en volver a tornarse antipático

-Dije que no más preguntas-volteó a verme y nuestras miradas se encontraron-No quiero continuar con la terapia-

El Daniel amable, considerado y tímido, parecía algo muy lejano a éste Daniel irritado, arisco y casi, furioso.

Siempre supuse que el recordar lo haría caer en depresión doble, pero no que se cerraría por completo en una coraza de furia y desinterés. Debía tratarse de un recuerdo que lo hacía enojar o… tal vez, el enojo era una capa del verdadero sentimiento que tenía acerca de su recuerdo. Pero como su mente aún no sabía gestionar aquel otro sentimiento, refugiaba a Daniel en otro completamente distinto. Esos dos sentimientos podían tener algún vínculo o… simplemente eran antónimos.

Decidí que, por el momento, yo no era el indicado para hacerlo hablar o siquiera para tranquilizarlo, relajarlo.

Sean y yo tendríamos que monitorearlo y, junto a Lucy y Tomás, descubriríamos el meollo del asunto

-De acuerdo-aclaré mi garganta-Descansarás de las sesiones durante ésta semana, pero intenta relajarte-su mandíbula se tensó y continuó con su mirada en el exterior-Intenta expresar en palabras lo que te hace sentir molesto. Platica con Sean-sugerí y, de nuevo, su mirada vaciló y su gesto se relajó durante una milésima de segundo.

Ahí estaba Daniel, pero se encontraba confundido

Si nosotros, el exterior, no podíamos conseguir que se abriera, se iba a crear una batalla campal entre su razón y sus sentimientos. Debía encontrar un equilibrio en sus emociones para que consiguiera gestionarlas

-Nos estaremos viendo pronto, pero en cualquier momento del día puedes contactarme si quieres que hablemos-me mostré abierto a escucharlo.

Tal vez, aún era demasiado pronto para hacerlo hablar. Esperaríamos a que él tomara sus decisiones, pero por supuesto que nosotros íbamos a cumplir con nuestra parte sin que él se percatara.

Salí de la habitación con mi maletín en mano y me encaminé a la sala.

Sentados en el sofá más grande, vi a Lucy y a Tomás con Ben entre ellos. Ambos voltearon a verme cuando me acerqué

-¿Ya le dijo lo que recordó?-Lucy preguntó y yo negué

-Nada-ambos suspiraron al mismo tiempo-¿En dónde encuentro a Sean?-

-En la cocina-Tom respondió

-Gracias-

Me encaminé rumbo a la cocina y al entrar, encontré a Sean preparándose lo que parecía ser era un café

-Sean-lo llamé y él dio media vuelta con un rostro confuso

-¿Ya terminó la sesión?-revisó la hora en su celular, pero me adelanté a sus conclusiones

-Daniel no quiere hablar y ya escuché de su propia boca que no quiere continuar con la terapia-Sean exhaló con abatimiento-Le he dicho que ésta semana descansaremos de las sesiones, pero que puede contactarme en cualquier momento si es que quiere hablar-le informé y estuvo de acuerdo-También, mi plan era entregarle los antidepresivos y explicarle la situación, pero ahora dudo de que en realidad los quiera tomar por cuenta propia-abrí el compartimento de mi maletín y le entregué la caja

-¿Desde hace cuánto tiempo estuvieron listos?-recibió la caja y revisó cada lado con suma atención

-Aproximadamente unas 5 horas. Y, por cierto, Iván quiere que vayas al hospital para que discutan la forma de pago-informé

-Claro…-pasó a revisar el contenido de la caja

-Las indicaciones son las siguientes-obtuve su atención-Ya sabes de los efectos secundarios, pero si éstos se agravan debes consultarlo con Iván o conmigo los más pronto posible-asintió-En éste primer mes le darás una tableta cada día. No más no menos-aclaré-La hora puede ser a primera hora de la mañana con ayuda de un vaso con agua. Tendrás que formarle el hábito para que las mejorías se noten en las primeras semanas-Sean asintió-Por ahora yo llevaré un control para que, antes de que se terminen, te entregue más. Pero después tú tendrás que hacerte cargo de adquirirlos directamente con Iván-

-¿Mañana será el primer día?-asentí

-Desde mañana y esperemos que las dosis empiecen a disminuir en 6 meses. Pero podría continuar consumiéndolos por años-Sean se limitó en asentir-De acuerdo-suspiré-Antes de marcharme, me gustaría hablarte de otro asunto-pedí y su atención estuvo de regreso-Me inquieta el cambio de actitud en Daniel. Esa actitud a la defensiva y su enfado…-

