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Equivocación de San Valentín por yukimonik

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Notas del capitulo:

Tuve ligeros problemas técnicos con este capítulo.


Alguien sabe por qué sale de repente r13 o r10 en vez del guion??? Si es así háganmelo saber para en un futuro no tardarme tanto en resolverlo.


 

Después de rechazar hablar con Misaki tan cruelmente, Akihiko se sentía muy mal ya que de no haber visto lo que vio aquella tarde de San Valentín nunca se habría planteado el evitar a su amor platónico, hablarle con el tono seco que utilizó y más aún, dejarlo con la palabra en la boca. Sin duda el castaño era capaz de sacar lo mejor pero también lo peor de su persona y eso le daba un poco de miedo. Su actitud sólo era producto de los celos que lo estaba carcomiendo pero que no podía evitar que se alojaran en su corazón. Saber que Misaki nunca sintió nada por él y que el único ilusionado en una nueva vida era él mismo lo hacían creerse un reverendo estúpido.

Ya nada podía ir peor en su vida, aunque… si sí podía, tal vez después de esta tarde Misaki nunca lo volvería a tratar de la misma forma, ahora haría lo que los demás: mirarlo con miedo, evitarlo y tratar de no molestarlo, es decir, dejaría de ser el Misaki del que él se había enamorado: espontaneo. Después de conocer esa parte de su personalidad ya no querría tenerlo cerca. Lo único que le quedaba era seguir observando al castaño desde las sombras por el tiempo que le restaba en su vida escolar es decir unas siete semanas, después de ese tiempo Misaki partiría a la universidad y había muy pocas posibilidades de que sus caminos volvieran a cruzarse.

A pesar de tener todo esto en mente el profesor de historia no pudo evitar mantener la rutina que desde hace un año ejercía: seguir a Misaki a su trabajo. Siempre, asegurándose que nada le pasara y es que a veces ése niño solía  ser de lo más distraído y confiado con extraños, lo que provocaba que rufianes y pervertidos se le acercaran sin que el menor siquiera se diera cuenta del peligro que corría. Ahora Akihiko se preguntaba cómo es que Misaki había podido sobrevivir en este mundo siendo tan inocente y bondadoso con ese tipo de personas a su alrededor.

Pero ahora que conocía los sentimientos de su castaño hacia su colega tendrá que retirarse por lo que había decidió que este sería el último día de su rutina, estas 5 horas y cuarenta y siete minutos que lo había estado siguiendo serían los últimos que lo cuidaría, después se encargaría de tener una severa charla con el profesor de Literatura para dejarle claras algunas cosas. ¿Qué pasaría con su amor? Seguiría intacto pues es imposible que desaparezca de un día para otro y siendo sinceros dudaba que algún día sucediera.  Se acercaban los últimos momentos a lado de la persona que amaba, Misaki acababa de terminar su jornada laboral y se dirigiría como siempre a su domicilio. Lo vio despedirse de sus compañeros y salir de aquella tienda en dirección a la parada de autobús que se encontraba a un par de cuadras, pero algo no estaba bien con Misaki pues trastabillaba al caminar, fueron unos cuantos segundos, todo paso demasiado rápido: Misaki se sostuvo débilmente de una pared pero no obtuvo el apoyo que necesitaba… Akihiko corrió velozmente justo a tiempo para recibir en sus brazos el cuerpo del ojiverde.

— Misaki, Misaki —repetía el profesor preocupado— Misaki, Misaki —pero el niño no despertaba, el mayor preocupado llevo su mano derecha a la frente del castaño y noto que su temperatura era elevada. Sin pensarlo dos veces lo tomo en brazos y se dirigió a su automóvil, aparcado convenientemente a una cuadra. Una vez que llego al vehículo tuvo cuidado al momento de acomodar al chico en el asiento del copiloto de forma que no se fuera a hacer daño durante el trayecto. Enseguida abordo el auto y encendió el motor, antes de arrancar medito unos segundos— ¿A dónde lo llevo? —lo más lógico hubiera sido llevarlo a un hospital pero cuando se trataba de Misaki, Akihiko no se caracterizaba por seguir las órdenes que su cerebro le mandaban, por lo que opto por llamar a su médico de cabecera y citarlo en su departamento.

