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AFFAIR por malchan

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Aquella moderna mansión no era precisamente de Ritsu, sino de uno de sus amantes, un magnate italiano de los bienes raíces cuyo nombre no se decía en voz alta. Esa propiedad en Sciacca era una de las tantas de ese millonario y raramente iba ahí.
Su anfitrión le había dicho a Ritsu que quería verle y aprovechar la copa, pero al final no había podido ir por su trabajo.

Eso le dejaba el lugar libre y lleno de empleados para hacerse unas semanas de gozo y fiesta, que para nada estaba desaprovechando en lugar de lamentar su suerte.

Kyan y Anna habían llegado el día anterior temprano en la tarde, justo a tiempo para la pequeña reunión que “ella” había organizado, todos los que arribaron después eran otros amigos de la artista, de diferentes nacionalidades. Si fuera más cínico diría que se reunían cerca de la Copa Budge sin ir a ella como mofándose desde su postura de contracultura.

Una chica pelirroja había abierto una botella de Il Conte d'Alba Stella Rosa Piamonte, una casa de vinos piamontesa, todos celebraron los tragos con más tragos.

A él le daba lo mismo. Todo lo que escuchaba le daba lo igual y aprovechó la mezcla de idiomas para disociarse de aquella tertulia.

Había pasado gran parte de la noche en la obscuridad, observando el mar en cuyo fin estaría ya África.

El recuerdo de sí mismo tirado en la playa privada del Montek la noche anterior no lo dejó por un rato. También había elegido libertad esa noche, como ahora la deseaba.

Decidió concentrarse en el extraordinario brillo plateado de aquella enorme luna que lo iluminaba todo, en el sonido acompasado del mar de invierno que le acompañaba, en el viento frío en sus mejillas que le recordaba estar vivo. La melancolía le llenaba en aquel balcón que daba al mar, en completa soledad, donde llegaba a alcanzarlo alguna risa lejana.

Anna interrumpió a su amico en dos ocasiones durante la velada, deseando pasar un poco el rato con él, pero la segunda vez, Kyan le pidió lo dejara solo, ella lo hizo.

Al día siguiente habían desayunado todos en una ruidosa y animada tertulia llena de fruta fresca, bollería italiana y vino fresco Beaujolais Noveau.

Novak oía las voces entusiastas pero no las escuchaba, había dejado prendida sólo una parte de su cerebro para responder preguntas básicas y fingir que le interesaba el mundo. Como el marginado que podía llegar a ser en realidad poco le importaba lo que pudieran opinar de él todos esos desconocidos.

Cuando se marcharon poco antes del mediodía, la verdad es que sintió alivio. En aquella casa quedaron nada más Ritsu, Anna y él, ellas dos con algo de resaca.

Se habían instalado en la sala al aire libre junto a la alberca para disfrutar el sol.
Kyan no se les había unido en su sesión de bronceado, no tenía intención alguna de explicar los moretones que tenía, así que se fue a tomar la siesta a la sombra.
Los momentos en que en realidad no dormía los fingía también, prefería que nadie le hablara por ahora.

- Entonces, querida, ¿cuándo será que tu novia se aparecerá por aquí? Sólo puede haber
  una amante abandonada en ésta casa- bromeaba la francesa.

Mestri reía con el comentario.
- Bueno, si todo sale bien, ésta tarde misma Zia llegará a Sicilia, por fin.
  Ha sido una odisea lograr sacarla de Lux y hacerle tomar unos días, ¡y eso que ha sido
  ella quien ha dicho que lo haría!
  Las personas de negocios son tan obsesivas de su trabajo…

¿Sería esa una indirecta de Anna para él?

- ¡Magnífico!- escuchó exclamar a Ritsu- por supuesto sabes que pueden quedarse aquí,
  no soy tan amargada como para que me ponga mal ver a dos personas que se quieren
  presumiéndome su amor.

- Gracias, pero no será necesario. Zia ha reservado una propiedad en Sciacca. Estaremos
  ahí, pero vendremos a visitarte, lo prometo.

- ¿Rentó una casa?- aquel aparentemente fue el detalle que llamaba su atención- Debió
  haber pagado muy buen dinero por ella, incluso fuera de Catania, toda la isla está
  saturada.

- No había pensado en eso… - la voz de su amiga sonaba ciertamente sorprendida.

