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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Acá el nuevo capi!

Ahora no me he tardado taaaanto en subirlo (aunque poco no fue tampoco, seguro me dirán), pues aunque estoy oficialmente fuera de hiatus y soy continuamente pensando en la historia y escribiendo cada que puedo, pienso actuallizar cada mes aprox si me es posible pero definitivamente no podré subir capis semanales como hacía hace un tiempo, espero un poco de comprensión al respecto de eso *escapa por la ventana*

Y... otra cosa. Ya sé que todos quieren leer el reencuentro de Daniel y Kyan en las siguientes líneas, y quizá hago mal en decirlo y no dejarles simplemente leer y ya, pero quería dedicar este capi a Daniel, porque creo que necesita urgentemente tener un momento "honesto". Quizá cierto idiota pueda decirle a su amigo algo que lleva tiempo guardándose *spoiler*

En fin, no está lejano el día que mis dos protas se vean cara a cara, sólo pensarlo me hace querer ponerme a respirar dentro de una bolsa de papel... sólo pido paciencia! No prendan sus antorchas todavía XD

Por cierto, esta fue una buena semana la que termina, con BJ Alex, El Amor es una Ilusión y Viewfinder actualizando y todo con extra hard. Si alquien quiere fangirlear de eso, cuénten conmigo XD

 

 

El viento de otoño hacía ondear suavemente los rizos negros de aquel cabello.
En el aire también flotaba el humo de un cigarro desapareciendo en una bruma alrededor de su dueño, como el halo etéreo y solitario de un ángel negro.

Reiner salía a la terraza que el cuarto principal de ese castillo tenía, donde la silla de ruedas de Daniel Lascurain había sido estacionada por su rehabilitador hacía ya un buen rato.

Desde ahí, era posible ver los vastos jardines del castillo, que perdían día a día sus hojas verdes y se sumían cada vez más en el sueño invernal.
La atmósfera... era un tanto lúgubre, ¿no?
O quizá era sólo su amigo, atado a ese destino.

- No deberías fumar- dejó ir, pese a saber que como siempre que se le dice a un fumador
  que le hace daño, que no sería tomado en cuenta.

Pero ni siquiera obtuvo respuesta alguna, como si su voz no llegara a ningún lado.
Ese mutismo ya habitual en Daniel realmente lo exasperaba, pero... fuera de su mal estado mental, entendía el motivo; él no podía hablar con normalidad y conociéndole, aquello lo avergonzaba aunque no lo admitiera y en respuesta, él, para variar, se cerraba.

Así que lo vio sin siquiera hacer un esfuerzo por vocalizar, fumando sin mirarlo tras su llegada, como si nada importara.

- En toda regeneración, las células requieren tener las mejores condiciones y fumar les
  roba oxígeno- siguió, recordando que hasta hace poco él mismo había estado en proceso
  de recuperación.

Eso era algo que había aprendido de su odioso neurólogo, el Dr. Vilt.
Sin necesitar pedírselo, Enzo había dejado de fumar para solidarizarse con su recuperación tras la cirugía cerebral. Dan, sin embargo, era una historia muy diferente; era un maldito necio. Uno que además carecía de positividad alguna a últimas fechas.

- Um, ya veo, ¿vas a ignorarme por completo?

Lo miró intensamente, para dejar clara la acusación, con éste el chantaje solía funcionar.
Pudo ver una expresión conflictuada en el moreno y supo que hablaría.

- Me... hace... sentir mejor- explicó, con esa traba que por más que se esforzaba, no podía
  dejar de hacer- Lo... necesito.

No es como si no lo entendiera. Estaba pasándola mal, era bastante evidente.
Y además, no era algo nuevo.

Bastaba con hacer una capitulación de sus últimos años para dar una perspectiva deprimente. Tener dificultades motrices y articulatorias tras haber pasado meses inconsciente no era precisamente un escenario de ensueño. Y ni hablar de los amores de su vida, dos de los cuales, yacían bajo tierra.

- Vale, no estás en tu mejor momento y hay que ser indulgentes.
  Más eso no significa que no tenga razón, no deberías fumar.
  Y menos estos cigarrillos viejos que seguro llevaban años guardados, ¿podrías por lo
  menos conseguir un buen tabaco?

Los ojos grises de Daniel miraron el cigarrillo en su mano apoyada en el descansa brazo, parecía pensar en ello.

