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Loki y el cazador por andy_khr

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Notas del capitulo:

muchas gracias a Nari (Anónimo) y naruke-love por haberme dejado un rewivs me hace tan feliz ya que pensaba que nadie leia mi fanfic por eso estoy actualizando tambien por que se a actualizado otro fanfic que me gusta la de Cronicas de Asgar que me ha gustado mucho sigan dejando rewivs y puede que actualice manana

La sangre de la más bella hace surgir el hechizo...

Logi lo estaba observando de nuevo. Incluso tumbado en la cama y con los ojos entrecerrados, Loki podía distinguir su sombra en el muro del calabozo. No dijo nada, solo retiró la apelmazada manta que cubría su cuerpo y la dobló sobre el estrecho camastro. Deslizó los dedos entre su pelo, tratando de desenredar los nudos que se le habían formado en la nuca, y a continuación, como cada día, se arrodilló para encender el fuego, moviendo las ramas atrás y adelante, atrás y adelante, hasta que los delgados trozos de madera prendieron. Cuando la leña empezó a arder y calentó sus dedos, Logi ya se había marchado.

Loki extendió las manos, sintiendo el calor. Logi la visitaba algunas mañanas y la contemplaba desde el otro lado de los barrotes, con sus pequeños ojos fijos por encima de su larga y estrecha nariz. Nunca decía nada, y nunca dejaba nada —ni siquiera un plato de comida o una jarra de agua—. Loki se preguntaba si disfrutaba viendo que, pasados los diecisiete años, seguía encerrada en el calabozo de la torre. ¿Sentía remordimientos? ¿Era preocupación? Lo dudaba, ya que era hermano de Odin.

Loki se puso un harapiento vestido que le cubrió los pies descalzos.

Habían pasado diez inviernos. En cierto momento, había dejado de contar los días y las semanas para prestar atención únicamente a los cambios de estación. Desde la ventana de la celda podía ver las copas de los árboles y conocía cada una de las ramas tan bien como a el mismo. En los meses más cálidos, les brotaban hojas de un intenso color verde que lo cubría todo y mantenían el mismo aspecto hasta el apogeo del verano. Luego cambiaban. El verdor dejaba paso a los tonos dorados y rojizos, hasta que todas las hojas se marchitaban y caían, una tras otra, sobre el suelo duro.

En aquel momento, con los primeros indicios de la primavera en el aire,

Loki se preguntaba si ese año sería distinto —si sería el año en que Odin acudiera en su busca para terminar, por fin, con su encierro—. Llevaba tanto tiempo allí que ya casi ni se preocupaba por el inhóspito ambiente de la celda. Los muros, siempre fríos y húmedos, olían a moho y solo entraba luz una vez al día, durante algo más de una hora, cuando el sol ascendía sobre los árboles. Entonces, Loki se sentaba dejando que besara su rostro, hasta que desaparecía. Sin embargo, era la soledad lo que la atormentaba. En ocasiones, lo único que deseaba era hablar con alguien, pero solo podía traer a su memoria los mismos recuerdos, añadiendo nuevos detalles, cambiando otros, tratando de recomponer su pasado.

Pensó en su padre y en cómo había descubierto su cuerpo ensangrentado la noche de la boda. Recordaba también la cálida mano de su padre sobre su frente, confortándolo antes de ir a dormir. Sin embargo, su mente regresaba siempre a un mismo momento, tan vivido incluso después de tantos años.

Fue justo después de que su padre enfermara. El rey y el duque Heiamdall los vigilaban desde el balcón del castillo, como hacían algunas veces. Balder, el hijo del duque, tenía la misma edad que él y solían jugar juntos, persiguiéndose el uno al otro por el patio o rescatando urracas heridas. Él se había subido a un manzano y tenía el pelo, oscuro y castaño, completamente alborotado. Llevaba un arco de juguete colgado a la espalda.

