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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Notas del capitulo:

Hola, aquí les dejo este capí...por cierto. Disculpen si ha fallas en acentos y así. He estado muy loca y no he editado -también en los capis anteriores, ya que los disque edité y no era ciertoxDD.. los tomé del documento guardado y no el actual y el editado :3. Mil disculpas- Las quiero y gracias por sus mensajitos. 

A leer...

Capítulo 14

 

“Hacer el amor, hoy y siempre”

 

Aún durante el abrazo y con un agarre demasiado empalagoso, Yael aspiró el dulce aroma que yacía de entre el cuello del menor. Nicolás olía maravilloso, riquísimo. Un perfume que ansiaba tragar por el resto de su desencajada vida.

— ¡Hueles riquísimo! —murmulló al mismo tiempo que clavaba con más persistencia las narices en la piel del pelirrojo.

— ¿Me estás olfateando? —el pequeño preguntó, anonadado.

 

Los toques de su esposo eran tan lentos y embriagadores que por un breve instante dedujo que toda la noche habría sexo. El delictivo olfateado, lo hacía sospechar.

 

Oliver no contestó lo que era demasiado obvio y observable, abrió los labios y comenzó a alistarse. Depositó tres besos sobre la blanquecina piel que cubría la base del cuello del gatito. Levantó la vista desarmando del abrazo, giró la cabeza levemente, y clavó la vista en las hermosas pupilas de Nicolás. Si el pequeño no mostraba inconformidad, podría quedársele viendo por un montonal de horas al día, para poder recargar la energía de su cuerpo. Droga, eso era para Yael: la droga del amor.

 

La chispa que detonó con el corto choque de miradas, lo hizo sentir el hombre más feliz del universo. Nicolás era… lo mejor para él. Sencillamente fascinante, lo más hermoso que nunca antes había poseído, hasta ahora. La criatura más enloquecedora y rebelde que deseaba cuidar para siempre.

 

El retrato de su cara. Los delicados rasgos que lo obligaban a verse indomable y ardiente, seguían, pero ¿Por qué Nicolás lo dominaba tan rápido? ¿Por qué con un simple abrazo lo volvía loco? Idiotizado. Nico posó las manos sobre el agitado pecho del pelinegro. Parpadeó varias veces, hasta desear llorar. El corazón de Oliver estaba por salírsele del pecho. Bombeaba más sangre, revoloteaba… estaba completamente consumiéndose en una escandalosa taquicardia. 

 

¡Iluso por tanta mierda mal fundamentada! Nico se sentía así. Nunca debió dudar de los sentimientos de su esposo, ahora podía sentir el miedo de Oliver, su terrible estado nervioso, y toda esa emoción que se miraba increíble alrededor de su enorme ego y personalidad poderosa.

—Tu corazón se va a salir del pecho —con miedo, el pequeño por fin habló, rompiendo el escambroso silencio.

—Me dejarás sin corazón. —Lo acusó.

 

Inclinó la cabeza, acortando el pequeñísimo espacio que hacía separación entre los dos. Levantó las manos sin miedo a ser rechazado, sonrió de lado con una felicidad inexplicable, y palmeó melosamente las mejillas que mostraban un leve sonrojo por parte de Noah.

 

Le acarició de arriba abajo, de un lado a otro, pisoteando las pequeñísimas pecas con ayuda de las yemas de los dedos. Al llegar hasta sus carnosos labios rosados, se los  delineó lentamente hasta abrirle la boca. Definitivamente aún faltaba demasiado por acariciar.

 

—No debería arruinarlo, pero… ¿Por qué accediste? ¿Por qué pediste que te lo hiciera?

 

Nico tragó saliva, no se esperaba esa pregunta tan… tan estúpidamente sensual y perturbadora. Le revolvió el estómago más de lo que la cabeza le dolió.

—Lo arruinas. —Cerró los labios que seguían entreabiertos y despistadamente  rodó  los ojos para poder pensar en algo bueno.