- No diría no... a un buen... puro- musitó entonces, sin inflexión en la voz.

Pero Köhler pareció complacido, como quien lleva un as bajo la manga.
Y sacó de la solapa de su impoluto saco blanco una pequeña caja de metal.

- Quizá resulte que tengo un par- un puro alargado estilo Panatela le fue mostrado.

Espió en la mirada del otro, estaba muy seguro de encontrar un atisbo interés.
¡Sería una buena novedad!

El portugués debía estar reconociendo lo que veía sin duda.
Justo lo que acababa de decir que no rechazaría, ¿cierto?

- Estos ya no se ven todos los días. Pienso que si voy a fumar clandestinamente puros
  contigo, debería ser algo especial, ¿no crees?
  Te veo fumando Basic cuando nadie te ve y me parece un cuadro triste.

Reiner iba a fumar, después de años de haberlo dejado.
En el pasado, había sido fanático de los puros. Después de todo, era algo común en sus círculos sociales. Y antes no solía satanizarse tanto el particular humo en lugares públicos como ahora se hacía en un mundo cada vez más políticamente correcto.
Pero en algún punto terminó por dejarlo, ciertamente fumar de esa manera podía ser bastante intenso y finalmente no le gustaba la idea de que sus dientes pudieran quedar manchados o que el olor del tabaco impregnara su buena ropa.
Era un narcisista al fin y al cabo y si iba a tener vicios el ejercicio le iría mejor a su físico y le resultaba igualmente adictivo.

Pero ahí estaba, a punto de fumar pese a que probablemente no era la mejor idea.
Más buscaba animar a Lascurain a como diera lugar, conectar con él de alguna forma.
Lo sentía tan distante a últimas fechas... era preocupante, por decir lo menos.

Le ofreció aquel puro y Daniel tras un instante de duda, estiró finalmente el brazo para alcanzarlo, haciéndole sentir a su socio cierto entusiasmo, pero no pudo controlar aquel mal agarre y el puro cayó al suelo, rodando lejos.

Fue penoso para él, pudo ver aquel enojo y vergüenza apropiarse de su expresión, creando una tensión en todo su cuerpo, Reiner se apresuró a recogerlo del piso, prendiéndolo él mismo para después regresárselo, colocándoselo directamente en sus manos.

- Tu madre va a matarte- bromeó, tratando de minimizar aquel momento.
  Su chiste, sin embargo, no disipó aquellos aires incómodos.

Estar tan cerca de éste le hizo notar cómo su piel achocolatada ahora tenía un tinte cenizo.  En sus rizos negro, habían aparecido algunas canas y él, que lo conocía de años no recordaba haberle visto una jamás.
Entonces paseó por su rostro, encontrando evidencias de cómo estaba envejeciendo rápidamente en esos meses.

Fue un poco perturbador, así que se alejó un momento y para disimular, aprovechó ese instante para ir por el pesado sillón de madera que estaba a menos de un metro y para quedar a su lado.

Pero para aquel sentado en una silla de ruedas, verlo moverse con tan resolución, tan fuerte y capaz fue simplemente entender cuán lejos estaba de todo eso. Sabía que debía haberse alegrado por el alemán, de verlo ya tan alejado de sus momentos de debilidad y ceguera, pero su corazón herido sólo pudo sentir por él una corrosiva envidia.

¡No podía evitarlo!
¡Odiaba su vida!

- Por lo menos ya puedes sostener tus vicios- observó el más cínico de ambos, dejándose
  caer en el asiento para después prender su propio puro. Tras dar la primer fumada,
  continuó con lo que tenía el potencial de volverse un monólogo- Veo que tu
  rehabilitación avanza bien.

No era verdad, apenas si podía sostener objetos, apretar botones, girar chapas.
Ni siquiera le era posible desplazarse por su casa sin ayuda.

Y ahora Rein le hablaba de su rehabilitación, como todo mundo.

Estaba cansado hablar de su condición.
Básicamente si seguía la conversación, sería para corresponder su interés.
De lo último que quería hablar era de sus terapias... de sus limitaciones.
Y lo peor era tener que ser positivo respecto a todo, porque eso era lo que todos esperaban.

Decir que no esperaba ya nada era grosero.
Aunque eso fuera lo que sentía.

Tendría que ser amable por inercia, por correspondencia, por su amistad misma.
Enterrar sus sentimientos muy profundamente para ser alguien mediocremente funcional y dejar de preocupar a los demás.

