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129. Envuelto en un Lazo (22)- Villa Kim por dayanstyle

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Pero no se sentía asustado. Se sentía cachondo con Jeno cerniéndose sobre él, esos ojos gris-verdoso ardiendo, mientras le molía la polla en su muslo. Había entrado en pánico y dicho una mentira descarada cuando dijo que no sentía una profunda conexión.

—¿Aún vas a llamar a la policía? —Jeno le pasó la mano por la floreciente ereccion.

—Oh, sólo cállate—Le agarró la nuca de Jeno y tiró de él para un ardiente y poco espartano beso. Tenía que estar completamente loco para siquiera pensar en tener relaciones sexuales bajo el techo de Travis, pero eso ya no le importaba, al menos no mientras estuviese tan malditamente duro y tuviese a un sexy hombre en su cama.

      Se preocuparía más tarde.                                                       

Mordió con hambre los labios de Jeno, su agujero palpitando para que la polla del hombre lo llenara. Cuando este le bajó los pantalones por las piernas, no lo detuvo. Jeno lo acarició, su enorme y callosa mano se sentía muy bien, mientras gimoteaba. Pronto se olvidó de dónde estaba y quién estaba en la casa con él. Todo lo que le preocupaba era que Jeno tocara cada centímetro de su cuerpo.

—Fóllame, por favor —suplicó, en la boca de Jeno.

Se giró hacia un lado, cuando Jeno se alejó, apoyando la cabeza en su mano mientras dirigía su atención al enorme hombre desnudándose. Las botas de Jeno cayeron en un montón cuando golpearon el suelo. Se quitó el abrigo, y luego la camisa por la cabeza.

La anticipación estaba matándolo. Agarró el lubricante del improvisado soporte al lado de su cama, humedeciendo sus dedos, mientras Jeno se quitaba el resto de la ropa. Su cuerpo era esbelto y musculoso. Se comió con los ojos el duro abdomen de Jeno, mientras insertaba dos dedos en su propio culo.

Cuando Jeno se dio la vuelta, gimió. La polla del hombre sobresalía, hinchada, la bulbosa cabeza y pesadas pelotas. 

 

Pensó que Jeno quería que lo chupara, cuando se arrastró sobre la cama, y estuvo jodidamente feliz cuando le tomó la polla con su boca.

Le alejó la mano, insertando dos de sus propios dedos. —Esto… esto es… esto es…— Lanzó la cabeza hacia atrás y gimió cuando agarró en un puño el corto cabello de Jeno. Tenía la suficiente longitud para que  consiguiera agarrarse firmemente. Empujó sus caderas hacia arriba, recordándose no gritar.

Y maldita sea si eso no fue una batalla. Jeno le trabajaba la polla como un maldito profesional.

La acumulación vino rápido, envolviéndose alrededor de sus bolas y disparándose por su columna vertebral. Jeno utilizó sus labios, lengua y músculos de la garganta para hacer que se corriera, mientras le insertaba un tercer dedo. La quemadura bañó su parte trasera, pero no lo suficiente para decirle a Jeno que se detuviera.

 

Entonces Jeno hizo su camino hacia la cabeza de su polla y succionó de manera vigorosa, haciendo que agarrara una almohada y la empujara sobre su rostro, mientras gritaba, su cuerpo convulsionando mientras su semen se disparaba por la garganta de Jeno.  

 

Se derrumbó contra la cama, arrojando la almohada hacia un lado, apenas capaz de recuperar el aliento. La mamada había sido rápida pero asombrosa.

Jeno se arrastró por su cuerpo, cerniéndose sobre él, sonriendo mientras se lamía los labios. Se veía salvaje, sus ojos malditamente cerca de brillar. —¿Preparado para más?

La juventud era algo hermoso. Estaba duro de nuevo, deseando todo lo que Jeno quisiera hacerle, dispuesto a dejarlo hiciese lo que quisiera.  —Podría hacer más toda la noche.

