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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Notas del capitulo:

QUIERO PEDIR DISCULPAS. LO QUE PASA ES QUE BUENO... NO TENGO JUSTIFICACIÓN. TENGO HASTA EL CAP 36, ASÍ QUE ESTARÉ SUBIENDO DIARIO. TENGO LOS PRIMEROS 16 CAPS ARREGLADOS n_n Así que bueno, a leer.

Capítulo 33

 

“Siempre peleados, siempre buscando una reconciliación”

 

Por la noche, Oliver no pudo dormir. Habían cursado apenas dos horas desde esa maldita apuesta, y Oliver ya quería que terminara. No había sido correcto decirle a Ana que sólo podía ser besada hasta el momento de su matrimonio, no debió traumarla de esa forma; ahora la pequeña estaba teniendo un mal momento y también estaba seguro que diariamente Nicolás la apoyaría en todo. 

Pensante, Yael  se volvió hasta Nicolás. Estaban acostados, el pequeño durmiendo, y totalmente separados uno de otro. Nico le daba la espalda, acurrucado con Dominik. Buscando acercarse, Oliver levantó la mano, enredando sus dedos en el hombro del pecoso, lentamente, cuidando de no despertarlo, sin embargo Noah se despertó inmediatamente.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —soñoliento le preguntó.

Oliver se aclaró la garganta, luego respondió:

—No nos podemos besar, pero sí abrazar mientras vayamos a dormir. —Defendió las reglas, abrazando a Nicolás por completo  y respirando el delicioso aroma que manaba de entre sus cabellos pelirrojos.

—Pero estás erecto, Oliver. ¡Estás bien jodidamente duro y es mejor estar alejados!  —le espetó sentándose al mismo tiempo en la cama.

Oliver achinó los ojos, confundido. No se suponía que Nico descubriría su erección, pero sí lo hizo y era absolutamente vergonzoso. A duras penas, Oliver quiso comentar algo, pero el chiquillo lo interrumpió:

—Además me duele mucho el cuerpo, me duele mucho el estómago y sólo quiero dormir ¿Me entiendes? No quiero perder, así que no me tientes —añadió brutalmente cansado.

Su esposo lo hizo recostarse, lo cubrió, y se fue directamente al baño para así masturbarse y poder apartar el dolor de su entre pierna. Poco después de un regaderazo, encontró a Nicolás destapado y con las pocas ropas salvajemente alborotadas. ¿En qué momento Nico se había quedado en bóxer y sin camisa? Yael no lo podía siquiera saber, pero lo hecho, hecho estaba.

Apresurándose, lo cubrió para no verlo de ese modo, se acostó en su ahora lugar de la cama y durmió pocas horas.

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

 

Ya despierto, Nico se rascó la axila. Tenía demasiada comezón y ahora estaba totalmente rojo y rasguñado. Detectó a Oliver y le dio un golpe en el brazo para levantarlo. 

—Estás tarde, Oliver —pronunció el enano, mirando fijamente el reloj de su celular —. Son las 10 am —dijo, saliendo de la cama inmediatamente, antes de que Oliver se desquitara con él. Buscó unos pantalones de mezclilla y una camiseta para cambiarse, luego emprendió paso a peinarse el poco cabello que tenía.

Ante el aviso, Yael abrió un ojo. Rodó esa furiosa orbe agrisada y la situó en la pantalla del móvil de Nicolás, aprovechando que éste se la había puesto frente a la cara. Al ver que ahora eran las diez de la mañana con un minuto, se incorporó. Se agarró el rostro con ambas manos y absolutamente cabreado, miró al ojiazul.

Nicolás sonrió de lado, rascándose la cabeza,  atareado.

—¿Por qué no me levantaste antes? —gritó exasperado. Los pulmones se le desinflaron y el corazón se le detuvo en ese preciso instante.

—Yo también me acabo de levantar, pero yo ya no tengo escuela y fue por eso que me levanté tarde. —Se excusó.

Oliver pocas veces se levantaba tarde y no le importaba demasiado cuando los días eran normales, pero en este caso el día era especial. El día de hoy tenía que firmar un contrato, además de hacer la junta del mes y eso… eso lo hizo gritar como un loco en esos momentos.

