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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Los quiero, gracias por leer!

 

Novak no había dicho que no.
Seguía mirándolo con sus ojos del color del atardecer, dotado de la inquietante belleza que le otorgaba la excitación. Soberbiamente deseable, absurdamente hermoso y sonrojado.
Era tan guapo, y no importa cuán enterado estuviese, ese castaño de ojos miel no podía imaginarse realmente que tanto lo era, cuando es que lo deseaba en ese momento.

“¿Me cogerás sin mi consentimiento? Qué cosa más absurda”.
¿Lo era?

Daniel se puso de pie y le ofreció la mano.

- ¿Qué? ¿Cómo una mujer? Tienes que dejar de hacer eso- dijo para después ignorar su  
  su mano extendida, mientras se levantaba también y comenzaba a avanzar.

Por un segundo el moreno sintió un visto de esperanza en todo eso.
¿De verdad iban a su cama?

- ¿No quieres llevar el vino?- le propuso a su invitado.

- No. Si vamos a hacer esto, no quiero más alcohol.
  Quieres que sea algo respetable, después de todo.

No supo si era una burla. Probablemente sólo una exageración.
Como fuera, no planeaba responder a eso. No haría un movimiento en falso que hiciera que él se marchara en ese momento.

Mientras andaban escaleras arriba a las habitaciones privadas, sintió su corazón latiendo con la fuerza de la expectativa.
¡Se sentía como un niño emocionado!

Al llegar a la puerta de cristal que dividía las áreas, se adelantó y digitó un número.
Le pediría que lo aprendiera para futuras ocasiones, quizá.

Cuando cruzaron la puerta, Kyan aflojó el paso. Miraba la entrada, pensativo.

- Un cristal no es demasiada seguridad para evitar que entren a esta parte de tu hogar.
- Es suficiente. No puedo cerrar herméticamente este lugar por miedo a que alguien vaya
  a entrar.

Esa sentencia con un poco de cinismo podría sonar como una indirecta hacia él.

- Quien quiera entrar lo hará de cualquier forma y no quiero vivir encerrado en una
  fortaleza.
- Grandes palabras para alguien que vive en un castillo.

Claro, la idea era irónicamente graciosa. Y aparentemente el humor negro de Novak lo era más.

- Al fondo- le indicó reprimiendo el impulso de cederle el paso caballerosamente, dado
  que sabía que lo tomaría a mal. Así que lo dejó avanzar libremente hasta el fondo de
  aquel piso, tal como había hecho con su persona.

Sonrió para sí mismo, comprendiendo lo cursi que eso sonaba, pero estaba enganchado, prendado de Kyan. Era totalmente irreversible.

Cuando entraron a su habitación, notó que el otro no quiso detenerse a contemplarla en absoluto, se quitó el saco y lo puso sobre la silla del vestidor.
Fue casi desconcertante la soltura con la que se sentaba sobre su cama, con los ojos fijos en él, sin ningún reparo.
Era irrealmente directo. Tal como la primera vez.

No iba a frenarse con ninguna idea, Kyan en su lecho era todo cuanto necesitaba en ese momento, el hecho le sabía tontamente más excitante que si ocurriera en cualquier otro lugar, tal como había dicho.

Deseaba acercarlo, sujetarlo y entrar en él, apropiarse exigentemente de su existencia. En cambio… suspiró largamente pasando sus brazos por encima de los hombros de Novak, empujándolo hacia el colchón.

Ahora estaba encima, pero poco le duraría el control, pues el más joven enredó sus piernas con las suyas.

Sí, valía la pena prolongar ese momento lo más que fuera capaz.
Desabotonó despacio la camisa blanca de Novak, mientras era mirado por él y sus ojos ambarinos de esa hechizante manera que tenía cuando estaba envuelto en voluptuosidad.

Con gusto le quitaba su uniforme, el asesor financiero que era, el hombre con una historia trágica de navidad. Le quitaba todo salvo su propia piel.

