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Problemas... ¿dónde? por Ali-Pon

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Notas del capitulo:

¡Aló! *O*)/ 

No saben lo feliz que estoy. Sus revs me hicieron jodidamente feliz :´D Por un momento pensé que no iba a tener rev pero...¡No fue así! Y las leídas...¡Oh por Dios! ¡Las leídas! Morí (y reviví) *w*

Por ello me puse las pilas para escribir el segundo cap >wO

Espero que les agrade

Nos leemos abajo ^^

Capítulo II

Golpe…¿de suerte?

            –Aomine-kun…no hablas en serio, ¿verdad? –En el rostro de Tetsu, la sorpresa era lo que más se podía apreciar. Resoplé cansino, mientras echaba hacia atrás mi cabeza y cerraba mis ojos. Estábamos en la cancha del parque del centro de la ciudad, ahí le había citado. Él, junto con Akashi y Midorima, habíamos estado en el mismo equipo de baloncesto en secundaria, pero había decidido salirme. La razón era simple y obvia: me había aburrido sin más. Aunque amaba jugar, no encontraba oponente digno…eso me llevó a dejar de creer en las palabras que alguna vez, Tetsu me dijo.

            “–Pronto encontrarás a alguien que sea mejor que tú, Aomine-kun. –“

            –¿Por qué has decidido dejar de jugar? –Devolví la mirada a la azul celeste de Tetsu. En aquel instante estaba como solía ser: seria. Sonreí de medio lado y metí en los bolsillos de mi pantalón mis manos. Desvié la mirada a la canasta y suspiré. Tal vez si le decía la razón, me daría un sermón y…no soy paciente para escuchar alguno.

            –Es porque no encuentras a alguien mejor que tú, ¿cierto? –Aquello me molestó un poco, por lo que me encogí. Fingí que tenía frío, aunque no hubiera brisa, en realidad era una tarde soleada.

            Escuché un suspiro de derrota por parte de Tetsu y un silencio incómodo  se instauró. Mi mirada se paseó por toda la cancha y al final miré los intensos orbes de aquel muchacho de cabello azul celeste. Me perdí en su mirar y por un instante pude ver un ligero rubor en sus mejillas. Enarqué una ceja incrédulo, viendo como desviaba la mirada. Sabía que yo le gustaba a Tetsu, pero no podía corresponderle. Yo no me consideraba una gran persona, era un asco tratando a los demás; no obstante, sabía cómo tener una conversación -relativamente- decente.

            –Te acompaño a tú casa, Testu. –Fue lo único que dije, recibiendo un asentimiento como única respuesta.

            Caminamos por un buen rato, sin cruzar alguna palabra. Tanto él como yo, éramos reservados y no solíamos hablar demasiado; sino  comunicarnos con miradas o simples movimientos corporales. Era algo natural y que nos ayudaba a tener una mejor relación de amigos…aunque aquello cambió (un poco) al enterarme de que él sentía algo por mí. Probablemente fui cobarde y no quise afrontarlo. Se me hacía algo sin sentido, o al menos eso quería pensar.

            Conforme avanzábamos, el cielo se iba tiñendo de un color gris alarmante. Teníamos que apurarnos para poder llegar al tren y que la lluvia no nos alcanzara. Tomé de la mano a Tetsu y le obligué a correr por Shibuya; sin embargo, tuvimos que detenernos en el gran cruce. Ahí le solté, cuando fui consciente de que le seguía estrechando su mano. Le miré de reojo y pude ver, nuevamente, aquel ligero rubor en sus mejillas pálidas.

            “¡Carajo!

            Lo que menos deseaba, era el que se ilusionara o algo así. No estaba dentro de mis planes iniciar una relación amorosa; y menos con alguien con quien no siento algo más que una amistad (si así se le podía llamar a lo que teníamos). Poco después avanzamos, y por un momento le perdí entre la multitud; sin embargo, no me alarmé, sabía que él no me perdería de vista. Al llegar al otro lado escuché unos murmullos.

            –¿Viste a ese chico?

