Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

AFFAIR por malchan

[Reviews - 1220]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todos!

Antes que nada, gracias por seguir leyendo, sé que los capitulos anteriores fueron muy duros y supongo que no del gusto de todos, en especial los lectores románticos que quieren que todo termine bien, pero al igual que el capi donde cierto portugues hizo lo impensable diré que simplemente escribo desde el corazón.

Me gusta el rumbo funesto de la historia, me gusta llevar a quien lee al extremo y una historia tan larga como lo es ésta necesita un climax intenso, sino, de que sirve? y al final del dia... quizá esta obscuridad es necesaria, siempre lo es en cierta medida o eso es lo que yo creo.

Pero entiendo su enojo y su frustracion, ¡son emociones que deseo que sientan! ¡Esa es la magia de las letras!  *esquiva la silla que le avientan* y bueno... tambien pago las consecuencias, el numero de reviews que normalmente me hacen favor de enviarme simplemente bajo T.T no sé, quizá es una manera en que los lectores me quieren hacer saber que no les ha gustado el desarrollo de la trama como es una ley del hielo o... no lo sé. Admito que duele un poco!

Pero en fin, ya he dicho que esta historia no dejaré de escribirla hasta el final, espero no quedarme sola en el camino.

A los que siguen aqui, gracias!!


Tenía a Kyan donde quería, tumbado boca arriba sobre la cama, completamente desnudo y excitado. Sus preciosos ojos color miel que tanto adoraba brillaban por las lágrimas acumuladas en ellos, escuchaba sus gemidos afiebrados estallando en sus deliciosos labios, encendiéndolo como si estuviera rodeado de fuego puro.

- Key… dentro de ti está hirviendo- susurró enronquecido, estaba tan duro que apenas si
  podía contener la necesidad de adueñarse del contrario. Lo dilataba con sus dedos y en
  respuesta el castaño se retorcía en ese lecho prestado.

- Ahhh… Rick, deja… de jugar conmigo- murmuraba entrecortadamente su amante.

Eso le hizo sonreír y acercar su rostro al suyo.

- ¿Cómo me pides eso? ¿No te das cuenta que eres tú el que hace de mí lo que quiere?
  ¿No ves cómo me tienes? ¿No te das cuenta de que a tu lado no puedo hacer nada más
  que dejarme llevar por esta vehemencia?

Sabía a la perfección que no hablaba de su calentura, aquello… era un reclamo. Desde que había cruzado camino con ese hombre, todo su mundo se había puesto de cabeza.

Siempre había creído poder soportar el tener que ocultar su lado más obscuro, que mientras sus acostones con hombres se quedaran en eso podía satisfacer sus deseos carnales con cualquiera y seguir adelante.
No importaba quién fuese, sólo deseaba sexo.
Pero… Key… con él… todo cambiaba.

¡Era sólo cuestión de sólo verlo en éste momento! ¡Ese maldito Kyan Novak lo había embrujado! ¡Le gustaba tanto! ¡Era TAN apuesto e intenso! ¡Dios!

Tomó la punta de su propio miembro y la introdujo poco a poco en él, sintiendo como era recibido por aquel calor maravilloso. Jadeó sin poder evitarlo cuando entró por completo en el hombre que amaba.
Hacerlo con él… sería su perdición…

- Key…
- Ah, Rick… muévete…

Lo tomaba de los hombros, comenzaba a poseerlo.
Sentía sus brazos estrechándolo, sus gemidos despertando en su oreja, causándole escalofríos. No podía dejar de mirarlo. ¡Ese castaño era tan ardiente!

- Te amo- le dijo, como siempre que lo hacían- ¡Te amo, Key!

Podía ver como aquello lo conflictuaba. ¡Odiaba que pusiera esa cara cuando le decía que lo quería! ¡Le dolía aquel semblante de angustia que le creaba!

- Dime… dime que me amas, Key.