Se hizo hacia atrás para tener el privilegio de ver a Kyan Novak tumbado en su cama, con su cuerpo esbelto y su piel cremosa, erotizado y semidesnudo y dispuesto a ser tocado.
Guardar esa imagen en su mente tenía todo el sentido para cuando él huyera de su lado y sabía que así sería, mientras tanto disfrutó aquella visión envuelta en penumbras.

Era un tipo tan inalcanzable y ansiado para él que fácilmente se volvía sólo una idea. Pero esta vez… lo tenía ahí mismo, dispuesto. Como antes de las peleas y los forzamientos.

Había llegado a pensar que aquel sexo no se repetiría.
Y quizás… así sería.
Porque Kyan no era ya un desconocido en absoluto. Sus sentimientos por él no hacían más que crecer y crecer.

Le quitó el pantalón con tanta meticulosidad con la que fue capaz.
“Hacer bien las cosas”.

Tan pronto como cayó la última de sus prendas, sintió las manos del castaño bajándole torpemente la cremallera, sus nudillos heridos debían dolerle y lo detuvo.

- Yo puedo hacerlo.
- Yo también puedo- su voz sonó dura.

Debió esperar que no le gustaría el detalle. Y justo cuando se había hecho a esa idea, Novak continuó:
- Puedo y quiero hacerlo. No me discutas ahora, ¿sí?

¿Cómo no acceder a sus deseos cuando los planteaba de esa manera tan vehemente?
Le acercó obedientemente su pelvis, sin poder dejar de observar cómo le bajaba sus pantalones, la forma en que esos dedos largos, pálidos y heridos sujetaban su sexo obscuro e inflamado fuera de la ropa interior.

Fue entonces que Daniel se tendió encima de él, sintiendo sus miembros erigidos, como si ansiaran encontrarse. Buscó la manera en las que sus puntas se rozaran, y fue casi como si se reconocieran, coronadas por perlas de excitación. Novak lanzó un jadeo ronco al sentir la caricia y como si fuera posible, pareció encenderse más.

Mientras Lascurain probaba la piel infinitamente aterciopelada de su cuello, movió sus caderas controlando la fricción entre las entrepiernas de ambos, la humedad incluso hubiera permitido un contacto más intenso, pero ese era justamente el necesario para hacer más densa la respiración de su amante y no la suya.

El edredón gris hacía de aquel lecho un lugar más mullido y perfecto para hacer el amor.
¿Ese era el término correcto? Sí, debía serlo.

El frotamiento de aquel centro del placer era una caricia demasiado poderosa para ser ignorada, se dedicó a besar cada músculo del jugoso pecho de Kyan mientras recorría con la mano las extensiones de ambos.

Era demasiado bueno… y costaba tanto no volverse un animal con él. Sin embargo estaba decidido ser tan lento como pudiera, planeando llevarlo a su límite. Su verdadero límite.

Sentía la forma de su sexo a la perfección, tan suave como si su piel fuera seda caliente y supo que deseaba tenerlo en su boca más que nada en ese momento.

Dedicó los siguientes minutos a excitarse mutuamente con la mano, bajando tan acompasadamente por su torso a su abdomen fue que sintió las ansias del joven emerger con más fuerza, y luego continuó recorriendo el camino hacia su vientre bajo, ahora tenso, hasta llegar finalmente a alcanzar con los labios el extremo de esa erección.

Un respingo de placer mezclado con la voz de Kyan llegó a sus oídos.

Introdujo ese miembro pálido y hermoso en su boca hasta la máxima profundidad, hasta el tope mismo de su garganta y saboreó cada centímetro suyo con egoísmo, mientras sus manos se abrían y cerraban en sus costados.
Tenerlo en la boca era tan excitante que sentía como su propio pene pulsaba ansioso.

