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Una y otra vez por azumicard

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Notas del capitulo:

Se suponía que tenía final, pero decidí agregar un capítulo más sobre  Mystrade .  Ahora si es final de los finales.  Cerrado.

https://www.youtube.com/watch?v=0uXGV9L7Ktk

 

 

El tedioso protocolo estaba torturando anímicamente a Mycroft. Odia asistir eventos sociales, en especial uno como éste, rodeado de personas ineptas. A las únicas reuniones que toleraba,eran las diplomáticas. Al igual que a su hermano, socializar era un término que preferían obviar por razones obvias. En toda la ceremonia, sus ojos solo tenían un objetivo; admirar a Lestrade. Lucía más guapo de lo usual, atribuyo el atractivo físico al traje negro que llevó puesto.Y esas canas reluciendo en su cabellera, adquirió otro significado para su amante. Adoraba acariciarlo mientras dormía, deslizar sus dedos por todo el semblante hasta llegar a ese lugar que amaba entrar y salir. Tan exhausto terminaba, ni siquiera sentía los toqueteos de Mycroft, el descaro de estimularlo en medio del dulce sueño. Abusaba de él de todas las formas existentes y por inventar.


Una semana antes de la boda, se desarrolló su último encuentro. Debido al trabajo de ambos, estuvieron en abstinencia; mutuo acuerdo. El apetito voraz empezaba a emerger desde las profundidades, tomaría la forma de un animal salvaje, acechando a su presa. Estaría más que dispuesto a secuestrar a su amante, utilizarlo para apagar el incendio que experimentaba su cuerpo. La duda atacó, no estaba seguro si podría soportar más tiempo sin tocarlo; necesitaba con urgencia a Lestrade, de él y su adictivo cuerpo; un manjar exquisito que disfrutaba al máximo en cada encuentro apasionante. Cuando creyó ver la oportunidad de oro para llevarlo al baño y poder hacerle el amor, Sarah toma el brazo de Lestrade. Los padrinos entran al salón de recepción, junto con los recién casados y demás invitados. Carraspeó y maldijo a su hermanito porque él dio la orden. Se había anticipado a los hechos ya que estuvo observando a Mycroft mientras se realizaba el tradicional saludo a la pareja. Cuando se trataba de amor, el mayor de los Holmes era el más predecible.


— Si las miradas matan, hace tiempo estaría muerta. – comentó Sarah.

— ¿EH?... – Lestrade la miró, confundido por las palabras.

— Me refiero al hermano de Sherlock –indica con la mirada la ubicación de la mesa donde se encontraba la familia Holmes- Tiene una mirada amenazadora hacia esta dirección. Me pregunto para quién de los cuatro está dirigido.


— Dudo a nosotros. Debe ser a Sherlock… siempre tienen riñas –ríe nervioso.

— Típico entre hermanos.

— No te imaginas el dolor de cabeza que es lidiar con esos dos. Llegando a ser como niños, peleando por un dulce o atención de sus padres.

— Me sorprende que sean hijos de aquella dama distinguida. Cuando me imaginé a sus padres en aspecto físico serian. La madre: cabello negro y corto, ojos penetrantes que podrían traspasar una pared, rasgos faciales bien acentuados, cuerpo proporcionado a la perfección, 1.80 de altura y estilo de vestir elegante e impecable. Con aire de glamur. La misma descripción aplica al padre, con la diferencia que debería llevar bigote, pero no cualquier bigote, sino uno a su personalidad fría y calculadora.

— ¿En serio, así los imaginaste?

— Si. Pero, son todo lo contrario… son comunes. No van con la imagen de sus hijos, es como si desencajaran.

— El estigma que tienen que vivir por tener padres como ellos.

— Irónico – ríen ambos.

 

La risa que compartían los padrinos, incomodó demasiado a Mycroft. Él debería estar sentado al constado de su amante, compartiendo una agradable conversación; ser la persona que acapare toda su atención. Rabiaba de celos desde su asiento.

— ¿Mycri, sucede algo? – preguntó su mummy.

