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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Notas del capitulo:

Leí los comentarios del cap anterior y lo único que puedo decir es que no se asusten. ¿No confían en mi? 

Tengo muy bien plenadas las cosas para este fic,  y bueno...

Respecto a una petición sobre adaptar mi historia, debo contestar que no lo sé. Esta historia es original  y aún no la he registrado. Yo sé que me dicen que me darán créditos, pero ¿realmente es justo? Eso me preguntó un amigo que escribe poemas. Mis personajes son originales, son personas que no existen y que desearía que existieran, y si se ponen en adaptación , entonces ¿sería la misma historia? Yo sé que todos recordarán a Nicolás como Nicolás y a Oliver como a Oliver. 

He dejado que adapten muchos fics míos, pero son FICS. Son historias escritas con artistas y esos personajes no me pertenecen.  

Entonces debo decir que NO. Por el momento no me gustaría que adaptaran mi historia. ¿Ustedes qué piensan? Lo siento de verdad, pero no me siento segura para que adapten una historia que contiene personajes míos. 

Capítulo 29

“Bajo presión”

 

El sol se había apenas ocultado, llovería más tarde. Según el pronóstico del tiempo, llovería por la noche y no era para menos, eran apenas las 4pm y se estaba comenzando a nublar. Oliver no estaba en casa, justo al medio día se había ido al trabajo. Por otra parte, Nicolás había vuelto a casa y de inmediato en su primer de regreso, invitó a Tomás. Ambos ahora se encontraban parados junto a la alberca, puesto que tramaban echarse un chapuzón para aprovechar el tiempo; a Nicolás no le gustaba el nadar cuando el sol estaba presente.

 

—No podré salir por dos semanas —Nicolás murmuró cuando su amigo Tomás se metió en la alberca. Varias gotas saltaron mojando los pies del pelirrojo, marcando que Tomás ya estaba nadando hasta el otro extremo de la piscina.

—Pero haré mi fiesta de cumpleaños, tienes que venir…

El débil volumen de voz se escuchó como eco, provocando que Noah se cruzara de brazos. El pequeño Nicolás sabía que su amigo cumplía años en 4 días, sin embargo estaba castigado y era imposible asistir si seguía acatando el castigo. Lo único que quedaba por hacer era escaparse esa noche para poder festejar a Tomás.

—¡Estoy castigado! —gritó el enano, encogiéndose de hombros al mismo tiempo.

Le dolía estar castigado. Odiaba estarlo. Si Oliver no fuera tan duro con él…entonces Nicolás ahora no se sentiría tan mal.

Al principio Nicolás pensó que Oliver lo castigaría con azotes duros y mucho sexo, pero no fue así. Su esposo lo había castigado de verdad y eso significaba demasiado para el chiquillo.

—Pues hablaré con tu marido —el otro añadió mofándose.

Nico negó con la cabeza, irritado ¿Qué se creía Tomás? Nadie conocía a Oliver, sólo Nico, y era por eso que le hartaba cuando la gente se tomaba a la ligera los mandatos de su marido, siendo que cada vez que se enojaba Oliver saltaban chispas por todos lados.

—¿Y qué le vas a decir?  —mosqueado, le preguntó.

El rubio se alzó de hombros entre las cortas ondas de agua que chocaban contra su pecho, luego musitó:

—Que será mi fiesta y que tienes que ir ¿Qué más?

—No conoces a Oliver, Tomás. Oliver es muy especial y si tú le pides algo, entonces tendrás que darle algo a cambio y tiene que ser algo que sea justo y necesario —le  espetó el pecoso. Las miradas de ambos chocaron, Nico gruñó al contrario que Tomás, ya que éste se burló.

Nico seguía preguntándose ¿Qué era lo que le parecía gracioso? Oliver era malo y mamón cada vez que se lo proponía ¿Por qué nadie le creía? ¿Acaso tenían que verlo con sus propios ojos?

—¡Pero tienes que ir a mi fiesta! ¡Voy a cumplir años, Nicolás! Tenemos que beber mucho alcohol y disfrutar, cumpliré mis 17 primaveras y sabes que eso significaba mucho libertinaje…

Y así como el rubio siguió animándolo, pero Nicolás no tuvo nada bueno qué decir. Si no tenía el permiso de Oliver entonces no iría…aunque Tomás fuera su mejor amigo y que no ir a aquella fiesta costara su vida.

—No me dejará ir, estoy seguro —añadió con la ceja alzada el pelirrojo.

