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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Notas del capitulo:

Una disculpa por no actualizar ayer, es que tuve problemas con el documento, pero ya está.

Capítulo 28

“Reconciliación lenta”

El cielo entero se le vino a la cabeza a Nicolás. El silencio rondó en la puerta de entrada y salida del departamento, haciendo más dramáticas las cosas. El chiquillo tragó saliva, se observó los bóxer  y la inmensa camisa a botones que traía puesta y que muy apenas le ocultaba el flácido bulto de sus partes íntimas, luego trató de cubrirse las piernas flacas con esta.

Temeroso de ver a Oliver, levantó la vista, situándola así en la tiesa cara del pelinegro. Oliver tenía la mirada fija en él y en sus pocas ropas, haciéndolo sentir avergonzado. Rodando los ojos, Oliver le echó un vistazo al departamento, el cual estaba hecho un desastre. En la mesa  de la sala había dos cajas de pizza y una botella de coca-cola, mientras que en los sillones estaba dormido Requetemiau sobre unas cuantas ropas. Todo estaba hecho una calamidad total, Nicolás y Oliver lo sabían, sin embargo la persona que odiaba la suciedad era el mayor y ante eso Nicolás no podía hacer nada.  

Y para colmo Nico había dicho algo que no tenía nada de bueno, lo pudo evidenciar al ver que Oliver lo viboreaba de arriba abajo y con su desaprobatoria mirada asesina.  

—Conceptualiza el término “Noche alocada” —le ordenó con su cotidiano tono autoritario.

Sí, Nicolás la había salpicado al decir aquello, pero no era lo que Oliver estaba imaginándose…Noah no debió mencionar la maldita noche alocada que había tenido.

—No es… —Nicolás tartamudeó en el intento.

—¿No es qué? —Fijando los ojos en las visibles piernas depiladas del enano, insistió. Quería una explicación a eso y ya después lo regañaría, pero antes necesitaba saber el significado de “Noche alocada”  

—No es lo que tú piensas y lo que alguna gente, bueno, lo que la mayoría de la gente puede pensar al oírme decir eso a las 7 de la mañana mientras me observa con solamente uno bóxer puesto y una camisa de botones muy erótica. No es que quisiera jugar al maestro y al alumno castigado toda la noche con un desconocido —espetó el chiquillo, temiendo equivocarse en su hablar. Nicolás estaba consciente de que siempre decía pura mierda cuando estaba nervioso, incluso las profesoras cuando lo ponían a dar clase lo sabían. En historia siempre la asperjaba al mencionar un suceso importante…

—Conceptualiza “Noche alocada” —volvió a pedirle el de mirada grisácea.

Las mejillas de Nicolás se pusieron rojas al igual que sus orejas… tenía mucho miedo a no decir bien su argumento, pero tenía que defenderse ante todo.

Noche alocada de beber mucha coca-coca. —Nicolás elevó dos de sus dedos para demostrar que estaba incluso contando—, comer dos cajas de pizza completas, fumarme cuatro porros. —Esta vez levantó cuatro dedos para recordarlo bien—, ver una maratón completa del programa “No sabía que estaba embarazada” y masturbarme mientras leía mis apuntes de literatura —gritó como un histérico, pero no pudo evitarlo, estaba nervioso y no encontraba las mejores palabras para hacerle entender a Oliver que le estaba diciendo la verdad—. Ana me dijo que si hacía dos cosas a la vez, entonces aprendería más y por eso me masturbé —se justificó—, ¡pero sólo me corrí una vez!

La espera fue muerte para el pecoso. Su corazón había dejado de latir sólo por la angustia que sentía y no era para menos. No era para nada normal que Oliver pensara que por la noche había tenido sexo desenfrenado con algún buen samaritano ¡Claro que no! Noah se estaba esforzando bastante para poder pasar sus materias en segundas.  

Perezosamente, Nico alzó la cabeza para mirar a su esposo, joder, odiaba que fuera tan alto y tan sexy…

—¡¿Acaso no sabes que estaba muy preocupado?! ¡Lo estaba, Nicolás! ¡Estaba muy preocupado por ti! —Desgañitó en alto y frente a su rostro, logrando que el pecoso ladeara la cara para recibir el regaño—. ¡Pensé que te había pasado algo malo! ¡Te largaste de casa y no me contestaste las llamadas! ¡Estaba tan preocupado por ti! ¿Lo sabes, no?