—¿Por qué no te levantaste antes? ¡Llegaré tarde al trabajo y… y! ¡El contrató! ¡La junta ya pasó, y el maldito contrato es en 30 minutos!

—Todavía tienes tiempo, no te preocupes.  —Trató de calmarlo.

—¡Ese contrato es importante, Nicolás! ¡Es muy importante para la empresa y me quedé dormido! ¡No me levantaste y nadie más lo hizo!

—Te acabo de levantar, Oliver… aprovecha que tienes —se asomó en su celular para ver la hora —. 25 minutos para llegar —arguyó con tono entusiasta.

Oliver corrió hasta el closet, sacó las ropas que se pondría y se metió al baño con rapidez. Lo único que Nicolás pudo observar fue a Oliver corriendo por todo el cuarto, buscando sus pertenencias y nervioso. Oliver estaba nervioso y eso era pésimo.

Sintiéndose culpable, Nicolás sacó una toalla limpia y fue hasta el baño para dejársela ahí; su apresurado esposo había olvidado llevarla consigo y se enojaría más si una toalla no estaba ahí para secarle el cuerpo inmediatamente después de estar limpio. Tranquilamente, buscó el reloj que le había regalado, lo sacó y lo puso sobre la cama para que Oliver se lo pusiera hoy.  Dejó  también sobre la cama el cepillo para que se peinara y bajó inmediatamente para prepararle un café. Vertió el líquido en un termo especializado y sacó una barrita integral de fresa, de la alacena.  El desayuno de Oliver ya estaba listo, sacó una manzana del refrigerador, la lavó y la puso en una bolsa compacta.

Quiso subir las escaleras, pero notó que Oliver ya estaba bajando apresuradamente. Lo siguió hasta la camioneta y se metió junto a él. Se sentó en el lado del copiloto y le abrió la barrita integral. Oliver pisó el acelerador y se marchó sin preocuparse siquiera que Nico estuviera viajando con él.

—Faltan 12 minutos —le avisó el pequeño. Puso la barrita de fresa frente a los labios de Oliver y al percibir que éste la mordió, se la apartó.

—¿Por qué estás aquí? —preguntó el pelinegro, con la boca llena y  asegurándose de detenerse en un rojo.

—Tengo que asegurarme que llegues bien al trabajo, además me pasaré a comprar un buen regalo para Tomás. ¿Sabes que mañana cumple años, verdad?

Oliver hizo señal de recuerdo.

—Lo sé ¿Qué piensas regalarle?

—No lo sé, quizá un instrumento musical. A él le gusta coleccionar violines ¿Sabías?

—¿Le piensas comprar un violín? Eso cuesta muy caro ¿No?

—Es mi mejor amigo, además creo que sí lo completo. —Levantó la cabeza para poder contar mentalmente la cantidad de dinero que había guardado en su cartera.

—¿Quieres que  vayamos juntos a comprarlo? —Le propuso.

Los ojos de Nicolás se abrieron en grande.

—¿De verdad? —Pestañó dos veces y se enfocó en mirar a su esposo conducir. Se miraba tan sensual comiendo y manejando al mismo tiempo, así como todas las mañanas después de levantarse y algunas noches cuando se desvelaba.  

—Aja. Firmo el contrato y me tardaré sólo 40  minutos más. Puedes quedarte en mi oficina para esperar y luego te recogería. —Llevó los ojos hasta el pequeño y prosiguió en su maniobra de manejo. 

—Muy bien, entonces te esperaré —asumió, llevando esta vez la manzana a la  boca de Oliver. Éste la mordió y masticó, acabándose la mitad de un mordisco.

Nicolás aprovechó para morder la fruta también, luego se alimentaría bien junto a su esposo. Nicolás verificó la hora, diciéndole al otro que faltaban 7 minutos. Pero el tiempo estaba de la mano en los dos, ya que ahora permanecían justo afuera de la empresa. Oliver bebió del café que Nicolás previamente le preparó, mordió de nuevo la barrita de fresa y se bajó de la troca. Fue hasta Nicolás y juntos se fueron hasta su oficina.

Al llegar al piso indicado, las secretarias rodearon al jefe, acosándolo por el poco tiempo que faltaba para que el contrato fuera firmado. Por suerte, el cliente no estaba presente todavía y eso quería decir que habían llegado justo a tiempo. La señorita que atendía personalmente las citas de Yael, le medio reclamó por la impuntualidad, sin embargo Oliver la reprendió, dejándole claro que el jefe era él y que nadie debía decirle qué hacer.

