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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Notas del capitulo:

HOLA, QUIERO DECIR QUE LO SIENTO DEMASIADO. 

LA FACULTAD, MIS OTROS LUGARES DE PUBLICACIÓN. JODER, LO SIENTO MUCHO. LES PROMETO QUE YA LES PUBLICARÉ MÁS SEGUIDO Y ¿SABEN POR QUÉ? BUENO PORQUE TENGO HASTA EL CAP 23 ESCRITO Y APENAS VAMOS EN EL 13. 

MUCHÍSIMAS GRACIAS POR SUS COMENTARIOS, LA VERDAD ES QUE ACEPTO QUEJAS Y SUJERENCIAS. LOS CAPÍTULOS ANTERIORES ESTÁN EDITADOS Y PUES... tienen mejor ortografía y todo eso? BUENO, ESPERO QUE ME SIGAN QUERIENDO n__n 

LES DEJO EL CAP 13 Y ESPERO QUE LES GUSTE.

 

Capítulo 13

 

“No cierres los ojos; me provocas”

 

El descabellado beso se apagó lentamente. Nicolás se negó a abrir los ojos, apretó los labios y cayó en un trance sudoroso en donde se negaba bestialmente a reconocer que había besado unos riquísimos labios sabor a sexo y deseo. Joder. Odiaba sentirse de esa manera.

 

— ¿Qué te ha puesto tan caliente? —una voz reconocible resonó en su oído derecho.

El pobre adolescente estaba mosqueado, temblante y con las mejillas ruborizadas.

Oliver estaba ahí. ¿Cómo? ¿Por qué? Quién sabe. Sólo se encontraba ahí, frente a Nico, robándole el aliento y tragándose el montonal de vergüenza que el pequeño vaciaba como una enorme meada de madrugada.

— ¿Qué putas haces aquí?

— ¿Así es como recibes a tu marido? —Chasqueó la lengua un tanto insinuante y caliente. —. ¿Por qué besas  a la primera? ¿Qué hubieras hecho si no fuera yo, y  otra persona te hubiera puesto las manos encima?

—Deja de departir —se quejó el menor.

Al instante, Oliver tragó saliva y observó al pequeño hasta cansarse. No pensaba dejarlo ir tan fácil. Sinceramente, Nico no pensaba responder bien a sus cuestionamientos y simplemente Yael no los sostendría.

 

Nicolás tenía que cooperar y de la forma más agradable posible, Oliver se encargaría de aquello.

 

—La tienes dura. —Echó un vistazo hasta su polla. Nicolás gruñó asustado al vérsela. No dudaba de las palabras de su esposo, pero tampoco  deseaba darle a entender que estaba cien por ciento seguro de lo que él le decía —. ¿Qué has estado haciendo? Por más que pienso no se me ocurre una buena explicación para esta escenita tan golfa.

 

El poco aire que traspasaba el diminuto espacio que los hacia respirar entrecortado, fue de lo más rico. Sentir la oleada del airé por todo el cuerpo caliente y sudoroso de Nicolás, era simplemente la gloria. Agitado y con la nuez crujiendo a más no poder, Noah dibujó una sonrisa macabra. Sus labios se curvearon con tanta majadería que prefirió evadir la situación. No le apetecía contarle a Oliver la infinidad de recuerdos guarros que se le cruzaron por la cabeza antes de que le robara un ardiente beso húmedo.

 

—Por más que la busques no la encontrarás —dijo al mismo tiempo que apartaba la sonrisa ladina que antes le dio a conocer —.  ¿Qué haces aquí? ¿El trabajo? ¿Qué pasó con él?

—No has contestado a mis preguntas.

—No lo haré.

— ¿Quieres jugar? Sabes… estoy cambiando de opinión.

— ¿De qué hablas?

—Tal vez no es lo mejor que espere hasta que quieras pedir por un trozo de churro relleno de leche. A lo mejor debería seguir actuando como antes. —Parpadeó embelesado.

