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Bajo tus alas... ¿o garras? por sombra_larga

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Había llegado el día y Cador no podía evitar sentirse como un niño pequeño con miedo a la oscuridad, sería la primera vez que su pueblo recibiría a un humano en son de paz. ¿funcionaria? Probablemente no de la mejor manera. Y probablemente si alguien fuera a salir lastimado, sería el.

Aun así, nadie podría ni siquiera atisbar ese miedo en el rey, no detrás de la poderosa pechera negra hecha con las indestructibles escamas de sus antepasados, decorada con broches de oro en forma de dos dragones entrelazados. Además de sus muñequeras de cuero, no cargaba nada más, ellos no eran como los humanos, preferían tener libre movimiento y no cargar con ornamentos estorbosos y pesados.

Cador había enviado desde la noche a dos mensajeros, a los cuales tendría que dar una muy buena recompensa pues habían tenido que ir obligatoriamente en sus formas humanas, era una declaratoria de paz, dos dragones en el cielo nocturno no transmitirían precisamente ese mensaje.

Si todo iba bien el ejercito humano debería estar por llegar al punto de reunión al pie de las montañas. Solo había asistido el con una comitiva de diez hombres.

Su plan era simple, hablar tranquilamente, explicar, reencuentro padre-hijo, pedir la mano de Alexander.

Era cuatro simples pasos, cuatro.

A pesar de eso tembló de nervios cuando vislumbro las cabezas encapuchadas de los humanos.

 

 

En verdad no quería despertar, pero las ganas de ir al baño eran mayores, no tuvo que abrir los ojos para saber que Cador no estaba a su lado, desde que llegaron los dragones el hombre salía desde antes que saliera el sol. Ya había olvidado lo que significaba tener una corona sobre la cabeza. Su propio padre siempre había estado ocupado las veinte y cuatro horas del día.

Suspiro mientras desenrollaba su cuerpo desnudo de las sabanas, a pesar de la soledad no pudo evitar sonreír cuando vio su reflejo en el espejo, el pequeño bultito que antes era casi imperceptible ahora era una curva perfecta en su delgado cuerpo. Su hijo crecía muy rápido.

El rubio se sentó como todas las mañanas a cepillarse el cabello envuelto en la bata de Cador que más bien le quedaba como vestido.

Fue cuando estaba a punto desnudarse que la puerta del cuarto fue abierta, confiado en que su pareja había vuelto salió del baño preparado para saltar sobre el fuerte cuerpo masculino.

Pero toda esa energía se fue cuando lo que divisaron sus ojos no fue otra cosa más que un pequeño cuerpo, más parecido al suyo que el del propio Cador, a pesar de saber, compartían sangre.

Ojos fríos y azules, el pelo negro hasta los hombros impecablemente cortado en una línea recta, era bonito no hay duda, pero su cara estaba llena de dureza que cortaba cualquier asomo de amabilidad. Sin duda era un doncel de temer.

-hola- Alex se aclaró la garganta, recordándose una y otra vez que, aunque ahora el doncel frente a el fuera de su altura, debajo de esa piel había un monstruo lleno de escamas, con filosos dientes más grandes que todo su cuerpo.

-buenos días Alexander- por el tono, Alex estaba seguro de que no tenían nada de buenos para el doncel, el de pelo negro barrio con la mirada todo el cuarto, arrugando la nariz ante toda la ropa en el suelo.  Nervioso Alex se anudo mejor la bata lamentando no estar vestido- vine a invitarte a desayunar, creo que debemos reforzar los lazos, ahora que somos…familia-

Alex en verdad quería decir que no, pero por la mirada de su “cuñado” no estaba la opción de una negativa. Así que sin más se apresuró a enfundarse en el nuevo vestido que había traído Cador hace algunos días, definitivamente unas tallas más grandes por como le colgaban los hombros, pero que se ajustaba perfectamente a su pequeño vientre.

Apretó los dientes ante la perfecta y milimétrica manera en que movía las caderas mientras los hombros se mantenían derechos y firmes. El vestido apretado, tal vez demasiado para su gusto, de un gris claro con cristales naranjas incrustados, que con los rayos del sol le recordaba peligrosamente a los ojos de su pareja.

Alex noto enseguida la poca cantidad de personas que había en el castillo, mas no hizo comentario alguno.

Al final llegaron a una puerta realmente estrecha, tomando en cuenta la enorme musculatura que tenían la mayoría de los hombres que hasta ahora había visto.

Entraron en una pequeña habitación, redonda y con pequeñas ventanas. Un enorme candelabro colgaba del techo, balanceándose con cada corriente de aire. Una mesa era rodeada por varios sillones y en la mesa ratonera ya descansaba el desayuno.