Oliver aplazó la reunión laboral del mes para el viernes. Ajustó los papeles que firmaría el nuevo cliente y llevó al enano hasta su oficina.  Le dio un libro para que lo leyera y se fue inmediatamente hasta la sala central para esperar a que el contrato se firmara.

La gran oficina del mayor quedó a merced de Nicolás. Éste se movió de un lado a otro, intentando quitarse lo aburrido, pero entre más  caminaba en círculos, más se cansaba. Desesperado, abrió la puerta del lugar, buscando salirse inmediatamente de ahí. A Noah no le gustaba estar aburrido, incluso era por eso que se salía de clases y no hacía tareas. Al cruzar el pasillo principal, Nico se detuvo frente a la máquina de  comida dispensadora. Sacó dinero de su bolsillo trasero y pensó mucho en lo que se comería después. Estaba indeciso; quería galletas, gomitas y una bolsa gigante de papitas.

Rodó los ojos, y fue entonces que se decidió por unas galletas. Oprimió la tecla indicada y todo fue un fracaso cuando sus galletas nunca salieron. La máquina dispensadora lo había estafado y eso significaba guerra; nadie desafiaba a Nicolás de esa manera. Indignado, golpeó el vidrio del aparato, rogando por justicia y también para que ahora dos paquetes de galletas salieran, uno como recompensa por haber tenido un rato desagradable. No obstante, la máquina siguió igual, desesperando más al pelirrojo. Nicolás arrugó la nariz y golpeó esta vez el costado de la enorme máquina roba dinero. Le dio una patada y al no ver respuesta, respiró profundo para tranquilizarse.

Cerró los ojos y entonces cambió de planes. Acarició un costado de la máquina y  con mucha tranquilidad, le dijo:

—Sólo son mis galletas. He pagado por ellas y no quiero golpearte de nuevo ¿Me las darás, chiquita?

Como esperaba, la máquina no contestó, pero pareció burlarse en su cara.

—¡Maldita máquina dispensadora! —gritó inquieto. Las secretarias que estaban cerca, miraron la escena, riéndose en silencio de la bronca que Nico estaba armándole a la enorme máquina de alimentos —. ¡Que te den! —Golpeó una vez más con su puño cerrado el costado de ésta, y como milagro sus galletas cayeron hasta la boca del gran robot come dinero, demostrándole a Nicolás que no había imposibles.

Nicolás agarró su paquete de galletas y sonrió triunfante. Abrió el paquete de galletas y se comió una al instante, yéndose nuevamente hasta la oficina de Oliver. Dio dos pasos, sonriente, sin embargo desconoció el camino. Desvió los ojos para hacer global la vista del lugar. ¿Dónde demonios estaba? Se suponía que tenía que aprenderse el camino, pero por la estúpida máquina dispensadora las cosas no fueron de ese modo. Ahora Nicolás estaba perdido y con un paquete de galletas Chokis en las manos.

Se dio la media vuelta y regresó hasta donde la máquina se encontraba. Indiscutiblemente necesitaba regresar al lugar de los hechos, porque pensaba que si se situaba en ese lugar tan importante y que lo hizo perder tiempo de su valiosa vida, entonces podría recordar el camino que daba directo a la oficina de su esposo. Comió la segunda galleta con mucho nerviosismo, estudió el lugar y se quedó ahí, haciendo memoria. Al comer la tercer galleta, pudo escuchar algo interesante. Dos mujeres que estaban a unos pasos de él se encontraban hablando de Oliver.

Haciéndose el sordo, Nicolás las miró de re ojo, escuchando a la vez la plática.

—¿Conoces a la esposa de Oliver? —preguntó la más delgada.

La mujer robusta sonrió, negándose con la cabeza. Nicolás alzó la ceja ¿Todos decían el nombre de su esposo tan a la ligera? Eso no se escucha para nada bien…

—No, pero supongo que es hermosa. Él no se fija en cualquiera —dijo muy segura.

—¿Será Laura?  —Curioseó la otra.

—¿Laura?

—Sí, la que lo visita siempre. —Levantó las manos, dibujando con éstas la silueta sensual de aquella dama  para  que la presente recordara a la ya mencionada.