— Mycroft, es el nombre que me has puesto. Haber si eres capaz de recordarlo –respondió con dureza – Todo está en perfecto estado.

— Querida, no lo molestes – intervino el padre – Déjalo en paz. Mejor hay que brindar por la felicidad de uno de nuestros hijos.

 


Los esposos cogen sus respectivas copas y realizan el tradicional choque de copas, luego beben el contenido de a poco, mientras conversaban. Un cigarro, es lo que necesitaba Mycroft. Buscó en el bolsillo del chaleco, cuando se disponía a retirarse para fumar, la voz de alguien se apoderó del salón.

—… Y ahora las palabras del padrino – anunciaron el discurso del inspector.

— Estoy muy feliz de compartir con ustedes este día tan importante -Observa a los invitados- Conozco a los recién casados desde hace muchísimo tiempo, desde que estaban solteros y se escapaban del amor, hasta que al fin aceptaron sus sentimientos. He sido testigo del gran amor que siente el uno por el otro. Y hasta ahora no he conocido a otra pareja que se entienda tan bien como ustedes – le dirige la mirada a John y Sherlock- Estoy seguro que en esta nueva etapa de su vida serán más felices de lo que ya son. Les deseo muchas felicidades y que el amor perdure con el tiempo… -continuó las palabras cargado de sentimentalismo.

 

Solo por tratarse de Lestrade, olvido su plan inicial. Se quedó tranquilo, sentado, observando cómo se desarrollaba el discurso que él mismo preparó. No tuvo ningún problema, memorizó todo y expuso casi a la perfección. Sonrió finalizado el último protocolo. Ahora bien, lo tendría a su disposición. Sin embargo, otra vez sus intenciones fueron saboteadas por su hermanito. Dio inicio el tradicional vals entre los esposos y los padrinos; parecía que nunca estaría a su lado en toda la maldita noche. Frustrado, fue directamente al Bar donde pidió un vaso de Whisky doble. Lejos de la algarabía bebía solo, acompañado de todas esas molestosas emociones que lo ponían en evidencia. Se sentía estúpido, cómo una persona como él podía dejarse influenciar, ser cautivo por el inútil de Lestrade y reaccionar del mismo modo que Sherlock predijo.

 


La música cambió de ritmo, condicionando a los invitados sacar sus mejores dotes de bailarines. Dos canciones miró bailar a su amante desde lejos, tenía como pareja a la madrina. Sin tener la oportunidad de deducirla, ya la odiaba a muerte; esa mujercita había monopolizado a Lestrade. A pesar de tener un sinfín de motivos para emborracharse, Mycroft bebía con moderación. Sentiría celos, pero no dejaría que sus sentimientos gobiernen su mente, eso jamás pasaría o al menos eso creía él. A pocos segundos de finalizar la canción, dio media vuelta y pidió al barman servirle otro vaso de Whisky. Entonces lo inevitable sucedió.


— Alejándote no vas arruinar el día más feliz de tu hermano y John– habló, Lestrade, acercándose hacia él. Le arrebató el vaso de sus manos para beber un poco – Vaya, necesitaba de esto, hace mucho.

—¿Aún tienes pensado regresar a la pista de baile? – pregunta incrédulo.

— Claro – bebe otro sorbo – Te invitaría, pero recuerdo que a ti no te gusta el baile. Lo detestas, quizás más a las preguntas respecto a tu dieta.

— Es Sherlock, el que posee las habilidades de un bailarín, no del modo profesional, pero podría obtener, si así lo desearía. Y bien… hasta cuando vas a seguir asumir el rol de “padrino” y prestarme algo de atención. Sabes que la palabra paciencia no se encuentra en mi vocabulario.

—Compórtate, Mycroft… - empieza a inquietarse por la advertencia- Disfruta de la fiesta.

— Lo haría, si mi amante estaría a mi lado.
Era una clara señal que pronto, Mycroft, jugaría con sus mejores cartas, hacer sus jugadas y finalmente Jaque mate. El ataque llegó sin aviso, de un momento a otro sintió una leve presión en sus glúteos, aquella mano era familiar, muy familiar.