—Yo…

Noah quiso hablar, pero su esposo lo interrumpió, vociferando:

—¡Deberías saberlo! ¡Te extrañé como un idiota, incluso lloré de desesperación!, porque estaba preocupado por ti. ¿Qué hubiera hecho si algo malo te hubiera pasado?

—Pero estoy bien. —Nicolás se encogió de hombros, horrorizado, mostrándose atento al regaño y totalmente arrepentido.

—¿Qué hubiera hecho yo? ¿Qué explicación que daría a tu padre de ello? ¿Pensaste en eso? No es para nada justo, Nicolás. Así que no lo vuelvas a hacer porque esta vez te encerraré cada vez que discutamos, porque siempre haces lo que quieras, siempre te escondes de los problemas, siempre me haces extrañarte ¡¿Me escuchaste?! ¡No vuelvas a esconderte de esa manera ni mucho menos ignores mis llamadas, porque no responderé! Te quiero cerca, muy cerca de mí para saber cómo estás, cómo te sientes en momentos como estos. Verte preocupado y nervioso me enferma, porque te sobre exiges demasiado, te enojas contigo mismo y trabajas en exceso para aprender lo que en un semestre no aprendiste ¡¿Entendiste?!

Los ojos de Nicolás comenzaron a lagrimear. Oliver lo  detectó, Nicolás estaba llorando y ese era el peor paisaje que había visto en toda su vida. Lamentándose todavía más, Oliver levantó sus manos y comenzó a secarle las lágrimas con ayuda de sus pulgares, suavizando un poco sus gritos.

—Pero estás bien —murmuró el más alto, dándole un beso a Nicolás en la frente—. ¿Has trabajado mucho no es así? Estoy orgulloso de ti —musitó con una voz diferente a la anterior. Sonrió y esperó una respuesta de su querido chiquillo grosero y terco.

—Yo también te extrañé —fue lo único que Nicolás alcanzó a pronunciar, ya que el llanto no lo dejaba ni respirar.  

 

***

Nueve minutos después, Oliver ya estaba ayudándole a limpiar el departamento, dado que se miraba feísimo sin asearse. Nicolás aprovechó el momento para contarle a Oliver sobre el programa “No sabía que estaba embarazada”, añadiendo gestos y explicaciones fuera de lo común, incluso se imaginó estando embarazado y dando a luz, aunque al final se dio cuenta que era imposible que trabajara en un alumbramiento natural, ya que no tenía vagina, pero de igual manera eso no lo decepcionaba.  

—¿Qué harías si quedara embarazado? —Sosteniendo la escoba, Nico se dispuso a preguntarle a su marido. Sabía que era imposible que tuvieran hijos, pero de igual manera quería saber la respuesta de Oliver.

—Eso es imposible —respondió con inmediatez.

Lo observó con signos de interrogación marcados en la frente, dejando al pequeño más interesado en el tema.

—Pero ¿Qué harías? ¿Me abandonarías? ¿Me odiarías? —Meneó la cabeza al suponerlo, pero siguió esperando más respuestas.

—¿Qué pasa por tu cabecita? —preguntó esta vez el mayor, apuntando con su dedo índice la  frente de Nicolás al mismo tiempo que le daba golpecitos suaves.

Nico ladeó la cabeza, ronroneando ante los cariños del ojigris.

—Sólo quiero saberlo —expuso con el corazón ya en calma.

—¿De qué serviría? Nunca te embarazarás, eso es imposible. No tienes vagina, joder, no tienes útero…

—Sólo quiero saber tu opinión, sólo eso ¿entonces no me la dirás? ¡Lo sabía, eres un malo!  —Se dio la media vuelta para darle la espalda a su alarmante pareja, haciéndose el enojado.

—Si tú salieras embarazado, yo sería doblemente  el hombre más feliz del mundo ¿Algo más, Nicolás? —Sonrió al preguntar lo último.

Inmediatamente y sin titubear, Nico se volvió hacía él para mirarlo.

—¿Entonces lo aceptarías?  —Insistió el pequeño pelirrojo, usando sus tácticas para coquetear y convencer a la gente.

—¡Mm! —dijo que sí.

—¿De verdad?

—¿Acaso estás embarazado? —Se animó a preguntar, sacándolo de sus casillas y con un toque bromista.

Se suponía que era una broma de mal gusto por parte de Oliver, pero Nicolás se lo había tomado como si realmente no hubiera sarcasmo.

