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Un marimo a la plancha por SaraChan

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Notas del capitulo:

Siento la tardanza... por desgracia no será el único capítulo que tarde en subir xDD No he ni empezado a pensar qué voy a escribir en el tercer capítulo (tengo algunas ideas inconexas pero nada claro xD)

Sigo sin estar muy contenta con este capítulo, aunque he añadido algunas cosillas para convencerme a mí misma que está bien xD 

En fin, nuevamente traigo un capítulo infernalmente largo... lo siento, prometo que en el siguiente me contendré y escribiré menos de 5000 palabras (?) (quizá xD)

En este capítulo quiero agradecer a Zhena HiK que haya decidido comenzar a publicar sus fics en esta página... gracias a ti los amantes del ZoLu tenemos nuevo material y muy bueno en esta página, muchas gracias por iniciar conmigo una batalla para hacer que la gente ame el ZoLu tanto como nosotras >.<

Y también muchas gracias a Roronoa D Sue (te echaba de menos D=) y a 2012 (más conocida como Mr. Anónimo por mí =P) por leer y dejar un comentario. Gracias por vuestro apoyo, ojalá este capítulo también os guste =3

Espero que disfrutéis de la lectura ~

RECUERDO: Los personajes y la historia original pertenecen a Oda Eiichiro. Yo sólo tomo prestados los personajes para... fantasear... *¬*

Zoro entró en la enfermería refunfuñando mientras seguía arrastrando por el suelo a Luffy, quien había dejado de quejarse, aunque mantenía en su rostro un puchero. Al cerrar la puerta con un golpe tras ellos, lanzó al pequeño sobre la cama de la enfermería. Luffy dio un respingo al chocar contra el colchón, y cuando pudo reponerse de la sorpresa se incorporó sobre él mirando al espadachín, enfadado.

-          ¡Zoro! ¿A qué ha venido eso?

El espadachín le miró de reojo sin quitar el enfado de su rostro. En realidad no entendía por qué había reaccionado así, pero el simple hecho de recordar a Luffy abrazándose a Sanji le hacía hervir la sangre. Viendo la indignación en los ojos del pequeño, el espadachín suspiró con resignación y se acercó hacia él, empujándole por los hombros para obligarle a tumbarse en la cama.

-          Descansa mientras el cocinero prepara la comida.

Luffy cedió al empuje del espadachín… en realidad tampoco tenía suficiente fuerza como para evitarlo. Sin embargo, ya tumbado, Luffy siguió manteniendo una expresión molesta.

-          ¿Por qué me pegaste y me trajiste hasta aquí?

Zoro bufó, al parecer el pequeño no dejaría de insistir. Tras mantener un tenso contacto visual con esos ojos negros que tanto le perdían, el espadachín se dejó llevar por el deseo y se recostó sobre él, abrazándolo con fuerza mientras enterraba su rostro en el cuello de Luffy. Éste, extrañado por la reacción del espadachín, correspondió su abrazo, apretando el cuerpo del peliverde contra el suyo tanto como sus fuerzas se lo permitían. La calidez de Zoro le llenaba por dentro, provocando que naciera en su interior un apacible sentimiento de seguridad y felicidad. Él y Zoro, juntos, con sus cuerpos enredados. El pequeño sentía que en esos momentos no necesitaba nada más. Ni siquiera estaba interesado por la respuesta a su pregunta.

Tras unos minutos en los que mantuvieron en silencio ese asfixiante abrazo, Zoro escuchó la suave risilla del moreno llegar a sus oídos. Cuando iba a preguntarle qué era lo que ocurría, sintió las manos de Luffy deslizarse por su mejilla, tirando de su cabeza para situarla frente a su rostro. Curioso, Zoro se dejó llevar por el pequeño hasta que sus caras estuvieron una frente a la otra. El espadachín no pudo evitar esbozar una pequeña imitación de la gran sonrisa que iluminaba el rostro de su capitán, que continuaba riendo.

-          ¡Zoro! – canturreó el pequeño mirando al espadachín con alegría. – Estaremos estos cinco días juntos todo el tiempo, ¿verdad?

Zoro abrió los ojos, sorprendido. Sin embargo, al comprender (o más bien, al imaginar en su mente) el significado de esas palabras, dibujó en su rostro una lujuriosa mueca antes de inclinarse sobre los labios del moreno y comenzar a saborearlos con pasión reprimida.

Todavía riendo, Luffy correspondió esos cortos pero ardientes besos que el peliverde regalaba sobre sus labios. Aunque no tenía intención de ceder en sus intentos por ir a la isla, a Luffy no le parecía un mal plan pasar todo ese tiempo junto al peliverde. Quizá no entendía por completo la sensación que le causaban las ásperas manos del espadachín recorriendo con suavidad su cuerpo, sus húmedos labios bailando sobre los suyos, su cálido aliento estremeciendo cada célula de su piel. Pero tenía claro el nombre de todos esos sentimientos que el espadachín le provocaba.

-          ¿Sabes qué, Zoro? – Luffy apartó el rostro del espadachín, rompiendo con el flujo constante de besos que habían mantenido hasta ese momento.