- Dicen q-que quizá pueda… volver a escribir- siguió el juego.
  No planos arqui... tectónicos pero… si una nota... una firma.
  Debería senntirme bien por eso.

Pero lo decía con tal expresión de miseria que dejaba en claro que no.

- Podrás masturbarte- dijo Köhler muy casualmente, antes de dar una nueva chupada a su puro.

Lascurain no pudo evitar reaccionar, dando un respingo.
Aquello era demasiado, incluso para ese tipo.

- ¿Te imaginas no poder hacer eso?
  No es algo que puedas pedirle a un lindo enfermero- y después, lo miró con una sonrisa-
  o enfermera, en tu caso.

Sin embargo la amargura parecía llegar con más fuerza, como si fuera una presencia más ahí, tomando asiento entre ellos.

- Llevo... casi un año sin nada- confesaba de pronto el portugués.
  ¿Qué piensas de eso?- logró hilar más palabras esta vez, sin que sonara su nueva
  cadencia entrecortada.

Si fuera el otro quien lo hubiera dicho, habría sido una broma hacia sí mismo, un poco de humor negro en tiempos obscuros combinaría bien, pero viniendo del moreno, no debía serlo, ¿hacía cuando no lo escuchaba siquiera bromear? Era pura acrimonia.

Sin embargo, una idea se instaló en el inversionista, que le hizo parecer disfrutar de antemano. En sus labios apareció juguetonamente una sonrisa.

- ¿Es por eso que estás tan frustrado?
  No había pensando en eso, ¡debes estar pasándola muy mal!  
  No me molestaría ayudarte en eso también, para eso están los amigos. Y no serías el
  primer amigo que masturbo.

Era tan inverosímil y descarado que le dibujó al contrario una mueca que bien podía considerarse una leve sonrisa.

- No, gracias- declinaba formalmente.
  No quiero más reclamos... de tu novio.

Entonces Reiner soltó una risa, porque fuera chiste o no, para él lo era y punto. Tomando la situación a broma, era más fácil todo.

- ¡Vaya! Hasta yo tengo que admitir que Enzo es un pesado contigo- aceptaba.

Baladi siempre le causaba conflicto al arquitecto quien admitía haber sentido celos por él, de su cercanía indiscutible y especial que tenía con Novak, pero... hablando con la más cruda verdad, el odio que ese italiano le obsequiaba, lo tenía más que merecido, no iba a olvidarlo.
Porque había una razón, una por sobre todas, por las que Enzo lo aborrecía.

¿No era la misma por la cual él mismo se detestaba?

La imposición, la violencia y el deseo de dominar que había ejercido en una persona.
La crueldad que había forzado en su cuerpo.

Últimamente... pensaba mucho en ello.
Aquel comportamiento era un tema recurrente en sus sesiones de psicoterapia, que ante su estado mental, su familia le había forzado a tomar.

Simplemente pensar en eso era suficiente para hundirlo en las profundidades de su infierno personal. Porque no era sólo su cuerpo el que no era saludable, su mente era obscura.

- Lo siento, retiro mi oferta- seguía el peliplateado- las circunstancias no parecen
  favorecer que te ayude con tus frustraciones sexuales.

Usaba palabras precisas incluso para hacer guasa.
Pero aunque el atrevido humor de su socio solía siempre entretenerlo... hacía tiempo ya no tenía muchas ganas de sonreír.

- Y no es como si quisiera terminar enredado en más drama de latinos.

Daniel supo que debía haber seguido aquella plática, ¿no estaba su amigo tratando de hacerle pasar un buen momento? Pero… no pudo.

No tenía fuerzas.
Ni ánimos.
...
...
Quería estar solo.
Completamente solo.

Estaba intentando tener una charla ligera, pero en verdad era algo que costaba trabajo, incluso tratándose de Reiner. Sentía que la conversación podía terminar en cierto luxemburgués y no podía con eso.

Así que miró al horizonte. A ese jardín moribundo, a punto de caer en el sueño de la muerte.

- Puedo sostener... un libro y un puro... a veces.
  Eso... debería bastarmee.
  Es todo el placer que ppuedo... tener.

No había querido sonar tan patético.
Pero no serlo sería no estar en sintonía con la realidad.

- Es cuestión de tiempo y todos tus médicos te lo dicen.
  Tienes buenos pronósticos y en muchas cosas has progresado más rápido de lo esperado.
  ¿Acaso no estás hablando donde algunos nunca lo logran?
  Por mucho, serán un par de años de tu vida para volver a ser quien eras.