—¿Tú crees? —Nicolás se acarició la barriga, tratando de buscarse algún cambio.

Al ver que Nicolás no había entendido su broma, se asustó. ¿Cómo era que se le habían metido esas cosas a la cabeza? De seguro era ese maldito programa “No sabía que estaba embarazada” sí, de seguro ese era el problema.

—¿Por qué tantas preguntas?  —Oliver rodó los ojos, preguntándole, y detectando que Nico todavía se inspeccionaba la barriga como si buscara a un bebé dentro de ella.

—No lo sé, sólo pensaba como los locos  —dijo el adolescente. Se llevó las manos a los costados y se mantuvo así, pensativo y ciertamente en blanco.

—Si tú salieras embarazado, entonces tendríamos una familia más grande —añadió Oliver, tratando de no hacer sentir tan mal al pelirrojo.

—¡Sí! ¡Claro que sí! Con muchos niños y niñas a nuestro alrededor, haciendo burbujas y jugando en el jardín, ¿te imaginas que me llamen papi-mami? Eso sería grandioso ¿Verdad?  —una sonrisa se ensanchó sobre sus labios, logrando que su bello rostro brillara más que cualquier otro.

—Sí, lo sería, pero…

Nicolás no lo dejó terminar.

—La cocina se llenaría y ellos se esforzarían en hacer manualidades para nosotros, yo en ese caso recibiría dos regalos: el del día de la madre y el padre….

—Nicolás —espetó Oliver, haciéndolo detenerse —. ¿No crees que estás exagerando? —El de corta estatura se le quedó viendo en estado crítico—. Mira, Nicolás…

—¿Exagerando? —esta vez lo interrogó el pequeño. Sus ojos marcaban ofensa, se sentía triste y enormemente confundido.

—Somos hombres y los hombres no se pueden embarazar ¿lo sabes, no?  —Oliver articuló para hacerlo entender las cosas.

—Sí, lo sé, pero…

El crío se detuvo, no podía decir lo siguiente.

—¿Sí? —El empresario lo animó a proseguir.

Nicolás deseaba decir que él quería conocer a los hijos de Oliver y que sería imposible si seguía casado con él. Necesitarían a una mujer y Nicolás no era mujer ¿Ese acaso era el problema verdadero? ¿Nicolás era el verdadero problema para hacer doblemente feliz a Oliver?

—No es nada, no es nada importante —musitó, volviéndose para seguir barriendo la habitación principal.

—¿Qué es? —Se empecinó el otro.

—Nada, no es nada. —Nico se negó con la cabeza al mismo tiempo que sonreía de lado. No podía alterar las cosas, era por eso que sus pensamientos estarían resguardados por ahora.

—¿Seguro? —Insistió Yael, mirándolo profundamente.

—Sí.

El tema ya no se tocó esa mañana de sábado. Lo único que Nicolás hizo fue callar, mientras que  Oliver veía y guardaba silencio también. A la hora del almuerzo Oliver invitó a su esposo a un restaurante que justo había encontrado por casualidad, pero al ver a Nicolás sin decir nada en el camino, se asustó. Su pecoso siempre hablaba y decía estupideces, de hecho en ese viaje debería estar hablando otra vez sobre el programa “No sabía que estaba embarazada” pero no lo hacía. Eso era sumamente extraño.

Se detuvo en un rojo y con la mano derecha en el volante de su bebé, rodó los ojos hasta el adolescente más callado de todo el universo.

—¿Qué es lo que te pasa? —Oliver lo bombardeó con la pregunta más importante, estando ya cansado de verlo pensar y pensar.

—No es nada. —Dibujó una sonrisa hermosa en sus labios para verse honesto.

—¿Nada? Estás pensando como los locos, apuesto a que tienes muchas cosas que decir —le dijo el mayor, mirando el semáforo y pisando de nuevo el acelerador.

—¿Soy yo el problema? —preguntó Nicolás después de pocos segundos.

Oliver frenó de golpe, ocasionado un caos vial y que muchos lo maldijeran en el transcurso de la carretera. Estaba muy mal pararse de repente en la avenida, así que decidió seguir el camino que había trazado. Pisó el acelerador y sin observar al enano, comenzó a hablar:

—¿Qué? —sin elevar la voz, lo acorraló con su gesto impresionado.

—Oliver si sigues conmigo estarás sin hijos, bueno a menos que adoptes, pero… eso no sería justo —comentó poco después de ver que Oliver se había parado en un rojo.