Un poco indeciso tomo asiento en un sillón forrado con una deliciosa piel negra. Agarro un panquecillo de miel con almendras y dio un largo trago a la leche, extrañamente dulce.

-bueno, Alexander- dio un brinquito, el otro doncel dio un sorbo a la taza aun humeante antes de mirarlo fijamente- ¿sabes dónde estamos? – dio otro recorrido antes de negar confundido- lo suponía, esta es la recamara de la esposa, aquí es donde pasó la mayor parte del tiempo la primera madre de la manada. Fue obligada casarse con su hermano-

Sin saber porque el rubio se removió incomodo, ante la tranquilidad con la que hablaba el pelinegro, se imaginó, una muy triste historia. Él había luchado fuertemente para no tener un matrimonio arreglado, no imaginaba que hubiera pasado si además fuera su hermano.

-en fin, esta recamara fue el único deseo que se le concedió a la esposa, aquí escapaba de su esposo, y tal vez de sus hijos- dejo la taza vacía en la ratonera- esa tradición se ha pasado de generación en generación, claro, a veces hay más de un hermano. Por lo que los primeros en conseguir un varón alfa son los que suben como líderes- Alexander no se dio cuenta de cuando había empezado a sudar, pero se seco las manos en el vestido- espero que después de esto comprendas, lo que quiero decir Alexander- la respiración le pesaba, demasiado, era como si el vestido se hubiera vuelto de hierro y lo jalara- es que yo soy, la pareja de Cador y esta sala nunca pasara a ser tuya, el bastardo que llevas dentro no significa nada y tu, muy pronto tampoco significaras nada, él te olvidara, como olvido a tu papi-

Mikel vio como los cabellos rubios danzaban por el aire cuando el cuerpo cayo hacia atrás, la piel cubierta de sudor y enrojecida. Los bellos ojos se cerraron, encerrando las lágrimas.

El doncel de cabello negro espero unos segundos antes de gritar con todas sus fuerzas y sentarse junto al cuerpo inerte.

No paso ni un minuto cuando la habitación se inundó de personas.

-no sé qué paso, estábamos hablando y se desmayó-

 

 

Está bien, todo iba bien, hasta ahora. A pesar de que, sin importar el mensaje de paz, todas las tropas humanas se divisaban subiendo pesadamente por la blanca nieve.

Cador espero hasta que las tropas estuvieron totalmente quietas para avanzar con el que esperaba fuera el padre de Alexander, por el cabello rubio que asomaba debajo de la armadura, estaba casi seguro de su deducción.

Quedando a solo unos pasos, el hombre enfundado en la armadura bajo de la montura, se quitó el casco cuando estuvo frente a frente con el posible asesino de su hijo si la carta que le llego esa misma mañana resultaba mentira.

Cador se aclaró la garganta, los ojos negros no lo dejaban de recorrer, prestando atención igualmente a los pocos hombres que tras de él, pensaban seguramente en la mala idea que era esto. Sin la sombra de barba y las ojeras marcadas, junto con el latente cansancio que emanaba la cara del hombre, era seguramente un hombre muy guapo, pensó Cador.

-su alteza Cristopher Cromwell, rey de Creta- presento un humano con voz clara y potente- Cador II, rey de los dragones- presento su propio hombre.

Ambos hombres se quedaron viendo, en la mente de Cador esto era mucho más fácil, pero, finalmente, tuvo la valentía de hablar.

-solo quiero saber una cosa rey Cador II- el de ojos gatunos contuvo el salto que quiso dar- ¿mi hijo está vivo? –

-claro que está vivo- y embarazado. Decidió que esto último era mejor guardarlo, para cuando las cosas estuvieran…más tranquilas- vivo y en perfectas condiciones-

Por un momento Cador pensó que el hombre caería al suelo por el suspiro que dejo escapar, como si con este todo el dolor y sufrimiento lo hubieran dejado de impulsar a seguir de pie.

-¿Qué quiere rey Cador? Lo que sea, se lo daré- la súplica en los ojos del hombre le hicieron sentir un sabor amargo en la boca- yo…solo quiero a mi hijo de vuelta- Cador vio como varios soldados humanos volteaban la mirada, apenados ante las debilidades de su rey, más sin embargo ninguno dijo nada.

-Cador está bien, rey Cristopher- se aclaró la garganta, antes de soltar, lo que sería seguro, un punto crucial en la historia de ambos pueblos- yo solo quiero…una alianza con su reino- Cador se acercó aún más al rey- más concretamente, quiero solicitar la mano de su hijo, Alexander Cromwell, lo quiero como mi esposo y quiero hacerlo la madre de la manada de dragones-

Oh si, todo era más fácil en su mente, pensó Cador.


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