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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

No puedo creer que esté en el capítulo 80, Affair es la historia más larga que haya escrito  jamás! Supongo que en la extensión algunos lectores se han agotado (y ni hablar de los reviewers) es difícil caminar por el borde entre complacer a quienes leen y complacerme a mí, porque si bien muchas veces el camino es el mismo y hay mariposas volando, a veces soy extraña y me quedo sola en esa vereda.

Gracias por su apoyo todo éste tiempo!


Habiendo esperado casi una hora en aquel restaurante llamado Limbo a que Reiner llegara, había decidido finalmente marcharse. No estaba dispuesto a tirar su tiempo a la basura por más que ansiara verlo.
Pero a punto de cruzar la puerta de salida, se topó con un hombre calvo de barba canosa abriendo diligentemente la puerta a alguien que entraba. ¡Y ese que ingresaba era justamente el alemán que llevaba esperando todo ese rato!

Köhler llevaba lentes reflejantes y ropa extrañamente informal. No recordaba haberlo visto traer pantalones de mezclilla antes. Él solía vestir mucho más clásico y elegante aunque no habría persona en el mundo que pudiera decir que él lucía otra cosa más que muy atractivo en esos jeans que llenaba a la perfección.

- Enzo, disculpa el retraso.

No supo que decir. Ante la sorpresa de verlo llegar no supo qué hacer con su enfado.
- Pensé que no llegarías, como puedes darte cuenta iba de salida. Nunca espero a nadie
  más de quince minutos, a ti, te esperé una hora.

Mas pese a su tono tenso, el otro no pareció en absoluto darse por enterado de su enfado.

- Supongo que de querer comer algo ya lo habrás hecho, ¿quieres quedarte de todos
  modos?

La otra opción sería ir a su departamento y hablar en privado.
Pero… realmente estaba enojado como para eso, era mejor un terreno neutral hasta que aquel sentimiento se fuera.

- Creo que está de más señalar que no he venido por la comida- contestó, girando sobre
  sus talones para volver a la mesa que acababa de abandonar.

Pasaron al lado de la chica linda, que los miró fijamente todo ese tiempo, haciéndose sus propias conclusiones seguramente.

El hombre moreno que le había abierto la puerta no era del restaurante, le informó que lo esperaría en el auto hablando en un luxemburgués con acento portugués.
Que extraño era eso… Reiner no solía ser el tipo de persona que tuviera un chofer o un asistente, pese a que era rico. Él conducía su propio auto, su propio yate, su propia vida.

Y ese señor portugués, ¿no parecía muy acomedido con él?
¿Desde cuándo Köhler requería que le abrieran las puertas?

- ¿Tu nuevo chofer?
- Él es Viriato, el majordome de Daniel- contestó- ¿quieres que te hable al respecto?
- No, preferiría no hablar en absoluto de tu socio si es posible.
- Lo supuse.

Se sentaron. El mesero volvió a acercarse y les dio la bienvenida una vez más, acomodando los cubiertos.

- ¿Sería inmiscuirme demasiado si pregunto por qué me hiciste esperar?
Por más que intentara, no había forma amable de preguntar eso.

- Me parece que ya me disculpé, Enzo y estaba siendo sincero- al parecer, tampoco había
  forma amable de ignorar aquella pregunta- Dijiste que querías hablar conmigo y tenía
  curiosidad de saber de qué.

¿Era acaso una broma?
Ese sujeto hablaba como si nada pasara, como si Enzo no le hubiera mandado todos esos mensajes, ni le hubiera llamado todos los días.

- Ha pasado una semana desde que nos vimos la última vez- manifestaba entonces el
  hermoso rubio, procurando que no sonara a reclamo.

- Come ti senti?- preguntó el inversionista, quitándose los lentes obscuros y poniendo
  los brazos en la mesa.

Bajo sus claros ojos polares, había un tono azulado. El inversionista no parecía haber estado durmiendo suficientes horas.
El italiano no pudo evitar preguntarse en qué estaría invirtiendo sus noches. O en quién.