—Primero ordena todo lo que quieras decir y luego me aclaras las cosas —Sugirió el mayor, echándole una mirada de re ojo.

Nicolás se estremeció; Oliver estaba enojado y se suponía que no debía ser así.

—No puedo, no soy capaz de ordenar las ideas. Mira, yo realmente quiero conocer a tus hijos y a los míos, pero… pero yo no puedo ser la madre. ¿Entiendes? No me gustaría que formemos una familia de hijos adoptados, no tengo nada contra los niños adoptados, pienso que son muy monos, pero tú mereces tener hijos propios, con tu genética ¿Me entiendes?

—Sé lo que sientes, pero no veo el problema… podemos alquilar un vientre y usar la inseminación. —Nicolás se negó inmediatamente al escucharlo.

—¡No!, no me estás entendiendo. No es lo mismo…es por eso que…

—Mira enano, tienes que saber que no me importa que seas hombre y que no puedas embarazarte. Me gustan los hijos, pero si tú no puedes dármelos, me conformaré contigo, porque te quiero ¿me entiendes tú a mí?

Nicolás volteó la cara, volviendo a pensar como los locos. No pudo evitar sentirse triste, él no quería ser una carga para Oliver.

—Vamos a pensar bien sobre nuestro futuro, sobre tu felicidad y los niños, quizá puedas enamorarte de una mujer, las mujeres sí te podría dar hijos —se explayó el pelirrojo, estando totalmente ansioso.

No quería que Oliver besara a otra persona que no fuera él, inclusive que las mirara, pero no se dio cuenta de las estupideces que había dicho hasta que su esposo alzó la voz al mismo tiempo que conducía.

—¡Tienes prohibido volver a ver esos programas de puta que sólo te hacen pensar como los locos y te lavan el cerebro! ¿Me entendiste?  —Lo miró para hacer más amenazante su voz.

—Pero, pero…

No pudo continuar, Oliver lo cortó inmediatamente, espetándole:

—Pero nada, cancelaré el canal y nunca podrás verlo jamás.

Sí, ese maldito programa llamado “No sabía que estaba embarazada” era el culpable de todos los pensamientos tontos de Nicolás y Yael no lo permitiría.

—Oliver…

Quiso hacerlo recapacitar, pero no lo logró.

—No, Nicolás. Nosotros estábamos tan bien hasta que viste ese maldito programa que te lavó el cerebro… ya nunca lo volverás a ver, es un hecho —girando el volante hacía su derecha, puso punto final a la discusión.

—Yo de verdad quiero verlo, vamos ¿mi amor?  —Entrecerró los ojos al mencionarlo, buscando convencer a su marido.

—No me harás cambiar de opinión con tus mañas —musitó el pelinegro sin una pizca de credibilidad en sus palabras.

—Vamos, mi amor…

Las palabras quedaron en el aire, al grado de hacer confundir a Nico. El enano sabía que Oliver no se resistía a sus coqueteríos, pero ahora sí lo estaba evitando y ya no sabía qué hacer o cómo convencerlo para que lo dejara ver el programa que sin lugar a dudas se convirtió en su favorito la noche de ayer.

—Ven aquí. —Oliver dio dos palmaditas en sus piernas, poco antes de hacer su asiento un poco más para atrás, dejando un hueco importante para que Nicolás se sentara sobre él.

El pequeño no sabía cómo era que habían llegado a un estacionamiento aislado, sólo siguió las órdenes de su esposo. Se sentó sobre sus piernas quedando de frente, estando así por unos pocos segundos, hasta que Oliver comenzó a besarlo en los labios. No había besado a su esposo desde que huyó de casa y se sentía muy nuevo volver a sentir su boca contra la suya. El pecoso no respondió rápido por estar bobeando con el rostro hermoso de Oliver, pero poco después le correspondió, besándolo con la misma fuerza que Yael utilizaba.

—No deberías estar fumando hierba ¿verdad? —lo alcanzó a reprender con un tono muy ligero de voz —. ¿No lo volverás a hacer, cierto?

Era la primera vez que Oliver le hablaba tan liviano cuando tocaban temas importantes,  y eso sorprendió a los dos al mismo tiempo. El gran empresario sabía que si le prohibía con mal tono las drogas a Nicolás, entonces éste volvería a fumarlas. Por el contrario sabía que si lo trataba bien durante un regaño, entonces el regañado trataría de no volver a caer en lo mismo. Oliver estaba molesto por los porros que el pecoso se había fumado por la noche, pero se aguantó ese sentimiento que solamente ocasionaría problemas.

