Capítulo 3
“Mi amor es duradero”
Todo daba a indicar que era el lugar indicado. Había un escritorio y un pasillo que parecía dar hasta los salones de entrenamiento. Nicolás encontró el lugar perfecto para profundizarse en el yoga y el ballet, que por cierto, iban tomados de la mano. La pancarta de afuera decía que proporcionaban clases de yoga y Ballet seguidas, además de dar precio por aquellas dos. Era una promoción muy buena, ya que Nico solamente sabía que aquellas clases las cobraban por separado y en diferente lugar, pero al parecer llegó en el momento indicado. Aparte de ésas, en ese amplio lugar ofrecían clases de zumba y un programa para personas con obesidad que buscaban bajar de peso sanamente por medio de dietas simples y ejercicios que iban subiendo de nivel. Y justo a un lado de ese negocio bien construido, estaba un gimnasio. Todo se veía muy monótono, como si esa área fuera específicamente para gente que buscara poseer buena salud física y mental, pues a dos puestos más adelante, se encontraba un consultorio que ofrecía servicios psicológicos.
Nicolás ciertamente también buscaba salud mental. Era cierto que estaba esforzándose con su padre, así como también había sobrevivido sin Oliver, sin embargo, seguía teniendo ansiedad. Y para calmarla, lo mejor era usar técnicas de relajación. El yoga ofrecía esas técnicas, así como también el calentamiento del Ballet, al menos eso podía saberlo. Practicar aquello lo ayudaría a mantenerse en calma y estable.
—¿Lo puedo ayudar en algo? —Una señorita delgada y con cabellera negra, le habló cuando inmediatamente se acercó a la salilla de obtención de información. El lugar era muy extenso que incluso portaba con una sala de espera y de indagación de datos para acumular nuevos clientes.
—Quiero formar parte del grupo de yoga y ballet —comentó—. Vi que tiene una promoción que tiene que ver con esas dos clases.
—En efecto. Ofrecemos una clase de yoga y seguida la de ballet. La encargada es la misma persona y tiene experiencia. El precio es menos al que pagaría por cada una. Podríamos llamarla como dos por uno —añadió, sonriendo ampliamente.
Nicolás también sonrió. A decir verdad, le agradaba mucho esa promoción, no por ser económica, sino por ser seguidas e impartidas por la misma persona.
—¿Cómo me inscribo? —Preguntó, buscando con la mirada los profundos ojos oscuros de la fémina. Aquella era una especie de secretaria y entrenadora. Quizá ella era la que proporcionaba las clases de zumba, pues su vestimenta era simple y llevaba lycras, y sobre su frente había una toalla para secar el sudor. Nico pensó que ese lugar era bastante familiar e interesante.
La señorita fue hasta su asiento, se sentó e inmediatamente le impulsó dos hojas. Ahí debía anotar su nombre y ella lo trascribiría después, cuando ya no estuviera tan agitada.
Al paso de los segundos, el pelirrojo se anotó, dio sus señas específicas y supo que su maestra sería una mujer muy joven de 25 años. No era muy grande de edad, de hecho era un año más joven que su esposo, y eso lo hizo sentir seguro. El horario de aquellas sesiones era diario, de 9 am a 11 am. Para Nico fue genial, aunque parecía muy corto. De igual forma, aceptó y pagó el primer mes.
Acabado el pequeño trámite, lo invitaron a conocer las instalaciones. Él aceptó, caminando tras la pelinegra. Pasaron por el largo pasillo y por algunos salones. Para la sorpresa del chico, eran mucho más grandes de lo que pensó.
El primer salón que pisaron fue el de yoga. Al entrar, podía sentirse la relajación. Era de un color blanco con un poco de rosa pastel, había un dispensador de agua en una esquina y colchonetas, además de instrumentos para estirar el cuerpo. Después pasaron al de Ballet, que estaba justamente a un lado. Al entrar, Nico notó que había un gran espejo. Uno muy grande, tubos para practicar, y era muy bonito. El piso, al igual que el salón de yoga, era de parquet. Los colores que rondaban eran blanco con café, y se miraba demasiado elegante como para ser un simple salón para aprender ballet.
—¿Son de tu agrado? —Aquella mujer lo sacó de sus sueños.
Nicolás asintió, dibujando sobre sus labios una entusiasmada sonrisa. Estaba seguro que sería muy divertido practicar ahí. Esperaba por tener su primera clase ya.
—Mi nombre es Anke —Se presentó, estirando la mano —. El tuyo ¿es? —Le preguntó como si no hubiera visto su nombre completo apuntado en las hojas que le recogió, pero estaba segura que esa era una buena forma para sacarle conversación al chico.
