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129. Envuelto en un Lazo (22)- Villa Kim por dayanstyle

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—Podría haberme largado, pero no esperaba que te dirigieras a un pueblucho dejado de la mano de Dios —Ji Sung se quejaba por el teléfono, mientras Hae Chan se sentaba en el sofá de Jeno, demasiado lleno de la comida para moverse. Estuvo tentado a quedarse dormido, pero necesitaba ir a casa.

—Entonces, deberías haberte quedado con Jeno—Se incorporó, bostezó y deseó estar en su propia cama. Quería una ducha y una buena noche de sueño. Escuchar a su hermano gimotear en su oído, no estaba en la lista de cosas que quería hacer esta noche. —¿No puedes pasar la noche en casa de Stan?

—Sabes que esto me molesta —dijo Ji Sung. —¿Por qué debería evitar ir a casa, solo porque Travis es un cretino?

—Eso es por lo que debes evitarlo—le respondió. —Porque lo estás llamando cretino.

Ji Sung y Travis nunca llegaron a las manos, pero siempre temió que sucediera. Ji Sung era mucho más intransigente que él, y su tío se estaba haciendo mayor. Si alguna vez llegaban a los golpes, sabía quién ganaría, y aunque sus sentimientos hacia su tío se habían agriado a lo largo de los años, todavía no quería que Travis saliera lastimado –especialmente no por Ji Sung. Sería un desastre completo si eso alguna vez sucedía, y conocía a su hermano. Después, Ji Sung se arrepentiría de ello.

La oferta de Jeno de acogerlos era tentadora. Su casa era acogedora, y estaba libre de caos. Cambiar de trabajo no era gran cosa para él. Lo haría, pero vivir con Ji Sung no era fácil, y no podía imponer esa carga a Jeno. No es que Ji Sung fuera tan malo, pero era terco, soltaba lo que pensaba sin importar los sentimientos de nadie, y ya podía ver a Jeno y Ji Sung discutiendo por la estupidez más grande.

Ji Sung tenía la habilidad de encontrar el punto débil de cualquiera y utilizarlo a su favor.

—Tengo que trabajar esta noche —dijo Ji Sung. —Tienes suerte. Vas a pasar la noche con un tipo, mientras yo trabajo un turno de ocho horas sirviendo granizados y llenando los refrigeradores.

Al menos, no tendría que preocuparse de que Ji Sung se quedara en casa y comenzara una pelea con Travis.

Jeno entró a la sala de estar, con una taza de café caliente. La dejó a un lado y le quitó los zapatos, antes de dejarse caer en el sofá a su lado. Basil se acomodó frente a la chimenea. Jeno lo arrastro, hasta que estuvo acostado sobre el sofá, sus pies sobre los muslos de Jeno, y comenzó a masajearle las pantorrillas. Gimió por lo bien que se sentía.

—¿Estás teniendo sexo, mientras hablas por teléfono conmigo? —Ji Sung le recriminó —¿En serio? ¿No podías esperar a colgar?

—No estoy teniendo sexo—se defendió. —Es sólo que este sofá es realmente cómodo.

Jeno llevó sus dedos más arriba, por sus piernas. Rodó sobre su espalda, moviendo los dedos de los pies, mientras las manos de Jeno se deslizaban por sus muslos. Había pasado un tiempo desde que había tenido un novio, y tener relaciones sexuales con regularidad, ayudó a aligerar su estado de ánimo. Separó las piernas, dándole a Jeno una sugerente sonrisa, mientras hablaba con Ji Sung.

—Me quedaré con Stan por ahora, pero tendré que pasar por la casa, para agarrar mi uniforme de trabajo.                                                                                   

—Simplemente no le digas nada a Travis, mientras estás allí —le advirtió.  —Toma tus cosas y vete.

—Al menos, uno de nosotros va a pasar un buen rato, esta noche —dijo Ji Sung. Tan pronto como colgó, alguien llamó a la puerta principal. Maldijo a la intrusión. Había planeado obligarse a bajarse del sofá y tomar una ducha antes de dejar que Jeno lo tomara. Ahora sus planes tendrían que esperar.

Como si le leyera la mente, Jeno le dio unas palmaditas en la pierna y dijo. —Ve a tomar una ducha, mientras me deshago de nuestro invitado no deseado.

Como no quería entretener a Jeno, se levantó y se fue por el pasillo. El baño era de un buen tamaño, mejor que el de su casa. Había mucho espacio para moverse, mientras se quitaba la ropa. El cuarto de baño que compartía con Ji Sung era tan estrecho que apenas podía moverse. Aunque el baño de Jeno no era enorme, le encantaba no golpearse los codos contra las paredes.

Pero dejó de desvestirse, cuando oyó una discusión. Se apresuró a la puerta y la abrió.

—No puedo arriesgarme.