—No lo sé…pero si es ella no me sorprendería. Siempre están juntos y…

—Una vez vi que salió de su oficina ajustándose la falda, se miraba acalorada —mordiéndose la uña, le espetó.

—Sí, como Maribel ¿Cierto?

—De hecho Maribel siempre lo visitaba y salía exhausta —añadió.

—¿Qué tanto les hará?   

Las dos mujeres se miraron entre sí, imaginando la escena más sucia de toda la historia sexual de un jefe con una invitada.

—Sólo hay una forma de saberlo y ¿Sabes cuál es, cierto? —Apegó su dedo índice a los labios, pidiendo privacidad y más silencio.

—¿Lo piensas seducir?  —preguntó la otra mujer, asomándose en el atrevido escote que su compañera de trabajo lucía ese día.

—He tratado, pero nunca me mira —aseguró arrugando la frente.

Nicolás soltó un quejido desafiante. No podía creerse que todas quisieran seducir a su marido, pero lo que más le enojaba era el hecho de haber escuchado acerca de Maribel y Laura. No conocía a ninguna de las dos y al parecer eran peligrosas. Lo único que Noah no quería era perder a Oliver por alguna lagartona, pero al parecer había posibilidades de que eso ocurriera.  

—¿Entonces?  —insistió la más cachetona.

—Pues sólo nos queda espiarlo mientras alguna de ellas lo visite.

—¿Quién hace eso? Puedes perder el trabajo ¿Lo sabías, no? —moviendo la cabeza de un lado a otro, siguió pidiéndole explicaciones.

—Él no se dará cuenta —musitó con chulería la mujer pervertida, chupándose la yema del dedo como mero acto natural.

—¿Y si sí se da cuenta?

—No lo creo. O bien podríamos preguntarle a su esposa, ya sabes… enterarnos primero de  quién es y luego…

—Pero hay algo que no te he dicho —susurró la otra mujer, acortando el espacio para poder decir aquel secreto —. Por ahí hay un rumor que habla sobre el verdadero sexo de la “esposa” de Rudel.

—¿Sexo? —su acompañante preguntó confundida.

—Dicen que Rudel no está casado con una mujer. Dicen que Oliver está casado con un hombre. —Pronunció lo último con más énfasis.

—¿De verdad? Pero… ¿Quién te dijo?

—Julieta la encargada del grupo francés lo dijo, pero no es seguro, pero si enlazamos los datos, entonces esa sería una justificación para que Oliver se la pasara fallándose a Laura y a Maribel. Quizá fue obligado a casarse y a lo mejor hace todo esto a escondidas

—¿Entonces el gran Rudel es gay? —sin creérsela todavía, le preguntó a su compadre la chismosa.

—Yo diría que bisexual, pero no me importa. Es demasiado sexy como para discriminarlo. Gay o no, igual le pediría que me hiciera el amor. 

—Yo igual —murmuró la sobrante, volteando hacía Nicolás.

Ambas mujeres por fin se dieron cuenta de que ese chiquillo estaba observándolas con cuidado. Nicolás sonrió de lado, molesto. Se comió su última galleta y comenzó a caminar. No supo por dónde iba ni a dónde se dirigía, pero no se detuvo; había escuchado suficiente como para ponerse a llorar en su habitación.

Estaba seguro que esa noche no dormiría bien, ya que esas estúpidas mujeres lo hicieron imaginarse hasta lo peor. Era verdad que Noah no tenía pruebas que avalaran las infidelidades de Oliver, pero era imposible quedarse tranquilo cuando mucha gente decía que Oliver Yael Wolff Rudel era un cabronazo sexy y muy perverso. La mayoría de las trabajadoras se lo querían tirar y aunque Nicolás confiaba en Yael, algo lo hacía dudar.

La primera vez que Nicolás conoció a Oliver, pudo darse cuenta que muchas mujeres lo perseguían, incluso notaba que le coqueteaban sin importar  que él estuviera presente en todo momento. Noah recordó aquella vez que compraron sus trajes de matrimonio, cuando la trabajadora comenzó a coquetear con su esposo y cuando éste no le decía nada para apartársela, sólo hasta el final fue cuando le dijo que era su prometido…¿Pero eso era suficiente evidencia?

