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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Notas del capitulo:

Mil disculpas. Estaba editando la historia, agregandole las tildes y todo ese pedo... Creo que aquí ya la edité hasta el cap 19 o 20... 

:O

GRACIAS POR SUS VIEWS, GRACIAS POR SEGUIR LEYENDO. QUIERO DECIR QUE ESTOY YA CON MÁS CALMA Y QUE BUENO... HOY ES VIERNES, BUENO SÁBADO... MÁS TARDE, SUBO EL OTRO CAP Y EL DOMINGO TAMBIÉN. Y YA LA OTRA SEMANA ESPERO QUE SEA REGULAR. 

Capítulo 34

“¿Cuántas veces se puede volver a enamorar de la misma persona?”

 

“Es posible que llegue tarde a tu fiesta, pero llegaré, te lo prometo”

Mandó Nicolás después de meterse a bañar y a escondidas de Oliver. No debía esconderse, pero se sentía como en las películas misteriosas. Segundos después salió su esposo de la regadera, levantó un legajo que parecía del trabajo y comenzó a checar. Nicolás se le quedó viendo, perdiéndose en la natural escena. Eran las 11 pm y aunque  ambos debían dormir, algo se lo impedía.

—Sabes, ya me siento bien —le anunció al pelinegro, mirando la cama. 

—¿Por qué sigues levantado? Anda, duerme.

—Estaba pensando en algunas cosas…  —pronunció con cola.

—¿Cuáles? —Oliver levantó la cara para mirarlo. Por un instante había dejado de profundizarse en el trabajo para hacer a Nicolás lo más importante.

—En que no estoy castigado y que no funcionó nuestra apuesta, que por cierto no tenía ningún castigo para quien llegara a perder —expuso, dejando a la imaginación varios puntos suspensivos que podían ser muy significativos y perversos.

—Ajá —Oliver soltó, pidiéndole proseguir.

—¿Sólo vas a decir eso?

—¿Qué debo decir? —bostezando logró pronunciar. Nicolás se molestó, hundió su frágil cuerpo entre las sabanas y se hizo el dormido —. Está bien, tomaré eso como un nada.

 El pequeño no podía encontrar la manera para comentarle a su esposo que tenía ganas de tener intimidad. ¿Oliver no podía ser adivino en esta ocasión? Le estaba costando tanto trabajo callarse lo mucho que quería decir

—Oliver —siseó el enano, incorporándose de la cama —. ¿No tienes ganas de hacerlo?

Los apagados ojos de Yael se abrieron, ofreciendo de ese modo una sonrisa perversa. Se acercó hasta la cama, lo suficiente como para tener a Nicolás en sus brazos, acorralándolo.

—¿De hacer qué? —preguntó, deseando en el fondo que Nicolás se desnudara ahí mismo.

Para su sorpresa, Noah lo hizo. Se quitó la playera de tela ligera, poniéndose cómodo a la vez, sosteniéndose con los codos.

—¿Entonces? —siendo atrevido lo hizo decidir.

El pelinegro se apartó la camiseta también,  tentando cada vez más al pequeño. Los ojos de Nico brillaron. Se incorporó totalmente, alzando a la vez la mano derecha para comenzar a tocar la cálida piel de su marido. Al llegar a su pezón, lo acarició con el pulgar, llevando poco después ese mismo dedo para chupárselo.

Se recostó, abriéndose de piernas y pidiéndole a Oliver con la lasciva mirada que se pusiera sobre su cuerpo. Sin pensárselo demasiado, el ojigris se posicionó sobre él, besándolo en los labios. Sujetó sus débiles muñecas con una mano y lo apresó, abriéndose  más paso entre sus piernas. Un majestuoso jadeo se le salió de entre los labios al pecoso, sonrojándose al mismo tiempo que su cuerpo se removía por la electricidad que  comenzaba a sentir.  

De un jalón, Oliver le apartó los bóxer, al igual que Nicolás le ayudaba a apártese los suyos. Sus miembros erectos se asomaron inmediatamente, mostrando ya el glande mojado. Alistándose, Nicolás le acarició de arriba abajo la erección, sintiendo como ésta palpitaba en su mano. Los ojos de Oliver vagaron por todo el acto, haciendo que Nicolás se percatara y lo mirara con mucho morbo.

