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El Rapto de Kardia por Nikiitah

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Notas del capitulo:

¡Hola! ¡Feliz Años nuevo! (aunque sea atrasado ;w;)

Primero que nada, pido mil disculpas por tener abandonado el fic u.u hace tres años que no lo actualizo D: !!! pero todo tiene una explicación! y es que este cap ya lo tenía listo en la laptop, pero como esta se malogró ya no pude recuperarlo, y como aún tenía muchos fics que actualizar al final decidí terminar los otros (aunque también ando demorando!) pero este año quiero terminar si o sí TODOS los fics que tengo pendientes para poder subir los nuevos (que ya estan casi terminados), y como este fic me lo habían pedido decidí iniciar el año continuando éste fic (El Regreso de los Escorpios y Volver a Amar los continuaré también, los caps ya estan casi terminados!) También leí que deseaban que actualizara Todos quieren a Milo y si no me equivoco también ¡¿Hermanos?! y El medallón de Antares, bueno, sobre el primero les diré que el cap estaba haciéndolo pero por falta de inspiración ya no lo pude continuar u.u (pero eso no significa que lo dejaré, es más últimamente me ha venido la inspiración así que voy escribiendo lo que se me ocurre), y sobre el segundo, ese fic lo hago con una amiga y a mi me toca el siguiente cap, así que ya me voy poniendo al corriente!

Otra vez, les pido mil disculpas!

Terminando, les digo disfruten el capítulo! :D

Saint Seiya y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y Shiori Teshirogi, yo solo los utilizo por diversión.

002 La agonía de un Dios

 

Por mucho tiempo lo había buscado, siglos enteros sin siquiera una pista de su amado príncipe. Hasta ahora.

Sintió esa extraña conexión cuando lo vio por primera vez, la actitud era muy diferente pero el espíritu era idéntico. Aquellos ojos azules penetraban su alma como dagas, más al recordar la mirada estoica que le dirigió ¿Por qué no lo reconocía? ¿Acaso no sabía lo mucho que le lastimaba su actitud? Había pasado muchas noches en vela observando el mundo de los humanos, esperanzado porque su amado volviera entre los muertos. Apolo sabía que Jacinto o lo reconocería al principio, pero tenía fé que su alma sí. Su mirada se posó sobre el durmiente joven deseando tocar de nuevo aquel hombre que le enseñó el amor. Acarició los cabellos azules, antes rubios, con fervor, anhelando poder enterrarse en aquel cuerpo que antes fue suyo. Si tan solo pudiera rozar aquellos rosados labios sabía que volvería a sentir la gloria…

 

PUM

 

El sonido de una cachetada se escuchó por todo el recinto, sorprendiendo a los sirvientes, que empezaron a rezar por sus vidas. Mientras que gritos y groserías era lo único que los asustadizos sirvientes podían escuchar en los aposentos de su señor. Apolo podría tener paciencia, pero cuando se enojaba era peor que ver a Ares. Las ninfas salían azoradas del recinto cuando se cruzaron con uno de los hombres más fieles del dios del sol. Altair, el único hombre que podía acercarse al dios sin temor portaba su Glory (*) con orgullo. La mirada fría y ese porte gallardo imponían respeto y miedo, las ninfas se hicieron a un lado e hicieron una pequeña reverencia cuando el hombre pasó por su lado. Contuvieron la respiración cuando las grandes puertas que daban a los aposentos de Apolo fue abierta y el hombre de ojos amatistas entraba sin temor alguno.

 

—Mi señor… —susurró haciendo una mueca al ver a su dios tirado en el suelo con un gesto infantil y agarrando su mejilla adolorida. Dio un rápido vistazo a Kardia que estaba con el entrecejo fruncido y la mano aún extendida.

 

— ¡Eso dolió Jacinto! —gritó Apolo, levantándose de golpe. Kardia rodó los ojos desesperado y se cruzó de brazos.

 

—Por una mierda… —masculló molesto— Te he dicho que no me llamo Jacinto, soy Kardia.

 

— ¡No es verdad! —Miró hacia su mano derecha y le exigió— ¡Díselo Altair!

 

— Pienso lo mismo… el joven Jacinto era un hombre amoroso y honesto, éste de aquí es una bestia azul.