—¿Hug?  —Reaccionó el menor ante la corta conversación que estaban teniendo durante los cortos besos húmedos que estaban dándose mutuamente.

—Tienes que prometerlo, dijiste que te fumaste 4 porros y eso no estuvo para nada bien. —Acarició la comisura de sus labios con el dedo índice, al mismo tiempo que repasaba el pulgar de la mano derecha por el labio inferior.

—Los necesitaba, Oliver… realmente los necesitaba. Tú no sabes toda la ansiedad que yo sentía en esos momentos —se justificó con los ojos muy abiertos.

—No los necesitas —terció poco después de rodear la cintura del pequeño con sus brazos.

—Traté de sustituirlos por cigarros normales, pero no pude —le contó con la mirada pérdida. No quería  fallarle a Oliver, pero ya lo estaba haciendo.

—Ese no es un buen ejemplo para los hijos y lo sabes ¿no? —abriendo de nuevo el tema del embarazo, Oliver le preguntó, alzando una ceja.

—Pero nunca podremos tener hijos —desanimado le confirmó el otro.

—Pero si los tuviéramos, eso estaría mal. —Le acarició la cabeza, lentamente, logrando que Nicolás se escondiera en el hueco que había entre su cuello y hombro.

—Te amo —repitió, hundiéndose cada vez más en la embriagadora colonia que le daba un toque personal al cuello ajeno.

—¿Por qué me amas?

—Te lo he dicho —le dijo, volviéndose a su sitio y viéndolo a los ojos.

—Repítelo. —Oliver le acarició la forma de las cejas  con uno de sus  dedos, incitándolo.

—Porque siempre eres un estúpido. Siempre, diariamente tú…me amas y…

—¿Y? —interrogó, pidiéndole una explicación a todas sus ideas mal ordenadas.

—Y es por eso que me cuidas, me haces cambiar…pero también eres muy malo conmigo, porque te pones celoso de Ana, eres un tonto por eso ¿Crees que no me di cuenta? Eso está mal, no deberías ponerte celoso de una niña ¡Me corriste de casa! ¡Lo hiciste y también a Requetemiau! —dijo, acordándose que había dejado al gato sobre su sofá dormidito y cubierto con una manta.

—No me gusta compartirte y lo sabes. Por otro lado, el gato puede quedarse en casa, pero regresa —alcanzó a proponerle.

Nicolás se alzó de hombros, pensándolo un poco, pero después se burló. No hacía falta pensarlo, quería volver a casa y esa era su oportunidad.

—De acuerdo, pero sólo te lo perdonaré por esta vez  —le espetó, tratando de escucharse como cuando sus antiguas compañeritas de kínder le decían después de que pidiera disculpas por levantarles la falta y verles los calzones.

—No seas tan gracioso, Nicolás. El que tiene que perdonar sólo por esta vez soy yo —echándose a reír,  lo corrigió, poco después lo besó en los labios, robándole un gemido.

—¡Hey!—gritó el pequeño, poniendo sus dos manos en el pecho de su esposo y palmeándolo una y otra vez.

—¿Qué?

—¿Quién te ha dado permiso para besarme? —le exigió una explicación meramente infantil. Oliver sonrió, negándose sensualmente con la cabeza.

—Hace unos minutos lo hice —respondió el ahora regañado.

—Pero ya no puedes, porque te portaste mal con Requetemiau y conmigo ¡Me gritaste, Oliver! —se lo recordó de golpe, logrando captar toda la atención de su esposo.

Oliver no respondió esta vez, sólo se le quedó viendo. No podía entender por qué Nicolás ahora era una persona totalmente diferente. Ahora Nico estaba portándose como un adolescente chiflado y bipolar, cosa que no tenía precio. A Oliver no le molestaba, es más, le gustaba que su pequeño fuera así se fresco y natural con él, pero tampoco podía evitar que le daba mucha risa verlo comportarse de ese modo.

—¿Por qué me miras así? —Nicolás se dignó a preguntar ya estando nervioso y sonrojado por culpa de la asombrosa mirada grisácea potente de su esposo. Oliver se le había quedado viendo muy profundamente y eso ya estaba angustiándolo.

—Porque actualmente haces muchos pucheros —le dijo, acariciando su mejilla y peinándole el flequillo con la mano sobrante.