            –Sí. Me dio asco su cicatriz. –Fruncí el ceño, y me atreví a ver a aquellas chicas ‘delicadas’. Una llevaba un short floreado y una blusa que se trasparentaba, y dejaba ver su sujetador y su delgada figura; además de ser castaña y tener ojos de color marrón. Parada, a su lado, estaba una chica de cabellos negros y de ojos azules, con una boina blanca sobre su cabellera lacia; vestía un blusón de color púrpura y un short del mismo color que su boina.

            Ellas veían en una dirección; la cual seguí y di contra un taxi que era abordado. Ahí pude ver a un muchacho de cabellos rubios que subía con dificultad el automóvil. Vi cada una de sus acciones y no se me hizo alguien fuera de lo común; salvo por la muleta que acomodó a un costado suyo. Su rostro se veía bien, no entendía la repulsión y la dichosa cicatriz que habían mencionado. Fruncí los labios en desaprobación y justo cuando estaba dando un paso, choqué contra alguien.

            Sorprendido miré al frente, topándome con la intensa mirada de Tetsu. Simplemente le ignoré y seguí andando. Sabía que quería preguntar qué o a quién miraba, pero no planeaba explicarle con bolitas y palitos lo que había ocurrido.

            Afortunadamente la lluvia no cayó sino hasta que llegué a mi casa. El camino de la casa de Testu, a la mía, no era muy largo pero no planeaba mojarme y que un jodido resfriado me ‘atacara’. No encendí las luces, no había necesidad. Vivía, en teoría, solo; así que no era recurrente la electricidad. No solía estar mucho tiempo en casa, por el simple hecho de odiar el estúpido silencio. Por ello, siempre me salía con los vecinos o con mis amigos. No quería volverme loco, y menos ahí. Para mí, no era el famoso: “Hogar, dulce hogar”. En realidad era: “Hogar, mierda de hogar”.

            Resoplé derrotado y comencé a andar por el pasillo que llevaba a las escaleras. Cada peldaño lo subía con desgano. Escuchaba como canción de cuna, la caída de la lluvia y deseaba con todas mis fuerzas el poder tener mi adorado colchón frente a mí. Anhelaba dormir, olvidarme de todos los problemas que acarreaba y, sobretodo, olvidarme de la estúpida soledad en la que -por cuenta propia- me había confinado.

            Mis padres me habían dicho que debía ir a una de las mejores escuelas de la ciudad, por lo que me sugirieron mudarme. Yo acepté, pensando en que irían conmigo…pero no fue así. Me dijeron que el hospital, al que iba mi madre, tenía reglas estrictas; por lo que si faltaba a su tratamiento, ya no le darían otra oportunidad. Mi madre estaba en tratamiento de un cáncer de mama, y estaba en constante chequeo médico. Nunca supe cuándo inició, sino hasta que mi madre me explicó la razón del porqué había dejado de trabajar. Aquel día ella lloró con una sonrisa en sus labios, me dolió verla de aquella manera. Le quería demasiado que (sin decirle) estaba al pendiente de la evolución del cáncer. Según lo que me dijeron, temían que se originara la metástasis; por el tiempo en que no había sido tratado. Estaban haciendo todo lo posible por que no se propagara y ocurriera lo peor: la cirugía para retirarle el seno. Lamentablemente, mi madre sufría las consecuencias del tratamiento: anemia.

            A veces no sabía qué era peor, si el que tuviera cáncer o que tuviera anemia por tratar el cáncer. Me dejé caer boca abajo en el colchón. Cerré mis ojos por unos instantes, tratando de alejar aquel horrible sentir. Si había alguien a quien amara, era a mi madre. La mujer que siempre me sonreía aunque fuera un cascarrabias o un irrespetuoso. Mi padre era el que se molestaba por mi actitud altanera, y siempre me daba el mismo sermón: respeta a tus mayores, incluyendo tus padres. A pesar de eso, ella siempre le hablaba con dulzura para tranquilizarle. Y esas simples acciones, eran las que estallaban discusiones…que siempre ganaba mi madre.

            Un trueno iluminó mi habitación y ahí abrí los ojos. Tenía que darme una ducha y meterme bajo las sábanas. Con pereza me levanté, y me fui al baño. Arrastraba los pies, por la flojera que me cargaba. En un santiamén, me despojé de mis ropas y me metí bajo la regadera. Dejé que cada gota de agua, recorriera mi piel canela. El vapor comenzó a empañar los vidrios de las puertas corredizas que dividían la habitación de colores blanco y azul. Lavé cada parte de mi cuerpo, tomándome todo el tiempo del mundo.

