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AFFAIR por malchan

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No había vuelto a ver a ese cínico arquitecto el resto del día y eso era… ¿un alivio?

Lascurain había decidido cumplir la parte en la que se alejaba de él de inmediato, anunciando que se iba al pueblo y volvería al día siguiente.
Le daba espacio que tanto necesitaba en un lugar como lo era su antiguo hogar, si no tuviera tanto rencor hacia él podría haberlo agradecido.

Así que el resto de la tarde la pasó como siempre que iba allá, haciendo una larga junta con el personal, dando un recorrido minucioso por la Casa Azul, pasando un rato con los chicos para comprender mejor sus necesidades, revisando los insumos y compras, los últimos mantenimientos hechos a la casa, y después, claro, yendo a ver a Neru.

El Dr. Schroeder le informó que su abuela había tenido una buena racha en que había estado lúcida, tranquila y preguntando constantemente por él. Pronosticaba con cierta alegría que era muy probable que pudiera tener una charla con ella, una verdadera charla con ella, algo que no había tenido en más de un año.

Pero al verla, ella se mostró apática y era incapaz de pensar con claridad ni atinar a quién era él. Eso era algo a lo que tendría que habituarse, era una cuestión de suerte cada vez más escasa. Al despedirse, besó su frente víctima de una profunda tristeza.
¡Y pensar que Daniel si había podido aprovechar estar con ella! Ese pensamiento sólo hizo más amargo aquel trago.

Planeaba irse apenas anocheciera, lo cual era bastante temprano considerando que era invierno, sin embargo estuvo tan ocupado que la noche cayó antes de lo previsto.
No había rastro de Lascurain.

Aurore lo invitó a pasar la noche después de que alargaron la cena por horas y le pareció buena idea, después de todo, quizá su cabeza no estaba aún preparada para enfrentarse a un mentalmente tortuoso camino de vuelta a la ciudad.

Los chicos se habían ido a dormir a las 9 de la noche y la casa era inesperadamente silenciosa. Novak se había llevado con él los libros contables y para pasar un poco el rato decidió revisarlos a profundidad. Nadie salvo un financiero encontraría eso como una forma entretenida de matar el tiempo.

Cuando finalmente terminó, releyó sus notas al respecto y garabateó ideas una libreta que no tardaron en alejarse del tema.

Daniel aparecía en los dibujos de Mila. Kyan y él aparecían rústicamente personificados sosteniéndola de la mano, todos sonrientes como una ridícula familia. Aunque cerrara los ojos podía ver esa imagen.
Una familia…
 
Un sonido lo distrajo afortunadamente. La puerta había rechinado por un efímero instante y al dirigir su mirada hacia ella, encontró con una personita escondiéndose detrás.

Mila.
Parecía consternada, con su carita de ángel enturbiada.
Era su debilidad sin lugar a dudas.

- ¿Qué haces ahí? Puedes pasar si quieres.

Ella tímidamente comenzó a caminar hacia él. Se había escapado de la cama y llevaba la pijama rosa con holanes que él le había regalado el otoño pasado.

Estaba… ¿enojada?
Se sentó en la cama, sin verlo a la cara.
Era extraño verla así. Normalmente tan animada, sociable y dulce.

- ¿Tuviste un mal sueño?

- Quiero estar contigo- dijo repentinamente, como si decidiera que era lo más importante
  que podía decir.

Kyan no supo que responderle. Le acarició suavemente sus tersos cabellos negros.
Esa personita era capaz de derretir su frialdad con absoluta facilidad.

- Yo también quiero estar contigo, lo sabes.

- Quiero ser tu hija y que seas mi papá.

Iba a romperle el corazón con esa frase.
Pero ahí no terminaba todo.

- Y creí que jamás querría a nadie más, pero ahora quiero que Dan esté con nosotros
  también- agregaba de pronto.

Oh, no.
No, por favor.

- Mila, has estado hablando con él, ¿verdad?
  ¿Qué es lo que te ha dicho?

Ella no contestó.
Entonces supuso que el guallen muy seguramente le había metido ideas en la cabeza.

- Mila…

- Él me dijo que te quería también.
Cuando le dije que yo quería ser tu familia, él me dijo que también había querido eso.
  Entonces hice los dibujos… pero a ti no te ha gustado, ¿verdad?