En todo momento Oliver lo presentaba como su esposo y no se avergonzaba de estar casado con él. Pero ¿Por qué ahora sentía que la sangre no corría por sus venas?

—Te he buscado por todas partes ¿Dónde estabas? —Oliver apareció frente a él. Lo agarró de los hombros, tranquilizándose a sí mismo.

—En la máquina dispensadora —terció el chiquillo, alejándose un poco de Oliver.

—Pensé que te habías ido —comentó el mayor, acariciándole la mejilla derecha —. ¿Nos vamos?

Nico asentó con la cabeza muy lentamente, diciendo que sí. Oliver lo tomó del brazo y salieron juntos de la empresa.

*

Durante el camino en automóvil Oliver le contó a Nicolás que el contrato estaba firmado y que todo iba en orden, que estaba feliz y que lo llevaría a cenar para festejar lo que ese día se había logrado ejecutar. Nico no dijo mucho, sólo lo felicitó y evitó el contacto visual con él, guardándose los lamentos.

Cuando bajaron y comenzaron a caminar por la gran tienda de instrumentos musicales, Nicolás recordó que justo días previos Oliver le pidió vestirse de mujer. ¿Eso significaba algo? ¿A Oliver le gustaban tanto las mujeres que por eso le pidió vestirse de una? Nunca se profundizó en ese tema, pero ahora estaba haciéndolo sin consideración.

—Oliver —susurró Nicolás, deteniéndose en medio del camino.

El gigante se volteó para verlo, frunció ambas cejas y caminó hasta él, preguntándole:

—¿Qué pasa?

Antes de hablar, Noah respiró profundo, regalándole mucho oxígeno a sus pulmones. Había de dos: si se quedaba callado entonces  no podría dormir  y si decía las cosas literalmente, entonces tampoco tendría un buen día y era seguro que pelearían de nuevo. No quería discutir, pero si estar peleados era necesario para reforzar su relación, entonces pelearía siempre con Oliver.

—¿Por qué no vamos tomados de las manos?  —con una fuerza sobrenatural, logró preguntarle Nicolás.

—Pensé que no…

—¿Te avergüenzo?  —Lo interrumpió, dejándolo helado.

Oliver dio un paso más, observando bien al enano. Se acarició la barbilla y pensó en qué contestar para no arruinar la salida. Cuando encontró las palabras exactas y necesarias, habló:

—No, no me avergüenzas. Es sólo que pensé que era siempre muy empalagoso contigo —le comentó, viéndolo fijamente a los ojos.

—Puedes decirme lo que pase, ¿lo sabes, verdad?  —Nico se lo recordó.

Oliver ladeó la cabeza, confuso.

—Tú también puedes decirme lo que pasa, Nicolás. Ahora dime ¿Qué es lo que pasa?

—La relación de dos hombres no está bien vista. Si ahora nos tomamos de las manos, entonces hablarán de nosotros. ¿Estarías bien con eso? —volvió a interrogarlo, buscando no confundir a su esposo ni a sí mismo.

—Lo que la gente diga o haga no me interesa. Tengo mejores cosas que hacer como para preocuparme de si nos ofenden o  no —explayó, remojándose el labio inferior y pensando en si esa plática estaba afectándolos.

—¿Puedes decirme qué significan Maribel y Laura en tu vida? —sin todavía encogerse lo suficiente de hombros como para verse débil, volvió a cuestionarlo con todas las dudas que vagaban en su pequeña cabeza perdida.

—¿Por qué? —Buscando también una explicación primaria, arremetió Oliver.

—¿No puedes? —murmuró muy a penas.

Yael lo escuchó a la perfección, luego respondió:

—Puedo.

—Entonces dímelo, porque estoy a un paso de ir directo a casa y empacar mis cosas.

El rostro del Oliver se paralizó. Estaba totalmente loco si pensó que esa plática sería sólo como un pastel  con la mitad del betún,  ahora podía ver la gravedad de la situación. Nicolás no estaba jugando y cuando eso sucedía, entonces se debía ser cuidadoso con cada palabra o acción que pensaba efectuarse.

—¿Conoces la confianza? —le preguntó, queriendo recordarle a Nicolás que la confianza era primero.

—Sí, y la tengo, pero hay cosas que no me cuadran —habló con seriedad, viendo cómo Oliver buscaba tener más cercanía —. No te acerques —le rogó, dando dos pasos hacia atrás —. ¿Puedes contarme sobre ellas?