- ¡Deja de decir esas cosas! Son vergonzosas.

- Sé que me quieres, sé que me quieres tanto como yo a ti.
  ¿No me has traído a Ëlven hasta el orfanato donde  creciste?
  ¿No me presentaste hace unas horas a Neru y a Mila? Tu madre y tu hija…

Lo oía rugir. A su malhumorado financiero.

- No hables de ellas… ¡no ahora!
  ¡Rayos, Rick!

- Dilo. ¡Dilo!
  ¡Di que no puedes estar sin mí!
  ¡Di la verdad de nosotros!

Lo tomó del rostro, el placer le trastocaba profundamente. Lo tenía donde quería, en sus brazos y rendido. Ese bastardo orgulloso era suyo aunque lo negara.
¡Se la estaba metiendo hasta el fondo en ese momento! ¡Estaba dominándolo por completo!

Todo… todo él.

- Ah, ¡Rick!- le escuchaba jadear.

- Te amo, ¡te amo tanto, Key!
  ¡Ah, te sientes tan bien!
  ¡Es… el paraíso!

- ¡Uh! ¡Basta!
  ¿Puedes callarte?

- Sabes que no lo haré- murmuraba, sus manos lo recorrían entero. Sus brazos firmes, su
  cuello húmedo, sus caderas soportando las embestidas, su miembro erecto pulsando de
  placer debido a él.

Tan atractivo, ¡tan enloquecedor!

- Key… Key… no quiero que esto termine jamás… no quiero que sea de día… no quiero
  que jamás te alejes… es una locura… ahh… ¡ahhh!

Podía verlo apretar los dientes, negarse a caer por completo en su tormenta. No iba a poder hacerlo, porque los dos estaban en el mismo barco rumbo a ésta, a la deriva de aquel desenfreno.

Lo besó, lo besó profundamente mientras le hacía el amor, le acarició la cara, masturbó su erección, ¡hizo rechinar aquella cama de hotel escandalosamente!

- Ahhh…. ¡ahhh! ¡Rick!

- Dilo… por favor… dilo… porque estar tanto tiempo lejos de ti me pone mal… ¡te
  extraño tanto! ¡Necesito que me lo digas! ¡Necesito saber que no estoy solo en esto!

Sus palabras lo orillaban.
Kyan temblaba en sus brazos, con el raciocinio perdido.

- Dilo, mi amor. Di que me quieres.
- Rick…
- Di que me quieres… di que me quieres…- insistía enfermizamente.
- Ah… ahh… tú ya lo sabes, ¿por qué me fuerzas a decirlo?

¿Eso clasificaba como un te amo? Probablemente sí, pero… no, no era suficiente.
Estaba acercándose al orgasmo tan rápido esta vez….

- ¡Dilo claramente! ¡Y dilo fuerte!
  ¡Quiero escucharte gritar!

¡Kyan lo apretaba deliciosamente!
¡Lo exprimía como sólo él sabía hacerlo!

- ¡Te amo, Rick!- le sacaba por fin- ¿por qué… porqué eres tan perverso?

- Porque me vuelves loco… ¿no lo ves?
  ¡Te amo, Kyan! ¡Yo también te amo!

Key.
Key.
No paró hasta ver el amanecer.
No paró hasta verlo rendido sin fuerzas en aquella cama.


- -

Fumaba en la terraza de aquella habitación rentada.
Novak dormía dentro, completamente vencido por el cansancio de aquella vorágine.

No era la primera vez que Ricard le pedía aquellas palabras, que se las arrancaba. Era verdad que ese hombre no era de los que externaban sus sentimientos, ¿cierto? Pero también era cierto que su propia inconsistencia causaba en Kyan una serie de inseguridades que parecían provenir desde lo más profundo de su persona. Cerrarse a sí mismo era la única manera que Kyan encontraba para intentar protegerse. De Rick mismo. Él lo sabía perfectamente.