- Ha pasado una semana desde que nos vimos la última vez- recuperaba Enzo su discurso,
  colocándose un mechón de su cabellera detrás de la oreja con propiedad para cuidar su
  apariencia y no dejar ver cómo le afectaba ser ignorado- Me puse a pensar en eso, sobre
  todo después de hablar con Kyan. Y no me gustaría que te alejaras de mí debido a lo que
  reconozco fue una mala actitud hacia ti cuando te pedí que te fueras de casa de mis
  padres.
  Si te molesté, quiero ofrecerte una disculpa.

Köhler alzó un poco las cejas. Parecía no haber esperado eso.
No contestó enseguida, haciendo aquel momento algo un tanto incómodo.

- Tenías todo el derecho de pedirme que me fuera, se trataba de  un momento muy
  delicado y entiendo que la accidentada relación que llevas con tu familia no necesita de
  mi presencia para complicarla. No estoy molesto por eso,  lo entiendo mejor de lo que   
  creerías.
  Necesitabas tiempo y te lo di, eso es todo.

¿Eso era todo de verdad?
Por alguna razón, se resistía a creerlo.

- Si, tenías razón, requería tiempo, Reiner pero no sabía cuánto. Y se siente como si
  hubiera pasado demasiado desde la última vez que te vi.

Creyó que Reiner le orillaría a admitir que lo había extrañado o que aprovecharía sus palabras para dejar ir alguna provocación.
Pero no fue así.

- Come ti senti?- volvió a preguntarle, ahora que estaba aclarado ese punto.

¿Cómo se sentía? La respuesta era dura. Había decidido no sufrir.
Porque ya había tenido tiempo para lamentarse y sentirse culpable con el malogro de no haber intentado acercarse a los Baladi en todos esos años debido al hecho de sentirse humillado por ellos.

Natalia misma se había ido de ahí lo más pronto posible, así que Enzo permitió que Kyan lo sacara de Palermo también. No había nada para él en ese lugar, no siendo quien era.
Quizá había debido luchar más… por su famiglia. Pero era demasiado tarde para todo eso, así como para lamentaciones.

Pero lo más extraño en realidad de todo lo que contestaba aquella pregunta, era que el malestar que sentía ya no era debido a ellos. Optaba por cerrar ese capítulo de su vida.

No se sentía en realidad bien, por supuesto, recuperarse del reencuentro con su hermano y su padre sería cuestión de tiempo pero si algo había podido comprender de todo el asunto, era a quien valía la pena de mantener realmente a su lado.
¿Qué no era esa la razón por la que había luchado tanto por estar ahí, sentado frente a ese hombre de cabello plateado?

Se dio cuenta que llevaba un largo rato en un silencio que el otro no había interrumpido.
Köhler no parecía ansioso de recibir una respuesta y aguardaba con quietud.

Sus ojos azules no destellaban fuego como normalmente hacían.
¿Sería de verdad cansancio? No pudo dejar de pensar que había algo… raro en él.

Mas esa inusual calma en su rostro, le hizo recordar lo que ya sabía, Reiner le gustaba, muchísimo, siempre había sido así.
Y si en algún momento, ese alemán decidía que ya no lo quería en su vida, como lo había hecho su familia, aquello le dolería más de lo que estaba dispuesto a admitir.

No iba a dejarlo alejarse.
Esa no era una opción.

El mesero se acercó y el más joven pidió “suero” a base de agua mineral, hielo frappé y limón. No más vino. El otro pidió lo mismo sólo para acelerar las cosas.

- Perdón, ¿qué me has preguntado?
- Como te sentías.

No quiso mentir.
- Te contaré- comenzó- Mi jefe se ha enterado de mi situación personal y en cuanto he
  puesto un pie en mi oficina me ha mandado de regreso a casa con días libres,
  demasiados, además de ayuda psicológica pagada por supuesto.
  Al parecer Muggen es muy eficiente en elogiar a sus colaboradores con medidas
  obligatorias.

Sin olvidar como le habían puesto los boletos de la copa a Kyan en la mano y lo habían obligado a tomar vacaciones atrasadas.

- Suena terrible- el inversionista era sarcástico.

