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Jus stay... just that, please por Ali-Pon

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Notas del capitulo:

¡Hola! ^^/ Aquí, Ali, reportándose con el nuevo cap de mi rpimer fic 2min :´D

Agradezco al rev que recibí ^^ y todo aquellos que lo leyeron, espero leerles en un rev pronto ^^

Bueno, sin más les dejo imágenes de referencia:

Taemin

http://cloudusa.files.wordpress.com/2013/04/taemin-sherlock-era-2012.jpg?w=500

Universidad

http://kpopn.com/wp-content/uploads/2013/02/0201kh8.jpg

Biblioteca

http://investseoul.com/wp-content/uploads/2013/05/psy_seoul-library.jpg

 Minho

http://media.tumblr.com/bf5e54346fa10b9960baa2bd200d3360/tumblr_inline_mnfrc99G8O1qz4rgp.jpg

También les digo que algunas cosas de la Universidad las modifiqué, es decir, estuve investigando de la real pero tuve que poner de mi imaginación para que tuviera ciertas cosas que ya leerán. Y va igual para la Biblioteca >wO

Sin más les dejo leer xD

Capítulo I

Seoul, espero seas amable

–Y este es el horario de tus clases. –Una linda señorita de coleta, tez nívea, ojos amigables y voz dulce; me extendió una hoja blanca con mi respectivo horario. ¡Por fin! Ya iba a estudiar en la gran Universidad de Seoul. Fue duro el poder entrar; sacrifiqué tantas cosas, con tal de tener una plaza en aquel lugar. Agradecía internamente a mi tía Katherine el haberme apoyado en todo el lapso de inscripción, y que me haya contratado un profesor privado para estudiar más a fondo los temas que me iban a preguntar en el examen de admisión. Aunque estaría en la Facultad de Artes y Música, el temario abarcaba tanta información que pensé colapsaría.

            –Gracias. –Le devolví la sonrisa y, después de guardar los papeles en un folder que a su vez metí en mi mochila, me dirigí a la salida del lugar.

            Aquella universidad era muy grande. Su fachada se asemejaba a un Partenón, con columnas tan altas que a su lado me sentía más pequeño que una hormiga. Sus instalaciones era de primera, candelabros adornaban el techo de la recepción; cuadros de importantes autores decoraban las paredes y  el mobiliario que se cambiaba a medida que la tendencia lo hacía.  Sí, ahí se respiraba la finura y el dinero en su máxima. Aunque mi presupuesto no era tan alto para cubrir si quiera la colegiatura, el que mi tía fuera renombrada ayudó a que mi porcentaje de beca aumentara, aunque fuera un 5%. Mi director de carrera se me hacía muy amable y humilde, a pesar de ser un gran hombre de negocios. Todo ahí era de primera, todo ahí era cual cuento de hadas. Tener piscina, gimnasio, circuito de carreras para autos, un hipódromo y hasta canchas completas de los deportes habidos y por haber; era algo demasiado ostentoso para mi gusto simple y hasta aburrido.

            Con mochila en el hombro, decidí recorrer un poco el jardín que había en la universidad. Una enorme fuente con un mundo de fierro y sobre él un hermoso león del mismo material; adornaba el frente del edificio. Enormes árboles de cerezo y de otros tipos, rodeaban todo el lugar. El campus era sumamente enorme, con decir que hasta había camiones que llegaban al interior de la escuela en las facultades más arrinconadas. Sí, suena a algo irreal y sacado de un dorama (bien puede ser cierto), pero así era mi realidad. Pronto estaría estudiando en aquel plantel, practicando lo que más amaba: bailar.

