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Tríptico por turumpssss1

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Notas del capitulo:

¡Disfruten!

Al día siguiente de la llegada de Hisoka, Gon decidió que era hora de volver a cortarse el cabello. Una forma de recomenzar con todo. Su noche se había resumido en pensar sobre qué hacer. No poder ocupar Nen y no tener la disciplina suficiente para entrenarse por su cuenta, lo había sumergido en un sinfín de corrientes negativas, y sin Killua… sin sus aventuras, se sentía estancado. Pero, luego de aquella noche, había recapacitado: había pasado la prueba para ser cazador, ambas; había podido ganar la Isla de la Ambición, había participado en conjunto con otros cazadores, de una de las misiones más peligrosas –y dañinas- de la cual nunca pensó que podría participar.


Él podía hacerlo. Podía volver a levantarse, siempre lo hacía. Sólo necesitaba a alguien que lo guiara, menos que su maestro Wing, pero que lo encaminara, ¿Hisoka podría hacer eso, cierto? ¿Lo ayudaría o se daría por desentendido?


Cuando bajó, Mito preparaba el desayuno mientras Hisoka tomaba un café. Le ayudó a Mito, mirando de reojo a Hisoka. Nunca pensó que se encontraría en esa situación con el joker, menos que él se encontraría en su casa en Isla Ballena; pero era real, lo más tangible que había sucedido en meses desde que había vuelto de reencontrarse con su padre, Ging.


“¿Cómo dormiste Gon? Te oí moverte mucho en la noche” preguntó Mito.


Gon sólo rio nervioso “Tenía cosas que pensar Mito, siento si te molesté”.


Mito lo miró extrañada, luego le sonrió delicadamente dejando la taza que tenía en sus manos en el individual “se escuchó tan maduro Gon, no cabe duda que todos esos viajes no solo te hicieron crecer físicamente” luego, entretenida agregó “y bueno, tu pelo es una muestra clara de ello”.


“Ah, respecto a eso… ¿te importaría cortarme el cabello? Me es un poco incómodo para entrenar”


“¡Pero Gon! Justamente estaba aprendiendo nuevos peinados para practicar en tu cabello, dame un mes más… además, te ves bonito así” Mito sabía que estaba mintiendo, y sabía que Gon sabía que estaba mintiendo, pero no le importaba; peinarlo se había convertido en una rutina que hacía una frágil ilusión de lo que había antes entre ellos.


“¡Mito! ¡Parezco una niña! Y tengo que admitir que me da un poco de vergüenza estar así frente a mis amigos” Miró de reojo a Hisoka, el cual seguía la conversación sin opinar. Aun así, el aludido miró directamente a Gon cuando él dijo amigos.


“Si es por mí, no te molestes, el cabello no se ve mal. Además, amarrado, no debería ser de ni una dificultad para un cazador profesional como tú, Gon”


A pesar de las palabras aparentemente alentadoras de Hisoka, Gon no podía dejar de pensar que quizá el mago se estaba burlando de él, como en muchas otras ocasiones en sus continuos encuentros; pero había algo, algo, que le decía que esta vez no estaba bromeando.


“Es que… es-es… que…”


“¡Ves Gon, no hay ni una razón para cortarte el cabello! Además, sabemos que volverá a crecer en poco tiempo y volveremos a tener la misma conversación. Pero si tú lo deseas… podemos hacer algo con tu cabello”.


Mito, al igual que Gon, era terca. Pero a pesar de eso, también era muy funcional. Habían pasado cosas extrañas desde que Gon había llegado después de su aventura con Killua, ella no sabía qué, a pesar de conocer de su reunión con Ging. Había una parte del puzzle que Gon no quería contarle y no había nadie más que pudiera hacérselo saber más que él. Pero parecía más cerrado, más triste y un poco más viejo, como si hubiera pasado por cosas horribles.


Y que no hubiera vuelto con Killua… se le hacía sospechoso. Pero no quería dar a conocer sus preguntas o intuiciones y herir de alguna forma a Gon. Tenerlo nuevamente en casa había sido casi alentador para ella, sino fuera porque había sido algo obligatorio para Gon, eso sí era seguro.


Después de una leve discusión y unas cuantas peleas de piedra, papel o tijeras; Mito terminó cortando el cabello de Gon.


Cuando ya era de tarde, Gon decidió que no podía alargar más el momento. Hisoka en cualquier momento podía irse, a pesar de que aún no tenían tiempo para conversar a solas –no con Mito estando escuchando detrás de cada pared-. Así que cuando Mito estaba trabajando, el momento de hizo impostergable.


