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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Notas del capitulo:

Holis, gracias por sus comentarios. 

Leí que pedían permiso para dibujar a mis personajes. La respuesta es SÍ. SÍ . SÍ XDDD

GRACIAS Y SALUDOS ESPECIALES A "TAIGA" Creo que ella es una de las personas que comprende el por qué he puesto los caps anteriores con mucho amor, y situaciones lindas...OLIVERXNICOLÁS.  

Y bueno, también me gustaría añadir a FRANKY. No contesto mis views, pero siempre los leo. ESPERO QUE REALMENTE TE SORPRENDA LO QUE TENGO PARA TODAS USTEDES. ERES MUY LINDA.

Gracias a Taiga, a Franky y a todas las que comentaron. 

Capítulo 37

“¿Quieres casarte conmigo?”

El  esbelto cuerpo de Nicolás se crispó ante la calurosa caricia que recibió por parte de Oliver. Éste lo sujetó del hombro, deteniéndolo. El enano estaba algo ebrio y aunque no lo aceptara, Oliver lo sabía muy bien. No supo cuándo Nico había bebido cerveza, pero lo hecho, hecho estaba ya. Oliver nada podía hacer al respecto.

En todo el camino el enano decía con tono alto que no estaba ebrio, que podía hacer un cuatro con su cuerpo, y que inclusive podía volver a contestar el examen de matemáticas que días antes presentó, pero no era cierto, por supuesto. Nada de lo que decía era cierto, sólo eran verdaderos los gestos dulces que le hacía a su esposo.

Al fin de cuentas el que le entregó el violín a Tomás, fue Oliver. Aunque de hecho no supo si se lo entregó como era debido, ya que el rubio estaba hasta las chanclas. Rudel esperaba que ese violín estuviera sano y salvo en su recamara…y que los calzones que estaban colgados en su casa fueran retirados inmediatamente de ahí. 

Por primera vez, Oliver Yael Wolff Rudel cargó un gato, y el afortunado fue Hunter. A pasos agigantados, llevó a Nicolás a la habitación, lo recostó, y luego fue hasta donde se encontraba Ana. Era bastante tarde, pero de igual forma su sobrina siempre hacía yoga y se encontraba despierta hasta altas horas de la noche viendo la película de la princesa y la plebeya. Le encantaba esa película y más porque su tío Oliver se la había regalado el año pasado.  

—¡Tío, Oliver! —gritó la pequeña princesita —. ¿Desde cuándo cargas a Requetemiau? Estaba segura que… —Volteó a la cama pequeña de Requetemiau y se impresionó al ver al valiente gatito dormidito y acobijado —. ¡Por qué tienes un gato! —Lo acusó con el dedo, saltando inmediatamente para arrebatárselo de las manos.

Era insano ver a su tío Oliver cargando un animal tan chiquito. No lo podía dejar cargar a un ser humano cálido y bebé; se le podría caer y estaba segura que después no se haría responsable de nada. 

—Se llama Hunter y es de Nicolás. La cama de Requetemiau es suficientemente grande, ¿Puede quedarse ahí?

—¡Es tan chiquito y bonito! —Ana brincó con el gato en brazos.

¿Era una broma o Ana reaccionó igual que Nicolás al tener al gato en brazos? Eso sólo quería decir que el enano aquel era muy infantil también…

Los dos gatos eran parecidos, sólo un poco.

—Duerme y acobija al nuevo gato —ordenó el tío.

Ana asentó con la cabeza, llevándose a Hunter hasta la cama de Requetemiau. Lo acobijó ahí y fue entonces cuando ambos gatitos se quedaron dormidos. Oliver salió de aquella habitación para ir hasta la recamara de Olivia. Abrió la puerta y al verla dormida, fue hasta ella. La arropó con la sábana y depositó un beso en su frente, luego se retiró.

Pocos segundos después se encontraba en su recamara y con Nicolás tirado en el suelo. No tenía ni  puta idea de cuándo se había caído, pero fue hasta él, lo cargó y lo llevó hasta la cama. Le apartó la camiseta, le desabrochó los pantalones, le quitó los zapatos y lo desvistió, dejándolo en bóxer. Luego siguió con su ropa. Se desvistió y fue directo a la regadera, echándole antes una última mirada a Nicolás.