Un poco contrariado, el espadachín se separó del rostro del pequeño. Esperaba que Luffy tuviera una buena excusa para alejarle. Pero su enfado le duró poco. ¿Cómo iba a enojarse con la persona que le miraba con esos ojos cargados de sentimientos? Sentimientos de ternura, de cariño, de…

¿Cómo iba a enojarse con la persona que le sonreía de esa manera? Una sonrisa especial, que le hacía sentirse afortunado. Afortunado por poder verla, afortunado porque estuviera única y exclusivamente dedicada para él.

Zoro volvió a avanzar, esta vez dispuesto a profundizar el beso. Tenía curiosidad por lo que le quería decir Luffy, pero en ese momento podía esperar. En ese momento sólo quería probar lo profunda que podía llegar a ser la boca de su capitán. Luffy, al ver que el espadachín se acercaba cada vez más a sus labios, abrió la boca dando consentimiento a lo que irremediablemente estaba a punto de suceder.

-          ¡Oe Luffy, marimo! ¡La comida está lista! ¡Si no salís ahora de ahí se enfriará!

Zoro se quedó estático, con la boca abierta y preparada sobre la boca también abierta de su capitán. El cocinero había golpeado la puerta de la enfermería, paralizando todos sus movimientos y sonidos… rompiendo en ambiente que habían creado. Preocupado y sin aún cerrar la boca, Zoro enfocó su vista en el rostro de Luffy, analizando su reacción. Luffy parpadeaba, sorprendido por la repentina inmovilidad del espadachín, y sin conseguir comprender qué era lo que estaba sucediendo. Tras unos segundos en los que se mantuvo totalmente quieto, con sus ojos fijos en los del espadachín, contemplándolos sin verlos, Luffy pareció darse cuenta de lo que el cocinero les acababa de decir y comenzó a balbucear.

-          ¿Co… comida? ¿Ha dicho… co…mida?

Zoro se estremeció sin responder al pequeño. No había que ser muy avispado para deducir que su momento con Luffy se acababa de romper en mil pedazos. Apoyando ese fugaz pensamiento que pasó por su mente, un rugido procedente del estómago del moreno llegó a sus oídos. Negándose a renunciar a los labios de Luffy, Zoro volvió a avanzar velozmente hacia la boca del pequeño, pero nuevos golpes en la puerta le obligaron a detenerse, esta vez a escasos milímetros de Luffy, sintiendo el cálido aliento de su capitán en su piel.

-          ¡SÉ QUE ME HABÉIS OÍDO! ¡O VENÍS DE UNA MALDITA VEZ A LA COCINA O ECHARÉ LA PUERTA ABAJO DE UNA PATADA Y OS SACARÉ A RASTRAS!

Maldiciendo con todas sus fuerzas al cocinero, deseándole muchas cosas muy poco agradables, Zoro suspiró interiormente mientras veía cómo Luffy comenzaba a babear con la idea de que la comida ya estuviera preparada. Liberando al pequeño de gran parte de su peso, Zoro intentó incorporarse con rapidez antes de que Luffy… antes de que Luffy le empujara contra la pared y saliera corriendo por la puerta de la enfermería. No lo consiguió, pero al menos lo intentó.

Soltando un quejido al chocar contra la pared, Zoro observó cómo Luffy corría hacia la puerta clamando por carne. Cuando había comida de por medio, el pequeño sacaba fuerzas de donde hiciera falta para ir a por ella. Bastante molesto, el espadachín se levantó de la cama y siguió con desgana a su capitán, entrando en la cocina buscando con una mirada asesina al cocinero. Sanji estaba rebuscando algo en la nevera, por lo que no se percató de esa mirada. Sin embargo, no pudo evitar darse cuenta de la ruidosa forma en la que se sentó el malhumorado peliverde en la mesa. “Bingo”, rio con malicia en su mente. “Parece que interrumpí en el mejor momento”. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, el rubio consiguió no echarse a reír al ver la envenenada expresión que le dedicaba el espadachín antes de transformarla en pura molestia y necesidad al mirar a Luffy, quien devoraba todo lo que se ponía en el camino de sus manos, ajeno a los bruscos gestos del peliverde sentado a su lado.

-          ¡Marimo! – Sanji se regocijó al ver que el espadachín torcía el gesto descaradamente. Intentando que su tono no sonara demasiado burlón, comentó: - Será mejor que empieces a comer o Luffy no te dejará nada.

Zoro bufó, mirando de reojo al cocinero, quien mantenía una sonrisa torcida en su rostro. Si no creyera que era imposible, pensaría que Sanji les había interrumpido a propósito. Como si su cuerpo le pesara, Zoro se puso recto y comenzó a comer a pesar de que realmente no tenía mucho apetito. Sanji se sentó en uno de los banquetes que tenían en la barra y encendió un cigarrillo, esperando a que sus nakamas terminaran de comer para poder fregar los platos.

Tras unos minutos en los que sólo se escucharon el tintineo de los cubiertos sobre los platos y algunas maldiciones del espadachín cuando los brazos de Luffy alcanzaban su comida, el pequeño preguntó en voz alta:

-          Sanji, ¿no vas a comer con nosotros?

Sanji, sorprendido por la consideración de su capitán, sonrió mientras exhalaba el humo de su cigarro.

