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Los berrinches de Aoi Superstar por Angie Sadachbia

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Notas del capitulo:

¡Buenas, buenas! 

Recién escrito en su totalidad. Es la primera vez que escribo algo tan largo de golpe ._.

Espero que les guste porque no lo he revisado 8D. Es espontaneidad pura lo que he dejado aquí.

 

Nos leemos en las notas finales.

Capítulo dos

El espía indignado

 

Pasaron a los vestidores después del final de esa gira, la más emocionante de su vida artística hasta el momento. Fue un espectáculo cargado de buena energía y de algunas sorpresas excitantes, especialmente para el pelinegro quien, sin embargo, no había disfrutado nada de eso que le ocurriese después de ser perseguido por todo el escenario por su compañero de cuerdas.

Podía detectar un brillo extraño en esos ojos claros, podía notar cómo se humedecía los labios y la forma tan propia de un predador en que lo intentaba acorralar en el escenario. Luego de algunos intentos infructuosos, le atrapó en su lado de la tarima con su brazo derecho —para lo que debió soltar el mástil de su guitarra— para conseguir robarle un intento y corto beso en frente de las encantadas fans que llegaron incluso a llorar de la emoción. Uruha estaba sonriente después de concretar su victoria, Aoi se sentía humillado.

Fue por eso que pasó a la ducha antes que los demás, dejando que el agua barriese su cansancio junto a ese sentimiento de deshonra que manchaba sus labios. Con lo que no contaba, era que esa persona que no quería ver en ese momento le había seguido hacia esa especie de baño colectivo. Ya estaba enjuagando el jabón de su cuerpo cuando sintió una conocida mano masajeando sus hombros, se dio la vuelta sobresaltado —estaba seguro de que ninguna persona que él conociese se atrevería a hacer eso— para encontrarse con aquel intruso en las mismas condiciones que él: desnudo y empapándose, sólo que sus cabellos no estaban del todo húmedos y que él sonreía de manera algo, ¿desquiciada?

—No me toques, Uruha —masculló y le apartó con ambos brazos, empujándole apenas.

—¿Por qué no? —Sostenía esa mirada penetrante.

—Porque no me gusta.

—No me mientas. —Le tomó de la cintura con tal rudeza que consiguió enviar una descarga de exquisita ansiedad a la entrepierna de su presa.

—Es cierto, suéltame —dijo con fingida vehemencia mientras ponía sus brazos sobre ese pálido pecho, pero sólo consiguió ser acercado más a la boca que le tentaba con sólo existir.

—Convénceme de que eso quieres y te lo concedo. —Iba a hacerlo, pero esas dos venosas y varoniles manos bajaron a coger con descaro su trasero, a masajearlo y a apretarlo, separando sus nalgas con fuerza a ratos.

—U-uruha, no. —Le miraba a los ojos para intentar convencerlo como el otro pidiese, cosa que tal vez hubiese conseguido de no haber titubeado ni de haber gemido contenidamente.

Fue ese sonido involuntario el que desató la cordura de su cazador, que ahora le tenía espalda contra la pared, ligeramente levantado del suelo y con sus piernas vergonzosamente separadas para recibir el cuerpo ajeno, rodeándolo e invitándolo a que le profanase.

El menor le besaba con lujuria y no le negaba el contacto, sólo se dejaba llevar por las sensaciones de la carne que lo invitaban a más. De su boca pasó a su cuello superficialmente y, después, a sus oscuros botoncitos los que recibieron placer de los gruesos labios de su amante. Tratando de salvar algo de su dignidad, contenía o controlaba sus gemidos para no ser escuchado por cualquier curioso que estuviese cerca, consiguiendo excitarse más ante la posibilidad de ser descubiertos.

Y, en un momento en que no lo esperaba, sintió cómo el glande de Uruha intentaba ingresar en su cuerpo al tiempo que era su propio pene era complacido por las, sospechosamente, expertas manos de aquel. Cuando se hubo relajado lo suficiente, tuvo la sensación más extraña y exquisita mientras se sabía poseído con lentitud.