Había en el fondo de sus negativas expectativas, las ganas de que Köhler fuera duro con él, que no tuviera que ser alentador como todos lo eran.
¿Era esperar demasiado?

Probablemente estaba siendo ridículo en su necesidad de ser castigado de alguna manera.
No merecía esa empatía, ese tiempo que su amigo le daba estaba desperdiciándolo.

De pronto la boca le sabía amarga arruinando el gusto de un buen puro.

- Son sólo pronósticos.
  Jamás volveré a ser... quien era.

Aquello, dicha con tanta frialdad, sorprendió al otro.

Segundo después de aquella frase, Reiner descubrió que no hallaba las palabras adecuadas para aliviarlo. Ya no sabía cómo.
Fue desconcertante enfrentarse a esa declaración tan definitiva de aquel tipo que en otros tiempos fuera tan preciosamente idealista.

Pero Köhler veía algo de sí mismo en aquello, un pesimismo imposible de ocultar, que planteaba el peor escenario existente, para no sentirse completamente desolado por la realidad. Él lo había vivido días antes de operarse en Alemania, en los peores días de su vida.

Era un hondo abismo en sus pensamientos, donde el futuro no era nada.
Donde sólo existía el miedo y el sufrimiento.

¡Qué doloroso fue ver a alguien que estimaba tanto en un lugar así!

Los peores días de la vida de Dan no eran sólo días, eran meses completos.
Años adelante.
¡Era tan injusto!

Porque incluso en ese entonces, él mismo había sido favorecido con la suerte, haciendo que el hermoso hombre que amaba se empecinara en estar a su lado y apoyarle en absolutamente todo.
Pero Lascurain no tenía junto a él a una persona así.

Lucía desamparado.
Luchando por no naufragar.
¿Cuánto era posible perder antes de que la voluntad volviera a quebrarse como lo había hecho en el pasado llevándole a pensar locuras? Tenía temor de eso, cada vez más.

- Te apuesto a que te comerás tus palabras- decidió ser tan determinado como recordaba
  que su biondi había sido con él- y no dudaré en echártelo en cara.

El moreno echó un denso humo a la nada.
Sus ojos metálicos estaba totalmente perdidos en el horizonte, no parecía ver nada realmente. Apenas si habitaba su atrofiado cuerpo.

- Gracias… por preocuparte por mí- le decía, solemnemente- pero deberías ocupar...
  mejor tu tiempo.
  Yo... no iré a ningún lado.

El alemán se sintió frustrado. ¡Mucho!
No sería la primera vez que ese idiota le decía que no perdiera su tiempo ahí.
Y lo peor es que no había condescendencia en aquello, ¡sabía que lo decía muy en serio!
Éste parecía carecer de todo lo que no fuera cinismo hacia sí mismo.

- Estar contigo no es una pérdida de tiempo, tonto.
  Y si mi presencia te incomoda, tendrás que aguantarte.

Reiner sintió la mirada de su amigo sobre la suya.
Dura y fría. Una nada buena.

- Quizá... no estoy siendo claro.
  Me cansa… estar con otras personas- le daba al asunto un nuevo matiz- y yo…
  no siempre ppuedo.

¿Le estaba pidiendo espacio?
¿Para estar solo y depresivo?

En el pasado, aquel terco se había encerrado en el Castillo y anulado su vida social.
Había hecho mucho más que sólo eso, ¿cierto? No podía olvidar la peor parte de ese luto.

Y si bien antes había querido ser un buen amigo y respetar sus deseos, permitiéndole hacer su voluntad, esta vez... las circunstancias eran aún peores.

Estaba convencido de que si lo dejaba caer, esta vez no se pondría de pie.
No le iba a dar el gusto de hundirse en la mierda.

Había jurado nunca más verlo en ese preocupante estado de pensamientos suicidas y momentos de agonía que hacían tentador llevarlos a cabo.

Dan parecía perdido, sin lograr encontrarse a sí mismo, amargado por los resultados en su vida.
Al parecer, las ganas de fingir también se le estaban acabando.

¡Pero por supuesto que no iba a dejar de ir a verlo!
Porque no quería un día enterarse de que esta vez aquel puñado de pastillas para el corazón sí habían sido tragadas en el baño.

