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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Notas del capitulo:

He leído sus mensajitos, pues ooww. A muchas les gustó el cap anterior, a otras no les gustó. Unas odian a Oliver, otras a Nicolás. Joder, y la gran mayoría me odia a mí por escribir estas tonterías xDD..

Mi personaje Nicolás me desespera, debo decir que tiene una personalidad tan infantil, tan pendeja?xD.. Se enoja por todo, es ególatra... un total imbécil. 

Por otra parte, mi personaje Oliver es un cabrón de primera. Le gusta manejar todo, se apropia de las cosas y en este caso de Nicolás. Por ahí leí que le faltan modales o algo así? Aww Oliver es tan tierno y ya lo verán en los siguientes caps. 

Sé que esto tiene mucha tensión, pero disculpen, si no hay tensión NO soy feliz. Espero que no dejen de leer por que el comportamiento de ambos está comenzando a salir muy a flote. ¿Cómo decirlo? Tengo que decirles que en estos caps se estará viendo mucha tensión, mucha manipulación y demasiada histeria por parte de ambos personajes.  

Espero puedan soportar las tonterías que dice Nicolás, las peleas estúpidas que tengan y sus reconciliaciones ¿Vale? Tengo que decir aquí y en este capítulo que si no les gustan mis advertencias, entonces les pediré de la manera más amable que dejen de leer mi historia.  

 

Tengo muchas lectoras, y sé porque pongo estos capítulos. Estos capítulos de tensión son la BASE PARA QUE VEAN UNA RELACIÓN DE MATRIMONIO HOMOSEXUAL CON HOMBRES DE DIFERENTES EDADES, PERSPECTIVAS Y PERSONALIDADES. 

No me molestan para nada sus comentarios, sólo les digo esto para que se detengan a leer algo que no les gusta :P 

 

Y bueno... quiero también agradecer por las hermosas lectoras que felicitaron a mi madre, ewe, ella las ama a todas/os...

 

  

Capítulo 18

 

“Te enojas, pero siempre te recompenso”

 

Sus labios estaban resecos por el excesivo malestar, pero aun así Oliver trataba de remojarlos como era debido. Nicolás tenía el corazón estrujado por el montonal de berrinches que previamente le echó en cara a su esposo, pero aquel no entendía. No lo comprendía.  ¿Por qué se comportaba tan canalla con él? No lo merecía, Nico no lo aceptaba, no quería ese trato… ese maldita violencia verbal que le dolía por el simple hecho de ser Oliver el agresor.

 

Sería estúpido si se seguía negando, un total imbécil si seguía empeñado en encontrar una explicación que no fuera amor. Lo amaba, y mucho. No podía con eso, no podía ni contra él mismo. Le ardía la garganta al recordar que Yael era el único que lo hacía elevar hasta las nubes y sentir el ardor del sol en plena canícula. Pero, a sabiendas del montón de sentimientos y de ganas que tenía por sentir a Oliver en sus adentros, se volvió a negar, alejándolo bruscamente para después reprenderlo con una cachetada tan ruidosa que ocasionó un caos al momento de despegar sus labios de los suyos y volver a respirar entrecortadamente. Demonios, Nico deseaba un beso de reconciliación, sin embargo no quería caer bajo ante su esposo…

 

Los latidos del corazón de ambos comenzaron a escucharse, era demasiado el silencio que rondaba en la habitación y frustrante era el hecho de sentir el calor de sus cuerpos en plena guerra sexual. 

 

Nicolás no quería llorar ahí mismo, no podía dejarlo ganar. Oliver tenía que pedir disculpas, rogar,  y después de eso convencerlo para poder hacer el amor. Lo que el gatito no aseguraba era la situación, porque… ¿Oliver sería capaz de dirigirle la palabra después de tremenda cachetada? O ¿Acaso le devolvería el golpe? ¿Lo amenazaría? ¿Se enojaría? Tenía miedo, y lo peor de todo era que el minino no sabía la reacción que tendría su esposo, ni mucho menos la gravedad de su acto poco amable.

 

Las piernas le comenzaron a temblar. Oliver rodó los ojos para clavarle una mirada tiesa y con un sinfín de significados. Nico lo podía prometer, el chulísimo de su marido estaba más que furioso.  Todo, absolutamente todo su cuerpecillo escuálido se paralizó cuando le sostuvo la mirada al pelinegro. Oliver daba miedo, y Nico sabía que él era capaz de todo, pero todos los pensamientos del pequeño se fueron a la mierda cuando la deliciosa boca de Oliver buscó la suya para volverlo a besar, pero esta vez con un toque delicado y con la esencia del arrepentimiento brotando de entre sus labios. 

 

Los labios rojizos del pecoso se mantenían cerrados, sin darle paso aún al tierno beso que Oliver ambicionaba  con darle. El caliente aliento sabor a mentol de Oliver chocó contra sus labios,  una y otra vez, tratando de fusionarse con el de él.

 

Todo parecía fácil, Nico solamente tenía que abrir la boca para entregarle el perdón, pero ¿Acaso todo resultaba justo? ¿Un beso y ya? ¿Nada de disculpas discursivas? ¡Claro que no! El chiquillo merecía escuchar disculpas, y unas muy buenas para poder caer como el idiota que era. 

 

Aunque tratara de hacerlo, Nico no podía olvidar lo que él antes le dijo…

 

— ¿Qué demonios estoy haciendo? —Oliver se preguntó en voz alta para que Nicolás lo escuchara con atención—. Le prometí a tu padre que cambiarías, que vivirías feliz ¿Qué más debo hacer? —Una risilla nostálgica se le dibujó en los labios—. Lo siento, yo no debo obligarte a esto, sin embargo lo estoy haciendo. Eres mío, pero siento que no es así. ¿Por qué no puedo ser tuyo? Bien, no es hora de rendirse. Si no me amas, entonces tendré que guiarte para que lo hagas.

 

Una oscuridad preciosa fue en la que Noah se hundió. No estaba totalmente convencido, pero cuando sintió las yemas de los dedos de Oliver rosarle lenta y codiciosamente los labios hasta abrírselos, abrió los ojos que por tremenda estupidez anteriormente había cerrado. Estaba cayendo de nuevo y quería, deseaba sentirse amado como todas aquellas noches pasadas.