Una sonrisa quebrada se le salió a Oliver. Aunque siempre le recordara a Nicolás que lo quería sólo a él, éste siempre acababa dudando y no lo culpaba. Nicolás apenas tenía 16 años y era muy susceptible. 

—No son nada importante y no tienes que saber nada de ellas. Te hablé de Laura hace poco y sólo puedo decirte lo mismo —le expuso con calma.

 Nicolás se metió las manos a los bolsillos, encogiéndose de hombros; al final de cuentas nada resultó como esperó.

—Bien —añadió, pasándolo de largo.

Yael lo siguió con la mirada, tomando el mismo paso lento que él. Durante las compras, Nicolás no dijo nada más y se la pasó quemando el tiempo pensando en el regalo de Tomás. Oliver no tomó su mano, dejándolo tranquilo, pero de igual modo no podía evitar acercarse a él y  acariciarle la cabeza de vez en cuando, cuidando de no ser apartado.

Nico logró adquirir un hermoso violín Veracini, color marrón, equipado y perfecto para Tomás, o al menos eso creía Nico.  La paga no fue el problema, Oliver lo pagó sin rechistar. Con el regalo en las manos, fueron hasta la Audi. Oliver encendió el motor, rodando los ojos para mirar al pecoso. No pudo mirar mucho pues éste se encontraba viendo fijamente la ventana y no precisamente para ver el paisaje, sino para no verlo a él. Oliver lo sabía… podía decir abiertamente que Noah deseaba evitarlo hasta con la mirada.

—Mañana vamos a ir a la cena de un colega de trabajo —anunció el piloto.

Nicolás volteó a verlo y se negó.

—Mañana estaré ocupado todo el día. La fiesta de Tomás será muy noche, pero  quiero decorar su casa y llevar lo necesario.

—Es a las 4 en punto y no sé a qué hora se acabará —prosiguió Yael, dando vuelta a la izquierda.

Nico estaba ya bastante tocado como para soportar más tonterías. Oliver tenía que respetar que Tomás cumplía años, y por tanto, Nicolás estaría doblemente ocupado.  

—La fiesta de Tomás es a las 8 de la noche. No puedo cumplir contigo. Le prometí a mi amigo que tendría todo el día para él.

—Necesito que vayas —Oliver le insistió, tratando de hacer su declaración el punto final.

—¿Para qué? Todos irán con sus hijos, esposas y familiares, ¿es por eso? —renegó el pelirrojo.

Oliver lo miró con el rabillo del ojo, contestando:

—En efecto.

—Pues no soy mujer como para que me presentes como tu “esposa”, o qué, ¿Piensas presentarme como tu hermano? ¿Sobrino? ¿Hijo?  —bromeó, siendo incapaz de burlarse de su propio chiste.

—Sólo como lo que eres.

—No sería bueno. Las personas ya no te verán igual, tus amigos ya no te querrán cerca. Se asustarán y pensarán que algún día no muy lejano los querrás seducir ¿No lo habías pensado? —Lo enfrentó.

Yael acarició el volante, lo aplanó con fuerzas, luego dijo:

—Ellos ya saben de mi estado civil y también que mi “esposa” es un hombre —alzó la voz, molesto. Estaba ya bastante indignado por los berrinches de Noah como para soportarlo más. Estos últimos días su pequeño esposo se la había pasado llorando, enojándose, riéndose de la nada. Era momento de poner los platos sobre la mesa y repartir los alimentos, y sí, Oliver se encargaría de dejar todo bajo control, como siempre —. ¿Por qué estás tratándome así, Nicolás?

Nicolás se cubrió el rostro con ambas manos, protegiéndose de ser visto. De la nada había comenzado a llorar en silencio de nuevo y era tan deprimente para él que Oliver se desesperara tan rápido. Nicolás sabía que no era fácil convivir con gente como él, pero era más difícil cuando las consecuencias eran aterradoras.

Ya muy sensible, Nicolás prefirió ser claro con lo que decía. Respiró hondo y se descubrió el rostro, apartándose las pocas lágrimas que le quedaban. Oliver jadeó al verlo así. Al parecer le estaba dañando mucho dejar las drogas de un día para otro, pues actualmente se la pasaba deprimido y menos fuerte.