Sus ojos alcanzaron a conectarse sin parpadear, demostrándoles que ya todo era mucho más natural. Los dos podían ponerse a pensar y recordar que en sus primeras veces teniendo sexo, mirarse era el principal problema, pero ahora eso ya no existía. Nicolás demostraba mucha confianza en la conexión visual,  así como también ya pedía con más libertad el acto sexual.  

Sosteniéndose con la cadera,  Nicolás rodeó con el  brazo sobrante el cuello de su esposo, cautivándolo más, y rogándole para que sus labios siguieran besándose bestialmente durante la corta masturbación.

—Te vez tan... —sin poder encontrar las mejores palabras, Nicolás le susurró muy cerca de los labios —. Jodidamente caliente —golpeó sus mejillas con un beso suave. 

Oliver rió, complacido. Sería mentira si dijeran que siempre hablaban durante el sexo, pero Noah debía decirlo en ese momento antes de arrepentirse por no haberlo comentado. Nicolás sabía que a su marido no le gustaba que hablaran durante el sexo, pero no le importaba si era castigado; anhelaba que Oliver lo hiciera pagar por sus equivocaciones.

Sintiéndose muy masoquista, Nicolás se separó de él, cayendo de nuevo sobre la cama y masturbándolo con más desesperación, esta vez incluyendo la otra mano. El pene de Oliver pareció responder a la perfección, pues la verga eructó varias gotas de  esperma.

—Ssh. —Lo regañó, poniendo ambas manos en el blanquecino pecho del pelirrojo e inclinándose para verlo de cerca—. ¿Te gusta hablar durante el sexo? —jadeante alcanzó a preguntarle.

—No mucho.

—¿Quieres hablar mientras lo hacemos? —Por primera vez le propuso.

Nicolás dejó de masturbarlo para ponerse a pensar un poco en esa morbosa propuesta. Nico recordaba los vídeos pornográficos y muy en el fondo deseaba decir guarradas durante alguna posición sexual, así que asentó con la cabeza.

—Sólo un poco. Sé que no te gusta que se hable en momentos como estos, pero sería bueno intentarlo al menos una vez. 

Lo que Nicolás no podía estudiar a fondo, era que Oliver amaba siempre escucharlo chillar de placer en momentos íntimos, un ejemplo de ello fue aquella vez que le ordenó maullar como gato. Sin embargo tampoco era momento para aclarárselo al mocoso, ya después enlazaría datos y los anotaría para la próxima.

Lo que Nico aludía era verdad. Era cierto que a Oliver no le gustaba pronunciar palabra durante el coito, pero en todo caso complacería  a Nicolás y no se obligaría a sí mismo para comentar en cada penetración, pero se conformaba con escucharlo a él.

Sin dejar de ronronear, Noah continuó la masturbación. Besó a su acompañante en la boca, rosando su lengua con aquellos labios seductores. Movió la lengua de arriba abajo para abrirle la boca y al tenerla entre abierta, la metió. Oliver meneó la suya con lentitud, probando el sabor de aquellos besos de lengua. Sabía  a menta y se sentía helado al despegar sus labios, al igual que ardían al remojárselos de nuevo. 

 

Buscando un poco de profundidad y yendo más apresurado, Oliver le mordió el labio, bajando una de sus manos para acariciarle la cadera. Sumergió la palma en su erección, cubriendo la cabeza de la polla con el prepucio y deslizándola hacía abajo para desvestirla. Nicolás gimió ausente de vista; aplanó los parpados, cerrándolos y disfrutando del bombeo que su esposo estaba dándole a su falo.

De entre los labios del pelirrojo manaron varias palabras, las cuales premiaban a Oliver por la buena paja, y otras que estaban en inglés, repitiendo la primera vocal en forma jadeante y temblorosa mientras se removía bajo el cuerpo de aquel maestro del sexo. Abrió los ojos con calma, levantándose para volver a besarle la manejable boca, apresurando el beso de una manera salvaje y estirándole el cabello sin ejercer demasiada fuerza.

El golpeteó de sus cuerpos logró friccionarlos lo suficiente, haciéndolos apretar la piel del contrario, apropiándose de la cubierta con más fervor.

Yael alejó salvajemente al pecoso, dejándolo caer entre las almohadas, le estiró los pezones, tomándolos con el pulgar y el índice,  asfixiándolos en el transcurso. Nicolás abrió la boca con desesperación, permitiéndose apretar fuertemente a su esposo cuando éste bajó con astucia para lamerle el rabillo de cada tetilla. Estando exhausto, Noah dejó de moverse, resistiéndose a la reacción que su cuerpo hacía al sentir el tacto de Oliver. Sin embargo su cuerpo tembló, presumiendo de ese modo que estaba muy excitado.