 

 

Como siempre,  no pudo articular palabra. Volvió a cerrar los ojos y emprendió paso para besarlo con la misma lentitud con la que Oliver lo hacía. No podía creerlo, pero  lo había perdonado. Durante el goloso beso, misteriosamente, las ansiosas manos de Oliver bajaron hasta llegar a los pezones del minino. Las tetillas del pelirrojo estaban suaves, pero  al colar  unas cuantas caricias, se endurecieron para marcar excitación inmediata.  A Nico le encantaba que le tocaran ahí, o mejor dicho, le encantaba que Oliver lo tocara en todos lados, siempre y cuando sus caricias fueran tiernas.

 

Los dedos índices de ambas manos, le rosaron el rabillo de cada pecho. Lentamente, Oliver depositó el último beso en los labios para después bajar hasta acariciarle con sus propios labios la tremenda desnudez que ansiaba disfrutar y que permanecía justo debajo de él. El ojiazul era su manjar y esta vez estaba en sus manos enamorarlo y como todo un arrogante y egocéntrico, pretendía sellar su promesa esa noche.

 

Una coqueta sonrisilla se dibujó en su boca cuando captó la inocencia que Nicolás daba a conocer. Mierda, le encantaba verlo con los ojos cerrados, los labios apretados y las mejillas sonrosadas. No cabía duda, el pequeño parecía una  niña, una linda mujercita avergonzada. Con la sonrisa latente, hundió la cabeza entre el oído derecho del animalillo, y con mucha suavidad comenzó a besarle el lóbulo hasta recorrer ruidosamente su cuello y llegar hasta su clavícula.

 

Como era de suponerse, después de haber besado un octavo del total del cuerpo de Nico, los pantalones de Oliver se comenzaron a apretar ante la enorme erección que estaba ahogándosele ahí dentro. Tenía tan poco tiempo rosando su cuerpo con el de él y ya estaba  listo, ¿Cómo podía hacer eso? Ni siquiera se la habían agarrado como para excitarlo de tal forma.

 

Fue así que al percatarse de su propio calor sexual, se apartó la camiseta hasta quedar desnudo por la parte de arriba. Al verlo, Nicolás se estremeció. ¿Le estaban jodiendo, o su esposo se estaba marcando más? Porque su cuerpo parecía más torneado que antes. El sexo, seguro ese era el ejercicio que lo hacía ponerse inmensamente duro del abdomen…

 

— ¿Puedo? —sin imaginarlo, le pidió permiso antes de cometer otra burrada.

 

Era sorprendente escuchar al gran Oliver Yael Wolff Rudel pedir permiso para algo y más si se trataba de sexo. ¿Acaso estaba enfermo? ¡Pues claro que podía!

 

— ¿Quieres? —Nico lo confundió con su pregunta.

— ¿Cómo? ¡Claro que quiero! ¿Qué te hace pensar que no? ¿Tú quieres?

 

La fuerte voz retumbó en los tímpanos del pelirrojo, haciendo que  se sonrojara nuevamente y de inmediato. Nicolás no sabía qué pretendía su marido, pero lo que no haría era decir que sí con palabras, más bien contestaría con acciones. Así que con la decisión ya tomada, se enderezó, sosteniéndose solamente con las palmas de ambas  manos sobre la cama.

 

—Soy una puta gata, ¿No es así? —Se lo recordó a como pudo. Sonrió y  de nuevo se dejó caer libremente sobre la cama para después mirar hacía el techo y esperar una buena explicación de aquella agresión—, soy muy puta, Oliver. No soy confiable, tal vez te puedo engañar al día siguiente, o quizás  poco después de esta vez…

 

Sus palabras quedaron en el airé y entrecortadas. Oliver lo calló con un beso, un beso demasiado cariñoso para ser creíble. Nunca antes el mamón de Yael se había comportado tan peligrosamente meloso como en esta ocasión, o tal vez sí, pero Nicolás ya no sabía identificar las acciones nuevas con las viejas, ya que todo lo que su esposo hacía era volverlo loco día tras día…

 

—Si ronroneas como gato, entonces perdonaré tu libertinaje. —Una mueca desagradable apareció en el blanquecino y bien parecido rostro del crio.

— ¿Mi libertinaje? Vive con él o sin mí —Bromeó un poco, haciendo que su pecho se inflara. Cuando trató de levantarse para ajustarse a una posición que no fuera estar apresado por Rudel, fue interrumpido por él

—Que rudo gatito. —Aplastó el estómago del adolescente con una mano, tocando el piercing  de su ombligo con los dedos, y chasqueó los labios mientras negaba levemente con la cabeza —. Te dije que no me gustan las perforaciones…

—Está bonito ¿Verdad? —interrumpió el regaño del adulto (con pensamiento de anciano) que tenía al frente.

—Te verías más bonito si te lo quitaras…

El toque cariñoso de aquellas palabras se sintió como si  Nicolás estuviera en ese preciso instante tocando la luna y las estrellas. Todo estaba llevándolo a otro nivel y aunque quería, no pretendía caer desmayado ante la seducción que Oliver siempre ponía por delante. 

 

— ¿Más bonito? Oliver dice que soy bonito… —tatareó una letra sin  pista musical. Enfocó sus orbes en el pecho desnudo de su marido, y se quedó embelesado para  no verle el rostro y obviamente no sonrojarse de nuevo frente a él.

—Sí, y es por eso que deberías estar agradecido con tu dueño.

—Oliver piensa que soy bonito, que soy mucho más guapo sin pendientes en el ombligo y en el rostro, pero ¿Acaso no se ven sexys? —en esa  pregunta  se dignó a mirarle el rostro, sin embargo se encontró con un Oliver distraído y cabizbajo.

— ¿Tú qué sabes sobre ser una persona sensual? —Chasqueó los labios como de costumbre y al levantar la vista para ver a su animalillo, sonrió de lado.

