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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Cuando comencé esta historia tenía planeado guardar secretos a lo largo de ésta e ir creando la trama alrededor de ellos, me ha gustado mucho el haber podido hacerlo. Pero también ocurrió lo que pasa cuando guardas demasiado tiempo algo, lo haces tuyo y ya después no quieres compartirlo! Pero hoy ha sido el día, dejor ir un misterio más, con ésto *SPOILER* *SPOILER* sólo me queda uno antes el final.

Ahí les voy de intensa jaja pero les guste el capítulo!

 

La voz de Reiner tenía la especial capacidad de volverse ronca en un tono perfecto cuando deseaba ser incitadora y vaya que ese hombre había querido serlo hacía unas horas, mientras lo excitaba sin clemencia frente al espejo. Las caricias, los estímulos de sus manos y esa vibración eléctrica, los mordisqueos, los besos y esa brillante mirada morbosa sobre su cuerpo expuesto había resultado demasiado… se había corrido en su gruesa mano tras un orgasmo escandaloso. Pero claro, con él, el clímax siempre era escandaloso.

Su novio entonces había sonreído desquiciantemente sexy como lo era a través del espejo, terminando de derretirlo en aquella cama que olía a él, para después complacer sus otros deseos y seguir con una larga sesión de besos que habían sido tal como los necesitaba: suaves, lentos y deliciosos.
Ninguno de ambos fue capaz de abandonar aquella cama durante un buen rato.

Rein…
Lo adoraba. ¡Lo amaba intensamente!

Y la forma en la que era correspondido le hacía entender que aquel camino lleno de  sentimientos… en verdad estaban andándolos juntos.

Ya no había juegos entre ellos salvo los que jugaran entre las sábanas.

Sentía sus mejillas arder mientras pensaba en todo eso, supuestamente miraba el potaje que estaba preparando bullir frente a él, sin realmente prestarle mucha atención, sonrojado como un bobo y comprendiendo que no había marcha atrás.

Vaya, sí, ¡estaba comprometido en una relación! Y siempre había creído que eso sería algo terrorífico y sin embargo, no se arrepentía en absoluto. No si se trataba de Reiner.

Alguna fuerza en el universo lo había traído de vuelta a su vida y esta vez no estaba dispuesto a renunciar a él. Nunca.
Tal como había dicho, quería a esa persona a su lado por el resto de sus días, no había sido un impulso o la desesperación de un mal momento. Aquella idea que hacía poco le habría hecho correr en dirección contraria… ahora se sentía completamente bien.

Sonrió feliz. Más feliz de lo que jamás había sido antes.

Y como si sus pensamientos lo hubieran invocado, lo vio salir de la ducha, caminaba lentamente atravesando el penthouse. La toalla en su cintura dejaba ver su abdomen bajo bien formado y el lugar donde el vello claro de su vientre comenzaba. Se peinaba su cabello platinado aún mojado con los dedos y el ángulo flexionado de sus brazos resaltaba sus poderosos bíceps, ¿podía verse más perfecto? Claro que sí, sus dominantes ojos índigo lo miraban y sus labios cínicos le sonreían.
En serio… que guapo era.

Aunque había bajado de peso en ésos días, su mal rato no había podido desaparecer una vida de ejercicio, sus músculos aunque no tan perfectamente marcados como antes, seguían formando una figura fuerte y masculina. Desde donde Enzo estaba, podía contar cada uno de sus irresistibles abdominales.

Era obvio que estaba incitándolo paseándose descaradamente por ahí.
Reiner era tan tentador como siempre.

- Te dije que no necesitabas preparar nada- le decía- podrían habernos traído cualquier
  cosa que se te antojara de la cocina del hotel. El personal sabe mis gustos y prepara lo
  que le pida sin problemas. Y por supuesto, todo es delicioso.

Baladi revolvió un poco la sopa.
Y procedió a explicarle porqué el asunto no tenía que ver con él esta vez.

- Rein, la cuestión es la siguiente. No soy el mismo que conociste en Italia, el tiempo ha
  pasado, certo?
  Es cierto que en ese entonces cocinar no era de mi interés, consideraba que tenía muchas
  mejores cosas que hacer que perder mi tiempo preparando comida, pero cuando me
  establecí en Luxemburgo y comencé a crear una vida aquí, cambié de idea.
  Obviamente soy de los que cree que el hogar está donde está lo que se quiere, la comida
  sólo es un sinónimo, todos los italianos estamos obsesionados de una u otra forma con
  eso a decir verdad.

Reiner rio. Le daba la razón y al parecer parecía disfrutar escucharle hablar.
Había detenido su caminata para prestarle toda su atención.
¿Estaba su novio tan enamorado como él lo estaba? ¡Dios, esperaba que sí!

- Creo que había estado negándome un placer interesante, el ser capaz de crear algo con
  mis propias manos que fuera fantástico, ¿no te parece?- siguió, admitía para sí mismo
  que le gustaba tener aquel interés.

  Pero justo cuando comenzaba a mejorar de verdad fue que entré a Muggen. Me destaqué
  pronto como publirrelacionista y ¿por qué no decirlo? estaba fuertemente motivado, así
  que mi tiempo libre simplemente desapareció.
  Como en serio necesitaba enfocarme más en mi trabajo que en mis hobbies, comer fuera
  volvió a ser nuevamente una costumbre para mí.