—Nicolás —respondió sumergido de nuevo en sus pensamientos. La mujer se acercó a él y le peinó los cabellos que rebeldemente se le escaparon y le cayeron sobre los ojos.
Al tacto, Nicolás dio un paso hacia atrás. No se esperaba esa caricia. La única persona que lo acariciaba así era su esposo y algunas veces Tomás o su padre, pero una desconocida no, y eso lo dejó sin palabras. Estupefacto, se relamió los labios y alcanzó a entornar los ojos varias veces. La mujer lo observó bien, luego dijo:
—Tenías el cabello todo loco, así que…
—No importa —repuso, cruzándose de brazos.
El modo hetero de Nicolás lo hizo razonar y darse cuenta que esa mujer estaba coqueteando con él. Si al menos ella supiera que tenía esposo y que lo amaba con todo su ser, entonces no estría usando sus tácticas de seducción. Noah recordaba que él anteriormente usaba la técnica de poner tras la oreja un mechón de cabello en las mujeres, para así conquistarlas y llevarlas a la cama. Sin embargo, no sabía si exactamente aquello se podía practicar con hombres. Pensó en que quizá ella se había dado cuenta que era muy afeminado. También pensó que a lo mejor la mujer era lesbiana y que lo había confundido con una mujer, y que por cierto, descartó al instante cuando notó que la pelinegra se sonrojó mucho y luego le dijo:
—Es que eres muy guapo.
Luego de escuchar eso, Noah sonrió en sus adentros, dándose cuenta que era verdad cuando se decía que lo prohibido era lo más deseado. En todo caso, Nico era demasiado prohibido para todos y aunque eso lo pusiera en peligro y también lo llevara a futuros enamoramientos unilaterales con hombres y mujeres de diferentes edades, se lo tomaría con calma. Porque sabía que era guapo y que podía causar ese sentimiento en muchas personas.
—Gracias, preciosa, pero estoy casado —musitó, sonriéndole.
Precisamente, ése era el ataque que debía dar de a principio, para evitarse los malos entendidos.
—Tu instructora está allá —Señaló, olvidándose del tema anterior. No era que quisiera y que lo hubiese superado, sólo era demasiado vergonzoso como para dejarlo colado. Era mejor olvidarse de todo y volver a empezar.
—Viveka —espetó ella, apenas llegando y presentándose ante Nicolás.
El pequeño alzó las cejas. Contento y apresurándose, la saludó.
—Nicolás. —Extendió la mano —Mucho gusto.
—Él es su nuevo cliente, se ha inscrito hace unos minutos —comentó Anke, pasándoles por un lado y yendo de nuevo al escritorio —. Los dejo.
Viveka se quedó a solas con Nico, inspeccionándolo de arriba abajo y manteniendo una sonrisa enorme. Era muy corto de edad y tenía buena complexión. Inmediatamente supuso que asistiría a las clases de yoga y ballet, pues cuando entró al lugar vio que un joven de 16 años estaba recién anotado en la promoción.
Para ella era muy interesante, pues en sus sesiones no tenía ningún hombre, de hecho Nicolás era el único hombre en sus clases.
—Eres muy joven y te vendrán bien las clases. ¿Tienes experiencia?
Los ojos de Nicolás rodaron, pensando un poco.
—Tengo condición. Soy bailarín y solamente quiero aprender del Ballet. Sobre el yoga, espero que esas sesiones me ayuden a relajarme. He tenido problemas de ansiedad y aunque tengo el amuleto que mi padre me dio, deseo aprender a concentrarme y a relajarme —le dijo seriamente.
La mujer asentó con la cabeza.
—Supongo que ya visitaste los salones. ¿Te gustan? —Nico dijo que sí—. En unos minutos comienza la primera clase. Y además tienes suerte, chico, pues apenas estamos comenzando y tendrás el mismo nivel que los demás.
—Sí, fue por eso que más me animé. Estas son las primeras clases y no me preocuparé por no ir avanzado —señaló aprobatoriamente.
Minutos después. Las clases comenzaron. Hubo un momento de bienvenida, en el cual todos se presentaron para conocerse. Y era verdad. Nico era el único hombre y eso pareció incómodo al principio, pero al final resultó como en casa. Al fin de cuentas, Nicolás era bisexual y estar con mujeres resultó como cuando estaba con Tomás, Caroline, Ana, o con Olivia. Sin embargo, Nico no llevaba nada consigo, por lo cual Viveka le prestó unos pantalones holgados y frescos, que ocupó para la relajación.