Kyan comenzó a retorcerse y sus dedos se adentraron en sus espesos rizos, acariciándolos sin darse cuenta. Sus muslos se movían inconscientemente de un lado a otro y supo que estaba volviéndolo loco.

- Ahh…. Dan-Daniel…

Sonaba casi como una queja, pero escuchar su nombre fue demasiado incitante, ahora no se conformaría con menos que un grito.

Lo lamió y lo succionó hasta que sintió que las piernas le temblaban, pero no era suficiente, ¡nada lo era!

Lo dejó libre y subió sobre su cuerpo, le dijo que se girara y lo dejó boca abajo, en cuatro, la excitación hacía que Kyan le siguiera el juego sin objeciones y eso era tan extraño y secretamente emocionante.

Le besó los hombros, mientras su mano ocupó el lugar en que había estado en su boca, cerrando sus dedos en el ancho de su masculinidad.

- No… no puedo apoyarme bien- dijo roncamente su amante.

Sus manos heridas debían doler.
Lo tomó de la cadera y lo tumbó por completo en la cama. Y después cerró el espacio entre sus cuerpos.

Al respirar, pudo percibir el olor embriagador de Kyan, esa era la droga más poderosa que existía en ese instante, la combinación de los olores de ambos al mezclarse, la manera en que se fundían sus esencias… era perfecta.

El castaño jadeaba presa de aquella masturbación mientras él le recorría eróticamente con su boca cada parte de su aterciopelada nuca. La carne respondía erizándose, humedeciéndose.

Daniel percibía en su totalidad las respuestas del cuerpo de ese hombre en su cama, había aprendido a leer su respiración, la humedad en su piel, el temblor en su carne, el tono de sus gemidos.

Lamió apenas su orilla de su oreja, memorizando su forma mientras que entre susurros le confesó:
- Nadie tuvo jamás este efecto en mí antes, tienes que creerme, ningún hombre ni
  ninguna mujer. Kyan… esto no es normal, no puede ser que me pongas así, ¡que te
  desee tanto! No puedo… no puedo controlarme cuando estás en la misma habitación que yo.

Era tan ridículo, en serio. Sentía cada palabra, pero decidió morderse la lengua para no terminar recitando un poema de Lord Byron. Fácilmente podía desvirtuarse el sentido de sus frases y lo cierto es que poco estaba pensando en lo que salía de su boca.

- ¿No te pedí que dejaras de hablar?- repeló Kyan estando de acuerdo con su reflexión,
  girando la cabeza hasta toparse con su boca para después unirla a la suya sin ninguna
  dulzura, con una súbita y creciente vehemencia.

Ese era… el tercer beso que alguna vez recibía de él, y esta vez era mucho más elemental aquel contacto.

Ahora eran amantes, amantes en el sentido real de la palabra.

El calor en la piel de ese miembro ahora era intenso. La otra mano que le detenía la pelvis ahora buscó su entrada.

Cruzó miradas con él mientras hundía sus dedos con más facilidad de la que había esperado, haciéndolo gemir entrecortadamente.
No era una expresión de dolor, era tan intensamente placentera que no daba pie a equivocaciones.

- Hazlo ya... rápido- pidió Kyan, envuelto en sonrojo.

Daniel sonrió para sí.
Había anticipado esa ansiedad. Y le alegraba toparse con ella.
Eso quería decir que iba hacia donde planeaba.

- Aún no, ¿abre tus piernas un poco más?

Le sorprendió la accesibilidad con que era recibido. Adentró tres dedos hasta lo más hondo de su cuerpo, y escuchó la voz del asesor descomponerse por completo.

- Ah… Ahhh…

Ése era su lugar favorito, el punto absoluto de placer de Kyan.
Lo tocó, lo acarició, lo tentó, una y otra vez y a medida que su lenguaje corporal se fue volviendo más animal supo que estaba tocando los botones adecuados.

Su propio pene goteaba exigiendo entrar en él, pero no iba a hacerlo, no aún.