En algún momento de ese soleado día, Ritsu se puso de pie de un animado salto y anunció que prepararía unos cocteles. Abrianna no desaprovechó y fue a sentarse a su lado.

Fue entonces que supo que no podía ocultarle la verdad por más tiempo, ella se daba cuenta que algo había pasado, algo malo.

- Me alegra que vinieras conmigo- dijo ella- y que estés disfrutando tu tiempo a solas.

Kyan para evitar mirarla, vio al horizonte encontrándose con un día odiosamente hermoso.
Quizá debería darse un instante para apreciarlo.

- Pero dicho eso, ojalá tuviéramos un momento juntos.
- ¿Vas a actuar misteriosamente, Anna, o me vas a decir lo que estás pensando?

La cara de la italobelga se hacía casi un puchero frustrado.
- ¿Te encuentras bien?

A Novak le hubiera gustado saber en qué se notaba que no lo estaba, seguramente la expresión de su rostro lo delataba. Quizá llevaba tatuada en ella lo que había ocurrido hacía dos noches entre él y el portugués.

- Tuve una pelea con Daniel Lascurain la noche antes de que llegaras.

Eso era lo más que podía decir sin hundirse en un decadente relato.

- ¿En el Montek?- inquirió.

- Si, él me estaba esperando en la fiesta de Inauguración.

- ¿Y… te ha golpeado?

Su sorpresiva pregunta hizo que inevitablemente volteara a verla.

- ¿Me veo golpeado?

Anna lo veía a través de sus grandes gafas de pasta.

- No podría asegurarlo, pero creo que el hecho de que haga este calor y tú te reúses a
  quitarte esa camisa, me da mala espina.

Novak echó hacia atrás la cabeza.
- Me he peleado con Daniel, déjalo así simplemente. Y eso es el final de todo.

Ella no contestó enseguida, uniéndose a la contemplación incómoda del horizonte.
El viento sopló tibio y suave.

- Debió hacer algo muy malo, cada que dices su nombre suena como un insulto- parecía
  ser su conclusión.

¿Sonaba así?
- Daniel Lascurain- repitió para sí mismo.

Sí, su voz estaba impregnada de rencor.
Evocarlo era evocar un mal recuerdo.
Era sentirse traicionado.

- Key… lo siento.

- No tienes porqué- susurró de vuelta, agachando la mirada- quizá tenía que pasar esto, tal
  vez necesitaba que me lastimara de verdad para desterrarlo de mí.

Mestri suspiró, súbitamente consciente de que el castaño era pura desdicha.
- No parece que hayas dejado de pensar en él. Luces triste.

El castaño sonrió, sarcástico.
- No me ayudes, ¿por favor?
 
- Lo querías- ella no quitaba el dedo del renglón, pero su voz honesta le hizo comprender
  que buscaba enfrentarlo a la realidad, no había malicia en ella, nunca había verdadera
  malicia en Abrianna, por eso constaba tanto trabajo odiarla.

- Sí, yo lo quería- dijo al fin. Ya no importaba de todos modos admitirlo. Si no deseaba
  contarle a ella todos los detalles, eso sí podría decirle al menos- me enamoré de él… de
  la persona que creí que era.

Dejó salir todo el aire que le quedaba en los pulmones, la nueva bocanada que tomó de aliento, estaba libre de esa confesión.

- ¿Y no lo era?

- No. Mintió, todo el tiempo lo hizo, cada respiro de su cuerpo. Me hizo creer que era un
  hombre libre, me hizo pensar que me tomaba en serio, que yo le importaba como
  persona, que me quería.

  Pero en el fondo era sólo el capricho de un tipo rico que cuando no tuvo el gusto de
  seguir haciéndome el idiota, no tuvo problemas para dejar salir su lado más voluntarioso
  y hacerme todo el daño que pudiera. Así de real era su amor.


Sonaba tan amargado que era casi gracioso.
La expresión de Anna se transformaba en pura conmiseración.

- Pero sé que esta desilusión se me pasará- continuó- logré reponerme de Ricard, ¿no es así?
  Cuando él me dejó… me rompió en pedazos. Y con el tiempo he logrado armar las
  piezas más fundamentales de mí mismo y volveré a hacerlo.

Notó como su voz tomaba cierta fuerza pero sabía a costa de qué lo hacía.