 

Despertó a las cuatro de la mañana bañado en sudor, con los inconfundibles espasmos de un orgasmo recorriéndole el cuerpo y su semen aun eyaculando. Se masturbó suavemente como un acto reflejo para terminar con aquel despertar agridulce. Ya era la tercera vez en un mes que soñaba con la misma situación, siempre con diferentes diálogos o escenarios, pero que llevaban al mismo resultado. Pensó en limpiarse con una toallita húmeda, tirar toda su ropa y volver a dormir; sin embargo, a pesar de haber hecho todo, no pudo volver a conciliar el sueño. Se levantó de la cama a las cinco —después de asumir que no podría dormir un mísero minuto más— e inició su rutina diaria con un baño de agua tibia.

Al igual que sus compañeros de the GazettE, Aoi disfrutaba de un período de dos meses de vacaciones antes de retomar el trabajo de grabación para sacar un nuevo disco. Estuvo en Mie y viajó al extranjero por algunos días como parte de su relajación, aunque se mantuvo en contacto con todos los chicos excepto con uno: Uruha, el invasor de sus más dulces pesadillas. A ese pato aprovechado le había cortado toda comunicación, claramente después de decirle con suma molestia que era un atrevido y que no quería verlo por lo que duraran las vacaciones. El castaño simplemente borró su sonrisa y bajó la mirada, asintiendo con resignación ante la ordenanza que acabase de impartir Yuu-sama.

Debido a su prematuro despertar, prefirió entretenerse un poco mirando televisión y luego dirigirse a las instalaciones de la PSC para buscar algo de desayunar en la cafetería. Ahí vio algo que le terminaría de trastocar todo mientras intentaba comer algunos panecillos de carne.

 

Dos humeantes cafés servidos en una pequeña mesa de la cafetería de la PSC para dos músicos compañeros. Ambos llevaban algunas semanas pasando mucho tiempo al lado del otro. El más bajo es el vocalista de la banda the GazettE, su apodo es Ruki; su acompañante, un alto y delgado guitarrista, es Uruha. Hablaban animadamente, sonriéndose y riendo bajo de vez en cuando.

—Me encanta pasar tiempo contigo —dijo el vocalista en un tono confidente—. Eres bastante divertido, ¿eh?

—Digo lo mismo, Ru. —Tomó un sorbo de café bajo la atenta mirada del otro.

—Espero que podamos seguir saliendo a pesar del trabajo. —Hizo un curioso puchero mientras pellizcaba el onigiri que comía.

—No te preocupes, podremos. —Sonreía y siguió bebiendo el café, mirando de reojo a su acompañante.

—Que sea una promesa, Kou. —Le señaló divertido y volvió a comer su desayuno, recibiendo una risita como respuesta inmediata.

—Como digas. —Se encogió de hombros—. Hoy harán una exposición en Kanagawa sobre instrumentos musicales, ¿quieres ir?

—¿Cuándo te he negado una invitación? —Le sonrió divertido—. No contestes, por favor.

—Ya estaba contando, Ru-chan. —Rieron suavemente y estuvieron un rato más hasta que faltaron diez minutos para presentarse en su sala de reuniones.

Ellos no se percataron de que el dueño de un par de ojos oscuros los estuvo viendo y escuchando hasta la parte de la risita del más alto, porque luego de eso salió con su desayuno a la sala. Una vez afuera de ésta, debió sentarse a comer en el piso porque seguía bajo llave.

Al llegar al lugar de encuentro en compañía de un sorprendido Kai, se tropezaron con la imagen de un Aoi con cara de pocos amigos, sentado en el piso con sus brazos cruzados y mirada al frente. Le saludaron efusivamente, creyendo que era sólo molestia por tener que esperar a sus impuntuales compañeros pero la respuesta fue tan tajante como su postura corporal.

—¿Pasa algo? —El líder se arrodilló para quedar a su altura y le miró preocupado. En cuanto el mayor de todos le miró, se sintió abochornado por su propia actitud y le sonrió de forma despreocupada.

—No pude dormir bien anoche. Lo siento si contesté indebidamente. —Inclinó su cabeza y recibió una ligera palmadita en el hombro.

—La emoción de un nuevo trabajo, ¿no? Puedo entenderlo. Eso sí, por favor duerme bien esta noche.