  Lo que no sabes es que cuando me dieron este descanso obligatorio lo primero que hice
  fue agendar a clases de cocina. Pero al final, volví a dejarlo de lado para invertir mis
  ratos de ocio en acosarte- señaló con ironía- dado que parecías muy dispuesto a
  evitarme.


Su explicación no tenía ánimos de ser un reclamo, sólo jugaba un poco con eso y suponía que Köhler le seguiría el juego dado su característico humor. Pero no fue así.

Köhler perdía su gesto relajado. Y se ponía serio.

- Bien, aprovecharé el momento que me das para decírtelo de nuevo, lo siento por eso,
  Enzo. En serio- lo oyó disculparse con honestidad. Lo decía mirándolo fijamente-
  Prometo jamás volver a apartarte de mi lado.
  Te lo juro.

Aquello simplemente lo sorprendió.
¿Acaso no era justamente lo que había estado pensando antes de verlo?

- No lo decía en serio- fue todo lo que pudo decir a cambio.
- Pues yo sí.

El momento quedó envuelto en silencio, sólo se escuchaba el hervor de la sopa.

- No te separes de mí entonces, Rein.
  Nunca.

Sus miradas se encontraban, era un poco de broma y a la vez no lo era para nada.

- ¿Por qué lo haría? No pienso cometer el mismo error dos veces- declaró el germano,
  recuperando su sonrisa- ¿Quieres que te haga un juramento o algo así?

Le hacía reír, como siempre.
- No, por supuesto que no. No necesito nada de eso.
 
Ambos quedaron callados de pronto.
Se miraban a los ojos, sonriendo.
Y cuando se encontraba con ese brillo azul, nada en el mundo existía para Baladi más que éste.

Claro que quería pasar su eternidad con Reiner, conversando, bromeando, cocinando, lo que fuera. Pero ciertamente en esos momentos sólo tenía un deseo respecto al alemán.
Quería acercarse a él, rodearlo con los brazos, sentir la humedad que la ducha le había creado en la piel, arrancarle esa toalla y recostarlo desnudo en su propio sillón, besar cada uno de esos músculos duros que llevaban a la gloria y metérselo en la boca, chuparlo, saborear cada centímetro suyo, su forma, sus feromonas, apoderarse de él y hacerlo correrse. ¡Tal como había querido hacer el día que se habían reencontrado tras tantos años en ese mismo penthouse, meses atrás! ¡Tal como había querido hacer hacía un rato!

- A… a lo que iba era que…- tuvo dificultades para retomar su explicación- era que a
  partir de ahora aprovecharé todas las oportunidades que tenga de cocinar.

Lo que quería hacer con Köhler no podía hacerlo, no aún.
Así que se concentraría en lo que sí podía hacer por él.

- Seré mejor opción para ti que la cocina de un hotel lujoso, ya lo verás- remató, por qué
  además, haberle oído decir que la comida del staff del Hollerech era deliciosa, le había
  sabido a reto. Reiner ya se había sentado en su elegante sala y suponía que sería rebatido,
  pero no abrió la boca. Vaya, ¿el   siempre contestón alemán no alegando? Quizá le dolía la
  cabeza más de lo que había admitido hacía un rato.


- Si quieres perfeccionar tu cocina y consentirme, no veo justo el intentar detenerte.
  Después de todo, sé exactamente lo que significa que un italiano te prepare comida.

Enzo sonrió, sus ojos esmeraldas se había vuelto risueños.

- ¿Y sabes, biondi? Hay algo que creo que es importante señalar respecto a verte cocinar
  en mi hogar, me encanta.
  Me gusta que lleves el cabello recogido y que uses un delantal, creo que no comprendes
  lo realmente lindo que te ves.

Aquel inesperado halago… ¡lo sonrojó!
Y él no solía abochornarse.

- Puedes cocinar aquí cuando quieras.
  Mi casa es su casa.

Eso era dulce de su parte.
Adoraba que él pudiera ser tan sincero con sus sentimientos.
En momentos así, agradecía su honestidad carente de filtros.

- Gracias. Te tomaré la palabra, esta cocina es enorme y es un desperdicio que su dueño
  no la use- lo incitó de vuelta un poco.
  Estoy preparando algo especial y espero te guste, una de mis nanas me daba esto de
  comer cuando quería consentirme- le hizo saber, abriendo un poco la puerta de su
  infancia- es parecida a una sopa minestrone y estoy sacando la receta de memoria, por
  eso me gustaría saber qué piensas.
  Ya casi está lista pero puedo preparar algo rápido para que no tengas que esperar.

- No es necesario, puedo esperar. La paciencia es una virtud que sin duda llevo semanas
  cosechando- murmuró, haciendo una referencia poco sutil al hecho de que no pudieran
  tener sexo.

Al parecer, Enzo no era el único pensando en eso.

El alemán pareció necesitar una distracción por lo que prendió la enorme pantalla empotrada a la pared de aquella espléndida estancia.

El rubio comenzó a sacar los condimentos para la sopa y entonces se percató de que no había suficiente luz pese a que había abierto las persianas de par en par, alzó la vista y fue que por fin notó que afuera se había formado una tormenta que impedía que la luz del sol entrara.
Vaya… eso no lucía nada bien. ¿Qué tan mal podría ponerse?

Al parecer, jamás se iría a su departamento. No es como si eso le importara tanto, a decir verdad, se sentía extrañamente cómodo estando en ese piso lujoso.