- Y si te he de ser sincero, Anna, cada vez… duele menos, e incluso creo que soy capaz
  de lograr hacerme lo suficientemente fuerte para no romperme nunca más.

Ella negó con la cabeza, inesperadamente.

- Pero, ¿eso es lo que quieres?

No había esperado esa pregunta.
Sus ojos grandes y expresivos lo miraban a través de sus gafas de pasta rojas, ella lo veía con el alma, siempre lo había hecho.
Era a veces tan difícil no dejarla entrar a su interior.

- Entiendo que en éste momento desees eso, perder la sensibilidad para siempre.
  Pero… ¿qué pasaría entonces? Probablemente te volverías igual de cruel como lo fueron
  ellos contigo.

Sus palabras le causaron una fuerte impresión. Sintió como ella lo tomaba de las manos, se acercaba a él como si fuera a confiarle una verdad secreta.

- Key… tu nunca te volverás irrompible. Porque te conozco y sé que tú amas de una
  manera tan intensa que eso jamás pasaría.
  Por mucho que lo odies, por mucho que te las des de duro… sé que cuando de verdad
  quieres a la gente, tú amas en serio.
  No cambies eso, no dejes que nadie cambie eso.

Esos enunciados no tuvieron ninguna respuesta. El financiero sintió que esas palabras lo enfrentaban consigo mismo de tal manera que no pudo articular una contestación.

Apretó las manos de Anna aunque le doliera hacerlo.

- ¿Así que no hay peligro en que me vuelva de piedra, eh? Que alivio- susurró después de
  una larga pausa.

Mestri rio ante su sarcasmo.
- ¡Me temo que no!

- Quisiera… poder avergonzarme a  mí mismo un poco más frente a ti, pero creo que ya
  has tenido suficiente, por lo menos yo si- la cortaba.
  Anna, entiende que si me cuesta hablar del asunto, es porque… me duele hacerlo.
  Como has dicho, ser indolente me está negado por que soy una persona apasionada.

Su ácida forma de ironizarlo de alguna manera torcida aligeraba el ambiente.
Mas esperaba que ella captara la indirecta y dejara en paz el tema. Ella apretaba los labios, estaba conteniéndose y se preguntó cuánto aguantaría.
No le daba muchos méritos y creyó que insistiría en hablar de lo que obscurecía su corazón, sin embargo, pero la italobelga cambió radicalmente la jugada.

- Kyan… ¿recuerdas que en año nuevo me hablaste de Sylvane D´Oria?
Eso era algo bastante aleatorio.

- Claro que lo recuerdo. No fue una plática al aire.

No podía para nada ver a dónde podía dirigirse todo eso.

- La hermana de Carlo, Carolina, estuvo aquí ayer.
  ¿Recuerdas? Carlo, mi representante.

No recordaba un solo nombre de las personas que habían estado ahí la noche anterior, así que afirmó para no profundizar en ello.

- Ella estudio en la misma academia que los D´Oria en Piamonte. Justo ayer ella platicaba
  de eso, fue una extraña casualidad porque hablábamos simplemente de vinos y el
  apellido D´Oria se coló en la conversación.

Si… recordaba a esa chica pelirroja, ella había explicado que ese vino rosado que servía era de la región italiana de Piamonte, ¿cómo no pensar en los D´Oria?

Pero si de eso se trataba, tampoco era un tema que gustara de abrir.

- Carolina ha venido a la Copa Budge, así que debe estar en el Montek ahora.

Mestri de pronto estaba muy tensa, como temiera continuar.
Debería ser normal esa cautela, esa familia ya había hecho daño a su amistad en el pasado y además, por una situación exactamente idéntica.

- Ella mencionó a un hermano D´Oria, un hermano menor de Ricard. Y eso me pareció
  muy extraño.

Eso le hizo fruncir el entrecejo.
- Eso es imposible.

- Kyan… ¿por qué mentiría?

- Eso es una tontería, Anna. ¿Podemos dejar de hablar de esto?

La segunda cosa que más podría molestarle hablar, además del portugués, era Ricard.
Y menos con Mestri.

- Key…
- Rick jamás mencionó a un hermano, ¿por qué habría de ocultarlo?