Cada segundo al lado de ese asesor era tan contradictorio. Porque aunque Ricard se sentía eufóricamente feliz y completo, aquella voz en su interior no dejaba de angustiarle, recordándole la verdad que estaba queriendo no ver: Estaba haciéndole daño. Estaba destruyéndolo poco a poco.

Pero si iba a ser un necio, lo sería en verdad. No dejaría que aquello que le había dicho a esa preciosa niña fuera una mentira. Quería una vida con él. Quería una familia con Key.

No había podido contenerse, se había reunido con un agente de bienes raíces el cual había dado con la casa perfecta. ¡Era un sueño!

Estaba claro que deseaba tener un hogar, ¡sus padres no dejaban de insistirle en que encontrara a la persona adecuada para él y tuviera hijos! Y no era como si sus verdaderos deseos estuvieran alejados de eso… sólo que… él no quería a una mujer. Quería a ese hombre al que había follado toda la noche con tanta exigencia.

Se rio de sí mismo, de lo desviado que era. Era tan homosexual en realidad verse a sí mismo metiéndosela a otro tipo y disfrutando como un enfermo de ese perverso sexo anal.
Pero… era mucho peor.

Kyan había hecho obvio que lo suyo no era sólo una simple atracción sexual hacia su mismo género, ése soberbio luxemburgués le interesaba más allá de eso. ¡Su poco tiempo juntos era como un regalo del cielo, horas en que podía ser completamente libre, completamente feliz!

Y si tan sólo su familia supiera… estaría totalmente escandalizada. Y cuando el cinismo desaparecía, sólo quedaba un verdadero miedo.

No podía.
¡Pero lo deseaba!
No debía.
¡Pero era todo cuanto soñaba!

Jadeó, sus manos tomaron el barandal para apretarlo.

Estaba siendo un maldito al jugar así con los sentimientos de Kyan y lo sabía muy bien, se sabía capaz de doblegar la voluntad de ese financiero a su antojo y de eso cobardemente se aprovechaba, pero también era completamente verdad que… ¡no mentía cuando decía que lo amaba!

No pretendía herirlo, no pretendía hacer que todo lo que había logrado que se abriera con él fuera en vano. No es como ahora que sabía la verdadera historia de ese huérfano, quisiera lastimarlo. No era un juego, hacía meses no lo era.

Quizá… podían vivir juntos. Esa casa fuera de la ciudad era hermosa y aislada.
¿Era aquello absurdo?

Había pensado en llevárselo a otro país. Quizá Austria, o no, un lugar más alejado.
Tenía amigos en España… pero… no quería hacerle renunciar a ese trabajo que tanto adoraba, no quería obligarlo a cambiar su vida por él.
Y no podía abandonarlo todo él mismo, tenía que estar al frente de las empresas de su familia. Pero si era lo suficientemente discreto quizá podía lograrlo.

¡Tenía que encontrar la manera!
¡No iba a renunciar a Novak! ¡La simple idea lo ponía mal!


- -


Una y otra vez, daba pasos más arriesgados, esperando que ese castaño valorara cada avance. Presentarse frente a su trabajo, en plena avenida Kennedy, besarlo en público, ¡hacerse de esa casa! ¡Comprar cada cosa que él pudiera querer en ella! ¡Muebles, vajillas, el barandal perfecto! ¡Todo lo que Kyan pudiera desear, él quería dárselo!
Verlo sonreír… ver sonreír a ese tipo tan duro de roer ¡era la mejor recompensa!

La primera noche en esa casa, los dos juntos, su éxtasis fue incontrolable. ¡Es como si fueran una pareja casada en su luna de miel!

Lo tomó en la sala, en las escaleras, en el piso del pasillo, en la cama principal. Era una fantasía que lo ponía completamente… aquella bestia sexual que su castaño podía llegar a ser se convertía en un gatito lascivo y complaciente si él lo así quería.