—Lo haré, líder-sama. —Rió espontáneamente porque el aludido rodó los ojos con fingida molestia.

—No soy líder-sama, irreverente.

—¿Líder-chan? —Rió más esta vez con la verdadera molestia del otro.

—Líder-kun y punto. —Le tocó la frente con su índice derecho y recibió un saludo militar.

—Como Kai Líder-kun diga.

Se pusieron en pie y los cuatro entraron a la sala de reuniones, esperando la llegada de su bajista y de parte de su personal administrativo: ese día harían una primera selección de las escenas para el DVD de su última gira.

El pequeño vocalista le sonrió con timidez al guitarrista y le volvió a saludar, recibiendo un saludo sonriente que le mejoró el ánimo por esa mañana. Los guitarristas no se saludaron. Con la excusa de ir a botar los utensilios de su desayuno, el pelinegro se retiró y fue seguido por Ruki, que le comentaba de una nueva pastelería que abriría pronto —los dos solían comer dulces cuando pasaban tiempo juntos—.

—¿Te parece si vamos hoy? La inauguración es desde la tarde y lo mejor siempre lo sirven al primer día —dijo Aoi emocionado.

—Ah, pero hoy quedé con Uru-kun para…

—Bien, yo me comeré tus pastelitos. —Le miró ofendido, provocando la reacción esperada.

—¡Pero con él puedo quedar otro día! Yo quiero pastelitos frescos y calentitos.

—Apenas terminemos el trabajo, iremos. —Sonrió y dejó la basura en su lugar, volviendo sobre sus pasos a la sala—. Y Uruha no saldrá contigo hoy. —Pensó con malicia.

—Ahora que dices “trabajo”, he estado pensando mucho en el concierto y, ¿sabes qué sería un buen material para el nuevo DVD? —El pelinegro le miró con auténtica curiosidad—. El fanservice que hiciste con Uru-kun, ¿lo imaginas?

¡Oh, claro que se lo imaginaba! Hordas de chicas locas por el BL comentando, reproduciendo la escena una y otra vez, escribiendo cosas, haciendo afiches y dedicando miles de guiños a esa escena para que se repitiera una y otra vez… degradando su imagen pública tan pulcramente cuidada y su vida privada tan bien ocultada como para permitir que un tonto acto impulsivo del guitarrista castaño lo convirtiera en un gay de conciertos.

—No, Ru-san —dijo con seriedad, asombrando al menor—. Es una pésima idea. —Se detuvo a medio pasillo y cruzó de brazos.

—¿Por qué?

—Es sencillo: somos una banda, ¿no? —El menor asintió—. Y hacemos música, ¿verdad? —Volvió a asentir—. Deberíamos, entonces, ser reconocidos por eso. No porque hagamos escenas de tinte erótico entre nosotros en un escenario. Está bien, puede que haya algunas cosas suaves que las alegre, pero un contacto tan íntimo podría degradar a la banda. ¿Sabes de qué van a hablar si dejamos que eso pase? No será del concierto, ni de tu voz, ni de la música: será única y exclusivamente sobre un beso. Seguramente ni se darán cuenta de que tú eres el vocalista después de verlo. —El pequeño se quedó pensándolo, ¿era en serio? No lo había visto de esa manera.

—Tal vez tengas razón, pero…

—Pero si eso aparece, mañana podría ser un beso más explícito entre cualquiera de nosotros o algo más comprometedor, como manosearnos o tocar la entrepierna de otro. ¿Te imaginas tocándole el amiguito a Reita en un concierto? —Un súbito sonrojo se asomó en el rostro de su callado interlocutor.

—¿S-s-sabes qué? Tienes razón, ese beso no aparecerá al público. —Frunció el  ceño—. Se borrará, the GazettE no es fanservice; the GazettE es música —dijo con convicción y una sonrisa se asomó en el rostro del mayor.

 

Pasaron cinco semanas en las que se dedicó el trabajo a terminar todo lo relacionado con el lanzamiento del nuevo DVD, la escena del beso fue omitida por solicitud de Ruki —basada en las razones que le diese Aoi— y apoyada por los demás miembros bajo el silencio de Uruha.