¿Qué absurdo podría ser aquello?
Mestri ya se había inmiscuido en el asunto antes aventurándose a contar cosas falsas al respecto de los D´Oria.
Jamás podría olvidarse de cómo arbitrariamente había declarado muerto a Ricard, basándose en un rumor idiota.
¿En cabeza de quién podía ser una buena idea difundir una noticia así sin antes comprobarla?

- Sólo digo que, ¿no te parece raro?

- Sólo digo que no me importa- contestó secamente- no me hables de esa familia.

No iba a hacerle caso esta vez, por el bien de su amistad.
La fotógrafa se acomodó en el asiento, sacudiéndose la tensión.

- Vale, sólo digo que…

Ritsu se acercaba a ellos, tenía algo entre los dedos de largas uñas pintadas de dorado. Su presencia bastó para que la fotógrafa hiciera una pausa que esperaba durara varias décadas.

- Kyan, han traído algo para ti.

Novak extrañado, recibió un paquete con su nombre escrito.
Era una caja que había llegado ahí en paquetería privada desde el hotel Montek.
En seguida supo quién le mandaba aquello.

Anna y Ritsu aguardaban, como dos gatitos curiosos.

- Gracias- dijo sin ganas de exponer el misterio contenido a los ojos de esas dos.
- ¿No vas a abrirlo?- cuestionó la que era un él, con impaciencia.

A él le inquietaba todo lo que pudiera provenir de Lascurain.
No quería saber nada de él, ni quería que nadie lo relacionara con él.

Pero dentro de aquella caja sólo estaban cosas suyas y una nota.
Sus manos temblaban mientras la abría.

Estaba escrito a mano por el guallen. Era la primera vez que veía su letra; de molde y sumamente simétrica, de un arquitecto.

“Dejaste esto atrás. Dejo Italia. Lo lamento todo”.

Lo lamento todo… ¡era la peor disculpa que podía existir! pero… ¿qué no la más cierta?
Él mismo también lo lamentaba todo, incluido alguna vez haber cruzado camino con ese moreno.

Quizá a eso mismo se refería la nota y deseó que eso significara no tener que volver a verlo nunca más.

Lascurain había solicitado seguramente al hotel que le hiciera llegar ese paquete.
¿Cómo diablos sabían en el Montek a dónde se había marchado?
Por la limousine de los RP que había usado quizá pero para eso habrían tenido que contactar a Cassiopeia, la productora de la Copa. Eso ameritaba mucho poder sobre el asunto, muchas influencias.

¿Baladi acaso? ¿Roger Miller?

- No puedo creer que olvidé esto en el Montek- dijo, siendo el peor mentiroso de la historia.

Ritsu elevó su delineada ceja.
- Debes estar muy enamorado para tener la cabeza tan lejos de la tierra- dijo sonriendo-
  los cocteles casi están listos, ahora vengo.
Se alejaba sobre sus altos tacones.

Anna miraba aquellos objetos; una cartera, la llave magnética del hotel, su teléfono celular y toda una muda de ropa.

- Las cosas entre ustedes de verdad terminaron para siempre, ¿no es cierto?
- Así… parece- dijo casi en un susurro.

Era casi gracioso como parecía que cortaba con su primer novio y recibía a cambio una camiseta y los discos que habían sido suyos.

Detestaba tanto a ese portugués de profundos ojos metálicos que no entendía por qué esa desilusión se instalaba en su corazón.

- Key… creo que tienes llamadas perdidas- le avisó la fotógrafa- y muchas.

La pantalla le daba la razón.
Alguien le había marcado más de diez veces en sólo un día.
Enzo.

Tenía muy poca batería, pero lo suficiente para devolver la llamada. Le llamó creyendo que escucharía algún reclamo de su amico, sin esperar que fuera alguien más quien le atendiera.

- Pensé que jamás contestarías tu teléfono- decía una voz que no identificaba, masculina.
- ¿Quién habla?
- Soy Reiner Köhler. He estado intentando localizarte desde ayer.

¿Köhler?
Pudo sentirse molesto de que no permitiese a Enzo contestar, pero un horrible pensamiento saltó a su corazón, extendiendo miedo en sus entrañas.
Algo iba mal si el bello publirrelacionista no atendía su propio móvil.

- ¿Qué sucede?- preguntó, sintiendo como su estómago se llenaba de ansiedad.

- Se trata de Enzo.

No.
Todo menos eso.
Todos menos él.





Continuará...

 

 

Notas finales:

Gracias por leer!

:)


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