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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Hola! Gracias por leerme!

He tardado en subir porque el siguiente era ese tipo de capítulos donde cada que lo leía le corregía y agregaba cosas, nutriéndolo y según yo "haciéndolo mejor" la verdad amé ser obsesiva con éste porque creo que los resultados son mejores! Y por cierto, es un capi de 17 hojas, para que no piensen que falta inspiración, las musas parecen estar trabajando muy bien pese a no tener los reviews de siempre, eh? Así que déjenme saber que piensan *guiño* *guiño*

Y una mención espedial a Rei Leao por ser tan linda con su servidora <3


Kyan finalmente había recobrado el sentido pero apenas si pudiendo siquiera hablar se tuvo que enfrentar nuevamente a la realidad, la cual era cruel y horrenda. Abrianna lo vio romper en llanto al hablar de Rick tan desconsoladamente que aquello se llevó todas las energías de aquel debilitado cuerpo, el cansancio fue quien finalmente terminó por vencer a su amigo.

Ese luxemburgués había tenido que soportar demasiado, ¡realmente demasiado! Verlo en ese estado la angustiaba. ¡Era tan injusto!

La situación no sólo la perturbó a ella, aunque el terso publirrelacionista se mostraba calmado, al salir de aquella habitación le vio ir al último piso del hospital, Anna sospechaba que a fumar sin testigos. Ella simplemente volvió a la sala de espera, donde esta vez no hubo nadie.

Se sentía agobiada y debilitada.
No quería estar sola.

- Anna- decía una voz conocida su nombre.
- ¡Zia!

Su querida rubia aparecía, no lucía un vestido chic ni un ajustado saco, sino un suéter holgado color piel, pantalones de mezclilla y un abrigo colgando de su brazo, lucía algo agitada e iba hacia ella, en su impecable hermosura había una clara fragilidad que no solía tener nunca.

- Me hubieras dicho que llegabas en ese vuelo, hubiera ido por ti al aeropuerto- sus ojos
  azules lucían enfadados.
- Lo siento, ¡sólo quería llegar aquí lo antes posible!

Sintió una caricia en su cara, Zia lo hacía tan suavemente que era casi imperceptible.
Su novia la veía fijamente, sus ojos se paseaban por su cara, mirando su estado.

- Estás muy pálida- observaba.
- Doné sangre.

La más joven necesitó un contacto más profundo que esa ligera caricia así que la abrazó, al estrechar a Borden pudo percibir el aroma de su perfume que de inmediato le hizo sentir mejor. Los brazos de esa preciosa mujer eran el lugar dónde tenía que estar ahora.

Si bien Zia podía ser tan dura a veces, desde hacía un tiempo el que habían estado juntas en Italia, ella se venía mostrando mucho más cálida, cada vez más, la cercanía entre ellas ahora era algo real. Y no sólo se trataba de las muestras de afecto que ahora tenía con Anna, sino que iba más allá. Zia le había dado su voto de confianza respecto al asunto D´Oria pese a haber manifestado no estar de acuerdo con el asunto. Le había apoyado contratando ese detective, consiguiéndole estancia en Turín, reservando sus vuelos. Le seguía apoyando simplemente estando ahí. Así que apretó aquel abrazo que la otra le permitió.

- Es extraño verte vistiendo tan casual.
- Me tomé el día- explicaba, sin decir más.

- Zia, yo…
No supo si lo que iba a decir en realidad necesitaba ser expresado con cautela, Anna solía errar en esas cosas.

- Hablé con la policía- decidió seguir- Y aunque no te mencioné como conocida de Olaf
  Lundgren, ellos obviamente están investigando todo lo relacionado con él.
Supongo… que deberías saberlo.


- - - -


Las sábanas frescas le dieron la bienvenida al mundo, pero él se resistió a volver de inmediato, buscando el calor de cierto italiano en su cama, al no hallarlo fue que sus ojos de un claro tono índigo comenzaron a abrirse.

Había caído rendido tan sólo al llegar al penthouse, todos habían tenido razón, se había debilitado más allá de lo que se podía permitirse. Su cabeza punzaba. Y Enzo no despertaba a su lado, como todas las noches anteriores.

Gruñó.

Estaba de un humor de perros, ¿cómo no estarlo?
Pensó lúgubremente en el mayor de los hermanos Lascurain.

Se sentía mal por haber abandonado el hospital, por haber dejado a Victoria sola.
No es como si su presencia cambiara algo importante, porque… nadie podía hacer nada, pero sentía que debía estar ahí y en ningún otro lugar.

- Scheisse- maldijo, alzándose mientras peinaba sus cabellos plateados con los dedos.

