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Bomba de tiempo. por Baal

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Notas del capitulo:

¡Pues bien! Después de la eternidad vuelvo a actualizar.

Éste capítulo resultó algo corto, primeramente por falta de inspiración, y porque es una introducción a un personaje importante en la trama: Dos.

Sin nada más que agregar me despido, no sin antes agradecerle a todos por los comentarios que me dejaron, y por leer ésta historia, ya son 696 las visitas. Nada, me pareció un número bastante memorable. Jé.

¡Saludines y a leer!

—Entonces voy —Le informó a la blonda mientras caminaba hasta la puerta —Es mi tiempo de recreación — Con ansias la miró expectante, deseando que se moviera, que hablara, que desviara los ojos del ventanal.

Pero no, siguió allí, estática, perdida.Tendida en la cama contemplando el infinito. Seis soltó un suspiro de dolor. Realmente no soportaba ver a su amiga en aquellas circunstancias cada dos semanas, cuando iba a sus terapias con los de bata blanca. Abrió la puerta y la cerró por fuera. Sabía que los talleres de ella iban bien, manejables, fuesen como fuese ella quedaba relativamente bien después de ellos y no en un estado vegetativo que duraba alrededor de dos días. Pensó en las veces que le había rogado en el pasado que le contara de qué trataba sus talleres, sin obtener alguna respuesta,  mientras caminaba por los pasillos hacia la salita de recreación. Con suerte hoy se encontraría con Ocho, Trece y Veintidós, que eran sus amigos. Hoy también era el día de recreación de Dos. A veces le gustaría poder hablar con él y preguntarle sobre sus propias terapias y talleres, pues siendo nombrados con números según prioridad de atención, suponía que él vivía en circunstancias muy parecidas a las de Uno, pero no se le veía casi nunca. Vivía en su cuarto, y de él sólo salía a comer los días sábados, con los demás.

Uno. Ser la número uno en prioridad debe ser bastante agotador.

« ¿Qué número será ella? » Pensó inevitablemente en la chica de oscuros cabellos.

Llegó a la sala de un níveo y aburrido color. No había nada más que mesas con tableros de ajedrez, libros con acertijos y juegos matemáticos, novelas y enciclopedias que la mayoría de los niños no utilizaban, prefiriendo sólo jugar con su imaginación, o, simplemente, a perseguirse el rabo. Allí estaban Trece y Veintidós que lo recibían con enérgicos saludos.

—¿Dónde está Ocho? — Preguntó curioso Seis al reunirse con ellos.

—No sé — Respondió trece mirando alrededor.

—Puede que le hayan cambiado el horario de sus talleres — Se encogió de hombros Veintidós — Aunque la verdad es que suele ser bastante caprichosa a veces.

Dejó de oír los comentarios de ambos chicos y se fijó en su entorno. Todos parecían extrañar a Ocho, pues la buscaban con animadas miradas. La muchacha de cabellos dorados, encantadora y agraciada. Tan popular que era en el lugar, ella encendía y animaba el ambiente con su sonrisa. Sí, su ausencia se hacía notar.

—Ocho ya no está — Una mano recién posada en su hombro lo hizo volver en sí. Se giró para ver a quién pertenecía aquella voz femenina, encontrándose con una niña considerablemente más baja que él, con melena y flequillo color azabache, relativamente parecida a la chica del jardín, pero con un aura más oscura. —, ya no era necesaria— Se encogió de hombros.

— ¿Quién eres tú? — Preguntó Trece, alarmado situándose a un lado de Seis, Veintidós se quedó tras de ellos, expectante.

—Dos— Cortó. Trece forzó una risotada fuerte, llena de indignación.

—Dos es un chico— Le desmintió.

—Era— Volvió a cortarle con serenidad— Ahora soy yo.

— ¿Y qué pasó con Dos? — Se entrometió Veintidós.

—Ya no era necesario, no servía.  De la misma manera que Ocho.

— ¿Qué le hacen a los que ya no sirven? — Preguntó dubitativo Seis, tragando grueso, adelantando la respuesta.

— Los matan— Se encogió de hombros Dos, sin darle importancia a semejante declaración.

Seis y los dos chicos se quedaron perplejos y sintieron por primera vez la presión de aquel lugar. Avanzar o morir. Superación o nada. Ser los mejores o perecer.  De eso trataba realmente Black Noburo, el centro clínico con el utópico objetivo de crear una nueva raza de humanos, más preparados, más capaces, más adaptables. Una raza perfecta que controlaría el sistema, el mundo, guiándolos a una retorcida perfección.  

—Pero no se preocupen— La voz de Dos los sacó de su ensimismamiento. La miraron, se cubría la boca con la manga de su blanco suéter, pareciendo divertida. — Ocho volverá. No será la misma, pero creo que la nueva  podrá remplazar en vació en su insignificante grupo de soñadores.

La vieron alejarse hacia una de las mesas con las tablas de ajedrez. Seis se sintió molesto ¿Qué pasaba con ella? ¿Por qué no era como los demás? ¿Por qué no trataba sólo sobrevivir, quebrantar el sistema, revelarse? Seis notó en ella no un espíritu de aceptación, si no uno de superación. Podía ver que para ella todo éste circo no se trataba de nada más que una competencia que estaba dispuesta a ganar. Dejando a sus amigos perplejos Seis se acercó a Dos, sentándose en el asiento frente de ella, viéndola jugar. Cerró sus puños sobre la tela de su pantalón.