-          Cuando acabéis de comer iré a algún restaurante en el pueblo.

El pequeño asintió con rapidez y volvió a centrarse en la escasa comida que quedaba en la mesa. Sanji suspiró, debió haber supuesto desde el principio que la pregunta de su capitán no era por consideración, sino para saber si su ración podía aumentar o no.

Cuando no quedaron más que platos vacíos sobre la mesa, Luffy se recostó en la silla llevando sus manos a su crecido estómago bajo la mirada divertida del espadachín. Ver comer a Luffy con tantas ganas había acabado con su enfado, pues el hecho de que tuviera el monstruoso apetito de siempre significaba que el pequeño ya estaba mucho mejor, y eso tranquilizó a Zoro.

-          ¡Aaaaaaaaah! ¡Estoy lleno, estoy lleno! – Luffy resopló mientras golpeaba con una mano su barriga, mostrando una sonrisa de satisfacción en sus labios.

-          No me extraña – Sanji comenzó a retirar los platos de la mesa. – Preparé comida para doce personas, y tú has comido por once y media – no había hecho falta fijarse mucho en Zoro para darse cuenta de que apenas había probado bocado.

-          Pero es que tenía hambre – murmuró Luffy poniendo morritos mientras situaba el sombrero que había caído por su espalda sobre su cabeza. -  Además, tu comida está muy rica, Sanji.

El cocinero sonrió ante el comentario del moreno, le alegraba que Luffy disfrutara tanto con su comida. Dejando los platos sucios en el fregadero, el rubio se dirigió al frigorífico, sacando de él un suculento pastel de crema y chocolate adornado con numerosas frutas. Acercándose a la mesa, lo depositó frente a un indiferente peliverde y un emocionado moreno.

-          Espero que aún tengas espacio para probar este pastel – sonrió Sanji mientras veía cómo el pequeño se olvidaba de que estaba lleno y se inclinaba sobre la mesa.

Luffy, con ojos brillantes y babeando, sólo fue capaz de asentir con la cabeza, pues de su boca sólo salían sonidos indistinguibles. Sin embargo, Zoro miró el pastel con desinterés. Lo único dulce que le apetecía comer estaba sentado a su lado, y lo probaría en cuanto el molesto cocinero se largara del barco.

El espadachín observó cómo Luffy comenzaba a devorar ese delicioso pastel sin ofrecerle siquiera un pedazo. Por el rabillo del ojo detectó el movimiento del rubio, que se había alejado de la mesa y había comenzado a fregar mientras silbaba una sencilla pero alegre melodía. Aprovechando tanto el ruido de los platos como el canturreo del cocinero, Zoro se giró hacia Luffy. Aunque quería preguntarle una cosa, no estaba seguro de que el pequeño le hiciera el más mínimo caso… estaba realmente centrado en llevar un trozo cada vez mayor de ese pastel a su boca. Suspirando con resignación, decidió esperar a que el pequeño terminara de comer.

-          ¡Zoro! – el espadachín soltó un respingo, Luffy había pronunciado algo que parecía su nombre con la boca rebosando de pastel. Tuvo que contener una risilla al ver las dificultades por las que pasó el moreno para tragar ese gran bocado - ¿No quieres pastel? ¡Está muy bueno!

El espadachín sonrió, ignorando el sonido de un plato al caer con un golpe sordo sobre el fregadero. Sabía que en ese momento Sanji estaba mirando a Luffy con la sorpresa plasmada en su rostro, pero ya les había descubierto, así que no tenía la necesidad de disimular delante de él. Elevando su mano hasta la mejilla de Luffy, la acarició con suavidad, desplazándose hasta situar los dedos sobre sus labios. Una vez ahí, el espadachín retiró los restos de chocolate que quedaba en ellos, llevando después esos dedos a su boca, saboreando con sensual lentitud ese dulce. Ante la sorprendida mirada del moreno, Zoro sonrió burlón.

-          Prefiero otro tipo de dulces, puedes comerlo entero si quieres.

Luffy, haciendo gala de su inocencia, sonrió ampliamente sin entender el mensaje oculto del espadachín. Agradeciendo a Zoro con un asentimiento, siguió engullendo la poca tarta que ya quedaba en el plato.

Sin embargo, Sanji sí entendió el doble sentido del comentario del espadachín. Un doble sentido que quedó confirmado cuando Zoro le dirigió una mirada divertida que irritó al cocinero. “¿Se ha dado cuenta de lo que pretendo?”, no era posible, no había hecho ningún movimiento aún. “¿O simplemente esta es su forma de advertirme?”. Gruñendo y maldiciendo por lo bajo, el rubio se giró, dando la espalda a sus nakamas, continuando con sus tareas. Al cabo de unos minutos sumido en sus pensamientos, sonrió con astucia. “Puedo sacar provecho de su excesivo afán posesivo”. Sí, sería fácil divertirse a costa de esa faceta del espadachín. “Pero como me pase de la raya…”, el cocinero rio por lo bajo. Si se pasaba por la raya despertaría la ira de Zoro, y eso no sería algo precisamente agradable.

 

 

 

 

 

 

-          Yo quiero un té.

