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Sleeping Beauty por Angeline Victoria Schmid

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Todos los días a las horas de las comidas, su puerta se abría y una de sus tías dejaba un plato con comida caliente junto a la puerta, pero él no la quería. Se le había quitado el apetito. En realidad ya ni siquiera tenía ganas de salir al bosque. No quería entrenar ni quería cazar. Se pasaba el día hecho un ovillo en la cama, acurrucado con la piel de lobo, aspirando el aroma de Kid que cada vez estaba más disipado e iba siendo sustituido por el suyo propio.

Cuando por fin permitieron que volviera a salir, fue porque Baby 5 pensó que si salía un poco querría comer después. Pero se equivocó. El chico se obligó a ir hasta el río, al lugar donde entrenaban siempre, pero su pelirrojo no estaba esperando. Fue hasta el lugar donde había estado el campamento, pero sólo encontró las señales que habían dejado las tiendas, la hierba aplastada ahí donde las habían levantado durante un par de días. El príncipe se había ido, y sólo Dios sabía si volvería y cuando lo haría.

***

Moria estaba nervioso. En pocas semanas el joven príncipe de ese reino iba a cumplir los 16 años pero, si las circunstancias no cambiaban, si seguía tan desaparecido como hasta entonces, la profecía que él mismo había hecho al hechizar al pequeño bebé no se cumpliría.

Se levantaba de su trono en el que tanto le gustaba estar sentado sin motivo alguno. Se paseaba por la sala de una punta a la otra, no comía, no bebía y, sobretodo, no dormía. Un día, harto, hizo llamar a todos sus súbditos.

- ¡¿Dónde está?! – Preguntó furioso -. ¡El príncipe Law está a punto de cumplir 16 años! ¡Debemos encontrarlo antes de que el Sol del 6 de octubre se ponga o mi maldición no se cumplirá!

- Pero señor… - Dijo Hogback con timidez -. Ya hemos buscado en todas las casas…

- Es imposible, de ser así lo habríais encontrado – Replicó el hada sin dejarlo terminar.

- Hemos buscado en las ciudades, los campos, los bosques…

- ¡No es suficiente! – Exclamó aún más furioso que antes.

- ¡Pero ya hemos mirado en todas las cunas, señor! – Respondió el siervo, desesperado.

- CUNAS – Vociferó -. Habéis estado buscando un bebé… ¡Durante 16 años! ¡Un bebé!

- … - Hogback lo miró, sin entender el motivo del enfado.

- ¡Perona! – Llamó al final -. Ve y busca a un joven de 16 años con los ojos grises como el acero y cabellos negros como una noche sin luna. ¡Rápido! ¡Tengo poco tiempo! Y… Mata a las hadas sin que él lo sepa.

Y su fiel sierva se marchó volando, directa hacia el bosque, donde le parecía más fácil que estuviera escondido. Y así fue como encontró a las tres hadas Monet, Baby 5 y Sugar, que cruzaban el umbral de la puerta de la cabaña del leñador, y no pudo evitar sonreír. Sobrevoló la casa, consciente de que para cumplir las órdenes de su amo debía esperar.

***

No podía permitirse no estar allí por su cumpleaños, si Law no estaba junto al río por la mañana iría a la cabaña del leñador. No había dicho a nadie que salía, pero aun así sospechaba que la bruja lo sabía, como siempre. Aún recordaba lo ocurrido cuando se marchó del palacio con Killer para poder ver al moreno. La bronca que le había echado su padre había sido monumental, aunque como siempre a él las palabras le habían entrado por una oreja y le habían salido por la otra. Eustass Kid siempre hacía lo que quería, para algo era un príncipe.

Cuando llegó a la cabaña, la encontró tan oscura que pensó que ya no vivía nadie en ella, que había sido abandonada hacía mucho tiempo, pero las plantas cuidadas que había junto a la puerta y los cristales limpios de las ventanas no indicaban lo mismo. Si sus habitantes se habían marchado, hacía poco tiempo que lo habían hecho.

Desmontó del corcel y lo ató a la corteza de un árbol quemado y rodeó la cabaña a pie. No se acercó mucho, pero sabía que la persona que miraba distraídamente a través de una de las ventanas del piso de arriba era su moreno de piel tostada. Desde allí no podía verle los ojos grises, y la piel tostada era algo borrosa, pero tenía que ser él. Se agachó y cogió una piedrecita, y la lanzó hacia arriba con la fuerza suficiente como para que ésta impactara contra el cristal, llamando la atención de Law.