Mientras terminaba de condimentar aquel guiso, escuchó del televisor las noticias del RTL, el canal local. Hablaban del mal clima y cómo éste se recrudecería en las siguientes horas. Se recomendaba a la gente que no saliera a las calles, anunciaban el cierre de las escuelas para el día siguiente y pedían que se extremaran precauciones.

Pensó brevemente que su BMW, un híbrido pensado para la ciudad, no era precisamente el mejor vehículo para un clima así pero tampoco Luxemburgo no solía ser víctima de nevadas como ésa.

El noticiero pasó a otra noticia, que no fue nada mejor, un incendio,
¿Dos incidentes notables en una ciudad donde nunca pasaba nada?
Alzó la vista llevado por la curiosidad y no pudo creer lo que veía en el televisor.

Conocía ese lugar que la imagen mostraba envuelto en llamas.
Era… el Vinnart.

Escuchó maldecir a Köhler, quien se puso de pie inesperadamente, movido por una motivación que Enzo no pudo comprender.

- ¿Rein?


 - - - - -


El clima se había recrudecido durante aquel viaje en taxi. Lo que había comenzado por ser una suave nevada de pronto se estaba volviendo una tormenta de nieve con todas sus letras. No era usual algo así, ni siquiera en pleno invierno.

Arribados a su destino, abrió la puerta del vehículo. Una agresiva ventisca de aire helado y trozos de nieve clamó por todo el espacio sin conquistar. Novak tomó un respiro preparándose para la intemperie y salió, avanzando en medio del embate del viento que no dudó en revolver con furia su cabello castaño. Había salido sin un abrigo en su carrera absurda por alcanzar a Daniel y su cuerpo iba a reclamarle.

Maldito frío.
Maldito todo el mundo.

Esa blanca casa estaba aguardándolo. Una simple construcción en un tiempo no tan lejano que había significado todos sus sueños en un mismo lugar y ahora no era nada salvo fracaso y abandono. Un limbo.

Kyan, en su condición de huérfano, había crecido convencido de que sólo podía bastarse a sí mismo, nada lo había preparado para sentir un deseo como el de unirse con alguien más para formar algo que le perteneciera no sólo a él. Pero se había enamorado locamente de un hombre, locamente de verdad y auténticamente había creído que quizá… había encontrado lo que tanto había buscado, aquello que llenaría su corazón: Un hogar.
Había estado tan cerca de esa ilusoria felicidad que estúpidamente había creído en ella.

Su estómago se revolvió. Sabía que remover esos recuerdos era peligroso, pero Ricard estaba ahí adentro y era demasiado tarde para echarse atrás.

¡Quería darle un golpe en la cara por todo lo que había hecho! desde su ruptura inexistente pasando por permitir que su familia lo humillase y terminando con que le mandara a su hermana menor para representarlo ¡mientras él seguía escondiéndose como un estúpido!

Había transcurrido casi un año sin saber nada de él, era difícil de creer que estaba a punto de verle.

A un segundo de abrir la puerta supo que todo eso aún le afectaba.
Sintió pánico.
¿Y si nada había cambiado? ¿Y si aquello aún era insoportable?

“No puedo ser tan débil”, se dijo a sí mismo.
“Tengo que enfrentar a mis fantasmas. Y hacer lo que Ricard no hizo en todo éste tiempo, dar la cara.
Quiero escuchar de su propia voz una explicación, ¡la necesito, la merezco!
Y tengo… tengo que terminar esto.
Tengo que decirle adiós”.
 
Cuando entró, hubo un completo contraste entre la caótica tormenta de afuera que envolvía todo de intensidad y entre ese interior.
Dentro… todo era quietud y obscuridad.

El silencio fue mortal.
Ese lugar tenía un aire muy pesado.

Pretendió encender las luces sólo para descubrir que no había electricidad. Eso significaba que tampoco había calefacción y en realidad… seguía haciendo tanto frío adentro como afuera, como una jodida tumba.
Simplemente perfecto.

Se sacudió la nieve, buscando no empeorar su algidez al quedarse la camisa mojada.

En penumbras, aquel espacio que recordaba tan nítidamente le dio una lúgubre bienvenida. Quizá él alguna vez hubiera sido inmensamente feliz entre esos muros, pero la más honda verdad es que los instantes de miseria lo superaban todo, todo. Aquel pensamiento llegó a torturarlo repentinamente.

Sylvane avanzaba hacia lo que sabía era la estancia, le vio remover una polvosa cubierta del sillón principal para descubrirlo, su color café se mostró. Él mismo había elegido tiempo atrás aquel tono para la sala, pensando en que si llegasen a adoptar él y Ricard, el tapiz no fuera algo que se manchara fácilmente por los niños que había secretamente de tener con él.
¡Tan pronto estaba resultando doloroso estar en ese espacio!

La nostalgia no tardó nada en golpearle. Al poner la mano en aquel mueble, recorrió con los dedos la textura, registrando la perfección de una vestidura nueva, completamente sin usar, tal un sueño irrealizado.

Existir en ese espacio era respirar sus esperanzas rotas, cada dolorosa inhalación.

La chica fue al fondo de la habitación y tras un momento que pareció algo largo sacó tres copas que puso sobre la mesa frente a él, junto con una botella de vino.