El escalofríos vagó desde su pecho hasta su entre pierna, logrando liberarle un poco de líquido pre seminal. Contemplando el territorio, se dejó llevar, sintiéndose liviano cuando su esposo le levantó la cadera y la situó entre sus hombros, poniendo su trasero frente a su boca. Respirando entre cortado, logró pedir más verbalmente al igual que con su propio cuerpo. Movió la pelvis, restregando su agujero anal una y otra vez en la hambrienta boca del pelinegro.

La vista desde arriba era perfecta. Oliver se encargó de estimularle el recto con saliva, al igual que a verlo con el rabillo del ojo, saciándose de los gestos indecorosos que el pelirrojo dejaba ver como si fuese una función. Nicolás se mostraba acalorado, sudado y se auto estimulaba cada vez que recibía placer. Sus pezones ya se encontraban rojos de tanto que se los había frotado, al igual que su rostro color carmín. Oliver luego grabaría un vídeo pornográfico con Nicolás, ese ahora pertenecía a sus más locos deseos. 

Oliver metió un dedo, cuidando de no lastimarlo. Al entrar al hoyo, Nicolás lo absorbió con rapidez. Jadeó en alto y se cubrió la boca después. Movió el trasero con descaro, diciéndole  a su esposo que ya se encontraba más que listo para ser penetrado. Éste lo dejó libre, acostándolo de nuevo sobre la cama. Sin embargo Nicolás se levantó para besarle el miembro. Se lo metió a la boca, mojándolo por completo, bombeándolo cinco veces. Al despegarse, acorraló a Oliver,  se puso sobre la polla, abrió las piernas todo lo que pudo  y guió el pene con su mano para penetrarse él mismo. 

La erección entró por completo en su interior, palpitando con más insistencia. Se sujetó del cuerpo de Oliver y se movió de arriba abajo, a la vez que de un lado a otro, cayendo en danzantes sentones. De su boca salió una palabra que sólo un cabalgante podría decir. Oliver sólo lo obedeció, penetrando desde abajo y hundiendo con más fuerza el falo en la cavidad, dejando a Nicolás mudo entre cada estocada.  

Acelerados y sin buscar detenerse, hicieron posesión del cuerpo contrario: Oliver apretando la cintura del menor, mientras que éste posaba sus blancas manos en su abdomen. Dándose un respingo, Nicolás se inclinó, moviéndose con más constancia y llevando al mismo tiempo una de las manos de Oliver para que le apretara el trasero.

El clímax pareció estar a mitad del camino, logrando así que Oliver tumbara al pequeño a un costado para después ponerlo en cuatro patas. Se inclinó, alcanzando a besarle la nuca con dos besos húmedos, hasta recorrer su columna  vertebral con unos más cortos y ruidosos. Presionó su pelvis y embistió tan duro como pudo, derribando a Nicolás en el paso y haciéndolo apretar su ya palpitante interior. 

Un quejido se oyó como eco, permitiéndole a Oliver penetrar con más profundidad hasta tocarle la próstata. Nicolás pidió más, hasta alcanzar el moje. Se vino poco después, golpeteando los testículos de Oliver con sus nalgas. Se derrumbó a medio cuerpo, a la vez que Oliver lo sujetaba del estómago con las manos abiertas para seguir embistiéndolo. Lo azotó, acariciándole después la cacha dolorida, dándose el gusto de voltearlo para tenerlo de frente.

Al verlo, Oliver pudo notar que Nicolás estaba sonriendo mientras dos gotas de sudor le recorrían las sienes. Su pecho se encontraba subiendo y bajando, respirando tal y como si hubiese corrido demasiado. Calando una vez más, lo penetró hasta el fondo, gimiendo con voz ronca. Agarró las piernas de Nico y  las estiró hasta lograr que doblara las rodillas para que éstas cayeran por detrás de sus hombros, penetrándolo en el transcurso y corriéndose con fuerza.

La semilla inundó  el estrecho interior, exhibiendo a Nicolás con un temblor en sus piernas. Al mover los muslos, Oliver los sujetó, apretándolos con las manos y ladeando la cabeza de lado derecho para depositar un casto beso y un rose de nariz en una de sus rodillas.  Poco después sacó el pene todavía duro y más rojo que de costumbre, se apartó las piernas que seguían descansando en sus hombros y le acarició el estómago al pequeño Nicolás.