No reconoció la voz, así que se puso la ropa y salió sigilosamente al pasillo. No era que quisiera escuchar a escondidas. Pero no le gustaba el tono acalorado que había escuchado. De vivir con Ji Sung y Travis, sabía cuando alguien estaba enojado, y quienquiera que estuviera hablando, sonaba muy enojado.

Jeno no era un tipo pequeño, y él estaba seguro de que podía defenderse, pero se dejó llevar por la curiosidad.

Cuando llegó al final del pasillo, abrió los ojos como platos. Justo allí, en la sala de estar, Jeno se convirtió en una pantera negra. Su padrastro había sido un shifter lobo, pero nunca dejó salir a su animal. Al menos nunca lo vio. Basil ladraba como loco y mostraba sus dientes. El extraño era alto, tenía la cabeza afeitada y malas intenciones ardiendo en sus ojos grises. Cambió, también, pero en... ¿era eso un león de la montaña? No estaba seguro, pero el pelaje del gato era marrón y era un poco más grande que Jeno.

     Aún así, ver el cambio hizo que se cagara de miedo.                                                  

Dio un paso atrás, listo para salir pitando cuando los dos gatos comenzaron a luchar. Quería mirar hacia otro lado. Quería correr. Quería hacer cualquier cosa, excepto quedarse con la boca abierta,  mientras los veía intentar despedazarse.

—¡Basil!—Gritó. El perro no necesitaba lastimarse. Daba vueltas alrededor de ellos, ladrando como un loco mientras atronaban aullidos, el pelaje saltaba por los aires, y se desgarraban con sus garras.

El perro corrió junto a él. Basil se quedó de pie a su lado, mientras volcaban los muebles de la sala de estar, y las fotos se desplomaban de las paredes. Hicieron trizas la mesa de café, y las lámparas de las mesitas se destrozaron contra el suelo. Rodaron hacia el árbol de Navidad, derribándolo.

No sabía qué hacer. Llamar a la policía estaba fuera de cuestión. ¿Cómo explicaría las dos bestias salvajes en la sala de estar? ¿Cómo podía decirles lo que había visto sin sonar completamente demente?

Su corazón realmente dolía de lo rápido que palpitaba. Mantuvo sus ojos fijos en los colmillos afilados del león de la montaña, o lo que sea que fuera, temeroso de que los hundiera en su pantera.

 

Corrió a la cocina, buscando un arma. Si el león de la montaña ganaba, estaría atrapado en la casa con él. Agarró una sartén de hierro fundido de la estufa. La maldita cosa era pesada, pero lo agarró con fuerza, mientras se apresuraba ir a la sala de estar. El león de la montaña había desaparecido. La puerta de entrada estaba abierta. Debió  haberse ido. Dejó la sartén y corrió hacia la puerta, cerrándola de golpe, y después asegurándola con llave, mientras intentaba recordar cómo respirar.

La pantera se derrumbó frente a la chimenea, su costado subía y bajaba demasiado rápido. Debería estar aterrado de acercarse a él, pero sabía que era Jeno. Se dejó caer junto a la pantera y examinó su piel en busca de heridas. El gran gato tenía heridas en los cuartos traseros, pero nada demasiado profundo. La pantera se transformó en Jeno, le puso la cabeza en el regazo.

—¿Estás herido? —Preguntó.

—No, sólo estoy adolorido.

—¿Quién diablos era ese? —Miró por encima del hombro, asegurándose  de que el extraño no había regresado. Tal vez debería haber conservado la sartén cerca, por si acaso.

 

—No tengo ni idea —dijo Jeno. —Comenzó a gritar sobre querer venganza y luego dijo que no podía arriesgarse.

—¿Arriesgarse a qué?

 Jeno se encogió de hombros, mientras se incorporaba. 

—Como dije, no lo sé. No tiene ningún sentido.

Basil se les acercó y lamió la cara de Jeno. Este acarició al perro. 

—Estoy bien, Basil.

Él no lo estaba. La pelea lo había asustado. No creía que hubiese estado tanto en toda su vida. —Estaba seguro de que el león de la montaña vendría detrás de mí.

—Era un puma —Jeno lo corrigió.

Saber lo que era el tipo, en realidad no ayudaba a calmarle los nervios. Jeno se levantó y se dirigió al pasillo mientras él se sentaba allí, aturdido, su mano temblando mientras acariciaba la cabeza de Basil.

 

 

Jeno regresó minutos después, completamente vestido. Tenía su teléfono presionado en la oreja, hablando en voz baja. Miró a su alrededor, sintiendo como si esta situación no fuera real. ¿De verdad había visto a dos gatos peleando en la sala de estar? Si no fuera por el daño a su alrededor, ni siquiera parecería que hubiera habido una pelea. Pero el desastre que dejaron no fue la única prueba. Miró hacía abajo, a sus manos, la sangre de Jeno todavía en sus dedos.