— Detente, por favor… no aquí – ahogó su voz mordiendo su puño y con la otra mano ocultó la autoagresión.

— Por qué debería obedecer tu sugerencia. Dame una razón lógica – utilizando el dedo anular trazó su parte posterior – Creo que voy a torturarte lentamente, en presencia de todas estas personas aburridas. Y te sugiero, no poner una cara excitada que solo complica tu situación actual.

—El acuerdo… - pronunció con una voz profunda.

— ¿Qué dijiste?

— Estaré bajo tu disposición, según nuestro acuerdo. Pero no será hoy– disimuladamente retiró esa mano traviesa y se alejó un poco- Contrólate, no es el lugar ni momento adecuado.

— Lo es para mí –responde firme como los pasos que dio hacia él.

Por instinto retrocede. Supo que despertó a la fiera enjaulada. Cuando vi los ojos de Mycroft arder en llamas. Una voz familiar se escuchó al fondo.


— ¡Hey, Lestrade!- habló Molly – Podemos… Ay, lo siento ¿interrumpo?

— En lo absoluto, solo vine por algo para tomar –le sonrió.

— ¿Estás seguro?... – vio el amenazante semblante de Mycroft.

— Sí.

— Bien…

Nadie dijo nada. Se quedaron ahí, mirándose entre ellos.

— Le apetece una copa, señorita – preguntó el Barman.

— No, gracias –rechazó, moviendo sus manos y riendo nerviosa.

— Ba…bailar. Gustar bailar, Molly – le propuso el inspector a la joven.

— Claro que sí. Con ese objetivo te estuve buscando. Sherlock me dijo que te encontraría aquí. Y que tú estabas buscabas desesperadamente pareja de baile.

— Deberían aprovechar la oportunidad. Más que nada tú, Lestrade. A consecuencia del trabajo no posees tiempo para divertirte. Todo es trabajo para ti.


De manera peculiar le otorgó el permiso. Caminaron a la pista de baile, ubicaron un espacio libre que les permitiría moverse. Por su parte, Mycroft los observaba receloso. No iba a caer en la tonta provocación realizada por su hermano. Sabía que su talón de Aquiles es el baile y de eso se valió para emparejar a su amante con aquella mujer. No perdió la compostura, siguió bebiendo con moderación y observando al detalle cada movimiento, en especial, donde colocaba las manos si se trataba de una balada. Se relajaba cuando la música era movida, el contacto físico sería mínimo. Sin embargo, era inevitable que ella se apegue a él para conversar, eso sí que le fastidiaba.


— Si continuas arrugando la frente,solo reafirmas tu edad – comentó, Sherlock.

— No deberías estar con John.

— Y tú con Lestrade. –le mira de reojo – Oh, claro. Está divirtiéndose en compañía de Molly. Un viejo como tú no le sirve sino una persona más joven.

— No, hermanito – deja el vaso sobre la mesa- No soy como tú que utiliza anticuados métodos para poseer a su propio amante.- sonríe triunfante- Espero, disfrutes tu pre luna de miel y dejes algo del doctor. Recuerda, tienes hijos que aún van a necesitara su madre.

— Deberías preocuparte en tus propios asuntos – recibe los tragos, previamente preparados bajo estrictas instrucciones proporcionados por Sherlock al barman. –A diferencia de ti, tengo a alguien esperando mi regreso. Si me disculpas.

 

No llevó la cuenta de la cantidad de piezas musicales desde que Lestrade lo abandonó. Parecía no importarle porque tenía la mirada hacia la dirección contraria a la pista de baile. Bocado a bocado disfrutaba de su bebida, entretenido con el hielo deslizándose en su vaso. En total consumió cuarta botella de Whisky, afectándolo en lo más mínimo. Lo que sí le afectó, fue escuchar una balada extremadamente romántica, el solo escuchar produciría diabetes. Eso conlleva a la pareja bailar muy apegados como si estuvieran en un ritual. De inmediato voltea, busca lo más rápido posible a su amante con la mirada. Segundos después, observa a Lestrade bailando con Molly de lo más íntimo. Autocontrol, fue la palabra predominante en su mente, sostenía el vaso como si quisiera romperlo, de alguna manera tenía que canalizar la furia experimentada. Golpeaba el piso con su calzado, muestra de su impaciencia para que finalice la música en cuestión. Ni el mismo sabía si era capaz de soportar los celos carcomer su interior.