 

— ¡Oye imbécil! ¿A quién le dices bestia? —rugió Kardia acercándose peligrosamente hacia el rubio que aún se mantenía sin mostrar emoción alguna. Kardia alzó su mano y mostró su uña roja— ¡Te reto a que lo digas de nuevo! ¡Veamos qué tan valiente eres al enfrentarte al gran Kardia de Escorpio!

 

—No me interesa vencer a un tipo que ni armadura tiene —sentenció aburrido, girando para ayudar a su dios.

 

— ¡¿Qué carajos?! — Kardia se miró de pies a cabeza al darse cuenta que su cuerpo estaba cubierto con una extraña túnica de color blanco con decorados dorados y pequeños mini soles.

 

— Idiota… — susurró Altair, rodando los ojos y soltando un bufido — Sigo pensando que fue una mala idea traer a este hombre de tan poca educación a su santuario, mi señor Apolo.

 

Kardia que seguía mascullando maldiciones se quedó  callado al enterarse que era un dios el que había golpeado. Su corazón latió con fuerza y una extraña emoción recorrió su cuerpo. Tal vez había encontrado al fin la persona indicada que le haría latir su corazón de emoción, su premio. Se levantó con rapidez y apuntó con su aguja hacia Apolo.

 

— Pelea conmigo Apolo, tal vez esto haya sido el destino — dijo con una sádica sonrisa — Te quiero como mi premio.

 

— ¿Qué insolencia es esa? — gruñó Altair, más Apolo se lo impidió, caminando hacia Kardia.

 

— ¿Qué pasará si te gano? — susurró con la voz cargada de lujuria.

 

— Te lo advierto ahora, no soy pasivo de nadie — gruñó preparándose para atacar a Apolo. Más éste con un solo movimiento ya lo había estrellado contra una columna— Tsk… es fuerte —susurró Kardia escupiendo un poco de sangre.

 

—Eres muy estúpido por atreverte a enfrentar a un dios… soy el más fuerte de los Dodekatheon.

 

—Creí que ese puesto era de Zeus —se burló Kardia, levantándose con lentitud. Sin su armadura dorada estaba en clara desventaja, y tal vez su cuerpo no lo resistiría, pero aun así no perdería la oportunidad de enfrentarse a un dios.

 

—Ohhh aun tienes fuerza… eres realmente sorprendente… —su mano empezó a brillar con intensidad. Kardia agrandó sus ojos al ver la esfera dorada en la mano derecha de Apolo. Su corazón empezó a arder, al igual que su cosmo— Interesante…

 

—Toma esto… ¡Arde cosmo! —gritó Kardia corriendo hacia Apolo apuntando con su aguja— ¡Scarlet Needle Katakeo!

 

(***)

 

(**)

 

(*)

 

SANTUARIO DE ATHENA

 

 

 

Degel…

 

Degel despertó asustado cuando sintió ese enorme cosmo. Su respiración empezó a ser irregular. No recordaba qué era lo que había soñado, pero lo que sí podía asegurar es que tenía que ver con cierto griego. En su mente el nombre de Kardia se repetía con rapidez. Podía sentir el calor del corazón del escorpión, parecía como aquella vez cuando ambos se conocieron. Los fuertes latidos de Kardia se escuchaban retumbando en sus oídos. Sin importarle salir con su ropa de dormir, empezó a descender los templos, ignorando a sus guardianes, que lo miraban con sorpresa. ¿Kardia? Pensó angustiado. Solo esperaba que fuera solo un mal presentimiento.

 

Al llegar a la octava casa llamó a su guardián, pero nadie respondía. Sin pensarlo dos veces se fue hacia los aposentos privados encontrándolo vacío. La desesperación empezaba a crecer cuando notó la armadura brillar con intensidad.

 

—Escorpio… — susurró. Se acercó a la caja que se abrió dejando ver la armadura dorada. En una de sus pláticas con el patriarca había escuchado que las armaduras podían comunicarse con sus portadores, solo se necesitaba escucharlas con atención. Colocó una mano encima y un torrente de imágenes aparecieron. Su cosmo empezó a descontrolarse hasta casi congelar todo el octavo templo — Kardia… — susurró antes de caer agotado.

 

— Oi, Degel, no te desmayes — su cuerpo fue sujetado a tiempo por Manigoldo, que iba camino al recinto del patriarca. Ambos estaban en el suelo, y Manigoldo estaba algo nervioso, tal vez se deba a que nunca había visto a Degel tan pálido.