—No te tengo miedo. —Se mofó creyente de sí mismo.

—Quítate la playera, bájate los pantalones y ponte de perrito —ordenó, posesivo.

— ¿Q-qué? —un enfermo jadeo se le salió de entre los labios al pequeñito.

 

Al inquirir el coqueteo extremo del más alto, Nico huyó al instante de ahí. Corrió cinco pasos fuera del círculo vicioso como un completo marica y observó hacia ambos lados para no verse atrapado.

—No pensé que fueras tan niñita. Por favor, no seas estúpido. No tendría sexo público. No soy tan detestable como para hacer eso —expuso, cruzándose de brazos.

—Dijiste que…

—Puedo decir muchas cosas… cuando estemos en el cuarto entonces temes, ahora no.

— ¿Qué estas tratando de decir?

El tic en el ojo vendría pronto. Joder… odiaba sus tics nerviosos.

— ¿No vas a la escuela? Que patético —masculló entre dientes —. Estoy diciéndote  que te haré el amor cuando te tenga encerrado en la habitación.

 

Hacer el amor… esa jodida frase que marcaba muchas diferencias entre una buena follada y ansiedad gay.

 

—Dices tantas cosas que ya no sé si creerte. —Se quejó con miedo a que sus deseos sexuales fueran descubiertos.

—Esta vez  tú serás el que ruegue por el dulce, Nicolás. Ya quiero verte pidiéndomelo, con tan sólo imaginarte así, me pongo caliente.

—Que sucio eres. No entiendo de qué hablas. —Rodó los ojos, pensativo. Se miró las pecas de la nariz haciéndose el bizco y frunció el ceño una y otra vez como un canino rabioso —. No te pediré nada, entiéndelo… no lo haré.

—Sí, Bla, bla, bla… lo que tú digas, Nicolás. —Se mostró un poco apático.

—Deja de mencionar mi nombre con tanta puerquedad. No acepto el sonido con el que lo pronuncias.

—Estás alucinando.

—Dices mi nombre como si estuvieras seduciéndome, fallándome duro. Deja de hablarme así.

—Si eso es lo que quieres, de acuerdo. Querré una explicación de tu acto anterior, que por cierto, fue poco responsable de tu parte. No diré tu nombre, nunca más… o tal vez hasta que lo extrañes y me lo pidas de rodillas.

—No te pediré nada, gilipollas.

—Estás muy cabreado.

— ¿Por qué estás aquí? ¿Dónde está Julieta? ¿Julia? ¿Por qué ya no las veo? —Parpadeó desesperado mientras observaba a su alrededor. En ese momento se encontraba solamente junto a Oliver y unas cuantas personas a lo lejos. Esto estaba más mal de lo que el minino pensaba — .Contéstame. —Alzó la voz con altanería.

—No responderé a tus preguntas si tú no respondes las mías.

—Hijo de puta. —Lo agredió de nuevo.

—Crio malcriado.

—Eres un puto, un estúpido.

—No te preocupes, nenaza… tú también lo eres. —Apretó por última vez los labios y tomó del brazo al pequeño para llevarlo a dar una caminata o mejor dicho un buen arrastre por toda Francia.

 

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

El domingo, ese dichoso día estaba por acabarse. Las únicas cosas que Nico quería hacer era tener un buen sexo con Oliver, disfrutar de Francia y no estar aburrido por completo. Sin embargo, las cosas no parecían ir bien después de todo ya que Yael no pretendía ceder como Nico deseaba. Lo que anhelaba el pelinegro era seducir de la manera más  rústica a su esposito para que rogara por su verga, lo aceptara y disfrutara como debía ser.

 

Una de las situaciones que Nicolás aborrecía era el hecho de rogar, de pedir, de sentirse avergonzado, y más si era por culpa de empresarios guapos, arrogantes y fuertes. Pero, Noah no se daba cuenta  de que ya estaba rogando por una polla, pero la única diferencia era que no quería darlo a conocer. Su orgullo lo hacía sentirse estúpido y poco amado.