Las manos de Novak apretaban las sábanas en un intento por controlarse, la manera desesperada en la que jalaba aire a sus pulmones eran indicio suficiente de que lo acercaba al clímax con premura.

- ¡Deja de jugar con tus ideas de intimidad! ¿Qué no ves cómo me tienes?

Ciertamente haberle hecho soltar esa frase le hizo sentirse orgulloso.
Kyan no parecía tener conectado el cerebro a su boca en ese punto.
Su voz en una frase tan sexual vaya que rompía todo romanticismo de una manera cínicamente encantadora.

Ante eso no pudo más que sonreír, era un verdadero halago escucharlo decir eso, especialmente a él.

- Me gustas lo suficiente para desear gozar un poco más de tu compañía-  le dijo, como se
  lo había dicho la primera vez que habían estado juntos.

Probablemente Novak no recordaba eso, probablemente su mente no podía pensar siquiera. No dejaba de jugar con su interior. Dando en el lugar justo, matándolo de gozo.

- ¡Ahh!- el placer se volvía voz- ¡¡Daniel!!

¡Ahí estaba! ¡Su voz llamada en un grito!

Una ola de felicidad lo quemaba. Besó su nuca, inhalando sus feromonas, imprimiéndolas en su mente para cuando estuviera en Holanda sin él.

Su cabello cosquilleaba en su nariz, mientras su dueño se retorcía bajo su cuerpo, su respiración se había vuelto un quejido forzado.
Iba a hacerlo correrse. Lo sentía tan cerca…

Ese cuerpo, por lo menos en esos momentos, era suyo. Lo besaría, lo acariciaría y lo veneraría en aquel lecho.
Porque la sublimidad de ese hombre durante el sexo era lo más poético que existía.

- Ahhh- su verbo temblaba al igual que su cadera, esta vez era evidente que luchaba por
  contenerse- voy… a venirme… en tu colcha carísima- apenas si podía hilar aquella
  frase.

- ¿Crees que me importa?- fue su respuesta- quiero que te vengas, que llenes toda la cama
  de ti.

En voz alta eso sonaba más perverso que en su mente. Pero no pudo evitarlo.
Novak comenzaba a templarse como un resorte, sus músculos y tendones se marcaban con tal tensión que le hizo alegrarse de que las luces estuvieran encendidas para poder admirarlo.

Soltó su sexo y recorrió con sus dedos aquel abdomen endurecido, disfrutando la tensión que encontraba a su paso y evidenciaba lo caliente que lo había puesto, mientras más bajaba mayor era el rocío que iba recogiendo con sus yemas. Iba a llevarlo a un orgasmo lejano.

Tragó en seco, controlándose una vez más a sí mismo para no penetrarlo en ese segundo.

La voz de Kyan se descomponía en un ronco jadeo, y ahora su amante parecía entender que no iba a parar hasta hacerlo llegar.

El castaño se agarró de la esquina del colchón y dejó que el placer y Daniel hicieran con él lo que quisieran. No podía luchar contra eso, no existía fuerza suficiente en él.

El guallen escuchó el aire salir a través de los dientes apretados del joven y la forma en la que comenzaba a sacudirse le obligó a sujetarlo.
Entonces intensificó las caricias de sus dedos dentro de él y fue cosa de segundos para hacerlo venirse.

Esta vez ni su boca cerrada pudo impedir que emergiera de sus labios un largo y profundo grito, a la vez que las estocadas de su cadera frenaban su éxtasis.

Era demasiado erótico. ¡Kyan era tan sensual llegando al orgasmo!
No aguantaría demasiado antes de invadirlo.

Al sentirlo temblar, lo abrazó hasta derrumbarlo en la cama, tras varios segundos de espasmos… su cuerpo finalmente se relajaba, se rendía.
Sus gemidos muriendo eran música para sus oídos.