 

— Manigoldo… — susurró, más pasos se escucharon, y las voces incrementaron su volumen, más Degel no prestó atención a ninguna. Agarrando la capa del cuarto  custodio lo miró desesperado — Ayúdame a encontrar a Kardia.

 

— ¡…! — Manigoldo se quedó sorprendido y sujetó la mano de Degel que empezaba a temblar. Al principio el italiano pensaba en ignorar lo que pasaba en el octavo templo, después de todo, estaba acostumbrado a las peleas de Kardia y Degel, pero al sentir como su armadura le pedía entrar no lo dudó dos veces.

 

— Manigoldo — la voz del patriarca los separó un poco. Atrás del sumo pontífice estaba toda la élite de caballeros dorados, sus armaduras brillaban con intensidad que si no fuera porque esto era algo serio hubiera hecho un comentario al respecto.

 

— Viejo… al parecer el alacrán se metió en problemas. — Degel volvió a temblar involuntariamente, entonces eso significaba que Kardia había activado el Katakeo.

 

— Kardia… — susurró aferrándose a Manigoldo.

 

— Patriarca, me ofrezco como voluntario para buscarlo — la voz seria de Albafica sorprendió a todos. Manigoldo trató de evitar aquella mirada que, estaba seguro, mostraba molestia.

 

— No puedo enviarte sin saber exactamente dónde está Kardia — Sage miró al resto de los caballeros y ordenó que salieran todos. Albafica se quedó mirando de reojo a Degel y Manigoldo, mientras que Sage se dirigía hacia la armadura y poder escucharla. Degel no estaba en condiciones para que le contara lo que ocurrió.

 

— Patriarca… — susurró Degel recuperándose de su estado de shock, se separó de Manigoldo que se levantó del suelo y se cruzó de brazos.

 

— Esto podría significar una nueva guerra santa — susurró Sage, mirando con seriedad a los tres dorados — Apolo no es un dios que acepte negociar con los humanos… no podemos hacer nada, y la señorita Athena aún es muy joven para que se enfrente contra él.

 

— Debemos buscar otra manera — dijo Manigoldo — No podemos dejar al bicho con ese sujeto…

 

— No podemos ser tan imprudentes Manigoldo — regañó Albafica, aunque él había sido el primero en ofrecerse sabía que enfrentar a un Dios era un suicidio — Aunque fuéramos los tres, no podríamos contra un dios, y no podemos dejar al santuario desprotegido contra la guerra santa.

 

— Pero… — miró a su maestro que negó con la cabeza y evitó mirarlo.

 

— No importa… — habló Degel atrayendo la atención de los tres — Iré solo… Kardia es mi responsabilidad… debí quedarme con él — apretó sus puños y agachó la mirada — Déjeme ir patriarca… traeré a Kardia.

 

— Tsk, si va Acuario Alba-chan y yo iremos.

 

—…—Albafica se quedó en silencio y observó al patriarca que suspirando aceptó, había esperado que Manigoldo insistiera, incluso, aunque pareciera imposible, se lo esperaba de Degel también, pero si Albafica no se negaba entonces no debía preocuparse… tanto.

 

—Si ven que esto es peligroso, regresen.

 

(***)

 

(**)

 

(*)

 

El suave aroma a cerezo empezó a despertarlo, sus párpados empezaron a temblar, clara muestra de que empezaba a despertar, podría jurar que hace tan solo un momento estaba en medio de una pelea contra el dios Apolo, entonces… ¿Por qué seguía vivo? Las cantarinas risas empezaban a desesperarle, abrió sus ojos, intentando localizar a esos seres que osaban en molestarlo cuando apenas despertaba, pero lo que vio lo dejó mudo. Estaba en medio de un campo de flores y encima de él podía ver las ramas del árbol Sakura, tan bellas y tan perfectas, quiso alcanzarlas pero su cuerpo no le respondía.

 

— ¿Estoy muerto…? — susurró, escuchando risas molestas, giró su cabeza y se quedó sorprendido al ver a un hombre de cabellos rubios y cabellos algo alborotados recoger algunas flores y colocarlas encima de la cabeza de Apolo — Jacinto… — susurró.

 

El muchacho de dorados cabellos sonrió con ternura y río cuando Apolo se sonrojó con fuerza. El dios del sol se veía tan distinto, se veía más... ¿Humano? Jacinto tenía un gran parecido a él a excepción tal vez por el cabello y la mirada. El muchacho se veía más inocente.