 

¿Quererlo? No estaba seguro, ¿Necesitar? De eso sí. Nicolás necesitaba tener a un lado a su esposo para sentirse amado, pero al mismo tiempo no le agradaba ese hecho. Porque al fin de cuentas él no deseaba amar a nadie por el momento.

 

El amor para Nicolás, literalmente no existía. El amor verdadero, no cabía en su mundo. Un gran problema. ¡El peor de todos! Esto era más enloquecedor que correr para salvarse el culo en una riña de los barrios bajos.

 

—Te quiero, como a nadie he querido jamás —le dijo.

Buscó  los labios ajenos con ayuda de los suyos, y pactó su preciado amor. Un beso, una delicada caricia lenta y húmeda. Sonrió entre sus labios y con la astucia de sus ágiles manos, se desabrochó las prendas que le faltaban para quedar totalmente desnudo.

 

Expuesto, lujurioso y asquerosamente enamorado, vagó por todo el cuerpo de Nicolás para consumarlo con el suyo. Apachurró el trasero de su pequeño minino hasta obligarlo a que se trepara. Ya alzado como a un niño pequeño, Nico le enredó las piernas inteligentemente en la cadera, le acarició el cuello con las dos manos y comenzó un nuevo beso. Ya le parecía más fácil cooperar con Oliver y no sólo se le hacía fácil, también le agradaba.

 

Oliver comenzó a caminar para llevar al minino a la cama, haciendo chocar la chorreante punta de su pene contra la abertura de Nicolás. Estaba más que listo, especialmente mojado sólo para él. Dejó ahí al pequeño, se relamió los labios y se situó sobre él.

 

Como ayuda o mejor dicho, instinto, Nico abrió las piernas para sentir sobre su pene el abdomen bien plano del  chulo ojigris. Y ahí estaba la lengua de Oliver. rodeando en círculos su pezón izquierdo. Aplanó con los dientes el rabillo de la tetilla y la estiró con desesperación. Los pezones se encontraban tan duros y tan masticables que no dudó en mordérselos. Un apetecible cuerpecillo pecoso y que además olía delicioso, eso era Noah. Un postre.

 

Sus miradas se clavaron de nuevo, como si jamás se quisieran dejar de mirar, como si la única persona en el mundo para Nicolás fuera Oliver, como si nada más ellos dos estuvieran en un espacio inexistente para muchos. Totalmente cautivador. Enormemente fascinante.

 

Los dedos flojos de Noah, rodearon la preciosísima piel de Yael, trazó círculos con las yemas de los dedos, y se perdió entre toda la faramalla.

 

Su piel reaccionaba con la de Oliver, su mirada lo buscaba a él, el calor de su cuerpo exigía ser rodeado por la total extensión del pecador. ¿No podía ser peor? ¿Cuántas veces deseó a esa misma persona sin ni siquiera conocerla antes? para Nicolás este era su sueño, la persona que había esmerado en definir, en dibujar y especificar como su modelo ideal. La persona que lo hiciera feliz con un toque sencillo, con una caricia entrecortada, con una mirada que hablara, y que en cada parpadeó que diera, se sintiera como nacer y vivir una gran experiencia; eso era Yael para él.

 

Completamente se volvió a perder entre sus pensamientos y toda esa mierda que lo hacía conectar un millón de sensaciones con actos y con perspectivas.  Joder, no era momento para pensar… ahora estaba siendo degustado por Oliver y eso era lo único que tenía que importarle. El deleite que Oliver daba a conocer con cada beso corto que le tatuaba sobre la piel, fue el mejor momento de su maldita existencia. El talle de los labios ajenos sobre su tez, resultaba sentirse como lo más extraordinario para él. Nada, absolutamente nada podía siquiera compararse con eso. Eran como marcas de gloria, como reconocimientos por haberse portado bien; una medalla para reconocerlo como una persona brillante.

 

Nadie había plasmado besos húmedos sobre su estómago, brazos y rostro, nadie que estuviera en el planeta tierra, a excepción de Oliver que ya estaba marcando su territorio. Eran sollozos de placer lo que comenzaba a emanar, era Nicolás enloqueciendo, disfrutando de lo que tanto  miedo le daba  probar. 