 

Expresarse libremente como gay no le agradaba del todo y es que las cosas, su vida… sí, su vida de la noche a la mañana dio un giro impresionante dejándolo medio atolondrado por la variedad de cambios de humor de Oliver, de sus mimos y de toda esa sensualidad muy suya.

 

Lo que el pelirrojo nunca dejaba pasar, era el erotismo. Sentirse atraído por un cuerpo, pedirlo a gritos, besarlo y sentir esa pila de sentimientos encontrados y alterados que lo dejaban peor que un niño con juguete nuevo, no eran como para ignorarse. Nicolás los sentía, el adolescente poco maduro se sentía atraído por el mayor, y era más difícil para él decir “No” cuando en verdad su cuerpo pedía a gritos que “Sí”

 

El brazo del Nicolás seguía siendo jalado constantemente por Oliver. Esta vez se encontraban en una tienda comercial muy cercana al hotel donde se mantenían hospedados.

 

—Dame el celular.

 

La primera conversación después de haber tenido una pelea común entre recién casados comenzó con esa cruel petición que aparte divagaba un mal estado de ánimo... Esta vez, Nico tenía que contarle a Tomás sobre su situación, pedirle un consejo de amigos y todas esas cosas que una novia sin experiencia y con miedo, siempre hacía. Después de todo, el pecoso no podía olvidar que su energético esposo antes le confisco el celular, claro… sin batería. El estúpido traía su batería en los pantaloncillos para lo que se ofreciera después.

 

— ¿Para qué lo quieres?

— ¿Cómo que para qué? —Se mordisqueó el labio inferior. Deshizo el lazo que lo unía con el pelinegro y comenzó a caminar por su propia cuenta. Las piernas sólo se flexionaban a la misma dirección que la de Oliver, no tenía a donde más ir. Seguirlo era la mejor decisión ya que de acuerdo a varias investigaciones ficticias que hizo minutos antes, estaría a salvo a su lado.

—No sé. —Le miró el rostro sonrojado, de re ojo —. No tienes cosas importantes para hacer

—Tengo amigos. Tomás está preocupado por mí.

— ¿A, sí? ¿No será al revés?

— ¿Qué?

— ¿Estás preocupado por él?

—Y si lo estoy ¿Qué?

—No puedes preocuparte por una persona que no sea yo.

—Vete a la mierda. —Soltó un manotazo que revotó en el duro pecho del semental.

Yael alzó una ceja, alterado.

—No vuelvas a golpearme, porque prometo que la devolveré.

—Devuélvela, y ya verás —espetó, amenazándolo también.

 

Con astucia, el ojigris alzó la mano derecha, y sin consideración la dejó caer sobre el liso cabello del pelirrojo. Palmeó su cabeza con la mano extendida y le dio un casto beso en la frente cubierta por el flequillo. Lo miró a los ojos con seriedad, dibujó una hermosa sonrisa sobre sus labios y le despeinó el cabello al pequeño animal.

—No sé por qué me gustas tanto, niño malcriado. —Lo tomó de la mano y lo hizo caminar junto a él.

 

Derramando información básica: se dice que los seres humanos tenemos reflejos, lo que Nicolás no comprendía era el por qué no podía usar la pierna para patearle los huevos a su esposo ¿Por qué? ¿Por qué? Dificilísima incógnita…

 

Con el corazón exaltado y sin ganas de detenerse, Nicolás guardó silencio. Ya nada podía hacer… 

 

—No tengo tu “celular” —Hizo comillas con los dedos al pronunciar la última palabra ya que su aparato tecnológico por ahora no traía lo más importante: la batería —Sólo traje el mío. —Buscó su móvil con la mano libre y al sacarlo de entre su bolsillo, se lo entregó  —. Úsalo, cariño.