            En medio de mi ducha, recordé que en poco tiempo entraría a la preparatoria. Eso era una molestia. Odiaba las clases, siempre me daba sueño por el enorme aburrimiento que me causaban; no obstante, tenía que tener contentos a mis padres. Ellos depositaban toda su fe en mi persona. Al ser hijo único, eso se vuelve una gran responsabilidad. Aunque yo no lo tomara tan en serio, tenía que cumplir con asistir a aquella escuela de paga. De algo no podía quejarme, tenía una buena vida. Nunca me faltó algo, y agradezco en silencio eso.

            Pronto me encontraba entre las sábanas, con una playera de algodón y mi bóxer. Ése era mi pijama, así de simple. Por unos minutos miré el cielo nocturno; posé por detrás de mi cabeza, mis manos. Una y otra vez, trataba de buscar una razón para seguir jugando baloncesto. De antemano, sabía que si me unía al equipo de la escuela, no entraría a ningún entrenamiento. No tenías que ser un genio para saber que, aunque entrenara, no había alguien quien pudiera derrotarme, solo yo.

            Suspiré adormilado. Cuando entrara a la escuela, ya tomaría una decisión; mientras tanto, disfrutaría mis pocos días de vacaciones. Y con ello en mente, caí dormido, perdiéndome en mi distorsionado mundo de sueños.

 

            Con desgano caminaba por la acera que me llevaría a la dichosa escuela. Tras de mí, habían otros estudiantes; principalmente chicas. ¿Que cómo lo sabía? No era difícil escuchar sus murmullos de mujeres urgidas. Resoplé con molestia, sin dejar de caminar a la entrada. De un momento a otro me detuve en seco. A uno metros frente a mí, se encontraba el mismo muchacho que había visto días antes. El mismo que utilizaba una muleta. Parecía idiotizado por el letrero de bienvenida, que pensé que nunca se iba a mover. Ladeé un poco la cabeza, entrecerrando mis ojos viendo su figura. Seguía sin entender la razón del comentario de las tipas de hace tres días. No le vi ninguna cicatriz en su rostro. Por unos segundos aprecié su faz. Parecía estar meditando en si entraba o no, y me preguntaba qué decisión tomaría. Y justo cuando vi que iba a moverse, alguien se abalanzó en mi espalda. Por el aroma, pude deducir de quién se trataba.

            –Satsuki. –Gruñí molesto. Esa mujer a veces parecía mono en lugar de humana.

            –Dai-chan. –Canturreó. –Pensé que no te vería en preparatoria, que te irías con Tetsu-kun y Aka-chin. –Bufé ante su comentario, removiéndome para que se bajara de una vez por todas.

            –Eso no es asunto tuyo. –Espeté, buscando con la mirada a aquel muchacho, pero parecía que se había esfumado. Sin más remedio, seguí caminando, fingiendo que escuchaba a la tarabilla que tenía por amiga. Hubo momentos, en mi vida, que quise amordazarla para que se callara. No recuerdo un momento en que ella no hablara. ¡Era desesperante! Y más cuando me exigía ir a los entrenamientos.

            Seguí andando hasta que vi a todas las personas arremolinándose en las pizarras, donde estaban las listas.

            –Hay mucha gente. –Escuché decir a Satsuki, quien después se afianzó de mi brazo y me miraba suplicante. –Vamos, Dai-chan. Tú eres alto y fuerte.

            –Y qué con eso. –Enarqué una ceja.

            Un brillo en sus ojos me hizo estremecerme. Había ocasiones que ella daba miedo. –Que tú –me señaló –, irás a ver en qué salón me toca…y de paso el tuyo.

            –¡No juegues conmigo, y ve tú! –Sacudí mi brazo para poder quitármela de encima.

            –¡Eres cruel Dai-chan! –Fingió llorar, llamando la atención de todos, y de paso, ganándose rencor de mi parte. Ella era una manipuladora de lo peor. Chasqueé mis labios, mientras me dirigía a las estúpidas listas. No fue problema abrirme paso y poder ver en qué aulas nos habían tocado.

