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Tú, Mail Jeevas, eres gay por KazumiYagami

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Notas del capitulo:

Bien, rápido subo este capítulo también. No puedo más que agradecer inmensamente el hecho de que le den una oportunidad a esta rarífica historia ;')

II

Sus piernas apenas y parecían responderle al corto circuito que en todos y cada uno de sus sentidos se llevó a cabo, ni siquiera su percepción de las cosas le dio tiempo a que se enterara de cuándo se quedó solo, en qué momento ni cómo aquel intimidante estudiante de cabellos negros se había largado de allí dejándole casi petrificado en su sitio, incapaz de mover un centímetro cualquiera de sus músculos.

¿Acaso Beyond tan pasmado lo había dejado?

“Por favor, Misa se ha encargado de decirles a todos que ni con habértela chupado se te levantó”

Pues sí, fue un shock, sin duda, y es que fue lo único que pudo provocar en él lo que escuchó de labios de un completo extraño, de un verdadero maldito que quiso jugar así con su razón, más por ser cierto, por estar completamente de acuerdo con Birthday. Misa se había encargado de besuquear su cuerpo a gusto, incluso casi contra voluntad llegó a su parte baja y ya más nada pudo hacer Mail que vestirse y huir despavorido, totalmente avergonzado luego de no encontrar reacción ante tamañas caricias.

Era como si ese fuera su constante destino, salir corriendo de todas partes, cada vez que la presión lo carcomía, cada vez que se sentía incapaz de enfrentar su realidad. Pero…

“Tú, Mail Jeevas, eres gay”

Aquello no tenía ni pies ni cabeza en su mundo y definitivamente su vergonzosa cita con Amane no era prueba de la aberración que tan insólito ser se atrevió a darle a conocer, pues él sólo podía atribuirlo a sus nervios, a lo malditamente rápido que todo sucedió, a su asquerosa torpeza. Y si era así… ¿Entonces por qué su cuello quemaba, por qué precisamente en el lugar en que la bípeda lengua del de ojos rojos pasó?

El nudo en sus hombros pareció dejarlo y su cuerpo simplemente se soltó. Como si cargara con el cansancio de una decena de carreras de cien metros planos, cayó con pesadez absoluta, terminando sentado sobre la frialdad y dureza del pavimento. Su ser completo se erizó, desde el primero de sus cabellos hasta la punta de sus pies, no podía darle cabida a algo tan ajeno porque sí, quizás jamás había tenido una relación estable, mucho menos un encuentro sexual, ¡Pero definitivamente le gustaban las chicas! En su inquieto corazón no cabía nada más.

…Pero maldición, estaba seguro que Misa-Misa también había atacado su cuello, pero no ardía como lo hacía justo ahora, no en aquel preciso instante.

¿Fue por lo que me hizo él…?

No, no y ¡No!

De inmediato pareció salir de su pelea mental, cuando su pie izquierdo chocó con el libro que recordaba hace escasos minutos entre los largos dedos de Beyond. Sin más lo tomó entre los suyos, inspeccionándolo detalladamente, como si de alguna clase de misterioso acertijo peligroso se tratase, y al abrir sus hojas, con miles de rallados y anotaciones en tinta roja se topó, las que no pudo ni siquiera empezar a leer.

—¡Matt! ¡Te busqué por todos lados!— Mello se presentó frente a él, evidentemente sudoroso y con indicios de haberse cargado un intenso ejercicio. Hasta sus manos se fueron a sus rodillas para apoyarse y así recuperar el aliento de una, de seguro, larga carrera tratando de hallar a su amigo— ¿Me puedes decir qué demonios está pasando…?

La somnolencia lo dejó, cómo no, si los orbes azules clavados en él estaban y en ellos no vio más que preocupación. Todo estaba demasiado revuelto, demasiado fresco también, no lograba ser capaz de ordenar sus ideas todavía, pero de algo estaba seguro; debía contárselo, debía desahogarse de una buena vez.