Nico tardó mucho para poder concentrarse, pues había mucho silencio y solamente la voz penetrante de Viveka resonaba, pero después de cerrar los ojos y hacer las correspondientes respiraciones, estando sentado con las piernas dobladas y sobre la colchoneta pequeña, pudo desconectarse de su mundo y encontrar estabilidad física y emocional. En su trance silencioso y de completa relación, Nicolás se meció, envolviéndose en los momentos de felicidad. Tensar y destensar sus músculos lo ayudaron a controlarse, y sus respiraciones a caer en plena hipnotización. Cuando despertó y estiró su cuerpo, siguiendo la rutina, se sintió muy liviano. Tanto que inclusive se había olvidado de todas sus cargas emocionales.
Al terminar la clase, Viveka le prestó unas mallas color negras, que se recogían con tirantes delgados. A Nicolás le quedaban bien, sin embargo sus pezones quedaban expuestos y eso lo hacía sentirse muy avergonzado. Además sólo era un entrenamiento, por lo cual decidió ponerse una camiseta de tirantes para que le cubriera. Ya listo, fue obligado a hacer estiramientos para que tuviera flexibilidad. Al calentar, comenzó a moverse como si bailara, pero lo cierto era que apenas era un principiante y aunque tuviera noción de lo que era el ballet, primero debía ser muy flexible y luego aprender a danzar. Para su suerte, Nico pudo abrirse de piernas totalmente después de varios intentos, y aunque le doliera, utilizó las técnicas de respiración para poder mantenerse así por mucho tiempo.
Ese día no hicieron mucho, pero la encargada les encargó ropa acorde, bueno, eso fue específicamente a Noah ya que no había llevado nada elástico ni cómodo consigo.
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Al salir, Nicolás fue directamente a comprarse ropa para utilizar. Entró a una tienda cercana y se llenó de ropa de entrenamiento. Compró shorts cortos y de lycra, mallas de varios colores, de caderas a tobillos y otras de tirantes que cubrían desde su torso hasta las plantas de sus pies. De lo que también se surtió fue de zapatillas para varones, a la vez que también aprovechó para comprarse dos pares de tenis nuevos, esta vez compró unos pumas.
Gastó una enorme cantidad de dinero, pero lo disfrutó. Saliendo, se fue caminando directo a casa. Debía dejar todas las compras. Cuando apenas las dejó, volvió a salir, llevando consigo más dinero por si quería comprar algo más. Se dirigió hasta la casa de Tomás poco después, sin embargo, cuando trató de cruzar la calle, una persona mayor lo hizo encogerse. La mujer se veía cansada con sus varias bolsas de alimentos, causando en Nico una grande mortificación. Así que prefirió ayudarla a cruzar la calle y sin pensarlo, ya la había llevado a su casa rápidamente, incluso se disculpó por no tener carro propio. Luego se lo compraría y sacaría su licencia de conducir, le propuso, aunque no la conocía, pero aquella mujer era muy adorable como para escucharlo hablar de cualquier tontería. Después de despedirse de ella, se sintió bien. Había poca probabilidad de que volviera a encontrársela y esa había sido un buen acto.
Para más tarde, el pequeño pecoso ya estaba cenando con su padre. Éste trató de preguntarle directamente si se había encontrado con Oliver por casualidad, pero no pudo, así que después de dos horas pudo preguntárselo, sin embargo el pequeño se negó, diciendo que no. Salomón pensó que su amigo tenía muy mala suerte. Demasiada mala suerte.
Oliver no pudo dormir lo suficiente esa noche.
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Después de tres días, Nicolás ya estrenaba su nuevo auto. No era muy costoso, ni del año, pero era bonito. Era un munstang 2013 en color blanco. Salomón no quería dejarlo manejar, pero firmó para que pudiese hacerlo. Tomás y Nico salían mucho a pasear y aunque algunas veces Nicolás comenzara a tener ansiedad, lograba calmarse. Y sin perder el tiempo, Nico aprovechó su tiempo libre para distraerse en casa y desvelarse viendo series homosexuales. No era mucho su estilo, pero se había enamorado demasiado de Queer as Folk, y amaba con todo su corazón a Justin y Brian. Peleaba frente al computador, maldecía a los protagonistas y lloraba a mares por la dramática historia recién encontrada. La serie tenía años, pero no sabía que existía.
—¿Por qué estás llorando? —Tomás le preguntó al verlo hacerlo frente a la laptop.
—¡Porque Justin está herido y no puede volver a dibujar! —Gritó, calmando a su cabalgante corazón.
Tomás abrió mucho los ojos y se acercó a la pantalla, mirando las escenas, pero se retiró cuando Nicolás cerró la pestaña de la página y con ella, la laptop.