Aunque mi tía dudaba, un poco, sobre mi sueño de ser un exitoso cantante y bailarín, ella seguía apoyándome tanto moral como económicamente. Obviamente no quería que ella cargara con todo el peso de pagar mi escuela, por lo que hice un trato con ella: yo trabajaría lo suficiente para poder cubrir –aunque fuera –la mitad de la colegiatura. Sabía que en aquella escuela el trabajar y estudiar a la vez, era algo casi titánico (para personas como yo), pero yo trataría de que aquello imposible fuera posible. No quería ser una sanguijuela que absorbía la fortuna que mi tía, con tanto empeño, había creado. No. Yo quería tener mis propios triunfos y mis errores, sabiendo que sería algo realmente riesgoso siendo que estaría solo.

Suspiré con algo de pesar al recordar que no tenía a nadie más a mi lado más que mi tía –que se encontraba en viajes constantes –. Sería un camino demasiado solitario para mí, y esperaba que no tardara tanto en hacer amigos allí.

Miré al cielo, que era cubierto por el follaje de aquellos frondosos árboles. Me senté en una rústica banca de metal, sacando del bolsillo de mi pantalón mi celular. Tomé cuanta foto quise de aquel lugar, realmente sería el lugar perfecto para cuando quisiera olvidarme del mundo. Dejé que la naturaleza se encargara de maravillarme. Todo estaba en paz y armonía. Mis cabellos castaños –que había dejado crecer hasta mis hombros– se revolvían un poco por culpa del viento. Pasé un mechón tras mi oreja sonriendo de lo divertido que debí verme con todos los cabellos cubriendo mi cara.

Volví a echar un último vistazo al lugar y me levanté con gran felicidad. En aquel mismo instante mi móvil sonó dándome un pequeño susto. Con rapidez le busqué entre mis bolsillos hasta dar con él.

–¿Diga? –Respondí sin siquiera detenerme a ver el número.

¿Taemin-ssi? –Escuché la voz de mi jefa del turno vespertino en la biblioteca de la ciudad.

–¡Oh! Señora Yo Won, ¿necesita algo? Ya voy en camino. –Rápidamente me dirigí a la salida del campus, para poder abordar el tren que me llevaría cerca de la calle de la biblioteca.

Sí, ¿podrías pasar por unas etiquetas nuevas? Nos llegaron nuevos libros y no hay etiquetas para poder poner el código.

–¡Claro! Iré por ellas, descuide. –Sonreí amable. Esa mujer, a pesar de tener ya una edad avanzada, era una mujer dulce. Sabía que ella era viuda desde los treinta; su hijo único se murió a la edad de nueve años por un accidente automovilístico; su familia solo constaba de ella, una hermana mayor (que estaba en un asilo) y sus padres (que murieron justo el día en que nació su hijo). Sin embargo, a pesar de pasar por todos aquellos infortunios, seguía sonriendo y era muy cariñosa.

Aquí te pago ese gasto, mi niño. –Me encantaba que me llamara de aquella manera, sentía un poco de calidez en medio de mi solitaria existencia.

–No se preocupe. Yo las pago, ¿sí? –Escuché una suave risa y mi sonrisa se ensanchó más.

De acuerdo, solo porque me lo pide un niño bonito. Te estaré esperando, Taemin-ssi. Adiós.

–Adiós. –Tras colgar, apresuré el paso para poder ir por lo que me había pedido la señora Yo Won y de paso, pasar a comprar un emparedado. Moría de hambre.

 

Jamás pensé que tardaría tanto en comprar algo tan simple: etiquetas y un emparedado. ¿Por qué tarde? Bueno, una señora alegó que la cajera había sumado mal y se rehusaba a pagar, tuvieron que intervenir superiores de la pobre muchacha para poder hacerle entender a aquella mujer que la suma era correcta. Después de varios minutos escuchando los sonoros gritos de la mujer, los superiores tuvieron que darle por su lado y aceptar que pagara una cantidad menor. Pero ese no fue todo el embrollo. No. Ya cuando pude salir del pequeño súper, me topé con que el tren estaba atiborrado de personas y, entre olores desagradables y hombres que creyeron que era mujer y me tocaron el trasero, pude llegar a la estación correspondiente.