La engreída sonrisa de Jeno hizo que su sangre ardiera. No podía entender por qué alguien como él lo querría, y no iba a cuestionar la salud mental del hombre – especialmente cuando la cabeza de la polla de Jeno se estaba clavando en su necesitado agujero.

Agarrando el lubricante, Jeno enjabonó su polla y luego arrojó la botella hacia un lado. —Recuerda, sin ruidos fuertes.

Le empujó las piernas hacia atrás y se movió hacia adelante sobre sus rodillas hasta que su polla estuvo una vez más empujando en su culo. Respiró hondo justo antes de que Jeno se sumergiera profundamente.

 

Agarró la almohada, lanzándola de nuevo sobre su rostro y gritando ante la intensidad. Escuchó la profunda risa ahogada de Jeno. Empujó la almohada hacia un lado y lo miró. —No estaba preparado para eso.

—Entonces, llama a la policía—Jeno le guiñó un ojo. Se movió lentamente, provocándolo con su gruesa polla. Necesitaba más rapidez, y Jeno no se estaba moviendo lo suficientemente rápido.

—Deja de provocarme, idiota.

La sonrisa de Jeno se ensanchó. —Di que eres mi pareja y me moveré tan rápido como quieras. Sólo quiero escuchar que reconoces la verdad.

 

Estaba en la punta de su lengua, decirle a Jeno que se jodiera, pero la pulsante polla en su culo hizo que gimoteara. En verdad, no negaba el reclamo de Jeno. Sentía la conexión, lo anhelaba con tal fuerza que rayaba en la locura. Todo el día, durante el trabajo, todo en lo que pensó fue en Jeno, todo lo que quería era ver de nuevo al hombre, estar en sus brazos, ser besado, tocado y follado.

Pero las devoradoras emociones, lo asustaban. No estaba seguro que pudiese convertirse en alguien tan vulnerable, necesitar a alguien tan desesperadamente. No sería capaz de continuar si perdiese a Jeno, y justo acababa de conocer al hombre, por el amor de Dios.

 

Jeno le enroscó los dedos alrededor de la polla, dándole a su erección unas pocas caricias. —¿Por qué es tan difícil admitir que somos pareja? Sabes que lo sientes. Si tu padrastro estaba emparejado a tu madre, entonces sabes que nunca dejaré que nada te suceda.

Jadeó cuando intentó mantener la concentración, pero no era fácil con la polla de Jeno empujando en su culo y su mano trayéndole tanto placer. —¿Podemos no hablar sobre mis padres ahora mismo? Está matando el ambiente.

—Sólo dilo—Jeno retrocedió todo el camino hasta que sólo la cabeza estuvo en su interior. —Sólo dilo, gatito.

Se mordió el labio inferior.

La expresión de Jeno se volvió desafiante. Empujó hacia adelante, haciendo que siseara, y luego se retiró de nuevo, dejando sólo la cabeza en su interior. —Sólo dilo.

 

Su cuerpo vibraba con la necesidad. Sentía como si cada terminación nerviosa estuviese en llamas. Clavó las uñas en los bíceps de Jeno, intentando tirar del hombre hacia él, pero este no se movió. Había una determinación de hierro en sus ojos gris-verdoso.

Continuaría torturándolo, hasta que consiguiera lo que quería, hasta que dijera esas dos pequeñas palabras. Bueno, técnicamente tres ya que una de las palabras era una contracción.

¿Por qué estoy pensando en gramática ahora mismo? Me he vuelto completamente loco.

Jeno empujó hacia delante de nuevo, y luego lentamente se retiró.

Su polla le rozó la próstata, y estuvo cerca de babear. Miró a los ojos de Jeno, y lo supo, sólo supo que diría esas palabras. Aspiró profundamente, dejándolo salir lentamente, poniendo su confianza en las manos de un hombre que apenas conocía, pero no pudo negarlo. —Eres mi pareja.