 

En otra parte de la ciudad, Shinobu caminaba dando traspiés  sin embargo no caía debido al agarre que su rubio acompañante ejercía. Sin duda se arrepentía de lo estúpido que había sido al aceptar salir del bar en compañía de un tipo como este, un tipo que no aceptaba un no como respuesta. Ahora, presa del miedo no sabía qué hacer para librarse de tan desagradable compañía. No quería perder su virginidad. No con el sujeto que ya había ordenado una habitación. No con aquel que lo jaloneaba como si fuera una vil zorra. Lo único que quería en este momento era estar con

— ¿Tus padres saben que te encuentras en este lugar? —Shinobu levanto la vista incapaz de creer que la voz que había escuchado a su espalda fuera de él, de su profesor de Literatura— Repetiré la pregunta, ¿Tus padres saben que te encuentras aquí Takatsukir10;kun? —sin poder resistirlo más volteo y sí, era él. Antes de poder contestar cualquier cosa su acompañante se le adelanto.

— Piérdete viejo, no necesitamos compañía —siseo el rubio sin soltar a su presa. Sin embargo Shinobu sintió un agarre aún más fuerte en su brazo derecho así como el fuerte movimiento del que era objeto su cuerpo. Cuando se dio cuenta ya se encontraba detrás de Miyagi. No tuvo tiempo de pensar en nada cuando escucho un fuerte golpe y sólo alcanzo a ver una mata de cabello claro cayendo en la alfombra, lo observo un par de segundos y el tipo al parecer se encontraba desmayado. Enseguida sus ojos se posaron en su profesor quien se veía colérico más bien rabioso y dispuesto a descargar su ira sobre cualquiera que se le pusiera enfrente. Lo vio agacharse y sostener de las solapas a su antiguo acompañante dispuesto a propinarle un nuevo golpe pero al parecer algo desvió su atención. Shinobu observo como le arrebato la llave de la habitación que anteriormente le había sido dada al rubio. Su raciocinio llego demasiado tarde y sólo sintió el fuerte jalón que le dio Miyagi.

No supo cómo es que ingreso al cuarto. No supo cómo llego a la cama. Y mucho menos sabia como estaba siendo desvestido por el pelinegro al mismo tiempo que sus labios eran succionados con maestría. La única respuesta era que su cuerpo actuaba solo, se lo confirmaba el hecho de que sus propios brazos se encontraban alrededor del cuello del mayor instándolo a seguir con su trabajo. ¡Oh por dios! Esa mano lo estaba tocando en una zona demasiado peligrosa y excitante pero su mente sólo lograba procesar los besos que Miyagi repartía de su boca a su cuello. De su cuello a sus pezones y es que para esta altura su camisa y pantalones quien sabe a donde habían ido a parar.

Miyagi no podía detenerse, sabía que lo que estaba haciendo era incorrecto, indecente y tendría serias repercusiones pero todo eso dejo de importarle desde el momento en que vio a Shinobu siendo llevado a un hotel. La locura se apodero de él y dejo de ser él mismo. Actuaba por mero impulso. La satisfacción de tener a Shinobu debajo de él arrasaba con cualquier consecuencia que pudiera presentarse en el futuro. Era más fuerte la pasión, el deseo, ¿el amor? Sí, el amor que sentía desde hace mucho tiempo por su estudiante por fin había rebasado a su sentido común. Ahora lo único que necesita era escuchar los gemidos del menor llenando la habitación.

Después de varios minutos en esa posición Miyagi sintió el cuerpo de su alumno tensarse e intentar detener su avance. Que iluso era Shinobu al pensar que a estas alturas podría parar lo que estaba sucediendo. Él no iba a detenerse ni aunque se lo rogara pero sentía curiosidad por saber cuál era el motivo para semejante interrupción si sentía que el menor también lo estaba disfrutando.

— No Miyagi, para —jadeaba el menor.

— Shinobu, eso es algo que no va a suceder así que será mejor que sigas disfrutando —dijo el mayor sin tapujo alguno— Te deseo demasiado como para desaprovechar esta oportunidad —soltó con una gran sonrisa dibujada en sus labios.

— Pero yo no quiero —declaro Shinobu intentando tontamente quitarse al mayor de encima— Yo no soy la segunda opción de nadie —dijo con enojo el menor. El mayor ya más concentrado en las palabras de su amante que en su cuerpo dejo de hacer su tarea y se situó cara a cara con el terrorista, no obstante no dejo de ejercer presión entre sus cuerpos.

— ¿Qué es lo que has dicho? —preguntó confundido y se sobresaltó al observar los ojos llorosos del menor.

— Que yo no soy plato de segunda mesa —soltó con rabia y desilusión sin dejar de observar al mayor.

— No entiendo.