Kyan gemía, lo recibía, lo besaba, lo amaba. No ponía un freno a su entrega.
¡Aquel era su cielo!

¿Era ridículo llorar? ¿Era ilógico amar a alguien de esa forma?
¡Lo folló hasta olvidar su propio nombre!


- -


Una llamada a medianoche lo despertó.
Su peor pesadilla lo perseguía a su mundo de ensueño.
Era su padre.
Lo sabía todo.

Estaba en Roma a punto de volar a Luxemburgo, su contador le había informado de aquellos gastos de su cuenta, un detective lo había seguido por meses, tenía fotos, documentos, lo tenía acorralado.

Iba a enfrentarlo.
Decía estar harto de sus hijos avergonzándolo.
Sonaba… peligrosamente enojado.

- No es lo que piensas. No hay nada entre nosotros salvo un affair .
  Él no me importa lo suficiente para que sea un problema. Lo juro. Te lo voy a demostrar.

Lo negó cobardemente, lo hizo una y otra vez hasta hacerlo desistir de ir a verlo.
Si su padre pisaba Lux, estaba seguro que nada lo detendría de enfrentarse a Kyan. Conocía lo drástico que podría ser, como buen D´Oria. Metería abogados en el asunto, humillaría al hombre que amaba, ¡vaya que lo haría!
Y tratándose de un sujeto como Key, tan orgulloso, estaba seguro de eso significaría algo imperdonable y no habría disculpas que sirvieran esta vez.

Prometió a su padre que volvería a Turín y que se explicaría, ganó un poco de tiempo.


- -


Volver a su casa familiar fue un infierno.
Su padre le dijo que le alegraba de verlo en Italia. Al parecer, mientras él estuviera ahí, alejado de Luxemburgo y de ese marica, todo estaría bien y no requeriría explicaciones.

Las aguas se calmaban falsamente, era claro que su progenitor fingía dicha al verlo de vuelta, después de todo, ahora estaba enterado de todo lo que había intentado ocultar toda su vida. Pero por extraño que fuera, no tocaba el tema, más incluso aún, lo evitaba activamente. No es que Rick estuviera ansioso de hablar de su homosexualidad y los detalles de ésta con él, pero de alguna manera le parecía lógico que fueran a tener esa plática que no estaba ocurriendo y no parecía que fuera a pasar en el futuro.

Al final, ¿para qué hablar, cierto? Todo parecía bien en apariencia y eran las apariencias siempre lo que más importaban. Así que siguió el juego que siempre había jugado, de todos modos estaba demasiado agotado emocionalmente para invertir más energía en hundirse a sí mismo.

Lo invitaron a interminables reuniones y comidas. Sus cuatro tíos hablaban de sus hijos exitosos, todos honorables miembros de la sociedad, con hijos y nietos perfectos.
¿Qué había de verdadera en esa felicidad que le mostraban? se preguntó.
Si él dijera algo respecto a su realización personal, estaría mintiendo.
 
Su madre le preguntaba cuándo se casaría como si fuera una broma, cuando era claro que no lo era. Todos reían y comenzaban a presionarlo con ese tema, y quienes no lo hacían con palabras, lo hacían con la mirada. Lo juzgaban. En voz alta o en silencio.

Todo el peso de la familia quedaba en sus hombros, como el mayor era lo lógico. Y aunque él fallara, no podían contar con Sylvan, recluido en un psiquiátrico bien lejos en Londres.

Pero nadie hablaba de su hermano menor, nadie lo mencionaba, como si la vergüenza equivaliera en verdad a la inexistencia en aquel mundo perfecto, como si el amor que una familia fuese capaz de dar estuviera sólo en función al orgullo que pudieran obtener de él.
Así de simple.
Así de cruel.

Eran tan injusto… tan frío, calculador y falso. Tan D´Oria.