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

 

A la mañana siguiente todo fue un caos al momento de levantarse. Nicolás no quería pararse, deseaba seguir descansando, pero no podía. Oliver lo había despertado  para darse una ducha tempranera. 

—Una… dos…

Contó lentamente para que Noah se parara de la cama, pero no recibió respuesta alguna del enano. Oliver sabía que estaba despierto puesto que minutos antes lo despertó, pero seguía negándose a levantarse y con su mejor arma: haciéndose el dormido. 

—Tres —espetó con molestia.

Nicolás asomó la cabeza, pero se negó. Oliver movió la cabeza de arriba abajo, diciendo que sí. A tiempo, Nico se cubrió con las sabanas y con dos almohadas, pero ocurrió algo que no estaba previsto: Oliver lo cargó en uno de sus hombros para llevarlo hasta la ducha. En el transcurso, pataleó, pero para que se calmara Oliver le dio tres nalgadas.

—¡Son las 5:40, Oliver! —se quejó el enano ya estando bajo el chorro de agua.

Oliver pronunció la “M”, luego dijo:

—Tenemos que estar a tiempo. Me acompañarás al trabajo para dejar unos papeles y luego iremos a comprarte ropa para esta tarde.

—¡Esto no es justo! —Siguió lamentándose el adolescente.

—¿Qué no es justo?  —Oliver se burló de él, sacando su risa desconsiderada.

—¡Te odio! ¡Te odio mucho, Oliver!  —balbuceó como el mocoso que era.

Las palabras mal fundamentadas cayeron en los inteligentes oídos de Oliver, dejándolo reírse por dentro. Era completamente imposible que alguien odiara a Oliver y mucho más utópico era que Nicolás lo hiciera.

—¿A sí? —preguntó con sarcasmo, tallándole la espalda con la esponja. 

—Sí.

—¿Sólo porque te levanté temprano? —Chasqueó la lengua en desaprobación —. No puedo imaginarme  todo tu odio cuando no te deje ir con Tomás. 

Un minuto pasó, atormentando a ambas partes; Nicolás se quedó callado, pero cuando pudo hablar, comenzó a exponer su naturalidad:

—Seré serio con esto —dándose la vuelta para verlo a los ojos, le espetó —. Si no me dejas ir con Tomás, entonces jamás te lo perdonaré.

La respuesta de Oliver fue automática, dejando a Nicolás totalmente en blanco.

—Eso lo veremos —detonó con el doble de seriedad que Nicolás utilizó en su amenaza.

Una risilla se le salió al pelirrojo. Se enjabonó el cabello y ya con más calma, habló:

—Por eso  decía  que tú ganas, pero ¿me dejarás ir con Tomás, cierto?

—¿No tienes un mejor método para convencerme?  —cuestionó, hundiéndose en el chorro de agua para apartarse el shampoo. Nicolás se paró de puntitas y lo besó en los labios con mucho cariño —. Entonces lo pensaré durante el camino… 

El enano sonrió triunfante. Terminó de enjuagarse y salió de la regadera poco después que su esposo. Fue hasta el closet y sacó una camiseta de cuello en V color café, unos pantalones ceñidos color negros  y unos botines color caqui. Ya listo se peinó, dejándose el flequillo. 

Sin tormentos, Noah caminó por toda la habitación, pero cuando estuvo a punto de sentarse sobre la cama, algo lo hizo alarmarse. Su marido se le había quedado viendo fijamente y aunque era algo normal en su relación de casados, Nicolás llegó a sentirse un poco avergonzado.

—¿Qué pasa? —le preguntó, quedándose helado. Oliver lo llevó hasta el espejo, se puso tras él y le descubrió el estómago. 

—Nada, sólo te ves muy bien —terció, besándole el cuello y paseando sus largos dedos alrededor de su ombligo, aceptando el piercing que le decoraba esa parte.

Nicolás cubrió su mano con la suya, deteniendo el movimiento que actuaba alrededor de su ombligo, luego contestó:

—Yo sé que me veo jodidamente ardiente.

—Eres muy humilde ¿Sabías eso? —Oliver sacó su lado sarcástico y cruel.

—Por supuesto que sí. —Moviendo la cabeza, se cruzó de brazos.

Yael perezosamente, le cubrió el estómago y lo abrazó con mucha fuerza, sacándole todo el aire —¿Quieres salir a cenar mañana?

Los azules ojos de Noah se achinaron, sonrientes.