-¿Enfado?-

-Su actitud irritable-me aclaré y el rostro confundido de Sean nos hizo quedar en silencio durante unos segundos

-Explícate-finalmente pidió

-Bueno, durante la sesión Daniel se mostró cortante y enojado. Me dijo que no quería que le hiciera más preguntas-las cejas de Sean se distorsionaron un instante

-No comprendo-murmuró

-¿Acaso no ha sido cortante contigo o con Lucy y Tomás?-

-Yo diría que no…-negó levemente y ahora fue mi turno de confundirme-Más bien, ayer tuvo una actitud complicada. Estuve todo el día junto a él porque no quería que me marchara a ningún lado y casi entre lágrimas me pidió que no lo forzara en continuar con la terapia y…-dudó

-¿Y?-

-Ahora que lo pienso, fue extraño-meditó en silencio sus siguientes palabras-Entre muchas palabras enredadas, me terminó diciendo que no confiaba en ti-eso terminó por desconcertarme.

¿Por qué Daniel había dicho tal cosa?

-Además de que sus súplicas me parecieron muy lejanas a la personalidad de Daniel, sus palabras fueron inesperadas-estuve de acuerdo-No lo pensé mucho y lo atribuí al hecho de que no había descansado bien y tampoco comió como debía-elevó ambos hombros-Pero si dices que contigo tuvo ese comportamiento…-

-Es extraño, sí-lo medité un poco-¿Qué le respondiste cuando te dijo que no confiaba en mí?-

-Le pregunté del porqué decía eso tan de repente, pero no respondió-

De nuevo, me puse a pensar.

Con Sean se había comportado de una manera y conmigo… de otra muy distinta.

Entonces, me puse a examinar las diferencias que existían entre Sean y yo. Era claro que él era más cercano a Daniel y él era quien prácticamente tomaba la decisión final en algunos temas.

Si Daniel debía elegir entre Sean y yo, era obvio que iba a elegir a Sean, siempre.

¿Acaso en todo éste tiempo no me había ganado la confianza de Daniel?

Incorrecto.

Sí me la había ganado.

Y estuve más seguro de que ese recuerdo había provocado todos los cambios que se presentaban en Daniel. Era definitivo

-Tal vez… ¿Se trata de chantaje emocional?-murmuré

-¿Chantaje emocional?-

-Bueno… no es algo que esperaba de Daniel. Me queda claro que su personalidad no va acorde con ese tipo de actitudes tóxicas, pero…-

-¿A qué te refieres?-

-El chantaje emocional lo usó en contra tuya-le aclaré-Puedo decir que es una actitud sutil y menos evidente la que mostró ante ti a comparación de la que me mostró a mí. El chantajista, en éste caso Daniel, sabe y es consciente de que tú harías cualquier cosa para que él esté bien y…-me frustré-Es inimaginable-sonreí de lado-No puedo creer que Daniel haya utilizado este tipo de estrategia. Ni siquiera puedo creer que la conociera-en verdad, estaba casi sin palabras

-No te entiendo-mi atención regresó a Sean

-En términos más claros, Daniel utilizó el sentimentalismo y lo combinó con el grado de relación que ambos tienen, para aplicarlos en tu contra-resalté la última parte-Lloró, suplicó y te mostró un rostro de borrego a punto de ser degollado para convencerte de que lo ayudaras en no continuar con la terapia-el rostro confundido de Sean poco a poco se transformó en uno de sospecha

-¿Daniel? ¿Cómo fue capaz de pensar en algo tan elaborado?-ahora fue mi turno de elevar ambos hombros y compartí incredulidad con Sean

-Estoy seguro de que Daniel no es del tipo chantajista-afirmé-Pero, de casualidad… Tomás o Lucy ¿No le han enseñado algo de dudosa procedencia?-el rostro de Sean se trasformó en uno de desagrado

-Espero que no-su molestia se disipó en cuestión de segundos-Pero me parece que la estrategia de Daniel no funcionó porque continúa sin parecerme correcto que deje la terapia. Y menos ahora-sonreí

-Creo que tienes razón. Se necesitan más de unas cuantas lágrimas para hacerte cambiar de opinión con algo tan importante como la salud de Daniel-asintió

-Lo que provocó fue que se me hiciera más sospechoso-de nuevo, mi cerebro empezó a formular hipótesis

-Sí, Daniel no recurriría a esos métodos porque te conoce…-vi a Sean servirse su café y darle unos cuantos sorbos-Pero la persona que se lo haya recomendado, no te conoce. No sabe que no va a funcionar el sentimentalismo en ti-