 

Matarlo, o tal vez primero torturarlo, era lo que Nico pretendía hacer después de escuchar esa palabra traída de los infiernos hasta el mundo de los mortales. 

 

— ¿Qué dijiste? —Lógicamente comenzó a buscar pleito.  Estaba tanto en su naturaleza que no podía evitarlo.

—Cariño, proveniente del te quiero, traducido a mi dialecto y usado para seducir. C-A-R-I-Ñ-O. —Le besó la punta de la nariz —. ¿Comprendes?

—Aléjate de mí, pedazo de animal —Le arrebató el móvil a su esposo al mismo tiempo que formaba su enorme burbuja anti homosexual.

 

Todo esto lo tenía que saber Tomás, así que con ayuda del celular de su esposo, Nicolás comenzó a escribirle mensajes a su mejor amigo.

 

— ¿En serio estás muy preocupado por él? —el chulísimo le preguntó.

 

No podía negarse, se encontraba molesto y con miedo.

 

— ¿Qué quieres que te diga? —le alzó una ceja, respondiéndole—. Él es importante para mí.

— ¿Más importante que yo?

—Él no puede compararse contigo.

—Claro que no. Ese chamaco es un baboso y blanquezco animal del campo.

— ¿Quién dijo que tú eres importante para mí? —Rodó los ojos, divertido.

 

Oliver se quedó paralizado.

 

— ¿No? —La voz le tembló.

—Déjame mandar mensajes —Las mejillas le ardieron con facilidad, le dio la espalda y comenzó a picarle a la pantalla del celular.

—Tú eres lo más importante para mí —Soltó como pez en el agua.

 

Lo sentía, Nico lo era… lo más importante para él.

 

—Cuida tus palabras. —Le aconsejó el pecoso.

—Te quiero. —Oliver confesó abrazándolo por la espalda.

 

El planeta entero se paralizó. Nicolás detuvo su pulsación por nanosegundos. De nuevo esa palabra… de nuevo esa ternura que pocas veces se le salía al gruñón de Oliver. ¿Llovería? ¿Nevaría? ¿El mundo se acabaría? ¿Por qué las cosas eran de ese modo? Que las tinieblas rondaran el escuálido cuerpecillo de Noah para después consumirlo como simple pedazo inservible de carne débil.

 

— ¿Por qué lo haces? Nadie, nadie puede quererme. ¿Entiendes? Y menos una persona tan importante como tú. —Un grito horrible se le salió después de volver a la realidad —. Nadie, nadie me quiere, tú tampoco lo haces, déjate de gilipolleces. Retráctate. —Le exigió.

 

Se apartó de los cálidos brazos de Oliver y lo miró a los ojos.

 

¿Por qué ahora esa palabra le dolía tanto? Lo sentía tan verdadero que desconfió al instante.

 

En toda su puerca vida nadie mencionó quererlo con verdadera credibilidad y empatía. Aunque Oliver antes le soltó esa palabra tierna, apenas ahora, en estos momentos esa simple confesión lo debilitaba. ¿Cómo podía quererlo una persona tan importante como Oliver? ¿Por qué?

 

Nicolás comenzó a procesar información nefasta. Él era un pandillero, un maldito hijo de puta, rebelde y con muchos errores y malicia. ¿Merecía amor de los demás? Si no tenía el de su madre, entonces ¿Por qué Oliver lo quería más que su padre? 

 

— ¿Por qué te pones así? ¿Pasa algo? —Nico esquivó el agarre que en esos momentos Yael haría. Se mofó incrédulo, elevó la vista y se negó —. ¿No qué? Antes tú no te pusiste así.

—No me quieras, nunca me quieras. Personas como yo sólo viven para llenar un espacio vacío, nací para morir y no para amar y ser amado.

— ¿Por qué ese cambio tan repentino? Tú no pensabas así.

—No me conoces. No me jodas, Oliver —Le dio un empujoncillo acompañado con un rostro molesto y comenzó a caminar para alejarse de su esposo.