            Momoi Satsuki: 1-D

            Daiki Aomine: 1-A

            Después de confirmar los salones, me giré para ir donde Satsuki. Cuando salí de la multitud y me giré para ver las jardineras, pude ver al chico rubio. Y en ese instante, aprecié la cicatriz que tanta repulsión causaba en las personas. Le vi desaparecer por el pasillo que llevaba a la primera planta, donde estaban los salones de los primeros. Su mirada triste y desolada me recordó a Murasakibara cuando no había de los dulces que él quería. Pero en ése  chico, era por otra cosa. Suspiré con un ligero toque de lástima. Tal vez él no tenía amigos o bien, no se habían inscrito en aquella escuela y eso le entristecía. Fruncí mi entrecejo al darme cuenta que le prestaba atención a alguien que no era un conocido y que además me preocupaba (un poco) su estado.

            –¿Qué miras Dai-chan?

            –Nada que te importe. –Recibí un golpe por parte de ella, que ni siquiera me dolió. –Tu salón es el 1-D. –Dije mientras iniciaba mi caminata a mi respectiva aula.

            –¿Me tocó contigo? –Comentó ilusionada.

            –No, yo voy en el 1-A.

            –Qué mal. –Canturreó haciendo un puchero. Ella era tan infantil que me molestaba.

            –En realidad…qué alivio. –Lo dije nada más para molestarle.

            –¡Eres demasiado cruel, Dai-chan! –Y ahí iba otra vez a fingir que lloraba. ¡Ya no era un cría, carajo!

            –¡Deja de comportarte como una cría, Satsuki!

 

            Al momento en que llegué al salón, todos me miraron curiosos. No era para menos, yo fui uno de las ‘estrellas’ de mi equipo de secundaria; así que era un hecho que ‘todos’ me conocieran. Seguro por rumores, sabían de mi carácter por lo que no se tomaron la molestia de iniciar una charla conmigo. Bien para mí; no quería socializar con nadie, suficiente tenía con aquella mujer de cabellos rosados y actitud manipuladora. A ella le conocí, gracias a nuestros padres; que eran buenos amigos. Según recordaba, los padres de ella eran médicos. No sabía en qué, pero eran médicos. A comparación de los míos, que trabajaban en el banco…en un puesto bien pagado para mantenerme. Como verán, no demuestro mucho interés en los demás…a menos que tengan algo que llame mi atención.

            Y como si fuera un flash, la imagen de aquel muchacho, apareció en mi cabeza. Me sorprendí por un instante, pero, no importaba que tanto intentara deshacerme de ella, ésta venía una y otra vez.

            Sus ojos ámbar, sus cabellos rubios, su tez nívea y…su cicatriz. A comparación de los demás, yo no sentí asco ni mucho menos, sino que…me daba curiosidad. Sí, curiosidad por saber qué le había ocurrido para terminar de aquella manera. En lo que a su pierna se refería, era probable que fuera producto de un atropello. Eso era simple, pero… ¿y la cicatriz en su cara? ¿Había sido por el mismo accidente u ocurrió después? ¿Qué había pasado?

            –¡Dai-chan! –Solo hasta el momento en que me llamó Satsuki, me di cuenta que ya estaba en la salida de la escuela; al igual que los demás. No me había percatado que mi cuerpo se había movido solo. Todo por pensar en aquel chico rubio.

            –¿Qué quieres? –Quise ocultar mi desconcierto, respondiendo como comúnmente lo hacía.

            –Tengo que contarte algo. –Le miré de reojo y pude ver suplica en su faz. ¡Cómo jodía!

            –Habla.

            –En mi clase hay un chico que está malito. –Mi rostro de confusión le dio a entender que no había captado su referencia. –Es decir, que está enfermo.

            –Suenas a tú madre cada que dices eso. –Murmuré, recibiendo un codazo en mi costado.

            –Hablo en serio, Dai-chan.

            –Lo que digas.

            –Él camina con una muleta y además…tiene una cicatriz de aquí –señaló su sien izquierda –hasta acá –señaló su mejilla.