— Te vi en el salón, con ese castaño. Te vi con él. Tú y el son… —pero no pudo terminar su oración debido a que el mayor ya había capturado nuevamente sus labios, chupando, saboreando,  sin dejar ni un solo hueco por explorar. Los débiles intentos de su alumno por zafarse de su agarre habían desaparecido por completo hace unos momentos y ahora lo sentía cooperando gustoso.

— Para ser terrorista eres bastante tonto, pensó el mayor. Tal vez no podría decirle con palabras lo mucho que lo enloquecía y sin duda esta noche tampoco tendría tiempo para sacarlo de su confusión de San Valentín pero todo sería poco a poco. Por lo pronto se encargaría de demostrarle con actos la tentación que era tenerlo cerca.

 

En otra parte de la Ciudad

Sentía que se hallaba durmiendo sobre una nube. La suavidad que lo rodeaba nunca la había experimentado. No quería arriesgarse a abrir los ojos por temor a que esa calidez abrumadora que percibía desapareciera como en un sueño. Sin embargo nunca se había caracterizado por ser perezoso así que tendría que hacerlo y levantarse para realizar sus actividades diarias. Abrió los ojos lentamente y lo que vio lo conmociono. Ese no era su techo. Esa no era su lámpara. Se atrevió por fin a moverse un poco, lo suficiente para que sucedieran dos cosas: observar que la habitación en la que se encontraba le resulta totalmente desconocida y sentir una pesadez terrible en todo su cuerpo. Empezó a rememorar los últimos sucesos de su vida.

Fue a la escuela, intento hablar con su profesor, lo rechazo, continuo con las clases, salió de la escuela y se dirigió a su trabajo, en todo el día se había sentido enfermo, salió del trabajo, vio la parada de autobús y...

— No recuerdo nada —dijo asustado y con la respiración entrecortada.

— Eso es un lastima —escucho una voz demasiado conocida a su lado sin embargo su cuerpo actuó por reflejo, volteo lentamente a la izquierda alejándose unos cuantos milímetros de su interlocutor.

— Usamir10;sensei —dijo asustado.

— Es una verdadera lástima que no recuerdes lo que hicimos ayer Misaki —menciono el mayor al mismo tiempo que se sentaba y dejaba caer parte de la sabana y ahora mostraba su torso desnudo. Misaki no evito ruborizarse y por reflejo agacho la vista encontrándose con su propio cuerpo en la misma situación. Por lo que abrió los ojos aún más y se atrevió a ver debajo de la sabana para comprobar que la desnudes de su cuerpo era del 100%. Ninguna palabra salía de su boca— ¿De verdad no recuerdas nuestra acalorada noche? —pregunto Akihiko mientras se acercaba peligrosamente al menor—. ¿No recuerdas nuestro baño juntos? 

— No recuerdo nada —dijo Misaki nuevamente.

— Pues entonces tendremos que repetirlo ¿no crees? —menciono el mayor seductoramente.

Misaki se hallaba en shock. Había pasado la noche con su profesor y él no podía recordarlo. Qué clase de amante haría eso. ¿Qué? ¿Había dicho amante?  Ellos no lo eran. Akihiko no lo había dejado llevar a cabo su confesión en San Valentín, y el día anterior lo había ignorado, entonces ¿Qué significado tenia esto? ¿Quería hacerle una broma? ¿Akihikor10;sensei se acostaría con cualquiera? No, estaba seguro que no. Así que algo sentía por él y la única forma de comprobarlo sería jugarse el todo por el todo. Total ya no perdía nada. Lo único valioso que guardaba era su virginidad y pasara lo que pasara estaba feliz de que haya sido su profesor quien la tomara.

— Tendrá —titubeo el menor—. Tendrá que hacerse responsable de esto. Ahora tiene que ser mi pareja —soltó el menor sonrojado.

Akihiko no cabía en su asombro, sólo había soltado palabras sin sentido a su estudiante, con la única intención de ver sus reacciones, ni en sus más locos sueños había previsto que esto sucedería. Misaki de verdad se había creído la historia y ahora le pedía que fuera su pareja. Tenía dos opciones: decirle la verdad, verlo indignarse y dejarlo partir o seguir con la historia, hacerlo suyo y tal vez en unos 10 o 20 años sincerarse… decirle que la acalorada noche que le menciono fue por la alta temperatura que un resfriado le había provocado y que ese baño que tomaron juntos fue un intento por hacer que su fiebre bajara.

— Acepto —declaro el maestro. Su decisión estaba tomada.

 

FIN

Notas finales:

¿Algún review?


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