En 5 minutos estuvo de vuelta, encontrándose con Nicolás sentado en la cama. Parecía sentirse mal. Nunca se había sentido tan mal cuando bebía, sólo esta vez y lo resintió de inmediato. Nicolás era un buen bebedor y ahora parecía un novato fracasado.

Odiaba sentirse así.

Con el rostro sudado, se levantó, caminó directo al baño, pasándole a un lado a Oliver y se hincó. Por primera vez sentía la necesidad de vomitar todo el alcohol que había consumido.

—No me gusta para nada tener que soportar esto —Oliver espetó, mirando fijamente al pelirrojo.

—¡Entonces no me veas! —Gritó el otro, tomando una toalla y parándose para salir del cuarto de baño.

—No me gusta que tomes ni fumes. Te lo he dicho.

—Esta es la primera vez que me pasa esto. —Se refería al mareo y ganas de vomitar —. Lo siento —musitó angustiado. Fue hasta Oliver y le acarició la mejilla, luego se dio la media vuelta para dirigirse a la puerta de la habitación.

—¿A dónde vas? —Arrugó la frente al ver a Nicolás detenerse y sonriendo coqueto.

—A otra habitación.

La boca de Oliver tembló, pero alcanzó a hablar, diciéndole:

—Sólo quédate.

—¿Aunque te vomite en la cama?

—Aunque me vomites en el rostro. Date una ducha y vomita todo lo que necesites. ¿Quieres que te ayude? —Nicolás sonrió en grande, yendo nuevamente hasta él.

—Se supone que puedo solo, pero si tanto te ofreces, entonces no puedo negarme a nada —musitó a regañadientes, encogiéndose de hombros y esperando a que Oliver por fin le comentara algo.

—¿Qué quieres que haga por ti? —Siseó.

El coqueto sonrojo de Nicolás apareció. Rodó los ojos para pensar en algo realmente bueno y cuando lo encontró, dijo:

—¿El amor?

—¿Entonces puedo? —Con resignación, Oliver lo tentó más.

—Después de la ducha —añadió el chiquillo, conservando su sonrisa maravillada.

—¿Te baño? —Le preguntó, ofreciendo un poco de su ayuda, más de la que debería.

—Eso sería demasiado  —alegó el pelirrojo, quitándose los bóxer para después meterse a bañar.

Yael entendió el dato y lo dejó ducharse solo. Fue hasta la cama, se secó el cabello y que quedó esperándolo sentado ahí. Para su sorpresa, el pecoso no tardó tanto. Eso significaba que ya se sentía mejor, porque ni siquiera había vomitado. Lo vio dirigirse hasta él, se sentó en su regazo, abierto de piernas y se colgó de su cuello, viéndolo directamente a los ojos.

Los orbes de Nicolás parecieron aclararse por la fiesta que había tenido horas antes y Oliver lo notó. Se miraba tan cansado, pero a la vez tan deseoso.

Se fusionaron tanto en sus miradas, que inclusive ninguno de los dos supo cuándo era que comenzaron el beso, sólo fue fugaz y sin interrupciones. Nicolás sabía a mentol; se había cepillado los dientes y estaba jodidamente suavecito. Su piel se sentía agradable y fresca. Era perfecta.

Oliver se estremeció, poniéndose duro al instante, le acarició la espalda con las manos extendidas y quiso profundizar más el beso, sin embargo, Nicolás se había quedado dormido. ¡Se había quedado dormido y no era nada justo para Oliver! Pero el pelinegro no dijo nada, sólo lo besó un poco  más, aprovechando sus labios entre abiertos. Pero cuando Nicolás ronroneó y los cerró, fue hasta su frente para besarla.

Lo abrazó con fuerza y se paró de la cama, teniéndolo en brazos para levantar la sábana y acurrucarlo ahí. Lo cubrió, se subió después y se quedó ahí, junto a él, viéndolo dormir y abrazándolo con delicadeza.

Se habían dormido.

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

A la mañana siguiente, Nicolás ya se encontraba levantado, Oliver lo supo cuando lo cachó viéndolo dormir. Le sonrió y se enderezó para besarlo, pero Nicolás se negó.

—Tienes junta en 40 minutos —expuso el pequeño, chasqueando los labios.

Era verdad. La junta del mes era el viernes y ya se encontraban a viernes. Y aunque Nicolás se supiera su agenda completa, fue muy cruel en no despertarlo antes. Pero no podía hacer nada, le gustaba verlo acelerado por conservar limpio su expediente de puntualidad.