Llamó por teléfono al restaurante, pidió un desayuno hipocalórico y un batido verde de espinacas, esperando que ese extra de hierro compensara todo el que acababa de perder hacía unas horas.

Fue hacia el baño y abrió el botiquín del espejo, sacó el sinfin de pastillas que tomaba todos los días y las tragó sin más. Quizá algún día dejaría de tomar tanta medicina pero ese día no sería hoy.

Tenía que hacer traer a su neurólogo a Luxemburgo para una revisión, seguramente iba a costarle mucho conseguir convencer al odioso Vilt de viajar hasta allá, ¡pero no tenía intenciones de volver a viajar en auto tantas horas, eso es algo que sólo haría por Enzo!

Después, se miró al espejo. No le gustó su semblante, había demasiada tensión en su rostro donde se marcaban pequeñas arrugas en su frente que le molestaron.

Abría la llave de la regadera cuando una llamada entró.
Su nuevo número lo tenía sólo un puñado de personas, así que debía ser alguien importante en su vida queriendo hablar con él, puso el altavoz de su teléfono, mientras dejaba abierta la puerta de la regadera para escuchar. ¿Debería mandar a poner un manos libres en la ducha?
Dejó el agua como un chorro sobre su cuerpo para que no hubiera demasiado ruido que le impidiera escuchar.

- ¿Rein?- sonó la voz de cierta rubia- Soy Zia, ¿cómo te sientes?
  Anna me dijo que te sacaron sangre dos veces y que ahora tú y ella son hermanos de sangre.

Su amiga era tan mala para bromear, pero el intento mismo le causó gracia.
- ¿Tu novia tiene 10 años?

- A veces sí- le escuchaba decir a la sofisticada mujer, con un tono irónico.

Algo debería estar inquietando a la señorita Borden si es que le llamaba.

- No respondiste mi pregunta de cómo te sientes, Reiner.
  No deberías estar donando sangre.

- Ah, que original, nadie me lo había dicho- fue irónico también a sabiendas que la otra
  no se lo tomaría a mal- Estoy bien, gracias por llamar. Me encuentro en medio de una
  ducha, ¿gustas acompañarme?- siguió satirizando, permitiéndole elegir si aquella
  conversación realmente era tan importante como para interrumpirlo en ese momento.

- No tengo problema- fue la respuesta que esquivaba la indirecta y dejaba en manifiesto
  que aquella llamada debía ser atendida- quiero preguntarte algo.

- Acaba con la incógnita entonces.

- ¿Hablaste con la policía?- inquiría, sin más.

- Sí. Y, ¿tú?

- No- le informaba, había tensión en su amiga, definitivamente.
  Tú sabes ya la historia de Sylvan D´Oria completamente, ¿cierto?

- Siempre la supe, Zia. Él me contó todo.

No hubo una respuesta inmediata. Cuando la hubo, fue ésta:
- Tú… protegías a Sylvan, ¿no es cierto?
  Olaf estaba furioso contigo, no sólo te resististe a complacerle sino que además, le
  robaste a su juguete.

- Me importa un bledo eso- declaraba el otro, dejando que el chorro le corriera por la
  cara- pero no, no protegía a Sylvan, ¿cómo decir que lo hacía?
  Eso sería darme un mérito que no merezco.
  Al final… poco hice por él. No puede ayudarle en nada.

En realidad, ese pensamiento se lo dedicaba a sí mismo.
Aquello había estado rondándole la cabeza, martillándole tanto como sus migrañas.
Había querido ayudar a ese chico porque su alienación con sus padres le recordaba a su malograda relación que Reiner mismo tenía con su familia, al escuchar su historia había sido imposible no sentir que le era depresivamente conocida.  Quizá si las circunstancias fueran otras, se hubiera quedado a su lado hasta verlo verdaderamente bien, pero… no había sido así.

- Él no hubiera hecho lo que hizo si yo…

Esta vez fue su turno de quedar en silencio. Fue extraño haber dejado ir tanto de aquella idea. Había estado reprimiéndola durante todo ese tiempo, desde el instante mismo en que supo sobre las muertes en la galería, sobre Kyan Novak, sobre Daniel siendo herido de esa manera.

La lógica le decía que él no era responsable, no habían sido sus manos las que habían incendiado vivas a tres personas y disparado a otras dos. Y sin embargo… él había podido evitar poner en peligro a Dan, ¡había estado en él la posibilidad de detener aquella locura! ¡Varias veces!

Si él hubiera sabido que existía la mínima posibilidad de que las cosas terminaran así,  hubiera hecho más.
O eso era lo que se decía a sí mismo.