Triunfo llenó los ojos de Jeno cuando le dio a su culo el mejor golpe de su vida. Agarró a Jeno, sacudiendo la cabeza de un lado a otro mientras este hacía temblar su maldito mundo.

 

—Ves, no fue tan difícil—Jeno le rozó los dientes sobre el cuello. 

—Eres mío, gatito. Mío. Dilo.

—¡Soy tuyo! —Curvó sus labios, haciendo una mueca ante lo fuerte que había sido.

Jeno se rio entre dientes. —Sabía que no serías capaz de quedarte en silencio.

—Estás intentado que me echen—Siseó cuando Jeno se salió, colocándolo sobre sus manos y rodillas. Entró de nuevo en su culo, cubriéndole la espalda.

—No estoy intentando que te echen, pero si eso sucede, vivirás conmigo. De hecho, esa es mi meta, conseguir que te mudes a nuestra casa.

Intentó pensar sobre lo que Jeno estaba diciendo, pero no pudo concentrarse. Estaba demasiado ocupado empujando su rostro en las almohadas y gritando de placer. La polla de Jeno lo llenaba, estirándole ampliamente, haciendo que su cerebro se derritiera. Clavó su culo más alto en el aire, necesitando a Jeno tan profundo como pudiese.

 

—No te preocupes. Lo tengo—Jeno retrocedió, le agarró las caderas y lo embistió, el sonido de piel golpeando piel vibrando por las paredes. Se aferró a las sábanas, lanzando la cabeza hacia atrás, mientras lloriqueaba y gemía.

No le llevó mucho tiempo antes de que se estuviese corriendo de nuevo, su semilla golpeando las sábanas debajo de él, mientras su polla pulsaba.

Entonces Jeno regresó, cubriéndole la espalda, besando a lo largo de su hombro. Aún estaba volando, montando la ola de su orgasmo, cuando Jeno le hundió los dientes en el hombro. Su orgasmo explotó de nuevo, sacudiéndolo hasta la punta de los dedos de sus pies. Sintió que algo dentro de él se rompía, y luego se llenó con la presencia de Jeno. Nunca en su vida se había sentido tan conectado a otra alma viviente.

Jeno embistió unas pocas veces más, antes de que se enterrara, su polla palpitando en su culo, mientras sacaba sus dientes y le lamía el hombro. Hizo una mueca de dolor, cuando se derrumbó en su frío charco de semen, pero estaba demasiado malditamente cansado para moverse. 

Jeno se dejó caer a su lado, ambos respirando con dificultad.

—Pasa la noche en mi casa—Jeno le pasó la mano por la espalda.

—No puedo—Se pasó la mano por el rostro, secándose el sudor. 

—Mañana tengo que trabajar.

—Puedo conseguirte un trabajo en Villa Kim. Podrías vivir conmigo.

La oferta era malditamente tentadora. Tan tentadora que lo pensó un poco. Sería tan fácil mudarse de la casa de su tío, pero no podía abandonar a Ji Sung. —Si me fuese, Ji Sung mataría a Travis.

Se tumbó ahí y explicó sobre su vida hogareña, cómo sus padres habían muerto, la ira en ebullición de Ji Sung, las estúpidas maneras de Travis y cómo su tía capeaba el temporal, ayudándolos mientras defendía a su hermano.   

—Entonces Ji Sung podría mudarse con nosotros.

Le sorprendía que Jeno ofreciese algo como eso. 

—Conozco a mi hermano. Ji Sung nunca se iría. Además, no puedo dejar que hagas eso. Ji Sung es… su ira abriría una brecha entre nosotros.

Jeno explicó sobre su familia, la muerte de su padre y cómo su madre lo culpaba por ello. 