—Eran tan felices, Tomás….¡Eran jodidamente felices! Habían bailado juntos y de pronto… de pronto un maldito chupapollas golpeó a Justin en la cabeza y lo hizo entrar en coma… ¡Brian lloró mucho cuando eso pasó, y ahora la puta madre de Justin le pide a Brian que se aleje de su hijo!… ¡No es para nada justo! Esa perra tiene que pagar por eso —espetó, bastante consternado.
—Supongo que lo tiene que pagar todo —comentó Tomás algo confundido. No conocía esa endemoniada serie y no quería verla, incluso se quedó dormido cuando Nicolás la puso y por toda una tarde para ver la mitad de la primera temporada. Lo que Tomás podía decir abiertamente, era que esa serie era muy explícita y que había mucho sexo en cada capítulo —. Vamos a comprar tu despensa, y luego a hacer la cena ¿qué dices?
—¿Y quieres que deje a Justin solo en estos momentos? —Alzó la voz, negándose frente a su mejor amigo —. No puedo dejarlo solo… ¿Qué tal si cae en depresión? —Preguntó alarmado y bastante metido en la historia. La sentía tan real que incluso ya había descargado toda la música de la serie y se había hecho amigo imaginario y fan de los protagonistas. Tomás estaba seguro que sería un gran golpe cuando terminara todas las temporadas de la serie, para ese entonces tendría una depresión post serie.
Tomás se daba cuenta que amaba esa historia porque él sabía lo que era mantener una relación con un hombre, quizá… quizá lo hacía recordar a Oliver.
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Pero ahora estaban de compras y aunque a Tomás le costó trabajo llevarlo, ahí lo tenía, escogiendo las papas.
—Y me he informado… ¡acaba de terminarse una serie homosexual muy buena! —Gritó alucinado, logrando que con su voz muchos voltearan a verlo. Tomás se puso rojo y trató de huir, pero Nicolás se había colgado de su brazo y eso era como amarrar un perro al árbol —. Se llama Looking, hay muchas pollas viejas, pero se ve interesante… Se trata de unos amigos que…
—Supongo que está demasiado buena, sería genial que no me contaras hasta verla juntos —dijo, callando a su amigo. Eran mentiras, pero preferible era mantenerlo con la ilusión, ya después volvería a dormirse cuando el pelirrojo pusiera la serie toda una tarde.
—Sí, igual saldrá la segunda temporada en muchos meses más, pero tenemos que verla juntos. Se ve muy buena, y hay menos cuerpos desnudos que en Queer as Folk —Se enfocó en ese dato, levantando el dedo, demostrando de ese modo la importancia de las escenas al desnudo.
Tomás dijo que sí y siguió escogiendo papas.
Al llegar a la caja, fueron afortunados al ver que la fila no era muy larga. No obstante, un problema hacia que la fila no avanzara y que muchos abandonaran esa caja. A los pocos segundos, Nicolás y Tomás fueron los segundos, detectando que la del problema era una anciana. Al parecer, a ella le faltaba dinero para pagar su cuenta y seguía buscando en su monedero, como si deseara que en un rinconcito alguna moneda apareciera como por arte de magia.
Nicolás sacó un billete y se lo dio, mirándola de re ojo. La señora se dio la media vuelta para verlo y agradecerle, y cuando apenas lo hizo, se quedó sumergida en sus ojos. Nico la observó bien y aunque le resultó familiar, no dijo nada. La señora pudo pagar la cuenta y le dio el sobrante al pelirrojo, pero éste se negó, dándole todo a ella.
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Esa tarde, Tomás soportó a su amigo riendo, peleando y llorando. Ni siquiera podía entenderlo, pero su amigo ya estaba en los últimos capítulos de la segunda temporada de Queer as Folk, y se sentía muy desesperado por el inesperado rompimiento de Brian y Justin, pues al parecer, éste último se había encontrado a un hombre que tocaba el violín y que parecía ser mejor que Brian. Lo último lo supuso al escuchar los gritos del pelirrojo, articulándolo con mucha seriedad.
Esa noche, Nicolás se acostó muy preocupado por Justin y Brian, pero sabía que tenía que levantarse temprano para ir a sus clases de yoga y ballet, cosa que lo obligó a dormirse antes de lo acordado.
A la mañana siguiente, se levantó temprano, se vistió con unas mallas negras en conjunto con una camiseta de tirantes blanca y una chamarra gris y sin dudarlo, se dirigió hasta sus clases. Aparcó el auto en el estacionamiento privado del lugar y al bajar, se encontró con Oliver a tan solo unos pasos de él.
Rodó los ojos para verse la pulsera que su padre le había regalado días antes y sonrió como si nada estuviese pasando, aunque en el fondo se sintiera muy traicionado. Respiró profundo y sin importarle nada, oprimió el botón de la alarma de su coche.