Si lo podía decir en voz alta a alguien, esa era Zia, la única que sabía todos los detalles como él, de ese bajo mundo. Como siempre, ella entendería a lo qué iba el asunto. No tenía que explicarle nada.

- Espero que eso sea una broma lo que acabas de decir, Rein.
  Sylvan D´Oria era un enfermo clínico que escapó de la clínica de rehabilitación donde
  tú le ayudaste a entrar. Si existe alguien que alguna vez ayudara a ese chico, ese fuiste tú.

- No fue suficiente.

- A veces nada es suficiente- lo cortaba- No eres responsable de lo que pasó, de lo que le
  hizo a Daniel y esas demás personas.

Quería creerle, pero era difícil.

Habiendo tenido a Daniel al teléfono en el momento crítico en que éste se debatía en si ir o no a dónde Novak, Reiner optó por instarlo a ir en su ayuda. Lo había hecho porque su amigo ya antes había sufrido la impotencia de haber sido incapaz de ayudar a Catherine y a su hija a quienes simplemente encontró muertas.

No pensó que Sylvan fuera a dispararle varias veces. No pensó que todo acabara cómo había acabado. Había tenido la mejor de las intenciones pensando que le estaba dando una especie de nueva oportunidad a Dan para hacer las cosas bien, ¡y luchar por quien quería! Y a cambio… ¡se odiaba a sí mismo tanto por haberlo hecho!

Quizá era el D´Oria quien hubiera jalado el gatillo, pero Reiner era quien le había puesto a Dan enfrente. ¿Cómo no sentirse responsable?

El agua caliente caía sobre sus hombros, buscaba que aquel río hirviente desvaneciera la tensión que sentía en ellos. Aunque era agradable, no lograba tal efecto.

- No creo que llamaras para hacerme sentir mejor, Zia, aunque aprecio tus palabras- ahora
  fue él quien la frenaba.
  Y aunque tu interés por mí sé que es sincero, no dejo de pensar que no es el único
  motivo de esta llamada, ¿no es así?
  ¿Qué es lo que pasa?

No hubo una respuesta inmediata.
Para la eficiente señorita Borden eso significaba… que era difícil seguir.

El contrario comenzó enjabonarse, esa pausa no estaba ayudando con su mal humor así que se tallo el cuerpo con más fuerza de la necesaria.

- ¿Zia? ¿Vas a hablar conmigo o no?

- Ese chico… mató a Lundgren en su propia galería, atrayendo la atención hacia ese sitio
  llenos de esposas, cámaras, armas y... cintas, entre ellas una de ti follándotelo. Y no
  nos olvidemos de cada uno de los invitados que el Gran O tuvo alguna vez en sus
  reuniones.

  Dios sabe lo que contienen esas grabaciones, sólo piénsalo, él no tenía un límite en su
  perversión, lo sabes bien.
  Yo había conseguido que una de las chicas que trabajaban con él consiguiera las cintas, pero…

No sonaba como ella misma, se mostraba con miedo.
Aquella no era la Zia de siempre, tan segura de sí misma. Y es que algo importante para ella estaba de pronto en riesgo, su vida privada, su reputación.

- Pero ella murió, ¿no es cierto? Esa chica de la que hablas fue una de las víctimas del
  Vinnart, asumo.
  Tú le presentaste a Lundgren y ahora te sientes responsable por ella, ¿o me equivoco?

- Me preocupa que pueda suceder algún escándalo- le oyó decir con frialdad, negándose a
  admitirlo.

Ninguno de ambos dijo nada los siguientes segundos.
El aire se hacía pesado, pero con esos temas era sólo lógico.

- Bien, hablemos del utópico escándalo.
  Sólo piensa esto, querida, la galería y sus cuartos secretos desaparecieron entre el fuego,
  esas cintas de las que tanto temes no pudieron sobrevivir al incendio, ¿no te parece?

- ¡D´Oria pudo haberlas sacado de ahí!

Reiner cerró la llave de la ducha, oficialmente su baño había sido arruinado.
¡Qué buena forma de empezar el día!

- Zia, Sylvan quería venganza, pero no era una persona llena de maldad que odiara a
  todos como podría parecer.

- No puedo creer que vayas a defenderlo- advertía la empresaria del otro lado de la línea.

“Yo tampoco”, reflexionó él.
- Quería venganza, eso no lo vamos a negar- continuaba él- Por eso quemó vivo a Olaf-
  parecía tener que recordarle.
 
Esa conversación iba a causarle dolor de cabeza, estuvo seguro.

- Sylvan ni siquiera te conocía, ¿cierto?
  La noche en que El Gran O te lo ofreció, tú decidiste no tocarlo.
  Él sólo lastimó a quienes tenían que ver con él. ¿Por qué se llevaría una cinta tuya?
  Y si así lo hubiera hecho, por la razón que fuera, tú estarías usando una máscara, no lo
  olvides.