 

Ahora no le interesaba nada, ni siquiera se percataba del camino que sus pies pisaban. De hecho no era momento bipolar, se podría catalogar como una patología. Nicolás desde pequeño cruzó una vida dura en la cual no tenía a nadie, ni a su propio padre. Ahora, en la actualidad cuando su vida comenzó a tener sentido, lo más característico era precisamente esto.

 

Nico, no sólo estaba sintiéndose amado, él estaba amando por primera vez y eso era como volver a nacer después de empollar mil huevos. Sin embargo, no lo aceptaba ¿Una persona que nunca ha amado a nadie, puede darse cuenta que ama a una persona? ¿Se daría cuenta?

 

Aun así, Nico sí sabía querer de la manera más básica; amigos, colegas de grupos, animales, su ropa, su cabello... Esa infinidad de cosas que todo el mundo aprecia con el paso del tiempo, pero ¿Amar? ¿Amar de verdad? Ese verbo realmente no pertenecía a su montonal de palabras nuevas.

 

—Yo te amo, ¿esto tiene sentido? Te amo y eso no va a cambiar, es difícil mantener, me es difícil expresarlo, yo…

—El amor no existe, Oliver. —Frunció el ceño dejando casi tieso a Oliver —No seas imbécil. —Sonrió malicioso —. O al menos para mí no existe —Concluyó, entornando los ojos y llevando de nuevo toda su atención al teléfono celular.

 

Nicolás perdió complemente el control de todo. ¿Cómo de la noche a la mañana podía no amarse? ¿Por qué ahora? ¿Por qué no antes? De hecho desde la vez de los champiñones. ¿Acaso le importó comérselos? Lo que su amigo de los barrios bajos decía ¿Era verdad? ¿Era verdad que en donde anduviera el peligro, Nicolás siempre estaría?

 

—Lo siento —Oliver se disculpó con un nudo enorme en la garganta. No acreditaba el delicado comportamiento de su pequeño pelirrojo —. Solamente tranquilízate ¿De acuerdo?

—No me hables durante el camino. —Rogó sin humildad.

 

Una vez, dos veces, tres… cuatro… cinco… diez… veinte. Oliver se mantenía contando mentalmente para tranquilizarse. De alguna u otra manera se sentía culpable, se sentía triste. Conocía el mal comportamiento de Nicolás, pero ¿Decir eso? ¿Era bueno decir eso a estas alturas?

 

*

 

Hay tantas cosas que tengo que contarte. Tomás, soy yo desde el móvil de Yael. Me siento extraño, y es que no comprendo las cosas

 

De inmediato le llegó respuesta al mensaje.

 

No te comprendo, no seas idiota y cuéntame todo de una buena vez para poder comprenderte

 

Él, Oliver es diferente, es alguien protector.

 

Tomás gruñó al leer eso. Se leía tan patético por parte de Nico.

 

¿Qué hay con eso?

 

No puedo soportarlo.

 

¿Por qué no puedes? A todos les gusta sentirse protegidos.

 

Él me quiere de verdad.

 

Estás sintiendo algo por él, es eso.

 

No sé lo que pasa, no puedo saberlo con claridad

 

Verifica los síntomas, oye ¿Lo hicieron otra vez?

 

No, y tengo miedo de caer. Lo necesito, lo necesito cerca de mí.

 

¿Por qué lo necesitas?

 

Por qué nadie me ha amado como él lo hace.

 

¿Estás agradecido?

 

Lo necesito porque por alguna extraña razón me hace feliz.

 

Te gusta.

 

Le confirmó, Tomás.

 

¿No lo amo, verdad?

 

No soy un mago ni mucho menos un brujo. Nico, no sé lo que en verdad sientas por él, pero si lo necesitas, lo extrañas y te hace feliz, entonces es porque lo quieres

 

Es que querer está dividido en varios niveles.

 

¿Cómo cuáles?