—Sé mucho más que tú, vejete…

—Ser elegante te hace ser sensual, ser inteligente también —alardeó al mismo tiempo que se cruzaba de brazos para darle una nueva vista a su chiquillo.

—Ah, ¿Eso qué quiere decir? ¿Qué no soy sexy? —Gritó al pronunciar lo último. Oliver merecía morir por decir burradas y Noah se encargaría de eso.

—No.

— ¿No? Yo que pensaba que sí lo era. Todos mis amigos cuando me ven bailar dicen que soy sexy, dicen que me veo sexy cuando me pongo chaquetas de cuero y cuando uso los piercing negros.  

—Pues te han mentido. Nunca debes confiar en la gente de la calle…

—Yo soy de la calle, ¿confías en mí?

 

Para Nicolás confiar en alguien significaba respetar, abrir el corazón, y por supuesto  una tremenda y tolerable  paz, pero ¿para Oliver también significaría lo mismo?

 

—No eres de la calle —explayó con la frente arrugada.

— ¿Cómo no? Me he criado con ellos, son como una familia.

 

Lo problemático comenzó a relucir en la plática. Yael temía que el adolescente pelirrojo dijera tales cosas, no permitiría quedarse cruzado de brazos y escuchar tonterías. ¡Nicolás no podía ser de la calle! ¡No! Y no podía porque para eso estaba él, para eso Oliver se esforzaba a diario: para hacerlo sentir como en casa sin importar que solamente fueran dos.  

 

—Confío en ti, Nicolás. Si ellos son tu familia ¿Yo que soy? —Ocultó su molestia con una falsa curvatura de labios, acompañada de una mirada coqueta y poco cotidiana. En esta ocasión prometió en sus adentros que localizaría el punto débil de Nicolás, y  también todas aquellas acciones que lo hacían feliz para que su relación de casados funcionara.

—Un viejo —soltó lo primero que se le vino a la cabeza.

—Respuesta equivocada. Debes decir que soy tu dueño, marido y la persona más importante en tu vida —al inquirir aquello, Nico se estremeció.

Si Oliver supiera que su querido Nicolás estaba cayendo en sus garras,  ¿qué diría? Al parecer los fuertes latidos que salían del corazón del minino no se escuchaban lo suficiente.

 

—La persona más importante para mí, es Tomás. —Sacó un suspiro enamoradizo mientras sonreía como todo un estúpido.

— ¿Qué? —Con el ceño ligeramente fruncido, Oliver alcanzó a preguntar.

—Sí, ¿Es guapo, verdad? Siempre he querido conocerlo más a fondo, ya sabes… saber el tipo de vida sexual que tiene, sus condones preferidos…

 

Una sonrisa macabra se le difuminó en los labios. De nuevo estaba jugando con fuego, y le encantaba hacerlo.

 

—No es gracioso.

—Vamos, fue una bromita —dijo con una obstrucción en la garganta. De nuevo estaba poniéndose nervioso y aunque no fuera justo, lo hacía como reacción ante todo ese coqueterío.

—Todavía no es el día de los santos inocentes, así que no eches bromitas.

— ¿Por qué? ¿Estás celoso?

— ¿Yo? —Una mueca de asco se le formó al ver  que su pecoso sonreía como todo el gran bobo que era—. ¡Claro que no!

—Genial.

— ¿Por qué?

—Porque ahora que estoy casado con un hombre me están dando muchas ganas de probar muchas cosas nuevas, ya sabes… además Tomás es muy buena gente y…

— ¿Qué dirías si te confieso que me muero de celos cada vez que mencionas a Tomás?

— ¿Eso quiere decir que te mueres de celos cuando hablo de él?

—No lo vuelvas a mencionar en momentos como estos.

—Eres un celoso —lo acusó sin temer a que se la fueran a devolver.

— ¿Y tú qué?

 

Mirándolo con el rabillo del ojo, Nicolás comenzó a reírse.  ¡Odiaba sentirse señalado y más si era por culpa de ese maldito sentimiento!

 

— ¿Yo? —preguntó histérico. Negó con el dedo índice y volvió a reír para hacer una fiesta de risas.

—Sí, también eres un celoso.

Achís, ¿Cuándo? Yo nunca —esta vez negó con la cabeza, haciendo que sus cabellos se movieran a un ritmo nuevo e inigualable.

—Julieta ¿La recuerdas?

—No la recuerdo, no sé quién demonios sea esa golfa.

—No es una golfa, no le faltes al respeto —lo reprendió de nuevo, al mismo tiempo que lo observaba con esmero. Nicolás estaba realmente molesto y verlo de esa manera, simplemente le encantaba.

— ¿Por qué no? Es una puta, una puta enferma, y su amiga también.

 

Oliver sonrió al escucharlo hablar así y de nuevo volvió a regañarlo con ese tonito coqueto y divertido.

 

—No les faltes al respeto.

—No pensé que te gustaran tanto las mujeres —aseguró con un horrible dolor de espalda y cabeza. Ver a Oliver hablar o defender a alguien que no fuera él, le molestaba y lo hacía tener malestares que ni de niño tuvo. Mierda. Cada día lo odiaba más.

—Son bonitas —se mordió el labio al comentarlo.

—Ah, sí —Nicolás hizo recuerdo de las mujeres bellas con las que había estado y como todo el maldito canalla que era, decidió sacar su lado heterosexual.

—Mm, demasiado bonitas —el de ojos grises siguió con lo mismo.

 

Nicolás se lamió el labio inferior con la puntita de la lengua, sonrió abiertamente, y le prestó atención al rostro de Yael.

 

—Pensándolo bien, Julieta es muy bonita, ¿por qué no le gusté yo? Pudo haber funcionado… bueno, al menos una noche —un mohín  se pudo observar después de articular aquello.

—No más bonita que tú. 

 

No sólo eran los potentes ojos de Oliver lo que hacían temblar a Nicolás.  ¿Por qué en estos momentos ese pijo le decía cursilerías? Ya tenía con las patéticas cosas de antes, pero… ¡Decir que él es más hermoso que Julieta!, ¡Eso no tenía explicación, no tenía investigación… ni variables, ni siquiera una maldita hipótesis! ¿Una mujer comparada con un hombre? ¿Acaso eso podía hacerse? O era que ¿Oliver  lo miraba como a una mujer?

