Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

[Reviews - 604]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola ¿waa? 15 reviews en apenas algunas horas.. GRACIAS. 

Ahora les traigo el cap 20. 

Primeramente quiero agradecer por todo su apoyo, sé que mis personajes (más Nicolás) son desesperantes, pero aahh...no todo es color de rosa y esta historia es diferente, así que muchísimas gracias por seguir leyendo las estupideces de Nico y de Oliver. 

Este capítulo tiene un toque diferente, hay más relación NicolásXOliver y bueno... también estará un toque que a muchos no les gusta xDDD... 

Siempre la cago en mis capítulos, pero ni modo, así soy yo... y me encanta cagarla un poco.

Capítulo 20

Nota: Quise recordar mi historia “Te odio porque te amo” con este capítulo.

“60 llamadas perdidas”

Con muchos deseos de contestar, Nicolás levantó las manos. Ese maldito hombre lo tenía hasta la coronilla. Primero la humillación y ahora ¿Necesitaba su permiso para salir a divertirse? Que absurdo de su parte…

— Contéstame nenita ¿A quién mierda le has pedido permiso?

Y era cierto, actualmente Nico tenía  un esposo que también tenía el derecho de opinar en cosas como esas. Así que con un toque frustrado, decidió hablar por fin.

—No soy una nenita —se le salió un chillido al pronunciarlo. Estaba nervioso, odiaba estarlo—. En segunda, mi padre me ha dado permiso.

—Tú eres mío —impresionado por escuchar su voz después de tanto tiempo viéndolo mudo, le aseguró como la mayoría del tiempo lo hacía.

—No tengo dueño. Y si lo tuviera, un dueño nunca se arrepentiría de nada —le aventó la indirecta.

Curiosamente aún no podía olvidar lo que antes le había dicho, esas torpes y malas palabras se le quedaron como disco rayado sonándole en la cabeza: “Que difícil eres, me estoy arrepintiendo de haberme casado contigo”

—Un dueño se puede equivocar —la manzana de adán le tronó, dando a conocer su nerviosismo. El estúpido aquel estaba más que tembloroso del cuerpo y no lo podía evitar, Nicolás era su droga y tenerlo enojado lo ponía mal.

—No lo creo —como un soplido, el minino trató de concluir la conversación.

El sonido del ascensor sonó. Este había parado y era momento de bajar e ir hasta la habitación. Oliver entrecerró los ojos al caer en la idea que su preciado Nicolás le había cortado la conversación en esos instantes, así que sin soportarlo, comenzó a hablar de nuevo para hacerle ver que no estaba de acuerdo con las palabras que estaba escuchando.

—Pues créelo —la garganta le ardió al decirlo.

—No lo quiero creer. ¿Qué más te da si me voy? En el fondo lo deseas.

La pequeña boquita color cereza de Noah había sido  conductora de  palabras falsas, y eso provocó que Oliver se enojará más consigo mismo. Odiaba no ser lo que Nicolás merecía, maldecía el hecho de ser alguien poco entendedor de adolescentes y peor aún, se sentía realmente mal cuando Nicolás experimentaba muchas emociones a la vez. Él solamente deseaba verlo feliz,  verlo mostrar una gran sonrisa y ciertamente también verlo disfrutar de su joven vida.

 

—No deseo que te vayas de mi lado.

— ¿Quién me lo asegura? No seas hipócrita, no te mientas a ti mismo —echó una sonrisa poco carismática al pronunciar lo último.

— ¿Qué?

—Tú mismo lo has dicho, nosotros somos diferentes. No me soportas y piensas lo peor de mí, eso es genial. Dame el divorcio y me podré ir felizmente al campamento —se atrevió a armar planes que ni él mismo podía darse el lujo de cumplir.

— ¿Quieres pedirme el divorcio?  —con poca voz, Oliver pudo preguntar.

— ¿Qué, no puedo? Conseguiré la ayuda de mi padre. Le diré que nuestras edades interfieren, que…

—Te amo y lo sabes.

Estando en el pasillo, comenzó a caminar hasta enfrentar a Nicolás. Lo observó con esa ternura muy suya, y cuando quiso acariciarle la mejilla derecha, el pequeño se negó dando un paso hacia atrás.

—No lo creo. Ya no creo en ti. Esto no va a funcionar —trató de explicarle, de explicarse a sí mismo.

—Cuando te confieso mi amor, entonces tienes que creerme. Todo comenzó porque recordé lo que me hizo feliz desde en la mañana.

— ¡¿Qué?!

—No lo hice por joder, yo estaba muy agradecido. Ese fue un acto muy dulce, nadie me había besado la frente, nadie que yo amara tanto como a ti. Eres muy difícil, Nicolás.

El corazón de Noah comenzó a hacer de las suyas. Su pecho alcanzó a acelerarse descaradamente, y no pudo resistir idiotizarse como siempre lo hacía.  El muy maldito de Oliver le decía cosas que lo ponían sumamente nervioso, y era por el contenido y la sensualidad de la pronunciación. Mierda, lo odiaba por eso. No podía dejar de pensar lo mismo cada vez que se le presentaba una situación como esta y es que, joder… Maldito desvergonzado.

—Quiero ir a acampar —sacó otro tema para olvidarse de todo lo anterior, como siempre.

—Yo no quiero que vayas. Pensar en estar sin verte, me vuelve loco.

—No te  pasará nada. Estaré bien —dijo con el propósito de hacerlo ceder.

—Yo no lo estaré —terció al mismo tiempo que le agarró la mano para envolverla con la suya y sentir la calidez de la piel que lo volvían loco a cada segundo.

Nicolás no lo apartó. Lo estudió con cuidado, de arriba abajo y expresó sus deseos:

—Quiero ir —le repitió de nuevo para poder convencerlo.

—No vayas. —Se volvió a negar.

—Nos mantendremos en contacto. Te contestaré las llamadas, podemos vernos por cámara, yo que sé —Nicolás le dio ideas para hacerlo sentir seguro y para que lógicamente le diera el permiso.

—Si algo malo te pasara, me sentiría culpable —sus labios fueron en busca de la mejilla de Nico, y cuando le besó el pómulo, sonrió por poder hacerlo. Esta vez, Nicolás lo dejó hacerlo, y eso no tenía comparación.

—Nada me pasará. No seas un bebé, y luego dices que el difícil soy yo —dio un respingo sutil, se encogió de hombros y sonrió como siempre gozaba hacerlo. Oliver se miraba tan perdido que no sabía si castigarlo un poco más o no.

— ¿Me perdonas? —le pidió. La voz le sonó temblorosa, y mientras tragaba saliva en la tortuosa espera, se mordió el labio superior.

Para ser más convincente, le apretó la cintura con más fuerza. Nicolás no podía encontrar el momento exacto en el cual las manos de su esposo vagaron hasta tocarle  aquella parte de su flacucho cuerpo. Pero le gustó. Como siempre, le encantó su tacto.

—Creo que ya lo hice —fue lo único que el pequeño pudo responder.

—Me pone feliz escuchar eso —se lo dijo al oído, pues, no perdió tiempo para jalarlo y abrazarlo  con esa ternura que no muy a menudo sacaba y menos con gente que no era de su sangre.

—No seas ridículo —Oliver sacó una risotada al escucharlo decir aquello, al igual que Nicolás lo hizo al decirla.

— ¿Cuándo te vas? —dejándolo libre, le preguntó lo que más temía.

—No lo sé, el lunes es el campamento. Tengo que irme el jueves o el viernes para empacar.

—Falta poco.

—Así es.

La pálida tez de Noah parecía blanquearse más. Ver de ese modo al escandaloso de Oliver, lo hacía sentirse un poco mal. Mirarlo y notar que esos ojos grises tenían un brillo diferente, una capa de nostalgia, que él sabía la causa y todavía así, no pensaba dar marcha atrás. Joder, eran los deseos del Gatito contra los  de Oliver, ¿qué podía hacer? Nicolás tenía derecho a divertirse y platicar con Tomás, así como también tenía el derecho de sentirse liberado del estrés para pensar la situación con más calma.

—Te extrañaré.

Al escuchar eso, apretó los labios para después sonreír como a Oliver tanto le gustaba. Con la frente en alto y la mirada hacia arriba para poder mirar a su hombre de metro noventa y tantos, se decidió a contestar a esa declaración que parecía ser muy romántica para su gusto, con algo de lo que ya estaba convencido:

—Lo sé.

— ¿Y tú? —Nicolás sonrió al respeto.

De todas las cosas que Nicolás prefería, entre ellas estaba molestar a su pesado animal empresario. Amaba hacerlo poner caras extrañas y hablar de más.

Pobrecito de él, Nicolás se burló un poco.

—No lo sé, tal vez me encuentre con un hombre guapo y salga con él —lo dijo con tanta chulería que no pudo encontrar un gesto de molestia por parte de Oliver, pero sí una natural mirada potente que decía muchas cosas. Yael estaba neutral a todo, ya estaba demasiado cabreado y asustado por lo que su Nicolás pretendía hacer, como para enojarse por palabras que lo más probable era que no se cumplieran, así que dijo:

—No me gusta que me jodan de esa manera.

La frialdad de su voz, le dio a entender  a Nicolás que ya tenía que pararle a sus tonterías y abrazarlo en ese mismo instante. Esperó a que el chiquillo terminara de sonreír de lado, lo observó  negarse con la cabeza y sonrojarse, encajó su mirada con la de él, y siguió esperando a que le hablara, a que le dijera otra cosa más.

—Uno no puede jugar, porque rápidamente te lo crees —se le ocurrió darle un golpecillo en el pecho, para después reposar su pequeña mano delgaducha y extenderla sobre él. Necesitaba sentirle los latidos del corazón, encontrar su piel desnuda y respirar sobre ella una y otra vez hasta quedar dormido. 