Loki le siguió, agarrándose con fuerza al árbol para no caerse. Cuando estaban a cuatro metros de altura, Balder arrancó una manzana de una rama y se la acercó. Era blanca y roja, sin ninguna imperfección en la piel. «Vamos», dijo él con la mano extendida y esperando a que el cogiera la fruta. Tenía los ojos de color marrón claro y, cuando inclinó el rostro hacia el sol, Loki pudo ver en ellos motitas verdes.

El alargó la mano, pero Balder retiró la manzana y le dio un mordisco. Luego sonrió con esa mueca de Te estoy tomando el pelo a la que estaba tan acostumbrado.

« ¡Has caído en la trampa!», dijo él y empezó a reír. Loki sintió tanta rabia que le empujó. Balder perdió el equilibrio y se agarró a él, arrastrándolo en la caída. Al golpear el suelo, ambos se quedaron sin aliento. Permanecieron allí, jadeando, hasta que finalmente uno de los dos rompió a reír. Ya no pudieron parar: rieron y rieron, rodando por el suelo. Loki nunca se había sentido tan feliz.

Muchos años después, el estaba sentado en aquella fría celda, con los ojos cerrados, tratando de recordar el rostro de Balder. Se preguntó si continuaría vivo o si los soldados de Odin le habrían seguido la pista más allá de los muros del castillo. Le había visto por última vez la noche de la boda. En medio del caos, el duque Heiamdall montó a su hijo a lomos de su caballo. Uno de los escoltas del duque lo subió al  otro caballo y los cuatro se lanzaron hacia el rastrillo para tratar de escapar. Balder pedía a gritos que se apresuraran. La puerta estaba descendiendo y ellos galopaban hacia ella. Cuando casi lo habían conseguido, una flecha alcanzó al escolta en el pecho y lo tiró de la montura. El animal se encabritó, retrasando la huida de Loki. Balder y el duque se escabulleron bajo el rastrillo justo cuando se estaba cerrando, dejándolo a el atrapado dentro de los muros de la fortaleza.

Balder lo llamó a gritos. Loki escuchó cómo suplicaba a su padre que regresaran, pero los soldados de sombras estaban dispersándose ya por el patio. El escolta se retorcía de dolor en el suelo. Loki fue amarrado y devuelto al castillo. Lo último que vio fue el rostro de Balder mientras huía al galope con su padre.

De repente, resonó en el pasillo el eco de unos pasos, que a los sensibles oídos de Loki parecieron truenos.

— ¡Dejadme marchar! —Gritó una muchacha, y su voz se propagó por el corredor de piedra a toda velocidad—. ¡Soltadme!

Loki se levantó, se aproximó a la puerta y apretó la cara contra los barrotes herrumbrosos, tratando de conseguir una mejor perspectiva. Rara vez conducían a otros prisioneros a la torre norte. En los diez años que llevaba allí, solo había visto a tres y todos a la espera de ser ejecutados. Uno de ellos, un hombre de unos sesenta años que había sido sorprendido robando alimentos en un carromato de provisiones de Odin, solo permaneció allí unas horas antes de la ejecución, y le habían golpeado con tanta violencia que apenas podía hablar. Los otros dos prisioneros tampoco estuvieron en la torre mucho tiempo.

Del pasillo surgió un soldado que tiraba de una muchacha. No sería mucho mayor que Loki y tenía los ojos grandes y castaños, el rostro pálido y redondo y una melena castaña y rizada que le caía por la espalda. Trataba de escapar, pero era inútil.

El soldado la empujó dentro de la celda y cerró la puerta. A continuación, sonó el chasquido del candado.

El hombre se alejó por el pasillo de piedra y el ruido de sus pisadas se fue debilitando a medida que descendía por la escalera. Loki esperó a que el silencio lo invadiera todo antes de atreverse a hablar.

— ¿Hola...? —Dijo, sorprendiéndose del sonido de su propia voz; se aclaró la garganta—. ¿Cómo te llamas? —preguntó, inclinándose hacia un lado e intentando ver con más claridad a la muchacha, que se había ocultado al fondo de la celda.

Unos instantes después, la chica reapareció. Apretó el rostro contra los barrotes y se limpió las lágrimas de las mejillas.