-          Para mí un café, por favor.

El camarero se retiró con una reverencia, dejando solas a dos chicas que sonrieron agradecidas por su intimidad.

-          Fue muy arriesgado intentar convencer a Kenshi-san de esa manera – comentó Robin, desdibujando su sonrisa.

Nami la miró con seriedad durante unos instantes. Tras un suspiro, apartó su vista de la morena.

-          Lo sé. No había sido mi intención obligarle de esa forma. Pero quería que se quedara con Luffy… - volvió a mirar a Robin sonriendo con tristeza. – Llevamos una vida muy difícil, Robin. Pocas veces podremos disfrutar de descansos como este. Pocas veces esos dos idiotas podrán estar solos…

Robin observó a Nami guardando silencio mientras el recién incorporado camarero servía sus bebidas. Tras sonreírle cuando le dio su café, la morena comenzó a removerlo con una cucharilla viendo cómo Nami fijaba sus ojos en el vaso frente a ella con el ceño fruncido.

-          Entiendo a qué te refieres, Koukai-san. Y sé que Kenshi-san  también es consciente de eso, pero había formas más sutiles de… hacer que lo entendiera – ante la risilla de Robin, Nami soltó un bufido y se centró en ver a los pueblerinos pasar a través de la ventana.

La morena se limitó a sonreír ante la actitud de la pelirroja. Sabía que Nami lo había hecho con buenas intenciones, que quería a sus nakamas e intentaba demostrárselo ayudándolos con su relación y apoyándolos… a su manera. Pero su personalidad áspera y mandamás hacía que fuera un tanto bocazas. Pocas veces podía evitar decir lo que pensaba. El suave suspiro que soltó la navegante inquietó a la morena, que levantó la vista de su café, curiosa.

-          ¿Sucede algo, Koukai-san? - Nami se giró hacia ella, extrañada. – Me refiero al suspiro – aclaró Robin.

Tras un instante que utilizó para comprender las palabras de la arqueóloga, Nami sonrió levemente y volvió a suspirar.

-          Me preguntaba si era realmente necesario que Sanji tuviera que ir todos los días al barco.

-          Bueno… - reflexionó Robin. – Dudo mucho que Kenshi-san sea capaz de cocinar para Luffy. Y Luffy necesita comer determinados platos para que su recuperación sea más rápida. Además, si Cook-san prepara la comida de Sencho-san, podrá vigilar su estado e informar a Isha-san si sucede algo.

Nami pensó en las palabras de Robin, sabiendo que no encontraría más que razón en ellas. Estirando sus brazos hacia el frente, alzó la mirada al techo.

-          Al menos, Sanji está al tanto de la relación de esos dos. Seguro que intentará no molestarles.

Robin desvió la mirada, titubeando.

-          En realidad… - la larga pausa que hizo provocó que Nami fijara su vista en ella con curiosidad y preocupación. – Creo que… será un problema que Cook-san conozca su relación.

Nami compuso una expresión extrañada en su rostro. - ¿A qué te refieres, Robin?

Robin no respondió, se limitó a sonreír. Era una simple teoría  bailando por su cabeza, pero su más que certera intuición le decía que, aunque Sanji aceptaba (y de eso estaba segura) la relación entre Zoro y Luffy, iba a sacar provecho de ella… a su manera. “Espero que no complique demasiado las cosas”.

Nami se sintió frustrada al darse cuenta de que Robin no iba a responder su duda. Un poco molesta, aceptó el silencio de la morena y apartó el tema a un lado en su mente. “Aunque no lo olvidaré”. Había otra cosa que le interesaba, otra razón por la que había pedido a Robin que la esperara para ir juntas a la cafetería.

-          Robin – sacó a la morena de sus pensamientos, quien centró sus ojos, que habían estado perdidos segundos antes, en los de la pelirroja. – En el barco dijiste que esta isla no está en uno de los campos magnéticos principales del Grand Line. ¿Qué significa eso?

Robin asintió, estaba esperando a que Nami le preguntara sobre eso. – Al entrar al Grand Line a través del Reverse Mountain, puedes escoger entre siete rutas diferentes. Una vez escoges una de esas rutas, deberás seguirla hasta el final, a no ser que cuentes con un Eternal Pose que te permita viajar a otra isla perteneciente a otro campo magnético diferente.

Nami no dijo nada, recordaba perfectamente que Crocus les había explicado ese detalle en los Cabos Gemelos.

-          Sin embargo, no todas las islas están en uno de esos siete campos principales. Hay otras islas que están enlazadas por sus propios campos magnéticos, creando otras rutas alternativas a las principales. Sólo es posible acceder a esas rutas por medio de un Eternal Pose.

-          ¿Eso quiere decir… que cuando el Log Pose cargue el campo magnético de esta isla, nos saldremos de la ruta principal? – preguntó la navegante con voz temblorosa.

Robin asintió secamente, no tenía nada más que añadir. Ahora sólo debía esperar a que Nami sacara sus propias conclusiones.

Nami reflexionó sobre su situación. “Esto será un problema”, si cambiaban de ruta seguramente tardarían más en llegar al Nuevo Mundo, darían un rodeo innecesario hasta que el Log Pose cargara de nuevo el campo de la isla Gyojin. “Porque se supone que en algún momento volverá a apuntar hacia allí…” ¿no?