D´Oria parecía… moverse muy lentamente, como si requiriera concentración para hacerlo. Pese a que tampoco estaba adecuadamente cubierta para el clima, supo que la tirantez que poseía no era como la suya, debido al frío. Había un aire extraño en ella, más de lo normal que no era poco.
No obstante parecía segura de a dónde dirigirse. Obviamente no era su primera vez en ése lugar. Probablemente se había encontrado con su hermano ahí y en más de una ocasión.

¿Acaso Rick había estado quedándose en esa casa? Aquella duda le hizo sentir rencor que por más que intentó apagar, no pudo.
¿Lo había tenido tan cerca todo ése tiempo?
¿Y aun así… Rick había evitado verlo?

- Sylvane- la nombró mientras ella llenaba su copa- Rick está aquí, ¿cierto?

Seguramente era un tanto absurdo no creerlo, pero había transcurrido tanto tiempo desde la última vez que había visto aquella cara que tal vez era él quien se negaba a aceptar que estaba a punto de hablar con el hombre que alguna vez había significado todo.

Ella afirmó suavemente e indicó con el dedo el piso de arriba.

¿Vivía Ricard en esa casa helada como un indigente?
Quizá… realmente estaba en mal estado.

Pero antes de que se pusiera de pie, ella lo detuvo indicando que iría a llamarle y lo instaba a seguir sentado, sus señas eran claras y precisas.
La joven tomó una de las copas y se la puso en las manos, su expresión era gentil. Su bonito rostro de muñeca siempre había hecho difícil el creer la maldad que todos le adjudicaban.
Podría ser que Kyan era simplemente superficial, o tal vez quería creer… que el mundo no era tan malo después de todo, que ese sufrimiento y buenas intenciones que veía en esa cara infantil eran reales. De alguna manera absurda estaba seguro de que había sinceridad en aquella chica, claro, sin fundamento alguno salvo probablemente sus propios deseos.

Todos sus amigos le habían advertido de ella, Enzo, Anna e incluso Ritsu.
Ese rumbo en sus pensamientos clavaba la espina de la duda más y más dentro.
¿De verdad… iba a ver a Rick?

- Ve por él. Dile que salga de su escondite o yo subiré.
  Con esta tormenta empeorando, no tengo intenciones de quedarme mucho tiempo. No
  tengo más paciencia.

Sylvane no tardó en desaparecer, dejándolo a solas con su inquietud.

No podía echarse atrás, lo cierto es que desde hace mucho aquel encuentro debía haber ocurrido. En el Clairefontaine, ella ya se había ofrecido a reunirlos, pero esa noche aquella idea simplemente le hizo huir, levantarse de esa mesa y escapar de aquel restaurante y aquella posibilidad.
En gran parte debido a su orgullo herido por supuesto, pero la verdad es que también había temido salir herido.

Pero quizá había resultado todo mejor así. Quizá así tenía que haber pasado.
¿Por qué no ser positivos por una vez?

Ricard quería verlo desde principios de diciembre, o eso le decía Syl, si en ese entonces se hubieran visto, aquel rubio hubiera seguido siendo el único hombre al que Kyan había amado en su vida.
 
Había extrañado horrores a ese rubio. Había llorado por él cientos, cientos de veces.
Había detenido su vida para hundirse en la pena de haber sido dejado por alguien que ni siquiera había admitido ser su pareja.
Y había creído que no volvería a sufrir así por nadie, que nadie le importaría jamás lo suficiente de nuevo. Pero entonces… un moreno de traje Tom Ford cambiaría las cosas.  A éste también lo habría de extrañar horrores y también lloraría por él como el buen masoquista que era.

Pero si Rick había dicho a Kyan que él lo había cambiado… lo mismo podía decir ahora él mismo del guallen. ¿Era absurdo afirmar algo como así? No, no lo creía.

Si Rick lo había hundido y arruinado… Daniel al contrario, le había hecho desear ser una mejor persona, ¿no era así? Aunque tal resolución hubiera llegado tan tarde.

“Lo que sea que te haga ser una mejor versión de ti mismo, Key, eso es lo que tienes que conservar en tu vida” pudo escuchar decir a Neru, una versión suya más joven y lúcida, una que conservaba una sonrisa fuerte. Aquella había sido la explicación del porqué su abuela había decidido dedicar todos sus esfuerzos para crear la Casa Azul la única ocasión en que él la había cuestionado a sus 7 años.
Él mismo era un niño egoísta, que odiaba compartir a la única persona que le importaba en el mundo, y en ese entonces no había entendido sus palabras. Pero ahora tenía todo el sentido, ¿no?

No tenía la más mínima duda al respecto.
Ya no amaba a Ricard, no después de Daniel.
 
Claro que deseaba escuchar lo que éste fuera a decirle, pero en realidad yacía tiempo que no lo deseaba a él. Sin importar las frases que intercambiaran, fueran lo que fueran… después todo lo que había ocurrido entre ellos, no existía la menor oportunidad de que Kyan le permitiera a Ricard volver a su vida.

Debería tener cierta gracia karmática, ¿no es cierto?
Kyan había elegido sacar de su vida a Rick tal como Daniel a él, con la misma contundencia y corazón frío. Qué irónico.

Más su propia determinación no podía ser diferente. ¿Cómo pensar siquiera en D´Oria como una opción de cualquier manera? Se trataba de alguien que había marchado, que se había escondido.
¡Ese cabrón había esperado más de un año para contactarlo! ¡Su ausencia más larga!
Y en ése tiempo… muchas cosas habían cambiado.