- No hay una certeza de nada de lo que dices, Rein.
  Existe una posibilidad, que no es tan mínima cómo quieres creer a que todo salga a la luz.

Pero a los ojos del alemán, había algo que su hermosa amiga dejaba de lado.
Así que mientras se secaba, procedió.

- Querida, no eres una figura pública o alguien en una posición de poder, sólo eres rica.
  ¿A quién le interesa si una empresaria le mete los dedos a otra desconocida en una fiesta
  de fetichistas?

El descaro que había empleado ridiculizando la situación exasperó a la rubia.
- ¿Eso piensas? ¿Qué si esas cintas salen a la luz a nadie va a importarle?

Köhler siempre había sido de mente muy abierta y dado que vivía su vida alejado de su familia, no solía darle importancia a lo que pensaran de él. Y él era un inversionista, ponía dinero en negocios, pocas veces la gente le ponía una objeción.

Y pese a que Borden era muy cuidadosa de su privacidad, tampoco tenía una renombre familiar y varios de sus locales eran algo liberales, empezando por el Zaphyr, ahora frecuentado por la escena gay de la ciudad.
¿La gente se escandalizaría y haría boicot a sus negocios? Eso sonaba absurdo en un país tan libre como Luxemburgo se estaba volviendo.

Pero… entendía el problema.

- Zia, sé que crees que no me estoy tomando en serio el problema. Pero en realidad el
  asunto me cala, como ya has podido escuchar.
  Así que dime, ¿qué se supone que debería estar haciendo en estos momentos?
  ¿Llamando a mi abogado?
  Tengo problemas más grandes para lidiar en éste momento.

Quizá estaba siendo demasiado crudo, pero estaba enojado, porque no podía dejar de pensar en su mejor amigo y el cómo ante eso, dedicarle tiempo a una probable controversia que dañara su imagen le parecía incluso frívolo.
Probablemente estaba siendo insensible, para variar.

- En verdad no creo que haya algo de lo que tú debas preocuparte- fue sincero.
  Vas a estar bien, Zia.
  Pero si no has tenido una sincera charla con Abrianna, deberías tenerla ya.

Zia había encontrado a la joven fotógrafa  en un mal estado a su regreso de Italia. Al igual que a Reiner, le habían extraído sangre, además, emocionalmente, era un poco un desastre. Por lo que la había sacado del hospital para llevarla a su casa, la había alimentado y la había metido en su cama, pero apenas fue un nuevo día… tuvieron que hablar.
Y le dijo todo, todo.

Había esperado muchas reacciones de alguien tan impredecible como Mestri. La chica tras varios segundos de silencio, la miró a los ojos y le sonrió tristemente.
Zia, ya no supo que más decir pero la otra la tomó de la mano. Y no la soltó.

“Vas a necesitar más que eso para que me aparte de tu lado, Zia. Dices que eso es el pasado y voy a creerte” fueron las palabras que pronunció finalmente.

No volvería a hacer nada que pusiera en juego la relación que tenía con ella. Porque… amaba a Anna, ¡aunque hubiera tardado tanto en entenderlo!

- Ella ya sabe todo- pudo decir, sintiendo que por lo menos tenía eso.

- Tu compañera es la única a la que el asunto debería importarle- declaraba el alemán,
  como si aquello fuera verdad absoluta- ¿Mestri te apoya, cierto?

- Sí, lo hace.
  Ella… es increíble.

Köhler sonrió sin poder evitarlo.
Podía imaginar la expresión de felicidad en su interlocutora, quien siempre quería verse tan perfecta ante el mundo. Quizá sí debería poner un teléfono en la ducha… con cámara.
Y tal vez podían instalar una en el baño de Enzo también, pensó inapropiadamente.

- ¿Increíble, eh? Ahí lo tienes.
  Deja de preocuparte, Zia, en serio. Cualquier cosa que pase, podrá ser contenida a
  tiempo y no es como si no tuviéramos los recursos, ¿cierto?
  Y yo en éstos momentos… no me puedo dar el lujo de desgastarme emocionalmente por esto.
  Estaré en el hospital después de mediodía- No, no tenía intenciones de quedarse todo el
  día en cama pese a que se lo habían sugerido- Así que si gustas, nos vemos allá y lo
  discutimos, ¿te parece?

- Está bien- murmuraba entonces ella. No sin antes agregar algo más antes de colgar:
  Y Rein… gracias, en serio.



- - - -


Apenas habían trascurrido dos días desde que Kyan había recobrado la conciencia cuando al entrar a su habitación, Enzo lo encontró de pie junto a la ventana.