Pero el chico no se movió. El pelirrojo chasqueó la lengua y tiró otra piedra, esta vez con más fuerza. Ahora sí, el menor abrió la ventana. Mejor, porque no le apetecía demasiado romper el cristal y llamar la atención no sólo del moreno sino también de sus tías.

Con una amplia sonrisa, el ojigrís cerró la ventana de nuevo y bajó rápidamente por las escaleras. Abrió la puerta de madera y corrió hacia él. Se lanzó a sus brazos, y Kid lo abrazó con fuerza, encantado de volver a poder estrecharlo contra su cuerpo. Le había echado tanto de menos que ni siquiera se le pasó por la cabeza la posibilidad de besarlo o las ganas de verle desnudo.

- Siento no haber podido ir al río – Law le acarició las mejillas -… Me encerraron con llave en mi habitación.

- ¿Supieron que habías salido? – Preguntó.

- Sí, me estaban esperando en la puerta cuando llegué – El moreno miró hacia la puerta un momento -… No habrá nadie más hasta mañana, ¿por qué no pasas?

- En realidad sólo me he escaqueado un rato del castillo porque me apetecía verte, ha pasado un año – Confesó -… Pero sé que mañana es tu cumpleaños, ¿qué te parece si vengo a verte esta noche?

- ¡Sí! – Exclamó contento – Pero esta vez no hace falta que me traigas ningún regalo.

***

A Perona no le había costado nada seguir a las hadas. Había tenido suerte, porque ya creía que no iban a salir nunca de la cabaña y que su señor Moria no podría ver cumplida su maldición. Las siguió a través del bosque, escondiéndose en las ramas más altas de los árboles, y cuando abandonaron la espesura y llegaron a las llanuras se escondió entre la maleza. Una vez ya no hubo lugar donde esconderse supo que era el momento de atacar.

Las había observado durante el tiempo suficiente como para saber que se negaban a utilizar la magia, pero no sabía si eso se debía a su plan para mantener al joven príncipe alejado de su amo o si simplemente habían perdido sus poderes por pasar demasiado tiempo ayudando a los humanos para hacer el bien.

Se acercó a ellas sigilosamente con un pequeño puñal en una mano y un muñeco que le había hecho Moria. El muñeco tenía poderes mágicos que sólo se desvanecerían cuando su señor muriera o quedara inconsciente durante un tiempo indeterminado por el que nadie había osado preguntar, por lo que la chica esperaba no tener problemas para vencer a las hadas. Especialmente si éstas habían olvidado sus varitas en la cabaña, cosa improbable. De todos modos, iba a pillarlas desprevenidas, de modo que no tardaría más de cinco minutos en tenerlas muertas.

Había esperado tener que tirarles del pelo para poder arrancar un cabello que pegar al muñeco, pero por suerte las tres tenían algún que otro cabello en el vestido.

***

Dicen que si algo se sueña tres veces se hace realidad. Y a Law, eso lo preocupaba a la par que le ponía nervioso. Había soñado tres veces que tenía sexo con su pelirrojo, pero sólo había soñado que le decía que le amaba una vez.

Estaban tumbados en el lecho de paja del moreno, el príncipe abrazándole desde atrás y Law negándose a soltar esos fuertes brazos que le rodeaban. No sabía cuanto rato llevaban así, sólo que estaba muy a gusto y no tenía intención de moverse ni aunque fuera extremadamente necesario.

- ¿En qué piensas? – Le preguntó de repente.

- Pensaba en todo lo que me gustaría hacer ahora – Respondió el pelirrojo tras besarle la nuca -. Son muchas cosas y no puedo hacerlas a la vez, pero sí sucesivamente.

- ¿Y cuáles son? – Preguntó el menor con curiosidad.

- Pues – Le besó la nuca de nuevo – para empezar me gustaría mucho poder acariciar la piel tostada de un chico que me gusta mucho, así – Kid le acarició las mejillas, el pecho y el vientre -…, me gustaría poder estar dentro de él y moverme como sé que le gusta – Sin pensárselo dos veces, le penetró desde atrás haciendo que se le escapara un dulce jadeo -. Sí, eso me haría enloquecer – Empezó a moverse, embistiendo con mucha suavidad, como si tratara de ser delicado -, pero lo mejor no sería eso. Lo mejor sería acercar mis labios a su oído para poderle confesar mis sentimientos entre susurros – El moreno se sonrojó ligeramente y sus ojos se abrieron desmesuradamente, su respiración acelerándose por la emoción que le provocaban las palabras de su príncipe -. Le diría: te amo, Law.