“Supe que estuviste a punto de morir, pero veo que tu tía Mito no lo sabe” comentó Hisoka, sentado a su lado “de hecho, causaste un gran alboroto tanto en la Asociación como en la casa Zoldyck. Casi nos matas a todos” Gon no pudo quedar indiferente a lo dicho por Hisoka, habían cosas que él no sabía, Killua no le había dicho mucho, sólo que había sido gracias a su hermana menor, Alluka “por lo que veo, no tenías idea de nada. Killua es un muy buen amigo al dejarte vivir sin ese peso en tus hombros, pero yo no soy así. Tienes que hacerte responsable de tus acciones”.


Gon sentía un nudo formarse en su garganta. Killua… Killua había hecho tanto por él; y él sólo había sido un mal amigo. Con razón se había ido de su lado. No pudo fijarse en qué momento empezó a llorar en silencio, tratando de esquivar la mirada del mayor que, a su lado, mantenía la misma seriedad con la que había comenzado a hablar.


“No sé si te sirva de algo… creo que me estoy haciendo responsable de alguna forma. Ya no puedo usar Nen” Hisoka abrió los ojos sorprendido ante eso “y no he podido aprender sin un maestro que me imponga una disciplina. Además… estando aquí en Isla Ballena… no hay nadie a quien pueda decirle que me enseñe”.


“¿Qué fue lo que realmente pasó para que quedaras de una forma que sólo un poder como el de la niñita Zoldyck pudiera salvarte?” Hisoka no podía evitarlo, había algo en esa historia que superaba todos sus conocimientos y necesitaba saberla, ¿Gon se habría convertido en alguien tan poderoso en tan poco tiempo?


“Yo… yo no quiero hablar sobre eso”


Gon tenía sus memorias intactas, pero no quería recordar.


“La única forma de que yo te enseñe Nen es que me cuentes. Todo tiene un precio, yo no hago caridad” Hisoka le lanzó la misma mirada de aquella vez en el examen del cazador. Despectiva. Retándolo a ser alguien mejor, pero a la vez diciéndole que no era nada “Yo nunca le he enseñado a nadie, pero no quiero que mi primer alumno sea un niño idiota que no puede controlar su propio poder por una rabieta”.


Gon se tiró encima a golpearlo mientras las lágrimas se agolpaban en sus ojos. Hisoka lo esquivó con facilidad. A pesar de que las habilidades físicas de Gon seguían siendo excepcionales, Hisoka también había mejorado con el pasar del tiempo, así que todos los golpes lanzados a diestra y siniestra por el niño de cabello negro, fue fácilmente evadido por el mago. Hisoka, por su parte, parecía hastiado de la situación y parándolo con su mano izquierda, acertó un fuerte golpe en la mejilla de Gon, el cual rodando por el pasto terminó metros más allá de su ubicación.


“No sé qué decir Gon, me siento un poco decepcionado” Hisoka se acercó lentamente a donde estaba el niño, aun tirado “pensé que ibas a mejorar con el tiempo, no a empeorar, pero qué podemos hacer cuando sólo se trata de niños sentimenta-…”


El mago no pudo continuar, Gon se había levantado lentamente y le estaba lanzando una mirada que no podía recordar haber visto en aquel rostro. Ira, oscuridad. Poder.


No pudo advertir el rápido movimiento del niño, cuando éste ya había acertado un simple gancho. Sintió que se elevaba cuando ya estaba preparando el próximo movimiento para atacar. Por fin se estaba volviendo interesante, pero ¿qué tan interesante se podía volver una pelea con alguien que no sabía la manipulación del Nen? Porque cuando él sacara aquella carta bajo su manga, toda la balanza se pondría a su favor y eso no tendría ni una gracia.


Gon aún tenía la mirada, pero su interior poco a poco se calmaba. Aunque no lo notara, su aura había tenido la misma reacción para aumentar su poder, aun sin saberlo, sin estar consciente de ello. Pero Hisoka sí podía notarlo, el incremento en su fuerza Nen, las pupilas totalmente oscurecidas por los pensamientos negativos; aun así, sabía que ese no era el momento para iniciar una pelea real con él. Aun no deseaba eliminarlo, aún no se convertía en el oponente que él quería.


La fruta aun no maduraba.


Cuando Leorio recuperó la consciencia, se dio cuenta que estaba rodeado de una densa oscuridad. Al tratar de moverse, sólo sintió cómo sus extremidades respondían con intensos dolores, aun así, no podía moverse por las firmes cadenas que lo mantenían sentado.


Cadenas… ¡Kurapika!


“Mal-maldición…” intentó liberarse de las ataduras, pero sólo lograba lastimarse más.


De repente, una pantalla frente a él se encendió.


Miró a todos lados, aun así no veía una puerta ni otra entrada que aire que pudiera ayudarle a salir de ahí. La pantalla, que no mostraba imagen alguna, le permitió revisar sus heridas superficialmente. No veía sangre, así que debían ser heridas internas, o tal vez heridas o un estado de malestar causado con Nen. Las posibilidades eran muchas y su cerebro no se sentía tranquilo como para pensar en ello.