 

Yo te quiero, Tomás. Pero no tengo la necesidad de verte a todas horas, no te quiero abrazar a diario, ni mucho menos besar, en cambio lo que siento con la cercanía de Oliver, es diferente.

 

Estas demasiado alterado ¿Te fumaste un churro? ¿Consumiste hierba o polvillos blancos? Dime la verdad.

           

No, es imposible que haga ese tipo de cosas con Oliver a un lado.

 

Piénsalo, amigo. Estás muy confundido, no sé qué decirte, tú mismo vas a darte cuenta de lo que en verdad sientes.

 

Pero yo no puedo… no puedo ser amado, no puedo

 

¿Por qué no? ¿Quién lo dijo?

 

No estoy listo, no lo merezco

 

Todos merecemos amor, Nico, sólo disfruta y no pienses eso nunca más. Es injusto que tú no recibas amor, todos tenemos ese derecho

 

Soy diferente, Tomás. Te he contado que soy diferente

 

Eres más normal que yo, cabrón… por favor. No me jodas. Tranquilízate y disfruta, deja que cuide de ti, lo necesitas y eso te hará feliz

 

He puesto resistencia por lo mismo. Lo he alejado de mí para no sentir su cariño, no lo merezco, no puedo aceptarlo. Oliver es una persona brillante, genial y yo soy un bueno para nada, un inútil que sólo se la pasa fumándose porros

 

Tú eres una excelente persona. No te dejes engañar, eres una persona muy significativa para los demás. Nunca lo olvides, no pienses en eso… sé feliz. Nos hablamos, tengo que ir a comer con mi madre, espero noticias

 

El fin de mensajes apareció. De inmediato, el minino borró toda la cadena de mansajes que había enviado y ya con más tranquilidad le entregó el celular  a su esposo.

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

La noche se llegó de repente. Ahora el actual refugio de Nicolás era supuestamente la habitación que en vez de protección  podía ser la cárcel. Yael entró después del pequeño, cerró la puerta y respiró profundo para poder hablar con calma. Le interesaba el comportamiento de Nico y haría hasta lo imposible por hacerlo cambiar de parecer, modificar su conducta y hacerlo feliz.

 

—Julieta comenzó a seducirme poco después de que te largaste con Julia. Se desnudó por la parte de arriba  en esta habitación. —Abrió los brazos mientras le contaba al pequeño —. Fue por eso que comprendí tus palabras después. Dejé a Julieta media desnuda y me fui a buscarte, por suerte escuche el lugar a donde irían la otra mujer  y tú. Fue así como llegué. —Aclaró la garganta para seguir. Nicolás abrió los ojos como platos, impactado—. Al llegar hacia ustedes, te encontré soñando despierto —se detuvo un momento —. Ella te iba a besar. ¡No lo permitiría! Así que te la quité de encima y la corrí de ahí sin que escucharas nuestras voces, me acerqué a ti y te besé, me correspondiste. Esa es la pequeña historia detrás de todo este conflicto.

 

— ¿Por eso te comportaste cariñoso? ¿Por qué no me hiciste caso y ya era tarde para pedir disculpas? ¡Te lo dije! Esa tipeja quería violarme. —Una sonrisa se le salió sin tenerla en mente.

—Lo siento, debí creer en ti.

—Sí, eso es lo que debes hacer —se quejó quedito.

Caminó hacia adelante para alejarse lentamente del pelinegro y cuando pensó estar lo suficientemente alejado de él, se dio la media vuelta. Con lo primero que se encontró fue con el rostro de Oliver, tan cerca como para comérselo a besos.

 

Entre más se alejaba, Yael se le acercaba… grandiosa idea maléfica y seductora.

 

—He estado esperando por muchas horas, ya no puedo más. —Oliver inclinó la cabeza para capturar con suaves besos el rostro de Nicolás—. Me has prohibido llamarte “Nicolás” —Pronunció lo último con más énfasis—. No puedo soportarlo.

— ¿Por qué eres así?

— ¿Así cómo? —El ojigris lo acorraló con destreza.