- Lo es, aunque no lo parezca.
  Tendré días libres por primera vez en años y no sé qué hacer con ellos.

- Estás de broma- el RP. negó suavemente con la cabeza- Claramente, deberías
  aprovecharlos.

- Estoy haciendo trampa y trabajando cuando nadie me ve- dijo, echando una mirada al
  maletín que contenía su computadora, pese a que comprendía perfectamente aquella
  nueva ironía.
Köhler no pareció reaccionar ante esa seña.

- ¿Esa es tu idea de aprovechar tu tiempo de ocio?- le preguntaba en cambio.

Baladi quedó quieto en su lugar, tan perfecto que por un segundo pareció un maniquí.
Pensaba en su siguiente paso, el cual implicaba hacer de lado su enojo y su ego.

- No… en realidad responder a eso me lleva al motivo por el que quería verte.
  La verdad es que me gustaría pasar tiempo contigo, si te es posible.

Tenía algo de cómica la expresión de desconcierto que le había causado. Y él no era fácil de tomar por sorpresa.
- No me esperaba que ése fuera el motivo por el que querías verme.

Baladi sonreía. Lo que sea que tuviera en la cabeza le hacía sentir bien.
- Nunca tuvimos una cita tú y yo. La misma noche en que nos conocimos nos volvimos
  amantes, Rein.

Eso era cierto.
Jamás había reparado en eso.

Se habían conocido en una ruidosa fiesta en la isla de Capri, ese hermoso joven de 21 años dueño de un largo y ondulado cabello dorado estaba acompañado esa noche por un tipo con el que llevaba saliendo un par de semanas.

El perfecto e irreverente italiano que Reiner dominaba le hizo reír a la vez que su cuerpo fuerte y bronceado le provocó al rubio desear tocar aquella piel dorada, pasar sus dedos por aquel torso trabajado, besar aquellos labios sonrientes y atrevidos.

Una atracción inefable los conectaba y minutos después de la primera mirada, se alejaron de todos como si no existiera ninguna otra sucesión lógica de hechos.
Aquel magnetismo dejaba a la razón fuera…

Apenas si cruzaron las puertas del Esmerald aquella tensión sexual buscó liberarse de manera física. Al italiano le encantaba cada centímetro de aquel físico que descubría y se acostó con él por primera, segunda, tercera y cuarta vez en esa noche.

Y los días siguientes trascurrieron con una naturalidad extraña, como si se conocieran desde siempre, como si aquello estuviera destinado a suceder.

Köhler tampoco solía tener citas, los amantes ocasionales eran más su estilo también y lo supo enseguida.

- Aunque suelo tener actividades sociales especialmente de noche, en realidad no suelo
  salir con quienes me acuesto- continuaba Enzo- pero tú… no eres sólo un amante para
  mí.

Espió en su rostro la reacción que le causaba.
Creyó que oírle decir algo le daría a su expresión vistos de satisfacción pero inesperadamente en su cara se instaló una extraña dureza… que le hizo dudar de seguir.

No, tenía que hacerlo. Ya había desperdiciado mucho tiempo.

- Quiero tener una cita contigo, Rein.


- -


Köhler tuvo sus reservas ante lo que oía.
Quizá Baladi ya se había juntado demasiado con aquella estrella financiera de Roger Miller y lo que acaba de escuchar era un graaan sarcasmo.

No, el irónico tenía que ser él mismo, la voz de ese atractivo hombre le hablaba con lo que estaba seguro era franqueza o eso quería creer.

Vaya don de la oportunidad tenía la felicidad, tocando a la puerta tan tarde.

- Una cita- murmuró pensativamente, como si analizara fríamente una propuesta de
  negocios.

Aquella falta de entusiasmo logró tensar al otro, quien de pronto comprendió que la respuesta podría ser un no.
Ese bien podría ser un encuentro lleno de inesperadas sorpresas, ¿o no?

- ¿Por qué querrías una cita conmigo a éstas alturas, Enzo?

El asunto estaba frustrando al publirrelacionista y lo lamentó. No es que estuviera deseando hacerle pasar un mal rato, por supuesto.

