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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Sé que a much@s no les encanta ésta línea argumental, pero he decidido no incluír ningún tipo de tortura o cosa sangrienta en honor a sus comentarios, además, decidí quitar parte de lo que tenía planeado respecto a los hermanos a favor de hacer la historia más agradable.

Aún así... no puedo cortarme del todo...

 



Cuando el Gran O terminó con él, no hubo nadie que le ayudase, porque la furia del amo Lundgren no autorizaba ni siquiera que B le curase las extensas heridas que le habían causado, daños que escandalizarían a cualquier persona del mundo real.

Sin embargo, eso era lo que había necesitado. Ahora estaba completamente seguro de que tenía que alejarse de O, M, C e incluso de B, más ahora. De todos ellos.

A la salida del Vinnart, tuvo que tomar un taxi, estaba tan tan adolorido que luchaba por no llorar de agonía todo el trayecto hasta su hotel. Lo que le habían hecho le había dejado una larga porción del pecho en carne viva, colocar siquiera su camisa era un suplicio y su carne desollada manaba un líquido transparente que hacía que la tela se le pegase viscosamente de inmediato, supuso que sería una horrible tortura retirársela y efectivamente, lo fue.

Le había marcado a R todo el resto de la noche, hasta que obtuvo una respuesta, no había podido escuchar su voz del otro lado de la línea, sólo un escueto mensaje con la dirección de un lugar y después una frase “todo está arreglado para que llegues”. No decía nada más y bien podría haber sido escrito por cualquiera.
¿Por qué no contestaba sus llamadas?

Quizá R no le abandonaba, como había dicho, pero tampoco estaba ahí, algo llamado Enzo Baladi debía estar pasando en su vida…

Hizo su maleta en ese momento para no perder el impulso de alejarse de Lundgren y se marchó sin mirar atrás.

En el lugar al que llegó, pocas horas después, efectivamente le esperaban. Tenía pagados varios meses de internamiento voluntario, todo incluido hasta el más ínfimo detalle, aquello había sido reservado un par de días atrás por ese alemán de ojos índigo que le hablaba con las manos y el corazón.

Aquel lugar era depresivo, ¿cómo podría ser otra cosa? Si bien no era un sitio donde lo trataran mal, era clara la frialdad con que la gente de ahí lo manejaba.

Ha ingresado ahí por su propia cuenta, sí, pero no había esperado sentirse tan inquietantemente solo. Echaba enfermizamente de menos a su hermana, aunque en el fondo esperaba no verla nunca más…


--


Era el día uno.


Sabía que la puerta del aseo donde se encontraba lavándose estaba un hombre asignado a que lo vigilaran, suponían que era capaz de lastimarse pues había dicho que aquella herida había sido autoinflijida. La parte de su pecho donde El Gran O había dejado su marca comenzaba a sanar muy lentamente, pero no dejaba de doler en ningún momento, justo como el inglés había definido, era en verdad recordatorio.

Pero había decidido usarlo de manera positiva, porque le motivaba a no volver a ese sitio obscuro que era el paraíso del psiquiatra.
Tenía que superar aquella experiencia, ¡se había dicho tantas veces que ese bizarro universo era una manifestación de sus sentimientos al grado que casi lo creía correcto! ¡Le habían tenido que arrancar a tiras esa idea!

Por lo mismo, las terapias eran tan duras porque le hacían ver pequeños trazos de su realidad a los que se había vuelto ciego…


--


Era el día dos.


Lo llevaron a unas oficinas donde le explicaron tecnicismos de su estancia, una de ellas era que su persona de contacto, pese a no ser su familiar sería Reiner Köhler Maier, era la primera vez que escuchaba su nombre completo. Él sería el único que podría sacarlo de ahí en caso de que no estuviera en condiciones de decidir por sí mismo, eso… sonaba bastante extremo. Accedió de inmediato de cualquier forma, prefería mil veces que R fungiera como tal a que algún D´Oria lo hiciera, después de todo lo que había requerido hacer para obtener su libertad.

De ahí, la doctora a su cargo, una sesentona de ojos muy fríos, le informó que suspendería la medicación que el Dr. Lundgren le había recetado. Con eso, todo el frenesí que hasta ese momento parecía haber tenido su vida…. se detuvo.  
Como si la vida fuera una máquina que por fin cesaba.
¿No era así la muerte?