 

—Yo no soy mujer —corrigió lo antes dicho, desvió la vista y sin querer hacerlo, entrecerró los ojos.

 

Se sentía más que incómodo y como siempre, todo fue por culpa de Oliver…

 

—No dije que lo fueras. Eres un chico bonito, muy hermoso.

— ¿No te avergüenza decirlo?

—No, me encanta presumirlo. —Un ligero color carmín se difuminó en las mejillas del chiquillo. No podía sentirse más avergonzado porque  ya no se podía. ¡Oh no! No le gustaba sentirse así…

 

—Te mueres de celos —poderosamente, Nicolás lo atacó.

Trataba de hacer desaparecer el momento tétrico que  lo consumía, y esa era la mejor solución para olvidar el temita del amor.

 

—No sé cómo llegamos a esto, pero me gusta que tengamos más conversaciones, aunque sean sobre celos. Y sí, me muero de celos, es por eso que no puedes querer a otra persona que no sea yo.  Tú eres mío, mío y de nadie más.

 

La cama se hundió un poco más. Oliver de nuevo trataba de apresar a su hombre, y no precisamente para jugar a las luchitas…

 

—Arrogante —alcanzó a decir ante el sorpresivo aroma varonil  que yacía de la piel de su dueño.

— ¿Puedo darte un beso?

 

¡Oh vamos! ¿De qué servía preguntar si el permiso siempre estaba latente?

 

—Realmente no sé  qué mosca te ha picado. Es la primera vez que hablamos como gente normal…

—Estás sacando un tema diferente —sus miradas chocaron al decirse aquello. Joder, era verdad, pero Nico no sabía cómo responder a tantas barbaridades juntas… ¿Qué se supone que le diría? ¡Ni muerto se comportaría como aquella vez que rogó por sexo!

—Esto es importante —Removió tierra del tema anterior—, se supone que no tenemos temas de conversación, pero ahora veo que sí los tenemos.

—En momentos como estos, no debes pensar mucho, simplemente actúa.

—Es la segunda vez en mi vida que pienso, ¿Cómo puedo dejarlo en pura actuación? Tú no sabes nada. —Lo apuntó con la mano para alejarlo de su cuerpo y refrescarse un poco. Sentía las sabanas mojadas, al parecer estaba sudando mucho.

— ¿Segunda? Cuéntame sobre la primera vez que pensaste. —Se alejó para darle un poco de espacio, puso las manos sobre su cintura y se quedó esperando una explicación: la primera plática profunda de su relación.

—Bueno, siempre pienso… pero no tanto como ahora y la vez pasada. La primera vez que pensé fue cuando en  la escuela tenía que escribirle una carta a mi madre, aquella vez, todos debíamos leer nuestras notas frente a mucha gente.

— ¿Se la escribiste a tu padre?  —Tuvo el valor de preguntarle a sabiendas de que no tenía madre y  que podría causar molestias por tremendos cuestionamientos.

—No. No la escribí. ¿Qué debía escribir? ¿A quién debía escribírsela? Esas fueron las preguntas que rondaron en mi cabeza por tres días  y a  todas horas.

—Lo siento. —Oliver se disculpó. No deseaba hacer sentir mal a Nicolás en esos momentos.  Le dolía escucharlo hablar de su pasado, de sus desgracias, de sus maldades, y de toda esa mierda que le arruinó las primeras etapas de vida.

— ¿Por qué? No debes sentirlo, créeme que después de esa ocasión me di cuenta que soy una creación mal planeada. Soy una basura para mis padres, es por eso que me compraste —aseguró con la mirada tiesa. Nicolás no estaba sufriendo, pero Oliver no podía evitar hacerlo.  ¿Qué demonios pasaba? ¿Por qué para el chiquillo no era aterrador y nostálgico?

—No te compré —musitó, esperanzado a que le creyera.

—Como sea. 

— ¿Te sientes triste?

—Lo haría si la hubiera conocido antes. Es mejor así.

— ¿Te han dado ganas de conocerla?

— ¿Conocerla? No y no la quiero conocer. Tal vez verla sí, pero conocerla no está en mis planes. No confundas el término conocer con el de echarle un vistazo. Nunca haría el intento por conocer las profundidades de una mujer que recibió dinero a cambio de dejarme con un hombre que no sabe cómo cuidar de mí.

— ¿Yo estoy cuidando bien de ti?

—No llevamos ni un mes en esta relación y quieres que te de las estadísticas. No sé.

—Hablo de estos días. ¿Lo he hecho bien? —Sus enormes manos apretaron la cintura del pequeño. Era hora de obligarlo a hablar, tal vez así lo conocería al nivel que deseaba.

—Algunas veces.

— ¿Cuáles?

—Hay como tres cositas que has hecho bien antes de contraer matrimonio conmigo.

— ¿Sí?

—Mm —asentó con la cabeza.

— ¿Cuáles?

— ¿Para qué quieres saberlas?

—Cuéntamelas, me muero de ganas por escucharte hablar sobre eso.

— ¿Yo he hecho cosas buenas por ti? O  ¿te he hecho sentir bien?

—Algunas veces… —pronunció con cola y de la misma forma  con la que él antes lo hizo. Ni modo, dando- dando, así debía ser. 

—No juegues conmigo. —Se lo advirtió. Apretó los labios y con la vista nublada por la ansiedad, se propuso calmar su estado nervioso. 

—No lo estoy haciendo. Cuéntame  primero y luego te cuento yo.

— ¿Por qué yo primero? —Levantó la voz como era su costumbre, pero después calló su lado dramático cuando Oliver le delineó los labios con las yemas de los primeros dos dedos de la mano derecha.

—Porque yo pregunté primero, así son las cosas.

Al verse indefenso, Nicolás puso los pies sobre la tierra. Rápidamente apartó los dedos juguetones que deseaban colársele a la boca, rodó los ojos, y comenzó a contarle con la vista puesta en el techo del cuarto.

