Capítulo 6
“A ver si lo vuelves a hacer”
Con su mano todavía cubierta de una capa delgada de sangre y semen, Nico cerró los ojos y contó hasta cinco. Lo hacía para despertar de lo que creía era un sueño. Más sin embargo, al abrir los ojos, dio un brincó, parándose de la cama. Su erección ya había bajado por el susto y por la previa eyaculación, y su rostro se había puesto muy pálido. Jamás le había salido sangre por hacerse una paja ¿Se la había hecho demasiado fuerte? ¿Tenía alguna enfermedad? Lo último lo descartó. No podía estar enfermo de nada. El médico lo había checado anteriormente junto a Oliver, así que era imposible que tuviera algún padecimiento. No obstante, luego recordó aquel día que le dolió todo el cuerpo, aquella vez que estaba en la oficina de su esposo.
Sin dudarlo, se mareó ante el susto. Cerró los ojos, aplanándoselos con fuerza, negándose. Él no podía estar enfermo. No ahora. Nunca debería enfermarse. Pero, ¿qué era esa señal? ¿Era acaso por las drogas? ¿Se había rasguñado la polla con las uñas? Pensó hasta lo más absurdo.
Sólo había sido una paja muy ruda y nada más. Se quedó con eso. Fue a bañarse y cuando se limpió el pene cuidadosamente, se sintió tranquilo. No quiso ver su miembro. Sólo lo hizo cuando el agua le caía encima; Nicolás odiaba preocuparse, odiaba ir al médico. Odiaba todo lo que tuviera que ver con la medicina y además si iba, tenía miedo de que le dijeran que portaba una enfermedad. Por tal caso, prefirió estar así, algo tranquilo y pensando que sólo había sido un descuido de su parte.
A la mañana siguiente, después de verse la ropa interior, notó que había vuelto a sangrar. Era sólo un poco, algunas manchas que se alcanzaban a ver, pero sólo eso y nada más. De vuelta, se metió a bañar, limpiándose los restos de sangre, se puso unos calzoncillos negros ajustados y temeroso, puso un pedazo pequeño de gasa, por si volvía a sangrar. De igual manera, iba a ponerse unas mallas negras y si llegara a manchar su ropa, entonces no se vería.
Cogió su bolsa-pañalera y metió en él un cambio de ropa por si las dudas. Se maquilló un poco, y se perfumó la piel con una carísima crema para cuerpo. Llevó consigo unas zapatillas de ballet y se fue inmediatamente a sus clases. Ese día, no logró manchar su ropa, pero eso no quería decir que no estaba nervioso y muerto de pena cada vez que se movía de un lado a otro. Se sentía incómodo y al parecer, varias mujeres lo notaron.
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—¿Te sangró la polla con una paja? —Tomás y Kelle alzaron la voz al escuchar lo que el pelirrojo le contaba a ambos.
Nico se arrepentía en esos momentos por haberles comentado su asunto privado. Era un secreto, pero después del tercer día sangrando, les dijo, No comentó antes por miedo, pero estaba aterrado y tenía que decírselo a alguien y no precisamente a su padre. No quería preocuparlo.
—Es que ya no lo sé —murmuró, encogiéndose de hombros y apretando las piernas, escondiendo de ese modo su entre pierna.
Hablar de sangre lo hacía sentir temeroso, pero hablar de sangre saliendo de su polla, era espeluznante. Era poco común y no quería buscarlo por internet. Estuvo a punto de vagar por Yahoo preguntas y respuestas, pero para no hacerlo tuvo que desconectar la internet.
—¿Cómo qué no? —Kelle gritó, llevándose una mano a la frente, golpeándosela dramáticamente. La polla de Nico no podía sangrar y si era necesario, lo obligaría a bajarse los pantalones y curársela para que el pelirrojo volviera a ser feliz—. ¿Acaso te la jalaste muy fuerte? ¿La rasguñaste o algo? La primera regla de una paja es cuidarla siempre que la amanses, además sabes yoga, pudiste habértela chupado tú mismo —Se quejó, volviéndose a golpear en la frente.
—¿Pero de verdad te sangró? —Son podérsela creer, Tomás le volvió a interrogar—. ¿Y sacaste semen o pura sangre? —Quiso ser más específico.
Nico dio un respingó y comenzó a caminar por todo su cuarto.
—Era semen y sangre, pero no es mucha, sólo es como si me hubiese pinchado con algo o rasguñado —compuso, virando hasta sus dos acompañantes.
Ninguno de los presentes parecía ver la situación con sensatez. Y es que era imposible que el pene sangrara con una paja, a menos que… a menos que…
—¿Te pajeaste con un rallador de queso o algo así? —Kelle se alucinó, yendo hasta el computador de Nico para buscar inmediatamente sobre los posibles peligros randoms de rebanarse el prepucio con un rallador de queso.
—¿De dónde iba a sacar un rallador de queso estando en mi cuarto? —La encaró, asustándose por los alocados pensamientos de Kelle.