 

Entonces se movieron a una conversación más trivial, llegando a conocerse mutuamente, riendo, entreteniéndose con las cosas que les habían sucedido en sus vidas, y haciendo de nuevo el amor. Hablaron hasta altas horas de la madrugada. Nunca antes había hecho eso con nadie, y cuando más descubría de Jeno, más se enamoraba.

Cuando el oscuro cielo comenzó a iluminarse, finalmente se durmieron.

 

—¿Y dices que soy el único que intenta enojar a Travis?

Jeno despertó ante el sonido de un extraño. Se frotó un ojo con la mano, mientras se daba la vuelta. —¿Quién mierda eres?

El chico sonrió. —La pregunta correcta es, ¿cómo vas a salir sin que mi tío te vea?

 

Un segundo Hae Chan estaba dormido, y al siguiente se estaba poniendo de pie, aferrándose a la sábana en su pecho. Su cabello estaba despeinado en todas direcciones, y tenía una mancha seca de baba, en la comisura de su boca. —¡Oh, mierda!

 

—No podría haber cavado este agujero tan profundo incluso si lo hubiese intentado —dijo el extraño.

—Cállate, Ji Sung—Hae Chan le lanzó una almohada. —Vete de aquí para que pueda vestirme.

Así que este era Ji Sung. Hae Chan le había contado  mucho sobre él, la pasada noche, pero no llevaba su siempre presente ceño fruncido como le había dicho. Ji Sung tenía una gran sonrisa, como si atrapar a su hermano en la cama con un hombre, fuese lo más destacado del día.

—Todo lo que estoy diciendo es—Ji Sung agarró la almohada en el aire y la arrojó de nuevo. Jeno la atrapó y la puso a un lado. —A Travis le va a dar un ataque si ve a este hombre aquí—Ji Sung se encogió de hombros. —No es que me importe. Espero que le dé un patatús por eso.

Bueno, maldición. Eso fue duro. Había algunas personas que no le gustaban, unos pocos a lo que odiaba, pero nunca les desearía la muerte. 

—¿Te importaría salir de aquí para que podamos vestirnos?  

Ji Sung lo miró por encima. —Tu funeral.

Lo dudaba mucho. Travis no sólo era humano, sino que estaba borracho. La única forma en que podría vencerlo, era si el hombre respirara sobre él – o si se acercaba demasiado, porque, maldición, la sala de estar había apestado ayer por la noche.

—¡Mierda! —Hae Chan miró el reloj en su mesita de noche. —Llego tarde al trabajo.

Ji Sung se fue, cerrando la puerta detrás de él, mientras Hae Chan se revolvía en la cama. Se giró hacia un lado, apoyando la cabeza en su mano, mientras miraba el desnudo culo de su pareja. —Podrías arrastrarte de nuevo a la cama y dejarme hacer lo que quiera.

Hae Chan se puso tenso, cuando alguien comenzó a gritar. Sonaba como si el alboroto viniese del piso inferior. Se giró hacia él. —¿Dónde estacionaste?

—En tu camino de entrada. Hay una prohibición de aparcar en tu calle. ¿Dónde más se supone que estacionara la camioneta?

 

Su pareja palideció. —Travis debe haberla divisado en el camino de entrada. —Se apresuró a vestirse, mientras él apartaba las mantas y plantaba sus pies en el frío suelo de madera. Tendría que llamar a Chen Le así su hermano pudiera ir a su casa y dejar salir a Basil.

 

—Bien, reduce la velocidad—Agarró la muñeca de Hae Chan. —No hay necesidad de entrar en pánico.

—¿Estás loco?—Hae Chan liberó su muñeca. —Anoche te dije cómo era Travis. Esta es la excusa perfecta para que nos eche a Ji Sung y a mí.

—Y te lo diré de nuevo. No los voy a dejar desamparados—Se puso de pie y se estiró. La cama doble no había sido cómoda, y ahora le dolía la espalda. Necesitaba ir al gimnasio, o dejar salir a correr a su pantera, para solucionar los problemas de su espalda.