 

— Jacinto, mi príncipe, creo que ya es hora de formalizar nuestra relación... Quiero invitarte al Olimpo ¿qué dices?

 

— Será para mí todo un honor, mi señor. — Kardia pudo moverse, pero cuando lo hizo se arrepintió. Era testigo de lo que daría inicio a la locura del dios del sol... La muerte de Jacinto.

 

Cerró los ojos al sentir como algo lo arrastraba, era como unas garras que tocaban sus piernas, brazos y su cuello — No respiro... — pensó. Sintió como el agua, que no sabía de dónde salió, empezaba a ahogarlo — Degel...

 

 

Se levantó con rapidez empezando a escupir el agua que había entrado a sus pulmones. Su mirada azul empezó a recorrer el lugar ¿una bañera? Podía sentir aún el aroma a Sakura. Miró su cuerpo intentando recordar lo que había pasado pero a su mente sólo venía la pelea. Había usado el Katakeo para poder acabar con Apolo pero después de eso ya no recordaba nada.

 

— Eres alguien afortunado humano — bufó molesto al escuchar la voz de Altair, gira para verlo pero este tenía la mirada perdida en el techo.

 

— Si te refieres porque aún sigo vivo, la respuesta es no.

 

— No seas idiota — Kardia le lanzó una mirada fulminante, pero lo dejó terminar — Tienes suerte de que el señor Apolo te haya elegido como su Jacinto.

 

— ¿No entiendes que yo NO quiero ser Jacinto? — masculló — Además no soy pasivo de nadie.

 

— ¿Y Degel? — preguntó con curiosidad.

 

— ¿Que hay con él?

 

— Pensé que era alguien importante para ti...

 

— Lo es... — susurró sin ganas de hablar del tema, mira de reojo a Altair y suspira — ¿Por qué no le dices a Apolo que te gusta? Es obvio que babeas por su culo.

 

— No seas grosero... Mi señor te eligió a ti.

 

— Me irritas... — masculló molesto — ¿En donde está mi ropa?

 

—El señor Apolo me ordenó que usaras esto... — alzó una larga túnica blanca.

 

— Tu dios está loco si piensa que usaré algo tan corto — gruñe mirando con repulsión las prendas — ¡Ni a un niño le quedaría eso!

 

— Solo obedece y no hables — la paciencia de Altair tenía un límite y eso parecía divertir a Kardia, que sonriendo aún más se cruza de brazos.

 

— ¿Qué pasa si me niego? Tú no eres nadie a quien deba escuchar.

 

— … — todo había pasado tan rápido que cuando Kardia se percató de la situación su espalda su cuerpo era apresado por el de Altair. Podía sentir como su espalda rozaba contra las frías baldosas y la mano ajena apretar con fuerza su cuello.

 

La mano de Altair temblaba pero aún así no aflojó el agarre que lo mantenía preso. Con dificultad, Kardia abrió los ojos para ver directamente a su oponente, la tristeza de Altair era latente en su mirada azul grisácea, por un momento un sentimiento de culpa le invadió, sentía que había visto aquella mirada antes, en un pasado lejano. Kardia llevó una de sus manos al brazo de su enemigo enterrando las uñas en ella, entreabrió los labios dispuesto a seguir retándolo cuando de repente sintió como la cabeza le daba vueltas. La falta de aire en sus pulmones empezaba a afectarle. Su cuerpo empezó a sentirse liviano y cuando menos lo esperó, todo se volvió oscuro.

 

Altair miraba extrañado a Kardia, había aflojado su agarre cuando sintió que las uñas de Kardia empezaban a aflojar y por un momento había temido haberlo matado. Su señor Apolo no se lo perdonaría nunca, él no soportaría ver decepción y odio en aquellos ojos azul zafiro que tanto amaba.

 

— No me digas que un simple apretón te lastimé — musitó esperando alguna reacción, pero Kardia seguía con los ojos cerrados se acercó con cautela esperando el ataque que nunca llegó y colocó su oreja a la altura del pecho. El corazón de Kardia aún palpitaba y eso le aliviaba, además que aún podía sentir su respiración, aunque era muy lenta — ¡Despierta Escorpio! — gritó dándole algunas bofetadas.