El sehnor Lascurain habría de irrumpir, persiguiéndolo obstinadamente sin detenerse hasta lograrse meter en su vida. Daniel nunca se había escapado como el cobarde de Rick, al contrario, ¡había sido insistente hasta lo absurdo! ¡Sin frenarse a sí mismo nunca! Nunca. Ni siquiera cuando le había pedido aplastado en ese colchón que parase.

Ahora comprendía que aquella desesperación por no perderlo, como había perdido a su esposa y su hija, tenía mucho que ver con haber cometido aquella horrenda acción.

¡Había odiado tanto a Daniel por eso! pero tampoco podía mentir, el moreno había reconocido su error y lo había enfrentado con más valor y honestidad que con los que Rick jamás le había hablado. Por lo menos esa decencia básica había mostrado.

Pero al final del día, tal como el portugués había dicho, nada de eso importaba.
Dan tampoco quería estar a su lado.

Su experiencia con el mayor de los D´Oria lo había dejado tan mal que aunque había visto el amor a los ojos… lo había saboteado.

Nunca volvería a estar con Daniel Lascurain.
Pero tampoco nunca volvería a estar con Rick. Y él debía enterarse.

Y esperaba con ansias que el otro buscara lo mismo, dar un fin.
Pero… no es como si no supiera cómo funcionaba su dinámica, no podía dejar de pensar en que éste pudiera decirle que aún lo quería y quisiera volver a su vida, ¿no era lo que su italiano decía siempre después de sus ausencias?
Tratándose de él… era completamente probable.

Pero si no habían podido sobrellevar el asunto antes, ¿qué le hacía pensar que ahora algo sería diferente? Mientras Rick no cambiara su actitud, nada lo haría.
¡E incluso si lo hiciera ya no había espacio para él!
¡Sólo existía una persona asaltando sus pensamientos a cada momento en que la maquinaria de su cerebro se detenía!

Daniel.
Daniel.
Daniel.

¿No lo había perseguido patéticamente por las escaleras de su edificio y pensado en correr tras su auto mientras gritaba su nombre? ¿En qué universo Kyan se actuaba así por quién fuera? Pero… todo era porque se trataba de él.

Y el que el portugués hubiera renunciado, no cambiaba sus sentimientos.

No quería un premio de consolación, no quería alguien con quien compartir una intimidad, no estaba desesperado por compañía, no tenía miedo de estar solo.
No era necesidad lo que sentía por Daniel.

Amor. Amor verdadero.
¿En verdad eso existía?
¿O aquello era tan ingenuo como sus esperanzas en Sylvane?

No sabía qué era lo que iba a ocurrir. No tenía la menor idea de lo que Ricard podría decir a su favor.
Quería ser maduro y no dejarse llevar por el resentimiento, intentando ser coherente con su nuevo objetivo de ya no ser tan impulsivo, así que tenía que pensarlo bien. No tenía la necesidad de vengarse y a decir verdad, no le quedaba más energía emocional que invertir en eso.

Tenía un asunto sin concluir, una puerta por la que se fugaba su sanación.
Ésa era la única razón. Y en ése instante que se encontraba tan desolado, necesitaba aunque fuera eso.

El sonido de sus latidos llenos de ansiedad retumbaba en su pecho.
Y de pronto supo que de verdad quería verlo.

Aguardó.
Y aguardó.
Y aguardó más.

El tiempo parecía transcurrir tan lentamente en esa casa fantasma, envuelta en obscuridad y mucho frío.

¿Acaso Ricard no quería bajar?
Le había hecho ir hasta ahí y ni siquiera iría a recibirle, pensar en eso lo indignó complemente.

Pero otra emoción más fuerte la reemplazó muy pronto, temor, más temor.
No podía obviar la otra posibilidad; el que Sylvane hubiera forzado a su hermano a verle llevada por un sentido pueril de lo que significaba la felicidad. Quizá ella creía que el desastre que le había advertido que Ricard era, pudiera cambiar si lograba reunirlos.
Tal vez el mayor de los D´Oria… seguía despreciándole. Y a la vuelta de la esquina le esperara una buena dosis de dolor y rechazo… otra más.

Si ese era el caso, haber ido hasta ahí significaría un error que pagaría muy caro emocionalmente. Un ataque así… no podría soportarlo, no en el estado en que se encontraba.

Aquella idea hizo que lo último que quedaba de confianza en su pecho se desquebrajara.
¡Y no ayudaba el tener que estar esperando!

¡Tenía que ser fuerte!
Siempre había tenido que ser fuerte.
Ésta no sería la excepción.

Observó cómo su exhalación sacaba vapor de aire.
Realmente ese lugar estaba helado y estaba empezando a enfriarse más allá de lo soportable, sentado ahí sin moverse y mal cubierto.

En serio, ¿cuánto tiempo llevaba sentado en aquella sala?
No podía descartar que en realidad hubieran transcurrido apenas un par de minutos, pero… comenzaba a parecer una eternidad aterido y preso en sus pensamientos tortuosos.

No más. ¡No iba a dejarlo aguardando por más tiempo!

Para darse valor, activarse y quitarse esa sensación de congelamiento dio un sorbo a aquel vino y después ponerse de pie, quizá había subestimado aquel trago porque el sabor fuerte en su paladar le hizo toser.