Tomás levantó ambas manos, trazando señales obscenas para que su amigo comprendiera, pero al no ver respuesta inmediata por parte de Nico, el rubio decidió decirlo explícitamente.

—Ofrécele sexo —articuló con un grito fructuoso.  

—¿Qué no entiendes de la palabra “castigado”? ¿Sabes lo que eso significa acaso? ¡No tendremos sexo, Tomás! ¡Hace un rato me le insinué y él se negó, diciéndome que estaba castigado y que eso implicaba estar sin sexo ¿Sabes cómo me siento? ¡Quiero sexo, pero no puedo porque estoy castigado! —dijo al fin.

Cerró los ojos, frustrado, luego se sentó en el filo de la alberca para relajar sus piernas en el agua. Estaba comenzando a lamentarse por haber hecho las cosas mal. Ahora más que nunca odiaba estar castigado. Era tan difícil para él estarlo; cuando su padre lo castigaba lo ignoraba, se escapaba y volvía a hacer de las suyas, todo lo contrario con ahora su marido. Oliver esta vez le había prohibido salidas sin su permiso, lo dejó sin sexo, incluso le llegó a prohibir los besos, y eso era insoportable. Noah ya no lo soportaba, ya no quería estar castigado.

—Recuerdo cuando no querías que te tocara, ahora lo anhelas tanto —musitó Tomás, poniéndose lo más cerca posible de su amigo.

—Sí y eso me tiene deprimido. ¡Tengo que estar sexualmente activo, Tomás! —arguyó.

Tomás asentó con la cabeza; era verdad. Nico tenía que tener sexo porque amaba el sexo y más ahora que estaba bajo presión por las materias que había dejado en segundas.  Además pudo darse cuenta que Nico estaba comenzando a consumir narcóticos de nuevo y eso no le gustaba para nada, puesto que su amigo era codicioso. Cuando Nicolás bebía alcohol era un caos animal, al igual que cuando inhalaba o fumaba drogas. ¡Oliver realmente no conocía a Nicolás en plena alegría narcótica! ¡El pecoso era un torbellino de maldad!

Hace aproximadamente un año, Nicolás incendió un auto robado y lo hizo explotar mientras en ese mismo instante disfrutaba de una fiesta. Esa vez se había salido de control, incluso el caso salió en las noticias al día siguiente. Si Nicolás recordaba bien, esa noche se había fumado más de diez porros y bebido una botella de tequila, y no pudo controlarse porque Tomás no estaba presente.

Las veces que Nicolás y Tomás bebían juntos y fumaban había control, ya que el rubio sabía en qué parte de la fiesta quitarle la hierba, los polvillos, inyecciones y las pastillas a Nicolás. Él sabía cuándo ponerle un alto al pelirrojo y era por eso que Nico nunca se propasaba estando con él, porque ya se conocían y se daban tinte de sus alcances.

—¿Cuántos días llevas castigado? —le preguntó, sentándose a un lado del susodicho.

—Apenas ayer. Estamos a domingo y no me ha tocado con morbo, joder, incluso cuando dormimos no me abraza ¿Sabes cómo me siento? ¡Desplazado! ¡Me siento abandonado!  —gritó el enano.

Tomás levantó las manos en son de paz.

—Pero cálmate, pronto pasarán las dos semanas de castigo y…

—Mañana presento y estoy nervioso. Oliver me ha ayudado a estudiar, pero siempre tengo ganas de tocarlo cuando me explica de nuevo el proceso para resolver las ecuaciones matemáticas, justo hoy por la mañana discutimos. ¡Se ve tan jodidamente caliente cuando me explica el proceso para cambiar el estado de los signos!

—¡Pobre de ti! —Tomás le golpeó en la cabeza, calmándolo.

—¡Sí! Ya nunca volveré a hacer cosas malas, Tomás. A la otra le pensaré dos veces antes de actuar, porque de verdad me siento muy solo y triste.

—¡Sedúcelo! Duerme en poca ropa o báilale sexy…

—Eso sería demasiado, yo ya he hecho lo suficiente, incluso se la agarré cuando le robé un beso, pero él no quiere. Estaba hablando en serio cuando me dijo que estaba castigado —susurró lo último, avergonzado.

Nunca se había comportado como un animal en celo, y no le gustaba. No quería sentirse como una puta ante su esposo, pero ya estaba comportándose así…

—Nicolás —musitó el otro, buscando cómo calmarlo; había visto que el ojiazul estaba entrando en su trance de ansiedad.