Su cuerpo lucía tembloroso y su rostro era inquietantemente triste, sus ojos lucían cansados como los de un viejo que miraba a la nada sin percatarse de lo que le rodeaba, fingía ver la nueve caer a través de la ventana pero en realidad no parecía pertenecer a aquel mundo. La melancolía lo había hecho su presa y no pretendía dejarlo ir. Aún… tenía un inquietante halo de muerte rondándole que hacía que el corazón de Enzo se llenara de preocupación.

Su mejor amigo parecía tan lúgubre.
¿Cuánto tardaría en volver a ser él mismo?
Porque quería pensar que él se recobraría, por supuesto.

Había temido tanto por él que había estado a punto de perder el control, ¡por nada del mundo podía perder a Key!
Y esta vez había sido Reiner quien le hubo obligado a mirarle, quien le daba fuerzas incluso cuando él mismo no la estaba pasando mejor.

Ahora lo sabía, no debía perder la perspectiva, aunque Kyan estaba profundamente herido por dentro y por fuera, pero estaba a salvo. Y Baladi comprendía lo afortunado que era ese castaño aunque éste no lograra comprenderlo todavía.

- Amico, no deberías ponerte aún de pie. No creo que tus médicos lo aprueben- le dijo,
  anunciando su presencia, porque no consideraba correcto permanecer más tiempo ahí
  mirándolo sin que el otro se enterara.

- ¿Cuánto tiempo más se supone que pase acostado como un costal?- le oyó quejarse,
  como fue obvio que haría.

El RP entró entonces a aquella habitación que le recordaba tanto la temporada que había pasado en la clínica en Berlín. Recuerdos agridulces lo visitaron sin invitación.

- El tiempo necesario para recuperarte, caro.
  Ahora te lo suplico, vuelve a la cama.

Con cierto recelo, el otro admitió que su mejor amigo fuera por él, lo tomara de la cintura suavemente y lo hiciera avanzar cuidadosamente de regreso a su lecho, antes de que el financiero se recostara de nuevo, el italiano le acomodó las almohadas y después lo cubrió con la sábana. Parecía tan natural para éste cuidar a sí de él, era tan cuidadoso y protector. Aquello debía haberlo aprendido en el tiempo en que había estado a cargo de Köhler, supuso el castaño. No estaba equivocado.

- Quiero salir de aquí- decía, porque desde que había vuelto en sí hacía unas 40 horas sólo
  había tenido un deseo en él que volvía aquel encierro algo insoportable.

- ¿E ir a dónde?

- Ir  a verlo.

Ambos se miraron.
El mayor constataba la seriedad del otro respecto a eso.
“No puedes evitarlo” le decía Kyan, sus ojos color miel por un instante destellaron determinados. El mensaje estaba claro, no iba a poder dilatar ese encuentro durante mucho más, por más que lo intentara. Y lo que era peor, él ya intuía que algo no estaba del todo bien, ¿cierto?
Apenas habían pasado dos días y ese necio no dejaba de insistir en saber sobre el estado de salud de Lascurain.

Por fortuna, hasta ese momento el luxemburgués no había tenido un encuentro con Victoria, pero claro, eso era porque ella no parecía en absoluto interesada en saber nada de él.
Según tenía entendido por Rein, ella no quería verlo pese a que a veces se paseara por ese piso. Y suponía el motivo. No era algo bueno.

- Aún no es momento- le contestó el RP, restándole importancia Pero por la forma en la
  que era mirado, se hizo claro que seguiría insistiendo.

Kyan estaba en agonía física, pero su verdadera angustia surgía del amor, del amor que  sabía sentía por Lascurain y que le hacía actuar así.

La doctora irrumpió, cortando afortunadamente aquella charla.

Se trataba de una mujer relativamente joven, de rasgos bruscos y ojos grandes. Zimmer había sido asignada a su caso y hasta el momento aunque se mostrara un poco fría, no había sido sino estupenda y eficiente, era ella quien había estabilizado a Kyan cuando su cuerpo había estado a punto de colapsar al llegar a la sala de emergencias.

Y aunque Novak no lo dijera, Enzo lo conocía y sabía que éste estaba agradecido con ella y es así que no replicaba a nada que ésta ordenara (no como Reiner y su infantil pelea de egos con su neurólogo).

La joven doctora lo checó minuciosamente, sus signos, sus pupilas, hizo preguntas, revisó los vendajes. El RP pudo ver entonces las horrendas heridas de Kyan, las cuales aún supuraban, eran profundas, ¡lucía tan doloroso en verdad!
Se obligó a controlar la expresión de su rostro.