 

Un ligero lametón del  lado contrario al corazón, fue el que tal vez puso alto a los besos sobre la piel. Nico, posó las manos sobre la cama para enderezarse, sin embargo no pudo hacerlo. Oliver le jaló los muslos para alzarle la cadera, sujetó con fuerzas sus piernas y comenzó a depositar castos besos por su chamorro derecho.

 

La suavidad de aquellos labios, lo hicieron casi llorar. ¿Qué pasaba? ¿Por qué esto era más romántico que su primera vez? O ¿tal vez era que esta podía ser su primera vez entregándose porque los dos lo deseaban? El trueno viajó desde el bombeo de su corazón hasta su erección, como un toque de electricidad cuando Oliver se metió el dedo gordo de su pie a la boca. Cuidadosamente rosó su lengua con el parpadeante primer dedo, luego bajó lentamente hasta besarle la planta del pie y subir de nuevo, lamiendo hasta los cinco dedos que también lucían hermosos al igual que Nico. Dejó caer el último beso corto sobre el talón mientras que con la otra mano le acariciaba la cadera al acalorado adolescente.

 

Nico se sintió morir. Pataleó avergonzado para que Oliver lo soltara, pero no lo logró. Nicolás tenía tantos puntos débiles que Oliver deseaba utilizarlos todos en esa misma noche. Ahora, las pulsaciones de su pecho se aceleraron aún más, privándolo de la libertad y hundiéndolo al gozo; Oliver hundió su bellísimo rostro hasta la verga punzante que pedía ayuda ahí abajo.

 

Sacó la lengua y le dio la primera probada a la húmeda y bien endurecida polla de Nicolás. Al primer toque, el pequeño se retorció. Le gustaba, le encantaba que se la besaran, simplemente eso y nada más. Impulsó la pelvis a la segunda probada, y a la tercera endureció las nalgas para poder soportar lo caliente y bien remojada boca de su esposo.

 

Desde la base, hasta la punta goteante, desde la punta, hasta la base, una y otra vez…succionando, bombeando el falo, rápido, lento. La felación comenzó. Una pequeñísima gota de pre-semen comenzó a extenderse hasta hacerse charco, Nico estaba totalmente perdido. La boca de Rudel no sólo sabía besar  labios, también la entre pierna, y le encantaba poderlo sentir de todas las maneras posibles. Con un último beso en el glande, Oliver terminó de chuparle el pene, le jaló por última vez el prepucio con ayuda de los labios  y volvió a dejar suaves besos cortos sobre todo el largo de la verga caliente y enrojecida.

 

Más que bien servido, Noah jadeó. Dejó caer la cabeza sobre las almohadas y comenzó a ocultar su sonrojo. Joder, parecía tomate, esto le había gustado tanto que no deseaba que terminara. La razón era que no le cabía en la cabeza ¿cómo Oliver podía tratar con tanta delicadeza un pene adolescente?  Inhumana-mente sorprendente, esa era la única respuesta o comentario que podía dar.

 

Y cuando su órgano bombeador de sangre justo se había tranquilizado, volvió a volverse loco. Ahora Oliver estaba interesado en un punto, el más importante de todos: su precioso culito

 

De inmediato y sin haberlo supuesto antes, Nico fue manipulado de una manera descontrolada. Oliver le dio la vuelta, le aplanó la cintura para obligarlo a ponerse en cuatro patas y con el tiempo corriendo, le separó  las nalgas con ayuda de las dos manos. Observó el ano contrayéndose una y otra vez, sacó la lengua para remojarse los labios y se hundió completamente  en un ángulo perfecto para poder besarle la pequeñísima entrada.

 

Miró de cerca la carnosidad corrugada, abrió más el hoyo y comenzó a lamer como si fuera una paleta de hielo. El tacto de su lengua con la del punzante esfínter de Nico, lo hicieron profundizarse cada vez más en aquel ansioso agujero. Cerró los labios y se los plantó en la parpadeante entrada, formando así un casto beso. Sonrió,  le restiró más las nalgas, y continuó humedeciéndole su diminuto interior. Subió las manos hasta su columna vertebral y lo obligó a acostarse en la cama desde el estómago hasta la cabeza.