—¿Quieres parar?—Hae Chan se pasó las manos por la cabeza, exhalando entrecortadamente. —La vida no es tan fácil, ¿de acuerdo? Travis es un idiota, y nada me gustaría más que salir de esta casa, pero mi corazón no está hecho de hielo. Si nos vamos, no sería capaz de pagar las facturas y no habría comida en la casa.

 

Hae Chan había cambiado ciento ochenta grados. Anoche de todo lo que habló, fue sobre lo mucho que odiaba esta casa, cuánto detestaba pagar las facturas, mientras Travis le recordaba constantemente que ésta no era su casa, ni de Hae Chan ni de Ji Sung. ¿Ahora se sentía culpable por abandonar al hombre?

—Nos acogió cuando mis padres murieron —dijo Hae Chan, como si pusiese leer su confusión. —Eso tiene que contar para algo. Es el alcohol lo que le hace querer decir esas cosas. Solía ser el mejor tío para mí y Ji Sung, y a mi madre no le gustaría si abandonamos a su hermano para que se pudra.

—¿Qué pasa con Gloria?

Hae Chan se burló. —Viene unas pocas veces a la semana, pero puedo decir, que no vendría en absoluto si nos fuésemos. Le damos su propósito. Travis sólo la irrita muchísimo.   

 

Cada fibra de su ser quería arrojar a Hae Chan sobre su hombro y llevarle a casa, pero veía la lucha en los ojos color avellana de su pareja, el conflicto de qué debería hacer.

—Y como dije—continuó Hae Chan —Ji Sung no se irá de aquí. No importa lo que diga sobre mudarnos y conseguir nuestro propio lugar –esto es una enferma lucha de poder que tiene con Travis. No se marchará a causa de su orgullo. No querrá parecer que ha sido vencido.

No entendía a ninguno. Les estaba dando a Hae Chan y Ji Sung una salida, una mejor manera de vivir, sin embargo, ¿su pareja no se iría a causa de la culpa, y Ji Sung no se iría por su orgullo? No, no lo entendía en absoluto. Lo único que entendía, era que Hae Chan le estaba dando un montón de excusas y no una razón real.

Se vistió en silencio, poniéndose las botas, mientras intentaba encontrar una solución. Dejar a Hae Chan en la ciudad, en esta situación de mierda, hizo que sus molares crujiesen. —Regresaré esta noche.

Hae Chan abrió la boca, sin duda para discutir, pero él levantó la mano. —Eres mi pareja, Hae Chan. Es mi trabajo protegerte. No puedo hacerlo a larga distancia. De manera que si no vienes a Villa Kim, me quedaré aquí.

Encontraría un hotel barato para quedarse, hasta que pudiese convencer a su pareja de lo contrario. Se quedaría cerca, incluso si odiara la idea de estar en la ciudad más de un día. Había crecido aquí, no le gustó entonces y no le gustaba ahora. 

 

La ciudad era un sumidero de gente mala e incluso de decisiones peores, y él había llegado a amar el pequeño pueblo en el que vivía ahora.

—Sólo harás las cosas se compliquen —dijo Hae Chan. —Travis no te dejará entrar a la casa de noche.

—Ya sea que le moleste o no, será mejor que se acostumbre a ver mi feo rostro.

Hae Chan sonrió. —Tu rostro está lejos de ser feo.

Lo arrastro a sus brazos. Apoyó su barbilla en la castaña cabeza de su pareja. —No me marcharé, hasta que digas que vendrás a vivir conmigo, gatito. Tú encajas a mi lado, no en esta jungla de cemento.

—Tengo que irme —Hae Chan se alejó lo suficiente para elevar sus ojos hacía él. —¿Me llevas al trabajo?

Aunque fuese lo último que hiciera, convencería a Hae Chan para que dejase este lugar olvidado de Dios y fuese a casa con él.

 

 

 

 

 continuará...

 

Notas finales:

dejen rws


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