-¿En verdad crees que alguien lo aconsejó?-

-También me parece imposible porque no ha convivido con alguien más que ustedes y yo ¿Verdad?-Sean asintió

-Otis, Johan e Iván tampoco son del tipo de personas que le darían ese consejo tiempo atrás-recalcó-Y el cambio fue durante el fin de semana-asentí y agradecí el hecho de que a Sean le gustara no quedarse con la duda y pensara de más para dar con la respuesta

-Tampoco ha leído y puede que haya visto algo en televisión, pero…-negué-Aun así, Daniel hizo uso del chantaje emocional y… creo que podríamos invertir esa estrategia-

-¿Invertirla?-

-Tú serás el chantajista-sonreí-No soy mucho de utilizar métodos que se alejan de la base científica, pero si yo ya no tengo la confianza de Daniel, tú eres la única opción-

-Comprendo-asintió-¿Qué debo hacer?-

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15 días después

Narra Daniel

-No te la tomes-mi otro yo de piel pálida colocó su mano huesuda sobre la mía instantes antes de que acercara el vaso con agua a mi boca

-Pero si no lo hago…-dudé

-A mí me hace daño-

-Pero si no lo hago Sean va a preocuparse y no va a recuperarse-me apresuré en colocar la pastilla justo a la mitad de mi lengua y tomé un buen sorbo de agua.

La pastilla pasó sin ninguna complicación

-Te está engañando-dijo mi otro yo mientras ponía una mano sobre su pecho y empezaba a respirar con dificultad-Igual que Emil. Ambos te engañan-poco a poco fue sentándose sobre el piso-No confíes en ellos-y mientras su voz se convertía en un eco, él fue desapareciendo.

Pero no desaparecía por completo. Él regresaba durante mis pesadillas y se quedaba hasta que me tomaba la pastilla que Sean, antes de que se enfermera, me había dicho que debía tomar todos los días a las 9 de la mañana.

No sabía qué contenía la pastilla, pero me hacía sentir mejor. Lo único que sabía sobre ella era su nombre: antidepresiva.

Al principio me rehusé en tomármela, pero Sean me dijo que la pastilla, por ahora, iba a ser el sustituto de la terapia. Y como yo no quería continuar con la terapia porque las palabras de mi otro yo me hicieron darme cuenta de algunas cosas, preferí tomarme la pastilla. Ya había tomado muchas a lo largo de mi vida, así que ésta no supondría gran cosa.

Pero me equivoqué.

La pastilla resultó ser mucho mejor que la terapia.

Los efectos secundarios eran un poco de resequedad en mi boca y me sentía adormilado durante un par de horas, así que prefería quedarme dormido porque cuando despertaba, lo hacía con hambre y me sentía mejor durante lo que quedaba de día.

Por una parte, me alivianaba el hecho de que mi otro yo se desvanecía gracias a la pastilla, pero sus palabras me hacían dudar a lo largo de todo el día.

No hice muchas preguntas sobre la pastilla porque Sean me las había entregado. Estaba seguro de que Sean no haría algo para perjudicarme y… eso continuaba siendo una verdad.

Al principio, durante la primera semana en que consumí las pastillas me sentí muy mareado y con náuseas. Casi de inmediato quise dejar de tomarlas, pero entonces Sean se enfermó por estar cuidándome una noche entera cuando las náuseas no querían disminuir.

 

Escena Retrospectiva (Flash Back)

Desperté en medio de un sobresalto por culpa de una pesadilla y me di cuenta de que era un nuevo día.

Me enderecé apenas un poco y, como la noche anterior, continué sintiendo náuseas.

Estuve más que decidido en dejar de tomar las pastillas

-Hola Dany-dejé de frotar mi rostro para ver hacia la puerta de mi habitación. Me encontré con Tom cargando a Ben. Ambos me observaban-¿Quieres agua?-negué

-¿Y Sean?-lo busqué porque él se había quedado conmigo durante la madrugada para ayudarme en sostener un balde de plástico en caso de que no soportara las náuseas y volviera el estómago.

Como no escuché la respuesta de Tom, mi atención regresó a él. Lo encontré con una expresión extraña en su rostro. Una que jamás le había visto

-¿Estás bien?-ignoré un poco mis náuseas para prestarle atención.