—¿Por qué no me levantaste temprano? ¡Voy a llegar tarde! —Alzó la voz, casi cayéndose de la cama, enredado todavía entre los edredones.

—Estaba viéndote dormir —anunció el crío, tremendamente insatisfecho por no haberlo visto una hora más —. Preparé toda tu ropa y organicé nuestro desayuno —añadió, saliendo de la cama completamente vestido para el día. Llevaba unos jeans azules ajuntados, y una camisa de cuadros blanca con negra, abotonada  y larga, unos botines negros y el cabello bien peinado.

Oliver alzó una ceja, pero luego relajó el rostro, sonriendo después. Observó la ropa que Nicolás le había escogido y se fue directamente al baño. Nicolás también le había preparado una toalla limpia.

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

En 15 minutos estuvo listo. Bajó de las escaleras y se encontró con Requetemiau y Hunter. Éstos fueron corriendo hasta él y se enredaron en sus pies. Oliver gritó en alto el nombre de Nicolás. El enano corrió hasta la sala y al ver a los dos gatitos acaramelados con Oliver, se negó con la cabeza, vengativo.

Oliver estaba doblemente aterrado.

—¡Hey! ¡Dejen a mi hombre! —Nicolás les echó pleito. Les gruñó, pero después pensó que quizá estaban siendo amables con Oliver, por lo que corrigió: —O es sólo que te están agradeciendo…

—¡Sólo quítalos!

—Pero se ven súper bonitos así… sólo míralos y verás.

—Me van a llenar de pelos, ¿Por favor? —Rogó, quedándose estático para no pisar a ningún gato.

Nicolás dio un respingo y fue directo hasta los gatos. Agarró uno con cada mano y los alzó, mostrándole a Oliver que estaban completamente limpios.

—Son chiquitos y bonitos, son incapaces de mancharte el traje —espetó. Sonrió y se quedó por un momento así, hasta que Hunter comenzó a orinar. El chorro de orines estuvo a punto de bañar a Oliver, pero por suerte, Nicolás lo apartó para que orinara hacía otro lado —. Al parecer uno es hombrecito, y mea mucho. ¡Huy, y además se aguantó mucho del baño! 

Luego llegó Ana hasta el borlote y para no mancharla, Nicolás comenzó a dar vueltas con los dos gatos en las manos, uno orinando y el otro ronroneando.

—¡Deja de aplastarle la vejiga! —Oliver se alucinó, gritando a lo loco y apartándose de los orines, salvando a su traje de ser manchado.

En cuestión de segundos, Hunter dejó de hacer pis. Nicolás lo dejó en el piso, le dio una nalgadita pequeña y el gato se fue corriendo.

—Ya lo he castigado, ¿puedes dejar de poner esa cara? —Nicolás también se alucinó, rodando los ojos  con un poco de indiferencia.

Oliver era tan exagerado… sólo era un poco de pipí… Además ya le había dado una nalgada a Hunter para que jamás lo volviera a hacer frente a Oliver.

—Casi me orina encima.

—¿Por qué eres tan exagerado? Sólo hizo pis… como si tú no tuvieras necesidades

—Son sucios, Nicolás. Y todo es por tu culpa. —Lo apuntó con el dedo índice, bajándolo de vuelta para no ser tan grosero.

—Sí, mejor lo hubiera dejado en el piso para que te orinara el zapato —gruñó el enano, dándose la media vuelta para irse hasta la cocina. 

Ana le echó una mirada asesina a su tío Oliver y se fue enojada hasta su habitación.  

Sólo faltaba Olivia para que todos estuvieran molestos con Yael… Y si eso pasaba, entonces el empresario estaría jodido.

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

Al arrancar, Oliver y Noah se quedaron callados.  El pelirrojo llevaba una vasija con fruta, y junto a la fruta llevaba rebanadas de pan tostado con mantequilla y mermelada, pero estaba tan enojado que no le daría a Oliver de lo que hizo esta mañana para que desayunaran juntos.

—¿Qué llevas ahí? —Le preguntó, mirando de re ojo lo que Noah cargaba como a un bebé entre sus brazos. Parecía ser alimento alto en vitaminas.

—Nada —Nico espetó, contestándole con tono seco.

—Yo veo algo. —Insistió el más grande,

—Yo no veo nada. —Concluyó el pecoso.

Oliver se detuvo en un rojo y ladeó la cabeza para verlo, pero el chiquillo miraba hacia el frente, prestándole poca atención. Mejor dicho, nada de atención.