—No vayas a mirar a los hombres de ahí, ni siquiera los saludes —de nuevo comenzó a advertirle con lo que él  llamaba consejos de buena pareja

—De acuerdo. Hay muchas mujeres guapas en mi grupo —atacó, dándose cuenta de que próximamente despertaría a una bestia.

—Tampoco mires a las mujeres.

No importó la separación de sus cuerpos, tampoco importó la mano de Nicolás sobre el pecho de él, ni mucho menos las burlas que entre los dos se hacían. Yael bajó la cabeza hasta la altura del pequeño minino, lo miró por un largo rato para apreciarlo bien, pero Nicolás decidió despertarlo de ello.

—Eres muy controlador ¿lo sabías? —su aliento fresco, rebotó en los delineados labios de su esposo. Había tanta cercanía que podían besarse de una vez por todas, sin embargo, todavía no era momento para besar, ya que a Oliver le faltaba mucho tiempo para adorar  el rostro de su pequeño malcriado. Cuando terminara la inspección, cuando encontrara la verdadera tonalidad de azul que coloreaba su vista,  y  por supuesto, cuando terminara de  contar cada una de las pecas que le cubrían la nariz, tal vez podría besarlo. Nicolás lo esperaba de verdad.

—Sí, y me encanta recalcártelo. Contrataré unos guardaespaldas para que no corras peligro y para que cuiden lo que me pertenece —separó la cercanía de sus labios y volvió a mirarlo de lejos. El pequeño bajó la mano que tocaba el pecho ajeno, hasta cruzarse de brazos. Oliver hizo lo mismo poco después de verlo hacer aquello.

— ¿Estás loco? —levantó la voz y casi a punto de maldecir con una palabrota, Yael lo detuvo, diciendo:

—Claro que no, lo haré y así podré dormir en paz.

Su sonrisa fue más enorme y malvada de lo que Nicolás pudo imaginar. Joder. El pequeño gatito deseaba que esto fuera una broma de mal gusto. ¿Qué haría con unos guardaespaldas  en el campamento? ¿Cómo podría fumarse unos cigarrillos y echarse una buena charla con Tomás con ellos a un lado? Mierda. Descolocado y muy enojado, se dignó a gritar el nombre de la persona que en esos momentos estaba volviéndolo loco:

— ¡Oliver!

 


—¤(`a94;a94;´)¤—

 

El reloj marcaba una hora de madrugada. En la cama estaban los dos alemanes que por el momento estando despiertos, no pronunciaban palabra. A la derecha se encontraba Nicolás y de lado contrario su guapísimo esposo. Mientras el chiquillo se mantenía dándole la espalda, el otro se la miraba. Oliver odiaba dormir así, quizás el minino de cabellos rojos estaba molesto por lo de antes, quizás lo aborrecía todavía más.

Todo comenzó por el tema de los guardaespaldas y en esos momentos ya no quedaba más remedio que volver a comportarse sumiso, y de nuevo pedirle disculpas y retractar todo lo que había dicho con anterioridad.

—Voltéate —se lo pidió de la manera más tranquila del mundo. Sabía que todavía estaba despierto, porque el tontuelo aquel no podía dormir sin abrazarse de su oso, muñeco de peluche que en esos momentos no llevaba y que por cierto, se había sustituido todos estos días por los abrazos de Oliver.  

—¿Para qué? —sin hacerle caso todavía, le preguntó. 

—Hazlo.

Al escucharlo pedírselo con un tono de voz preocupado y realmente interesado, hizo lo que le pidió. Se dio la vuelta para quedar frente al hombre que ambicionaba con verlo. Lo observó y volvió a cerrar los ojos para hacerse el dormido. Oliver se estremeció. El enano estaba enojado y se notaba.

—Abre los ojos —le rogó con ese tono de voz que odiaba sacar. Era tan liviano con Nicolás, que ya estaba comenzando a desconocerse.

—Tengo sueño, ¿Por qué? —ignoró su petición e inmediatamente le preguntó lo que ya sabía y que por si fuera poco, estaba dejándolo como un verdadero idiota.

—Porque quiero que me mires cuando te hablo.

No había mucha luz, la habitación estaba completamente oscura  y lo único que la alumbraba era una pequeña lámpara que allí había. A sabiendas de aquello, Nicolás decidió mostrarse. Abrió los ojos y al ver a Oliver muy cerca de él, parpadeó más de cinco veces para poderse acostumbrar a la escena.

—¿Qué es lo que tienes que decir?

—Soy del tipo de persona que al enojarse comienza a decir tonterías y cosas que lastiman. Cuando estoy enojado nunca pienso cuando hablo y ese es mi mayor defecto. Sé que esto no tiene justificación, pero quiero volver a decirlo… Perdóname. Discúlpame por hablarte mal, por decir cosas estúpidas, por no saber cuidar de ti. Perdóname. Siento mucho que estés enojado conmigo, me siento realmente mal por ello. Te amo. Sin embargo, no me retractaré sobre el tema de los guardaespaldas, porque quiero que te cuiden y eso me tendrá más relajado.

—Ya me habías pedido disculpas y las acepté —le contestó antes de arrepentirse por no decir nada —. Sobre los guardaespaldas, olvídalo. No quiero que me cuide nadie, ¿tan tonto me crees?

—No eres un tonto y los dos lo sabemos. Tengo mis motivos.

—¿A sí? ¿Cuáles, señor Wolff Rudel?

— Me odiarías más si llego a decírtelas, estudiante de Wolff Rudel.

—¿Cuáles son?

—¿No me odiarás? O ¿es que ya me odias lo suficiente como para seguir haciéndolo?

—¿Eso es lo que quieres escuchar? ¿Quieres escuchar que te odio? Eres muy ansioso, al parecer no me conoces bien.

—Algunas veces necesito que me digan las cosas como son.

—Esto es muy estúpido —se lo confirmó con una mirada ardida—. No te odio y no te odiaré, así que dime la razón, dime por qué  quieres a gente que cuide de mi trasero.

—Te juntas con personas —se detuvo para no decir la palabra más guarra que caracterizaba el ambiente de Nicolás—, malas. Sé que corres peligro y…

Y fue entonces cuando guardó silencio. No pudo continuar. Odiaba recordar que Nicolás estaba amenazado por El rubio.

—¿Y? ah, ya sé. Te lo ha dicho el cabrón aquel, ¿cierto?  —recordó que su amigo del barrio estaba platicando con Oliver aquel día —. No temas, yo no lo hago.

—Es verdad. Tu colega me dijo que tú siempre buscas el peligro, ¿por qué? ¿tantas ganas tienes de morir?

—No debiste casarte conmigo —sonrió al recordar que todo era estúpido—. No solamente estoy amenazado por él, también he tenido problemas con otros tíos, pero son delincuentes de pura lengua. Ellos dicen y no hacen nada.

—¿No hacen nada? Joder, Nicolás. No me jodas, sé que te querían matar, sé que te han buscado. Maldita sea, sé que te quieren ver muerto.

—De acuerdo, entonces hazlo. Contrata guardaespaldas, dos, tres, cuatro o tal vez una gran cantidad de militares. Te preocupas de más, es impresionante.

—¿Por qué? ¿Nadie antes se ha preocupado por ti? ¿Nadie te ha dicho que te ama constantemente? Pues yo estoy dispuesto a darte lo que nadie más te ha dado…

—Eso es —lo calló de repente. Sonrió sin gracia y se lamió los labios para seguir —, tienes razón. Nadie me ha tratado como tú lo haces, nadie me ha comprado cosas, nadie, nadie me ha dicho que me ama, sólo tú. No tienes que recordármelo, ya suficiente tengo con recordármelo a cada segundo.

—No quiero que te pase nada.

—Lo sé, y no me pasará nada. Y lo siento. Yo también tengo la culpa de muchas cosas, así que acepta mis disculpas y déjame dormir.

—¿Sabes que eres muy difícil?

—Sí, pero ¿Me quieres tanto? —aunque sabía la respuesta, le preguntó como si no la supera, tal y como lo hacía siempre.

—Más de lo que te imaginas.

—Yo no me imagino nada —Nicolás sonrió por última vez mientras cerraba los ojos. Oliver hizo lo mismo. Necesitaban dormir.

—Es cierto, algo como esto no se puede imaginar, sólo sentir —dijo al estar al alcance de su boca para besarlo. Le plantó un dulce beso en los labios y se quedó ahí, respirando el aliento de Nicolás, rosando su nariz con la de él, y juntando su frente para poder dormir como se debía.

La atracción que los labios de él provocaban en  Nicolás, hicieron que éste lo besara poco después de haberle recibido el beso de buenas noches. Oliver se quedó helado al recibirlo, pero fue mutuo y como recompensa por preocuparse por él, así que no tuvo más remedio que tomarlo como un regalo. Un agradecimiento lleno de amor.

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

A la mañana siguiente, el gatito despertó con la respiración de su esposo directamente en la nuca.  Durante la noche habían cambiado de posición para dormir y ya era natural amanecer acorralado por Oliver: sentir sus labios sobre la nuca, y sus brazos rodearlo completamente.

Sin querer apartarse de él, respiró profundo y estiró las piernas. No obstante, inmediatamente tenía que  levantarse y darle aire a su pobre brazo que estaba dormido por haber quedado bajo su cabeza toda la noche. Así que trató de levantarse, pero Oliver lo abrazó con más fuerzas. ¡Lo que faltaba!

—Mi brazo está dormido, necesito levantarme —Oliver lo soltó de inmediato y se levantó a medio cuerpo al igual que su chiquillo. Lo miró seriamente y tallándose los ojos para quitarse lo dormido, comentó:

—Mandé un mensaje, hoy sale nuestro avión. Nos regresamos a casa, así tendrás tiempo para empacar y comprar lo necesario.

—¿Ya terminaste todo lo que tenías que hacer aquí?