Tom liberó de manera abrupta el aire que estaba guardando en sus pulmones

-Yo sí. Ben también-se acercó a mi cama-Pero tú y Sean no-

-¿Eh? ¿Sean?-¿Qué?-¿Qué tiene?-soporté otro poco más las náuseas

Tom se sentó en la orilla de mi cama y acomodó a Ben sobre sus muslos

-Tiene fiebre y creemos que es porque se quedó toda la noche cuidándote. Tampoco ha descansado éstos días porque te has sentido mal, pero no te preocupes, el doctor Iván ya lo está atendiendo-

-¿Qué?-¿Sean se había enfermado por haberme cuidado?-¿En dónde está?-me quité el cobertor de encima y cuando mis pies tocaron el piso frío de mi cuarto, un escalofrío en todo mi cuerpo se le sumó a las náuseas. Empecé a sudar frío

-Dany, no te levantes-cuando quise darme cuenta, Tom ya estaba a mi lado sosteniendo el balde de plástico que durante toda la noche Sean había estado sosteniendo para mí

-Tengo que ir a ver a Sean-

-No tienes por qué hacerlo. Ya te dije que Iván lo está revisando-negué levemente

-No…-Era muy extraño cuando Sean se enfermaba. Tal vez, ésta vez yo lo hice llegar más lejos. Me sentí culpable-Debo ver que está bien-me levanté por completo de la cama y el mundo empezó a dar vueltas vertiginosas. Pero eso no me hizo retroceder y empecé a caminar hacia la salida de mi habitación para dirigirme a la de Sean, en donde suponía que lo estaban revisando

Tom me siguió de cerca. Intentaba convencerme de que regresara a mi cama, pero lo ignoré.

Ambos caminamos por el pasillo y justo cuando estaba a unos pasos de llegar a la habitación de Sean, Lucy e Iván salieron de ella

-Tiene que descansar y ya sabe que debe cambiar el café por el agua, pero es un necio-escuché a Iván antes de que nuestras miradas se encontraran-Daniel-su expresión de preocupación pasó a una de sorpresa-¿Qué haces aquí?-y después, su expresión volvió a pasar a la de preocupación cuando me tambaleé

-¿Cómo está Sean?-ignoré el hecho de que el mareo casi me provocaba una caída

-Necesita descansar-respondió mientras me tomaba de un brazo-Y se ve que tú también-

-Quiero verlo-murmuré

-Ve a descansar. Ambos lo necesitan en éste momento-dijo

-Solo quiero verlo-pedí.

Además de mi malestar físico, empezaba a sentirme más culpable por lo que sea que le estuviera pasando a Sean

-Sean aún está despierto-escuché la voz de Lucy y por un momento, al escuchar esa opción, mis náuseas disminuyeron-Que lo vea unos minutos-sugirió y volteó a verme-Pero después te vas a descansar. Ninguno de los dos durmió bien-casi de inmediato asentí.

Sin esperar más comentarios, entreabrí la puerta de su habitación para asomarme.

Y me encontré con algo que, de seguro, pasaba cada mil años.

Sean estaba acostado boca arriba en medio de su cama. Tenía puesta su pijama y sus mantas lo cubrían hasta la cintura.

Me resultó extraño ver a Sean de esa manera.

Él siempre andaba activo desde muy temprano sin importar el día o el clima. Hacía muchas cosas antes de que el sol saliera por completo. Eso lo descubrí durante el tiempo que estuvimos en la fábrica, porque ahora yo me despertaba después del mediodía, pero sabía que su rutina no había cambiado en nada

-¿Sean?-entré por completo a la habitación y cerré la puerta a mis espaldas

-¿Hum?-sus ojos se abrieron y me observaron-¿Qué haces aquí?-murmuró y yo me acerqué para tomar asiento a su lado

-¿Cómo te sientes?-ignoré su pregunta

-No es nada-sus ojeras y ojos rojos me dijeron otra cosa-Pero tú deberías estar descansando-

-Acabo de despertar-

-¿Aún tienes náuseas?-preguntó mientras buscaba algo bajo sus almohadas. Entonces decidí mentirle para que me permitiera quedarme junto a él

-No, ya no-no pude verlo a los ojos mientras le respondía

-Pasan de las 9 ¿Ya te tomaste la pastilla?-me di cuenta de que lo que había sacado de debajo de su almohada era su celular

-No…-murmuré

-Tómatela-dijo mientras se reacomodaba sus mantas-Le dije a Lucy que te preparara el desayuno-también acomodó sus almohadas y después cerró sus ojos. Lo vi suspirar y no quise decir algo más.