Odió cada día de su estancia ahí ¡al grado que no fue capaz de soportarlo!
Sólo pensaba en Key… en cómo su inexplicable ausencia debía estarlo lastimando. ¡Después de comprar esa casa lo había dejado sin darle una explicación! ¡A alguien que sabía perfectamente tenía problemas de abandono!

No podía dormir en las noches, imaginándolo haciéndose pedazos. ¡Era horrible estar lejos y hacerle tanto daño!

“Ve por él, lucha por él” escribía el chico que él aceptaba como su hermana, en los correos secretos entre ellos, o al menos… eso pensaban ambos.



- -



Un día, su correspondencia había sido abierta y estaba sobre su almohada.
Y también ahí, su madre, quien exigía que dejara de alimentar la enfermedad mental de su hermano menor. ¡Le prohibía volver a referirse a él como ella! ¡Porque era enfermizo y desviado!

Desviado. La palabra completamente prohibida. Como él mismo.

Normalmente se atendría a lo que le pidieran para no provocar más conflictos, como el hijo modelo siempre era así, pero ¿cuánto tiempo llevaba fingiendo ser lo que no era? ¿Cuántos años? ¿Cuánto más habría delante de éstos?

No. ¡Ya no podía más!
Estaba… en su límite.

Su hermanito no era el único desviado, ¿cierto? A Rick le gustaba metérsela a otros hombres y sus padres… eran peor aún.

¡Ellos eran los verdaderos monstruos! ¡Nunca había contado con ellos para absolutamente nada que no se alineara con los objetivos que tenía tan bien trazados en su vida!
¡Ellos jamás le habían pedido su opinión! ¡Ni dado opción alguna!
Usaban la culpa como mejor arma y aquello les había funcionado perfectamente para manipularlo siempre a su antojo… hasta ahora.

No iba a seguir siendo el hijo perfecto. ¡Porque eso significaba no sentirse con vida!

Jamás había peleado así con su madre.
¡Las sirvientas tuvieron que intervenir porque quiso golpearla!

¿Nadie se daba cuenta que esa actitud era la que había destruido a Sylvan? ¿La que le había hecho romperse y desear ser alguien más?

¡No iba a seguir para siempre aquel juego!

Hizo maletas, decidido a mandarlos a todos a la mierda. ¡A todos! Convencido de que no podía seguir fingiendo que la represión era un modo de vida aceptable.
¡Finalmente tomaría las riendas de su existencia!
¡Al carajo ser admirable, prudente e intachable!
¡Sólo quería ser él mismo!
¡Respirar un maldito efímero y estúpido segundo!

 

Pero volver a aquella casa de sus sueños, no fue lo que esperaba. ¡Kyan estaba completamente fuera de control! ¡Lanzándole todo lo que encontraba a su paso!
Jamás antes había visto tanta furia en sus ojos ambarinos.
Parecía odiarlo, finalmente odiarlo.

Trató de justificarse, le dijo toda la verdad, le pidió una vez más que se quedara a su lado.
Las cosas iban a cambiar, ¡esta vez iban a cambiar!
¡Había vuelto por él! ¡Había hecho todo por él!
¿Por qué? ¿Por qué amenazaba con dejarlo?
¡No iba a permitírselo!

Y mientras intentaba detenerlo, comprendió que esta vez tendría que sacar todas sus cartas y dejar de jugar. Hizo algo completamente impensable, orillado por la desesperación: Llamó a sus padres y les dijo todo.

Por fin.

La mirada atónita de su luxemburgués detenía el mundo.
Todo estaba dicho.
Ya no había secretos.
¡Nunca se sintió tan bien!


- -



No podía creer lo que había hecho.
Decir que amaba a un hombre y admitir que había tenido una relación gay con él durante los últimos dos años había sido completamente excesivo. Hubiera podido manejarlo de otra manera, más sutil, más progresiva. Se había dejado llevar por completo.

¿Qué iba a pasar ahora?