- No se trata de eso. No tiene que ver con los dibujos que hiciste, no estoy enfadado
  contigo.

Pero ella no pareció confortada.

- Él dijo que no te gustarían pero yo quise hacer el cuaderno con las hojas del bloc que
  me regalaste y le pedí ayuda. ¡Pensé que eso haría que lo perdonaras!

Así que de eso se trataba.
Novak suspiró su estrés por tratar ese tema.
Comenzaba a pensar que quizá no había sido idea de Daniel y Mila pudiera haber planeado lo del cuaderno sin explicarle su objetivo. Era algo que una niña astuta como ella haría. ¿O sería que estaba subestimando la manipulación del arquitecto en el asunto?

- ¿Qué es lo que te dijo Daniel de nosotros dos?- quiso saber para saber en qué consistía
  el terreno por el que pisaba.

- Dijo que estabas enojado con él por algo horrible que te hizo.
  Yo te perdoné por irte en Navidad, ¿por qué no puedes perdonarlo a él?

¿Cómo explicarle a una niña tan pequeña sus razones?
- Es complicado.

- ¡Pero yo lo entiendo! Daniel es como Rick, ¿no es cierto?

Rick.
Ese nombre tenía la habilidad de colarse en los momentos más sensibles.

- Mila… eso…

- Recuerdo que en mi cumpleaños viniste con Rick a la Casa Azul. Mientras tú estabas
  con Aurore, nosotros platicamos. Él me dijo que te amaba del modo en que un chico
  quiere a una chica.

Novak se tensó, una frase así le heló la sangre.
Negó con la cabeza. ¡Ese idiota de Ricard!

- Y me dijo que si yo quería, podíamos vivir todos juntos.
  ¡Yo estaba tan feliz, Key!

El castaño suspiró, entendiendo muchas cosas.
Sí, ellos habían hablado alguna vez de adoptarla, pero eso era casi una fantasía ridícula.

- Él no tenía el derecho de decirte eso, y menos a mis espaldas.

- Rick me dijo que no era algo que pudiera decir a cualquier persona y que se sentía bien  
  poderlo decir en voz alta. Le prometí que no diría nada y no le dije a nadie hasta ahora.

Parecía insegura entonces.
Su carita apesadumbrada era algo que no debía tener por su culpa.
Suspiró, tomándola de la mano.

- No has hecho nada malo. Sólo estás diciendo la verdad, por mucho que lo odie- estaba
  siendo cínico a falta de no poder molestarse.

- Sé que Rick te lastimó mucho. ¿Estás molesto conmigo?

- No, claro que no, Mila, ya te lo dije.

Le acariciaba sus densos y lacios cabellos negros.
Ella parecía realmente triste y le dolía que sus problemas de pronto fueran los suyos también.
Si pudiera… la protegería de todo lo malo del mundo.

- Daniel… no es como Ricard- quiso explicar- es… sólo… no es lo mismo.

Fue extraño decir esa frase.

Ella lo miraba con sus grandes ojos negros.
Estaba inconforme con la explicación y no podía culparla.

- Dan te quiere, Key, de verdad te quiere.
  Al principio estaba celosa, pero después ya no.
  ¿Qué tú no lo quieres también?

- ¿Qué dices?

- Si ustedes se aman, sólo tienes que perdonarlo y así podrían estar juntos- insistía-  
  Aurore ha dicho que no puedes adoptarme porque no tienes una esposa, pero podrías
  casarte con él, ¡no me importaría tener dos papás!

Dios mío.
Quiso taparle la boca.
Lo cierto es que él era en buena parte responsable de todas esas fantasías.

- Mila, es muy tarde para seguir hablando. Ven.

La acostó a su lado.

- ¿Entiendes que es muy tarde?

No hablaba de la hora.
Hablaba de ellos dos, de lo que jamás llegaría a ser.
Poco importaba lo positivo que pudiera sentir hacia ese portugués, lo negativo hacía una sombra tan grande que devoraba todo, que le robaba los sueños estúpidos en que esos dibujos infantiles podrían ser realidad.

- Mañana podemos seguir hablando- sugirió la niña.

Él la abrazó por la espalda.
- Trata de dormir- murmuró besando su cabello.

En pocos minutos ella cayó profundamente en el sueño.
Él sin embargo, no pudo seguirla en absoluto.

Ver sus relaciones a través de los ojos de una niña de seis años era ver todo de un modo tan simple… tan imposible y simple.