Ahora el luxemburgués se giraba para mirarlo, su boca aún jalaba. Estaba cubierto en sudor, con las mejillas encendidas tal como se sonrojaban cuando se enfurecía. Era un rosado que a él simplemente le encantaba.

“Dios mío, Key. ¿Cómo puedes lucir así?” pensó Daniel apretando los labios.

Pero… en realidad parecía algo molesto. Y pese a haber terminado, definitivamente no parecía muy de acuerdo con lo que pasaba.

- ¿Qué significa esa expresión?- le preguntó el moreno, apretándolo contra él.

Su pene reclamaba atención y presionarlo contra el trasero de su precioso asesor le daba un poco más de control, que no duraría mucho seguramente.

- ¿Qué hay… de ti?

- ¿Qué hay de mí? Yo la estoy pasando estupendo.

Kyan se volteó boca arriba por completo, dejándole ver la parte de su cuerpo que no había visto en ese tiempo.

Lascurain le acarició el cuello, recorrió el hueso de su clavícula, sus hombros… estaba tan embelesado que no fue hasta que sintió la mano vendada de Kyan atrapar su excitación que notó que se había movido.

- No puedes usar tu mano- le recordó.

Sus ojos ambarinos lo miraban con una profundidad impúdica.
Las puntas de sus dedos comenzaron a jugar con su glande, definitivamente era una caricia que no tenía intenciones de ser sutil.

Daniel sintió el golpe del rubor explotando en su cabeza y supo que su compañero de cama lo notaba también.

- Eso… se siente bien. Pero no es necesario. No quiero que te lastimes.

- ¿Tampoco voy a tener una opinión en esto?
  Después de lo que acabas de hacer, no tienes mucha autoridad para seguir dando
  órdenes, ¿o sí?

Lo hizo reír. El buen humor que le provocaba ser correspondido aunque fuera en el plano horizontal, lo llevó a cerrar otro beso en sus labios.
Un beso un tanto más dulce, más cargado de afecto que de erotismo.

El que Kyan no le hubiera permitido besarlo por tanto tiempo hacía todo un poco más confuso, lo cierto es que debían haber traspasado una muralla invisible que causaba que él hubiera dejado de resistirse a algo tan inicial como eso.

Pero no debía darse muchas esperanzas. No después de lo que éste le había dicho que nunca sería la persona que él estaba buscando, literalmente.

No sabía exactamente qué era lo que estaban haciendo, pero no iba a detenerse a darle un significado justo ahora. Ni aunque lo deseara estaba en condiciones de hacerlo, con esa dureza entre las piernas difícilmente podía ser lógico.

Novak giró la cabeza para romper el contacto y él no pudo sino sentirse un poco herido de que le arrebatara esa pequeña victoria.

- ¿Por qué te separas de mí?- reclamó sin poder evitarlo.
- Voy a necesitar mi boca, sino te importa.

Y así, lo derrumbó inesperadamente sobre su espalda.
¿De dónde sacaba esa fuerza si momentos antes estaba casi en transe?

La creciente emoción que sentía al verlo acercarse a su centro hizo sentir al arquitecto como un tonto. El ardiente aliento de su amante rompió entonces contra su sensible piel, la punta de su lengua le dio un largo y mojado lengüetazo que le hizo apretar los ojos.

Era… mejor de lo que hubiera esperado.

De pronto era sumergido en un intenso placer que apagaba su mente en su totalidad.
A su lengua se unieron los húmedos labios, carnosos y rosados que acababa de besar, envolviéndolo por completo, haciendo de esa cavidad la morada perfecta para él.
No podía creer que eso estuviera pasando, que Kyan le hiciera una felación.
Pero no sólo era real, ¡era inesperadamente fantástico!

Jadeó con exigencia sintiendo el vacío perfecto que su boca creaba, subiendo y bajando por su extensión con premeditada lentitud.

- Meu deus... - susurró enterrando su cabeza en la almohada.