Sintió la angustia reptando por su piel.
Tenía que hacer algo. Algo más que sólo darle un puro y hablar del día a día.

Quizá iba siendo tiempo de sacudirlo un poco.
¡¿Acaso no llevaba semanas pensando en esto?!

Así que nombró a la única persona que sabía tenía el poder de hacerle correr la sangre de nuevo por las venas.

- Hay algo de lo que me enteré hace poco.
  Se refiere a Kyan Novak.
  Me preguntaba si quieres saber qué fue de él.

Aquello fue tan sorpresivo que detuvo al otro a la mitad de una densa fumada.
Su siguiente respiración sacó todo aquel humo de su nariz, haciéndolo toser.

Aprovecharía ese instante para no ser interrumpido.
- Sé que decidiste que no querías involucrarte más de lo que ya lo hiciste, pero… quizá
  tienes curiosidad y nadie te dice nada. No está de más tener la opción, ¿no crees?

Por la expresión que se había dibujado en la cara de ese portugués, supo que el tema de conversación que traía a la mesa daba a aquella petición de alejarse, dejada de lado.

Reiner en verdad quería ser un buen amigo.
Y si había logrado superar el asunto de su salud, había sido porque había tenido a su lado alguien que lo amaba y se preocupaba por él.

Ese tipo tenía una familia genial, que no sólo era comprensiva sino que lo apoyaba en todo, y por supuesto, una legión de gente que lo atendía y asistía, que lo procuraban con sincero cariño, pero… ¿cómo ignorar lo obvio?

De cualquier manera, si éste en verdad estaba convencido de sus decisiones, aquello no pasaría de una absurda oferta que había estado rondándole la cabeza sin cesar.

¿Había algo que pudiera hacer por él que en verdad hiciera una diferencia?
Por absurdo que fuera, ¿quizá estaba eso?

Confiaría en su libre albedrío para decir que no, a cambio de un segundo de tortura.
Era una apuesta alta. Y como en las grandes inversiones, de ganarla, era probable obtener una buena ganancia, ¿cierto?

- ¿No quieres saber nada de él?
  Quizá esto te de un poco de paz mental y Dan, pareces necesitarla a gritos.

Nuevamente, no obtuvo respuesta.
¡Qué frustrante era!

Con la cara descompuesta, Daniel fingía terriblemente mal mirar hacia el jardín.
Parecía molesto.
Mala señal.

- ¿Dan?
  Está bien decir no también.

- No.
  No siento… paz mental si se trata... de él.
  Y no sé… si quiero realmente saber.
  Quizá es mejor pensar... que todo ocurrió... como debió ser. Y ya no ppensar más en él.

El inversionista fumó también, reflexionando en eso.
Su conclusión no tardó en llegar.

- No sé lo que es mejor, y no suenas completamente seguro tampoco, ¿o sí?

El otro bajó su puro con su pulso inestable, aplastándolo inesperadamente contra el cenicero.

Aquello podía ser considerada una grosería. Un muy buen tabaco ofrecido generosamente no debería ser matado así. Porque Daniel sabía que muy en el fondo, al alemán aún le importaban los modales.

- ¿Por qqué?
  ¿Por qué haces.... esto?

- No es una tortura, sé que eres lo suficientemente bueno para castigarte a ti mismo.
  Te aseguro que soy neutral al respecto de ustedes, aunque no lo parezca.
La decisión la tomas tú, lo sabes.

Hubo otro silencio.
Pero ésta vez fue más hondo.
Lascurain parecía ensimismarse completamente.

Aquello le hizo dudar al otro.
Quizá en serio no debería haber tocado el tema.

Dan parecía en verdad tan torturado que de pronto la idea de que era mejor mantener a esos dos alejados, sonaba mejor que lo contrario.

Antes, todo lo que tuviera que ver con ese financiero parecía ser una oleada de emoción pero ahora que hablaban de él todo parecía diferente. Dolor, veía dolor.

¿Acaso se habían hecho daño más allá de lo reparable? No pudo evitar preguntarse.

Y como si sus pensamientos se alinearan, le escuchó decir algo desconcertante.

- Hay algo que n...nunca te dije- logró articular no sin dificultad.

Eso fue extraño e inesperado.
- ¿Respecto a Kyan y tú?

- Abusé de él.

El contrario no creyó estar comprendiendo lo que escuchaba de su amigo de años.
- ¿Qué?