Durante ese tiempo, la relación entre los guitarristas se había vuelto más fría: sólo se hablaban para lo necesario, no pasaban tiempo y ambos se miraban con indiferencia. En parte, Aoi reconocía que él mismo había alejado al menor y que eso fue lo único que deseó con todas sus ansias los días que le siguieron a la imprudencia cometida por el otro. Por otro lado, ya extrañaba a ese imprudente que le divertía tanto, a ese con el que podía embriagarse sin control, con el que vivía tantas cosas alegres y con el que quería volver a vivir todo eso. Quizá también quería que pasasen otras cosas, como las de sus sueños.

Un día que ya no estaba en sus cabales por estar pensando en qué excusa usar para acercarse al otro sin perder su orgullo en el proceso, lo llamó a eso de las siete de la noche.

—¿Diga? —contestó extrañado el castaño al ver el número en su pantalla.

—E-eh, sí. Uru-san, ¿cómo estás?

—Eh, bien. ¿Sucede algo?

—Verás… es que tengo un problema con… el televisor. Y-y me preguntaba si… si te molestaría venir y ayudarme con eso.

—Aoi, deberías llamar al electricista y no a mí. —Una fría cuchilla de hielo le atravesó el orgullo y algo más.

—Ah, sí. Tienes razón. —Rió nervioso, sintiéndose estúpido—. Siento molestarte, eso haré.

Se despidieron y colgaron. Lo del televisor era mentira, sólo esperaba que sirviera de algo para cumplir su objetivo pero salió sin una conversación decente con el castaño y sin su orgullo intacto. Al menos, al día siguiente, Uruha le buscó durante el receso.

—Hey, ¿se arregló tu televisor? —Se paró ante el mayor, quien dejaba su guitarra bien apoyada en el soporte.

—¿Ah? —Le miró confundido.

—El televisor, ¿está bien?

—Eso —dijo apenas y se encogió de hombros—. Había olvidado enchufarlo.

—Ay, Yuu-kun; estás tan distraído últimamente. —Le sonrió burlonamente y el otro frunció el ceño.

—No estoy distraído; fue un incidente. A la próxima no te llamo si te vas a burlar de mí. —Alzó una ceja e hizo una mueca con sus labios que le resultó antojadiza a su interlocutor.

—No hago eso, sólo era un comentario. Sí, andas algo distraído de un tiempo para acá. —Suspiró y se pasó la mano por el cabello, echándolo hacia atrás—. Me gustaría seguir charlando contigo, pero quedé con Ruki en salir.

—Diviértanse —le espetó y tomó sus cosas.

—Eso haremos. —Sonrió débilmente—. Hasta luego.

Aoi abandonó el lugar sin despedirse, estaba realmente enojado. ¿Ese tipo qué tramaba? Apenas y le dirigía la palabra para reírse de él, cuando con Ruki sí podía pasar un largo rato charlando animadamente sin ofensas. ¿Qué cómo lo sabía? Fácil: los espiaba en la cafetería, haciéndose el desinteresado comensal de cualquier cosa a unas cuatro mesas de distancia, las suficientes para escucharlos sin que se percataran, porque él permanecía de espaldas.

Pero Ruki no era el único con el que hablaba Uruha. ¡Oh, no! Si el chico-pato no estaba de planes o conversando con el enano, estaba con Reita, con Kai, con el mánager, con los Alice Nine, con los del personal, con la señora que repartía tintos, con la que limpiaba, con el chico que atendía la cafetería o con el fotógrafo que apenas pasaba por ahí porque ellos no estaban en etapa gráfica aún. En palabras cortas: Dolan (como le decía a sus espaldas) tenía un poco de su brillante personalidad para todos, menos para él. Y eso le mataba los sesos.

Y, a pesar de que todos para Aoi eran sus enemigos declarados no expresamente, su némesis en ese momento era Matsumoto Takanori. Por eso sólo le hablaba lo necesario, no le volvió a invitar un refrigerio, no le volvió a ofrecer su auto para llevarlo a casa si lo necesitaba y no volvió a sonreírle. Poco le importaba que el enano se diera cuenta, él quería la atención y las sonrisas del castaño de piernas depiladas otra vez como antes, sin importar el precio.