Fue directamente hacia el segundo piso. No iba a perder más el tiempo, ya se lo había dicho a su hermana, si él no bajaba, ¡Kyan subiría!

- Vas a jugar conmigo hasta el último momento, ¿no es cierto?
  Siempre te gustó tenerme en la palma de tu mano, Rick.

Terminó aquella escalera y con paso firme fue hacia la habitación principal.
No se dio tiempo para mirar aquel espacio, no iba a atormentarse más.

No había esperado encontrarse la puerta cerrada.
Aquello le dio un mal presentimiento…

Con la mano en el pomo, a punto de abrir, escuchó una voz al otro lado.
¿Quién era quien hablaba? Apenas si podía oírse ese murmullo pese al silencio imperante. ¿Era Rick?

Abrió.

Lo que vio a continuación no pudo entenderlo.
Su cerebro tardó en procesar correctamente la información.

¿Qué… qué significaba eso?



 - - - - -



Reiner se había puesto de pie de inmediato al ver la imagen del Vinnart siendo consumido por el fuego en la pantalla del televisor. Al alemán ni siquiera parecía interesarle el resto de lo que dijera la noticia pues abandonaba la estancia mientras escupía una grosería muy fuerte en su idioma natal.

Su energía suave y relajada de segundos antes había desaparecido, el asunto era tan extraño.

Enzo lo vio marcharse a su alcoba en una acción tan impulsiva que lo trastocó por completo.

- ¿Rein?

No respondió, una terrible expresión se apoderaba de su cara mientras se iba sin abrir la boca

Algo malo pasaba. Si se había puesto así en cuestión de segundos la situación era peor de lo que pudiera imaginar, ¿cierto?
No, no quería más tragedias, no entre ellos. No pudo pensar en nada más. Apagó la estufa y fue tras él.

Al entrar en su cuarto, lo vio buscando entre sus objetos personales, sus movimientos tenían tintes de urgencia, forzaba sus ojos azules recién recuperados para poder ver con nitidez.
Parecía preocupado, pero más allá de eso… perturbado.

- ¿Qué es lo buscas?- quiso saber.

- Mi antiguo teléfono- respondía el otro, sin perder la extraña vehemencia que parecía
  haber tomado posesión de él.
No explicó más, concentrado en lo que hacía.

- ¿Por qué necesitas tu teléfono en éste momento?- siguió indagando el RP, quería hacerle
  hablar porque su repentino hermetismo estaba acongojándolo.

Más la respuesta, no la hubiera esperado.
- Porque ahí tengo guardado el número de Syl.

Fue como recibir una patada en el estómago. Ese aberrante nombre se colaba súbitamente en su paraíso.
Baladi apretó los dientes, un golpe de cólera amenazó con secuestrar su boca y lanzar una serie de recriminaciones, pero se obligó bajo todos los medios a no hacerlo.

- ¿Para qué vas a marcarle? ¿Te preocupa que esté bien?- intentaba encontrar una
  explicación que no lo enfureciera.

A cambio, pudo ver como sus preguntas lo irritaban. Reiner chasqueó los dientes, enfadado.
Lo vio encontrar el aparato y encenderlo.

- Sí, en cierta forma sí, pero… me preocupa más… que él lo haya hecho.

¿Qué?

Tardó en entender aquella frase.
¿Qué él lo hubiera hecho? ¿A quién se refería?

- ¿Sylvane?

Aquella pregunta causaba un conflicto evidente en la persona a la que iba dirigida.
- No, no Sylvane. Sylvan.

Le veía copiar el número de esa horrible persona en su nuevo número y le marcarle, como si fuera lo más lógico del mundo.
¡Una punzada de celos invadió por completo al rubio!
¿Cómo es que su pareja le llamaba teniéndolo frente a él sin miramiento alguno?
¿Y por qué se refería a ella en masculino?
¡¿Por qué mierda esa niña le preocupaba tanto?!

Quería interrogarlo pero lo vio tan apurado que… se contuvo.

Algo andaba mal. Muy mal. Y sus celos de pronto parecieron algo fuera de lugar.
Jadeó, deseando controlar aquella creciente molestia.

No quería pelear con Reiner.
No sobre los D´Oria.
Él le importaba demasiado para dejarse llevar. Parte de decidir permanecer a su lado implicaba esforzarse por hacer funcionar esa relación y eso haría. ¡Aunque le fastidiara tanto verlo reaccionar así debido a ella!

Köhler, igualmente frustrado, cortó la llamada, D´Oria no parecía pretender contestarle.

- ¿Rein?

Pero no tenía esta vez su atención. Lo vio ir al teléfono fijo y marcar al lobby.

Como Köhler estaba ocupado y no le oía, al rubio sólo le quedaba prestar atención a lo que hacía, en sus acciones debería hallar la respuesta, lo cierto es que el asunto estaba angustiándole a un grado que no entendía.

- Habla Reiner Köhler, del PH2. Necesito saber si en mi ausencia he recibido algún
  mensaje- decía con autoridad, ese tipo de voz que hacía que cualquier empleado le
  atendiera de inmediato.

Parecía tan concentrado.
Definitivamente algo se le estaba escapando.

Baladi miró a su alrededor y vio el televisor de la habitación empotrado en un mueble de pared minimalista, fue hacia él y abrió una puerta, encontrando el mando a distancia. Encendió la televisor y buscó el canal que habían estado viendo en la estancia.