Daniel comprendió que contar todo aquello sería algo horrendo. Difícil de armar, de pronunciar, de soportar.
Pero necesitaba hablarlo. Abrir esa caja de Pandora atiborrada de horrendos demonios.

¿Cuánto llevaba callándolo?

- En la Copa... discutimos, yo… jamás había peleado así... con nadie.
  Estaba tan furioso que temblaba, él dijo... tantas cosas… y yo…. estaba hecho un
  desastre por él... lo... lo sabes.

Reiner quería detener todo, regresar el tiempo unos segundos y que no estuviera ocurriendo aquella maldita confesión.
¡¿Estaba hablando en serio?!
¡¡Qué locura era esa!!

- Lo lleveé conmigo, no paramos de... gritar… yo... no era yo mismo...

Parecía estar siendo arrastrado por una pasión maligna, la expresión en su rostro era algo que Köhler, en todo su tiempo de conocerlo, nunca le había visto.

Sintió horror.
Pues entendió... que le estaba diciendo la verdad.
Que esa mirada funesta era la misma que debió tener esa noche, en que llevaba a cabo algo tan brutal.

- No pude… lo juro… no pude controlarme.
  Hice algo horrible.
  Algo que no puedo olvidar.
  Es lo peor... que he hecho en mi... en mi vida.

Jadeó, agotado por decir tantas palabras, por que fueran “esas” palabras.

- Por eso... E-Enzo me odia.
  ¡Entre muchas otras cosas!
  ¿Nunca... te lo dijo?

El alemán raramente se mostraba sorprendido, fue justamente por eso que tras ver su cara de estupefacción que el arquitecto entendió que no.

- No, nunca me lo dijo.
  Eso es algo terrible, Dan, ¿qué se apoderó de ti?
  ¿En qué demonios estabas pensando?

Dejaba su puro de lado, inclinándose hacia él.
Su voz bajaba hasta volverse un susurro.

- Si eso se hubiera hecho público.... con un buen abogado y el chasquido de sus dedos...
  Quiero decir, ustedes solían hacerse daño, ¿cierto? Él pudo intentar hundirte.

Reiner no parecía estar tomando con mucha calma la noticia, de alguna manera ilógica quizá había esperado que se lo tomara con menos dramatismo, después de todo, era Reiner.

Quizá tenía que ver el que el alemán había estado a punto de vivir un escándalo por el asunto de Olaf Lundgren y el mismo Sylvan D´Oria.
Le había hablado de todo eso hacía unos meses, sorprendiéndolo por completo. La confianza que había demostrado tenerle le había hecho desear ser así de honesto también y decirle lo ocurrido en aquella suite en Italia, pero hasta ahora es que había encontrado realmente el valor de admitir algo tan aborrecible.

Se había sentido obligado a decirlo, para frenar los buenos deseos de Rein de informarle de Novak, pero lo cierto es que desde hacía mucho sentía la necesidad de poder superarlo, decírselo al Dr. Rubens era un primer paso, éste, quizá el segundo.

Pero, ¿cómo dejar algo así atrás?
¡Era imposible!

- ¿Ahora lo entiendes?
 
Los ojos índigo del alemán, parpadearon.
Era claro que estaba comprendiendo la gravedad del asunto, incluso lo estaba viendo desde términos prácticos.

Daniel jamás había pensado en que Kyan tomara acciones legales en su contra, si por un segundo lo había considerado, la idea había quedado flotando en la nada.
Todo tomaba dimensiones más terribles.

“Él pudo haberte arruinado pero no lo hizo”.

Dolía.
Pensar en Kyan dolía.

- Él y yo… no debemos estar juntos.
  Está mmejor sin mí. Es sólo cuestión...  que me mires en este momento... sentando en...
  en esta... jodida silla.

El mayor parecía aún superado por lo que acababa de escuchar.
Ciertamente, una confesión así rompía una imagen que siempre había tenido de él.
Por que ese hombre podría ser muchas cosas, pero no eso.

Fue doloroso saber algo así de alguien por el que hubiera dado su completa fe respecto a su idealista rectitud.
Dan no era la clase de persona que mentía, ni que rompía una promesa, ni que traicionaba a sus seres queridos.
¡Era un adulto que leía novelas románticas en su tiempo libre!

Pero justo Rein no podía proseguir en su juicio, ¿quién era él para hablar de integridad?
Él, que se había entregado tantas veces a la perversidad.