Sus hábitos impulsivos de seguir a Uruha cuando salía con Ruki, lo llevaron directamente al pequeño local cerca a la compañía, donde compraba postres antes con el menor, a esperar que esos dos salieran. Quince minutos después los vio en el auto oscuro del castaño con destino al oriente. Tomó un taxi junto a la bolsa de accesorios espía: una chaqueta negra, anteojos y gorra deportiva.

El recorrido duró cerca de treinta minutos por varias calles tokiotas hasta llegar a un centro comercial que no reconoció, se bajó varios metros delante de la entrada del parqueadero y entró con rapidez al lugar.

Tuvo que recorrer gran parte del primer piso con tentaciones en forma de accesorios electrónicos y ropa a su alrededor —que le distrajeron en un par de ocasiones—, hasta dar con los dos tortolitos que buscaba. Se sentaron en un banquito frente a una tienda de electrónica, donde entró para disimular mientras les observaba o escuchaba, distrayendo su mirada con el nuevo modelo celular de la compañía de la manzana mordida. En un momento en el que se permitió revisar las novedades de ese aparato, los perdió de vista.

—¡Maldita sea! —Dejó el artículo y salió disimulando su afán, buscándoles nuevamente con la mirada hasta que pudo divisarlos en una boutique—. Bien —susurró y caminó casualmente hacia el lugar.

Entró mostrando interés en algunas prendas cercanas al vestidor, revisando los percheros mientras agudizaba su oído para escuchar a Ruki y Uruha, que estaban cerca… demasiado.

—Uru-kun, ¡mira esto! —El vocal estaba a su lado, mirando una chaqueta negra y sólo pudo tomar la primera camiseta que vio para entrar al vestidor.

—Siempre he dicho que tienes buen gusto. —Una venita saltaba en la sien del pelinegro.

—¿Tú crees que a Akira le guste? —Ahora la curiosidad lo invadía. ¿Reita? ¿Qué tenía que ver él en las salidas de esos dos?—. Tú eres su mejor amigo, debes saber.

—Parece de su estilo, pero es algo más relajado. Es más, tiene un toque tuyo. —Pudo escucharlos reír.

—Eso suena a que es una buena idea.

—Claro que sí, ya verás su cara cuando se lo entregues.

—¿E-entregarlo?

—Vamos, Ru-chan. No me hiciste venir a darte mi opinión de una chaqueta para tu platónico si no piensas arriesgarte.

—Tienes razón.

En ese momento, Aoi salió con la prenda que había tomado, la pagó y salió de ese lugar. Lo que acababa de escuchar no se lo esperaba, aunque ni siquiera sabía qué era lo que quería encontrar con seguir a Uruha… ¿Acaso era saber el por qué pasaba tiempo con Ruki? ¿Era para estar cerca de él? Si era así, ¿qué lo motivaba? ¿Lo extrañaba como amigo o lo ansiaba como posible pareja? No se supo responder, sólo tomó el primer taxi que consiguió para ir a casa con ese soliloquio de cuestiones en su mente, acompañado por el ambiente nocturno citadino.

 

Un mes después, la banda realizó una pequeña reunión en casa de Kai con motivo de celebrar el lanzamiento de su nuevo DVD. Aoi no volvió a espiar a Uruha, éste seguía saliendo con Ruki pero mucho menos que antes y el pelinegro sentía demasiada vergüenza propia por lo que le había hecho a su pequeño amigo debido a los celos.

Hicieron un sorteo de amigo secreto como forma de alegrar esa velada un par de días atrás (así tenían tiempo de comprar un regalo), y lo que hicieron después de comer pizza fue repartir sus obsequios. El primero en entregar, fue el guitarrista mayor.

—Bien, el loco músico que me correspondió es un alegre y tímido joven, muy talentoso y que aprecio mucho como amigo. Ah, también le debo varios bocadillos. —Rió divertido y Reita respondió:

—Es Ruki, ¿no?

El pelinegro asintió y se levantó, entregándole dos pares de gafas de marca de última temporada, las que fueron recibidas con una gran sonrisa.

—Gracias, Yuu. —Lo abrazó emocionado y fue correspondido.

—De nada, Ru-san.