Quería vomitar. Se consideraba un tipo bastante comprensivo, no había enloquecido cuando descubrió lo que era su padrastro, no se había asustado cuando Jeno le dijo que eran compañeros o que era un shifter pantera. Pero ¿la pelea? Su corazón seguía latiendo enloquecidamente ante la imagen del puma en su mente. Había muerte en los ojos del animal. No había planeado dejar vivo a Jeno. Eso sólo hizo que temblara.

—Chen Le está en camino —dijo Jeno, cuando colgó. —Se quedará contigo, mientras trato de rastrear a ese puma.

—¿Qué? ¡No! —Se levantó de un salto. —¿Estás loco? Apenas lo venciste.

¿Qué pasa si lo encuentras y te mata?

Finalmente había encontrado una porción de felicidad en su vida de mierda, y no estaba dispuesto a renunciar a eso– incluso si eso significaba vivir en el aterrador mundo de Jeno.

Este lo envolvió con sus brazos. Todavía temblaba como un loco. No podía evitar que su cuerpo se sacudiera.

—Está bien. —La voz de Jeno era profunda, calmante. Le frotó la espalda, besando la parte superior de su cabeza. —Me atrapo con la guardia baja. No dejaré que eso vuelva a suceder.

—Lo juro, odio con toda mi alma las fiestas —murmuró. —Siempre sucede alguna mierda.

—Al menos el árbol de Navidad, puede ser salvado.

El humor de Jeno no ayudó, aunque lo agradecía. Realmente le gustaba el árbol, especialmente porque no tenía uno en casa. No había nada que celebrar en ella, y no habían intercambiado regalos ni decorado desde antes de que sus padres murieran.

El árbol de Jeno no era tan grande, pero aun así hacía que se sintiera como si la Navidad no hubiera quedada arruinada eternamente para él, y ¿por qué demonios estaba pensando en el árbol, después de lo que acababa de pasar?

Se puso tensó, cuando alguien llamó a la puerta principal. Si el shifter puma había regresado, iba a ir por la sartén.

—Ese debería ser Chen Le.

—Eso fue rápido —dijo, mientras Jeno se alejaba.

—Vive en esta calle—Jeno abrió la puerta de entrada y el chico del restaurante entró. No tenía esa sonrisa juguetona en su rostro esta vez. Se veía todo negocios, mientras sus ojos iban de Jeno a él, y luego a la sala de estar destrozada.

—Lo explicaré cuando regrese—Jeno agarró el abrigo y las llaves. 

—Asegúrate de mantener a mi compañero a salvo.

Chen Le estrechó los ojos. —Sabes que lo haré.

Cuando Jeno se fue, se quedó allí en un incómodo silencio,  preguntándose qué decirle a Chen Le. La sonrisa anterior regresó, sólo que esta vez era torpe.

—¿Palomitas y una película? —Chen Le se dirigió a la cocina, antes de que  pudiera responder. Mientras limpiaba el desorden en la sala de estar, el olor a palomitas de maíz flotó hacia él.

No iba a discutir con los planes de Chen Le. Un poco de normalidad ayudaría a sus crispados nervios. Pero no estaría bien hasta que Jeno regresara sano y salvo.

 

Cuando Jeno regresó a casa, se encontró a Hae Chan dormido en el sofá. Chen Le estaba en el sillón reclinable, con un tazón de palomitas de maíz en el regazo, viendo una película. Se quitó el abrigo y lo colgó en el armario ropero en la entrada.

Chen Le dejó el tazón a un lado y se levantó, echando una mirada al sofá antes de dirigirse los dos a la cocina. —De acuerdo, dime qué demonios está pasando.

Le explicó lo que pasó, mientras preparaba una jarra de café. Estaba exhausto, helado y listo para acurrucarse con Hae Chan y dormir toda la noche.  —No tuve suerte buscándolo, ni siquiera con la ayuda de Rizzo.

—Deberías haber dejado a Rizzo cuidando a tu pareja y dejar que yo te ayudara a rastrear a ese bastardo. —Las fosas nasales de Chen Le se dilataron y su mandíbula se apretó. —Soy el hermano mayor aquí, y es mi trabajo asegurarme de que tú y Jae Han estén a salvo.

Resopló. —No, no lo es. Sólo porque seas mayor que yo, no significa que tengas ninguna obligación—Chen Le podría ser el segundo de los cuatro hermanos, pero él podía arreglárselas solo. Era cercano a Chen Le y Jae Han, pero nunca se había llevado bien con el mayor, Yun Soo.

Había bromeado con Jae Han sobre decirle a Yun Soo cuando Jae Han encontró a sus compañeros, pero en verdad, no había hablado con Yun Soo en años –excepto cuando la familia se había reunido para Acción de Gracias, y, al igual que su madre, Yun Soo no le había dirigido ni una sola palabra.