 

El dulce aroma de Yael se  apreciaba de inmediato. Olía a hombre, a seducción, a salvación, a protección… la perfección lo caracterizaba.

—Así —Nico no supo qué más decir, tragó saliva  inhumanamente y prosiguió—. Tú, así… conmigo, así.

— ¿Así cómo? —Rogó por una explicación más detallada. Al no oírlo pronunciar palabra, siguió—. Quiero hacer tantas cosas esta noche.

 

Los latidos desenfrenados aparecieron. Nicolás comenzó a agitarse sin hacer actividad física que pudiera probar su falta de aire. Las mejillas se le subieron de  tono, castañeó los dientes y esquivó el primer beso que Yael estaba dispuesto a darle. La yugular le latía de una manera exagerada, demasiado como para  creer en el enorme nerviosismo que le causaba tener a Oliver en esa posición y  acorralándolo sólo a él.

 

Los pasos traseros de Noah llegaron hasta un insignificante mueblecillo para el teléfono. El pequeño se quedó estancado ahí. Cerró los ojos, acalorado, y  se retorció al sentir el tacto de los labios de su esposo pasándole por las mejillas. Con el alma colgando de un hilo, gimió bajito.

 

Le encantaba. Si se atrevía a negarlo, estaría mintiendo. Deseaba hacerlo, deseaba que Oliver clavara su amor por la parte trasera, que lo besara, que se le subiera, lo estimulara, y llenara de todo ese amor que se le hacía difícil aceptar. Lo sufría, sí… le costaba trabajo tranquilizar la palpitación de su pecho, la reacción de su piel al ser  invadida por los labios del pelinegro. Francamente no podía respirar. Se asemejaba a un estudiante constipado en momentos de desgracia, no podía, por más que hiciera no podía respirar y controlar la sofocación del corazón.

 

Lenta y tímidamente, abrió la boca para poder respirar por ahí. La nariz no le servía y lo desesperaba totalmente. Parpadeó como un imbécil y se quedó viendo la total belleza que la vida le estaba dando. Observó a Oliver totalmente, percatándose de la mirada lascivia que lo caracterizaba como su domador. Mordió su labio inferior y se lanzó a besarlo con aquel frenesí tan inquietante que lo dominaba.

 

El primer toque fue lento, exterior y poco profundo. No era necesario inducir un coito bucal. Con tan sólo sentir la suavidad de los labios ajenos, los miembros de ambos comenzaron a endurecerse. Nicolás de inmediato alzó los brazos y jaló de la corbata al precioso y alto ojigris, sonrió entre sus labios y buscó una profundidad especial.

 

Incrustó la lengua para viajar en la cuerda floja del deseo…

 

Insaciable, bestial, pasional, el beso lo llenaba todo. Oliver abrió los ojos que mantenía cerrados, y posó su frente con la de Nicolás, comenzando así un rose meloso de narices.

 

— ¿Qué es lo que realmente quieres? —preguntó sobre los labios del pecoso. Con un rostro sorprendido, Nicolás se detuvo a pensar.

 

Demonios. ¿Qué estaba haciendo? Por supuesto que Nicolás tenía que rogar por la verga y no quería, no podía hacerlo. Rodó los ojos y quiso huir del encarcelamiento, pero no pudo, como siempre su fuerza no interfirió ni un poquito, así que le besó los labios de nuevo, queriendo hacerlo callar.

 

— ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué quieres que haga? —Con los ojos brillosos, Yael trató de incitar al pelirrojo de ojos azules —. Dímelo.

 

De alguna manera deseaba escuchar a Nicolás pedirle una buena noche entre sus brazos.

No, el pequeño se negó rotundo, incluso sin pronunciar palabra.