- Y yo a ti, mi príncipe – La posición lo dificultaba, pero fundieron sus labios en un beso que al moreno le pareció interminable -. Me gustaría poder estar así siempre.

Al día siguiente iba a cumplir 16 años, y por eso esa noche había invitado al príncipe a la cabaña del leñador. Sus tías se ausentarían hasta la tarde siguiente, así que aunque no lo habían dicho, era evidente que se habían marchado para poder comprarle un regalo de cumpleaños. Sus sueños le decían que esa noche quizás iba a tener sexo. Sexo sin amor.

Miró la ropa que tenía preparada en una silla. La había limpiado, pero aun así sabía que no olería tan bien como la de Kid, porque la había lavado con el jabón que hacía Sugar con grasa y otras plantas, en esa época, uvas y unas plantas que crecían junto a la cabaña y que dejaban una textura áspera y acartonada. Además, se notaba que era vieja. Muy vieja. Quizás el mayor estrenaría ropa, y él usaría ropa viejísima. Al menos, había comprobado que no estaba agujereada. Y era lo más bonito que tenía. Se acercó al armario que sus tías utilizaban para guardar los perfumes y el botiquín, y abrió un bote. Lo olió pero volvió a dejarlo en el estante enseguida, parecía hecho con las mismas hierbas que el jabón. Al final, encontró uno que le gustó y se puso un poco. Se miró en el espejo y decidió que tenía un aspecto aceptable, quizás incluso apetecible.

No quería parecer demasiado desesperado por su llegada, por lo que cogió un libro y lo abrió más o menos por la mitad (ya lo había leído, por lo que sabía perfectamente lo que ocurría) y esperó. Estaba seguro de que el príncipe lo vería concentrado a través de la ventana, creyendo así que no le estaba esperando. Y de verdad se sobresaltó cuando llamó a la puerta. Esperó lo que a él le pareció un cuarto de hora y se levantó de la silla para abrir la puerta.

- He traído esto – Le dio un par de botellas de vino sin molestarse a saludar -. ¿No tienes velas?

- No me hacían falta hasta ahora – Replicó mientras cogía las botellas. Si veía el libro, se daría cuenta de que no estaba leyendo de verdad -. N-No debería beber vino… Mis tías…

- Cumples 16, ¿no? – Preguntó el príncipe, aunque sabía de sobras la respuesta -. Pues es hora de que bebas vino sin importar lo que digan los demás.

El ojigrís dejó las botellas sobre la encimera y después abrió un pequeño armario del que sacó una vela y un fósforo para encenderla.

- He preparado comida… - Eso le daba vergüenza de verdad, porque sabía que en palacio había cocineras que seguro que preparaban comida más sabrosa que la suya, y además, el mayor nunca había tenido que hacer ninguna de las cosas que a Law le tocaba hacer -. Es conejo, espero que te guste.

- Claro que sí – Respondió enseguida, aunque no esperaba que el conejo estuviera tan delgado, estaba claro que había sido cazado, no comprado -. Me gusta mucho el conejo.

El menor sonrió con expresión de felicidad en el rostro y empezó a servir la comida. Kid, mientras tanto, llenó las copas con el vino tinto que había rescatado de las bodegas del palacio de Doflamingo. Le había parecido una buena cosecha, y él nunca estaba dispuesto a echar a perder las mejores cosechas de las mejores añadas. Cuando el moreno dejó el cuchillo, se encontró con que el ambarino sujetaba una copa delante de él, esperando que cogiera la suya y bebieran.

- Feliz cumpleaños, Law – Dijo golpeando ligeramente la copa del menor con la suya, desconcertándolo un momento -. Es lo que se hace cuando se celebra algo.

- Ah – Otro sonrojo provocado por algo que no sabía por ser un estúpido campesino -. Gracias.

Aquel conejo esquelético no había sido suficiente para saciar el hambre de ninguno de los dos, pero ninguno quiso decir nada. El moreno, porque le daba vergüenza aceptar que no había hecho comida suficiente para ambos, y el mayor para que no creyera que en palacio se pasaban el día comiendo cuando a ellos les faltaba. Le habría dado igual la opinión de cualquier otro plebeyo, pero el ojigrís era… Bueno, era su ojigrís.