—Nos saltaremos la primera clase— Jeevas no dijo más y enseguida se levantó, resguardando en sus manos el grueso texto que más tarde probablemente hurgaría— …Necesito contarte algo Mello.

En cuanto a Mihael, nada más lo miró y supo por la inquietud en sus ojos color esmeralda que algo realmente malo le había pasado. Lentamente su ceño fruncido se fue suavizando y terminó por desaparecer en su totalidad, suspiró, completamente descolocado. Ahí entonces, su brazo izquierdo se posó por sobre el hombro de Matt y juntos emprendieron camino hacía el gran roble japonés tras la cafetería de la universidad, un lugar lo suficientemente ameno para poder conversar.

.

—¡¿Que tú y Misa qué?!

La expresión de sorpresa en unos hermosos ojos azules no podía ser más obvia, menos cuando su dueño dejó caer sin percatarse un pedacito de chocolate amargo de entre sus labios. Veloz tragó lo poco que había alcanzado a echarse a la boca, absorto en cada facción en el rostro del menor, como esperando que le estuviese jugando una broma. Una de muy mal gusto por cierto.

—Lo que oíste— Matt suspiró cansinamente, elevando su mirar al cielo provocando el choque de su nuca con la corteza del gran árbol, el mismo que les daba sombra en ese instante— Y ahora por todo el campus se está comentando lo que pasó, Misa lo divulgó todo…— Los parpados cubrieron sus ojos y su boca rechistó— Me dejó en completo ridículo.

—¡Pero qué maldita zorra!— La reacción de Mello no se hizo esperar, fue inmediata y absoluta, en menos de un parpadeo se levantó del asfalto con claro indicio de que la furia se esparcía peligrosamente por sus venas. Claro está, la necesidad de golpear algo lo carcomió por dentro— Y tú Matt, ¿Acaso no piensas hacer nada?

—¿Ah? ¿Qué pretendes que haga? ¿Qué converse con ella para que me humille aún más?— Refutó— Por favor Mello, déjalo así y ya.

—Pero es que…— Apretó sus puños, y muy pronto su mandíbula también, dejando expuestos sus blancos dientes rabiosos— ¡Defiéndete de una maldita vez Matt!

¡Con un carajo!

Su amigo era desesperadamente tranquilo, ingenuo y hasta a veces ciertamente idiota, ¿Cómo dejaba que lo despreciaran así y no hacía nada en contra de esa engreída de poca monta, capaz de abrirse de piernas a la primera? Sí fuese él… Maldita sea, si fuese él seguramente Misa ya estaría bajo tierra por su propia mano, importándole una mierda que se tratara de una mujer.

Es que hasta en esos momentos, Mihael recordaba cómo acostumbraba a protegerlo cuando ambos eran pequeños y se aprovechaban de la incauta manera de ser del pelirrojo –cosa que parecía seguir en él y no podía cambiar–, como él repartía puños al por doquier y el de camisa a rallas en algún rincón sollozaba sin hacer nada, todo para evitarse más y más drama. Realmente le emputaba esa actitud, pero lamentablemente Mail no era como él, jamás tan temperamental.

—¡Suficiente!— Jeevas gritó, quizás como nunca lo había hecho frente a su compañero de toda la vida— No quiero darles más motivos para que se burlen de mí, no quiero sufrir más por ella.

El de orbes color cielo abrió la boca, a punto de reclamarle algo más, pero en seguida se auto-cesó. Al contrario, quedó perplejo al ver como los ojos de su amigo se volvieron vidriosos de un momento a otro, como algunas leves lágrimas se divisaron y no demoraron en comenzar un incauto camino por sus blancas mejillas, descendiendo con evidente pesar. El rubio ahí recién atinó a calmar su furia entonces, sólo para no darle más angustia al menor y su cuerpo volvió al pasto, donde se sentó toscamente y de una sola vez junto a Matt, el que se descubrió vulnerable y no hizo más que ocultar su cabeza entre sus rodillas, como cual niño pequeño siendo completamente reprendido.