- Haré que le cambien la curación con más frecuencia- dijo ella, más para sí misma que
  para su paciente.

El financiero se mostró indolente, resistiendo el martirio que ser revisado debía suponer.
Mas su estoicismo duraría lo que el trabajo de ella ahí, tan pronto como daba por terminada aquella visita, la increpó, preguntando por supuesto… por el arquitecto.

La Dra. Zimmer cruzó miradas con Enzo. Le había hecho la misma pregunta el día anterior y el día anterior. Había quedado en llevarle a alguien que estuviera al tanto de su caso para informarle, pero nadie había ido hasta el momento.

- Lo lamento, señor Novak. Se supone que un colega vendría hoy para verlo, debe
  encontrarse ocupado con sus guardias, me aseguraré de recordarle.

Esa respuesta debería ser suficiente, pero aparentemente no lo era, porque el herido no dejaría ir el asunto tan fácilmente.

- Gracias. Entiendo que es mejor saber este tipo de información de primera mano, pero…
  no necesito tecnicismos, sólo quiero… saber si él está bien, si está mejorando.
  Si usted preguntara eso, me bastaría.

Ella hizo una mueca que dejaba en manifiesto que la ponía en dificultades.
- Veré que puedo hacer.

- Hace rato me he puesto de pie- le informaba- ¿puedo hacerlo?

El italiano frunció el ceño, sin comprender a dónde iba eso.
Lo descubriría muy pronto.

- No es recomendable- le respondían con cautela- sus heridas están aún abiertas, es
  peligroso.
  Usted estuvo a punto de no estar aquí hace muy poco, en este instante no debe hacer
  nada más que reposar acostado.

Aquella respuesta lo contrariaba, aquella emoción era clara en su extenuado rostro. Lo vio apretar la mandíbula y su siguiente respiración fue para no darse por vencido.

- ¿Y en una silla de ruedas? ¿Podría desplazarme en una?
Su persistencia hacía claro que tenía un plan.

- Me temo que su brazo derecho no podría usarlo para impulsarse.
  No debe moverse- repetía- no debe moverse para nada.

- Pero si alguien me llevara- Insistía, sin piedad. Ahora era claro a dónde se dirigía con
  todo eso- Si Enzo pudiera llevarme por el hospital y yo sólo estuviera sentado, ¿me
  dejarían ver a Daniel Lascurain?

Los dejaba sin alternativas. Y lo sabía.
Baladi suspiró, no parecía feliz.

- Tú eres el paciente de la doctora Zimmer. Y mi mejor amigo.
  Tu recuperación es más importante que tus deseos, Key.
  Ya habrá tiempo para que lo veas.

Aquellas palabras ciertamente inflexibles de su parte buscaban imponerse. Pero no lograrían su objetivo, el castaño sentía que había esperado demasiado, ¡días sin noticias reales del estado de salud de ese tonto!

Era inevitable esa sensación de que algo se le escapaba, ¡que algo le ocultaban!
Necesitaba una prueba, ¡una confirmación de que su pesadilla en verdad había terminado!

- Me recuperaré de cualquier forma, Enzo, no estoy en peligro mortal.
  Justo ahora lo que más necesito paz mental, no sé por qué tengo que explicártelo, como
  si no comprendieras lo que es no saber el destino de la persona que...

Esa mujer lo escuchaba, pero ¡al diablo eso!

- … de la persona que amas- completó para después sacar un inesperado jadeo.

El italiano no pudo sino ver cómo Kyan se arrancaba las palabras desde lo más profundo.
Y aún no terminaba.

- Y usted, ¿podría intentar entender eso?- se iba ahora hacia la otra ahí presente.

Los grandes ojos marrones de la médico parpadearon varias veces, como si aquella frase hubiera movido una fibra sensible.
Bingo.
Ella cerró su carpeta. Y lo miró, realmente lo miró.

- Usted gana. Arreglaré la visita que desea, señor Novak.
  Pero después de eso, en verdad necesito que esté en reposo, eso implica no moverse y
  no repelar. ¿Tenemos un trato?

Le hizo apretar los dientes de nuevo.
Además de condicionarlo como a un niño, le hacía quedar como un mal paciente cuando todo cuanto había hecho era seguir sus indicaciones al pie de la letra.

- Bien- admitió- Tenemos un trato, doctora.
  Entonces, ¿será posible hacerlo hoy mismo?

Baladi se movió, inquieto en su lugar sorprendido por aquel despliegue de tenacidad, ¿o merecía otro calificativo?
Pero, tal como había dicho… podía entenderlo. Él mismo había estado en los zapatos de Key, él mismo había vivido la incertidumbre de poder perder a alguien importante.