Incendio provocado.
Tres cadáveres encontrados.
Encadenados.

Se trataba de un asesinato.
Un horrible asesinato.
Sintió… terror.

- ¿Rein?

¡Necesitaba la inmediata confirmación de que eso no era obra de Sylvane!

- Sí, tengo dónde escribir, dígamelo.

Le vio anotar algo. Cortaba la llamada. Marcaba otro número.

- Rein, estás asustándome, ¿qué ocurre?
- Lo siento, dame un minuto.

Alguien del otro lado contestaba.
Köhler volvía a identificarse y exigía saber la situación de Sylvan D´Oria.
La respuesta que recibió, pareció cabrearlo más.

- ¿Cómo pudieron dejarle ir?- reclamaba- ¡Eso es ridículo!
  ¿Dónde se encuentra ahora?
  ¡¿Cómo pueden no saberlo?!

Aquel mal presentimiento estaba crispándole los nervios.
Sylvane quizá no era la víctima sino… la victimaria. ¿No era lo que acababa de implicar el peliplateado?
Era claro que eso era justo lo que estaba intentando averiguar con todas aquellas llamadas, ¿o no?

Esa chica. Siempre había detestado su presencia, la había creído nociva mientras todos a su alrededor parecían guardarle compasión y hacerle absurdas deferencias.
¡Esa… perra!

¡Su actitud lastimera y manipuladora causaba una pena de la que ella se valía! ¡Había podido ver sus mentiras desde el día uno y había advertido a todos pero de nada había servido!

Probablemente era su odio hablando pero creyó en serio que ella hubiera matado a esas tres personas.
Mika… Olaf… y… ¿quién más?

Key.

Tomó su propio móvil y le marcó, impulsado por una apremiante duda que hizo todo horrible.

¡¡No!! ¡Era el peor momento para que no le contestara!
Cuando cortó la llamada que no se conectaba, se enfrentó a una mirada azul llena de gravedad en los ojos de su pareja.

- Sylvane provocó ese incendio, ¿es eso lo que estás pensando, Rein?

- Sí- admitió.

Después ocurrió algo inesperado, lo vio bajar la cabeza, abrumado.
Verdaderamente afectado.

- Syl es alguien… seriamente perturbado- le dejaba saber, como si necesitara decirlo de
  pronto en voz alta- ¡Intenté ayudarle muchas veces, pero…!

Su voz se quebró. Dejando a Enzo sin palabras.

- ¡No me preocupé lo suficiente! Dejó de importarme cuando comencé a perder la vista-
  explicaba, frustrado- Pagué para que le internaran pero su tratamiento era voluntario, no
  pudieron retenerle cuando quiso marcharse y temo que haya vuelto a la ciudad... a
  vengarse de Olaf Lundgren.

  Me dije que me pondría en comunicación con él tan pronto volviera a Lux, pero… lo
  cierto es que yo… le dejé a su suerte.


¡Todo eso era demasiada información!
¿Reiner había estado protegiendo a Sylvane? ¿Por qué no se lo había dicho?

¡Se sintió MUY enojado con él!
Pero al mismo tiempo, verlo sentirse responsable por el destino de esa basura le hizo dirigir su rabia hacia Sylvane también.

El alemán había invertido en ella tiempo, dinero y lo peor, energía emocional, todo sin tener por qué y pese a todo,  él todavía se sentía culpable por las decisiones totalmente irracionales de esa peste. ¡Qué tremendamente injusto!
¡Exactamente como Rick había hecho con Kyan!
¡¡Malditos D´Oria!!

Y si su novio no había tenido como objetivo cobrarse esa ayuda, y eso elegía creer, eso quería decir que su motor era la compasión y empatía que se puede sentir hacia alguien enfermo. Aquel interés era al fin y al cabo, una acción compasiva.

Y con todo, deseaba reclamarle, ¡si ella era capaz de incendiar una galería con gente encadenada adentro, ¿cómo es que era sensato mantener a alguien así en tu vida?!

Pero ese era el peor momento para poner sus sentimientos por ella primero, eso era evidente. Lo más prudente era averiguar más para poder hacer realmente algo, aunque fuera calmar a Reiner.

- ¿Por qué te refieres a Sylvane como un él? ¿Ella te lo pidió?

Vio como aquella pregunta lo enfrentaba.
El conflicto interno que le provocaba fue evidente.

- Dímelo. Déjame ayudar.

¡Fue tan difícil de pedirlo! Porque en realidad todo aquello lo estaba acongojándole e irritándolo infinitamente.

No obstante, ¡no obtenía respuesta!
Y tuvo un horrible recuerdo, de él mismo rogándole a Reiner en la limousine después de su desastrosa cita que no lo hiciera a un lado. ¿Estaba de pronto haciéndole lo mismo o sólo estaba tomándoselo personal?

- Rein… ¿no estamos juntos ahora? ¿No somos un equipo?
  Si te fías de mí para ser tu compañero en la vida, deberías creerme capaz de manejar
  esta situación.
  Confía en mí, ¿por favor?
  Ya te he demostrado que puedes apoyarte en mí cuando lo necesites, ¿no es cierto?
   Esto que está pasando es algo grave, no me dejes fuera.

Pero el otro no alzaba la vista, guardando un exasperante silencio.
¡Eso estaba desquiciándolo!
¡Y le alteraba tanto volver a toparse con un Reiner hermético que no permitía que nadie le ayudara!