 

—Bien. Haces cosas buenas por mí, por ejemplo aquella vez que me llevaste al hospital cuando me intoxiqué con el champiñón, aquella vez que me detuviste cuando iba a caminar en un verde, esa vez casi me matan…

— ¿Hay más? —Preguntó con insistencia.

—No las recuerdo.

—Vamos, no mientas —trató de animarlo a su manera. Sonrió y al ver que Nicolás abría la boca para seguir hablando, le apretó más posesivamente la cintura.

—Cuando me pusiste el anillo me sentí extraño, pero no fue tan mala esa acción. Siempre me pones en primer lugar, menos aquella vez que te largaste con Julieta y me dejaste con la otra golfa.

—Sé que hay más cosas que he hecho por tu bien, y sé que te da vergüenza contarlas. Ah —hizo gesto de recuerdo.  Los ojos le brillaron al comenzar a contar su parte—, a mí la mayoría del tiempo me haces bien.

— ¿La mayoría? Pensé que siempre te hacía bien.

—Me desesperas. Eres muy grosero y un ejemplo de eso, es ahora. Estoy duro, me duele y me retienes con pláticas que podemos realizar en otros momentos y con otros factores. No piensas en mí, siempre me tienes preocupado... 

—Siempre quieres tener sexo —dijo al mismo tiempo que trataba de quitarse las manos que apretaban su cuerpo.

— ¿Acaso no tienes necesidades sexuales?

—Claro, pero tú quieres que diariamente tengamos sexo, y no puede ser así.

— ¿Por qué no puede ser así? —Un indefenso tono de voz se le salió al decirlo.  Joder, ni él se la creía.

—Porque es peligroso, porque se siente extraño…

— ¿Qué sientes? —Preguntó directamente.

—Y luego dices que yo saco platicas, ¿para qué quieres saber? No es nada flipado…

—Tengo una petición —de nuevo lo interrumpió. Sonrió como siempre, viboreó el cuerpo desnudo de su pequeño, pero al escuchar su voz, devolvió la vista hacía su cara.

— ¿Petición?

—Cada vez que te contraes me absorbes, y eso me provoca una sensación muy poderosa. Deseo que cuando lo hagamos tú estés arriba y yo abajo. Quiero darte unas nalgadas, Nicolás.

 

Los ojos le querían explotar, la barbilla temblar, el chamorro acalambrar y el estómago convulsionar. No era verdad, no, no podía estar pasando eso. Los oídos de Nicolás estaban perfectos, pero entonces ¿Por qué sintió que había escuchado mal? Demonios, ese empresario ni un gesto hizo al decirlo.

 

Los pensamientos del gatito llegaron lentamente uno tras otro, formando así su estado actual. Lo había pensado tanto que se perdió sin querer, y cuando vio el rostro inquieto y perfectamente frio de Oliver, sonrió. Estaba muy asustado.

 

— ¿Me quieres golpear durante el sexo? —Murmuró.

—No lo tomes así. Te azotaré, eso es todo.

¿Eso era todo? ¿Un golpe en el culo y ya? ¡Como si fuera tan fácil de asimilar! Además Oliver antes le había dicho que no tenía sexo salvaje…bueno, la verdad era que le dijo eso y añadió que todavía no se le antojaba azotar culos. Entonces eso quería decir que en estos momentos se le estaba antojando…

 

—Mi piel es sensible. —Parpadeó un montón de veces al decirlo.

 

Temía estar aceptando, temía rechazarlo… era mejor  poner trabas.

 

— ¿Eso es un no?

—Debí imaginarlo, te gusta el sado, —Volvió a sacar otro tema.  Lo peor de todo era que se volvió costumbre cada vez que deseaba parar de hablar sobre  lo que le incomodaba.

 

— ¿No confías en mí?

—Joder, quieres que confíe en ti cuando me dices que me azotarás el culo.

—Es por eso que te estoy pidiendo permiso.

—Nunca he sido golpeado durante el sexo, y tampoco he golpeado cuando tengo sexo…

—No lo veas como violencia.

—No… sólo me dejarás el culo lleno de moretones ¿Verdad? —Se quejó con sarcasmo.

— ¿Cuál es tu respuesta? ¿Quieres o no?

— ¿Cuántas veces serán? —Cayó en confusión total.

— ¿Ese es un sí? —El muy chulo respondió con una pregunta.

— ¿Cuántas serán? —Insistió.

— ¿Cuántas quieres que sean?

—No quiero que pase —balbuceó con miedo. 

 

Con el corazón palpitando bruscamente, reposó la cabeza en la cama a su lado derecho. No podía ver a Oliver después de eso, pensaba en que categoría lo tendría ahora. Antes lo catalogaba como un viejo pervertido, poco después como un joven empresario trabajador, luego como un guapo hombre cariñoso y celoso y ahora… ¡Ahora Oliver se había convertido en un sensual tipo sádico!

 

—Entiendo. No lo haré —se lo prometió. 

— ¿Cómo demonios llegamos a esta conversación? Las cosas se nos salen de las manos…— Nicolás se alucinó, Yael sólo sonrió gustoso.

—Gracias.

— ¿Por qué? —Cambió de posición para poder verlo a la cara. Esta vez esperaba verlo con intimidad.

—Hoy hablamos mucho.

— ¿Siempre quieres hablar conmigo, no es así?

—Pensé que podía ocultarlo, pero ya veo que no. —Fijó sus pupilas en las de su pecoso. Le sobó la cadera con la yema de los dedos, y  apachurró fuerte para demostrarle al chiquillo que no podía aguantar más.  

— ¿Qué otras cosas ocultas y no me doy cuenta?

— ¿Por qué no tratas de descubrirlas?  —Lo tentó.

—No estoy jugando.

—Yo tampoco, nunca juego contigo. Y ¿Qué tal tú? —Alcanzó a besarle el lóbulo izquierdo con un simple movimiento, haciendo que el rostro ajeno quedará de perfil y sorpresivamente  ingenuo—, ¿qué me ocultas?

—Yo no oculto nada —contraatacó con miedo a que su voz se escuchara entrecortada.