“Él te quiere, Key, de verdad te quiere” decía ella.

No pudo evitar sentir que el mundo se le iba encima… y tuvo que controlarse porque sentía que iba a empezar a perder el control.

Derramar lágrimas por ese sujeto era algo que se había jurado no hacer jamás, no de nuevo. Pero ahí estaba, luchando por no llorar para no despertar a su chiquilla, pensando profundamente en cómo sus sentimientos por Daniel no lograban abandonarlo.

Quería que fuera cierto el que le perdonaba, pero también debía meterse a la cabeza que su amor por aquel sujeto no bastaba para resolver la situación.
Él lo había lastimado… de muchas formas, ¿y acaso no era mutuo?

Y en aquel lugar donde terminaba su odio, se daba cuenta de que Daniel merecía a alguien que pudiera corresponder su intenso amor, un hombre o una mujer que lo quisiera de tal manera que ese estado de desesperación al que sabía lo había conducido, nunca hubiera tenido que pasar.

Él mismo había sido tan cruel con ese hombre…

Ellos no debían estar juntos, sólo se hacían daño… el uno al otro.
Los dibujos de Mila jamás serían nada más que meras fantasías.
Tristes, tristes fantasías.



- - - -


Había nevado toda la noche con intensidad.

Se despertó primero que todos y tomó un café mediocre en un silencio que encontró inesperadamente profundo, pero la paz en ese lugar no tardaría en cambiar cuando llegó la hora de desayunar.

A continuación hubo tanto ruido en aquella mesa llena de niños que Kyan comenzó a temer que perdería la razón. ¡Aquello era tan parecido a sus desayunos de chico! Todos luchando por atención.
Y cada que Erika se aparecía para dejarles comida, lo miraba con tintes de conmiseración.

Se apresuró a marcharse, antes de que cierta persona pudiera volver.
Abrazó a Mila y le prometió volver lo antes posible, sin saber qué tan fiable podía ser su promesa si es que ese moreno se mantenía cerca.

Se enfundó en su grueso abrigo y se despidió de todos. Más de dos decenas de chicos dijeron adiós.

Caminó hacia donde el auto que había rentado estaba estacionado y dirigió a la Casa Azul su última mirada. Ahora su antiguo hogar involucraba memorias con Daniel.
Resopló una risa sarcástica, mientras abría la portezuela del vehículo, mientras tras él alguien se acercaba corriendo.

- ¡Kyan!- escuchó su nombre.

Volteó a ver a una persona que había salido de quien sabe dónde, su ligero abrigo negro se ondeaba con el aire mientras lo alcanzaba apresuradamente.

Estaba pálido, tal como la vez que lo había aguardado en la nieve.
¿Lo había estado esperando todo ese tiempo a la intemperie de nuevo?

Su corazón se estrujaba dentro de él, ver a Lascurain estaba resultando ser muy doloroso.

- ¿Qué sucede? ¿Por qué corres? ¿Acaso queda algo por decir entre nosotros?
Su voz sonaba llena de amargura y no le gustó escucharse así.

- Sí- respondía el guallen- quiero decirte adiós.

No había esperado aquellas palabras.
El portugués caminaba sobre la nieve que crujía hasta plantarse frente a él. El frío parecía atravesarlo, no estaba cubierto adecuadamente.
Sus ojos de acero lucían verdaderamente graves… horrendamente decididos.

Supo que no se trataba de una despedida ordinaria, que el peso de sus palabras era el peso de aquel adiós.
¿Se refería a una separación definitiva? ¿Era verdad que estaba dispuesto a dejarlo ir?

- Quiero despedirme de ti. Porqué sé que no quieres verme más y porque ante eso… no
  me queda nada que hacer.
  Y también… quiero que sepas algo más, algo que quizás… es lo último que quieres
  escuchar en éste momento.

Supo que era.
Algo que combinaría con aquel hondo dolor que Daniel cargaba a cuestas. Algo trágicamente romántico como lo era él.

- Entonces no lo digas.

- Tengo que decirlo. Decírtelo.

No.
¡No!

- Te amo, Kyan. Te amo con toda mi alma.

El corazón del financiero latía ansiosamente en su pecho, sin pedirle permiso, haciéndolo sentir sofocado. No había esperado escuchar eso, nunca, ¡de nadie una vez más!

