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-Casado con el mismo hombre- por Monnyca16

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Notas del capitulo:

Lamento la tardanza, pasaron cosas. Gracias por sus reviews.

Capítulo 19


“Intervención”


Después de ese día, las cosas y las ideas  ya no fueron iguales. Nicolás comenzaba a organizarse con lo de su baby shower, viéndose con Kelle y con Tomás al mismo tiempo, saliendo con su esposo, e incluso festejándole el cumpleaños, porque no se le olvidaba que su marido cumplía años el 31 de marzo.


No supo cuántas veces festejó a Oliver, sólo lo hizo con su presencia y saliendo a pasear a varios lugares, aprovechando que el calor comenzaba a asomarse. Su barriga estaba mucho más grande, más pesada, y se cansaba bastante al mantenerse de pie o caminando, de hecho ya comenzaba a dormirse en una habitación en la planta baja junto a Oliver.


Aparte de la barriga, los senos fueron creciendo un poco más y aunque tuviera kilos indeseados, su rostro lucía igual de delgado que antes. Su cabello iba creciendo demasiado, ya estaba hasta sus hombros y podía recogerse en una coleta alta o  media, y se peinaba muy a diario, haciéndose cebollas o simplemente colocándose ligas o pinzas para el cabello. En algunas ocasiones, Kelle y Tomás le hacían dos coletas y se burlaban un poco, pero eran pocas veces las que hacían cosas como esas.


Lo positivo era que Nicolás no se avergonzaba de parecer más mujer que antes, y hasta dejaba que Oliver lo peinara. Las actividades del adolescente fueron muy bajas de energía en los últimos meses; para bañarse ocupaba a Oliver y para vestirse también. El pelinegro lo ayudaba en todo, siendo paciente y soportando sus sorpresivos cambios de humor. Siempre se los había soportado, pero últimamente estaba demasiado explosivo, y por todo lloraba, se enojaba y se reía. Era aguantable la mitad del tiempo, pero la otra mitad era un terror. Y lo grave era que Oliver también se enojaba y lo mandaba a la mierda en esos instantes, pero luego volvía y le pedía disculpas para contentarlo, aunque Nico tuviera la culpa siempre. No importaba si Nicolás hacía mal y gritaba a lo loco, Oliver siempre pedía disculpas para al menos poder dormir con él.


En varias ocasiones, Nico lo corría de la cama en plena madrugada, diciendo que no quería tenerlo cerca, otras, le rogaba para que se quedara, y pocas veces trataba de irse por sí mismo a dormirse a la sala, como ahora.


Ese día había sido su baby Shower y todo había salido maravilloso. La sala estaba llena de regalos que faltaban por abrir y eran casi las dos de la mañana. Kelle se había puesto un poco ebria, y en esos momentos se había quedado a dormir en un cuarto para invitados. La casa de Rudel había estado abarrotada, llena de gente desconocida, pero que llevaron regalos muy grandes, aunque también varios conocidos de Nico y Tomás asistieron. La situación era que cuando estaban a punto de dormir, Nicolás deseaba hablar y Oliver estaba demasiado cansado para escucharlo de un modo consciente. Entre las pláticas de Nicolás, su esposo había cerrado los ojos, sin darse cuenta que estaba durmiéndose. Cuando Noah se dio cuenta que su esposo estaba durmiéndose, lo golpeó en el hombro con el puño, despertándolo y gritándole bastantes horrores, dramatizando que quizá  era  aburrido y que por eso Oliver se dormía cuando hablaba.


La discusión subió de nivel cuando inmediatamente después de llorar, Nicolás salió de la habitación y fue a la sala, sentándose apresuradamente para limpiarse las lágrimas. Y Oliver odiaba verlo así, aborrecía que llorara con mucho sentimiento por cosas estúpidas.


—¿Vamos a la cama, sí? —Oliver se arrodilló frente al él, acariciándole el rostro. Nico se negó, apartándole las manos —. Sígueme diciendo lo de antes. ¿Qué era? Ibas en la parte donde la señora embarazada te deseaba lo mejor y te ofrecía su ayuda para todo ¿verdad?


El rostro de Nicolás se puso rojo por completo, renegando, mientras que Oliver se ocupaba de hacer que las cosas volvieran a ser como antes.


—Ya no te voy a decir nada, ni siquiera te importa que te cuente las cosas ¿soy demasiado aburrido? ¿Ya estás cansado de mí?


—No, no, no, cielo. —Se negó varias veces, acercándose más —. Es sólo que hoy fue un día muy cansado y no podía mantener los ojos abiertos.