-          No te preocupes, Koukai-san – Nami se sobresaltó al escuchar la tranquila voz de la morena. – Todas las rutas terminan en la isla Gyojin, da igual el campo en el que estés, llegará un momento en el que el Log Pose apunte hacia ella.

Nami bufó en voz baja. - ¿Tu habilidad también te permite leer las mentes? – comentó molesta porque su compañera hubiera averiguado sus pensamientos.

Robin sonrió. – Esa es una preocupación lógica para cualquier navegante.

La pelirroja miró con recelo a la sonriente morena, alegrándose de tenerla como aliada y amiga. “Es una mujer muy peligrosa”, muy inteligente. Demasiado quizá, y por eso el Gobierno Mundial la tenía en su mira desde sus ocho años.

Apurando el té que quedaba en su vaso, Nami volvió a mirar a través de la ventana, sumida en sus pensamientos. “Bueno, supongo que a Luffy tampoco le disgustará el nuevo cambio de planes”. Tardarían más en llegar a la isla Gyojin, pero al menos conocerían nuevas islas, y Luffy siempre estaba dispuesto a eso. “Espero que esas islas sean como esta”, hacía mucho tiempo que no disfrutaba de esa absorbente calma y tranquilidad. Para ella, las aventuras podían esperar, en ese momento sólo quería relajarse y disfrutar.

 

 

 

 

 

 

-          Volveré para preparar la cena – advirtió Sanji de pie en la barandilla del Sunny. Frente a él, se encontraban un indiferente peliverde que no escondía sus ganas porque el rubio desapareciera de su vista, y un alegre moreno que asentía a su comentario.

-          ¿Qué prepararás para la cena, Sanji? – preguntó Luffy con una amplia sonrisa.

-          Mmm… según el plan de Chopper, debería preparar platos a base de pescado… – al ver cómo Luffy comenzaba a quejarse, Sanji se apresuró a terminar - … pero en el pueblo he visto varias tiendas que venden carne de Rey Marino, así que también compraré un poco.

Observando cómo poco a poco el rostro de su capitán volvía a iluminarse, Sanji sonrió mientras comenzaba a fumar un cigarrillo. Al lado del moreno, Zoro, cruzado de brazos, comenzaba a impacientarse. “¿Es que no va a irse nunca?”, ya había tenido suficiente del rubio por ese día, y pensar que aún tendría que soportarle durante la cena… “¿No se suponía que sería yo el único encargado de cuidar a Luffy?”, refunfuñó al ver la sonrisa torcida que el cocinero le dedicó fugazmente. “¿Qué demonios pasa por la cabeza de ese idiota?”

“Nunca habría imaginado que fuera tan fácil hacerle rabiar”, y eso que aún no había empezado. Por la cabeza de Sanji revoloteaban muchas ideas que no tendría el menor pudor en poner en práctica. Tenía mucha suerte de que fuera Luffy la persona en la que el espadachín se había fijado. “Con lo simple que es, no se dará cuenta de nada”. Riendo en su interior, serenó su expresión antes de volver a alzar su vista hacia sus nakamas frente a él.

-          Espero que te portes bien en mi ausencia, marimo-kun – disfrutando de la visión del rostro del espadachín descomponiéndose por la sorpresa y la ira, Sanji saltó elegantemente hacia atrás, alzando la mano con la que sostenía el cigarrillo a modo de despedida y dibujando en sus labios una suave sonrisa burlona.

Apretando los dientes, con una mano cerrada alrededor de sus katanas, el peliverde se limitó a ver desaparecer al cocinero ante sus ojos, conteniendo sus ganas de lanzarse tras él y rebanarle por completo. A su lado, Luffy ladeaba su cabeza mirando al espadachín con extrañeza.

-          ¿Qué significa lo que dijo Sanji, Zoro?

El cuerpo del espadachín se paralizó por completo. Por un instante había olvidado que Luffy se encontraba a su lado. Mirándole de reojo, se dio cuenta de su expresión y relajó su cuerpo hasta serenarse.

-          Nada – sentenció con sequedad, aunque suavizando su tono para Luffy.

Girándose y comenzando a alejarse del pequeño, Zoro maldijo en voz baja al cocinero. Tenía ganas de realizar unas cuantas sesiones de ejercicio para liberar toda su frustración. Cuando ese maldito rubio volviera al barco a preparar la cena, le daría lo suyo, de eso estaba seguro.

Luffy observó cómo el espadachín se alejaba de él caminando con fuerza y murmurando cosas que no llegaban con claridad a sus oídos. Un poco preocupado, decidió intentar detenerle.

-          ¿Zoro? – el espadachín dejó de avanzar. - ¿Pasa algo?