Oliver asentó con la cabeza, detectó el brazo endurecido, se metió la puntita del dedo índice a la boca y fue en busca del brazo dormido de Nicolás para trazarle una cruz de saliva. Le hizo dos, sonrió y se levantó de la cama antes de que su pequeño gatito le golpeara los huevos.

—¿Qué demonios fue eso?

—Cuando algo se duerme, lo recomendable es trazar una cruz de saliva en la piel. ¿Se te ha quitado, verdad?

Nicolás sonrió de lado y se negó. Era verdad que se le había quitado lo dormido del brazo, pero quería que de nuevo Oliver hiciera su acto médico y lo atendiera como si fuera un curandero. Así que agachó la cabeza y se volvió a negar.

—Tu brujería no ha funcionado conmigo —comentó con el afán de incitarlo a que volviera a actuar como antes lo hizo.

—¿Me estás mintiendo? Eso siempre funciona —dudó un poco que su hechizo para sanar brazos y piernas dormidas no funcionara, así que fue hasta Nicolás, se sentó a su lado, lo observó con cuidado: lenta y penetrantemente. Incrustó el mismo dedo índice en su boca y le volvió a trazar una cruz de saliva en el brazo.  

Al toque, Noah se estremeció. ¿Qué demonios estaba haciendo? Ya no se entendía, sólo quería pasarla bien, que Oliver lo cuidara siempre, siempre y que nunca se cansara de él.

—¿Se te ha quitado? —preguntó al mismo tiempo que le acariciaba el mismo brazo con las yemas de los dedos.

—Sí. ¿A qué hora sale el vuelo?

—En unas dos horas más. ¿Te ha gustado estar aquí? ¿Conmigo?

—Me ha gustado Francia, es muy hermoso. Y sobre ti, pues  no haces tan mala compañía después de todo.

—Cuando lleguemos a casa, iremos inmediatamente a comprarte lo necesario para que no te falte nada en el campamento. Escogerás a las personas que te cuidarán,  pensaremos el horario para hablar, pactaremos la hora…

— No creo que esté  más de una semana  allá.  Además el tiempo se pasa volando, cuando menos te lo esperes volveré y me tendrás que soportar.

Oliver no dijo nada, quizás debió decir que Nicolás no era una carga para él, sin embargo no pudo comentar algo al respecto, pues, ver a su pequeño adolescente lo hacía darse cuenta que  éste ya sabía sobre aquello y mucho más.

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

—¿Por qué llevaremos dos botellas de veneno para mosquitos? —con un gesto horroroso, Nicolás le preguntó al estúpido de su marido.

Se encontraban en el supermercado para comprar las cosas que el pequeño pelirrojo utilizaría para el campamento. Viendo fijamente la nota de prevención de un carísimo botellín de repelente, Oliver le contestó:

—Porque no quiero que te piquen. La vez pasada tu piel se puso roja y fea.

—Lo más probable es que haga frio y si ese es el caso, entonces  necesito algunos pijamas cómodos. No tengo, además, también necesito comprarle ropa al peludo Señor Sueñito —Oliver enarcó el entrecejo. No le era reconocible el nombre de aquel peludo señor…

—¿Quién es el Señor sueñito? —preguntó mosqueado y con un rostro gracioso.

—El oso, se llama así ¿No sabías? 

—¿Ya lo registraste con ese nombre? —se burló de Nicolás—. Ese nombre es horrible.

—Todavía no tienes la suerte de conocerlo, ¿verdad?

—No me lo has presentado. Nunca lo he visto.

—Espero que no esté enojado conmigo, él es el único que antes dormía a mi lado. Pero ahora un horrible y pesado empresario, lo hace. Ah y por cierto, no me deja dormir, me aplasta y no me deja respirar.

—¡Joder! Pero que mal pareja tienes al momento de dormir —musitó con sarcasmo—. El Señor sueñito ahora estará feliz de poder dormir con su dueño por algunos días.

—Sí, estará feliz de que seamos solamente dos. Sólo él y yo, ¿qué no es romántico?

—Es muy romántico, y más si tiene unos  22 centímetros de verga.

—Tendré que medírsela entonces, tal vez tiene más de 22.

—Sí, mídela y luego me dices, estoy ansioso por saberlo. Por cierto, ¿Desde cuándo duermes con El Señor sueñito?

—Desde los cinco. Me lo compró mi padre —con un ligero remoje de labios, el crio le respondió.  

—Ahora podrás dormir con él.

Oliver pretenciosamente metió las botellas de repelente en el carrito, haciendo que su pecho chocara con la nariz de Nicolás. El chiquillo no podía atreverse a olvidar que su marido era un titán y que su intimidante altura  también podía hacerlo sonrojar.

—Así es —espetó removiendo su nariz que casi se ahogaba por el embriagador aroma de Oliver. Su perfume olía riquísimo.

—En cambio, yo no tendré con quién dormir —murmuró tan bajito que Nicolás no pudo escucharlo bien.

—¿Qué dijiste? —mirando su fijo rostro, le preguntó con mucho interés.

Había escuchado algo, pero no pudo comprender el comentario, así que apretó los labios al ver que su esposo se negaba con la cabeza.

—Nada, ¿qué más te hace falta?

Sus miradas chocaron cuando los dos se buscaron los ojos. Nicolás abrió la boca para mostrar su asombro. No le parecía nada bien que Oliver no quisiera decirle lo que había dicho anteriormente y que por cuestiones de niveles de voz, no se escuchó.

—¿Qué dijiste? —curioso, le volvió a interrogar con lo mismo.

—He dicho que nada.

—Yo escuché que dijiste algo —dio un paso hacia atrás al decirlo.

—No tiene importancia, fue una tontería —musitó para después sonreír con la cabeza agacha. Observó que las cajas de pañuelos aromatizados estaban en descuento y fue por unas cuantas. Nicolás lo siguió al verlo escapar.

—Quiero saberlo —insistió. El grandote se dio la media vuelta para verlo a la cara, frunció el ceño y se echó a reír. Obviamente no le diría la verdad a su querido gatito pelirrojo. No deseaba hacerlo sentir mal.

—Lo que dije fue que: podrás dormir tranquilo junto al Señor sueñito.

—¿En serio?

—Por supuesto que sí —se lo dijo con tanta confianza y ternura que Nicolás le creyó. Sin embargo, el chiquillo se puso a pensar más a fondo en la situación—. ¿Qué más te hace falta? ¿Dulces? ¿Almohadas acolchonadas?

—Quiero un oso —señaló el pasillo de niños.

Llevando la vista hasta los enormes estantes de osos de peluche, Yael se negó.

—¿Un oso? El señor sueñito se pondrá celoso si lo sustituyes —se volvió a negar cortésmente e inmediatamente echó jabones de avena en el carrito. Nicolás tenía que cuidar su piel y no había nada mejor que la avena.

—¿Quién dijo que lo haría? —el pelirrojo respondió con una pregunta bastante comprometedora.

Oliver rodó los ojos, volvió a darse la media vuelta para ver a Nicolás y frunció el ceño, impactado por lo que sus oídos le permitieron escuchar. No sabía que tramaba el chiquillo, pero de lo que sí estaba seguro era que podía ser peligroso cumplirle todos los caprichos. Sin embargo, no se volvió a negar y con una sonrisa fresca, le respondió:

—Entonces, ¿para qué quieres otro oso? —Noah echó un brinquillo bastante marica para su gusto, no obstante a Oliver le pareció tierno.

—Para ti.

El enorme cuerpo de Oliver sintió un mareo. Algo lo descolocaba y era nada más y nada menos que la idea que tenía en la cabeza su adorada criatura del demonio. Joder. Oliver nunca antes había tenido peluches, de hecho se consideraba alérgico a ellos, cosa que no era cierta, pero que siempre les decía a todos. Los odiaba, odiaba a los malditos osos de peluche y lo  más tonto era que recordaba habérselo dicho al tonto de Nicolás minutos antes de hacerle el amor por primera vez.

—¿Qué? —un detestable tono de voz se le salió al gritar. Nico sonrió de lado, inclinó la cabeza con timidez y comenzó a asentar muchas veces diciendo que sí. Parecía un loco, una persona que había escapado del manicomio —. Odio los osos, te lo dije cuando nos casamos, te lo recalqué cuando me contaste que tenías manías para dormir. Son criaturas apestosas y feas, las odio y lo sabes, así que olvídalo.

—Es para que no duermas solo. Te conseguiré y le pondré nombre…

Nicolás caminó hacia el pasillo de niños. Observó los estantes y después de sobarse la barbilla por unos segundos, sonrió al encontrar unos ositos muy bonitos. Le estaban dando ganas de remplazar al Señor sueñito...

—¿Y al final lo registraremos para que los dos muñecos de peluche queden oficialmente en la familia? —el gran cabezota hueca de Oliver, echó una bromita. Al escucharlo, su pequeño sonrió con malicia y siguiéndole el juego, dijo:

—Eso pensaba.

—Serán nuestros hijitos —no dudó en burlarse de nuevo.

Nicolás lo estaba volviendo más que loco. No obstante, se dio cuenta que  no podía rechazar lo que Nico le quería escoger y más si se trataba de una cosa con la que dormiría las noches al estar sin él. Con una mueca de resignación, el gran empresario con odio hacia los apestosos monitos de peluche, no se opuso y prefirió ayudar a Nicolás para que encontrara el oso ideal para él.

—¡Oliver! —después de un minuto de haberlo procesado, Nicolás le gritó.

—¿Qué? Tú fuiste el de la idea de adoptar dos osos y registrarlos como nuestros hijos —se lo recordó tenazmente.

—¿Quieres que sea niña o niño? —indeciso, se atrevió a preguntarle sobre el sexo de su nuevo bebé  peludito y apestocito.

—Tú tienes un niño, entonces déjame la niña a mí —con una lasciva sonrisa, espetó. Nicolás abrió los ojos con gran asombro, pues su marido estaba cooperando muy bien.