—Ya no lo soporto, me siento tan triste…

Tomás prefirió ya no decir nada. De nada serviría darle ideas a su amigo…

 

—Tío Nicolás, tío Nicolás. —Ana corrió hasta su tío, pasando de largo a Tomás.

—Primero tienes que saludar. —Nicolás la reprendió—. Saluda a Tomás —le pidió señalando a su amigo para que la chiquilla pudiera verlo.

—Hola, amigo de mi tío Nicolás. Me llamó Ana y tengo un gato que no quiere comer su lechita, así que necesito que mi tío Nicolás lo atienda, es seguro que tengamos que llevarlo con el veterinario.

—¿No quiere comer su lechita? —Nicolás preguntó poniéndose inmediatamente de pie. Se sacudió los shorts y se puso en cuclillas para ver  directamente a Ana.

—Nop. Ya le ofrecí, incluso lo traté de persuadir bebiendo de su lechita, pero Requetemiau no se mostró nada celoso.

Requetemiau debe estar enfermo —terció el pecoso. Observó a Tomás y cuando vio que éste se ponía de pie pensó más a fondo en lo que deberían de hacer.

—¡Si se muerte Requetemiau yo no sé qué haría, tío Nicolás!  —expuso la niña. Ana se ocultó la cara con las dos manos y se abalanzó hasta tomar como protección la pierna de Nicolás, abrazándola fuerte, más fuerte que cuando abrazaba a sus muñecos de peluche.

—No pasará nada, llamaré a Oliver y entonces iremos al veterinario. Tomás sal de la alberca y vístete, iremos con el veterinario para que revisen al gato.

Las órdenes del enano fueron acatadas. A los cinco minutos Nicolás estaba en su recamara, con el celular puesto en la oreja y viéndose en el espejo. Había llamado a su marido y  era ahora o nunca. Timbró dos veces y de inmediato el pelinegro contestó. Su voz sonó irritada, logrando que Nicolás se sintiera más inseguro.

El primero en entablar una conversación fue Nicolás, hablando con puras tonterías y saludando como era su costumbre:

—Hola ¿qué estás haciendo?

Oliver pensó mucho para responder. ¿Le estaba jodiendo Nico? Se suponía que Nicolás no debía llamarle a menos que fuera algo importante, pero sólo estaba preguntándole cosas estúpidas.

—¿Qué se supone que debería estar haciendo, Nicolás?

—¿Trabajando?

—Oh, que considerado eres, además de adivino —comentó sarcásticamente.

Nicolás se detuvo a pensar. ¿Se había equivocado en llamarle? Daba igual, lo hecho, hecho estaba.

—Yo no quería molestarte, pero lo que pasa es muy importante ¡Es muy importante, Oliver! Requetemiau está enfermo, acabo de revisarlo y no se mueve mucho, puede morir y nadie quiere que muera ¿Me comprendes? —articuló con la voz agitada, como si hubiese corrido una maratón.

Su corazón palpitó dos veces más al esperar la respuesta de su marido, que fue seca:

—¿Entonces quieres ir al veterinario?

—Sí, Ana está muy preocupada y…

—Entonces eso quiere decir que ¿tú también estás interesado en el gato?

Un silenció ocupó espació en la llamada. Nicolás se quedó pensado, idiotizado, luego contestó:

—Claro que sí. Mira Oliver, sé que peleamos en la mañana, pero es un gatito que ha dejado de comer, además te estoy avisando que nadie estará en casa, Olivia salió para verse con una amiga de la infancia y…

—Haz lo que se te venga en gana, Nicolás. Deberías estar haciendo otras cosas y de provecho. Prefieres gastar tu tiempo en llevar a un simple gato a la veterinaria en vez de…

Nicolás no lo dejó proseguir. Ya no quería escucharlo más. Ya no deseaba hablar con él. Estaba ya bajo demasiada presión como para soportarlo.

—¡Ya no te quiero escuchar, Oliver! ¡Me tienes harto con tus castigos! ¿Acaso sabes cómo me siento? ¡Me siento solo y triste! Me siento rechazado y lo sabes, pero bien, me lo merezco. Estoy pensando demasiado las cosas, así que te pido por favor que no  me hagas odiarte todavía más ¿Me entiendes? ¿Y sabes qué? ¡Vete a la puta mierda!

Y así fue como colgó. Después de cortar la línea, Oliver no le devolvió la llamada ni mucho menos, haciendo sentir a Nicolás bastante sensible. En sus días de mujeriego y drogadicto nunca se había sentido como ahora. En estos días se sentía mal, estaba viviendo con demasiados cargos académicos; se la había estado pasando estudiando, haciendo ejercicios físicos y comiendo mucho por la ansiedad que los próximos exámenes le provocaban. ¿Eso era justo? Oliver parecía no entenderlo y Nicolás no deseaba esperarlo más.