Sean estaba y se veía muy cansado. No quería molestarlo

-¿Puedo regresar?-

-Sí, pero después de que te tomes la pastilla y de que desayunes-murmuró manteniendo sus ojos cerrados

-Bien-me levanté y salía de su habitación mientras hacía el máximo esfuerzo por que no se me notara el mareo.

Fin Escena Retrospectiva (Flash Back)

 

Y ahora, ya no tenía náuseas ni mareos, pero Sean continuaba descansando más tiempo.

Él también empezó a andar en pijama durante gran parte del día. Y si no estábamos en la sala jugando algún juego de mesa o viendo televisión, nos la pasábamos en su habitación viendo videos desde su celular; veíamos una serie que, como Sean había dicho, era bastante popular.

Con Sean reposando, nuestra rutina había cambiado de gran manera. Pasábamos más tiempo juntos y el día transcurría más rápido que cuando cada quien estaba en sus asuntos.

No lo sabía con exactitud, pero me sentía mejor desde días después de que empecé a tomar la pastilla antidepresiva. Cuando Iván llegó un día para revisar a Sean, le hice todas las preguntas que tenía sobre el antidepresivo y me explicó, a grandes rasgos, que mi cerebro funcionaba de manera diferente a la convencional, así que la pastilla le ayudaba a generar sustancias que mi cuerpo necesitaba para mantenerse con niveles normales.

No lo comprendía del todo, pero sí lo sentía.

Estaba más relajado. Tenía más energía después del tiempo adormilado y era como si una nube gris muy espesa, que había en mi cabeza, se hubiera disipado.

Di vistazos a mi alrededor para asegurarme de que mi otro yo de piel pálida no andaba cerca y suspiré aliviado al confirmarlo. A veces se la pasaba diciéndome cosas al oído que repetía con mucha insistencia y terminaba por cansarme. Me sentía mejor cuando él no estaba cerca.

Dejé el vaso sobre la isla de la cocina, tomé dos manzanas y regresé a la habitación de Sean.

Comimos las manzanas y, pese a que habíamos dicho que debíamos bajar a desayunar, decidimos ver antes un capítulo más de la serie, pero no llegué ni a la mitad cuando me quedé dormido.

Y lo que había dejado de suceder, sucedió. Me tomó por sorpresa y con la guardia baja.

Tuve una pesadilla.

La pesadilla se trataba de mí entre los cuerpos de los experimentos que habían saltado para intentar escapar. Esa pesadilla ya la había tenido tiempo atrás cuando apenas había empezado el tratamiento con el antidepresivo, pero la diferencia fue que conseguí escuchar lamentos y gritos. Además de que los experimentos intentaban hundirme más entre ellos mientras continuaban gritándome que era mi culpa.

Que todo era mi culpa.

Mi culpa y de nadie más

-Te engañan-entre los lamentos, conseguí escuchar esas palabras. Fueron claras, como si las hubieran dicho cerca de mi oído-Ellos te engañan-las palabras se repitieron-Despierta y lo sabrás. Sabrás todo-los brazos empezaron a punzarme-No confíes en ellos. En nadie-las piernas se me acalambraron-Te tienen encerrado. No eres libre-sentí una presión en mi espina dorsal y por un momento creí que iban a partirme en dos-Debes escapar. No confíes en ellos-me quejé y cuando fue mi turno de gritar en medio de todos esos lamentos, desperté alterado.

El cuerpo entero me punzó y provocó que me retorciera entre las mantas que me cubrían.

Cuando el dolor se disipó, me di cuenta de que el sol ya estaba ocultándose.

Al parecer, había dormido más que otros días.

Ya estaba acostumbrado a ese sueño y aunque había sido diferente, me di cuenta de que lo mejor era olvidarlo lo más pronto posible.

Me tranquilicé y busqué a Sean con la mirada, pero no lo encontré

-Tal vez está preparando la comida-con todo y el sabor amargo que tenía en la boca, mi estómago se quejó de hambre.

Me tomé mi tiempo para levantarme y salí de la habitación rumbo a la cocina, pero cuando pasé frente a la puerta que daba al cuarto de Sean, en el que guardaba sus computadoras, escuché algo que me hizo detener

-¿En dónde habías estado, August?-esa era la voz de Lucy y el nombre que mencionaba… era August.

August…

¡August!

Tomé el pomo de la puerta, pero una mano blanca y esquelética me detuvo.

Mi otro yo se encontraba a mi lado

-Escúchalos-y me sonrió mostrando sus dientes amarillentos y puntiagudos.

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer!

<3

Nos leemos.


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