Kurapika estaba en peligro, lo había dejado solo. Pero Cheadle y los demás debían estar al tanto de lo que pasaba, ¡él les habían mandado un mensaje de texto! No importaba si él tenía que morir encerrado en ese cuarto oscuro, pero si Kurapika podía salir de todo aquello en lo que él lo había involucrado, se sentiría tranquilo.


Entonces la pantalla empezó a transmitir.


No se escuchaba sonido, y eso lo pudo comprobar cuando dos personas que conversaban y reían entraron en el cuadro. No tenía idea de quienes eran esos sujetos de terno negro, pero parecían guardaespaldas de alguna familia adinerada. Los mencionados miraron entonces directamente a la cámara que se posaba en la esquina de una habitación y sus caras de llenaron de malicia.


Uno de ellos hablaba a la cámara, parecía que no sabía que el audio no se escuchaba, pero Leorio no pudo evitar que su cuerpo empezara a sudar frío. Todo eso tenía que significar algo, y todo eso le traía los peores presentimientos.


Kurapika.


Un sonido molesto empezó a sonar, y Leorio ya podía escuchar las voces de aquellos sujetos.


“Tu amiguito fue del gusto del Príncipe, y nuestro señor no daba más de emoción cuando le contamos que habíamos encontrado al compañero de su nuevo juguete” ambos hombres rieron, y después de una pausa, uno de ellos continuó “un Kuruta. No sólo sus ojos, un Kuruta con cabeza y cuerpo y todo, increíble. Y él que ama la cultura de esa tribu, creo que disfrutará mucho con el niño ese… aunque no creo que simplemente se sienten a conversar”


“Esperemos que no termine como todos los demás… muertos”


Ambos rieron a carcajadas.


“Nadie nos desafía, chiquillo insolente, espero que este sea un castigo suficiente para ti; tienes que agradecernos que no tenemos ganas de matar a nadie… por hoy”.


La transmisión se cortó y Leorio no podía respirar.


Oh dios… Kurapika.


Había visto tantos escenarios en su mente, tantos. Había medido cada una de las posibilidades, sus consecuencias y su posible costo para el futuro. Incluso, había pensado en cosas más inverosímiles; pero jamás, jamás, se le había pasado por la cabeza que iba a terminar así.


Si bien el Príncipe de Kakin solo se había divertido con asustarlo, no quería decir que no iba a ocurrir eventualmente.


Ya no tenía permitido salir de ese departamento. Era una propiedad de él. Pero no importaba lo que tuviera que hacer, haría lo que estuviera dentro de sus posibilidades para mantener a Leorio a salvo; mientras, trataría de planear alguna forma de derrotar al Príncipe sin la necesidad de sus habilidades Nen. Nadie es imbatible.


Se miró al espejo mientras una lágrima caía.


El vestido rojo había quedado olvidado, y ahora estaba utilizando unas ropas que el mismo Príncipe había escogido para él. No sería tan doloroso si no fuera porque eran sus características ropas nativas de la tribu Kuruta.


Podía recordar su primer encuentro con sus amigos, las risas en el examen del cazador y esos momentos que fueron construyendo su amistad. En especial aquel día, en York, que se dio cuenta de que no podía haber conseguido mejores amigos.


Hoy, serían las ropas que llevaría en su propia condenación.


Salió del cuarto de baño y trató de sonreír. Lo querían ver actuando, como si fuera algo real. Le dieron las instrucciones para complacer al tipo enfermo al que se había atrevido a enfrentar con un plan simple y mal hecho, sólo porque pensaba que habiendo funcionado con el Ryodan también funcionaría con él. Se había confiado tanto y los hacía desestimado.


Llevaba encima de su traje, una capa dorada que utilizaban las damas de su tribu en momentos de importancia en su vida. Caminaba a pies descalzos, mostrando vulnerabilidad. Todo en él tenía un significado especial ese día, hasta aquella joya que adornaba su cuello. Pero esa no era de su clan, no, esa era la marca de que ahora era propiedad de alguien.


Sólo esperaba que Leorio estuviera bien y que, después de esto, lo liberaran tal como lo habían prometido.


Cuando alzó su vista, a pesar de llevar una sonrisa tímida en sus labios, sus ojos rojos brillaban con ira mirando al príncipe, el cual sólo podía reír por su fortuna.


Tenía que hacerlo por Leorio. Lo haría todo por él.


 

Notas finales:

No sé si puedo considerar que me demoré poco o mucho, pero por primera vez en la vida que publico algo, pienso que lo terminaré. La verdad, soy mejor lectora que escritora, pero no podía no escribir esto.

¡Gracias por sus comentarios! de verdad que me animaron mucho a terminar el capítulo. Mañana trataré de experimentar y ver cómo se deben responder. 

Sigo sin saber qué parejas pondré, soy de esas personas que aman todo y es terrible mi indecisión. 

¿Alguno ha podido disfrutar de la película The Last Mission? :o 

Espero que les haya gustado.


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