¿Por qué era ese guallen quien le decía eso?
“No me digas eso. ¡No me destruyas más!”.

- ¿Por qué… por qué dices algo así justo ahora?

- Porque quiero que lo sepas, antes que pase cualquier otra cosa. Antes de que me olvides
  y encuentres a alguien más. Porque no importa lo que ocurra, ya es inevitable, no puedo
  volver a ser mi yo de antes. Sin importar lo que haga, no puedo sacarte de mí.
  No hay día en que no mire atrás y vea la forma tan idiota como te perdí para siempre.

Supo que su mano buscaba la suya.
No le permitió contacto alguno.

- No. ¡No volverás a tocarme! Decías que esto era un adiós, ¿por qué no te vas entonces?-
  su voz lo traicionaba, quebrándose.

Novak apretó sus dientes, intentando no cambiar la expresión de su rostro, no dejarle saber cuánto aquello estaba afectándolo.

- Me iré de tu vida- le aseguraba Daniel muy firmemente- es una promesa y algo que
  yo… también necesito.

No había esperado escuchar tampoco eso.
Aquella frase era de pronto más fría que la nieve que caía sobre ellos.

- Ya había prometido no buscarte, esta vez tengo que hacerlo de verdad- le decía.
  Mi obsesión por ti, mi amor por ti, tiene que terminar: Aquí, ahora. Por los dos.
  Dejarte ir es lo mejor que puedo hacer para demostrarte que te amo.

Supo que él no buscaba ser cruel, habría mil formas diferentes de decir lo mismo pero ciertamente… el portugués era sincero, esta vez cuando menos.
De alguna horrible manera, esas palabras en la voz de Daniel revolvieron los sentimientos que había estado enterrando dentro de sí mismo.

No tenía que sorprenderse, ¿no había tenido pensamientos similares justo antes de dormirse la noche anterior? ¿Por qué escuchárselos decir a él era peor?

El moreno continuaba mirándolo, su rostro estaba sereno y apagado…
Era doloroso. ¡Esa inesperada despedida era como una tortura!

Sintió como Daniel lo sujetaba del mentón, pese a que acababa de decirle que no volviera a tocarlo. Pero… ¡no pudo alejarlo de sí!
Tras unos segundos de puro terror, sintió sus labios gruesos posándose tan suavemente en los suyos que apenas si pudo percibirlos de verdad. Pero sólo eso era capaz de provocar electricidad entre ellos, percibía como se erizaba la piel de todo su cuerpo.

Oh, Daniel…

- Lo siento tanto, Kyan- le escuchó murmurar- espero algún día me perdones de verdad.

Novak jadeó, como si hubiera olvidado como respirar.
Su respiración se rompió en un sollozo que provocó que el rostro del otro se mortificara al siguiente instante. El moreno lo miraba de pronto con tintes de un absoluto desconcierto, no lo entendió hasta que sintió sus dedos fríos limpiándole las lágrimas que escurrían por su rostro.

- ¿Kyan?

“¡¿Por qué demonios estoy llorando?!” Se preguntó, completamente atónito.
¡¡Qué ridículo!!

Hizo la cara a un lado, sintiendo que aquella puerta inesperadamente abierta, no podría cerrarla con facilidad.

Dan lo miraba, sorprendido, atormentado. Dio un paso atrás.

Quiso decir algo, pero de su boca no emergió ningún sonido. Y de todos modos, ¿qué podría decir?
Entró a su auto, envuelto en mutismo y confusión y arrancó, dejando atrás al hombre que quería.

Un minuto. Dos. Tres… Diez… se mantuvo conduciendo en aquel camino blanco entre el valle congelado, kilómetro a kilómetro alejándose de él hasta que finalmente tuvo que orillarse, poner el freno… ¡dejar todo aquel horrible dolor salir por fin de él! ¡Después de tanto tiempo de fingir que todo estaba bien!

No podía sino ser fuerte para su mejor amigo… para sí mismo… pero… sabía que no volvería a ver a Lascurain nunca, ¡ahora lo sabía de verdad!

Así que lloró con toda la agonía que era capaz de provocarle aquel adiós. Apretando el volante del auto tan dolorosamente que le recordó el desastre que era.

¡Lloró de verdad!
Con una triste desesperación.
Sin un límite.
Lloró por su amor perdido.



Continuará...

 


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