—Trataré de descubrirlo esta noche, así que prepárate, porque cuando me dé cuenta de todos tus secretos, no querré soltarte, no querré perderte. Te lo prometo.

 

Si él viajaba al pasado, podía comprobar que nunca nadie le habló como Oliver ahora lo hacía. ¿Soltarlo?, ¿No querrá soltarlo?, ¿No lo abandonará como sus padres lo  hicieron?, ¿Perderlo?, ¿No tendrá deseos de perderlo?  ¡Imposible! Pero por alguna razón le creyó, porque Oliver era diferente a los demás, porque él no tenía miedo de abrazarlo y respirar entre sus cabellos, porque simplemente él fue  la primera persona que le hizo una promesa. 

 

Nicolás no sabía por qué, pero sonrió al escucharlo hablar así. Fuera lo que fuera, le había encantado presenciar  promesas que nunca nadie se atrevió a decir. No evitó sentirse feliz, no podía dejarlo pasar. Oliver ahora era su presente, su salvación, su protección, su confianza, su amor. El amor que nunca antes tuvo.

 

— ¿Qué pasa? ¿Por qué hablas de esa forma? —Con la mejilla derecha rosando la sabana, le preguntó.

— ¿Ya puedo hacerte el amor? 

 

La garganta del pelirrojo crujió.  Con ganas de llorar cerró los ojos. Algo en sus adentros le decía que  todo el rato Oliver estuvo aguantándose para poder hablar con él, para que Nicolás sintiera que podía hablar cuando quisiera, para demostrarle que él siempre estaría ahí para escucharlo. Nico ahora comprendía la razón del agradecimiento que antes le dio a conocer. ¡No! ¡Eso no podía ser! Porque si era como Nicolás suponía, entonces se sentiría más amado y eso lo haría  aferrarse cada vez más a Yael.  Por Dios, era un simple estudiante, un pandillero ¿Cómo podía pasarle esto a él?  

 

— ¡De nuevo con eso! —Expuso, teniendo el peor síntoma del mundo.

 Y sí, en ese poco tiempo platicando con su esposo había mojado la sabana por culpa de la maldita transpiración nerviosa.

 

— ¿Puedo?  —Volvió a preguntar con ese esmero que pocas veces se le miraba.

 

Nico estaba seguro que si en ese instante Oliver fuera otro, lo habría violado  y después de eso no pediría disculpas. Pero ahora estaba esperando una respuesta, se encontraba calmado, con la entrepierna parada y con las manos aplacadas para no tocar de más.

 

Un minuto pasó, Nicolás contaba el tiempo. Lo hacía en silencio para no ser escuchado y peor aún, lo hacía con los ojos cerrados y los labios apretados. 

 

— ¿Puedo? —Insistió, besándole la mejilla.

 

De nuevo no obtuvo respuesta inmediata. El pequeño estudiante no sabía qué hacer. Estaba emocionado, estaba nervioso y demasiado sentimental como para mostrarse de inmediato, así que lo único que pudo hacer fue subir las manos para tocarle la cintura. El toqué fue escaso y tembloroso, pero así fue aceptado. 

 

La señal era esa. Yael sabía que su pequeño no quería hablarlo, se daba cuenta que no era momento para hacerlo enojar, llorar o mezclarle los sentimientos. Oliver aceptó su caricia como un sí.  Besó su pómulo izquierdo y al llegar a su nariz, se detuvo. Como siempre, prefirió mirar antes de tomar todo como suyo. Observó su pequeño rostro, subió las manos, y esta vez lo obligó a despegar el cachete derecho de la cama para poder tenerlo totalmente de frente. Ver su perfil era hermoso, pero no se conformaba con eso, quería más y esta vez lo conseguiría.

 

La poca luz que había fue relajante para el momento, Nicolás abrió los ojos al sentir una total inspección. Lo primero que se encontró al pestañar, fue a Oliver. Odiaba cuando lo miraba como si tuviera  un millón de deseos, con esa delicadeza que lo hacía sentir único, pero no podía impedírselo, era su dueño y debía hacerlo sentir especial. 

 

Con un simple rose, sus narices se cruzaron y comenzaron a acariciarse llegando así a un beso corto. La flama ya estaba encendida, sólo faltaba un paso más, otro, y otro hasta fundir todos los sentimientos de grandeza que Nicolás empezaba a experimentar después de escuchar las palabras de su esposo, ya que cada vez que se complementaba con Oliver, se sentía más hombre que cualquier otro. 

 

Las miradas se cruzaron una vez más, produciendo ese torrente de mariposas que yacían desde la barriga, bombeaban tres veces en el  corazón, y salían como fuegos artificiales  por la boca. Nicolás se sentía súper especial, más especial que todos los gays del mundo y más precioso que cualquier mujer. 

 

Oliver le encantaba, lo amaba, ya no podía seguírselo negando a sí mismo. Era momento para cooperar como tenía que hacerse, era hora y no pensaba engañarlo y hacerlo también con él mismo. Esta vez tramaba conocerlo a fondo y darle una oportunidad. Ahora más que nunca daría lo que a nadie pensó darle, lo que nadie se merecía recibir, a excepción de Oliver.

 

Un beso más, otro más, y otro, hasta enganchar sus bocas con una desesperación enorme. Nicolás subió delicadamente las manos hasta la ancha espalda de Oliver, deslizó los dedos un poco hasta abrazarlo por completo y caer en la profundidad del agujero al  cual no pensaba hundirse. Yael era tan cálido que en cualquier instante gemiría como un marica, pero ya no le importaba, ya todo era diferente y mejor de lo que se esperaba. Un jadeo se escuchó al momento de separar sus labios ya humedecidos por la saliva que ahí se desparramaba. El sabor  a mentol de la boca de Oliver pareció haberse quedado  impregnado como un tatuaje sobre las comisuras de su pecoso cuando el aliento de ambos comenzó a trasladarse a la boca ajena.