Su conclusión llegaba sin más rodeos.
Lascurain era humano, al fin y al cabo, y los humanos podían ser horribles.

Además, alguien como lo era Daniel, debía haberse estado mortificando por aquello día y noche sin parar. Lucía como si lo estuviera haciendo ahora mismo.

Algo muy íntimo y muy grave acababa de serle confiado, tenía que valorar lo que ese voto de confianza valía, así que empezó por moderar la impresión y acomodar sus ideas.

Resultaba extraño que Enzo jamás se lo hubiera dicho, pero entonces comprendió que él ya se lo había insinuado.
“Lascurain me debe una paliza, algo así como un "Duelo de Caballeros". Supongo que no te ha contado el porqué”.
No había querido preguntar más, porque no quería empeorar la situación entre éstos dos, el italiano finalmente había decidido no volver a ir al hospital y el asunto parecía concluido.

Más la tentación de acusarlo de sus malas acciones contra su fratellino debía haber sido algo tentador para su lindo rubio, ¡aquello sería algo tras lo cuál jamás podría haber defendido a su amigo en el futuro!
Pero... ciertamente mantener la boca cerrada en algo que exponía de esa manera Novak era algo más empático.

- ¿Lo has hablado? ¿Con alguien más?

Daniel le devolvía una mirada muy seria, parecía estar entendiendo lo que eso implicaba.

- Con mi terapeuta, pero... es el mismo que el de él así que... imagino que yaa lo sabía.
 
Köhler no pudo fingir que el asunto no era serio. Tampoco se veía bromeando sobre ésto en el futuro cercano.
Volvía a tomar el puro, fumando a la vez que trataba de serenarse.
Estaba muy evidentemente conflictuado, cosa que no pasaba todos los días.

- ¿Debí… guardármelo?

- No- fue definitivo- En realidad agradezco que confíes en mí, esto no es algo que le dices
  a cualquiera. Sabía que ustedes eran un desastre pero no supuse cuánto.
  Pero esto sólo pone las cosas en perspectiva.

- ¿Sigues queriéndo...me decir... que ha sido de él?- preguntaba el otro con una evidente
  amargura, casi como si se tratara de un reclamo.

Más el otro, pese a la impresión, no era de los que perdían.

- Depende. ¿Sigues queriendo no saberlo?

No había esperado la expresión llena de tristeza que se dibujó en el pobre Lascurain.

- Miller... le ofreció irse a trabajar París- dijo el moreno, esforzándose por hablar de la
  manera más normal y sin conseguirlo del todo- Es lo último que s-supe de él.
  Roger intentó explicármelo… cómo si estuviera discul... pándose.
  Ese… maldito cínico.

  Así que... Kyan está siendo el financiero exitoso que es… lejos de mí.
  Tiene sentido. Es lo mejor.
  ¿No suena... como un final feliz?

Tan cerca de dónde estaba de él, podía ver cómo sus ojos se llenaban de lágrimas que no escapaban.
En verdad... parecía tan torturado.

- Pero él no está en Francia- habló con la verdad.

Era el turno del portugués para quedar desconcertado.

- ¿Dónde... está?

La pregunta había escapado de él sin que pudiera detenerla, revelando sus verdaderos deseos. Un segundo después, él mismo se dio cuenta.

Köhler aguardó un momento, quizá para permitirle retractarse pero como eso no ocurrió, siguió:

- Tú dijiste que lo querías fuera de tu vida, ¡y ahora entiendo mucho mejor la razón!
  Pretendía cumplir tus deseos y darte una satisfacción y por eso no abrí la boca, pero
  sé que te engañas a ti mismo diciendo que no lo quieres a tu lado. Y… creo que
  simplemente estás perdiendo la perspectiva de las cosas.

  Quizá Novak no es el hombre para ti, nunca aseguré que lo fuera.
  Pero él estuvo a tu lado durante meses sin parar, dándote toda la poca energía que poseía,  
  esperando por ti pese a todo, ¡pese a lo que me acabas de decir!

  ¿Si lo ves?


La reacción del otro no fue precisamente buena.
Sus rasgos se endurecieron, marcándose pequeñas arrugas por todo su rostro cansado.

- No estoy intentando provocarte, sé bien que deseas cerrar esa puerta pero… también es
  tan claro el que estás reprimiéndote.
  Y eso no te dejará nada bueno, ni te hará sentir mejor, por más que intentes creerlo.

El enojo de Daniel comenzó a escalar.