Al escuchar la voz de su capitán, Zoro suspiró. Había vuelto a olvidarse de Luffy. ¿Por qué demonios centraba más sus pensamientos en ese estúpido cocinero que en la persona con la que quería estar en ese momento? Dando media vuelta, sonrió con suavidad a su capitán para tranquilizarle y caminó hacia él. Cuando llegó a su lado, rodeó la cintura del pequeño, apegándose a él con fuerza, sacando de la boca de Luffy un jadeo sordo por su brusquedad. Deslizando una de las manos por la espalda del pequeño, la posó sobre su sombrero, acercando la cabeza de Luffy hasta apoyarla en su hombro. Inclinándose un poco para salvar la escasa diferencia de altura, Zoro posó sus labios sobre la mejilla del moreno, comenzando a besuquearle ansioso por ese contacto que llevaba deseando desde que Robin consiguió hacerle aceptar sus sentimientos.

La suave risilla del moreno fue música para sus oídos. Luffy respondió a su abrazo rodeando con un brazo su cintura y apoyando su otra mano en su nuca, empujándole para que una mayor superficie de sus cuerpos pudiera disfrutar de esos deliciosos roces. Divertido por las reacciones de su capitán, Zoro comenzó a pasear sus labios por toda la cara de Luffy, bajando de vez en cuando por su cuello y la parte de sus hombros que el chaleco dejaba al descubierto. La risa de Luffy iba en aumento con cada nuevo beso que recibía, acariciando inconscientemente la parte superior de la espalda del peliverde al deslizar la mano que tenía en esa zona en función del movimiento de Zoro sobre su cuerpo.

-          ¡Para! – se quejó Luffy entre risas. – Me haces cosquillas.

Zoro sonrió. - ¿Ah, sí? ¿Esto te hace cosquillas? – acarició con parsimonia la espalda del pequeño mientras repartía rápidos besos sobre el cuello de Luffy.

El pequeño no pudo contestar, entre la risa y el placer que le causaban esos pequeños y rápidos besos ninguna palabra coherente llegaba a sus labios. Elevando la mano que había mantenido en la espalda del peliverde, la situó en su nuca junto a su compañera y utilizó una de sus piernas para rodear la cintura del espadachín, atrayéndolo con más fuerza hacia él.

Para no perder el equilibrio, Zoro tuvo que reforzar su agarre en la cadera del pequeño, pero en ningún momento abandonó su labor en el rostro de Luffy. En ese momento su boca había ascendido por el cuello del moreno y mordían con suavidad esos jugosos labios que no dejaban de soltar pequeñas risillas por culpa de todas las caricias con las que Zoro adornaba su cuerpo. Sintiendo el ardiente aliento del pequeño estremecerle por completo, el espadachín se cansó de ese juego y decidió empezar uno más… serio.

Abriéndose paso dentro de la boca de Luffy, Zoro no dudó ni un momento en explorar cada rincón de esa cavidad con su lengua. El moreno, sorprendido por esa repentina intromisión, intentó plantar cara al peliverde hasta conseguir que su propia lengua siguiera el ritmo a la del contrario, enredándolas en una pelea que no tendría ningún perdedor. Posando una mano en el cabello del peliverde, Luffy lo apretó con fuerza mientras se inclinaba cada vez más sobre Zoro, buscando con fogosa necesidad su piel, su respiración y sus caricias.

Tras unos minutos en los que mantuvieron ese profundo beso sólo roto de vez en cuando por una pausa para reponer el aire, Zoro recordó la pregunta que rondaba por su mente desde su estancia en la enfermería con Luffy. Cortando el beso con el pequeño y alejándose lo suficiente como para poder ver su rostro, Zoro se dio cuenta de que Luffy jadeaba suavemente, respirando con dificultad. El pequeño tenía las mejillas suavemente sonrosadas, y no era precisamente por el apasionado beso que acababan de darse. “¿Se ha cansado sólo con esto?”, el espadachín se dio cuenta del crítico estado en el que se encontraba su capitán. Si solamente un beso podía agotarle de esa manera… “Tengo que obligarle a descansar aunque sea por la fuerza”, no iba a permitir que su capitán continuara en ese estado por mucho más tiempo.

Al percatarse de la ensombrecida mirada que se había formado en los ojos del espadachín, Luffy sonrió con tristeza mientras volvía a avanzar hacia Zoro. Cogiendo los labios del peliverde entre los suyos con suavidad, sorprendió al espadachín con un beso casto que acabó por completo con la pasión desenfrenada que habían manifestado minutos antes. Sorprendido ante ese contacto, Zoro se limitó a dejarse llevar por Luffy, permitiéndole hacer lo que quisiera con sus labios. Segundos más tarde, Luffy volvió a separarse, ampliando su sonrisa y normalizando su respiración.

-          Deja de preocuparte por mí, Zoro – sus ojos adquirieron un brillo de seriedad, aunque su sonrisa se mantuvo férreamente sobre sus labios.

Zoro abrió los ojos, sorprendido. ¿Tan evidente había sido? Correspondiendo la sonrisa de su capitán, situó una de sus manos en la mejilla del pequeño, acariciando con suavidad su mejilla, y acariciando de vez en cuando la cicatriz que Luffy lucía bajo su ojo izquierdo. “¿Cómo no voy a preocuparme por ti, Luffy?”, un profundo lamento inundó su interior. “Ya no puedo estar sin ti. No quiero estar sin ti”. Sin Luffy, ya no podría continuar.