 

Con las mejillas bien pegadas con la sabana de la cama, Nicolás jadeó en mudo y con una ansiedad sorprendente. Un dedo, el índice fue el que entró en su interior. Gritó descontroladamente sobre la cama, meneó la cadera por todos lados hundiendo cada vez más el dedillo de Yael. No lo soportó, bramó como un marica. Le encantaba esa sensación, esa deliciosa acción que lo hacía sudar a chorros.

 

Extasiado, descaradamente excitado, se llevó la mano derecha para tocar el acto, la riquísima penetración anal que se catalogaba de primer grado. La estreches de su interior y los movimientos lentos y sensuales de su esposo, lo hicieron más que gruñir, maullar. Al notar que la velocidad del dedo de Oliver aumentaba a cada segundo, empujó el culo hacia atrás para ayudar a que ese simple movimiento subiera de nivel, hasta llegar a un nivel imparable y sedoso.

 

Un rostro rojo, dos penes con la punta chorreando leche, y esa desesperada sensación de calor que se hundía desde el más escondido poro de piel abierto hasta desparramarse por todo el cuerpo…

 

Impresionante, desesperadamente impresionante.

 

Los puños comenzaron a sobresalir, Nico comenzó a golpear la cama mientras meneaba calientemente la pelvis. Oliver no pensaba parar, y a decir verdad, Nico tampoco quería que se detuviera. 

 

La sensación pareció terminar, el dedo dejó de moverse. Noah respiró con ayuda de la boca, descansando sobre la cama, estaba exhausto y ni siquiera habían comenzado. Así que con la cadera débil, se dejó caer por completo sobre el colchón. Estiró los brazos y cerró los ojos, extasiado. Oliver de nuevo le dio la vuelta, abrió sus piernas, depositó un dulce beso en su hombro descubierto y penetró lentamente, hasta el tope.

 

Como si supiera, el esfínter de Nicolás bombeó con fuerza el miembro que se introducía, recibiéndolo con felicidad y hasta con honores. Ya dentro, hasta el fondo y con las profundidades de Nico en pleno estremecimiento, Yael lo embistió al mismo tiempo que se dejaba caer sobre el cuerpecillo lechoso de su pequeño pelirrojo.

 

Y de nuevo sus rostros quedaron frente a frente. La nuez de Nico crujió, estaba nervioso y bien receptivo. A cada estocada, la hermosa boca del menor se abría de par en par, dejando escapar gemidos mudos. Una hermosa vista para Oliver, eso era lo que sentía en esos instantes. Ver realmente excitado a Nico, lo hacía feliz, realmente emocionado.

 

Dos, tres. A la octava penetración, Oliver se atrevió a besarlo. Era como acariciar a un ángel. Un ángel demasiado rebelde, pero lo suficientemente precioso como para adorarlo. Abrió los labios y aplanó los suyos con un beso sin lengua. Y mientras el acto seguía en marcha, Nico recibió el casto beso que su esposo le regaló. Lo observó ansioso y asquerosamente excitado, así que subió las manos para acariciarle la cara.

 

Tocar el rostro de aquel hombre con personalidad diferente, lo hizo estremecer. Las mariposas le comenzaron a yacer desde la barriga, hasta la boca, saliéndose en gemidos placenteros y totalmente desencajados uno tras de otro. Le encantaba, ¡Claro que sí! Tanto, que hasta los ojos había cerrado para sentir el poderoso sabor de los labios de Oliver.

 

Con una introducción más, Yael detuvo el beso y comenzó a acariciar con los labios el rostro completo de su chiquillo mal humorado. Besó desde las sienes, hasta la punta de la nariz con besos  lentos y castos. Sin embargo, al llegar a las mejillas y a la barbilla del pecoso, sus besos fueron subiendo de nivel. A un resalte demasiado irresistible.