Cuando creyó haber sido lo suficiente tolerante, observó cómo Molly recostó su cabeza sobre el hombro del inspector. La ira contenida explotó dentro del mar de emociones, sin pensarlo dos veces caminó en dirección a ellos. De manera prepotente apartó a su amante de la joven. Sosteniéndolo del brazo, lo arrastró fue del local. Molly quedó sorprendida por el inexplicable arrebato del hermano de Sherlock. Sonrió al recordar que esos dos eran amantes y por más que quisieran disimular siempre quedaban expuestos.


Estaban a punto de llegar al Hall. Aunque Lestrade no podía ver su rostro, sabía cuán enojado estaba por la presión en su muñeca. Se detienen en medio del lugar, ninguno dice nada, el leve sonido dela música toma protagonismo.


— Podrías soltarme… estas lastimándome. – ninguna respuesta aparece – ¡Mycroft! ¿Estás escuchando? –intenta librarse, de tanto insistencia logra su cometido – En serio, qué te sucede… ¡Hey! Di alguna palabra. No me dejes hablando como un estúpido… -antes que diga otra cosa, siente un tirón.

 


Mycroft lo tomó del brazo de nuevo para acercarlo. Un beso se dio inicio. Los labios del inspector fueron arremetidos dulcemente, era un manjar sentir la lengua del otro recorrer su labio superior e inferior de una manera magistral. Era la primera vez que lo besaba de ese modo, llenó de sentimientos y lento, demasiado lento como si el tiempo se hubiera detenido solo para brindarle un momento especial.


— Eres un maldito infeliz – dijo Mycroft a escasos centímetros de la boca de su amante – Te gusta enloquecerme…

— De que hablas – frunció el ceño.

— Provocar celos en mí, cuando bailabas con ella…


Ahora el que atacó por sorpresa fue Lestrade. Calló sus reclamos mediante un ligero beso, obligando a las palabras regresar a su garganta. La respuesta no demoró en llegar, Mycroft lo llevó hacia un rincón para devorarlo a besos y caricias. Los cuales estaban a tomar intensidad. Entre esos roces espontáneos, percibió la erección avanzada de su amante. Abrió los ojos en medio del apasionado beso, miró el semblante de Mycroft; estaba sobre excitado. Una mala señal, porque a él no le importaría tomarlo en ese lugar. Alarmado por la situación que tendría por afrontar, cortó el beso y se alejó.

— Mala jugada…- se relamió- Con esa actitud haces que los deseos por poseerte se dupliquen. Ya habrás notado el estado en el que me encuentro – separa un poco las piernas para que el bulto de su pantalón resalte – Eres un iluso si pensabas huir. Si es necesario utilizar la fuerza, lo haré para que te hagas responsable. Tú decides: aquí o arriba.

— ¿EH? – puso una cara de confusión.

— Idiota. Olvidas que este lugar tiene habitaciones en el segundo piso –respondió enojado – Hasta cuando vas a tenerme esperando.

— A…arriba. Vamos a la habitación – habló nervioso, escondiendo el rostro.

Sonrió triunfante. Ordenó que caminara adelante y él iría detrás, para tener una viste de primera mientras subía las escaleras. Los pantalones resaltaban bien el trasero que pronto sería suyo, una vez llegaran a su destino. Las manos temblorosas de Lestrade tardaron en abrir la puerta, impacientando a su amante que no veía el momento para hacerle el amor en distintas maneras posibles.

— Relájate… - dijo Mycroft, mientras se quitaba el saco - Pareces la típica novia que le quitaran la virginidad en su noche de bodas.

— La tomaste sin mi consentimiento.