El moreno inclinó su cabeza hacia la mano de Zoro, intentando hacer que ese cálido contacto llegara más profundo dentro de él. Zoro seguía sumido en sus pensamientos, y Luffy no estaba seguro de cómo podía hacer que volviera en sí. Instintivamente, una de sus manos se elevó hasta situarse encima de la que el espadachín movía sobre su mejilla. Viendo que Zoro reaccionaba a ese contacto, mostró en su rostro una de sus mejores sonrisas.

-          Ahora estoy aquí, Zoro – el espadachín fijó sus sorprendidos ojos en los entrecerrados de su capitán debido a la gran sonrisa que había dibujado con su boca. – Y seguiré aquí, a tu lado.

Zoro contuvo un respingo. ¿Cuántas veces había oído esas palabras de los labios de su capitán en esa semana? Demasiadas. Ya era hora de que reaccionara. Luffy estaba entre sus brazos, y seguiría estando entre sus brazos por un largo tiempo. “Deja de comportarte como un idiota”.

Sonriendo con mayor contundencia que antes, Zoro comenzó nuevamente con su inocente juego con Luffy, besando su cuello y su rostro hasta conseguir que volviera a reír como antes. Sin embargo, nuevamente regresó a su mente la pregunta que llevaba rondándole desde horas antes.

-          Ya lo sé, Luffy – decidió contestar primero a su comentario para zanjar de una vez por todas ese tema. – Por cierto… - Zoro se separó de Luffy, deshaciendo el abrazo aunque manteniendo su mano en la mejilla del moreno. Sin embargo, la mano que Luffy había posado ahí cayó tras finalizar el abrazo - … antes, en la enfermería, ¿q…?

-          Vaya, ¿ya acabasteis? Os tomasteis vuestro tiempo, ¿eh?

Zoro enmudeció. “Esa voz…”. No quería girarse. No podía girarse o perdería los estribos. Si ponía cara a esa voz…

-          ¡Sanji! – exclamó Luffy, girando su rostro hacia la barandilla, sorprendido por encontrar ahí al rubio. - ¿Qué haces aquí? – preguntó curioso e inocente, sin preocuparse porque hubiera podido ver su escena apasionada con el espadachín.

Sin permitir al cocinero contestar, Zoro retiró muy despacio su mano del rostro de Luffy, depositándola sobre la empuñadura de las katanas. Girándose para encarar al rubio, quien estaba de cuclillas sobre la barandilla del Sunny, observándoles con un cigarrillo en su boca, comenzó a caminar hacia él con paso decidido, desenvainando una katana a mitad de camino.

-          Espero que tengas una buena excusa…

Sanji se estremeció ante el tono del espadachín. “Vaya, vaya… ¿qué me habré perdido?” En realidad, el cocinero había regresado al barco a buscar su monedero, y cuando había saltado al Sunny se había encontrado con Zoro... y con Luffy… cerca… muy cerca el uno del otro…

Sanji se estremeció interiormente. Por supuesto que apoyaba la relación de esos dos, sobre todo si era recíproca (podría significar que él tuviera también alguna oportunidad con sus amadas Nami-san y Robin-chan), pero eso no quería decir que pudiera aceptarla con tanta facilidad. Ese tipo de relaciones no era algo a lo que estuviera acostumbrado, y aún le costaba hacerse a la idea de que lo que había entre esos dos fuera… real. Aunque cuando había llegado se había encontrado con ambos hablando entre murmullos, regalándose caricias el uno al otro, cuando había estado dispuesto a hacer notar su presencia Zoro había comenzado a besuquear a Luffy, jugando con él con infinita ternura...

… bueno, esa escena no era algo que quisiera recordar. “Son demasiado empalagosos”. Sí, el duro cazador de piratas Roronoa Zoro y el despistado capitán de los Piratas Mugiwara Monkey D. Luffy podían ser acaramelados, y Sanji acababa de verlo con sus propios ojos.

El caso, cuando Zoro detuvo sus besos y comenzó a hablan con Luffy, el cocinero decidió hacerse notar, no sólo para molestar al espadachín (que también), sino también porque le pareció más... discreto (al menos para la pareja) interrumpir un momento en el que estuvieran hablando que aparecer cuando estuvieran... bueno, eso. Al fin y al cabo, si quería alimentar a Luffy, necesitaba recuperar su monedero, así que no había tenido otra opción.

 

Saliendo de sus pensamientos, Sanji notó que el espadachín le agarraba por el cuello de la camisa mientras le apuntaba con su katana.

-          ¿Cuánto tiempo llevas aquí? – gruñó el peliverde.

Sanji desvió la mirada de Zoro, cogiendo el cigarrillo de sus labios entre sus dedos antes de que Zoro hiciera que se le cayera encima de la ropa. Formando una sonrisa torcida en sus labios, contestó intentando aparentar indiferencia.

-          Sí que te has vuelto violento, marimo-pervertido~kun – al notar que la mano de Zoro apretaba con más fuerza su camisa, alzó sus manos en símbolo de rendición. – Acabo de llegar, sólo quería recoger mi monedero – “realmente me he perdido la parte más emocionante”. Bueno, el cocinero tampoco tenía auténtico interés por averiguar qué era lo que había pasado en la cubierta durante esos minutos en los que se había ausentado.