Luego de caminar a contraflujo, pude salir de aquel mar de gente. Al salir a la superficie, me topé con que me había retrasado más de una hora. Con el alma a punto de salir de mi cuerpo, corrí por la calle, llegando a empujar personas para poder abrirme paso. Con un esfuerzo sumamente alto de mi parte, entré al enorme edificio. Pasé por un pequeño pasillo que me llevaba tras bambalinas del lugar. Saludé a las noonas y hyungs que me topaba. Pregunté por la señora Yo Won, enterándome que estaba en el área de Lectura Infantil.

Después de ponerme mi respectivo uniforme y darle una mordida a mi emparedado, salí en busca de la dulce anciana. Mientras caminaba, con mi boca sostenía la bolsa que contenía las etiquetas, peinando mi largo cabello en una media coleta. Atravesé largos pasillos de estantes y bajé y subí escaleras. Jadeante, llegué dónde la señora Yo Won estaba. Ella leía un pequeño libro, sonriendo de forma cálida y amorosa.

–¿Señora Yo Won? –Le llamé quedo, asustando un poco a la dulce mujer.

–¡Oh! ¡Taemin-ssi, me has asustado! –La pobre mujer puso su mano en su pecho.

–Lo lamento. –Me disculpé avergonzado. –Aquí tiene –le entregué la pequeña bolsa –, perdone por haber tardado.

–¡Oh! No te preocupes corazón de azúcar. –Me dijo con su voz ya algo áspera, mirándome con ternura. Mi faz se relajó y le sonreí aún avergonzado. –Te agradezco el gesto. –Tomó con delicadeza la bolsa.

–No hay de qué. –Ella sonrió mientras abría la bolsa y sacaba el paquete. –Díganme, ¿qué estaba haciendo? –Le pregunté curioso.

–¡Oh! Estaba a leyendo un pequeño libro que alguna vez leí.

–¿Ah, sí? Y ¿cómo se llama?

–“El principito”. –Me extendió un pequeño libro de portada infantil. –Recuerdo que mi madre solía leérmelo por las noches. –La melancolía en su voz estrujó mi corazón.

–¿Y es triste?

–¿El libro? –Asentí lentamente. –Depende de ti. Para mí es un libro hermoso y con muchas verdades, para ti puede significar algo distinto. –Miré curioso la portada tratando de comprender lo que la mujer de avanzada edad me decía.

–Ya veo. –Susurré mientras hojeaba el libro.

–Bueno, mi niño, debes tener hambre ¿verdad?

Estaba por negarle cuando mi estómago me delató, provocando una risilla por parte de la dulce mujer y un sonrojo en mis pálidas mejillas.

–Vamos, te compartiré de mi comida. Pero antes –me extendió las etiquetas –, debes de etiquetar los libros nuevos y acomodarlos. –Con resignación asentí, sonriendo como siempre.

Con etiquetas en mano, me fui al almacén. Ahí me esperaba cajas repletas de libros de todo tipo de consulta. Por un momento sentí que desfallecería ahí mismo, pero di rienda suelta a mi trabajo. Tomé un banquillo  de madera y comencé a abrir una a una las cajas que tenía como leyenda: “Nueva adquisición”.

Pasó el tiempo y cada vez se hacían más y más pilas de libros a mis costados. No era algo difícil el poner el código en las etiquetas, pero mis ojos se cansaban rápidamente por la escaza luz que había en aquel pequeño lugar.

 

–Y el último. –Murmuré cansado, depositando el último libro en una de las tantas torres de tomos que había a mi rededor.

Me puse de pie, estirándome con pereza. Cada músculo y articulación estaban tan entumidos que por un instante me sentí viejo. Con un poco más de soltura, salí del almacén para recargarme en la pared de un costado de la puerta. Cerré por unos momentos mis castaños ojos, tenía unas enormes ganas de dormir y…de comer. Mi estómago gruñó con mayor intensidad, causándome un poco de incomodidad.