Sólo podía imaginar lo peor. Decepcionar a sus padres era un temor gigantesco que aunque sabía era absurdo no por eso era capaz de soportarlo. Pero había algo más allá de ese miedo, porque no se trataba sólo de su familia: ¿Qué pasaba con el resto de su vida que no era el señor Novak?

Sus amigos, su trabajo, su nombre… su existencia misma. Todo lo que era dependía exactamente de eso, de que fuera Ricard D´Oria, ¡su hermana misma necesitaba de él!
Sin su posición… no era nada. Sólo un tipo común, un don nadie sin poder alguno, reputación alguna, validez alguna.

¿Por qué nadie podía aceptar quien era en verdad?
¿Por qué Kyan lo orillaba a ese extremo?
¡Todo era un infierno en su cabeza!

¡Él amaba a esa persona! ¡Pero amaba lo que significaba ser un D´Oria aunque también lo odiara!

Sintió que se ahogaba, tuvo un ataque de pánico y tuvo que encerrarse en el baño a la mitad de la noche para que el hombre duro que era su amado no lo notara.
Nadie podía enterarse de aquellos temores.
¡Nadie debía ver jamás su debilidad! ¡Ninguna debilidad!

¿Qué estaba haciendo?
¿Había perdido la cabeza?

El absoluto silencio lo desquiciaba, necesitaba una respuesta, una certeza, algo que aliviara su pánico… estaba… tan… desesperado.

¡No podía acudir a nadie!
¡No podía decir a Kyan que tenía miedo! Sería tan pusilánime, tan ridículo, tan repulsivo.
¡No podía decir a su familia que tenía miedo! Sería tan pusilánime, tan ridículo, tan repulsivo también. Quizá… porque lo era.
Tan egoísta, tan débil, tan falso, tan mentiroso, tan…

Lloró. Lloró ahogadamente como un niño pequeño.
Y cuando eso no fue suficiente, tuvo que taparse la boca porque sus sollozos no podían ser escuchados en aquella casa de sus sueños.

¿Qué era él salvo toda una mentira?
¿Qué sentido tenía ser quién era?

Nada de lo que hiciera jamás le daría satisfacción, ¡sin importar lo que eligiera jamás sería feliz! ¡Estaba tan cansado de luchar! ¡Tan tan cansado!

¿Cuánto llevaba intentando hacer lo correcto?
¡¿Qué demonios era lo correcto al fin y al cabo?!

¿No todo estaba ensuciado por sus deseos absurdos?
¿No todos estarían mejor sin él?

Una horrenda sensación se apoderó de él, la realización de que había dado en el clavo.
Existía una solución, una aberrante y verdaderamente simple.

Podía acabar con su monstruoso egoísmo, liberar a Kyan de todo aquel martirio, dejar de avergonzar a todos a su paso…

El verdadero problema siempre había sido él mismo. Siempre lo había sabido.
Su felicidad era lo que traía problemas a los demás, humillación, furia y dolor.

Quizá… sólo existía algo que podía hacer, por el hombre que amaba, por la familia a la que pertenecía.

Fue horrible.

¡Fue aún más horrible escapar en medio de la noche!
¡Huir de Kyan!
¡Manejar hasta cruzar la frontera y nunca dejar de acelerar!
¡Nunca dejar de acelerar!


Key… Key… no quiero que esto termine jamás…
no quiero que sea de día… no quiero que jamás te alejes…
es una locura.
Dilo… di que me quieres, por favor… dilo.
¡Di la verdad de nosotros!
¡Necesito que me lo digas! ¡Necesito saber que no estoy solo en esto!


Las lágrimas ya no le dejaban ver el camino.

Creyó que soltar el volante y permitir que el auto cayera al vacío le traería un idealizado alivio, pero no fue así.

Sólo sintió terror.




Su cuerpo quedó tan destrozado que fue a través de la identificación del auto que conducía que pudieron dar aviso a sus familiares en Italia.
Y cuando eso ocurrió, nadie salvo Sylvane lloró por él.






Continuará...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).