A Ruki le correspondió Reita, a quien describió como el “chico más divertido de la banda que se escondía detrás de una banda de rudeza facial”. Le regaló la chaqueta que comprase durante esa visita al centro comercial con Uruha —ya que así sería menos sospechoso—, recibió una sonrisa sincera de satisfacción y un abrazo varonil.

Reita le regaló un kit de galletas al “chef del mundo con la mejor energía y el peor sabor” a Kai, quien no se sintió ofendido al estar acostumbrado a sus bromas.

—Te llevaré de las primeras que haga.

—Muero de la emoción —dijo el rubio con falsa emoción.

—Lo sé. —El líder le sonrió ampliamente; luego entregó su regalo a Uruha, que era nada más y nada menos que una botella del mejor sake.

El último regalo era el que le correspondía a Aoi de parte de Uruha; era una pequeña caja envuelta en papel azul brillante y una tarjeta con dedicatoria. No lo abrió en el momento, pues empezaron a repartir copas de sake. La noche terminó en medio de bromas y risas, para que cada cual volviera a casa después.

Ruki se fue con Reita en un taxi, seguido por una sonrisa cómplice del más alto que se negó a tomar el transporte con ellos porque iba en otra dirección. Luego tomó a Aoi del brazo con gentileza y le subió a su auto, el cual condujo a velocidad moderada con rumbo a su apartamento.

—“El mejor guitarrista que conozco” —imitó la voz ajena con una risita.

—Es lo que eres. —Volvió a escuchar la risa del otro—. ¿Qué es tan gracioso?

—Eso no pensabas cuando llegué a la banda —dijo con tristeza. Vaya que el alcohol lo ponía algo bipolar.

—No te conocía bien, ahora es distinto. —Un pesado suspiro se escuchó—. ¿Dije algo malo?

—Te has alejado de mí últimamente, ¿sabes? Y eso no me gusta. —El castaño rodó los ojos.

—Tú me alejaste por si no recuerdas mal.

—Intenté acercarme de nuevo…

—¿De verdad crees que eso basta? ¿Que llamarme a media noche por tu televisor o espiarme cuando salgo con Ruki es una buena forma de conseguirlo? No, Aoi.

—No era media noche, exagerado. Y lo de eso otro, —Le miró inquisitivamente—, ¿cómo lo sabes?

—Me di cuenta, reconozco tu forma de caminar y tu rostro con esas gafas que no te favorecen.

—Vaya que no fue buena idea —susurró.

—Si quieres que volvamos a ser los amigos de antes, esa no es la forma.

—¿Existe una forma? Eres la persona más complicada que conozco. —Resopló y se hundió en su asiento.

—Discúlpate.

—¿Perdona? —Le miró ofendido, recibiendo una corta mirada de parte de su piloto al estar pendiente de la autopista.

—Me trataste de la peor manera posible y te aseguraste de destruir parte de nuestra amistad por el error que cometí al besarte. No importó que me disculpara, insististe hasta dejarme realmente ofendido y ser feliz en tu miseria.

No volvieron a cruzar palabra, un trayecto de veinte minutos ambientados por el claxon de otros autos y el viento fue todo lo que acompañó a los guitarristas hasta su destino: el edificio donde vivía Uruha.

—Quédate hoy, ya está tarde y vives muy lejos. Pondré sábanas a la cama de huéspedes. —Dicho esto, el menor salió del auto y esperó a su acompañante en la puerta del ascensor.

El más bajo iba con la mirada gacha, sabiéndose molesto consigo mismo por darse cuenta a esas alturas que era el único culpable de la situación tan fría en que estaba con su compañero, con ese mismo que extrañaba todos los días. Fueron otros cinco minutos hasta que estuvo sentado en el comedor de su ahora anfitrión. Genial, primero lo insultaba y ahora el insultado le recibía. ¿Qué podía ser peor?

En ese momento, recordó el regalo que no había tenido la cortesía de abrir. Lo sacó de su bolso y le dio varias vueltas hasta dejar la tarjeta en una posición legible, la cual decía:

“Para: Un estimado amigo, Yuu.

De: Uruha”

Suspiró y le sacó la envoltura a esa cajita, quedándose helado y sintiéndose la peor mierda en cuanto lo reconoció.