Su matrimonio estaba decayendo lentamente y no sabía por qué, no podía entenderlo, no quería intentar hacerlo.

—No debiste haberlo llamado —Tomás le dijo pocos segundos después de escuchar a su amigo hablar. Estaban contándose el nuevo chisme y los dos no podían creerlo. El matrimonio de Nicolás estaba volviéndose aburrido y sin gracia ¿Era normal que Nico sintiera que todo el mundo estaba contra  él? ¿Nicolás era aburrido y poco atractivo? ¿Acaso Oliver ya no lo quería? Nicolás se sentía así de fatal.

—Sí, eso me pasa por imbécil —balbuceó el de mirada azulada.

Ana se recargó en la puerta de la cocina; sin querer había escuchado la conversación. Poco después se fueron en el auto de Tomás. Éste llevó su camioneta y se ofreció a llevarlos con el veterinario de su familia, persona que ocupaban cuando Zofía (su mascota muerta) se enfermaba o daba a luz.

—¿Mi tío Oliver está enojado contigo, tío Nicolás? —Ana agarró la mano del pelirrojo para no perderse.

—Tu tío Oliver es un tonto, Ana —añadió el crío.

Ana sonrió de lado, insatisfecha.

—No le digas eso a la niña —Tomás interfirió azotando  su mano en la cabeza de Nicolás.

El golpe resonó en el pasillo, logrando que todos los ahí presentes escucharan.

—No te preocupes, amigo de mi tío Nicolás. Mi tío Oliver puede ser muy grosero e insoportable, es por eso  que debes ignorarlo, tío Nicolás —ideó la pequeña.

—Sí, sí, la ley del hielo. —Tomás se unió al plan maléfico.

—¿Debería hacerlo? —Noah interrogó pensando en voz alta.

Ana observó a Tomás, luego  los dos abrieron la boca, gritando al mismo tiempo:

—¡Sí!

Nicolás se ocultó los oídos, sonrió y asentó con la cabeza, diciendo que sí. Estaba de acuerdo con hacerle la ley del hielo a su esposo y eso lo excitaba. Lo excitaba demasiado.  

A las pocas horas después, pudieron saber sobre Requetemiau. El pequeño gato estaba sufriendo cólicos y era por eso que no comía nada, sin embargo le recetaron que le dieran de comer con un gotero y que lo cuidaran del frío. Ana prometió cuidar bien del pequeño minino al igual que los otros dos, incluso  Ana tuvo una idea y obligó a su tío Nico y a Tomás a que la acompañaran para comprar una cama de animales, así como también mantas y un montón de tela de colores para que la pequeña Batsheva le hiciera elegantes trajes a Requetemiau.

Con las 7 pm, Tomás decidió irse a casa, pero antes dejó a los dos familiares en casa. Noah entró directamente por su material de estudio, bajó las escaleras y  le pidió la cena a la encargada del servicio. Esa noche se sentó en la mesa para comenzar a cenar  espagueti a la boloñesa, pues curiosamente recordó que habían pasado muchos años que no comía un platillo similar.

Abrió su libro de matemáticas y literatura al mismo tiempo, comenzando a hojear primero el de literatura. Mañana le tocaba presentar esas dos materias y de pura suerte en su escuela no le obligaban a llevar portafolios para poder presentar, ya que para hacer lo dicho sólo se necesitaba pagar la oportunidad y estudiar para el examen. El pase era con 70, pero Nicolás soñaba con pasar el 88.  

 

Repasó el proceso para hacer un ensayo, después unas cuantas definiciones, hasta cerrarlo. Ya era mucho estudio sobre literatura, ahora se centraría en lo más importante: las matemáticas. Llevó uno de sus dedos al primer párrafo del libro, lo leyó dos veces y comprendió. Pudo saber lo necesario, algunas definiciones para mejor entendimiento del tema, y fue así que continuó con reflexionar sobre el acomodo de las ecuaciones. Repasó las fórmulas varias veces con los ojos cerrados mientras masticaba la pasta y la carne, hasta que pudo escuchar que alguien se había sentado en la mesa del comedor. Sin abrir los ojos pudo notar que era Oliver. Bien, sólo compartirían la mesa. Genial. Eso era bastante genial y más cuando Nicolás no lo quería ver ni en pintura. Diciéndose mentalmente las fórmulas, Nicolás abrió los ojos y los situó en el libro.