—Me conoces y sabes que no me gusta mancharme con nada —le dijo, buscando defenderse, pero Nicolás sólo se quedó como antes —. ¿Me estás escuchando?

—Sí, es sólo que eres siempre tan exagerado —articuló el enano, todavía sin mirarlo a la cara.

—Tú también estás siendo exagerado al enojarte —contraatacó.

—Siempre mira al frente, puedes chocar —terció Nico al percatarse  que Oliver había pisado el acelerador y seguía viéndolo de re ojo. No era bueno que lo mirara mientras conducía.

Pero fue demasiado tarde, Oliver no se percató de que un auto se entrometió en su camino, ocasionando que al pasar de carril, éste golpeara el frente de la hermosa camioneta de Rudel. Habían chocado la bebé de Oliver y eso era imperdonable.

—Imbécil ¿Ya viste lo que ocasionaste? —Gritó Nicolás, saliéndose inmediatamente del vehículo después de que Oliver alcanzara a frenar y a apagar el motor.

Era un raspocillo, pero Oliver podía correr peligro y eso no era bueno, además de que podían llegar tarde al trabajo  y entonces el expediente de puntualidad de Oliver correría peligro.

Nicolás se enfrentó al hombre que se había metido en el carril de Oliver y por supuesto,  sin meter direccionales. Le apuntó con el dedo y comenzó a maldecirlo en alto, diciéndole que si algo le hubiera pasado a Oliver entonces jamás se lo perdonaría. Inclusive lo empujó y le dijo que Oliver no se haría responsable del golpe, y que se fuera sin pedir nada a cambio.

Oliver no tenía ningún rasguño y su camioneta sólo tenía un raspón, pero Nicolás seguía peleando por lo antes sucedido, haciendo que el hombre causante del pequeño choque retrocediera y se fuera lo antes posible de ahí.

Después de verlo marcharse, Nicolás fue hasta su esposo, lo checó de arriba abajo, verificando que su traje estuviera impecable y que su cuerpo no tuviera ninguna gota de sangre, cuando estuvo al tanto del total bienestar de Rudel, lo obligó a meterse a la camioneta para que manejara directo a la empresa.

—Vamos, no puedes llegar tarde. Joder, mi amor. Qué bueno que estás bien, me tenías con el alma colgando de un hilo —espetó, abriendo la vasija de fruta que tenía a un lado del asiento. Agarró el tenedor y comenzó a darle de comer a Oliver en la boca, dejando a éste totalmente confundido por lo que acababa de pasar.

Sí, Nicolás ya no se encontraba enojado y ahora lo cuidaba como si aquel empresario de 26 años fuera un crío. A Oliver no le molestó, sólo manejó hasta la empresa y comiendo mientras lo hacía. En cambio, Nico parecía todavía enojado por el intruso que había causado el accidente, aunque de verdad Oliver y ese sujeto tenían la culpa por no haber puesto atención al frente.  

En todo caso, Noah seguía enojado con el tipo anterior y deseaba regresarse y darle una tunda por meterse con su marido, porque NADIE golpeaba a su esposo, nadie que quisiera vivir para contarlo.

—¿Qué fue todo eso? —Le preguntó ya cuando pudo llegar casi a tiempo al trabajo. Apagó el motor, haciendo que los azules ojos de Nicolás rodaran y quedaran en blanco. Al chiquillo no le gustaba dar explicaciones de nada, pero por ser Oliver, estaría dispuesto a hacerlo.

—Casi te mata ¿No lo viste? Si te arrancaba la cabeza, ¿qué haría yo? Es un estúpido —comentó, mordiéndose el labio inferior de pura rabia.

Oliver sonrió de lado, aguantándose la carcajada.

—No fue tan grande el golpe, es más grande tu exageración.

—¡Casi te mata, Oliver! ¿Cómo puedes pensar que estoy exagerando? ¿Qué haría si ese canalla te mata? Ni siquiera puedo imaginarlo.

—Estoy bien.

—Por suerte estás bien, espero que no tengas un trauma por el choque —añadió el enano, comiéndose un pedazo de piña.

Oliver lo agarró de la mano y fue entonces que estuvieron arriba, en el piso indicado y justo a tiempo para que éste ejecutara la junta del mes.