—Escuché que tus trabajadoras hablaban de… de mí como si yo fuera mujer. Ellas dijeron que Maribel era una mujer que disfrutabas sexualmente. Añadieron a Laura también. Luego hablaron de mí,  que yo ciertamente era un hombre y dijeron tantas cosas que jamás se me habían cruzado por la cabeza. Eres hombre, Oliver. Yo también lo soy, ¿No deseabas casarte con una mujer? Digo, ese es el deseo de todo hombre, incluso el mío antes de conocerte.

—Mi relación con Maribel siempre fue sexual. Es cierto que me hacía trabajos sexuales en la oficina, pero cuando tu padre me otorgó el permiso para casarme contigo, entonces detuve todo tipo de encuentros con ella. Maribel es pasado ahora, y nunca fue importante. Laura es una amiga, no he tenido ningún encuentro sexual con ella; es lesbiana. Me ha presentado a sus novias y es cercana desde que  comencé a levantar la empresa. No hay más mujeres, sólo un hombre, y ese eres tú.  

—¿Sólo yo?  —preguntó con ingenuidad, dibujando al mismo tiempo una sonrisa tierna sobre los labios.

—¿No es demasiado obvio?  —Pisó el acelerador, vigilando el ahora feliz rostro de Nicolás.

¿Por qué costaba tanto trabajo volver a tener felicidad? ¿Tanto costaba una sonrisa de ese mocoso? No importaba cuánto costara ni cuánto tardara, Oliver siempre dedicaría todo su tiempo para verlo feliz.

—Lo es  —murmuró el pecoso, viendo a Oliver conducir.

—¿Entonces? ¿No empacarás tus cosas?  ¿Te quedarás en casa?   —Estacionando el coche, lo llenó de preguntas.

—Me quedaré, pero si quieres puedes decirme que me vaya, lo haré si…

Su corazón se detuvo cuando Oliver lo besó en los labios, repasando su gloriosa lengua por el labio inferior y pidiendo entrar con salvajismo.

—¡Me besaste, Oliver! ¡Se suponía que no debíamos  besarnos!

—Ups, lo olvidé  —Se rió, besándolo de nuevo.

Nicolás le correspondió el beso, buscando más profundidad. Yael movió el asiento y atrajo consigo al pequeño, subiéndolo en su regazo. Nicolás se sentó en sus piernas,  de frente, sosteniéndose de tal forma con su pecho acelerado.

—¡Lo hiciste a propósito! Ya nada es divertido ahora —dijo, despegándose de los labios del  pecador.

Oliver le acarició  ambas  mejillas con  los pulgares, frotándolo varias veces.

—¿Entonces me acompañarás? —Con su gran tono agradable, Oliver le siguió insistiendo con lo mismo.

—No toda la noche. Además no tengo nada para ponerme —articuló el pequeño, buscando una excusa.

—Iremos a comprarte ropa por la mañana y referente al tiempo, no estoy seguro de a qué hora termine.

—¡Tomás es importante, Oliver! No puedo faltar a su fiesta de cumpleaños —Se alucinó, acercándose más a su marido, queriendo convencerlo.

—Tienes que cumplir conmigo y lo sabes. Además tú ni siquiera me invitaste a la fiesta de Tomás.

—¿Qué puedes hacer en una fiesta como la que haremos? Además te aburrirías.

—No irás —Oliver concluyó la discusión en compañía de su neutral y chulo rostro.

Nicolás parpadeó más de cinco veces, irritado.

—¡Oliver! ¿Por favor?  —Quiso otra oportunidad.

—Iremos a la fiesta de mi colega  y ya veremos si te dejo ir —sonriendo entre dientes, comentó Oliver. Nicolás se cruzó de brazos, pero dijo que sí.

 

Después de ese horrendo encuentro con las máquinas dispensadoras y por consecuente escuchar a las chismosas de las secretarias, Nicolás al fin de cuentas tuvo un buen día. Ahora en lo único que podía pensar era en cómo se comportaría frente a los colegas de Oliver. Esperaba no tartamudear frente a ellos ni decir  algo grave, y que después su esposo lo dejara ir a la fiesta de Tomás. 

Notas finales:

No se olviden de dejar su amor, las amo y perdón :) 

 


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