- ¿Por qué no? Ya te lo he dicho; cuento con el tiempo, es algo que nunca hicimos y sobre
  todo… quiero hacerlo, ¿requiero más razones?

Parecía raramente determinado a eso.
Como si salir con él otorgándole el título de una cita formal hiciera una gran diferencia entre lo que ocurría entre ellos.

- Pero, claro, es algo que tú también deberías querer, Rein.

Diplomáticamente, lo orillaba a una respuesta. Era claro que había esperado una reciprocidad. Pero Köhler sentía que en el transcurso de esa semana, mucho había cambiado, todo parecía más complicado y a la vez… más simple.

- Claramente disfruto pasar mi tiempo contigo, Enzo, pero tengo que admitir que resulta
  extraño tu deseo de darle un nombre, cuando sé perfectamente que es algo que siempre
  has querido evitar.
  Por otro lado, me da gusto que quieras incluirme en tu nuevo tiempo libre, pero debes
  saber que ya no tengo expectativas respecto a ti.
  Si haces esto porque crees que yo lo necesito, no lo hagas.

Enzo se tensó en su asiento.
Claro, ¿a quién le gustaba ser contrariado?

- ¿Debo tomar eso como un no?

Köhler apretó los puños bajo la mesa, sin embargo su expresión no cambió.
Ese bellísimo italiano no tenía idea de lo que pedía, no en ese momento.

Podría negarse a esa cita, a seguirlo viendo bajo cualquier otra circunstancia, incluso… quizá era lo mejor… simplemente alejarse de su envolvente persona. Y aquella parecía ser una buena oportunidad, ¿cuánto más podría ignorar el que ese bello león dorado estuviera intentando contactarlo constantemente?

Pero… no podía hacerlo. Tenía sentimientos por él por más que deseara que no fuese así.
Una cita, eso era todo lo que le pedía.

Supo que iba a arrepentirse de la respuesta que finalmente le dio.

- Quizá no me estoy dando a entender.
  No tienes que pedirme una cita, sé que en realidad no es algo que debas desear de
  verdad. Pero… no puedo negarme a que quieras estar conmigo y creo que sin los
  formalismos incluso podríamos disfrutarlo mucho más, ¿no lo crees?

Su interlocutor no respondió, parecía analizar cada palabra que le había dicho.
Köhler hizo la nota mental de ser lo más preciso posible con sus palabras, para minimizar la posibilidad de suposiciones incómodas.


- -



- Lamento decirlo, Rein, pero eso no me satisface. Quiero una ridícula cita contigo- fue
  ácido, como si Kyan tomara momentáneamente su voz- y espero que aceptes con todo y
  los formalismos.

Supuso que su irreverencia lo provocaría. Y no estuvo equivocado. Los sensuales labios del otro se arqueaban, divertidos.
¡Finalmente!
¿Era su impresión o el alemán había estado muy serio hasta ese momento?

- Bien… - decía con extraña suavidad, como si su respuesta saliera de más profundo que
  su garganta- tengamos una cita entonces, Enzo.
  Haces difícil el negarse, sobre todo después de escucharte decir que es algo que no
  sueles hacer con nadie.
 

 

Su respuesta, le había instalado una sonrisa en los labios. Y una sonrisa en un joven tan hermoso como él, era algo irresistible.

No podía decirle que no a Enzo. Menos cuando manifestaba sus deseos por él tan adorablemente acimónico y directo.

Pero aquello… no dejaba de inquietarlo, muy dentro de sí mismo.

- Espléndido- continuaba Baladi, sin llegar a saborear como había esperado aquel
  asentimiento- Tenía en mente algo tradicional como cenar, tomar unos tragos y tener
  sexo después, ¿me falta algo o el orden es otro?

Bueno, al parecer sí iba a ser algo cínico al respecto, ese tipo de humor era al que se refería. Uno que sabía que a ese alemán le encantaba.

- No, suena exactamente como una cita.
  Y lo que es más, escuchándote me doy cuenta de que me gustaría ser absolutamente
  ridículo con ella tal como tú lo estás siendo.
 
¿Se estaba burlando?
 