—Yo tenía un rallador de queso en uno de mis cajones —espetó—. Ya sabes… siempre se podía ofrecer —dijo con cara de “No es bastante obvio”
Por primera vez, Kelle pensó que Nicolás no sabía de los verdaderos usos de un buen rallador de queso guardado en algún lugar de la recámara. Podía ser tan útil, que inclusive le pareció una ofensa que Nico no supiera que era muy importante guardar uno en su cuarto.
—¿Un rallador de queso? —Tomás se acercó a Nico —. ¿Te rallaste la polla como si fuera queso cheddar? —Preguntó como si lo que Kelle dijera sonara algo muy común.
—¡Por supuesto que no! Fue con la mano, me di una paja simple, sin nada de nada, sólo con la mano.
Sin embargo, Kelle comenzó a pensar, buscando otra explicación que pudiera evidenciar el sangrado.
—No hay más dudas. —La voz de Kelle sonó en su mayoría, con seriedad. Lo que iba a decir era sumamente importante y no podía tomárselo a juego—. ¡Se te va a caer el pene! —Exclamó
—¡Kelle! —Los dos gritaron, asustados.
—Eso es lo único que puede suceder. Es como cuando te sale pus y se te pudre la piel, de seguro se te va a caer el pene y te da señales de sangrado, ya sabes… avisándote lo que en un futuro pasará. Mucha gente vomita sangre y muere, pero como es tu polla, entonces de seguro sólo ella va a morir, pero no te preocupes, puedes utilizar el vibrador que te regalé —detonó muy segura de su afirmación, asintiendo tenazmente con la cabeza —. Pero si no te sale pus, entonces eso quiere decir que tu pene tiene razones para recuperarse, sólo necesita medicarse y todas esas mierditas. —Razonó como toda una profesional.
Los ojos de Nico se paralizaron. Por un instante le creyó a Kelle, pero luego se relajó y contó hasta diez. Tomás hizo lo mismo. Hablar de un pene no era fácil y ese tema sería un debate por mucho rato más.
—El pene no se me puede caer así de fácil, es muy resistente, yo lo sé —Nicolás afirmó, recordando que su extensión era muy sagrada y fuerte.
—Quizá te la jalaste tan fuerte que se te aflojó o algo, así como las gallinas cuando les truenas el cuello —defendió su punto, recordando a sus antiguas gallinas que fueron asesinadas cruelmente por dos hombres muertos de hambre. Aquella vez buscó venganza, pero luego su alma se envenenaría y eso ya no era aceptable. Así que lo dejó pasar, sólo teniéndolo en mente cuando algo semejante pasara, como ahora. Aquella vez no pudo salvar a sus gallinas, pero claro que salvaría la polla de Nicolás.
—¿Entonces qué más puede ser? —Tomás gritó algo resignado con la explicación de Kelle. La única que daba supuestos era ella y al parecer, era también la única que pensaba las cosas más a fondo.
—No te preocupes, pasiva. Yo salvaré tu pene, sólo déjame pensar un poco más y quizá sea algo más sencillo de explicar, no como todas esas cosas poco existentes. Pero este es un caso único ¿y si lo mandamos a televisar?
—¿A televisar? —Nico titubeó.
—Sí, no a todos los hombres les sangra por jalársela. Quizá puedas ser famoso y tener un club de fans —le explicó ella, acariciándose la barbilla.
—Nadie más debe enterarse de esto, por favor —musitó, viendo a sus dos amigos.
Kelle asintió, Tomás también.
Luego de unos minutos discutiendo sobre la polla de Nico y el posible pene caído y podrido, Kelle pensó en algo que quizá podía explicarlo todo.
—Creo que tengo la verdadera respuesta a todo esto —les dijo a los dos—. Pero necesito que me digan la verdad —continuó muy seria, asimilando que Tomás podía ser complotero—. Nicolás ¿Acaso estás en tu periodo?
La boca de Nico se abrió y cayó hasta el suelo. Era absolutamente imposible. Por supuesto que no.
—¿Periodo? —Cuestionó, no porque no supiera lo que era, sino porque era gravemente imposible que eso le pasara a él.
—Sí, cuando a una mujer le sale sangre por la vagina, ah…y también es llamado ciclo menstrual —Le explicó, aunque no era necesario. No era para nada necesario—. Viene cada 28 días y algunas veces puede usarse toalla sanitaria o un tampón, y …
—Sí, sí sé lo que es —la calló, mordiéndose el labio —. Pero eso es imposible. Soy hombre, Kelle. A los hombres no les pasa eso. Eso es imposible.
—¿Quién lo dice? —Alegó—. No sé, de seguro eres mujer, pero luego perdiste la memoria y sin lugar a dudas cambiaste tu cuerpo, a lo mejor tu pene es falso y todo este tiempo creíste que era verdadero… a lo mejor fue un choque o una caída lo que te hizo olvidar tu verdadera naturaleza —Se lo expuso como si de una novela se tratara.