–Creo que necesitas comida. –Escuché la voz de uno de mis hyungs, había sido Heechul. Sonreí débilmente abriendo mis orbes, topándome con un divertido joven de cabello castaño, algo largo, y ondulado.

–Sí, no he comido desde que llegué hyung. –Los dos reímos al escuchar las quejas de mi amiguito.

–¿Por qué no me dijiste antes, Taemin-ssi? –La señora Yo Won apareció de la nada. –¡Cielos, mi niño! Ya me siento culpable; haciéndote trabajar cuando aún no habías probado bocado. –Tanto Heechul y yo, sonreímos con dulzura al ver la preocupación en la cariñosa anciana.

–No se preocupe, estoy bien. –Dije dulce, besando la frente la mujer. –Aún puedo aguantar.

–Nada de eso. Tú vienes conmigo. Heechul-ssi, termina de acomodar la nueva entrega.

–A la orden mi capitán.

Después de ser reprendido por la señora Yo Won, comí una rica comida tradicional coreana. En cada bocado sentía la dedicación y el amor que debió de dar ella para preparar algo tan delicioso. Cuando se le pasó el enojo y preocupación, comenzamos a hablar sobre cosas triviales hasta que terminamos conversando de mi futuro.

–¿Así que quieres ser cantante y bailarín, terrón de azúcar? –Asentí mientras comía otro poco del delicioso Bulgogi.

–No veo el problema, eres guapo y cantas bien. Creo que serías un excelente cantante. –Ante sus elogios no pude evitar que un leve sonrojo se apoderara de mis mejillas.

–Qué dice, yo no canto tan bien.

–¡Pero claro que cantas bien, Taemin-ssi! Te he escuchado tararear mientras trabajas, ¡lo haces bien!  -Me sentí aún más avergonzado sin saber cómo desmentir a la señora o si quiera convencerle que no cantaban tan bien como otras personas.

 

Después de evadir a la señora Yo Won y acompañarle a su casa, me dirigí al apartamento que mi tía me había dado. Yo lo veía como un gasto innecesario, pero ella insistió en comprarlo para mí. El lugar era espacioso, con muebles de temporada y todo tan moderno que me sentí en una época que no era la actual.

Con pesadez me dejé caer en el largo sillón de color chocolate. Había sido un día tan agotador que me sentía peor que un perezoso. De mi mochila saqué los papeles y volví a checarlos uno a uno. Toda mi información personal estaba bien, así que no había nada más que corroborar. Todo estaba a oscuras, todo estaba en silencio. A veces me preguntaba si en verdad podría con la soledad, si podría cumplir mi sueño. Resoplé tan fuerte que mi fleco se alborotó. Sabía que nada me caería del cielo, que todo tenía que ganármelo.

Dentro de poco ya entraría a la universidad y ya debía de tener todo listo…pero me daba una flojera inmensa. Y con la pereza hasta por los poros, me fui a dar una ducha.

El baño era espacioso, con el blanco como predominante, arreglos florales (de fantasía), una bañera que parecía de porcelana y todo tan refinado y sofisticado que me daba un tiento para utilizar cada cosa. Temía romper algo debido a mi torpeza nata.

En medio de mi baño recordé aquella promesa que les había hecho a mis padres en su tumba. Sentía un enorme vacío al ya no poder recibir un abrazo afectuoso de mi madre ni los reproches de mi padre por dejarme el cabello tan largo. Reí por lo bajo al rememorar algo que antes se me había hecho cotidiano. Tal vez me estaba mintiendo al decir que estaba bien, que ya estaba superando su pérdida. Aún dolía, aún me sentía devastado…

Tratando de reprimir mis sollozos terminé mi ducha y me fui a dormir. Ya no tenía tiempo para lamentar su muerte, para seguir enfrascado en el “hubiera”.