 

Teniendo el mismo resultado.

 

Altair era un ser con mucha paciencia y siempre sabía controlar sus sentimientos, pero saber que por su culpa aquel hombre, que su señor insistía en llamarlo Jacinto, no despertaba empezaba a alterar sus nervios. Alzó su mano dispuesto a retomar la ronda de bofetadas cuando una mano lo detuvo a medio camino.

 

— Por fin reaccionas imbécil — masculla — Sabía que fingías estar muerto, bastardo.

 

— …

 

— ¡Oye! ¿Me estás escuchando? — gruñó empezando a irritarse, más cuando intentó liberarse del agarre éste empezó a hacerse más fuerte — ¡¿Pero qué…?!

 

Las palabras murieron cuando un extraño cosmo empezó a rodear el cuerpo de Kardia, una sensación que empezaba a quemarle el brazo. No lo había olvidado, reconocía aquel cosmos. Intentó soltarse del griego pero la suave pero escalofríante risa que soltó lo paralizó. Al alzar la vista sus ojos chocaron contra los azules de Kardia.

 

— Veo que sigues siendo tan confiado — susurró Kardia con la voz fría y siseante — ¿Cuántas veces debo decirte? ¡No quiero que te vuelvas a meter en mi camino!

 

La cosmo-energía que lo empujó abruptamente, enviándolo hacia el otro extremo de donde Kardia estaba. Altair estaba paralizado, literalmente, el cosmo de aquel hombre que había poseído al escorpión era demasiado fuerte, aunque aún así no se comparaba como la de un dios.

 

— Maldito… — escupió, mirándolo con odio.

 

— Altair… que esto solo sea una advertencia. No querrás que nuestro señor se entere de lo ocurrido ¿o sí?

 

— Tú… nunca… lo tendrás… — Kardia sonrió con frialdad y por un momento Altair pudo ser testigo de cómo sus cabellos azules, empezaron a ser rubios. En ese momento se dio cuenta de su error, había sido imprudente al no darse cuenta de la gravedad de la situación, apretó sus dientes con fuerza mientras escupía el nombre de aquel hombre — ...Jacinto.

 

(***)

 

(**)

 

(*)

 

OLIMPO

 

El Olimpo era el hogar de los dioses olímpicos, los principales dioses del panteón griego, presididos por Zeus. Los griegos creían que en él había construido mansiones de cristal en las que moraban los dioses. Siendo su único camino el Gran Monte Olimpo, donde se decía, que si un humano intentaba subir, el acto sería considerado una ofensa, por lo cual provocaría la ira de los Dioses. Estaba conformado por doce templos, en los cuales los Dodekatheon residían en armonía.

 

Una silueta recorría hasta lo más profundo del lugar, donde lo único que se podía escuchar eran los golpes de sus sandalias al chocar contra el suelo de cristal y el bello canto de las ninfas. Ese cosmo tan familiar pero a la vez tan temible había despertado al fin, y aunque sabía que se arrepentiría al ir en contra de las órdenes del señor Altair, más lo haría cuando la ira de su señor se fuera sobre él.

 

— Señor, señor — llamó el joven, su mirada se paseó por toda la habitación hasta hallar al hombre.

 

Apolo miraba a través del balcón sin punto específico, algo temeroso por la reacción del hombre, el joven sirviente se quedó a una distancia prudente. Entreabrió los labios para poder hablar y fue ahí cuando la suave melodía calló abruptamente. Apolo giró con lentitud dejando ver una sonrisa algo torcida. Sus cabellos, antes negros, empezaron a brillar hasta transformarse en un rojo intenso que se asemejaba al fuego.

 

— Señor Apolo… — tragó saliva al sentir la penetrante y fría mirada del hombre sobre él — … ese cosmo… es…

 

— Lo sé — interrumpió abrazándose así mismo — Mi pequeño Jacinto, por fin ha despertado.

 

El soldado se paralizó al ver al siempre frío dios soltar algunas cristalinas lágrimas, el despertar de Jacinto tal vez no haya sido la mejor idea.

Notas finales:

(*) Una de las razones por la cual puse GLory, es en honor a las armaduras que llevan Odysseus y Theseus que son los ángeles de Artemisa.

Espero que les haya gustado el fic, me despido. SOLO CRÍTICAS CONSTRUCTIVAS.

Se despide Nikiitah.


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