Durante la estancia en la empresa, Nicolás se comunicó con Tomás, preguntándole si había recibido el regalo o no. El rubio le dijo que sí, pero que por el momento lo estaba buscando porque no se acordaba de dónde lo había dejado. Nicolás lo reprendió, pero lo entendió. Luego de que Tomás encontrara el violín, le avisó a Nico y cortaron la comunicación telefónica porque Oliver ya había acabado con la junta.

Ese día, Nicolás fue la comidilla, pues ya todos sabían de su relación con el jefe. Ahora todos sabían que Nicolás Trimmer estaba casado con Oliver Rudel y que llevaban un mes y pocos días de casados. No se habló de cómo fue que se enamoraron, pero para no perder sus empleos no criticaron el asunto y fueron accesibles con Nicolás.

*

Justo a las 4 de la tarde, ambos salieron a comer, lugar en el cual tocaron temas diarios, sobre el pequeño choque y los gatos. Entendieron los sentimientos del contrario y se pidieron disculpas para volver a empezar. Oliver no podía entender cómo era que a Nicolás no se le olvidaba nada, hasta el más mínimo detalle le reclamaba, pero de algún modo eso les servía  a los dos.

*

A las 7 de la noche salieron a comprar el postre. Helado de fresa fue lo que Nicolás escogió para él. Oliver prefirió un poco de helado de vainilla. Se sentaron en una banca, cerca de un enorme parque, en el cual por suerte había poca gente o mejor dicho, nada de gente. A Oliver le gustaba la privacidad y que mejor que un parque con poca luz y nada de gente a su alrededor. 

—¿Te gusta mucho la fresa?  —Preguntó Oliver, buscando un tema de conversación. Ya sabía sobre el gusto que Nicolás tenía hacia las fresas, pero no tenía una mejor pregunta para hacer.

—Amo la fresa —platicó el crío, lamiendo de vuelta su helado. 

—¿Qué es lo que no sé de ti? —Con seriedad y mirándolo a la cara, Oliver le preguntó.

Nicolás se alzó de hombros, confundido. En realidad había tantas cosas que Oliver no sabía de él… pero no sabía por cuál comenzar.

—Me apodan rojo —musitó el chico, mirando seriamente a su esposo. No estaba seguro si Oliver sabía eso, por lo cual decidió decirlo de a principio.

—Eso ya lo sabía.

—¿Cómo? Bueno, no importa. Mm, no sé qué decirte, ¿Por qué no me preguntas las cosas que quieres saber de mí?   —Le propuso.

Oliver asentó, meneando la cabeza de arriba abajo.

—Hablando de temas sexuales, ¿Cómo fue tu primera vez?

Los azules ojos de Noah se paralizaron. No tenía ni puta idea…

—No lo recuerdo, lo siento, Oliver. Fue tan insignificante que no lo recuerdo.

—¿Y tú primer beso?

—Ni idea, sólo recuerdo mi primera paja y eso fue porque lo disfruté demasiado  —aclaró, haciendo más énfasis en “demasiado”.

—¿A cuántas personas les has dicho que las amas?

—Sólo a ti.

—¿Cuál es tu gran sueño?

Nicolás cerró los ojos, inspirándose, luego contestó:

—Quiero profundizarme en el ballet y yoga, también sueño con cantar en algún lugar. ¿Sabes? No soy ambicioso, me conformaría con ser maestro de canto y de baile.

—¿Cómo sería la familia ideal para ti?

Al encararlo con esa pregunta tan importante, Nico se estremeció. Muchas veces pensó en su familia ideal ya que nunca tuvo la mejor ni más agradable familia del mundo, pero en esos momentos no sabía qué contestar. Era tan difícil cuando los grisáceos ojos de Oliver lo miraban con esa ferocidad tan suya.

—Sería una familia no tan grande ni tan pequeña, solamente lo normal —logró contestar, encogiéndose de hombros y mordiendo el cono.

Su esposo mordió lo último que le quedaba de cono y se limpió las manos con la servilleta. Se recargó en la banca y resopló, luego preguntó:

—¿Sin hijos?

—Los hijos siempre son importantes, pero nosotros nunca podríamos tenerlos. ¿Estabas pensando en adoptar? ¿En alquilar un vientre? —Mordiendo ya también lo último que le quedaba, Nicolás pudo contestarle, preguntándole a la vez lo que lo lastimaba.

—Tengo 26 años y siento que ya es momento de ser padre —confesó—. ¿Qué opinas? 