 

De nuevo chocaron miradas, intentaron verse por tiempo record, alabándose el uno al otro, deseándose, tragándose las ganas de besarse las bocas  y morderlas hasta que éstas sangraran. Fue imposible. En aquella atmosfera caliente, un besó más se propició marcando el inicio de la tan esperada noche de pasión de la recién pareja homosexual.

 

Las caricias de sus labios se volvieron más guarras, más rápidas, profundas y poco controladas. Nicolás cerró los labios tratando de calmar las ansias de los dos, movió las manos de nuevo, pero esta vez hasta la cremallera y el botón del pantalón que aún traía puesto Oliver. Al sentir el toque que seguía marcando la aceptación de aquella noche despiadada, Yael se enderezó para verlo con sus propios ojos. Separó su cuerpo un poco y se quedó embelesado al ver que su querido Nico lo desvestía lentamente y con mucho deseo.

 

En cuestión de nada, Oliver se deshizo de la poca ropa que le quedaba hasta quedar desnudo. Verlo de esa manera, hizo que el pequeño gatito ronroneara interiormente y que rogara para que su bóxer también estuviera tirando en el piso de la habitación al igual que la ropa del sensual hombre que en esos instantes lo observaba con amor.

 

Como si sus deseos fueran ordenes, Oliver procuró apartarle los calzoncillos con suavidad para poder apreciarlo de una manera más completa. Pestañó encantado y con delicadeza fue hasta los labios del chiquillo para volverlo a sellar con un beso. La cálida caricia fue como comer un bombón con chocolate. La textura de los labios de Nicolás daban mucho de qué hablar, eran color cereza, delineados, sexys, mordibles, y totalmente suaves como una almohadilla de azúcar. 

 

De nuevo la inocencia del pelirrojo sobresalió y como siempre, Oliver no pudo detener las enormes ganas de tomarlo completo y sólo para él. Con un poco de tosquedad, llevó las manos hasta la enorme erección que ya poseía el chiquillo, paseó los dedos por toda su extensión hasta detenerse en una parte muy importante: su entrada. El ano de Nico pedía a gritos ser manoseado, masacrado de todas las maneras posibles y no fue mucho lo que esperó, pues la  bestia de su esposo le acarició la pequeña entradilla con el dedo gordo de la mano derecha mientras que con la izquierda  le extendía las piernas.

 

Todavía sin humedad, Noah lo sentía riquísimo. Las frotaciones se aceleraron al grado  que el cuerpo del jovencillo se convulsionara una y otra vez al sentir el tacto de su dueño. Sacudiéndolo con las manos, Nicolás le pidió que siguiera, que lo hiciera más rápido, y que le metiera los dedos que fueran necesarios para poder dilatar. Lo necesitaba dentro. Lo ansiaba más que cualquier otra cosa en el mundo.

 

El tiempo corría rápido y eso no aseguraba que la excitación que le daba Oliver era suficiente o no para Nicolás. Aunque, a decir verdad, las caras de desvergonzado que ponía el gatito no eran para impresionar, más bien eran una reacción de la infinidad de delicia que le causaba sentirse acariciado por las enormes manos y la astucia que ponía en ellas Oliver, su peculiar marido de piel blanca como la leche y mirada grisácea.

 

Sin ganas de terminar y suficientes ganas para comenzar, Oliver se inclinó exactamente a la par y con la boca cerca de la abertura colorada que se comprimía a cada segundo, sacó la lengua y lamió para dar inicio a una buena y riquísima degustación. Con ayuda de las dos manos se ajustó a una posición favorable, sujetó la polla de Nicolás con la palma derecha y al frotar el glande tres veces seguidas, comenzó a remojarle la apretada estancia que pronto sería la cueva para su falo. 

 

Un gemido acompañado de un calambre fue lo primero que Nico pudo hacer, mordió su labio inferior y se llevó las manos a la cabeza para controlar las enormes ganas que tenía de apretar el pesado y duro cuerpo del maleante que le besaba la estreches una y otra vez. Oliver paró, sonrió satisfecho por la humedad que dejó en su interior y comenzó a masturbar al pequeño. El movimiento y el pre-semen empezaron a escucharse frenéticamente. Oliver lo hacía rápido y lento cada vez que se le daba la gana, y eso se sentía bien, demasiado bien como para pedir que parara.

 

Nicolás impulsó la cadera, abrió los ojos como platos, observó al guapo pelinegro, y comenzó a sonreír como un estúpido. Verlo en posiciones indecorosas, desnudo y con hartas ganas de hacerle el amor,  lo hacían feliz,  porque sabía que él era el que lo ponía de esa manera tan ardiente. Cerró los ojos con la sonrisa pegada en el rostro y cuando sintió la punta del pene de Oliver pidiendo entrar, el estómago le hormigueó. Abrió las piernas lo más que pudo, relajó el esfínter y sin mucho impedimento, el falo de Yael entró de una sola calada y hasta el fondo. 

 

Un hilillo de saliva se le salió, pues diminutas caricias le recorrieron el cuerpo en forma circular hasta que Oliver comenzó a moverse lentamente. Oliver estaba más que húmedo, más que duro, él estaba perfectamente bien para follar y Nico lo sabía y no sólo eso, él lo sentía con cada una de las penetraciones que su esposo le daba en esos instantes.

 

Dos, tres hasta doce estocadas por minuto. Lentas, pesadas, húmedas, desesperadas, apasionadas. Eso era. La mejor sensación, el éxtasis total, el sudor, la gloria… Nicolás no podía articular palabra, ni gemido, la obstrucción de la garganta no lo dejaba gritar, la presión de las acciones ni siquiera lo dejaban respirar. Joder. ¿Por qué se sentía tan bien? ¿Por qué ahora más que antes?

 

Los músculos de Yael cayeron lentamente sobre la debilucha extensión del chiquillo. De nuevo pretendía verlo mientras lo hacía suyo, mientras lo miraba apretando los dientes y por si fuera poco, le encantaba verlo casi morir por culpa del deseo que él mismo le provocaba.

 

El caliente aliento mentolado que Oliver esparció para abrirle la boca, fue tan acogedor que de nuevo aquella boquita fue invadida por sus tremendas caricias bucales. Un beso, un dulce beso largo en el que las lenguas de ambos chocaron para ser una sola, en el que la suavidad los hacía fantasear, y el sabor alucinar.