—¿Esto es una cita? —lo interrogó, dándole codazos llenos de dicha en las costillas.

—Por supuesto que no —sin dejar el  sarcasmo, le contestó.

Nicolás sonrió ante el espejo, viendo a Oliver reflejado ahí.

—Bueno, primero a cenar y luego al cine… después podemos ir al supermercado para comprar el mandado para la semana.

—¿Ir de compras muy noche?

—Sí, es más relajado cuando se sale de compras por la noche.

—Bien, entonces el viernes.

—Sí, el viernes es nuestra cita. ¿Por qué es una cita, verdad?  —sin dudarlo, preguntó haciéndose el confundido.

—Eso parece ser —objetó, mirando seriamente a Nicolás.

—Si no aceptas que es una cita entonces no iré contigo a ninguna parte —desesperado se animó a proponerle.

Oliver torció los labios, luego añadió: —No te preocupes, puedo pedírselo a otra persona.

—¡No digas eso, Oliver! Sólo tienes que aceptar que me estás invitando a salir y que te pongo nervioso.

Dicho eso, Oliver se alistó a jugar el juego más divertido del mundo: Desesperando a Nicolás.

—¿No es al revés? —contraatacó, acariciándole la mejilla con el  pulgar.

—¡Nada pierdes con aceptarlo!

—¿Aceptar qué?  —De nuevo lo vaciló.

—Me iré con otro hombre y cuando eso suceda no quiero que te pongas a llorar.

—¡Te botarían! La única persona que está hecha para tenerte a su lado soy yo. 

—De acuerdo, entonces no vamos.

—¿Seguro?

—Sólo tienes que aceptarlo, ¿por qué no lo quieres aceptar?  —Alzó la voz ya bastante exasperado.

El pecho se le infló, dejándolo sin respiración y muy agitado. Estaba nuevamente nervioso y la única persona que podía jugar con su nerviosismo era el jodido de Oliver. Por eso siempre decía que lo odiaba, aunque ese odio realmente significaba amor.

—¿Para qué quieres que diga lo obvio? —Lo hizo pensar con su pregunta.

Nicolás se negó y asentó con la cabeza al mismo tiempo, más confundido y nervioso que  cuando lo obligaron a participar en la pasarela del kínder.

—¡Fácil! Es porque me gusta mucho que seas claro y… bueno, yo también de vez en cuando merezco que me hablen con cariño.

—Yo te hablo con cariño —musitó con mucha seguridad en cada palabra.

—Algunas veces no. —Se sinceró alzándose de hombros.

—¿Cuáles?

—Ahora…, ayer tampoco me hablaste con cariño —dijo, levantando la mano para poder jurarlo ante la gente que fuera necesaria.

—Ayer te dije lo mucho que te amo.

—Es correcto, pero tu rostro parecía indiferente, eso lo hizo parecer poco sincero.

—No soy parecido a los demás, soy diferente y es por eso que no reaccionó como quieres —Se lo dejó en claro, soltándolo y llevándoselo hasta el primer piso.

**

La conversación pareció extenderse hasta el auto. Los dos se encontraban en la carretera, pero Nicolás seguía hablando sobre lo mismo. Oliver no se quejó, ya que básicamente era bueno escucharlo expresarse y hablar sobre lo que le faltaba a su relación.

—Pocas veces me dices “mi amor” y ya no me dices “cariño”  —se quejó con mucha irritación.

Rudel se detuvo en un rojo, diciendo algo en su defensa:

—Tú también pocas veces me hablas con cursilerías. La mayoría del tiempo me gritas y luego te pones histérico.

—Está bien. Lo aceptó. A mí también me hace falta ser cariñoso —añadió con un toque lastimoso.

—Mucho, sólo cuando hay intimidad es cuando eres muy dulce. Bueno, siempre actúas muy dulce, pero no tanto como cuando hacemos el amor —complementó  con sinceridad el de mirada grisácea.

—Pero diariamente hacemos el amor y se podría decir que tú recibes más cariño por parte de mí.

Los ojos de Oliver rodaron, dejando a la vista  su lado incómodo.

—Bien, ¿entonces qué es lo que específicamente necesitas de mí?

—Necesitamos tomarnos de las manos más a menudo, abrazarnos mucho y hablarnos con naturalidad, pero con una buena cara. —Elevó las manos y las movió para ser más explícito.

—Bien, entonces no te decepcionaré. Lo intentaré, pero tú también intenta dejar de enojarte por cualquier cosa.