--


Era el día tres


Estaba soñoliento siempre, nublado de tener un pensamiento claro… pero quizá era mejor así… Tal vez el primer paso para su curación era el olvido…
Pensó en la hermosa Sylvane, en cómo ella jugaba con la muerte en busca de su propia sanación…

 

--


Era el día cinco


Si en el día era apenas un cuerpo inerte… era en la noche cuando revivía.
Una serie de pesadillas había dominado sus sueños esos dos días.
Tres o cuatro en una noche, un desfile de horrores.

Todos similares, todos ocurriendo ahí mismo. Entraba a una habitación estéril que sabía era suya y encontraba a su hermano mayor sentado en la cama, aguardándolo.

Ricard lo detestaba, por todo el mal que le había hecho a Sylvane. Y no podía culparlo. Pero el primogénito no se mostraba cruel en aquella visión como habría esperado, le trataba como en el pasado… como antes de todo lo que había ocurrido

Rick era tan dulce con él como lo era con Sylvane ahora, ciertamente… había olvidado su tersura, lo unidos que habían sido alguna vez… ¡lo echaba tanto de menos!
Entonces se derrumbaba, le decía lo solo que se sentía, lo mucho que extrañaba a su otra mitad y a él… ¿cuánto tiempo había pasado desde que había visto de verdad por última vez a Ricard? ¿Un año?

Entonces su hermano mayor iba cayendo con él en aquel espiral a la agonía, clamaba comprender su dolor, se declaraba débil para luchar por lo que había querido y aseguraba llevar su funesto destino marcado en el alma. Después, susurraba en una voz lúgubre que deseaba la muerte, le pedía al menor de los D´Oria que lo liberara.
A veces iba más allá y ponía en sus temblorosas manos un instrumento conocido, un bisturí, como el que su hermana usaba, ¿no le había él ayudado a su gemela tantas veces a cortarse? ¿Por qué no ayudarle a él, si deseaba su liberación? Un favor de hermanos… de enfermizos hermanos.


--


Eran los días siguientes…


El tiempo no lo hacía más fácil. Sus sueños se hacían más vívidos y su contenido aunque esencialmente era el mismo, se tornaba más crudo y más cruel.
A veces Ricard lo abrazaba haciéndolo sentir incómodo porque Sylvan no dejaba que nadie lo tocara normalmente, ese contacto era escalofriante, porque Rick mismo lucía así.

Pero se equivocaba si pensaba por un segundo que eso era lo más horrendo que podía verse Rick, porque en las siguientes visiones no se comunicaban… eran horrendas… Ricard D´Oria lo miraba sin hablar… con el rostro bañado de sangre.

Sólo cuando el horror aumentaba era que su hermano mayor decía su nombre, con una voz que sonaba… privada de vida, ¡así de horrenda era su mente!

Al despertar, las lágrimas en su cara no le refrescaban nada.

Sus elaciones eran tan claras que era irónico que su realidad no lo fuera, que a veces no comprendiera del todo las preguntas que le hacían, que no le dolieran las inyecciones constantes en sus brazos, que no le importara como lo llevaban de un lado a otro.


--


Era algún día…

Tardó mucho tiempo en darse cuenta que pasaba.
Su alrededor no le decía nada.
Una cama de acero, paredes blancas con grandes ventanas cubiertas por persianas genéricas cerradas.

¿Seguía en el mismo edificio?

Tenía conectada una intravenosa. Había sufrido una descompensación seguramente, estaba en cuidados intensivos o algo así.
No podía caer más bajo que eso.
Quizá sólo si hubiera despertado sometido a aquella cama podría ser más vergonzoso.

¡Ese sitio le enfermaba más de lo que creía pudiera estar mejorando!
No aguantaría mucho más la sedación, las pesadillas, las nuevas pesadillas, la terapia, el dolor, los desconocidos tomando decisiones por él.

Aquel limbo le estaba haciendo perderse más, ahora era algo claro y le daba mucho miedo. Mucho, mucho miedo.

Gimió, sintiendo la soledad y la tristeza arañándole el alma. El abandono era su única compañía ahí.
Ese sitio… era horrible.

¡Quería salir de ahí! Volver al hogar que sabía no tenía o simplemente a una ajena suite de hotel… donde por lo menos era más libre.

Había luchado contra la idea de dejarse vencer…  
Pero quizá no era tan fuerte como se decía que era.

- Sylvane… Sylvane- murmuraba el nombre de su otra mitad, como si la llamara de otro
  mundo- Sylvane…

La había abandonado. Al no saber de ella, había optado por dejarla atrás.
Ella quizá no volvería, quizá Olaf… al final… había logrado matarla.

Tardaría en comprender lo que acababa de hacer.






Continuará...



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