— No lo manifestaste con palabras, pero si con acciones. Todo en ti pedía a gritos que te folle de la manera más salvaje posible – tira el chaleco contra el piso, también.- Recuerdo , cuando empezaba a acariciarte tu cuerpo se apegó más al mío, en busca de más contacto y atención. Gemías de manera encantadora que era imposible esperar, tenía que penetrarte profundo, escarbando en tu interior, buscando el punto sensible que te vuelve loco.

— No quiero recordar ese episodio… fue vergonzoso.

— Ser descubierto por uno de tus subordinados. A quién se le ocurre volver a la oficina a las 3 de la madrugada – desabotonaba su camisa – Bastó una amenaza para comprar su silencio.

 

Arrinconó al inspector cerca a la entrada. Era incapaz de mantener la mirada fija en los ojos del otro, eran como estar desnudo sin estarlo. Pronto, estaba siendo despojado de sus prendas; uno a uno caían al piso. Las manos de Mycroft se zambulleron en las caderas de Lestrade, deslizándose por debajo de la camisa blanca que aun cubría su cuerpo. Rozó los músculos de su espalda baja. Entre las acertadas caricias, súbitamente con un beso mientras sus labios eran devorados con ansias sin contar siquiera con la misericordia de que le concedieran un una bocanada de aire. Quedó al borde de la locura solo con un beso, se desconectó del mundo, dejándose envolver por las placenteras sensaciones, sentir sus lenguas deslizarse juntasy barriendo toda su boca. La parálisis que congeló su mente se extendió por su columna vertebral mientras que los dedos de Mycroft seguían con su camino descendiente por su cuerpo. Cuando recobró algo del sentido luego de unos cuantos golpes, encontró sus caderas atrapadas en un fuerte lazo.


— Parece que los recién casados aguardaran hasta la oficial Luna de Miel… - lamía su cuello –En ese caso… voy a tener mi propia Luna de miel extra oficial. Hay que demostrarles como debe ser una verdadera primera noche juntos, lleno de puro sexo desenfrenado y abusar de tu amante a más no poder.

 


Dicho esto, podía sentir un zumbante palpitar en lo más recóndito de su ser, y su entrepierna estaba suplicando atención. Aquellas manos cálidas aflojaron el cinturón, luego dejó caer el pantalón, a la vez la ropa interior fue removida del lugar con agresividad. Los dedos encontraron su objetivo, estimular el miembro despierto. Le robó varios exquisitos gemidos, considerado música para sus oídos; nunca se cansaría escucharlos. Al mismo tiempo su cuerpo empieza a moverse a voluntad propia, en busca de más contacto. La excitación pronto llegaría al punto crítico, donde cualquier razonamiento sería remplazado por una sensación placentera y adictiva. Mycroft, aumentó el ritmo, provocando constantes espasmos.


Dejó a medio camino el trabajo manual, llevó a Lestrade recostarse encima de la cama marital. Observo con detenimiento cada parte del cuerpo desnudo, un deseo desmedido empezaba apoderarse de él. Como todo un experto, se terminó de desnudar mientras se ocupaba de brindarle placer mediante besos y caricias en cada centímetro de piel. Para incrementar la sensación, Lestrade sabía que cerrar los ojos ayudaba mucho, era una experiencia única llena de erotismo al máximo porque fantaseaba con la idea que esas manos podrían ser de otra persona.Conocía a la perfección los puntos sensibles de su amante, no era necesario penetrarlo para lograr satisfacerlo, sino recurría a palabras que se transformaban en caricias y caricias que lo arrastraba por una tormenta de pasiones.

—Aah, ¡ah!- Su voz se quebró al tiempo que su respiración se hacía entrecortada.

— Tengo a una novia ansiosa – dijo alejándose del ombligo – Deja que disfrute de ti un poco más antes de poseerte por completo.

—A…apúrate, Mycroft… - sufría pronunciar el par de palabras.