—¿Seguro?

Después de descartar los niños osos, volteó hasta el estante de las niñas osas.

—Sí, o ¿te pondrías celoso por tener a una osita ardiente entre mis brazos? —una ligera risilla se le salió a Nico. Sintió que no había escuchado bien, pero cuando Oliver se burló supo que le estaba jodiendo.

—Pues creo que a ti te enojaría  más que tenga entre mis brazos a un osito muy caliente…

—El señor sueñito tiene mucho que aprender de mí. Venga mi amor, escoge mi osita ardiente.

—Siento que no serás un buen padre, te quieres propasar con tu propia hija, no estás bien de la cabeza —a último momento, el chiquillo se echó para atrás. No le parecían nada bueno los comentarios de Oliver para con la osita (su hija), ni mucho menos podía imaginarlos dormirse juntos. Tal vez él podría masturbarse con la nueva bebé a un lado o quizás podría llamarla Nicolás cuando estuviera ebrio.

—No seas celoso y escoge mi muñeca.

—Sé que pensarás que tu hija soy yo y más al momento de dormir —sacó por fin. Oliver levantó las cejas,  lo tenía tan previsto que no se lo reprochó, así que le dijo:

—Tienes razón. La Señorita Nicolasa me servirá de consuelo, así no me sentiré tan solo.

—¿Señorita Nicolasa? No me gusta ese nombre, yo le pondré un nombre.

—No dejaré que mis hijas sufran por los malos nombres que un tal Nicolás puede darles —con la frente en alto y con una chispa coqueta, le respondió.

—¿Un tal Nicolás? —rodó la cabeza para fingir alucinación, levantó las manos y  las dejó caer escandalosamente—. ¡Uy! Fue un golpe bajo para ese muchachito, pensé que ese nombre le gustaba al gilipollas de su marido.

—Y le encanta, créelo. Le encanta —al decirlo, alzó la mano derecha para amansarle la cabeza al ojiazul. Le dio unas palmaditas tiernas y le sonrió para agradecerle el dulce gesto de jugar con él esa tarde.

—El señor sueñito es muy grande, tu hija también tiene que ser grande, así que nos tardaremos en buscar a una buena bebé —sintiendo todavía su enorme mano sobre la cabeza, le dijo.

—Nuestra hija.  No olvides que somos sus padres después de todo —se lo recodó con un último toquecillo. Bajó la mano y fue entonces cuando comenzó a ver a la gran variedad de osas de peluche.

—Sí, por desgracia. El señor sueñito es blanco, usa gorra, y es muy calientito, creo que necesitamos aquella osa ¿La vez?

—¿Dónde? —al escucharlo, Nicolás inmediatamente le apuntó con el dedo índice el lugar  en el cual se encontraba su futura hija—. Mierda, está muy arriba, ¿quieres que te cargue para que la alcances? —le ofreció al ver que su adorado pelirrojo de ojos azules tenía una estatura  corta.

—Pues no hay nadie y está hasta el último estante, ¿podrías conmigo? —accedió con mucha facilidad. Fue hasta la espalda  de su esposo, le golpeó muy duro para avisarle que doblara las rodillas e inmediatamente dio un brinquito para sentarse  y rodearle el cuello con las piernas.

—No pesas nada —le confirmó el otro después de sujetarle los muslos y comenzar a levantarse lentamente para elevar al jovencito que parecía un niño cargado por su padre.

—¿Seguro? —Oliver sacó una risotada. La escena le parecía graciosa, tenía que tener una selca con el enano.

—Al fin y al cabo soy muy alto —para mirar a Nicolás, estiró el cuello dado a conocer su hermosa garganta varonil. Al verlo se encontró con un pelirrojo muy asustado, lo más probable era que se sentía  lo suficientemente alzado como para vomitar.

—Ni creas que no lo he notado.

—Y tú tan pequeñito…

Esta vez, el gatito fue el que sacó una carcajada. Azotó la cabeza del pelinegro con un manotazo, sin embargo nanosegundos después se arrepintió del golpe y comenzó a acariciarle el cabello.

—¿Gracias? ¿Me estás criticando? Pensé que así te gustaba.

—Como respuesta, el de ojos grises sonrió como si estuviera soñando.  

—Me gustas.  Tú nunca has dicho abiertamente que te gusto, ¿me lo dirás hoy? Porque sé que te gusto.

—Si ya sabes, entonces para qué decirlo…

Nicolás no se negó. Cosa que lo hizo sentirse bien consigo mismo, y que por supuesto, hizo que Yael se entusiasmara.

—Lo quiero escuchar.

—Agárrame fuerte, no me quiero caer y todavía no lo puedo alcanzar. Me estiraré para tomar la osa, no me dejes caer.

 

Al escuchar aquello, el grandulón sostuvo con más fuerza los muslos de Nicolás. Cerró los ojos y volvió a repetir  lo que antes dijo, pero con un toque diferente:

—Nunca. Entonces ¿me lo dirás?

—No.

—Ándale…

—No.

Nicolás agarró la osa y cuidadosamente la sacudió; ésta tenía un poco de polvo. Malvados los encargados,  no  cuidaban  ese lugar  dado que  hasta residuos de suciedad se habían formado.

—¿Por qué no?

—Porque no.

—Te acusaré con El señor sueñito y también con nuestra nueva hija —Oliver trató de hacerlo sentir un mal padre. Acarició su muslo con insistencia, pero no funcionó como deseaba.

—Acúsame, no me importa —arguyó sacudiéndose para dar a conocer un estornudo. Había polvo y la alergia no evitó aparecer.

—¿Estás bien?

—Sí, ahora toma —le ofreció la osa de peluche—. Voy a bajarme, así que no te muevas.

—No te bajarás hasta que escuche lo que le tienes que decir a tu hermoso esposo.

—¿Tengo esposo? —curvó una sonrisa desagradable al preguntar algo que él sabía que tenía respuesta positiva—. Oliver la verdad es que no estoy bromeando y si no me dejas bajarme, me enojaré.

—Enójate, no me importa. Dime que te gusto, dímelo y así podré bajarte.

Decir esas dos palabras que significaban mucho, eran fáciles de terciar. Para Nicolás así era. Confesar lo que parecía ser cierto era fácil. ¿Qué podía perder? No entendía, pero tampoco quería profundizarse en ello. Después de todo, se sentía bien y su relación como esposo novato comenzaba a gustarle.

Las vacaciones en Francia le habían hecho bien, tanto, que ya no le daba vergüenza estar casado con un hombre. Tampoco le daba vergüenza besar a Oliver, ni mucho menos hacer el amor con él. Apenas en ese día se cumplía una semana de su unión matrimonial y le parecía muy poco tiempo para el cariño que ya estaba comenzando a demostrarle.

Tomás tenía que saberlo.

—Me gustas, Oliver. ¿Puedes bajarme ya? —dijo, puso las dos manos sobre la cabellera negra oscura de su esposo y le dieron unas enormes ganas de abrazarlo, pero sólo le amansó la cabeza.

—Dilo de nuevo.

—Me gustas —lentamente, volvió a admitir.

—Otra vez —con una enorme sonrisa dibujaba en los labios, de nuevo se lo pidió.

—Me gustas.

 

Casi conforme con lo que había escuchado, Yael le respondió:

—Te bajaré y cuando lo haga, me lo dirás otra vez, pero viéndome a la cara.

—Eso es injusto —resopló, dándole un nuevo manotazo en la cabeza. Al parecer se tramaba dejarlo inconsciente en esos instantes, no obstante, Oliver era una persona dura de masacrar.

—No lo es —trató de evidenciarle con una mueca desagradable.

Yéndose de nuevo hasta el suelo con ayuda de las piernas flexionadas, le dio un golpecillo para que éste reaccionara y se bajara de sus hombros. Cuando el adolescente logró estar pisando el  piso de la tienda, su corazón se activó. Estaba nervioso y su ansiedad crecía cada vez más al ver la ancha y bellísima parte trasera de Oliver. Su marido se mantenía dándole la espalda, y con una postura cruelmente erguida.

Decidido y bastante excitado por escuchar lo que tanto había deseado, se dio la media vuelta. La poderosa mirada grisácea brilló con ese toque laminado y sensual.

—Me gustas, Nicolás. Me gustas como no tienes una maldita idea. Es por eso que…

Con mucho poder, Nicolás lo interrumpió, afirmando:       

—Me gustas. Me gustas tanto que no será lo mismo dormir con El señor sueñito. Me gustas mucho —y cuando su voz pareció atrofiarse por los latidos de su corazón andante. Comenzó a mirar la osa de peluche que había bajado. La tomó entre sus brazos y comenzó a contar los malditos segundos que pasaban con rapidez. Oliver todavía no decía nada, no hacía nada, se había quedado congelado mientras procesaba lo antes confesado—. ¿Qué te parece si la llamamos Jordana? Pienso que es hora de cambiarle nombre al señor sueñito, le quiero llamar Dominik ¿Estás de acuerdo?

Al no escuchar respuesta por parte de su marido, Nicolás lo volteó a ver, lo observó con cuidado y al notarlo todavía en shock, agachó la cabeza y comenzó a sonreír mientras negaba con la cabeza. ¿Qué le había hecho al pobre de Oliver? Joder, se sentía un adolescente majo y coqueto.

—He tardado en procesarlo, pero no estuvo nada bien que no terminaras tus palabras con un beso. Lo más apropiado era analizar tus palabras durante un beso, así lo haría más rápido.

—Lo siento, no soy nada bueno con este tipo de cosas —terció al mismo tiempo que acortaba el poco espacio que había entre los dos—. Me gustas —murmuró con una confianza nueva. Subió la única mano libre que tenía y la posó en el largo cuello de su esposo hasta inclinarlo lo suficiente para alcanzarle los labios. Lo besó. Lo hizo de una manera lenta y con un cariño que apenas estaba dando a conocer.