—¿Te gusta tanto burlarte de mí? Te iba a dejar besarme pero ahora ya no. —Lo miró receloso y le volteó la cara.

—¿Seguro?

—Sí y deja de zorrear conmigo. —Azotó la mano que pararía a su rostro para acariciarlo, luego sonrió como todo un ganador.

—¿Zorrear?  —Una carcajada se le salió, acortando la paciencia de Nicolás.

—No te rías, Oliver. No te rías de mí —rogó con tu infantil tono de voz.

Oliver se negó, diciendo:

—Pero eres tan gracioso—articuló mordiéndose el labio—, tan bonito…

—Estás zorreando y eso no funciona conmigo. —Golpeó su pecho una vez más, poniéndose rojo hasta las orejas.

—Pensé que sí funcionaba.

—Ahora no —mintió.

Alzó la cabeza y negó una y otra vez, tratando de echarse aire para quitarse el bochorno.

—Puedo besarte, ¿por favor? —soltándole una mirada ladina, le preguntó.

Nicolás tarde o temprano caería y era muy divertido cuando lo hacía, así que Oliver le apretó con fuerzas la cintura, friccionando más su cuerpo con el de él.  

—No. —Movió la cabeza, negándose.

—Sí —murmuró el otro, acercándosele  y moviendo la cabeza de arriba abajo.

En esos momentos Nico se sintió como en las veces que odiaba con toda su alma a Rudel; puesto que estaba en problemas y sabía que si no se tenía entonces acabaría teniendo sexo ocasional en la vía pública y dentro de una camioneta de lujo. Ansiaba irse a los asientos traseros para follar, pero algo lo detenía. Tenía hambre y no pesimamente hambre de Oliver, sino de un pedazo de pastel. Por suerte y como siempre, la campana lo salvó. Su celular sonó e inmediatamente contestó la llamada, dejando a Oliver con los ojos abiertos como platos y la boca medio abierta.

—No Ana, sí… sí, Requetemiau está perfectamente bien. Sí, sí, le di su lechita y está cubierto con una manta. Por supuesto que la manta estaba limpia… lo sé, sé que no tengo lavadora y que no sé lavar, pero le compré una nueva…. No…sí. ¡Ana!

Los ojos de Oliver rodaron, inspeccionando los gestos de Nicolás ¿Cómo era esto posible? No podía ser posible que Nicolás no contestara sus llamadas, pero sí las de su sobrina Ana. ¿Acaso era un complot? Eso parecía y esta vez Oliver deseaba escuchar otra explicación a eso, puesto que mientras él estaba sumamente preocupado, su sobrina y Nicolás se mantenían en contacto, y para colmo, Ana no le decía nada a su tío Oliver. 

La conversación de Nico pareció extenderse, al grado de hacerlo gritar, cosa que Oliver escuchó atentamente. Las miradas de ambos chocaron, fusionando diferentes sentimientos. Nicolás estaría muerto después de la llamada y esta vez no tenía escapatoria, aunque sinceramente no deseaba escapar. Actualmente se excitaba viendo a su marido enojado y regañándolo.

—¿Por qué no vas a hacer galletitas, Ana? —Oliver alzó la voz por teléfono, poco después de arrebatarle el móvil al mocoso pelirrojo —. Tenemos que hablar de esto en la casa y estarás castigada por dos semanas ¿lo sabes no?

—Pero tío Oliver…

—Nicolás y yo estamos ocupados, así que no llames nunca más —espetó en alto, dejando anonadado al muchachito que seguía sentado en su regazo.

Como acto nervioso, Nicolás comenzó a reírse sin parar.

—No me da risa, Nicolás ¿Cómo es que a ella sí le contestas las llamadas? ¿Acaso siempre fue así y contestabas las de ella y las mías no?

—Era por el gato, Oliver. ¡Te lo prometo! Ana estaba preocupada por Requetemiau.

—Y yo por ti. —Observó la ventana de la camioneta y volvió hasta la triste mirada de Nicolás—. ¡Estás castigado!

Nicolás no sabía el significado de “castigo” No sabía si era un castigo sexual o un castigo por falta de buena conducta, lo único que sabía era que Oliver no estaba jugando. Pero lo peor de todo era que el lunes comenzaba a presentar sus exámenes de segunda oportunidad y tenía miedo a no pasarlos. Sólo quería salir vivo de esta y que Oliver le ayudara a estudiar ¿Pero Oliver le ayudaría? No sabía, pero intentaría proponérselo. 


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