— No seas impaciente. Todo a su tiempo…

 

Los gemidos eran bajos en intensidad, pero profundos y cargados de sentimiento. Al fijarse como apretaba las sábanas y el rostro lascivo, hizo que cambiara de táctica. Sin interrumpir el rito de los besos, volteó el cuerpo marcado, dejándolo boca abajo. Apoyó sus manos en las caderas del inspector, elevándolas todo lo que podía. Se tomó el tiempo respectivo para admirar el panorama frente a sus ojos, las ganas de seguir torturándolo eran latentes. Acercó su entrepierna lo más cerca posible de la entra del otro, un primer roce logró robarle un gemido ahogado. Sonrió contento ante el descubrimiento, la siguiente acción consistió en restregar su miembro despierto en su entrada de manera tentadora. Ambos cuerpos pedían a gritos estar conectados de una vez por todas, los involucrados estaban jadeando en la misma secuencia.


Lestrade se quedó sin aire en los pulmones cuando, Mycroft presionó la punta de su miembro dentro de él, hundiéndose más y más en su interior.


—¡Nnaag…ngh!... Oh, si… empuja más profundo. – le daba instrucciones.

— ¡Cállate! Concéntrate en gemir, nada más – respondió hostil como siempre – Prepárate para gritar mi nombre toda la noche. Eres como si fueras la novia de esta boda; asumirás en papel que te corresponde.


No importaba las incontables cuantas veces que habían hecho el amor, la sublime sensación de algo tan firme presionando su entrada nunca dejaría de ser fascinante, sabiendo que aquello después daría lugar al placer. Al inicio del acto coito, trato con mucha delicadeza como si tuviera miedo de lastimarlo, esperó varios segundos antes de moverse. Salía y entraba despacio, siguiendo el ritmo de una melodía lenta, pero no aburrida a ninguno de los involucrados. Realmente amaba ese trato “gentil” que pocas veces aparecía, debía disfrutar al máximo. Tarde o temprano el dulce ser que pretendía ser, se convertiría en el hombre más egoísta y fiera en la cama.
Las embestidas empezaron a empujarlo más hacia la cama, pero las manos sujetas en sus caderas le atraían hacia Lestrade, buscando una penetración cada vez más profunda, y con cada nueva estocada, se encontraba a sí mismo estrechándose más contra él. El lado oscuro de Mycroft emergió desde las profundidades, debía dar el toque sádico que ambos eran adictos. Con el paso del tiempo, el ritmo de las estocadas se hizo aún más violento, y sus sentidos no podían mantener el ritmo. El punto donde se unieron estaba resbaladizo y ajustado, pero difícilmente podía sentirlo.


— ¡¡Ah…ah–ah…!! Creo que voy a…

— Ni lo intentes – ordenó - Solo un poco más... vamos, puedes soportar.


Mycroft empujó con profundidad, escarbando en su interior desesperadamente sin importarle si lo partía en dos. Y Lestrade sintió su visión parpadear y falsear ante él. En esos pocos segundos, los sentidos regresaron, y su cuerpo se estremeció con un temblor y sacudidas cuando culminó, apretando con fuerza alrededor de Mycroft, quien seguía aun en su interior.


— La noche acaba de comenzar. ¿Acaso intentas arruinar mis planes? – preguntó algo fastidiado - ¡Contesta!...


— Segundos…-habló con una voz desfalleciente – Solo te pido unos cuantos minutos para recobrar fuerzas y así continuar con lo nuestro. Pienso igual que tú; esto recién comienza…


Forzó continuar con su supuesta luna de miel, susurrando suavemente su nombre en su oído, el impacto lo envió al éxtasis y devolviendo la energía requerida para continuar. Los movimientos llegaban a la máxima velocidad, Lestradejadeo bruscamente y luego se estremeció violentamente. Sincronizados ambos se vinieron al mismo tiempo, obteniendo el orgasmo absoluto. Quedaron uno encima de otro, aun conectados descansaron. A juzgar por la sonrisa de Mycroft, esto era la antesala, lo bueno vendría después de un merecido descanso. El apetito insaciable no sería satisfecho con solo venirse una vez, quedaba mucho camino por recorrer y explorar nuevas rutas.


Y así la noche siguió…

 

 

Notas finales:

El bonus que acaban de leer, es un pequeño regalo especial a mi Beta y a los fans de Mystarde. Espero haber colmado sus expectativas.

 


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