Quizás era el alcohol, o quizás era algo más, pero ese día lo veía algo diferente. ¿Era el ligero sonrojo que el vino había provocado en sus mejillas? ¿Era el esfuerzo que había hecho para arreglarse? ¿Era por que él también iba un poco bebido? ¿Era la forma en la que la vela se reflejaba en sus preciosos ojos grises? ¿Cómo se vería la luna en ellos? ¿Por qué no se fijó aquel día en el que estuvieron a punto de besarse? Aquel día estaba demasiado ocupado imaginando el sabor de sus labios como para fijarse en nada más, pero lo que de verdad le apetecía ahora era cogerle la mano y llevarlo al bosque para saberlo, para ver la pálida luz en sus pupilas, pero esa noche la luna era apenas visible, y sin duda la noche siguiente sería una noche sin luna. ¿Qué sabor tenían sus labios? ¿Y su piel? ¿A chocolate? ¿A caramelo? Necesitaba saberlo.

El sonido de la copa lo hizo regresar a la realidad, olvidándose de sus pensamientos impuros. Alzó las cejas sorprendido al ver que no se había roto, sino que rodaba por el suelo con poco más que una grieta. Miró al menor el tiempo justo para ver que estaba de pie y que se sentaba sobre él y colocaba las manos sobre sus hombros. Automáticamente, las manos del pelirrojo se colocaron en la cintura del otro. Lo tenía tan cerca… Pero, ¿y si lo rechazaba? Eustass Kid era impulsivo, pero cuando se trataba de su sexualidad, pensaba un poco antes de actuar. Sin dejar de mirarle a los ojos, empezó a acariciarle los costados por encima de la ropa, haciendo que se riera un poco, seguramente por el alcohol, porque dudaba mucho que le estuviera haciendo cosquillas, haciendo a que a él también se le escapara una sonrisa. Pronto, las manos le llegaron a las mejillas, y las acarició suavemente con los pulgares. Tenía la piel suave como un noble, tal y como la recordaba. Acarició también sus labios, notando un cosquilleo en el pulgar, sintiendo como su miembro se endurecía entre sus piernas y moviendo un poco el culo hacia atrás para separarse del cuerpo del moreno y que éste no lo notara.

- Kid – Lo llamó antes de que apartara el pulgar de sus labios -. Bésame.

El príncipe no respondió, se limitó a acercar los labios a los que tenía delante. Sus narices chocaron un poco, haciendo que ambos se sonrojaran, sus mejillas tan rojas como el cabello del mayor. Se separaron un poco, pero pronto volvieron a estar tan cerca como antes, esta vez sus labios rozándose tanto que podrían haberse fundido en aquel beso que tanto deseaban, pero aún no lo hicieron. Las manos del moreno abandonaron sus hombros para acariciar su torso por encima de la ropa sin dejar de clavar esos ojos grises en los suyos. Aun con la camisa de por medio podía sentirlas frías, pero no le importaba, él podía calentarlas con sus besos y caricias.

La mirada de Law cambió y de repente se volvió lujuriosa, y una sonrisa juguetona le adornó el precioso rostro. Entonces sacó la lengua y lamió su labio inferior, provocándole un escalofrío que le recorrió toda la columna. Apretó su cuerpo contra el suyo y clavó su mirada ambarina en la del menor para observarlo un último momento antes de besarle. Y entonces se dio cuenta: no podía besarle.

¿Qué le pasaba? ¡Había estado casi dos años esperando ese momento! ¿Por qué ahora no podía? Se separó de él tanto como le permitía la posición y apartó la vista, y así, sin mirarle, le colocó las manos en la cintura para hacer que se levantara.

El moreno estaba atónito. Aquella sonrisa tan bonita que tenía había desaparecido, y el rubor provocado por el alcohol y la cercanía entre ambos cuerpos se había convertido en uno más fuerte producido por la vergüenza. Sin decir nada, se levantó y se marchó sin intención de volver.

Notas finales:

La verdad es que pretendía que este capítulo llegara hasta más adelante, pero al final me ha parecido que este era un buen momento para dejar el capítulo. Ya sé que soy malvada, pero cada vez queda menos para que mi maldad termine (?).


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