 

Pasó el fin de semana y ya tenía mis maletas listas. Había llamado a la tía Katherine para hacerle saber que ya entraría a mi primer día en la universidad. Después de recibir muchas felicitaciones y los famosos: “Te deseo suerte”, salí de aquel costoso departamento.

Eran las ocho de la mañana y ya estaba en camino a la lujosa escuela. En mi interior repasaba una a una las cosas que debía hacer al llegar:

  1. Buscar la zona de dormitorios.
  2. Si llego a tener un compañero tratar de llevarme bien con él o ella.
  3. Desempacar.
  4. Recorrer el edificio de mi facultad para saber los salones que tendría visitar.

Mis pies se movían con insistencia en el taxi que había pedido. Temía que mi primer día fuera a ser un asco o que, por mi apariencia, hubiera burlas. El camino a la universidad fue en compañía del silencioso taxista y su música de Bach; algo poco común pero así era la situación. Constantemente apretujaba mis manos y movía mis pies.

–Hemos llegado señorita. –Dijo aquel hombre ya con canas. Por haberme dicho “señorita” obtuvo una de mis peores miradas.

–Disculpe, pero soy hombre. –Le dije un tanto brusco, dándole lo correspondiente al viaje. Y antes de que pudiera decirme algo, azoté la puerta y me fui a bajar las maletas. A pesar de ser –relativamente – temprano había mucho alumnado entrando. Con mis dos maletas de color negro, mi mochila al hombro y los nervios a flor de piel; me adentré en las instalaciones. Todo me parecía irreal, tan novedoso y a la vez tan escalofriante. El hecho de entrar a la universidad era de pasar de tu zona de confort a lo desconocido.

Pasé en silencio, sintiendo las miradas sobre mí.

Debo cortar mi cabello. Debo cortar mi cabello.

Al momento en que divisé el edificio de los dormitorios estuve a punto de correr, como si aquel enorme pedazo de concreto me fuera a proteger de algo tan absurdo como las miradas de todos los alumnos.

Llegué a la atiborrada recepción y de inmediato la linda chica me reconoció, dándome la llave de mi respectivo dormitorio.

–Aquí tienes, Taemin. –Me dijo sonriente. –¡Oh! Debo decirte algo. Tú vas a…–en aquel momento, por alguna extraña razón, una eufórica estampida humana azotó la recepción. Con dificultad pude salir vivo de ahí.

–¡Cielos! –Dije jadeante y con el corazón desbocado. Mi mano, que tenía la llave del dormitorio, estaba apegada a mi pecho que subía y bajaba por mi respiración anormal.

Luego de pedir todo tipo de indicaciones y perderme una y otra vez en aquel enorme edificio de diez pisos. Con los pies adoloridos y el cansancio en todo mi cuerpo, por fin encontré la dichosa puerta.

–304. –Susurré con un poco de alivio. Deseaba con todo mi ser el ya recostarme y descansar, ya después recorrería la facultad.

Del bolsillo de mi chaqueta saqué la dichosa llave y la metí en la cerradura; la giré de forma lenta (por culpa del cansancio). Cuando abrí la puerta escuché algo que nunca debí haber escuchado.

–¡Ah! ¡Vamos Minho, cógeme más duro!

Por el bochorno que sentí al escuchar gemir (por primera vez en mi vida) a una mujer, dejé caer la agarradera mi maleta. Por el ruido metálico que hizo al caer la agarradera, asusté a aquella pareja que se encontraba en una de las dos camas completamente desnudos. El olor a sexo azotó mis fosas nasales y los colores se me subieron a la cara.

Definitivamente mi primer día fue una mierda.

¡Trágame tierra!

Notas finales:

¿Y bien? ¿Qué pasará con nuestro Taemin? 

Buen, solo agradezco si has llegado hasta aquí, espero leer algun rev de ti >wO

Cuídense todxs

AliPon fuera~

Nos leemos en el prox cap >w<


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