Oliver no dudó en corresponderle el beso, le acarició la mano con la que le agarraba el cuello y con la otra se animó a pegarlo más a su cuerpo, haciendo que Jordana cayera al suelo. 

—El piercing de la lengua —fue lo primero que dijo Oliver al despegarse de sus labios.

—Me he comprado los de los labios, me los pondré en el campamento, Ta-dan —terminó su espectáculo al mostrarle las bolsitas de nuevos piercing para labios. Oliver arrugó la frente al notar que ese muchachito no aprendería nunca.

—¿Te sentiste bien con lo que acabas de hacer? —cambió de tema con mucha agilidad.

—Casi me ponen una pistola para decirlo, pero sí. No me siento extraño. ¿Qué te parecen los nombres que acabo de otorgarle a los ositos?  

Aunque Oliver deseara profundizarse más en el tema del beso y las confesiones, no lo hizo. No quería que Nicolás estuviera raro todo el día, no se sentiría nada bien si eso llegara a pasar. Así que, entusiasmado y ya sin asco por los osos de felpa, preguntó:

—¿Jordana y Dominik? Bueno, pero el señor sueñito, siempre será el señor sueñito ¿Verdad? —pidió una respuesta que al parecer Nico no quería responder.

Oliver sabía que el gatito pelirrojo no podía dormir sin él, fue por eso que se impactó al escucharlo decir que le cambiaría el nombre. Sabía que cuando se le cambiaba el nombre a algo, lo más probable era que también se le cambiara el significado. El señor sueñito significaba para Nicolás al grado de dormir con éste todas las noches, en cambio, ahora Nicolás pretendía dormir con Domink, su ahora hijo y no con su amigo que desde los cinco años le cuidó el sueño. El señor sueñito no podía significar tan poco para que le cambiara el nombre, al menos que Nico ya no necesitara el significado de aquel oso de felpa. Quizás Nicolás ya no necesitaba al señor sueñito para poder dormir, tal vez se había liberado de esa manía.

El pequeño engarruñó la nariz haciendo un hermoso mohín y después sonrió como todo un bobo.

—Pensaba olvidar al señor sueñito, ahora se convertirá en Dominik —aclarándose la garganta, le contó con una enorme confianza.

—¿Por qué?

—Porque el señor sueñito me ha acompañado muchos años, ahora es tiempo de dejarlo descansar —miró hacía un pasillo tras contarlo. Lo había pensado y estaba tomando una decisión muy importante para él y su nueva vida. No pretendía estar durmiendo con un oso que encerraba toda su desagradable niñez. Pretendía liberarse de los fantasmas que lo hacían sentir solo—. Además…

—¿Podrás dormir con el oso sabiendo que ahora es Dominik?

—Sí, porque no estaré solo. El señor sueñito me ayudaba para dormir, pero cuando dormí contigo,  perdí el miedo a dormir sin él.  

—¿Así que dormir conmigo es como una terapia? Eso quiere decir que Dominik ¿sólo será un acompañante más, un bebé que conformaría nuestra fantástica familia con críos de peluche?

—Básicamente sí, es por eso que El señor sueñito debe desaparecer. Digamos que ese trauma ha quedado superado…

Sin poder quitarle la vista de encima, Oliver lo siguió con la mirada. Nicolás estaba caminando después de haber dicho aquello y no entendía por qué, solamente debía dejar el tema del señor sueñito en el pasado, en donde siempre debió estar.

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

Al día siguiente por la mañana.

 

—Así que ese  bebé es mi Dominik —Oliver se atrevió a tomarlo en brazos para observarlo bien —. Pues que afortunado has sido, pequeño peluchito. Tu mami es muy calientita por las noches y no sólo eso, Nicolás es realmente tranquilo para dormir —murmulló tan bajito que Nicolás sintió la necesidad de saber qué decía.

—¿Qué le andas diciendo al bebé? —llegó hasta el lugar donde Oliver se encontraba cargando  a Dominik. Se lo arrebató de una sola manotada, y lo abrazó posesivamente para darle a entender que él tenía a Jordana y que no tenía que traumatizar al antiguo señor sueñito con sus enormes manos.

—Pues sólo la verdad, le he dicho que roncas y que ahora estuviera preparado para soportarte por no sé cuántos días.

—Gracias por mantenerlo al tanto de eso. Mira, ya le he puesto la ropa —levantó a la osita para que la viera vestida con lo que Oliver le había comprado—. A que se ve mona ¿Verdad?

—Jordana es muy mona, pero ¿Por qué le compré un maldito vestido color rosa?

—Es niña, tiene que llevarlo —le ofreció a su nueva hija. Al tomarla en brazos, el pelinegro se estremeció. No podía olvidar que seguía odiando a los osos y que en esos momentos estaba cumpliéndole un capricho a Nicolás.

—¿La puedo desvestir al dormir con ella? —el pecoso se burló en alto y le contestó:

—Eso suena realmente pervertido.

—No me arriesgaría a ponerte el cuerno con una osita —aprovechando que su pelirrojo se encontraba de espaldas, le confirmó al oído.

—No se lo quitarás —sin dudarlo, Nicolás le respondió. Oliver dio un respingo para después sonreír abiertamente. Era cierto, él nunca le quitaría las ropas que con tanto esmero Noah le había puesto a Jordana, así como tampoco se atrevería  a hacer otras cosas más.

—Hasta moñitos tiene, que guapa la has dejado, eh —lo felicitó  dándole un beso en la cabeza —. Entonces ¿cada quien tendrá un bebé al momento de dormir?

—No te dejaría solo. Quizá si lo hacía me pondrías el cuerno, al menos así sabré que te dejé con una bebé que tienes que cuidar.

—¿Engañarte? Esa es una palabra que no existe en mi vocabulario.

 

Nicolás no se lo creyó. El sexo para su esposo era importante, la evidencia era toda la semana que habían pasado en Francia; casi a diario habían hecho el amor sin descanso.

—¿Podrás vivir sin sexo? Eres una persona sexualmente activa y no creo que con una masturbación tengas para saciar tu sed.

—Piensas muy bien, Nicolás. Es por eso que toda esa sed la guardaré hasta que llegues a casa.

—Igual si lo haces con alguien, házmelo saber —le pidió con la mirada agacha. Estaba convencido que debía dejarlo hacer lo que él quisiera. Era hombre, también él, así que era inevitable mantener una relación sin engaños. Nicolás se daba cuenta que su esposo era una persona dominante a la hora del sexo y que no soportaría o mejor dicho, le apetecería penetrar otro culos después de haberlo empalado a él. Era inevitable no pensar en ello, porque una vez que lo pruebas no lo puedes dejar —. Si por alguna razón…

—No habrá ninguna —se lo expresó tan seriamente que Nicolás no dudó en él—. Y ¿tú? ¿No harás el amor con alguien allá? Tomás me es muy sospechoso.

—¿Follarme a Tomás? —preguntó con carisma. Le parecía muy graciosa aquella pregunta junto con el comentario que parecía estar descolocado. ¡Claro que Tomás era un sospechoso! ¡Tomás era un chismoso!

—O tal vez él podría follarte —espetó con aspecto molesto. No dudó en cabrearse.

—Si pasa, te lo haré saber —con una mueca malvada le prometió.

—¿Esto es en serio? —todavía sintiéndose una mierda, lo cuestionó. No se lo creía. De nuevo Nicolás estaba jugando con él y sus sentimientos…

—Claro que no. Él es mi amigo. Tú eres diferente. Eso nunca se podrá combinar —buscando su suéter preferido, lo hizo razonar.

—Soy tu esposo y estaré esperando por ti.

Nico asentó con la cabeza, aventó el suéter a la maleta y siguió buscando más ropa.

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

Ese día más tarde.

—Se ve muy fuerte, puede intimidar a mis amigos —se negó rotundo. Observó a Oliver y al notarlo pensativo, le golpeó el hombro.

—Eso es lo que quiero —caminó hasta los hombres con profesión de guardaespaldas que tenían como modelos.

Estaban en el lugar indicado y con las personas indicadas. En ese mismo instante, Oliver le contrataría a los famosos y fuertes hombres que le cuidarían el trasero a su chiquillo, y rogaba porque Nicolás escogiera y se fuera sin las manos vacías.

—No me da gracia —el pelirrojo musitó con ultraje.

—¿Buscamos otro?

—Sí.

—¿Qué tal ese de allá? —sin apuntar con el dedo, le señaló con la mirada a un hermoso moreno con pinta de militar. Nicolás se quedó pensando un poco —. Al parecer sabe usar armas blancas, así como también de fuego. Sabe boxeo y artes marciales, y además de ser muy fuerte y tener presencia, tiene a un hermano gemelo que puede complementar la pareja de guardaespaldas que deseo conseguirte, ¿Te parece bien? 

—Oye y ya pediste permiso en la escuela para esto —sin negarse, le preguntó lo más importante.

—Claro que sí y  me lo han dado.

—Joder —maldijo en alto. Todavía no le parecía que le contrataran personas de defensa, pero lo tenía que soportar, así como Oliver soportaría tener en su cama a la osa que por cierto, odiaba con todo su bello y elegante ser por el simple hecho de poseer significado infantil  y una asquerosa extensión peluchina.

—Entonces queda así —palmeó el hombro de Nicolás para poder proseguir—. Tendrás a dos gemelos morenos, guapos y con grandes preparaciones para que cuiden de ti.

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

El día menos deseado para Oliver y con el reloj marcando las cinco y media de la mañana.

 

Por la madrugada de ese mismo día habían hecho el amor más de cuatro veces para despedirse de sus cuerpos con un buen sabor de boca. Ahora era momento de despedirse de la manera más cotidiana.

—Son un montón de cosas —Oliver dijo ante el horrible silencio. Estaban frente a la escuela del pelirrojo, con los hombros encogidos mientras los gemelos morenos ayudaban a Nicolás a subir sus cosas al trasporte escolar.