 

El movimiento de las caderas seguía, la pelvis de Oliver estaba en constante movimiento mientras que el apretado esfínter de Nicolás seguía succionando  el trozo de carne que le pertenecía hace apenas unos días atrás. Estaba caliente, el pene de su esposo estaba caliente y regordete, húmedo, tremendamente alocado y se percibía bien.  Se sentía la temperatura y los fluidos que de ahí salían, Nicolás captaba esa sensación  desde su agujero anal hasta la garganta. 

 

La temperatura y el hormigueó se fue extinguiendo a causa del alto que Oliver hizo ahí mismo. Sacó su pene, le dio la vuelta  a Nicolás, y cuando lo puso en posición para seguir, le besó la espalda, lo amarró con un abrazó fuerte, y sin rebuscarle la dilatación, volvió a incrustarle el falo para volver al mismo ritmo que antes. Esta vez penetraría mientras lo sostenía de la espalda y es que verlo en diferentes posiciones lo volvía realmente codicioso…

 

Los juguetones dedos de Oliver buscaron los pequeños pezones rosados de Nico, al encontrarlos, los aplano con fuerza, penetró salvajemente, y acompañó la sensación dándole un beso en la nuca. Uno de los pocos gemidos que apenas podía sacar Nicolás, se escuchó al caer en el trance más adicto de siempre. A no ser  porque mantenía los ojos ligeramente cerrados, Noah se hubiera avergonzado aún más al verse en tremendas fachas sexuales. Le estaban dando por detrás, y en posición de perrito semi-muerto y derrumbado sobre la cama, mientras su esposo le apretaba las tetillas y le chupaba la nuca.

 

¡No! ¡No podía más! Estaba siendo castigado sexualmente de todas las maneras posibles, pero ¿qué más faltaba? Eso se preguntó al darse cuenta que lo que tanto anhelaba Oliver de él, estaba por realizarse.  Ya no estaban en posición de perrito, ni la cotidiana, ahora Nicolás estaba siendo manipulado para montar a Oliver. Montarlo y aplanarle la verga una y otra vez hasta correrse juntos.

 

No lo evitó cuando pudo, tampoco dijo nada. Nicolás se sentó sobre Yael, lo miró  con la vista un poco cansada,  se sostuvo de su abdomen marcado  y al recibir la penetración estando arriba, su cuerpo se tensó. Se sentía diferente, ahora el pene le entraba más directo y con más potencia.  Nunca pensó que las posiciones sexuales contarán en estos casos, así como tampoco imaginó que estaría montando a Oliver en su estancia como marido y esposo.

 

«¡Demonios!» Su débil cuerpo se inclinó, no podía sostenerse, las penetraciones seguían y  Oliver no tramaba detenerse.  Sin saber qué hacer, respiró profundo, cerró los ojos con fuerza, y subió las manos hasta el acelerado pecho de Oliver. Se sostuvo con fuerzas de ahí y fugazmente comenzó a menear la pelvis. El gran empresario se detuvo. Lo que tanto había deseado estaba propiciándose y de manera completa, él se conformaba con tenerlo sobre su cuerpo, pero esta vez Nicolás se atrevió a cooperar y eso le encantaba.  

 

Que Noah lo montara era su deseo, pero… lo que tal vez el pequeño nunca se puso a pensar cuando comenzó a menear el culo, fue que tal vez en esa posición las manos de Oliver podían entrometerse entre sus nalgas, y quizás unos azotes  podrían escucharse y sentirse después del estrujamiento.

 

Y así fue, sorpresivamente las manos de Oliver bajaron lentamente recorriéndole desde la espalda hasta la línea divisora de ambos hemisferios traseros. Alocadamente, llevó el dedo para tocar la rapidez de las penetraciones y el recibimiento que él mismo le estaba dando, al mismo tiempo que sentía como el cuerpo de Nicolás se desplomaba con lentitud sobre el suyo. 

 

De una sola calada lo ayudó. Penetró siendo la base para que el chiquillo descansara,  lo abrazó con fuerza, recorrió su columna vertebral con las yemas de los dedos, gimió como un bárbaro, y sin poderlo evitar o siquiera pensarlo doble ves, volvió a bajar las manos para apretarle el culo a Nicolás. No quería caer, no quería hacer algo que aquel no le  permitiera, pero la deliciosa sensación estaba matándolo vivo.

 

Sujetó con las palmas bien abiertas el trasero del pelirrojo, apretó con fuerzas, y comenzó a moverlo toscamente  para poder llegar al orgasmo. El movimiento embarradizo se hizo cada vez más constante y profundo. Un gemido ahogado se escuchó después, Nicolás se había corrido en ese preciso instante. Comprimió su esfínter con dureza y al  sentirlo, Oliver se corrió con fuerza. Apretó por última vez su trasero para que su pene fuera bombeado, y con la respiración entrecortada sacó su falo. A continuación abrazó  al chiquillo.  Necesitaba dormir las horas que fueran necesarias para poder despertar de buen humor al día siguiente.

 

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A la mañana siguiente, cuando el gatito pelirrojo de ojos azules abrió los ojos, se encontró con el rostro de Oliver frente al suyo. El alto estaba dormido y al parecer nada parecía despertarlo, algo que Nicolás aprovechó para darle un dulce y corto beso en la frente. Con lentitud acercó sus labios, sonrió como un bobo y lo besó con un cariño que ahora podía explicar.

Oliver sonrió en su interior, hacerse el dormido funcionaba para crear nuevos recuerdos…

Notas finales:

Espero me dejen mensajes y que me expongan un poco sobre la tensión que hay en estos capítulos. Yo los leeré con mucho amor, aunque me digan que no os gustó el cap y cosas así. 

Ahora la pregunta más obvia... ¿Nicolás se enojará con Oliver cuando éste le cuente que lo cachó cuando estaba besándolo? ¿Qué hará Oliver? ¿Qué más pasará? ¿Dejarán de pelear? Naaah ~~~ si no pelean no soy feliz :P


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