Con ansiedad, Noah masticó con calma, recargándose en la banca al igual que su marido.

—Soy un adolescente, pero creo que también estás en edad. Sería extraño, pero también lindo. Los vientres alquilados son una buena opción, me parece buena idea. Tendríamos que escoger a la mujer, tenemos que…

Se detuvo. No pudo continuar. Algo le partía el corazón y era el hecho de no ser todo lo que Oliver necesitaba para ser feliz. Era bastante obvio que su esposo querría un hijo y que él no podía dárselo. No podía. Eran hombres y contra eso no podían pelear.

Oliver parpadeó, mirando con insistencia al enano de su esposo. Puso una mano en su pierna y la acarició, demostrándole que estaría en todas las dificultades y los malos momentos. Era necesario hacérselo saber. Se acercó a Nicolás y le sopló en el oído lo que Nicolás tenía que escuchar:

—Te amo.

Pero Nicolás al escucharlo se sintió más ansioso, nervioso, logrando hablar muy rápido y sin consideración. Sin poder entender por qué, evadió la confesión anterior y prosiguió con lo que antes le comentaba:

—Tenemos que planearlo bien, debemos…

—Te amo —Esta vez Oliver lo detuvo, besándolo en la mejilla.

La interrupción pasó a ser todavía más desesperante. Nicolás abrió la boca y siguió con lo que le dolía pronunciar:

—Todo tiene que estar tan calculado, tan…

—Te amo  —nuevamente su esposo lo interrumpió, apretándole la pierna y besándole la mejilla con más necesidad.

Los labios de Nicolás temblaron, dejando que se mojaran por varias lágrimas. Estaba llorando y ni siquiera se había dado cuenta de ello, sólo Oliver, quien lo miraba con mucho lamento.

—Te amo también. Hagámoslo, vamos a alquilar un vientre y a hacer grande la familia —terció el chiquillo, mirándolo a los ojos.

—¿Por qué lloras, entonces? —Lo interrogó, limpiándole las lágrimas que seguían saliendo.

Noah palpó sus mejillas, notando de ese modo que efectivamente estaba llorando. Luego contestó con lo que creyó ser la causa de su dolor:

—Porque me gustaría darte todo para hacerte feliz, pero no puedo. Igual trabajaré duro para ser un buen segundo padre. 

El viento fresco golpeteó sus mejillas, refrescándolas, haciendo de ese modo más fácil mecerse al ritmo del viento mientras miraba el piso.

Oliver sonrió, luego le preguntó lo que justo hace unas horas atrás tramó preguntar:

—¿Quieres casarte conmigo?

Inmediatamente Noah levantó el rostro, fijando la vista en su esposo. Luego contestó:

—Ya estamos casados.

Una tímida sonrisa se le salió al más grande, convirtiéndola en una segunda pregunta.

—¿Quieres casarte conmigo por segunda vez?

El crío no se esperaba esa propuesta y aunque sonara demasiado cursi, deseaba aceptarla sin dudarlo. Levantó la mano derecha, acariciándole la mejilla a su esposo una y otra vez, obsesionándose todavía más con  éste, y lo besó. Sus labios se encontraron inmediatamente, apretándose con los ajenos. Luego un ronroneó se escuchó por parte de Nicolás.

—Sí. Sí. Sí —dijo con calma y besando a cada segundo los labios de Oliver.

Luego de varios minutos contemplándose y besándose como si fuera la última vez que lo harían, Oliver y Nicolás fueron al supermercado. Su cita no podía concluir tan rápido. Ahora la última actividad que harían juntos ese día era comprar el mandado para la semana y algunos artefactos para Requetemiau y Hunter.

Con lo primero que cargaron fueron con dos camas para gato. Unas muy grandes para que ningún gatito se peleara por espacio. Compraron comida especial para gato y unos cuantos juguetes y ropa que Nicolás escogió. Pronto haría mucho frío y si no cubrían bien a las mascotas, entonces se enfermarían.

Además de eso, también compraron muchos alimentos y comida chatarra. Nicolás dijo que necesitaban tener de todo en la casa, así que esa noche gastaron exactamente 400 euros. Oliver jamás había gastado tanto cuando salía de compras, pero sabía que Nicolás estaba bastante acostumbrado a desperdiciar el dinero… 

Luego fueron a casa. Ambos guardaron las cosas que compraron, y se fueron directo a la ducha. Ana por su parte se encargó de acomodar a los gatos y a alimentarlos. Olivia regresó muy tarde a casa  y se durmió tan rápido como pudo. Los únicos que estaban semi despiertos eran la linda Ana Batsheva y sus dos tíos. Pero pronto Ana dejó de contar, ya que se durmió minutos después de desearle las buenas noches a Hunter y a Requetemiau. 