—Soy Sif —respondió en voz baja.

Loki sacudió su raído vestido. Podía imaginar su aspecto después de tantos años encerrada, sin tener siquiera un peine para cepillarse el pelo.

— ¿Por qué estás aquí? —preguntó—. ¿Has cometido algún delito contra Odin?

Sif sacudió la cabeza. Clavó la mirada en el suelo y los ojos se le llenaron de lágrimas.

 

 

 

—No he hecho nada —respondió—. Todas las muchachas de mi aldea fueron capturadas. A mí me atraparon cuando intentaba llegar al castillo del duque Heiamdall para ponerme a salvo. Estaba...

— ¿El duque? —exclamó Loki con voz temblorosa—. ¿Está vivo?

—Sí —contestó Sif—. Su aldea en Carmathan se ha convertido en refugio de los enemigos de Odin.

Loki sintió un nudo en la garganta. Había supuesto que el rey habría utilizado su magia negra para encontrar al duque Heiamdall y a Balder mucho tiempo atrás. Se había convencido a sí mismo de que ambos estaban muertos.

— ¿Aún sigue luchando en nombre de mi padre? —preguntó.

Sif la miró de arriba abajo, observando su pelo enmarañado y la suciedad que cubría sus rodillas. Loki trató de cubrir con las manos los agujeros que tenía en la parte baja del vestido; hasta ese momento no se había dado cuenta de que existían.

—Tú eres... ¿el hijo del rey? —Preguntó la muchacha—. ¿El príncipe? —se había quedado boquiabierta. Estaba totalmente confundida.

Loki asintió con la cabeza, con los ojos llorosos. Pensó en el duque como  le recordaba, cenando junto a su padre y riendo exageradamente sus bromas.

Había levantado a Balder con un fuerte impulso y le había colocado sobre sus hombros. Recordó cómo los había mirado, pensando que Bualder era la persona más alta del mundo. Siempre había sentido envidia de que pudiera tocar el techo.

Sif sacudió la cabeza y colocó una mano sobre su sien.

—La noche que Odin se hizo con el trono, nos comunicaron que todos los habitantes del castillo habían sido ejecutados. ¿Cómo os salvasteis? —quiso saber.

Loki sacudió la cabeza, sin querer recordar aquella noche: el hedor de la sangre en el patio de piedra; Logi arrastrándolo por la larga y estrecha escalera hasta los calabozos. Incluso después de todos aquellos años, ignoraba por qué Odin había mostrado clemencia por el en el último momento.

— ¿Balder...? —Preguntó, recordando de nuevo su rostro y sus ojos color avellana cuando la miraban entre las ramas del manzano—. ¿El hijo del duque?

¿Sigue vivo?

Sif aferró los barrotes metálicos.

—Sí, príncipe —respondió con suavidad—. Ha estado luchando por la causa. Es famoso por sus ataques por sorpresa contra el ejército de Odin. No he oído noticias de él desde hace un tiempo, pero...

— ¿A qué te refieres con «un tiempo»? —interrumpió Loki. Balder se encontraba allí afuera, en algún lugar tras los muros del castillo, luchando todavía.

Sintió que aquella nueva esperanza lo consumía. No podía evitarlo. El duque y Balder eran como su familia. Tal vez no fuera demasiado tarde para él. Tal vez el ejército de Odin podría ser derrotado.

Sif miró el frío y húmedo suelo de piedra.

—Seis meses, tal vez algo más.

Loki dejó escapar un profundo suspiro. No estaba todo perdido. Había gente que seguía luchando, que se negaba a rendirse a las fuerzas oscuras que le habían arrebatado el reino a su padre. Enjugó las lágrimas que rodaban por sus mejillas.

—¿Estáis bien, príncipe? —preguntó Sif, inclinándose hacia delante para verla mejor.

—Lo estoy —respondió Loki. Una leve y esperanzada sonrisa se dibujó en sus labios—. Nunca me había sentido tan feliz.

 

Notas finales:

espero lees haya gustado 


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