—Que sí, ya no me aguantas y por eso me evitas. Ni siquiera me has besado en todo el día, no me has dicho nada bonito, ni abrazado —reprochó, ocultándose el rostro con los antebrazos.


Oliver respiró hondo, maldiciendo en silencio. El único alivio era que Nicolás estaba en su séptimo mes de gestación y ya faltaba poco para ir al hospital y esperar la llegada de los gemelos. Por lo pronto tenía 32 semanas y parecía que acabaría muerto si los cambios de humor de Nicolás se expandían.


—Lo lamento, ¿sí? Pero tú también tienes que comprenderme a mí. No soy de palo y todo el día he estado trabajando, recibiendo a los invitados, estando contigo. No he dormido casi nada y lo sabes mejor que todos. ¡¿Qué se supone que haga?! —Elevó la voz en la última parte, negándose repetitivamente con la cabeza. No quería ser demasiado seco, pero  estaba a punto de perder la poca paciencia que le quedaba. Nicolás lo estaba hartando y era cruel, pero así era. Oliver ya no estaba en edad como para aguantarlo, justo había cumplido 27 años y sus capacidades iban disminuyendo. De lo único que se había encargado desde el embarazo de Nicolás había sido de trabajar, cuidar de Nico, cumplirle los caprichos, pedir siempre disculpas y comportarse como si fuese el único culpable de todo, aunque realmente el verdadero culpable fuera el pelirrojo. Y hasta cierto punto lo aguantaba, pero tenía bastante sueño y su lado bueno casi nunca salía en ese tipo de circunstancia.


—Pero… pero me estás gritando. Ya no me quieres, no… no me quieres —balbuceó, aguantándose el llanto.


Oliver cerró los ojos, aspirando profundamente, relajándose de ese modo. Al estar más tranquilo, abrió los ojos, totalmente rojos por el sueño, y habló:


—Sólo vamos a dormir, olvida todo lo anterior ¿de acuerdo?


—Pero me gritaste —espetó, abriendo mucho los ojos y sintiendo los labios temblar por la gran desilusión que sentía.


—Perdóname, estoy muy irritado —a duras penas logró notificarle, acariciándole el cabello y besándolo en la frente —. Sólo vamos a dormir, tengo sueño.


Noah suspiró, sonriendo locamente.


—Entonces vamos a abrir los regalos —anunció apresuradamente, moviendo los pies como un pequeño mientras señalaba la montaña de cajas para que Oliver se las fuera acercando. —Los ojos de Oliver se oscurecieron; siempre era lo mismo. Nicolás siempre se enojaba y ya después volvía a estar como si nada hubiese pasado. No importaba si el pelinegro moría de sueño, Nicolás no lo dejaría tranquilo hasta que abrieran los obsequios.


Sin ánimos, pero sonriente, Oliver fue hasta la montaña de cajas y fue trayendo varias, percatándose de la alegría con la que su pequeño las abría, sacando la ropita y los objetos necesarios para los gemelos. Era absolutamente sorprendente cómo la sonrisa entusiasmada de Nicolás podía inclusive arrebatarle el coraje a Oliver. Era mágico, totalmente indescriptible.


—Son más sacaleches, mira —canturreó el menor, viendo los sacaleches con cuidado. Oliver asintió, tomando todo lo que su esposo sacaba y veía —. Más ropa. Son tan chiquitas y bonitas. —Levantó la vista, mostrándole algunas calcetitas y guantecitos, luego poniéndoselos en la barriga para sacar descontroladamente otras cosas.


Fue de ese modo que llegaron las tres y media de la mañana. Oliver se encargó de guardar todo, sentándose en el sillón junto al chiquillo, acariciándole la barriga. Y fue jodidamente maravilloso cuando lo escuchó bostezar.


—Te amo —murmuró Nico, besándolo en los labios. Oliver lo besó también, castamente.


—Te amo —también confesó, viendo que estaba comenzando a marearse.


—Tengo sueño, vamos a dormir —removió sus manos, jalando a Oliver —. Cárgame, no sé si pueda caminar.


El ojigris movió la cabeza verticalmente, parándose y llevándose consigo a Naoh, hasta depositarlo en la cama, dándose cuenta que ya se encontraba dormido. Entre varios reclamos mentales, Oliver sonrió, agradecido por la actual rendición de su esposo. Se metió en la cama, lo abrazó y cayó rendido, roncando por el exceso de cansancio. Lo bueno era que Nicolás se encontraba tan sumido en sus sueños, que ni siquiera lo había escuchado.