¡Y por eso es que deseaba tanto protegerlo!
¡Porque conocía esa agonía!


- -


Había pensado que él sería quien llevara la silla de ruedas, pero un joven camillero fue asignado a ser quien empujara a su amico por los pasillos de aquel lugar para mayor seguridad y seguramente siguiendo algún protocolo. De cualquier manera, al ver llegar al muchacho en su cuarto, el financiero tomó inesperadamente la mano de Enzo.

El publirrelacionista captó el mensaje, a él le preocupaba ver a Daniel pese a haber insistido tanto en conseguir verlo. Key tenía miedo y no podía verbalizarlo porque estaba intentando ser fuerte.

Lo cierto es que no hubiera necesitado hacer eso para contar con él, Enzo tenía muy claro el que le acompañaría, no le dejaría ir sólo, ¡no tenía pensado dejarlo a su suerte y menos en ese momento! Así que ahí estaba, siguiéndolos a ambos rumbo a tierras tenebrosas.

Recordaba las conversaciones que había tenido con su flamante novio, el hecho de éste fuera el mejor amigo de Daniel y Victoria, le permitían el nada agradable “el otro lado de la historia”.

Ni Reiner ni su amiga parecían mostrar simpatía por Kyan, quizá su pareja no lo mostrara tal cual, después de todo no había dudado en darle un montón de sangre, pero Enzo… lo sabía, los silencios de Köhler siempre que hablaban de Key le hacían pensarlo.
Y Victoria… había temido que ella se opusiera a que éste pudiera ir a la habitación de su hermano mayor y quizá lo había hecho, pero Roger Miller, su jefe en Muggen por cierto, había sido quien respondiera a eso, siendo amable y diplomático.

“Claro, me parece sólo natural que Novak quiera verlo. Ciertamente debería” había dicho como respuesta. Creía ver un dejo de ironía en sus palabras, estaba… casi seguro.

Y además, fue extraño que Miller fuera quien decidiera responder primero a la pregunta cuando… técnicamente no era familiar directo de Daniel. ¿Por qué se daba esa atribución por sobre la opinión de su esposa? Enzo se descubrió pensando en eso.

“Estoy de acuerdo- fue el turno de Victoria, quien aparentemente, apoyaba la decisión de su marido- Él, sobre todas las personas, debería ver cómo se encuentra mi hermano”. Su voz había sido grave y sus ojos negros lucían doblemente obscurecidos.

Había una clara frialdad en esas frases que le dio una mala espina. No podía evitar temer que esa poderosa pareja pudiera ponerse en contra de su fratellino, que estuvieran dispuestos a hacerle pasar un mal rato. ¡Como si Kyan no estuviera teniendo suficiente! Los D´Oria habían sido horribles con él... sería tan injusto que la historia se repitiera.

Por eso…. no quería llevarlo, ¡en verdad no quería!

El joven camillero detuvo la silla de ruedas frente a la habitación 515.
Y abrió la puerta.


- -

Kyan no podía ver bien desde aquel asiento con ruedas a quien estaba recostado en esa cama, así que se puso de pie pese a las protestas del personal.

Era Daniel, definitivamente aquel bulto era él. Reconocía su cuerpo, sus dimensiones que tenía grabadas ya en su mente, pese a encontrarlo envuelto en vendas y aparatos.

Con pasos torpes y lentos avanzó hacia él, sintiendo que el corazón se le saldría del pecho. ¿Era un espejismo? ¿O era real el verlo finalmente a salvo?

El portugués estaba recostado boca arriba, su cuerpo inmóvil parecía llevar siglos en aquel lugar, estaba pálido, completamente pálido, parecía… congelado en el tiempo.
Tenía los ojos cerrados, la dicha que Novak pudo sentir se sintió enturbiada llegando a cambio un extraño malestar. Deseaba volver a ver el gris nítido y profundo de su mirada que secretamente adoraba y en cambio… no había nada.

El temor estrujó su corazón entre sus garras.

- Está dormido.
  Yo… deseaba hablar con él- su propia voz sonaba frágil, odió eso.
  No se supone que debamos despertarlo, ¿cierto?

Novak se explicaba pero se topó de pronto con un matiz grave en las esmeraldas opacadas de Enzo que sin palabras, daban una respuesta.
Algo… iba mal.

Entonces volvió a mirar a Lascurain.
Aquella funesta sensación que había sentido un segundo antes, de pronto tomaba una renovada fuerza y el pánico que había logrado encerrar tras aquel episodio de pronto encontraba la puerta para escapar, invadiendo cada partícula de su ser a medida que iba comprendiendo algo, algo horrible.

- Él… no está sólo dormido- musitó, parecía querer preguntarlo.