—¿Sabías que si fusionamos nuestros nombres, entonces tendremos una forma de llamar nuestra relación? —Nicolás preguntó, enjabonándose las piernas.

—¿De qué hablas?

—Sí, es como cuando alguien es tu fan y te empareja con otra persona. Si nosotros fusionamos nuestros nombres podemos obtener varios muy divertidos. Uno podría ser Olicolas —pronunció con mofa.

Oliver lo miró a los ojos, negándose. Ese no le gustaba. Sonaba muy alienígena.

—Si fusionamos Oliver con Noah podría salir “OliNoah”  —Insistió el enano, tallándole el pecho a su esposo.

El pelinegro se volvió a negar.

—Suena mejor “YaelNi”. Si fusionamos Yael y Nicolás, o… si fusionamos Nicolás con Oliver saldría “Nicover” —añadió el mayor, sonriendo poco después de darlo a conocer.

Nicolás sonrió en grande, premiando con eso la buena idea de su esposo. Claro que sonaban muy geniales, mucho mejores de los que él había propuesto.

—Vez, pueden salir varios…”Nover” también es bueno —comentó el mocoso.

YaelNi es mejor. El mío por delante, mi segundo nombre con tu segundo nombre. Es más que perfecto.

—Pondré como contraseña  de mi celular  nuestro nombre de pareja —murmuró Nicolás, arrepintiéndose de haberlo dicho un poco más  alto de lo normal, pero ya era demasiado tarde; Oliver lo escuchó a la perfección.

Pocos minutos después de la ducha, Noah fue hasta su celular y le puso contraseña, añadiendo su ahora nombre de pareja. Podía ser demasiado gay, pero le gustaba un montón hacer cursilerías y estar acaramelado con Oliver. Sonrió satisfecho de su contraseña y cuando quiso hablar con su marido acerca de su segunda boda, éste ya se había dormido.  Nicolás lo entendió al instante. Oliver estaba cansado y ese día había sido muy agotador. Demasiado agotador y con mucha información.

Pero Nico todavía no tenía sueño, cosa que lo llevó a sacar su celular de nuevo, pero esta vez  para tomarse fotografías. Se tomó unas cuantas, utilizando el flash, hasta que una llamada lo interrumpió.

Pensó un poco para contestar ya que el número era desconocido, pero la curiosidad le ganó. Contestó el teléfono e inmediatamente escuchó una risilla.

—Me enteré de tu estado civil —anunció la voz gruesa que correspondía al desconocido. Nicolás al principio no lo reconoció, sin embargo, lo hizo después. Si su memoria no fallaba el que lo había llamado era El rubio.

—¿Tan tarde y haciendo llamadas que joden? —Le contestó, sonriendo de lado.

Nicolás no se esperaba una llamada de él a esa hora, y no tenía idea del cómo ese canalla tenía su número de celular, no obstante, aquello no lo aterraba.

El rubio se quejó, chasqueando la lengua.

—Te espero en la bajada y sin celular en mano. Es hora de aclarar los malos entendidos y asumir las consecuencias.

La voz de Nicolás no salió en ese momento, sólo pudo escuchar que aquel pandillero le había colgado. Nico no tenía miedo, pero sí bastante curiosidad. La voz de su peor pesadilla sonaba normal y neutra, y quería saber a qué se debía.

El pequeño Nicolás sabía de los problemas que lo obligaban a unirse con El rubio, a la vez que también estaba enterado que éste nunca pudo dañarlo, pero ahora estaba decidido a acabar con el problema. Si El rubio lo buscaba, entonces lo encontraría. Y si quería venganza, entonces Nicolás no estaba dispuesto a dejarlo ejecutarla.

Nicolás le daría la cara y pondría las cartas sobre la mesa, pretendiendo de ese modo acabar con los problemas.

Ya decidido, Nicolás se cambió de ropa, se guardó una navaja en el bolsillo y salió de casa, dirigiéndose a la Bajada.

Notas finales:

Ahora sí. ¿Qué pasará después? Mañana se sube el otro cap, dejen sus comentarios... :P


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