Enzo Baladi jamás había tenido que persuadir a nadie de salir con él hasta ese momento. Sus amantes eran sin excepción aquellos quienes lo pedían y cuando él aceptaba, ¿por qué no decirlo? recibía un notorio entusiasmo de vuelta.

Había supuesto que su amante no sería la excepción, dados sus arrebatos posesivos y la intensidad de cada momento que pasaban juntos, pero… una vez más sentía que estaba haciendo un esfuerzo con Reiner que no hacía por nadie más y que apenas si conseguía los resultados que buscaba, sin ningún tipo de reconocimiento a cambio… como siempre que se trataba de él.

- Bien, hagámoslo ridículo y oficial.
  Reiner, ¿tendrías una cita conmigo?
  El club de jazz de Zia seguramente es un sitio al que ya has ido muchas veces, pero
  podemos cenar ahí, escuchar música en vivo. ¿Qué te parece esa idea?
  ¿Me darías el honor de acompañarme?  

Realmente lo estaba pidiendo. Como toda una cita.
Y de pronto, no parecía muy irónico al respecto.

No recordaba haber sido tan directo con nadie antes pero si eso es lo que se requería para hacerlo aceptar con rotundidad, lo haría.

- Prometo besarte cuando nos despidamos en la entrada de mi edificio- continuó ahora
  con una broma, subiendo la apuesta.
Se sentía vulnerable en cada palabra, pero tenía que actuar con seguridad, como siempre.

Pareció haber logrado entretener al inversionista con sus palabras, no obstante le vio negar con la cabeza.
- Me temo que no puedo hacer eso.

- ¿Me estás diciendo que no de nuevo?

- Nadie te dice que no.
  Pero si voy a tener una cita contigo, no podría conformarme si al final de ésta no me
  invitaras insinuantemente a pasar por un café a tu sala y apenas adentro no te tomara
  contra la pared de tu elegante sala hasta hacer que te corrieras escandalosamente.

Lo decía con total naturalidad. Como si describiera su desayuno.

- ¿O no habías incluido el sexo en el menú?

¡Ya se había tardado en decir algo así!

- Por supuesto, Rein, todo lo que gustes. Soy un caballero y quiero complacerte.

Eso le sacó una risa al alemán. Una hermosa y satírica risa.

La chica linda del otro lado del restaurante parecía molesta y recogía sus cosas para desaparecer. Y con eso el salón quedaba vacío.

Reiner también se había percatado de eso y en el momento mismo que quedaron solos y no hubo más sonidos, se puso de pie inesperadamente para después sujetarlo del rostro y plantar en sus labios un beso sorpresivo.

Estaba besándolo en un lugar público, algo que no era tan buena idea, pero elegía el momento perfecto. Suficiente para que Baladi recordara lo que era un beso robado.

Sus labios fueron deliciosos y precisos para hacerle disfrutar cada efímero segundo que éste duró. Escuchó a su propia voz salir de su cuerpo como un ronroneo.

Había necesitado tanto eso… ¡todos aquellos días!

Köhler volvió a su silla, la sonrisa que sostenía era ligera y alegre haciéndole sentir por fin un poco de tranquilidad, por primera vez en todos aquellos horrendos días.

Quizá todo estaba en su cabeza, quizá Reiner… también lo quería, tal como Key había asegurado.

Siempre había pensado que cuando se decidiera a dar el siguiente paso con alguien, su otra persona estaría dispuesta, ¿era mucho esperar? Quizá era algo vanidoso aquel pensamiento, pero ahora que parecía dispuesto a escalar aquella relación a su siguiente nivel… no sentía que las tuviera todas de su lado. Sino al contrario.

Pero se alegraba de estar teniendo una conversación con él, de hacerle pedido una disculpa, de saber que ese hombre no lo dejaría por un momento de egoísmo.

No había mentido, deseaba tener una cita.
Y deseaba… algo más, como nunca lo había deseado antes con absolutamente nadie.

Era hora de hacer cambios en su vida…
…y quería estar con él.

Con nadie más.






Continuará...

Notas finales:

#NoSoyTanMala

 


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