—Tienes razón— Bufó Keehl, sintiendo que contra voluntad se iba serenando su fuego interior— Pero de verdad espero que esto te haya demostrado que Amane no vale la pena.

—No cabe duda de ello, no tienes ni para qué decirlo.

A ciencia cierta, no supo qué decir, más que lo obvio. Simplemente asintió revoloteando así sus rojas hebras al son del crujir del viento, dando por hecho lo que escuchó salir de los labios de su compañero, porque estaba más que claro para él también, la chiquilla de coletas rubias no era lo que él pensaba, no era para nada ya su ideal de mujer, puesto que sus ilusiones habían sido cruelmente pisoteadas, arrancadas de su ser como si de carne pegada a la piel se tratara y todo debido a ella. Y vaya que dolía.

Dio paso a cobijarse en el pecho de Mihael, centrando allí su pena, su dolor, acto que sin lugar a dudas le hizo renacer el recuerdo de su infancia, rememorando aquellas idas y venidas en que parecía disponer de un ángel guardián, el mismo chico del que ahora escuchaba el latir de su rebelde corazón. Sí, ese era Mello, quien con el pasar del tiempo se había convertido en más que un simple camarada o compañero de estudio, casi era su hermano, aquel que la vida jamás le dio.

¿Cuántas veces había ido a parar allí, bajo el regazo de su protección? Qué patético era, se repetía, porque así nada más se sintió. Y entonces, un abrazo, influenciado nada más que por el gran cariño que se tenían, se formó de manera sutil y desgarradora al mismo tiempo, albergándolos en una calidad sensación.

—Llora Matt, desahógate…— Su mano descendió hasta los revoltosos cabellos rojos, comenzando con caricias suaves por la desnudez de su rostro humedecido— Llora todo lo que tengas que llorar.

Tales palabras fueron el puntapié que el pelirrojo tanto necesitó y más temprano que tarde, de sus aguados ojos salieron –sin oportunidad aparente de ser detenidas– más lágrimas de inminente frustración, dando descontrol total a sus emociones, a sus miedos, a la vergüenza de verse humillado por otros que se creían mejor que él.

¿Por qué no podía pasar de ser percibido ante los demás como tanto quería?

Es más, ¿Por qué dejaba que las cosas le afectaran tanto?

El de atuendo negro se limitó a hacerle compañía, dándoles irremediablemente a los mimos sobre la tez de su amigo, la tarea de hacerle saber que contaría con su infinito e incondicional apoyo, aquel que sólo él podía darle. Porque quisieran otros o no, nadie como Mello conocía al muchacho que ahora temblaba entre sus brazos, sus virtudes y defectos, sus más ocultos sueños, incluso su inocente manera de pensar. Aunque claro, allí mismo el blondo además confirmó lo que siempre pensó; Mail era increíblemente frágil, demasiado vulnerable tal vez y por ello, su obligación siempre sería velar por él y su bienestar, tal cual alguna vez le hizo saber a través de una inocente promesa infantil y simplona, pero no por ello menos seria.

En la completa soledad de aquel pequeño pedazo de jardín, ambos muchachos sencillamente dejaron que el soplar de la brisa matutina acariciara con delicadeza sus rostros y el menguar de su apego, sin saber que la escena no había sido tan privada como tanto querían. Oculto, justo en la esquina de la gran muralla color beige pálido que tenían frente a ellos, un escuálido cuerpo capturó en su memoria aquella conmovedora escena de verdadera amistad, más para él, fue un completo júbilo. En sus labios, veloz como una gacela una sonrisa se bosquejó, con cierta malicia para cualquiera que la hubiese visto y en sus ojos rojos, el brillo insano de la curiosidad por saber más de aquel lloroso chiquillo se dejó ver, totalmente risueño.

Porque sorpresivamente, Matt para sus ojos, destacaba por sobre todos los demás.

Así es, Beyond como nunca carcajeó.

Notas finales:

Ya tengo la mitad del siguiente capítulo escrita, a ver si logro subirlo dentro de esta semana que viene.
Saludos, se cuidan.


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