—Te vi ese día y supuse que te podría gustar. —El sonido de esa voz lo sacó de sus absortos pensamientos.

—¿Eh? ¿Qué cosa? —Levantó la mirada al castaño que pasó a sentarse a su lado.

—La última vez que nos seguiste a Ruki y a mí, entraste a una tienda de celulares y te quedaste viendo ese. —Sonrió suavemente y recostó su cabeza en el espaldar del sofá.

—Iba a comprarlo la próxima semana, en cuanto llegara la paga. —Se rascó la nuca—. Esto cuesta mucho, no puedo… —Le tendió la caja.

—Es el acto de peor educación que puedes realizar, ¿sabes?

—Muy costoso, podrías tener tú esto en mi lugar. Disculpa. —La caja le fue arrebatada con suavidad y dejada sobre la mesa de centro.

—No sabía que rechazaras regalos por ser valiosos.

—Yo te traté mal, no me he disculpado y no merezco que seas tan amable conmigo.

—¿Ahora reconoces que no te has disculpado? —El otro sólo asintió.

Un suave silencio se formó, nada incómodo, sólo era una ausencia de voces y dos amigos cerca.

—Me gustó —dijo Aoi, atrayendo la atención de su compañero—, ese beso que me diste me gustó. Me sentí un poco “expuesto” porque pasó en público y yo no soy de hacer esas cosas, ¿sabes? Pude rechazarte, pero no lo hice. Creo que esta parte la sabes bien. —Le miró abochornado y rieron ambos—. Discúlpame, Kouyou. No debí comportarme así y arriesgar nuestra buena amistad.

—Te disculpo. —Una amplia sonrisa adornaba el, en opinión del pelinegro, precioso rostro al natural de su compañero.

—¿Amigos? —dijo un poco nervioso.

—¿Eso es lo que quieres? —Bien, si ese pato resultaba ser más observador de lo que parecía…

—Claro, Dolan-baka. —El rostro molesto del otro le arrancó una risita que se esfumó pronto—. ¡Lo siento, lo siento! —Ahora la risita era del otro.

—Bien, amigos como quieres. —Le ofreció una mano y, lo que siguió, le dejó desubicado: Aoi se inclinó a besarle.

No lo rechazó (debería estar dormido para hacerlo). El roce duró un par de segundos hasta que el mayor se alejó apenas, dándose tiempo para arrepentirse y volver a besar los labios que llevaba deseando desde el concierto. Sin embargo, fue el castaño quien dominó el beso desde su inicio: le acercó por la cintura y recostó en el sofá, enredando sus piernas mientras acariciaba su abdomen sobre la camisa. La sensación para ambos era indescriptible hasta que un ronco jadeo del sometido le cortó la inspiración.

—N-no, olvídalo. —Intentó huir pero sus muñecas fueron atrapadas por una de las manos del más alto.

—Haré como que no oí eso. —Le miró consternado, esperando que no hubiese sido en serio.

—E-es que y-yo… yo no soy gay —dijo y luego pasó saliva, observando la mirada incrédula que le examinaba.

—No te creo. —Le besó cortamente, siendo correspondido con timidez.

—¡Es cierto!

—¿Qué tipo de hombre heterosexual besa a otro, hace de todo por su atención, se deja tocar en la casa de ese hombre, bajo su cuerpo y sin oponer verdadera resistencia?

—Pues yo. —Frunció el ceño e hizo aquella mueca que, en esa ocasión, el castaño no dudó en devorar a besos.

Después de esa noche, Shiroyama Yuu no tuvo manera de negarle a Takashima Kouyou su homosexualidad. O, al menos, la atracción que sentía por éste.

Notas finales:

¿Qué les pareció? ¿Le faltó o estuvo muy largo? No me dejen con la duda D:

 

Espero que les haya gustado, ya tengo un par de capis nuevos en mente y se publicarán paulatinamente. Por ahora, mi proyecto más serio es IDWTLOTPA... así que si demoro en este, es por ocuparme en aquel.

 

Gracias por leerme. Y si dejan un review, se los agradeceré también *-*

 

¡Hasta la próxima!


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