 

Con chusque dad se apartó la camiseta, quedando desnudo por la parte de arriba. Se desabrochó los pantalones y se acarició descaradamente la erección que aún permanecía escondida entre su bóxer color melón. Se llevó el dedo índice directo a la boca, lo chupó como todo un guarro, y con ese mismo se frotó el pezón derecho. De pronto se detuvo, levantó la vista y al ver el sorprendido rostro de su esposo, lo jaló de nuevo con ayuda de la corbata media floja que traía puesta.

 

— ¿Qué quieres? —Nico no respondió—.  No cierres los ojos, me pones —Le advirtió—, me pones mucho. Me provocas —y fue así cuando accedió al beso que el pequeño le ofrecía.

 

Eran pocas veces, no… en realidad era la primera vez que Nico se animaba a ser el que comenzara con una relación embarazosa como esa. 

 

—Dilo y lo haré. —Rogó impaciente. Ansiaba escuchar a su pequeño pedir que le hiciera el amor —.  Si lo quieres, pídelo.

El menor al escuchar tal cosa, entrecerró los ojos.

Se volvió a negar en secreto. Se apartó los pantalones por completo y dejó libre la erección que más allá de placer, le causaba dolor. Juntó saliva con la boca cerrada y la dejó caer como hilillo fino para llenar el pene que traía entre las manos. El líquido salival bañó desde el glande hasta los testículos como un glas burbujeante y transparente. Estando la cantidad exacta de saliva sobre la verga, deslizó la mano de arriba hacia abajo, masturbándose con lentitud. Incitando a Oliver, volviéndolo completamente loco para evitar que le pidiera rogar por su devastadora erección.

 

—Dilo. —Oliver siguió con lo mismo. No debía rendirse —Si no lo dices, no haré nada. —Le advirtió con un tono de voz posesivo e imperdonable. Con resequedad en los labios, el minino tiró de él para seducirlo a su manera. Su orgullo no podía ser pisoteado. No, no y no.

 

Mierda.

 

—Me iré, si no lo dices me iré. —Tartamudeó desde el principio hasta el final. Con las miradas potentemente pegadas una de la otra, Oliver buscó con sus manos el falo que rebuscaba atención—. ¿Te hago el amor? —Se la puso más fácil. Nico se separó con lentitud, miró hacia la derecha y tras pensarlo, el tiempo se le acabó. Al no escuchar respuesta alguna, el pelinegro se alejó de Nicolás, dándole la espalda.

 

«Imbécil»

 

—Tómame de la manera que quieras —Nico expuso con la vergüenza perforándole la garganta.

— ¿Qué dices? —Yael pidió de nuevo que repitiera—. ¡Más alto, no te escucho bien!

—Vete a la mierda, joder —Se quejó con un grito potente y despiadado, demasiado energético—. Házmelo, hazme el amor. ¿Más alto, hijo de puta? —Oliver se dio la media vuelta—. Hazme tuyo, esta noche y las que quieras —dijo con un tono más apagado. Sufría en silencio y lo odiaba.  Sin perdonárselo a sí mismo, siguió con la masturbación. El pequeño dejó caer más saliva para embarrársela proporcionalmente y jalarse la verga las veces que fueran necesarias.

—Dilo de nuevo —Oliver terció mientras se volvía a acercar al pequeño. Lo tomó de la barbilla y  le aplastó las mejillas desinfladas, obligándolo así a cabrearse—. ¿Qué quieres que haga?

—Hazme el amor. —Le sopló en los labios con claridad. Lo abrazó con fuerza, golpeándole la espalda con los puños bien cerrados—. Házmelo, por favor.

 

El ruego hizo compadecer por fin al más grande.

 

Oliver lo logró.

 

Esta vez Nicolás pretendía cooperar las veces que fueran necesarias para saciar la ansiedad de su esposo…

Notas finales:

Está vez, dejen sus mensajes... si veo mensajes, les actualizaré mañana mismo. GRACIAS Y LAS QUIERO. 

Leí un mensaje que me dejaron y la verdad es que NO LAS HE DEJADO DE QUERER. LO PROMETO. YO LAS AMO MUCHO.


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