A la mañana siguiente, Oliver ya estaba listo para ir a trabajar. Cargaba unas ojeras de muerte y se veía enfermo, pero aun así, no hizo ruido para despertar al menor. Nicolás no se levantaba a esas horas, de hecho él se despertaba a las once o quizá más tarde. Y aunque Oliver por primera vez no deseara ir a trabajar, estaba puntual en la empresa, llamando a Nicolás al medio día para preguntarle qué había comido, cómo había dormido, si se había levantado o no, si se sentía bien, si tenía ganas de algo en especial. Los cuestionamientos eran casi los mismos, pero Nicolás sentía que eran nuevos diariamente, inclusive se entusiasmaba mucho cuando hablaban de comida y postres. Oliver también se sentía genial cuando percibía la felicidad de su pequeño esposo, y eso era su motivación para soportarlo cada vez que tenía cambios de humor severos.


Y era extraño, porque Nicolás no se enojaba con su padre, Kelle ni con Tomás. Nico solamente se enojaba con él y eso era desesperante, pero Oliver pensaba que eso pasaba porque soportaba mucho a Nicolás y algunas veces supuso que sería el único que tendría la paciencia y palabras exactas para la infinidad de reconciliaciones. El sexo se volvió innecesario. Nicolás no tenía apetito sexual y aunque Oliver se moría de ganas por tocarlo, el chiquillo siempre sacaba otro tema o lo alejaba,  corriéndolo de la cama o incluso de la casa. Sin embargo, Nicolás podía usar cualquier circunstancia para enojarse y correr a su marido de la casa. Una vez lo corrió de su propia casa y logró que Oliver se fuera, ese día había llegado muy cansado del trabajo y al llegar, Nicolás le había pedido el encargo que previamente le había hecho por teléfono. El empresario había prometido llevar las pasas con chocolate que Noah deseaba, pero se le habían olvidado y las tiendas estaban cerradas. Y lo peor de todo era que a Oliver nada se le olvidaba, pero estaba muy irritado y cansado en ese tiempo, más que actualmente. Noah se enojó tanto esa vez, llegando a los extremos y corriéndolo de su propia casa. Para evitar que el problema fuera mayor, Oliver se fue y a los cuarenta minutos recibió una llamada del enano, diciéndole que tenía mucho miedo estando solo y que volviera. Esa noche la pasaron como si nada, porque a Nicolás le daba igual y siempre se salía con la suya, de hecho se comportaba indiferente y cuando se daba cuenta de sus errores se hacía la víctima y actuaba como si nada, olvidando su culpabilidad. El pelinegro lo entendía, sabía que ahora se lo soportaba porque estaba embarazado, pero no pensaba hacerlo cuando los bebés nacieran.


Fue así que pasaron las semanas en las cuales ya no había discusiones a máximo nivel, pero sí muchos estados emocionales de Nicolás. Había veces que se ‘sentía’ porque Oliver no lo abrazaba, y fue desde esos momentos que todos los días triplicaban su ‘momento cursi’, haciendo cosas aniñadas pero que a Nico le gustaban. Jugaban a armar rompecabezas, a piedra, papel o tijera, hacían aviones de papel y se decían millones de cosas cursis y ridículas. Algunas veces, Nicolás se ponía a llorar porque Oliver no lo miraba a la cara o cuando no le agarraba la mano, y otras se partía de la risa por cosas que no tenían sentido. Pero todo eso pasaba con Oliver, no con Kelle ni con nade más, sólo con Rudel, y era muy pesado cargar con todo.


En su semana 37, y siendo el primero de julio, Nicolás y Kelle se encontraban vagando por internet, viendo vídeos chistosos y de bebés. A Nicolás le comenzaba a interesar mucho sobre la alimentación de los bebés y sobre sus cambios. No sabía cómo estaba en la semana 37 tan tranquilamente, porque la mayoría de las embarazadas tenían a sus gemelos a las 36 semanas. En todo caso, según Frank, los bebés estaban muy bien y le habían programado cesárea a las 39 semanas por la buena evolución. Frank decía que era más recomendable para Noah y para los bebés. Lo que se necesitaba era que los bebés estuvieran bien maduros para no exponerlos a riesgos, no más, no menos.


Lo importante ahora, era que los bebés ya no podían ser prematuros porque costosamente habían estado estables. Nicolás se cuidaba mucho y Oliver le protegía hasta el último pelo. Además no le había sangrado el pene y sentía mucho los movimientos fetales de ambos gemelos, sin embargo, esa mañana algo lo preocupaba y era que le parecía extraño no sentir a sus bebés moverse. Más porque todas las mañanas lo pateaban duramente y esta vez no fue así. Era temprano y trató de acariciarse y reírse para animar a los bebés, pero nada.