- Él y yo... no somos Enzo y tú.
  No te proyectes en esto.
  No lo necesito a mi lado... como tú lo necesitabas a él.

Más si pretendía ofenderlo, no iba a lograrlo.

- Admito que necesitaba a mi novio en esos momentos, sería ridículo no hacerlo-
  respondía el contrario- Pero iba más allá de eso, la presencia del hombre que amo me
  dio las fuerzas que necesitaba, ¡la paz que sin él no existía!
  Pero hablo desde mi experiencia, no pretendo ponerme de parte de alguien que no sea la
  tuya, ¿tampoco eso lo entiendes?

Los ojos claros del otro se abrían sorprendidos, esta vez sí estaba a punto de llorar.

Köhler se mordió la lengua, ¿había ido demasiado lejos?

- ¡Él nunca... me dio algo así!- le escuchó gritar.
  Todo era fuego, ¡un incontrolable fuego que... que nunca supe apagar!
  Qué me devoró por completo… ¡que m-me enloqueció!
  No puedo… tener..lo juunto... a m-mí.
  ¡No quiero... que me me vea a-así! ¡Tú más... que naadie... deberías enten... entendeerlo!

Sus sentimientos lo rebasaban donde minutos antes no había existido más que un muerto viviente. Daniel quitó con trabajos el freno de la silla para después pretender impulsarse y largarse, pero Reiner sujetó con ambas manos las ruedas y no lo dejó moverse un milímetro.

- ¡De acuerdo! Es cierto que me veo reflejado en esta situación y que quizá estoy siendo
  ingenuo al pensar que la presencia de Kyan te puede hacer bien porque la de Enzo fue
  fundamental para mi recuperación. Entiendo que no necesariamente será así, pero
  entonces tú admite que existe una mínima posibilidad de que estés esquivocado.

- Deja de hablar... de él.
  ¡¡Fue su-suficiente!!

Aquel grito detuvo todas las acciones.
El cuerpo del moreno respiraba agitado, dolido.

Köhler sentía el remordimiento apareciendo, y eso no era algo frecuente.
Pero sentía tanta ansiedad que no pudo sino terminar lo que había empezado, aunque fuera nada más para cerrar el tema y no volver a hablar de eso.
No se quedaría callado sin hacer nada, no de nuevo.

- Dan, sólo hay una vida, ésta a la que regresaste. No hay nada que puedas perder a partir de aquí, ¿sabes?
  Tú lo corriste, le gritaste que se largara, pero ¿qué harías si él regresara pese a lo que le
  hiciste, pese a lo que se hicieron?
 ¿Le dirías que no con la pasión con la que me lo dices a mí?

Daniel se dio cuenta entonces, que Reiner no le creía.
¿Acaso su amigo lo conocía mejor de lo que se conocía a sí mismo?
Probablemente, él... ya no se entendía nada.

Jadeó, buscando controlarse para no romper en llanto.

Más como si aquello hubiera obrado tal cual una invocación, la puerta de su habitación sonaba. Alguien tocaba.

No.
Obviamente no podía ser.
¡Novak sería la última persona en volver a llamar a su puerta!

Nunca jamás...
... ¿cierto?

Pero no pudo evitar tensarse, sorprendido de cómo aquella idea podía alterarlo así.
Verlo cruzar ese umbral, volver a ver sus brillantes ojos miel, el rubor en su rostro, sus palabras en portugués, su adorable determinación.

Si flaqueara un segundo... se hundiría en aquellos brazos, buscando el consuelo que su estado físico y mental le hacían ansiar.
Su necesidad por él sería tan tóxica.
Estaría tan absolutamente perdido por él...

Cruzó miradas con Reiner, azul con gris, ponderando lo preciso de aquel momento, lo ilógico de aquel presagio. Al parecer, no era el único que había pensado en eso.

Vio a su amigo ponerse de pie y dirigirse a esa puerta.

Daniel sintió que se ahogaba en sus propios sentimientos, por algo tan efímero como una posibilidad. Sólo quería ver esa puerta abrirse y ver a alguien de su cotidianidad, para arrancarse del alma aquella esperanza que hacía mucho debía haber muerto.

Pero, ¿por qué su corazón no dejaba de latir como si deseara escaparse de su atrofiado cuerpo?

Key.

 

 

Continuará...

 

Notas finales:

Igual y sólo es Aitana trayendo las toallas.


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