 

La falta de aire por parte del adolescente, hizo enloquecer aún más al activo. Ver con esa carita a su Nicolás, sentirlo acalambrarse bajo su cuerpo,  y percibir el tacto de sus delicadas manos sobre su rostro, lo hicieron amarlo más que antes. Nicolás lo estaba recibiendo, lo hacía. El pequeño comenzó a enredarse por completo a su esposo, hizo golpetear su extensión con la de Yael y lo abrazó. Sí, lo hizo.

 

Deslizó las manos que mantenía sobre la cara de Oliver, hasta el cuello, para hacerlo caer por completo sobre él. Su pecho y la respiración agitada de ambos, dio a conocer que estaban esforzándose, más de lo debido, más de lo imaginable. Era su noche, simplemente eso. Su noche y las siguientes, sus recuerdos y sus experiencias. Su relación de matrimonio, era más que echar un buen polvillo, de ahora en adelante era pasión pura.

 

El movimiento de entrada y salida seguía, duro, caliente, lento… rápido… más rápido, hasta venirse. El pelirrojo se corrió primero. Expulsó el semen con tan sólo jalarse la verga dos veces, eyaculó una cantidad considerable de leche, observó hacía el techo, y cerró los ojos para acabar con su orgasmo. Hizo rechinar sus dientes, y  de nuevo crujió la manzana de adán al recibir los suaves besos que Oliver le impregnaba sobre sus hombros cubiertos de pecas. 

 

Oh joder, amaba sus besos…

 

El endurecido pedazo de carne seguía entrando y saliendo, pero aún Oliver no pensaba correrse, tenía que disfrutar un poco más, sólo un poquito más. Así que para continuar, sacó el pene, le dio de nuevo la media vuelta a su pequeño y cayó sobre su espalda para seguirle dando duro y seguido. Lo anhelaba tanto que no pensaba ponerle fin aún, si Nicolás estaba ahí era por algo; porque disfrutaba el momento y obviamente de Yael.

 

Manipuló el cuerpecillo debilucho del chico, y al sentirlo a la perfección, penetró. La sensación seguía siendo agradable para Nico, era un cosquilleo placentero y demasiado adictivo. Los labios que antes se mantuvieron besando el rostro del pequeño, ahora estaban besándole la espalda, su delicada espalda que al igual que sus hombros y su nariz, también estaba cubierta de pecas.

 

Que parara, que siguiera, que nunca  jamás le hiciera eso a otro hombre, rogaba Nicolás en silencio. La corriente junto con el temblor, estaban recorriéndole la tripa uretral a Oliver, expulsándose potentemente por toda la pequeña cavidad del menor. Nicolás recibió un delicioso calor llamado semen, que se fundía en su interior como un  líquido transparente-blanquecino, salado y con una textura irresistiblemente espesa.

 

Totalmente sabroso y brillante.

 

 Yael sacó lentamente el pene ya flácido, observó la cascada que se le salía pausadamente de entre las piernas al chiquillo, y  sonrió al respecto. Estaba satisfecho, más que eso. Reposó las manos sobre la piel de su acompañante, le besó el brazo y  otra vez le dio la vuelta.

 

Sus miradas, de nuevo sus vistas chocaron con esa chispa de picardía que los dos procesaban con rapidez. Nico parpadeó, llevó las manos hasta su rostro y comenzó a ocultarse de su esposo. Le ponía demasiado nervioso que Oliver lo mirara de esa forma tan especial, tan estúpidamente caliente.

 

Con total sonrojo, el menor cerró los ojos mientras  aún se mantenía oculto bajo sus pequeñas manos. Sin embargo, seguía sintiendo esa mirada tan  potente que caracterizaba a su marido. Deseaba llorar, se sentía un total idiota. El corazón de nuevo le comenzó a palpitar desenfrenadamente bajo las capas de piel; Oliver estaba apartándole las manos para verlo directamente a los ojos.

 

Lo que faltaba. Ahora sí deseaba llorar…

 

Notas finales:

Dejan sus comentarios. ¿Vale? Las ami mil chocomil.


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