—¿No se han movido? —Kelle le acarició la barriga, animando a los pequeñines. Sólo había movimientos mínimos, nada que ver con antes.


Eso preocupó de sobre manera al pelirrojo, quien agarró su celular y llamó inmediatamente a Oliver.


—Hey, bebé.  ¿Estás bien? ¿Ya comiste? —Nicolás se negó con la cabeza, pegando más el teléfono en su oreja —. ¿Pasó algo?


—Estoy preocupado, me levanté hace una hora y los bebés no se han movido como antes. Ellos siempre me patean mucho y ahora casi no se mueven, quiero ir con Frank.


La noticia golpeó fuertemente a Oliver; la voz asustadiza y seria que usó Noah, había sido terrorífica para él, y lo preocupó de sobremanera.


—En diez minutos estoy ahí, no te fuerces. Llamo a Frank, voy por ti y luego veremos lo que pasa.


—Pero ven rápido, te necesito aquí, aquí conmigo —rogó, respirando apresuradamente.


—Sí, cielo. Justo ahora estoy conduciendo, ¿quién está contigo?


—Kelle, ya me está ayudando a quitarme la pijama para cambiarme.


—Ponla al teléfono, por favor.


Nicolás obedeció, pasándole el celular a Kelle. Mientras Nicolás escogía la ropa que se pondría, Kelle habló con Oliver:


—No te despegues de él, por favor. Eres la única que puede distraer a Nicolás del pánico —musitó, suspirando. Kelle asintió.


—No te preocupes, Wolff. Todo estará bien. Maneja con cuidado, no te preocupes, yo lo cuido, sólo ocúpate de manejar con cuidado.


Luego de varios ‘sí’ por parte de Kelle, colgó, ayudando a Nicolás a ponerse un short-overol de maternidad, y unas sandalias bonitas. Nicolás amaba ponerse overoles últimamente y todos se habían acostumbrado a verlo así. Además lo  hacían sentir más fresco y libre.     


Ya listo, en diez minutos llegó Oliver, abrazándolo por la espalda y acariciándole la barriga, tomándolo por sorpresa. Duraron poco abrazados por la prisa que llevaban, pero el contacto permanecía latente. Nicolás caminó lentamente hasta la puerta, pero luego Oliver lo cargó y lo llevó con cuidado al vehículo. El camino fue muy rápido, eran apenas las once y media de la mañana y Frank, como siempre, estaba ahí para atenderlos. Por medio de una ecografía monitorearon la estabilidad de los gemelos, descubriendo que uno de ellos tenía el cordón enredado en el cuello. Ese tipo de amarres eran muy cotidianos y se desenredaban fácil por lo resbaladizo del cordón umbilical, pero había algo preocupante, y era que eran tres vueltas  y todo daba a indicar que estaba algo apretado en un bebé. Al checar los latidos  del corazón de ambos, Frank se dio cuenta que era un caso difícil. Uno de los bebés, la nena, marcaba lentitud en su pulso, y era preocupante.


—¿Está muerta? —La voz de Nicolás se quebró. Oliver lo miró de re ojo, luego observó a Frank


—No,  sólo que si esperamos más tiempo, puede complicarse más y llegar a asfixiarse. Lo primero que necesito de ti, Nicolás, es que te calmes. Prepararé todo para cirugía. Los bebés tienen pulmones maduros y tienen todo lo necesario para nacer. Sé que queríamos esperar hasta las 39 semanas, pero los bebés no muestran ánimos para salir, de hecho creo que les gusta mucho estar todavía en tu vientre.


—Pero, entonces si uno tiene el cordón  enredado, ¿por qué el otro no se mueve?


—Son gemelos fraternos, cuando uno se movía, le seguía el juego el otro, pero si uno deja de moverse, entonces ya no hay diversión. Pero están bien, sólo necesitamos que te calmes, es probable que para hoy por la tarde tengas a tus bebés. Todo está bien, ambos bebés están vivos y lograremos sacarlos con bien. —Nico asintió, sintiendo la mano de Oliver acariciar su brazo.


Pero aunque Frank dijera que todo estaba bajo control y prometía cesárea y bebés para esa tarde, Nicolás no aguantó la presión y se puso a llorar en brazos de Oliver, quien le hablaba al oído y le decía que todo estaba bien, que se calmara, y que estaría con él en todo momento. Durante varios minutos, Oliver se aseguró  de no soltarlo para mecerlo entre sus brazos, depositando en el chiquillo todas sus fuerzas para que no tuviera miedo.

Notas finales:

Mañana subo el otro cap, ya lo tengo listo n_n

 


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