Tomás abrió mucho los ojos, pensando en esa historia que quizá podía ser verdad… pero luego se negó. Eso era demasiado estúpido… y Nico no podía ser mujer, joder… tenía un pene como cualquier hombre y además Tomás sabía que era de género masculino; eran amigos y conocían sus cuerpos y el pene de Nico era más real que Kelle.
—Es mejor comer helado de fresa y vivir felices por siempre. Fin —Nico puso punto final, saliendo de su recámara y dejando a Tomás con la duda de su pene enfermo. Kelle se negó con la cabeza, pensando en que si Nicolás la hubiera escuchado, entonces su problema estuviera resuelto.
Después de ese día algo extraño, los demás fueron semejantes. Su pene había sangrado cuatro días más, todos con poca sangre a excepción de uno de los últimos; ese día sangró más de lo común e incluso tuvo que ponerse tela para envolver su miembro. Era ridículo, pero esperaba a que se le pasara. Si a la semana la sangre no se iba, estaba seguro que iría a revisarse.
Cuando aquella semana pasó, Nicolás descubrió que su pene ya no sangraba y comenzó a sentirse como antes y sin preocupaciones. Ya no había tocado el tema con sus amigos, pues les aseguró que su pene ya no sangraba y que no había de qué preocuparse. Lo único que pareció arruinarle la semana, era que durante y después de ese tiempo con el problema de su pene, sus compañeras de ballet y yoga lo habían estado molestando antes y después de las clases.
En esos días, cuando Nicolás apenas iba a sus clases, se encontraba con cajas de pestañas postizas, labiales e incluso paquetes de toallas sanitarias. Las mujeres, que eran por cierto, la totalidad de ese ambiente, le chistaban y le decían cosas, riéndose de lo femenino que se veía. Unas veces le rompieron sus mallas, otras le perdían sus zapatillas, y algunas otras le pegaban una toalla sanitaria con colorante rojo en el centro, como si fuese sangre, en la parte trasera de su auto. En el tráfico, Nicolás se daba cuenta de las risas de la gente y cuando se bajaba para ver qué había de malo, se encontraba con eso y lo hacía sentirse muy molesto.
Le estaban haciendo Bullyng y eran nada más y nada menos que mujeres. Nicolás podía irles a decir que pararan, que estaba harto, pero se detenía porque era hombre y eso podía ser injusto por el simple hecho de meterse con féminas. Nicolás no era de esos, él respetaba a las mujeres, pero la situación lo seguía descolocando.
Lo cierto era que había posibilidades de que ellas lo molestaran con toallas sanitarias porque quizá lo vieron manchado o notaron que algo andaba mal en él, pero eso dolía mucho. Era acoso y poco faltaba para violencia, pues las habladurías iban aumentando día con día. Nicolás incluso ya no quería ir a sus clases. Y eso era deprimente, pues según la maestra, él era el que iba mejor que todos. Nicolás era muy buen aprendiz y hasta el momento era el mejor, quizá eso podía causar el bullyng por parte de sus compañeras, pero no sabía muy bien.
Un día, ya suficientemente cansado, Nicolás le comentó a Kelle lo que sucedía en sus clases. También alcanzó a decirle a Tomás, pero sólo de pasada, asumiendo, según él, que no era la gran cosa, pero lo decía para poder sacarse todo el pesar. Lo que Nicolás no pensó fue que Kelle, sin decirle nada, fuera a sus clases y se agarrara de los pelos con todas esas viejas inmaduras.
—Y que sea la última vez, pinche vagina sudada. —Con todas sus fuerzas, tiró al suelo a la cuarta en ese día. Era muy temprano y Nicolás todavía no llegaba a sus clases, pero todo se volvió más fácil cuando escuchó lo que esas viejas tramaban, fue así que descubrió que las malotas eran ellas —. ¿Vas a gritar? ¿Qué esperas para hacerlo? —La pateó, viendo como las demás se encontraban tiradas, sacando a la vez uno de sus dildos, poco bonito por cierto, y metiéndoselo a la boca. Le aplastó la cara con el zapato y le tomó una fotografía, en la cual se miraba “chupando un dildo, mientras era humillada y pisoteada por un tenis Nike, tenis que horas antes pisó caca de perro sin querer” —. Si sigues molestando, publicaré tu puta foto en las redes, al igual que el vídeo que he sacado, a ver si te gusta que te chinguen la puta madre.
Y cuando apenas quiso irse, se encontró con el mismo hombre del banco. Oliver le había hablado, deteniéndola y pidiéndole hablar. Oliver había ido muchas veces, pero no tenía el valor para hablar con Nicolás, sin embargo, al ver a esa mujer mayor, decidió invitarla a desayunar y aprovecharía ese momento para platicar con ella sobre algunas cosas que no le parecían, otras que lo preocupaban y más que nada, Oliver deseaba saber qué era ella de Noah. Kelle sonrió y decidió ir con él, deseaba echar chisme, luego se lo contaría a Nicolás y se armaría la fiesta.
Ese día, cuando Nicolás llegó, se encontró con las mujeres y todo fue bastante tranquilo. Por la tarde le contaría a Kelle que por arte de magia lo habían dejado de molestar.