Pero cuando estaba a punto de volver a insistir, el inversionista explicó finalmente:

- Prometí no decir a nadie estos secretos, di mi palabra.

Eso… hacía difícil rebatir, más cuando se trataba de alguien como él que realmente hacía lo que decía. No obstante ¡tenía que encontrar la forma de sacarle la verdad!

- Pero… tienes razón- le escuchó seguir, sorpresivamente- En un momento como éste, es
  realmente absurdo guardármelo, en especial a ti- admitía también- quiero que sepas que
  en serio me fio de ti, que cada palabra que te he dicho respecto a nosotros es verdad.
  Te lo diré todo. Y esperaré que seas racional.

El joven se prometió no defraudar aquel voto de confianza. Mantendría la cabeza fría.
Pero la situación era tan tensa que no sabía si iba a poder realmente hacer algo positivo con lo que iba a escuchar aunque lo intentara.

- Me refiero a ella como un él porque Sylvan… es un biológicamente varón, siempre lo
  ha sido- le dejaba saber- un chico que se viste de chica.
  Sylvane, su hermana, es una identidad que asume como su otra mitad, es real para él,
  pero eso no significa que ella exista en el mundo.

Fue difícil seguirlo.
- ¿Identidad? ¿Cómo un alter ego?- trató de entender- ¿Algo así como otra personalidad?

- No, no es como un trastorno de personalidad disociativa- fue más técnico- es más
  complicado que eso.
  El doctor Lundgren, Olaf Lundgren- fue más claro- era su médico en Londres, de ahí se
  conocieron. Él lo diagnosticó con TID al inicio, pero después comprendió que su
  “contraparte femenina” no era un desdoblamiento de su persona, su tratamiento estuvo
  mal en un inicio. Eso fue lo que comenzó con la obsesión de Lundgren con él.
  Él deseaba explorar la mente de Sylvan, ser quien la destruyera para ser moldeada a su
  antojo, como un juguete sin alma. Y lo hacía con permiso de él.
  Ambos querían destruir a Sylvane pues ella se había convertido en su otra mitad, en sus
  deseos reprimidos tomando voz.

Enzo sintió que sudaba frío.
De pronto, todo lo que había creído saber de esa chica resultaba ser mil veces peor de lo que había creído. ¡Y no la tenía precisamente en alto!

- Ella es producto de su cabeza, una alucinación compleja como la de aquellos que
  escuchan dios o al diablo. Y ahí no se detiene todo, me temo.

Eso era terrorífico.
Baladi sintió que palidecía.

Esa joven sonaba como alguien mentalmente inestable. Alguien que podía llegar al extremo.
A matar, ¿no es así! ¡De una manera horrible!

Pero si aquel horror era complicado de asimilar, tampoco iba a tener tiempo de hacerlo, pues Köhler lanzó una inesperada pregunta que lo llenó de angustia.

- ¿Marcaste a tu amico?- inquiría, mortalmente serio.

Al parecer, su mal presentimiento no era descabellado.
¡Todo eso estaba haciéndole perder la entereza!

- Sí… pero no me contesta- musitó.
  Rein, ¿en verdad Sylvan es capaz de hacer algo así?
  ¿Crees que pueda hacerle daño a Kyan?

El rostro del hombre que amaba se descompuso de una manera horrible, dándole una horrenda respuesta anticipada.

- Creo que si llega a su límite, Sylvan es capaz de cualquier cosa, biondi.
  En eso radica justamente el verdadero peligro. Puede desalienarse de la realidad a un
  grado en que sólo su mundo es el verdadero, ¿recuerdas? y estamos hablando de un
  mundo retorcido, muy retorcido.

Incendio provocado.
Tres cadáveres encontrados.
Encadenados.

“¡Anna!” pensó de pronto el italiano.
Ritsu le había mencionado que Abrianna seguía en Italia, que había estado averiguando de Sylvane. ¡Ella debía saber ya algo!

Le marcó y a diferencia de Kyan, ella contestó en seguida. A gritos.

- GRAZIE  A DIO, GRAZIE A DIO HAI CHIAMATO, ENZO!!*- gemía del otro lado de la
  línea, envuelta en sorpresivos sollozos incontrolables. Ella jamás, jamás sonaba así.
*/¡Gracias a Dios que me marcas!

- Anna… stai bene?
Todo era tan súbito y horrendo, que sintió que perdía el suelo que pisaba.

- Anna? Anna?- ella lloraba, aterrada, desprovista de palabras.
  Che succede? Abrianna!

Cruzaba miradas con Reiner.
Él parecía igualmente trastocado. Y era su turno para horrorizarse con sus llamadas.

- Anna! Parlami!

- ¡Es Key!- jadeaba, estaba absolutamente aterrada.
  ¡¡Es Key!!

Como un rayo fulminante, el terror se apropió de Enzo.

- ¡Es horrible!

Y luego, rompió en llanto. Privada de sí misma.
- Anna…
No iba a poder hacerle hablar, no en ese estado.
- ¡Respóndeme!
  Por favor, ¡es muy importante!
  ¿Qué ha pasado?
  ¡¿Qué le ha pasado a Key?!
 
Temía escuchar la respuesta.
¡Lo temía con todo su corazón!

- ¿Anna?
  ¡¡Anna!!



Continuará...

Notas finales:

Gatita?

Mike?

Seok?

Echo de menos leerlos.

:(

 


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