—Tú me las has comprado y dices que las necesito.

—Las necesitarás. ¿Llevas tu guitarra?

Nico asentó con la cabeza, respondiendo:

—Sí.

—¿Los repelentes, tu shampoo favorito, a Dominik?

—Claro que sí. Entonces ¿qué tal tu horario para la comunicación? Es probable que mueras por culpa de la depresión al no poder escuchar mi voz.

Los dos rieron al unísono.

—Por las noches me parece bien. Llego de trabajar a las ocho y estaré un poco libre.

—A esa hora siempre comienzan las fogatas —el chiquillo se quejó, el alto pelinegro sólo sonrió y preguntó:

—¿Llevas la computadora?

—Sí

—¿Dinero?

—Sí

—¿Cuándo vas a volver?

Esa pregunta era la más importante de todas. Habían comprado suficientes cosas, sin embargo lo que importaba era la distancia. Nicolás lo miró por debajo del hombro, después observó el trasporte en el cual se irían sus compañeros y él. Ver a Oliver mientras le respondía podría hacer más difícil las cosas.

—Le mandé un mensaje a Tomás y me dijo que el viernes de la otra semana.

—Ah —sacó con sequedad. Joder, estaba molesto y Nicolás lo sabía—. ¿Dos semanas completas? —preguntó lo obvio.

—Así es —musitó, pero esta vez mirándolo a los ojos.

—No pensé que eso durara tanto —su comentario sonó peor que un quejido.

—Sí, es por eso que hablé sobre el sexo. Es mucho tiempo… —se excusó un poco, pero inmediatamente Oliver lo calló.

—Está bien —aceptó conforme a  todo lo anterior sin tomar en cuenta lo del sexo.

Odiaba la distancia. Odiaba los osos. Odiaba que Nicolás se alejara de él. Diablos.

—No me pasará nada —dando un paso hacia el frente, lo trató de entusiasmar.

—Cuídate y diviértete. Cuando regreses tendré una sorpresa para ti —lo dijo con tanto morbo que Nicolás no dudó en imaginarse una noche con mucho sexo.

—Te lo he dicho antes, pero quiero recordártelo: Eres un ridículo —Oliver sonrió de lado al inquirir.

—Te llamaré y pediré que te conectes para poder verte por la cámara —le avisó mientras que daba dos pasos hacia atrás.  

—Sí, sí. Está bien —sonrió como un bobo. Estaba feliz por el viaje de campamento, pero algo lo hizo sentirse mal. Oliver se miraba muy serio, más que de costumbre —. ¿Por qué me miras así?

Los hermosos ojos grises de Oliver brillaron como nunca antes lo habían hecho. Era un brillo diferente. Con una sonrisa de lado y metiéndose  las manos en los bolsillos del pantalón, se negó.

—Por nada.

Los nervios de Nicolás comenzaron a aparecer. No sabía si despedirse con un simple adiós, con un beso, o con un fuerte abrazo. No estaba seguro si Oliver se lo correspondería, tampoco estaba seguro si debía despedirse cariñosamente de él. Las miradas de ambos chocaron.

—Hasta el viernes de la otra semana, Nicolás.

Lo único que el pequeño gatito escuchó, fue eso. Nico estaba seguro que Oliver se encontraba lo suficientemente molesto y triste por su ida al campamento, pero aun así,  trató de despedirse como se debía de él.

Se acercó un paso, pero al sentirlo cerca, Yael se retiró dos pasos más de él. Lo estaba evitando y sin ninguna consideración.

—Supongo que  no te quieres despedir de mí.

—Supones bien, así que no te acerques. Te hice el amor hace unas horas —le dio a entender que ya se había despedido de su cuerpo lo suficiente como para llorar viéndolo irse—, así que no quiero que me toques. No me gusta despedirme como tú quieres, al menos que sea para siempre. Regresarás, así que…

—Uno nunca sabe. Tal vez algo llegue a pasarme después —respondió tratando de animarlo a darle un abrazo.

—Con la única diferencia que si te abrazo, no querré soltarte. Si te abrazo ahora, sentiré que te he perdido para siempre. 

Noah sonrió. Dio dos pasos hacia el frente asegurándose que Oliver no retrocediera, y dijo:

—Pues no me toques,  hijo de puta. Quédate quieto o te juro que no responderé  —después de amenazarlo para poder obligarlo a quedarse ahí, estiró los brazos y lo abrazó por el cuello,  tan fuerte que por un instante obligó a Oliver a encorvarse por la fuerza del apretón. Oliver no correspondió —. Come bien —le pidió.  Besó su mejilla y al verlo sin ningún gesto, le volvió a plantar otro beso, pero esta vez fue en los labios. Yael siguió sin corresponder. ¡Estaba muy cabreado con Nicolás! No podía creerse que en esos momentos el chiquillo lo dominara a la perfección.

Por su parte, Oliver no dijo nada. Viéndolo así, el pequeño minino se fue a pasos lentos de ahí. Caminó hacia el bus y de un solo brinco, se subió. En cuestión de minutos, el camión arrancó frente las narices de Oliver.

Se había ido.

—¤(`a94;a94;´)¤—

—¿Estás yendo al campamento? —Salomón le preguntó a su hijo por medio del móvil. Le había llamado justamente cinco minutos después de haberse ido.

—Estoy en el autobús, ¿por qué no viniste a despedirme?

—Oliver me lo ha impedido. Dice que si regresarás entonces no hay porque despedirte, y es cierto.

—Ese maldito —no dudó en sacar. Le importó una mierda que su viejo lo escuchara—. Pues que mal que le hiciste caso.

—Además era muy temprano y no pude levantarme —volvió a justificarse.

—Con razón —al ver a Tomás burlarse, Nicolás respondió. Los dos estaban compartiendo asientos y eso era magnifico pues así hablarían de todo lo que había pasado en Francia.

—Espero que te diviertas mucho, compra muchas cosas y por favor, cuídate. No fumes, no bebas, y contesta todas las llamadas —con una voz suplicante, le pidió. Nico sonrió traviesamente. Por primera vez su viejo le aconsejaba así, y bueno, al fin y al cabo no le haría caso puesto que tramaba fumarse muchos porros y beber como un desquiciado. 

—Sí, papá.

 

Decirlo se le hizo extraño, pero no se arrepintió. Salomón era su padre y no tenía que negarlo como tal.

—Te quiero, Nicolás. Cuídate mucho y nos hablamos después. Estamos en contacto.

La comunicación se cortó. La llamada había terminado y ahora lo más importante era contarle a Tomás todas las buenas nuevas.

—No me digas —el rubio de su amigo cerró los ojos y negó con la cabeza—. Han planeado tener hijos y piensan disfrutar de todas las posiciones del Kamasutra.

—Y posiciones nuevas también —Nicolás complemento con una carcajada enorme.

—Te aseguro a que no has probado la de La carretilla, he investigado y tengo tanto que mostrarte.

—No estoy para juegos, y bueno… esa posición ya la hicimos, ¿creías que no la conocía? Hasta la de El doma hemos probado.

—¿En serio? —Nico asentó—. ¡Eres un bárbaro,  Nicolás!, pero que experimentado te has vuelto. ¿Y bien? ¿Te ha gustado estar con él? Todavía recuerdo cuando estabas muerto de miedo como todo un marica.

—Creo que estoy enamorado. Me gusta más de lo que imaginé y no solamente es el sexo, es todo él, su actitud, sus celos, su forma de hacerme reír…

—Has caído. Algún día tenías que enamorarte de alguien. Me alegro que Oliver sea esa persona. Me alegro por ti, ya te hacía falta.

—Pero se acaba de enojar, con decirte que ni siquiera se despidió de mí.

—Entiéndelo, es de las personas que no les gusta decir adiós cuando saben o esperan ver a su alma gemela regresar —lo animó un poco con su comentario—. ¿Ahora vas a escuchar mi historia?

—¿La follada?

—Me la he follado y no he podido dormir. Creo que no era la indicada. Anoche le marqué y la escuché con otro hombre.

—Espera, pero ¿A quién mierda te has follado? —el rubio sonrió como un estúpido. No deseaba recordarla.

—Anna —Nico hizo memoria al escuchar ese nombre—. Anna, la del salón —se lo recordó apuntándola desde el asiento.

—Joder, esa tía es una puta ¿Cómo pudiste? ¿Tanto te gusta?

—Sí. Lo sé, no me hagas sentir peor de lo que ya me siento. No sé si ya se la han follado  cuatro después de mí —levantó la mano derecha para ir contando con los dedos.

—Te apuesto a que ya se lo hicieron como diez —Tomás cerró los ojos, asustado—. ¿Y si te pega algo? Joder, te puede dar SIDA o Hepatitis…

—Lo sé —cabizbajo, lo aceptó. Al igual que Nicolás, él también temía.

—¿Usaste protección?

—No.

—¿Qué coño has hecho? —lo reprendió con mucha furia. Odiaba que su mejor amigo estuviera en peligro.

—Lo sé, sé que hice mal.

—Tienes que checarte, tienes que hacerlo.  ¿A quién se le ocurre follar sin condón?

—Cállate, te puedo apostar que tú y Oliver lo han hecho sin condón.

—Bien, tienes razón. Tampoco he usado condón, pero al menos yo sé que Oliver sólo me la ha metido a mí —con la ceja alzada, le respondió. El rubio entrecerró los ojos y aterrorizado asentó con la cabeza. Noah tenía más que razón.  

—Gracias por recordarme  que  a ella todos se la meten. No importa la hora, siempre se la meten. Todo es una mierda —se culpó. Se cruzó de brazos y con los ojos cerrados lo siguió escuchando.

—Lo siento. ¿Por qué te sigue gustando? Hay muchas otras chavas del salón que quieren andar contigo y se ve que son muy respetuosas y muy buenas estudiantes.