La manera en la que lo excitaba era tan precisa, tan deliberadamente incitante, que supo que aquel hombre no actuaba a la ligera, estaba determinado a ofrecerle un grado de placer más allá de la regular expectativa.

Se obligó a abrir los ojos para no perderse del espectáculo. La mano vendada de Kyan le detenía la base, mientras la succión en sus mejillas marcaba sus altos pómulos, sus ojos permanecían cerrados adornados por sus pestañas casi rubias, su cabello color caramelo caía sobre su frente desordenadamente. Era fascinantemente lascivo y perfecto.

Su expresión de total concentración fue incluso más incitante que aquel beso íntimo.

Ahora su deseo de poseerlo se volvía insoportable. Y sonrió suponiendo que Kyan quería escuchárselo decir.
Por eso lo hacía con esa precisión, para oírselo pedirlo. Eso debía ser.
¿Y había otra cosa que hacer más que complacerlo?

- Déjame tomarte ahora.

Jugaría su juego, le rogaría de ser necesario. Lo necesitaba. Necesitaba a Kyan Novak.

Pero contrario a cualquiera de sus ideas, éste lo sacó de su boca, limpiándose sensualmente con los dedos antes de acercarse a él.
Puso sus piernas alrededor de su cadera y antes de sentarse, lo tomó para después resbalar por su rigidez.

- Ahh…  - le colocaba los brazos alrededor del cuello.

Tal como recordaba, el interior de Novak era el paraíso mismo.

- Você se sente tão bem... você é incrível*- murmuró en portugués sin darse cuenta.
*/Te sientes tan bien… eres increíble.

Lo sujetó de la cadera, apretándole las nalgas y disfrutando sus formas.
No podía controlarse más.

Sus miradas se encontraban hablando un lenguaje que no necesitaba palabras, la ansiedad de ambos casi podía palparse.
Novak asintió muy ligeramente pero para el otro que lo miraba tan atentamente, fue una señal clara. Lo embistió y tan cerca como tenía su rostro pudo observar los efectos que ese simple movimiento provocaba en su cuerpo.

Era exquisito poseerlo después de haberse contenido por tanto tiempo…

Lascurain descubrió en las siguientes estocadas una enfermiza fascinación en tenerlo tan cerca mientras lo penetraba, sus ojos apretados, sus cejas fruncidas, su boca ligeramente entreabierta, sus deliciosos labios húmedos tan fáciles de besar….

Se hundía en su carne de tal forma que el otro no pudo sino abrazar la existencia de aquel con una pasión cada vez más incontrolable, su corazón bombeaba la sangre que aquella agitación le exigía, cierto, pero también sentía una ola espesa de emoción que nada tenía que ver con el simple sexo.

Y como si Kyan no pudiera sorprenderlo más, éste comenzó a atraerlo con sus paredes interiores, como si deseara extraer de Daniel todo cuanto pudiera.

- Ahhhg- gruñó apretando los dientes.

La mirada de Novak se volvía casi furiosa.
La tentación del sexo salvaje era enorme, irresistible de no ser porque esa noche… en verdad no quería sólo tirárselo.

Lo estrechó con más fuerza, controlando el movimiento hacia arriba y hacia abajo que lo  empalaba y aunque escuchó algo parecido a una queja salir de la garganta de su adorado financiero, pronto el sonido se vio rebasado por jadeos de puro placer.

Esas piernas se cerraban como serpientes hambrientas alrededor de su cadera, abriéndose más para profundizar aquella inserción. Daniel necesitaba tocarlo más y buscó su falo para comenzar a estimularlo por partida doble, lo que disparó el placer de Novak más aún, haciéndole temblar. Mas contra lo que hubiera esperado, el otro fue dominando la sensación y recuperó el control de aquel movimiento, aumentando el ritmo para lanzarlos a ambos al último nivel.

Si el moreno tenía algún otro plan, se extinguió de su cerebro, aquella loca intensidad del que estaba encima era tan arrebatadora que sucumbió totalmente a ella.