            Con sorpresa abrí mis ojos, al saber (o algo así) a quién se refería. Si eran cosas del destino o esas mamadas, realmente me estaban asustando.

            –¿Qué? –Susurró ella. –¿Por qué estás sorprendido?

            –Por nada. –Me apresuré a responder, caminando más rápido.

            –¿Le conoces, Dai-chan?

            –No.

            –Entonces, ¿por qué te sorprendiste?

            –¡Ya te dije que por nada!

            –No, yo sé que me ocultas algo.

            –¡No empieces!

            En aquel instante escuché el golpe de un balón con algo, y después  risas. Miré a donde se suponía que venían aquellas voces. Y al dar con ellas, me helé. Era él, parecía que a todo lugar al que fuera, él aparecía. Se asemejaba a un fantasma. En silencio vi como él, molesto, seguía caminando como podía, haciendo caso omiso a las burlas de aquellos chicos que le habían golpeado con el balón. Tanto Satsuki como yo, nos enfadamos por la actitud de aquellos tipejos.

            –Son unos idiotas. –Dijo ella con molestia.

            Sin embargo, yo no dije nada, ya que yo estaba viendo fijamente cómo se alejaba aquel muchacho rubio. Le vi llevarse la mano a su rostro, y pude notar que estaba llorando. Al ver aquello, mi estómago se contrajo y sin más, fui hasta las canchas donde estaban los otros, haciendo caso omiso a los llamados de Satsuki. Estaba molesto, por cómo le habían tratado; aunque no era conocido mío, el que estuviera en aquella situación no les daba el derecho a tratarlo como payaso.

            Estaba por llegar a las canchas cuando la figura de Satsuki se interpuso. Le miré molesto por haberse atravesado.

            –¡¿Qué crees que hace, Dai-chan?! –Me reprendió. Le miré en mutismo, comenzando a relajarme. Solo en momentos como esos, agradecía la compañía de ella.

            –Me voy a casa. –Dije más calmado, recibiendo un asentimiento de alivio por parte de ella.

           

            Llegué a casa con una bolsa del mini-super. Me había comprado comida, ya que en aquel instante no deseaba ir a un bullicioso restaurante. Llegué a la cocina, que constaba de una estufa pequeña, un microondas, un pequeño frigorífico y alacena; sus paredes estaban pintadas de color blanco, que contrstaba con la madera de los cajones y alacena. Comencé a sacar uno a uno los vegetales y latas. En menos de veinte minutos, me había preparado mi comida. Me senté en aquella mesa para cuatro y en silencio, comí. Era contradictorio decir que me gustaba estar solo pero quería compañía. Pero esa era mi realidad.

 

            El día se pasó rápido y pronto era el segundo día de clases. Como siempre, iba desganado y sin mayor interés. No era para menos, la noche anterior me costó dormir. Había recibido una llamada de mamá. Ella me había preguntado por mi día y lo normal, por parte de las madres. Por unos instantes olvidé que vivía solo y sentí el calor en sus palabras. Nunca le había dicho que le quería, pero debía saber que lo hacía. Satsuki siempre me dijo que debía decirle -algún día- que le quería, ya que si ella se ‘iba’ ya no tendría oportunidad para decírselo. A pesar de saber eso, yo nunca se lo dije…tal vez porque si se lo decía, sería como un adiós; y me negaba a eso. Sentía que si no se lo decía, ella nunca se iría.

            –¡Auch! –En ese instante choqué con alguien y le escuché quejarse. Estaba por decirle que se moviera, cuando mi mirada se cruzó con la suya. 

Notas finales:

¿Y bien? ¿Era lo que esperaban? xD

Por mi parte, puedo decir que me gustó. Tal vez se vea/lea muy OoC, pero creánme que he estado viendo como loca videos de Aomine y Kise. Trataré de hacerlos lo más apegados a la serie, pero con mis toques >wO of course~

Y como verá, hoy estoy lúcida. La primera actu estaba sumamente dormida...eran pasadas de las 2 am ^^U7 ya saben...la musa llega en momentos inesperados :´D

bueno, espero recibir sus hermosos revs y sigan esta historia ;w;

Cuídense

Abrazos y besototototes psicológicos 

AliPon fuera~

PD: Ahorita respondo a los revs >wO


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