—¿Caroline es un ejemplo? —le alcanzó a preguntar antes de perder el juicio. Todavía recordaba a esa muchacha que le había prometido amor puro y mucha felicidad.

—Sí, Caroline es un ejemplo —con una voz hiriente, le contestó.

—Siempre has estado de parte de ella.

—La vez pasada se te confesó y  tú ni siquiera le respondiste. Todo el mundo se burló de ella.

—Una chica “buena” no se confiesa —abrió los ojos al decírselo. Miró a Nico y al verlo más enojado que antes, volvió a cerrar los ojos.

—Bien, entonces a ti te encantan las chicas “buenas” como Anna, te encanta que las chicas buenas se dejen follar por delante y por el culo, y con tantos hombres como sea posible. Pues te puedo decir que Caroline es más buena que Anna, al menos ella sigue virgen. Lo has notado, y todos se burlan de ella por eso.

—Ella no es mi tipo.

—¿Creías que mi tipo era Oliver? Joder, y ahora me encanta.

—Además, Caroline me ha golpeado frente a toda la clase. Me dio una cachetada y no la entiendo…

—¿Por qué te pegó?

—Me acerqué para besarla. Tuvimos una discusión frente a todos. Yo la estaba defendiendo y cuando traté de besarla me dio una cachetada.

—Es extraño.

—Claro que lo es. Perdió el gusto por mí —articuló sin ningún problema.

—¿Quieres que le pregunte? —señaló el asiento de Caroline desde el suyo, Tomás sonrió de lado y volvió a cerrar los ojos para ignorar a su mejor amigo—. ¿Le pregunto?

—No me interesa —se negó antes de tiempo.

—Si no te interesara, entonces no tratarías de entenderla por esa cachetada que te dio. ¿Quieres que le pregunte?

 

Después de unos segundos de haberlo pensado, Tomás abrió los ojos y esperanzado en su amigo, habló:

—Pregúntale sobre su interés en mí, pregúntale por qué me dio la cachetada, y también pregúntale si sigue soltera —y cuando terminó, volvió a cerrar los ojos para olvidarse de todas sus desgracias.

—Y eso que no te gusta. No lo sigas negando, te parece tierna —Nicolás casi lo obligó a decirle la verdad. El rubio no se negó, y respondió:

—Sólo un poco.

Con el permiso ya dado, Nico fue hasta Caroline. Se inclinó y con una gran sonrisa comenzó a hacerle plática.

—Hola, Caroline. ¿Puedo sentarme aquí? —al escuchar la voz del pelirrojo, la chica de cabellos ondulados color chocolate y con gafas negras, lo miró. Con una gran sonrisa, le respondió:

—Claro, Nico. Sí, ¿qué se te ofrece?

Después de sentarse junto a ella, se rascó la cabeza mostrando un poco de su timidez. Estaba nervioso por lo que haría, pero era todo por su mejor amigo, así que tenía que hacerlo de una vez por todas.

—¿Tanto se me nota que vengo por algo en especial? —espetó  con la cabeza ladeada.

—No doy sexo oral, tampoco cobro por sexo, ni hago tareas gratis —ella se burló.

— No se trata de eso. Es sobre Tomás.

Al oír aquel nombre, Caroline entrecerró los ojos y con un aspecto resignado, sonrió.

—¿Qué pasa?

—¿Te sigue interesando? —con una fuerza que no poseía, Nicolás alcanzó a pronunciar tales palabras.

—No —con un rostro neutro, la chica de grandes ojos color caramelo le respondió.

—¿No? —abriendo la boca alocadamente por culpa de aquella respuesta, Nicolás se atrevió a convertir lo que había escuchado en una pregunta.

—No, ¿por qué?

—Espera, ¿ya no te gusta?  —pidió una explicación a todo aquello. Le parecía muy descabellada la situación. Tomás estaba perdido.

—Me gusta, pero ya no estoy interesada en ese gusto. Me cansé de él y de sus tonterías.

—¿Es por eso que le diste la cachetada? —cuestionó  lo segundo  que su amigo le pidió.

— Se la di porque tramaba besarme. No me gustaría que mi primer beso fuera por compasión. Él lo iba a hacer por eso y no me pareció.

—¿Tienes novio? —se atrevió a preguntar lo tercero que Tomás le había pedido.

—Sí —mintió—. Hace dos días.

—¿Lo quieres?

—Él me quiere a mí —volvió a mentir para poder alejar a Tomás completamente de su vida—. Tomás no tiene que preocuparse por lo que los demás digan de mí, no le corresponde. Tampoco quiero que se me vuelva a acercar, ¿puedes decírselo?

—¿Por qué?

—Porque no lo quiero ver, tampoco quiero que me hable.

—Caroline y si él te quiere y todavía no lo sabe realmente ¿qué pasaría?

—Cuando se tiene sexo con Anna, lo más probable es que ya no haya ojos para nadie más que ella.

Mierda. Caroline sabía sobre la follada de Tomás con Anna. Ese crio rubio estaba completamente perdido.

—¿Cómo sabes eso? —con una voz más apagada por lo que estaba escuchando, la volvió a cuestionar.

—Todos lo saben.

—Él se equivocó —defendió al estúpido rubio.

—Lo sé, él no se merece eso.

—¿No le queda otra oportunidad?

Caroline se apartó las gafas gruesas, sonrió de lado y se negó, después dijo:

—Y aunque la tuviera, me iré a Italia.

—¿Te irás?

—Sí, vi unas escuelas y…

—No te puedes ir sin hablar con Tomás —con el corazón en la garganta por su amigo, trató de convencerla.

—Las cosas son así, y así se quedarán —fue lo único y lo último que la chica pudo responder.

Segundos después, Nicolás volvió a su asiento, le golpeó el hombro a su amigo que por ciertas razones se encontraba con los ojos cerrados. Al  abrir y verlo a los ojos, Tomás sonrió, pero su sonrisa se fue esfumando cuando Nicolás  le contó todo lo que Caroline le había dicho, se lo dijo con tantos detalles que  Tomás perdió la noción de todo.

—Y una mierda, ¿se va? ¿ya no me ama? ¿tiene novio? ¿nadie la ha besado nunca? Y si ese canalla le roba su primer beso —se enojó con él mismo. Nico se estremeció y para hacerlo poner los pies sobre la tierra, le contestó:

—No debe importarte. La has perdido, créeme que hice todo lo que pude. No te quiere ver, no quiere que te le acerques y que tampoco le hables. No quiere nada de ti.

—Y aparte sabe sobre la follada —el rubio de ojos verdes se siguió lamentando.

—Así es. Acéptalo, la has cagado y ahora no te quiere.

—Iré a hablar con ella —decidido, se levantó del asiento y miró hasta la chica que en esos momentos lo había sacado de sus casillas.

—Y ¿qué le dirás? ¿Qué quieres ser el primero en besarla? ¿qué la quieres? ¿qué te puede mucho que tenga novio? ¿Qué no te gusta Anna? Si te sigue gustando Anna, entonces no molestes a Caroline, no seas estúpido.

—Pero si no la molesto ahora, me arrepentiré de no haberlo hecho.

—Te mandará por un tubo —con los hombros encogidos, Nicolás le avisó a su mejor amigo, pero éste sólo se negó con la cabeza.

Tomás no le hizo caso, fue hasta asiento vacío que se encontraba alado de Caroline y se sentó junto a ella. La chica no dijo nada, se acomodó los audífonos y miró hacia la  ventana para ignorarlo totalmente, algo que el rubio no soportó.

Le apartó los audífonos y al mirarla profundamente, comenzó a hablar.

—¿Cómo se llama? ¿Rolando? ¿Alfreud? ¿Tristán? —le preguntó lo suficientemente cabreado como para golpear a quien interrumpiera su plática con Caroline.

—No sé a qué te refieras —sin verlo a la cara, le contestó a como pudo.

—Tu novio, tu maldito novio ¿Cómo se llama? —pidió explicaciones que no le correspondían.

—Marc —inventó un nombre poco común para Tomás—, quiero dormir ¿Puedes irte?

—¿Cómo es? —con un tonó más bajo de voz, se atrevió a interrogarla.

—No te importa

Al inquirir aquello, Tomás cerró los ojos para calmar la furia que le recorría las venas. No había estado en una situación parecida y le molestaba mucho que todo lo que deseaba saber en esos momentos, no fuera explicado como quería. Con un poco de fuerza de voluntad, agarró de la barbilla a Caroline y la obligó a verlo a la cara para después preguntar lo que en esos momentos estaba masacrándolo vivo.

—¿Te ha besado? —con los ojos brillosos de coraje por preguntar aquello, se acercó un poco más.

—Sí —se lo dijo tan real que él le creyó.

—¿Cuántas veces? —insistió

—Perdí la cuenta —siguió con su mentira. Sonrió de lado y a como pudo apartó la mano que le sujetaba la barbilla.

—¿Te gusta tanto?

—Sí —se colocó los audífonos de nuevo, pero con un movimiento torpe, Tomás se los volvió a apartar.

—¿Qué tiene él que no tenga yo? —sin fuerzas para hablar, pudo interrogarla con la última pregunta que tenía para ella.

—Marc es virgen.

Al escuchar eso, Tomás se recargó en el asiento acolchonado. Cerró los ojos y sin poderlo evitar, se mordió el labio inferior para evitar llorar ahí mismo. No comprendía nada de lo que pasaba ¿Cuánto tiempo había pasado para que apenas se diera cuenta que le gustaba Caroline?

Insatisfecho y lo suficientemente derrotado como para dejarse caer en el lodo, se fue de allí. Al llegar  con su mejor amigo, se sentó y cerró los ojos para olvidarse de todo. Le valía un comino si sus gritos se escucharon por todos lados, le valía una mierda si ya todos sabían que estaba celoso y cabreado por haber sido rechazado de la peor manera, le valía Anna…

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

Después de dos horas en el bus, llegaron. Al mirar por la ventana, Nicolás notó que era muy bonito. Había una cabaña enorme y suficiente lugar como para instalar las casas de campaña y las fogatas. Había un rio para hundirse en él y lo más maravilloso era que sí había internet, cableados de luz y lo más importante: señal telefónica.