—Yo también trabajaré duro, mi amor —adujó con emoción.

En el asiento del piloto, un rostro sorprendido se observó. Oliver luego de escuchar  ese “mi amor” se puso feliz. Quizá no siempre se decían cosas bonitas, pero siempre lo hacían en momentos especiales, ósea, inesperadamente.

—¿Empezamos desde ahora? —Preguntó lo obvio. Era lógico que Nicolás quisiera comenzar a practicar los pequeños cambios para que ya fueran acostumbrándose.

—¡Oliver! —Con un grito lo reprendió.

Dejó su preocupada mirada fija en Oliver, que seguía conduciendo, esperando una respuesta positiva por parte de él. En el rostro de su marido sólo pudo verse una sonrisa coqueta.

—De acuerdo, cariño —Oliver logró musitar jubiloso.

***

De camino a la empresa ninguno dijo nada. Inclusive no tardaron ni 5 minutos ahí, cosa que obligó a Nicolás a hablar como un perico ya de camino a la casa de trajes. Sin pensarlo dos veces, le habló sobre lo mal que trabajaba el sistema de la máquina dispensadora de su empresa, también añadió que hacía falta poner otro tipo de máquinas ahí, como la de gomitas o chocolates individuales, pero Oliver se negó rotundo.

*

Una hora después…

—¿Por qué debería de llevarme esto? —Nicolás alzó el traje, mostrando su muy notorio rostro inconforme. 

Su esposo acarició la corbata del carísimo traje, luego se alzó de hombros, pensando en una respuesta apropiado, a al menos un comentario decente.

—Y ¿por qué no?

—Soy muy joven para vestir con este tipo de ropa. —Se mordió la uña, buscado enfocarse en verse  vestido así, pero Oliver lo interrumpió, diciendo:

—No es muy formal, además es un traje juvenil. Inclusive está ceñido para que no parezcas un tonto.

—¿Crees que se me vería bien?

—Por supuesto que sí, a ti todo se te ve bien.

Noah se lamió la comisura de los labios,  logrando poder imaginarse con esa ropa puesta. A decir verdad el traje no era feo y sí, estaba apretado…Con una sonrisa aceptó probárselo.

Mientras Oliver escogió un traje para él, Nicolás salió del vestidor más grande. Su rostro pintaba bien, al parecer el crío estaba feliz. Con dicha se observó de arriba abajo, para pronto ir al espejo y poder checar y dar el buen visto.

—Me gusta —articuló el mayor, acariciándole el cabello al pelirrojo.

Asombrado de esa belleza tan formal, Nicolás se arregló el cabello, aprovechado que el espejo le ayudaba a reflejarlo. El frío gris de los orbes de Yael se profundizó en seguir cada movimiento del pequeño. Cada vez que Nico se miraba y se arreglaba frente al espejo podía notarse su lado afeminado y aunque a Oliver no le gustara demasiado ese tipo de hombres, en el mocoso se miraba bien.

—A mí también, entonces ¿me lo comprarás? ¿Tú ya encontraste algo para ti?

El silencio rondó en los segundos de espera. El pecoso se dio la media vuelta para verificar que todo estuviera bajo control, pero al estar frente al pelinegro solamente pudo verlo neutro. Sus hermosos ojos grises permanecían fijos en los suyos, sin siquiera pestañar.

—¿Tengo algo en la cara? —Su acompañante se negó moviendo la cabeza de izquierda a derecha —. ¿Qué es?

—Nada —respondió, mintiéndole.

Sí pasaba algo, pero Oliver no sabía si decirlo o no. ¿Las personas se podían enamorar de la misma persona más de 4 veces? No existía  más evidencia que cuando el corazón empezaba a latir con fuerza; y una sensación de felicidad  comenzaba a rondar por todo el cuerpo, transformándose en una sonrisa. 

De nuevo Oliver se había quedado viendo al pequeño y eso sólo lo hizo percibirse más embobado que nunca. No se trataba de dejar de sentir amor para  luego volverse a enamorar, sino sentir siempre amor, pero cada vez con más intensidad.

Recordando que jamás le había pedido matrimonio por las circunstancias, Oliver Yael Wolff Rudel tramaba proponerle matrimonio por primera vez para casarse con él por segunda ocasión, si es que eso podía llevarse a cabo, si no, entonces  le haría otro tipo de propuesta. 

Notas finales:

Espero que dejen sus mensajes, así sabré si seguir o no. :)


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