—Tengo una obligación, porque eres mi hermano —argumentó Chen Le. 

 

—Se supone que sea la primera persona que esté a tu lado para ayudarte a buscar venganza, no Rizzo.

—Mira —dijo, mientras se preparaba una taza de café y tomaba un sorbo, suspirando por lo bien que sabía. —Aprecio tu ayuda. Realmente lo hago.

Pero es tarde y quiero llevar a Hae Chan a la cama.

 

Planeaba consultar con el Detective Kwanghee por la mañana. Tenía que haber una conexión entre su ataque y el SUV que los había seguido. Esperaba que el detective tuviera más suerte.

—Bien, pero vendré mañana para ver cómo están. No me hagas vigilar tu casa—Chen Le se dirigió a la sala de estar. Fue detrás de él. No estaba acostumbrado a bloquear la puerta. Esta era una ciudad pequeña, y no se había preocupado por los robos, pero después de su pelea con el puma, estaba inquieto.

—¿Le contaste a Jae Han lo que pasó?—Chen Le se puso las botas y después  tomo su abrigo.

—Ya tiene sus manos llenas con Hwi Chan y Han Gyeom. Deja que sean tan felices todo el tiempo que puedan—Se detuvo en la puerta. —No le digas lo que pasó.

 

—No se lo diré, siempre y cuando me prometas llamarme si ese puma aparece de nuevo, o si vas a buscarlo—Chen Le salió, encogiendo los hombros, mientras se apresuraba a su camioneta. Lo vio alejarse antes de cerrar y bloquear la puerta.

Después de apagar las luces en la sala de estar, se quitó las botas, luego alzo a Hae Chan del sofá y llevó a su pareja a la cama. Se quitó la ropa, agradecido por el calor. Había hecho un frío del demonio ahí afuera. Le quitó los pantalones a Hae Chan, deslizándolos por sus delgadas piernas. Su compañero siguió roncando.

Se metió en la cama, acercando a Hae Chan, se acurrucó junto a su compañero mientras cerraba los ojos.

—¿Lo encontraste? —Murmuró este, somnoliento.

—No, ahora vuelve a dormir.

—¿Cómo está tu pierna?

 

—Ya sané—Estaba agradecido de que las heridas no hubieran sido más profundas o que el puma no hubiera hundido sus dientes en él. —Tienes que levantarte en unas pocas horas. Vuelve a dormir.

 

—Deja de tratar de mantenerme fuera de esto—Hae Chan se dio vuelta, abrazándolo. —Voy a pedir el día libre en el trabajo y ayudarte.

Su pecho se oprimió, al pasar por su mente imágenes del puma rasgando en pedazos a Hae Chan. —Claro que no. Estamos hablando de un shifter. No hay manera de que puedas derrotarlo, si te ataca. Vas a trabajar, y no se habla más.

—La última vez que lo comprobé, no eras mi jefe. Tú eres quien me dijo que somos compañeros. Socios, ¿verdad? ¿Crees que podré trabajar, sabiendo que estás cazando a ese lunático?

—Podemos ser socios en todos los aspectos, excepto en este —le dijo. 

—Ahora pon tu culo sexy a dormir, Hae Chan.

—Terminemos con esto. —Hae Chan enlazó sus dedos con los suyos. —No me vas a alejar, Jeno. Además, estaré a salvo contigo a mi lado.

No lo llevaría con él, cuando saliera a cazar al puma de nuevo. Pero se guardó esas palabras. Si lo decía en voz alta, Hae Chan seguiría discutiendo. Estaba comenzando a conocer a su compañero, y había llegado a una conclusión: Hae Chan era testarudo como el infierno.

—Deja de planear cómo harás esto sin mí —dijo este. Parecía que su compañero también estaba empezando a conocerlo.

—Voy a verificar algunas cosas mañana. Prometo que no iré tras él—Lo cual lo ponía en una difícil situación. Él era un hombre de palabra, y haciendo esa promesa, se ataba las manos. —¿Vas a dormirte ahora, o tengo que follarte hasta dejarte en coma?

Hae Chan se rió. —Tan tentador como suena, ya que voy a trabajar, será mejor que duerma un poco.

Mientras estuviera en la ciudad mañana, preguntaría por trabajos disponibles. Quería a Hae Chan en Villa Kim, en vez de que viviera en la ciudad. Sólo tenía que pensar qué hacer con Ji Sung. Tal vez podría convencer a Chen Le para que aceptara un compañero de habitación. Su hermano podría ser un bromista, pero mantendría a Ji Sung en línea.

Dejó a un lado sus pensamientos, mientras cerraba los ojos y, sosteniendo a su compañero, se quedó dormido.

 

continuará...


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