Lo único bueno era  que Ana había llegado al igual que Olivia. Ahora la mesa estaba casi llena o eso parecía. Nicolás estaba frente a Oliver, mientras que Ana estaba frente a su madre. Por un instante nadie dijo nada hasta que Olivia comenzó a contar sobre la infinidad de cosas que había platicado con su amiga.

—¿Entonces es la que siempre me cayó mal? —Oliver se unió al alboroto de su melliza.

—Sí, es la que siempre anduvo tras tus huesitos, bollito de esperma —musitó la tetona.

Nicolás entrecerró los ojos. ¿Debía interesarle? No quería estar interesado, pero era inevitable no estarlo cuando una zorra estaba muy cerca de Oliver. Con todo y sus celos, Nicolás siguió leyendo su guía de estudio. Sacó su libreta y comenzó a escribir en orden todo lo que había aprendido en todas sus semanas estudiando.

—¿Mañana presentas, a que sí cuñis? —Nicolás levantó la vista, dándose cuenta que ahora todos lo miraban. Sí, le habían preguntado a él, ¿a quién más? Joder.

—Sí —por fin habló el muchacho.

Oliver se agitó por un momento, pero después se estabilizó. Rodó los ojos para mirar su plato, pero volvió su vista hasta el chiquillo.

—¿Qué presentas? —Olivia insistió en sacarle plática.

—Matemáticas  y literatura

—Oh, las contrarias, ¿necesitas ayuda? En mis tiempos de estudiante fui asesora en literatura y hasta ahora no he perdido la práctica

—Me lo hubieras dicho antes, Olivia —agarrándose el pecho con la mano, Nicolás espetó agitado.

Oliver buscó su mirada y al encontrarla pudo notar que su enano tenía los ojos rojos. De seguro tenía ya mucho sueño, inclusive podía asegurarlo cuando lo vio tallarse los ojos con los puños.

—¿Entonces te ayudo? —yendo hacía él, le preguntó.

 

 

Nicolás al verla cerca, abrió su libro y apuntó las partes que no comprendía. Para su buena suerte, Olivia pudo explicarle bien y fue como aprendió lo que no había entendido en dos semanas. Le agradeció y se fue directo a  la habitación para dejar sus cosas y buscar un  pijama para ir a dormir. Poco después se fue a bañar.

 

Al salir de la ducha, agarró su mochila y comenzó a llenarla con lo más necesario. Su libro de literatura, sus apuntes, la calculadora, dos lápices, dos borradores y dos sacapuntas. La alistó y comenzó a estudiar en el sofá que había ahí. Repasó varias veces hasta detenerse levemente cuando escuchó que Oliver había entrado al cuarto. Fingió que estaba leyendo y espero algo más, pero al no escuchar a Oliver hablar, se rindió.

 

Yael estaba molesto con él y no le perdonaría eso de la noche a la mañana, no obstante, Nico también estaba enojado, así que no tenía por qué hacerse el dañado. Que Oliver se jodiera, lo pensó poco después de tomar su mochila e irse de la habitación sin Dominik. Oliver lo siguió con la mirada al verlo alejarse, pero no lo detuvo; no era momento para pedir disculpas.

 

Después de 15 minutos esperándolo, Yael se dio cuenta que Nicolás ya no volvería. ¿Era lógico no? Era obvio que no tendrían sexo, que no lo abrazaría mientras durmiera. Su Nicolás estaba molesto y él también, así que lo dejó pasar. Decidió no esperarlo más y se acostó a dormir. 

 

A la mañana siguiente, Oliver ya no estaba en casa, Nicolás lo notó cuando se fue solo a la escuela. Repasó mentalmente todo lo necesario y al fue así que estuvo en la puerta del salón de clases. Respiró profundo y se metió. Al llegar a su pupitre para comenzar a contestar su examen de matemáticas, abrió su mochila y sacó todo lo necesario, encontrándose un objeto nuevo. En su mano derecha sostenía un lapicero del número 7, color negro y elegante. En el costado del objeto se leía “Nicolás” y  en el tapón venía una pequeñísima nota enrollada que decía:

“Contestar un examen con lapicero es más limpio que con un lápiz del número 2 1/2. Te amo mi amor, éxito en tus exámenes. Con amor: Oliver Yael Wolff Rudel”  

¿Qué debía sentir Nicolás? Éste sólo pudo sentir amor…

Notas finales:

¿Qué les pareció? MUy mono ¿no?xD

Comenten y por fa, confíen :)

Mañana subo el otro cap


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