—Marc es virgen. Marc es virgen, ese maldito gilipollas es virgen —con mucha histeria, Tomás le gritó a Nico. El gatito lo comprendía, estaba en plena tristeza —, es virgen y yo no.

Habían llegado a la habitación que pretendían compartir. Cada habitación era para dos personas que por supuesto, solamente se ocuparían para poder cambiarse, y para privacidad ya que dormirían en la mera naturaleza.

—¿Quieres fumar? —Nicolás estiró la mano derecha para ofrecerle un cigarrillo.

—Quiero besarla, pero ella ya lo ha besado a él. Le regaló su primer beso a él —Tomás siguió insistiendo con lo mismo.

—¿Quieres beber? —después de aplicarse los piercings de los labios, le ofreció. Para ser más convincente, abrió su maleta y sacó de ahí una botella de wiski. Se la meneó lentamente, pero Tomás siguió con lo mismo de antes.

—Ese maldito le robó su primer beso…

—Déjalo ya. Has perdido, te la han bajado y ya es el final. Ella se irá a Italia y tú te quedarás aquí —irritado por todo, Nicolás le gritó. Le dolía verlo así, pero de alguna manera tenía que lograr que se olvidara de Caroline.

 

Después de haber bebido un poco en las afueras de la cabaña, Tomás y él se metieron a la habitación. Nico temía que alguien viera abiertamente el estado de ebriedad de su amigo, así que lo metió a como pudo. Después de dejarlo sobre la cama y oírlo roncar, el móvil le comenzó a sonar.  Era un mensaje. Miró la hora y al ver que ya eran las ocho de la noche, se emocionó. Era Oliver.

“¿Qué tal la noche? Te quiero ver, así que enciende la computadora y acepta mi petición para verte por Skype”

Como de rayo, buscó un conector de electricidad y al prender la laptop, pudo darse cuenta que sí había corriente. La cámara se encendió y frente a él se encontró con Oliver. El muy chulo estaba vestido con una playera de tirantes  y junto a él tenía un montón de legajos negros y una taza de café.

El primero que se dignó a entablar una conversación fue el dueño y señor.

—Te los pusiste —se refería  a los aretes de los labios.

—Te avisé. ¿Tuviste mucho trabajo?

—¿Quién está atrás? —con una ceja alzada, lo cuestionó sin siquiera responderle lo que Nicolás le había preguntado. Se refería a Tomás, desde su posición podía ver que había alguien acostado en la cama.

—Es Tomás.

—¿Qué hace allí?

—Compartimos la habitación y el baño. Se siente triste, así que no me obligues a sacarlo de aquí. Además se encuentra muy ebrio —tristemente le contó un poco.

—Espero que no compartas la cama con él.

—Recuerdo a Dominik, Oliver —le aclaró antes de que sacara conclusiones.

—Y respondiendo a tu pregunta, sí. Tuve mucho trabajo y cuando revisaba lo que expondría mañana a los nuevos trabajadores, pensé en ti. Pensé que podríamos hablar y también pensé en que debía pedirte disculpas por lo de esta mañana.

—Bien, entonces te escucho.

Frente a la cámara se quedó quieto y pacientemente esperó escuchar las palabras que Oliver tenía para él. Estaba ansioso por escucharlas.

—No acostumbro despedirme cuando la gente se va por una o dos semanas. No es mi estilo, es por eso que no me despedí de ti en ese instante. Lo siento, pero tienes que saber que no me despido de la gente en esas condiciones.

—¿Cuándo la gente se va? ¿La gente? Pero yo no soy cualquier gente, yo soy Nicolás. Soy lo que tanto dices que quieres. Además le pediste a mi padre que no fuera a despedirme y no fue —con una voz resentida, se lo recalcó.

—También te pido disculpas por eso. No quería que te sintieras como si nos estuvieras perdiendo, así como yo tampoco deseaba hacerlo. Sin embargo, rompiste mi petición e hiciste lo que quisiste. Me tocaste cuando te dije que no, así que cuando regreses, tendrás que escucharme y pedir disculpas por ello.

—No hice nada malo.

—Por otra parte, desnúdate.

—¿Por qué? Tomás está aquí, en cualquier momento se puede despertar.

Sin pensarlo sintió que toda la cara le ardía, así que inmediatamente miró hacia otro lugar que no fuera la cámara. No deseaba ser visto en esas fachas.

—Sólo veré si no se te quedaron los moretones más recientes —le recordó el sexo más actual que tuvieron. Tragando saliva, Nicolás se apartó la playera que traía.

—Date la vuelta  —le pidió para verle la espalda baja—. Al parecer siguen ahí. Lo siento —pidió disculpas, Nicolás se dio la media vuelta y con rapidez se volvió a poner la camiseta.

—Ya estoy acostumbrado —musitó con conformidad.

—¿Quién te dijo que podías ponértela? Quiero verte así.

—Está Tomás, además me puedes ver bien estando vestido

—Ya veo, todavía te da vergüenza mostrarte desnudo ante mí —sus miradas se encontraron y cuando Nicolás parpadeó, Oliver sacó otro tema—. Me da gusto que llegaras bien, ¿Cómo es el lugar?

—Muy lindo, hay una fogata afuera y están asando salchichas y bombones. ¿Qué me dices tú? ¿Comiste bien?

—Sí, fui a cenar hace un rato.

—¿Fuiste a cenar? Pudiste haberle pedido a la muchacha que te cocinara algo

—Me invitaron a cenar y fui.

—¿Te invitaron? —Esperó una respuesta, pero al ver el gesto serio que Oliver le ponía, prefirió decir algo que no era verdad—. Que bien.

No estaba nada bien que alguien lo invitara a cenar y menos en su primer día separados.

—Sí, Laura me invitó —su voz sonó feliz al pronunciar ese nombre que parecía ser de mujer.

—Ya veo —dijo para no contestar con una tontería—, y ¿qué comieron?

—Una pasta con champiñones muy buena, debiste estar  aquí para probarla.

Nicolás no sabía si en esos instantes Oliver se había olvidado de su alergia o de su poca paciencia para soportar comentarios como esos. Con una risa poco graciosa y una mueca desagradable, Nico le respondió:

—Genial. Debió ser bastante genial estar con una mujer que sí come champiñones —al escucharlo hablar así, Oliver abrió los ojos como platos—. Iré a asar salchichas para cenar, adiós —y enojadísimo apagó la cámara y cerró la laptop.

No podía creer que Oliver olvidara algo importante él. Supuso que por la distancia se olvidaría de las grandes cosas que lo hacían hacer especial como persona y que por supuesto, le hacían marcar una alimentación diferente  a los demás.

No obstante, el tema de los champiñones no era sólo la causa de su estado molesto, también le había molestado que saliera con una mujer llamada Laura y que cenara con ella. Además le enojaba que cuando pronunciaba el nombre de aquella dama, su voz se escuchara más feliz que cuando pronunciaba su  nombre.

Esa misma noche y frente a la fogata, el móvil de Nicolás comenzó a sonar. No contestó y no lo haría, así como tampoco le respondería los mensajes de texto. Por lo menos el enojo le duraría tres días. Para que el celular no fuera tan escandaloso, lo puso en modo vibrador y sobre la tierra. Miró a sus guardaespaldas y al verlos parados y sin hacer nada, los invitó a comerse unas salchichas, ellos no aceptaron a la primera, pero cuando Nico rogó mucho, lo hicieron.

Durante la noche, sacó su nueva guitarra y con mucho entusiasmo y algo ebrio por los nuevos tragos de whisky que se había tomado, comenzó a cantar para todos sus colegas del salón. No podía olvidar que tenía talento para cantar covers de algunos artistas famosos, así como tampoco podía olvidar que sabía tocar la guitarra a la perfección. Poco después, los gemelos lo ayudaron a armar su casa de acampar, y metiéndolo ahí, lo dejaron dormir.

Al día siguiente todo resultó ser muy normal, hasta que el móvil de Nicolás comenzó a vibrar a las seis en punto de la mañana. Por primera vez después de tanto tiempo sin revisar la entrada de llamadas, pudo ver que la que estaba queriendo entrar en esos instantes era la llamada número sesenta.

Tomás abrió los ojos, fue hasta el pelirrojo y al verlo observar su celular, le preguntó:

—¿No vas a contestar? Es la llamada número sesenta y es de Oliver.

Nicolás se quedó en silencio. Estaba pensando si contestarle la llamada o no.

Notas finales:

Sé que me odian? 

Pinche Nicolás ¿qué se cree? no dejó que nuestro hermoso Oliver le explicará el porqué de su estado olvidadizo. ¿Qué creen ustedes? Nicolás le contestará la llamada número 60? ¿sí? ¿no? ¿por qué? ¿Tomás le golpeará o de qué parte estará esta vez?  ¿Qué más pasará? ¿Oliver lo irá a buscar al campamento? ¿Se follará a otro?...

Espero que me respondan esas preguntas y que descarguen un poco de su furia? No sé, me encanta hacerlas sentir de maneras muy diferentes, esto es por la bipolaridad de ambos. 

Nos leemos hasta el otro sábado y domingo, muchísimas gracias por leer y en este cap sí espero demasiados views, ahora que sean como 30 o algo así, me esforcé demasiado en este capítulo y creo que merece muchos comentarios? :D aaawww :3

Saludos y las ami.

Por cierto, otra pregunta ¿Cuál personaje es su preferido? Sé que el casi normal es Tomás... pero pienso que deben tener a alguien preferido, aunque todos sean desesperantes n__n


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).