Zoro evaluó los ojos del cocinero. Aunque podía ver con claridad un toque de burla en ellos, no parecía que Sanji estuviera mintiendo. Soltando al rubio con desdén, Zoro envainó su katana, aunque no apartó en ningún momento una irritara mirada del cocinero. Arreglándose la camisa y saltando dentro del Sunny, Sanji se acercó a Zoro, apoyándose en el hombro del peliverde con confianza. Ante ese gesto, Zoro se tambaleó levemente por la impresión que le dio la cercanía de Sanji, pero su orgullo le impidió ceder y apartarse de él. Sanji, consciente de ese detalle, sonrió con malicia y se inclinó sobre el oído de Zoro.

-          Debes ser más cuidadoso con lo que haces con Luffy… y dónde lo haces. La próxima vez podría llegar en un momento más… crítico.

Ruborizándose completamente por la indirecta del rubio, Zoro se sacudió para deshacer su contacto con Sanji, volviéndose hacia él con el rostro lleno de vergüenza e ira.

-          ¡¿QUÉ DEMONIOS ESTÁS INSINUANDO, MALDITO ERO-COOK?!

Sin contener su risa, Sanji comenzó a correr hacia la cocina sabiendo que Zoro le estaba siguiendo de cerca. Subiendo las escaleras de dos en dos, utilizó la barandilla para impulsarse y poder alcanzar la puerta con mayor rapidez. Al agarrar el pomo, se concedió el pequeño privilegio de mirar al espadachín. Y no debió hacerlo, porque su risa se intensificó provocando que casi perdiera el equilibrio y cayera sobre la puerta, sin poder abrirla para refugiarse del más que cabreado espadachín. Haciendo un gran esfuerzo por reponerse, Sanji empujó la puerta y se perdió en el interior de la cocina, cerrándola tras él y apoyando su cuerpo sobre ella para impedir que el espadachín pudiera seguirle. Al sentir al peliverde aporrear la puerta gritando furioso un sinnúmero de improperios, Sanji volvió a reír hasta la extenuación. Quizá no le apeteciera recordar la escenita romántica entre Zoro y Luffy, pero el rostro del peliverde completamente enrojecido, con varias venitas latiendo en su frente, y casi soltando espuma por la boca a causa de toda la rabia que su desvergonzado comentario le había causado era una imagen que grabaría a fuego en su memoria. “Es tan jodidamente manejable”.

El calor que llegó a los dedos del cocinero consiguió aplacar su risa. Aprovechando que Zoro había dejado de aporrear la puerta, Sanji se incorporó con rapidez y apagó el cigarrillo completamente consumido antes de que le quemara los dedos. Paseando su vista por la cocina, descubrió su pequeño monedero negro sobre la mesa del comedor. Acercándose a él y cogiéndolo, lo sostuvo unos segundos entre sus manos, observándolo.

“Quizá debería empezar a olvidarte aquí más a menudo”.

 

 

 

 

 

 

Zoro desistió con sus golpes sobre la puerta, y manteniéndose unos segundos apoyado en ella para serenarse, lanzó una última maldición al cocinero y pasó su mano por su pelo con desesperación. Suspirando resignado, se giró y se apoyó en la barandilla, respirando en profundidad para relajarse.

De repente, a su memoria regresó el recuerdo de su capitán. Asustado, le buscó rápidamente con la mirada. “Maldita sea, otra vez le dejé por culpa de ese estúpido ceja espiral”. Sin embargo, su miedo pronto se transformó en preocupación. Luffy le estaba mirando con seriedad, inmóvil en el sitio donde le había dejado. “No… no me mira a mí”. En realidad, aunque el pequeño dirigía sus ojos hacia él, su mirada estaba vacía, le traspasaba sin verle.

-          ¿Luffy? – Zoro llamó al pequeño, alzando su voz y suavizando su tono.

El pequeño reaccionó a la llamada del espadachín, estremeciéndose levemente y centrando su vista en los ojos del peliverde. Al ver que Zoro le miraba curioso por su mutismo, Luffy mostró una gran sonrisa en sus labios y comenzó a caminar hacia Zoro. Cuando estuvo frente a él (aunque Zoro estaba en una altura superior, apoyado en la barandilla frente a la puerta de la cocina), alzó sus brazos al cielo y soltó su característica risilla.

-          ¡Zoro! ¡Juguemos a algo!

Aliviado al ver que el pequeño estaba bien, el espadachín correspondió su sonrisa y saltó a la cubierta inferior, aterrizando frente a Luffy. Alzando una de sus manos, Zoro removió el pelo de su capitán sobre el sombrero. Cuando esa caricia cesó y Luffy pudo alzar su cabeza de nuevo, se encontró con un espadachín que le miraba con cariño.

-          Claro. ¿Qué quieres hacer, capitán?

Notas finales:

Y aquí está un nuevo capítulo del fic, espero que os haya gustado. Nuevamente me disculpo porque sea tan largo, lo siento si se os hizo pesado leerlo, de ahora en adelante intentaré contenerme y escribir cosas más ligeras =P

Espero que os haya gustado, hasta la próxima ^.^

~El mundo será invadido por el ZoLu~


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