Pero necesitaba tocarlo aún más y entonces pasó sus labios por aquel cuello afiebrado, lamiendo, mordiendo, probando todas sus superficies, con una mano sujetándolo y con la otra dedicándola a su miembro. Deseó tener más manos, más bocas y más cuerpos para poder abarcar a todo Kyan, para saborearlo desde todos los ángulos posibles porque no existía caricia suficiente para venerar una criatura así.

Sus gemidos ahora eran jadeos de nuevo, podía escuchar nuevamente el tono preciso de voz con el que solía correrse, así que bajó un poco el ritmo, ¡pero no pudo disminuirlo tal punto que había planeado!
Ya no era capaz.

La cama se quejaba por lo exigente de aquel vaivén, seguramente el ruido que estaban haciendo podría oírse en todo el piso.

El interior de Kyan era como una extensión hambrienta y lujosa de su fantástica boca, la forma en la que lo recibía era simplemente obscena.
Instinto puro, se dijo el portugués, desejo* puro.
/*Deseo.

Estaba bien con ser el objeto de aquella hambre, saber que por lo menos era cierto que a ese cuerpo no le era indiferente para nada, que sus entrañas lo ansiaban tanto como él ansiaba su corazón.

El sentimiento comenzaba a amenazar con ahogarlo, y tuvo que dejar de besar su cuello para mandar sobre su físico. Planeaba tenderlo en la cama y subirle las piernas por encima de la cabeza, pero el otro no se lo permitió, afianzando su equilibrio que mantenía sobre sus muslos.
Quiso saber la razón, pero en realidad nada tenía lógica en ese momento.

Pero la tensión en Novak le hizo comprenderlo, aquello era demasiado bueno y estaba a punto de llegar, por segunda vez.

- Su-sujétate- logró decirle, tomándolo por detrás.

Sintió el cambio automático en el punto de gravedad.
Ambos sabían perfectamente lo que iba a ocurrir, estaban en la recta final.

Lascurain podía sentir olas de placer golpeándolos en cada movimiento, revolviéndose ansiosamente en su interior furiosas por romperse. Nada existía en ese mundo salvo Kyan para él en ese momento, era tan arrebatadoramente definitivo ese pensamiento que la dicha se vio reemplazada por terror.

Ya antes había amado a alguien así. Ya antes había caído en un profundo abismo debido a eso. Su cuerpo temblaba al igual que el del hombre que amaba.
¿Amaba? Se preguntó a si mismo
¿Acaso existía otra explicación?

- ¡Daniel!- clamó Kyan.

Esa voz lo hizo volver a su cuerpo, donde no existía pensamiento alguno.
Donde el joven asesor lo engullía y apretaba y clamaba su atención.
¡No podría aguantar más!

Entonces una sacudida violenta se apoderó de él, sus ojos fieros lo atraparon de inmediato, era su cuerpo el que invadía, el que abrazaba.
No comprendía nada salvo lo que sentía en ese momento.
Se decidió a no dejar de mirarlo aunque sus ojos intentaran cerrarse victimizados por la agonía del orgasmo.

¡Ahhh! ¡Novak lo apretaba tan taan exquisitamente!
¿Cómo dilatar más esa cúspide?

Lo apretó contra él, sintiendo la explosión volviéndose líquida, a la vez que su amante le empapaba con su calor el vientre. Escuchó el quejido prolongado y provocador de ese hombre, el azote del goce en cada uno de sus músculos.

Fue un instante de clímax que se extendió hasta perder la lógica…
… una breve eternidad
… y cuando todo acabó, fue como volver a la tierra después de haber vislumbrado la entrada al cielo.

Nada importaba en el mundo en ese momento. Sólo ese instante.

Y Kyan no lo dejaba ir. Lo estrechaba… con una inesperada fuerza.

 

 

 

 

Continuará...

 

.

Notas finales:

Los quiero, gracias por leer!


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