— ¿No juegas? — Le preguntó. El negó lentamente con la cabeza. No quería decir frente a ella que era pésimo en juegos de estrategia.

—Quiero hablarte de una cosa— Carraspeó al sentir la mirada de ella fija en sus ojos, penetrante, como si inspeccionara su alma. Después de unos segundos asintió, dándole la palabra. — ¿Las sesiones y las terapias son duras para ti? — Ella dejó entrever una sonrisa torcida. Se preguntaba cuántos años tenía.

—Depende de la persona y su mente— Asintió moviendo al caballo negro, derrotando al alfil contrario. Satisfecha, sonrió. —Aunque claro—Continuó—, desde la prioridad uno a la cinco las sesiones y terapias son más intensas. Tú eres seis, ¿no? — Le miró apenas, concentrada en su juego, moviendo un peón blanco, protegiendo a su reina que tenía a un lado su torre, y al otro el alfil; al rey le protegían los peones y otra reina que consiguió gracias a un peón que cumplió el recorrido de la tabla. Seis asintió — Pues tienes suerte, te ves débil. Aunque no sé si eso sea realmente bueno — Su voz sonaba neutral, sin emociones, plana, escalofriante — Si no pasas pronto a ser prioridad cinco pronto te matarán.

— ¿Y qué pasará entonces con Cinco? — Preguntó alarmado y confundido.

—Avanzará a prioridad cuatro, Cuatro a prioridad tres, Tres a prioridad dos, Dos a uno, y  Uno — Enfatizó sus palabras—, a prioridad SS, en otro centro clínico, y así, hasta que haya alcanzado la perfección y la inserten en la sociedad. —Movió el caballo blanco, eliminando a la reina negra — Si es que no muere antes— Insinuó, sonriendo ladina. Seis torció el gesto, disgustado — Uno ha ido empeorando. De prioridad quince avanzó a uno en tan sólo la primera semana, pero ahora está estancada, cansada. Pasar de prioridades es cansador para algunos.

¿Cómo podía ser posible que supiera tantas cosas sobre el lugar y las personas que en él habitaban? Si no mal recuerda la última vez que vio al antiguo Dos fue hace un poco más de mes y medio. Entonces, según sus cálculos, a Dos lo habrían matado hace un mes y había sido reemplazado por la menuda muchacha que tenía en frente. Era muy poco tiempo para que estuvieran tan bien informadas sobre todo y todos.

Un escalofrío le recorrió la columna.

— ¿Cómo es que sabes tanto? — Le preguntó entornando los ojos.

—Es sencillo, en realidad — Se encogió de hombros, orgullosa de sí misma. — Sólo debes prestarle un poco más de atención a tu entorno, parar los oídos y estar atento a los mayores.

Si sabía tanto de todo existía la posibilidad de que supiera sobre la pelinegra del otro día. Abrió la boca emocionado pero la cerró enseguida, llevándose el dedo índice a la boca indeciso. No se percató de que Dos en esos momentos le estaba mirando con diversión hasta que oyó una pequeña risa escapar por entre sus labios. Sonrojado, dejó de mordisquear su propio dedo.

Tenía muchas ganar de preguntarle sobre ella, pero no hallaba las palabras indicadas para hacerlo. ¿Qué le diría? :

« ¿Conoces a una chica delgada, pálida de melena y flequillo, ¡igual que tú!? El otro día, hace una semana, vestía un vestido que aparentemente era blanco. Estaba en el jardín fuera de mi habitación dándole la espalda al atardecer, que era muy bonito, si te puedo comentar. Me gusta mucho ver los atardeceres»

No. De ninguna manera. Dos le podía responder que había muchas chicas con aquellas características físicas, tal cual le replicó Uno a su misma pregunta, y le llamaría loco por creerla una especie de adivina.

Suspiró, resignado.  

—Eres muy mono cuando piensas— Le sonrió, concentrada en el juego, dedicándole a veces una que otra mirada. —Me caes bien. No como a tus amiguchos de allá. —Los señaló con un movimiento de cabeza— Ellos son cobardes.

Seis se encogió de hombros. No le importaba realmente la opinión que ella le pudiese entregar sobre Trece y Veintidós. Eran muy unidos los tres.  

— ¿Qué edad tienes? —Le preguntó al fin.

—Quince.

—Ah — No se lo esperaba, su apariencia era realmente menuda, parecía de Trece — Yo tengo…

—Trece, lo sé — Le cortó, dejándolo perplejo. ¿Como era que podía, incluso, saber su edad? Sonrió apenas, dándose cuenta de que ella sólo había acertado a sus sospechas. Ella le sonrió de vuelta.

— ¡Si serás tonto! — Escuchó la voz de lab londa y sintió una mano tirando se su muñeca, obligándole a incorporarse de la silla. Le dedicó una mirada. Se veía realmente molesta. Seguramente le esperaría un sermón, pero no le importaba. Hoy, Uno, después de sus sesiones del día anterior, se había animado a salir de su ensimismamiento. Sonrió  — No te juntes con esta arpía— Apuntó con dedo acusador a Dos. Ella no le tomó atención. Terminaba la partida de ajedrez contra ella misma.

 La reina negra derrotó al rey blanco.


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