Buscó la confirmación en el rostro de su amigo y luego en el del camillero, sus ojos color miel reflejaban su angustia.

No.
¡No!
¡No, por favor!

- Lo siento, Key.
  En realidad, Daniel nunca despertó.

La cara del luxemburgués se descompuso, todo dejo de fortaleza fingido hasta el momento pareció derrumbarse como una cortina de mentiras.
Su cuerpo retrocedía ante las palabras que oía para después avanzar por inercia hacia Daniel, como lo único lógico por hacer. Sus pasos dejaban de ser cuidadosos, llegaba a él impávido, llenándose de agonía, ¡comprendiendo lo que de verdad significaba verlo ahí acostado!

Baladi lo vio alzar la mano de su brazo funcional hacia él, temblaba al posarse tortuosamente sobre su rostro, paseando sus dedos desesperados por aquella faz  cuya expresión ya no cambiaba.
Lo vio perderse en un océano de desesperanza, luchar contra el naufragio al que aquella noticia lo estaba conduciendo sin falla.

- Dan… ¡Dan!
  No- le oyó susurrar, en un hilo de voz- No…
  ¡Esto no es cierto!

Sus manos seguían acariciando sus mejillas, su frente, sus labios, su cabello negro ensortijado, como si deseara llamarlo de esa manera, eran sus deseos desesperados venciendo la lógica de aquella situación.

- No… no es verdad.

Aquellos toques se volvieron inesperadas caricias impregnadas de ansias y…de un doloroso amor.

- D-Daniel…

Ahogó un sollozo y tuvo que hacer el mismo con el que le siguió.

¡Kyan era tan desolador en ese momento!

La tortura que le provocaría aquella noticia había sido algo de lo que había querido protegerlo, pero había sido imposible. Key… debía lidiar con eso, con el hecho de que el hombre que en verdad amaba quizá jamás regresara.

Su amigo entendía perfectamente la situación, ¡el sentirse a punto de ser destruido por la desolación de perder a quien quería! Y si tan sólo Reiner no hubiera salido vivo de su cirugía, ¡Enzo no hubiera sabido cómo seguir!
Ese pensamiento lo llenó de un hondo malestar.

“Kyan es fuerte. Él podrá con esto. Aún si Lascurain jamás vuelve en sí” dijo en su mente.

Pero… ¿y si no?
¿Y si todo eso sólo terminaba por destruir a Kyan de otra manera?

- ¿Por qué? ¿Por qué no has vuelto?- le escuchaba decir.
  ¡Despierta! ¿Qué esperas?  
  ¡¿Qué esperas?!

Sonaba como un niño pequeño, atemorizado y herido.

- ¡Regresa!

Fue descorazonador ser testigo de ese momento en que Kyan perdía todas sus defensas y simplemente caía al vacío.

- ¡Por favor! ¡Despierta!

Su pobre Key.
Se ponía en sus zapatos y comprendía que ver Lascurain en un estado así, ¡debía ser algo completamente horrendo!
¿Qué podía hacer?
Un abrazo ya no sería suficiente, ¡palabras de alivio no significarían nada tampoco!

Su mejor amigo se hundía frente a sus ojos, tal como había temido con todo su corazón.

- Daniel- lo llamaba el castaño, mirándolo intensamente con sus ojos color atardecer   
  llorosos, ya no parecía importarle quién más estuviera en esa habitación.  Todo a su
  alrededor parecía haber desaparecido por completo, dejándolo a solas con ese moreno, a
  solas en un universo lleno de sombras- No puedes hacer esto.
  Tienes… tienes que volver.
  Dan… ¡tienes que volver!

Enzo en serio… no supo que hacer esta vez.

Miró al camillero, quien parecía impresionado por la situación, evidentemente incómodo cruzó miradas con él. Tenía que sacar a ese tipo de ahí, YA.

- Tengo algo que decirle en privado, ¿me permite un segundo afuera?

Una vez del otro lado de esa puerta, le diría cualquier cosa para no hacerlo volver. Prácticamente lo sacó él mismo de la habitación y el joven perturbado, sólo atinó a seguirlo. Al parecer, eso sería lo único que podría hacer por su querido luxemburgués esta vez.

Al cerrar la puerta, estuvo seguro que tras ella… el mundo de Key volvía a romperse en mil pedazos.
Y tras todo lo que había soportado, esta vez no sabía si sería capaz de volver a armarlo de vuelta.

Si Daniel Lascurain nunca volvía en sí, ¿podría su mejor amigo soportarlo?
¡Quería afirmar que sí!

Y sin embargo, en realidad esta vez…
…no pudo asegurarlo.



Continuará...


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