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Sleeping Beauty por Angeline Victoria Schmid

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Notas del capitulo:

No tengo internet decente, lo estoy robando de la vecina D:, pero en teoría esta semana ya nos traen el router :D

Kid estaba de muy mal humor, y lo peor era que no sabía porqué. Cuando llegó al palacio, subió directamente a las estancias que ocupaba y sólo volvió a salir cuando decidió que le hacía falta descargar toda esa rabia que tenía en el interior.

 

Podría haber cogido su espada y destrozar el filo peleando contra un árbol, o podría haberle pedido a su amigo Killer que luchara contra él, vencerle le habría puesto contento. Pero no le apetecía, así que decidió bajar a los establos a por un chico al que había descubierto hacía un par de días. Por lo que había visto, no podía estar seguro de cuales eran sus gustos reales, pero estaba seguro de que su oficio no era el de mozo de cuadras.

 

Como príncipe, no le costó mucho que el joven lo siguiera. Pensar en los motivos que habían hecho que le escogiera hacía que el enfado creciera aun más: piel tostada y cabello azabache; era una lástima que tuviera los ojos marrones y nariz de patata. Era una cara bastante aburrida, pero lo cierto era que hacía prácticamente dos años que se fijaba siempre en el mismo tipo de hombre, muy parecido a su moreno y muy diferente de su amigo rubio. Pero no le apetecía verle la cara, no le apetecía recordar que había rechazado al que realmente deseaba y que ahora tenía que conformarse con alguien que seguro que no sería sólo para él.

 

El pelirrojo no habló mucho, se limitó a dejarse hacer, apenas disfrutando, sin que el pobre chico pudiera arrancarle demasiados gemidos por mucho que se esmerara en ello. Pero no iba a culparlo, no era culpa suya. La cosa mejoró cuando Kid lo puso a cuatro patas y lo folló desde atrás, con los ojos cerrados para fingir que se trataba de Law. Eso era lo que se le daba mejor últimamente, fingir que la persona con la que estaba era su moreno. Pero el tormento era demasiado grande aquella vez, apenas fue capaz de correrse, y tan pronto como abandonó el interior del chico, le pagó y le ordenó que se marchara. A la mañana siguiente no recordaría que había gemido el nombre del campesino más de una vez.

 

***

 

El rubio había evitado visitar a su amigo toda la noche, pero el que no se personara a la hora de desayunar a pesar de que su padre no se encontraba presente le pareció motivo suficiente como para saltarse él también esa comida.

 

Entró sin llamar, tal y como hacía años que se había acostumbrado a hacer, y lo que vio no le gustó en absoluto: Kid estaba completamente desnudo en la cama con aspecto totalmente relajado, pero era evidente que se había dormido ignorando el destrozo de su alrededor, pues a su alrededor había restos de cerámica y el príncipe tenía un buen corte en la mano, seguramente producto de lo que fuera que había estado haciendo en el dormitorio la noche anterior.

 

Sonrió un poco, se le acababa de ocurrir una idea que seguro que podría animar a su amigo. Animarlo, o asustarlo. Sin pensar mucho en ello, se sentó en el borde de la cama y le metió un mechón rubio por la nariz. Acto seguido, Kid se incorporó con cara de susto y empezó a estornudar.

 

- ¿Qué haces? - Preguntó con expresión mal humorada.

 

- Sólo quería hacerte cosquillas - Dijo sonriendo -. Anoche no bajaste a cenar y hoy te has saltado el desayuno. Dime, ¿qué pasa?

 

- Nada - El pelirrojo se encogió de hombros -, sólo me apetecía echar un polvo.

 

- Ya - Miró los restos del jarrón -... Pero no te apetecía con la persona que conseguiste llevarte a la cama, ¿verdad?

 

- No - Kid miró hacia otro lado, no queriendo verle la cara -. Fui un capullo.

 

- ¿Por qué?

 

- Habíamos bebido un poco, él no está acostumbrado así que - Hizo una pequeña pausa antes de seguir hablando -... No quise aprovecharme de él.

 

- Le amas.

 

- ¿Qué? - La voz del príncipe sonó indignada - ¡No!

 

Killer tragó saliva, sabía que no estaba equivocado y sólo se le ocurría una forma de demostrárselo. El pelirrojo seguía sin mirarle, así que le giró la cara para fijar la mirada en la suya un momento y, después, cerró los ojos y besó sus labios. Fue algo rápido, apenas premeditado, y no pudo evitar sonreír mientras su amigo le apartaba bruscamente, algo muy alejado de lo que habría ocurrido hace un año.

 

- ¿¡Qué coño haces!? - Espetó el príncipe.

 

- ¿Lo ves? Le amas - No dejó que le respondiera -. Hace un año, como mucho, habrías estado encantado de que te besara - Hablaba en voz baja, como si temiera que alguien pudiera estar escuchándoles -. Que te besara y que te dejara hacer otras cosas.

 

Ésta vez fue Kid el que tragó saliva. Su amigo tenía razón. ¿Cuando había dejado de desear a Killer? Hacía mucho tiempo que había dejado atrás sus sentimientos hacia el rubio, ¿pero cuando había dejado de desear tener su cuerpo desnudo bajo el suyo? ¿Cuando había dejado de imaginar el contacto de sus labios contra los suyos mientras sus lenguas disputaban una batalla para conseguir dominar la del otro? Plantearse esas preguntas le hacía sentirse frustrado, especialmente porque conocía la respuesta. Amaba al moreno, a su chico sin nombre, y probablemente éste no querría volver a verle, no después de como se había marchado. Le había roto el corazón, y ahora era el suyo el que se rompía en mil pedazos. Ojala pudiera arrancárselo y guardar los trozos en un bote. Al menos de esa forma podría entregárselo a Law y que viera que por lo menos en el último momento había sufrido por él. Así sabría que le había amado de verdad. Pero no podía hacer eso.

 

***

 

Law ya había empezado a extrañarse de que sus tías no regresaran cuando alguien llamó a su puerta, pero no eran sus tías. Abrió de todos modos, sólo porque deseaba tener algo de contacto humano por una vez.

 

Sus ojos se abrieron como platos al ver el aspecto que tenían sus visitantes, aún más extraños que la apariencia de su príncipe (aunque ahora sabía que nunca sería su príncipe), pues se trataba de una mujer con un largo vestido negro, unas botas de color fucsia y el pelo rosa; y un hombre muy pálido, con un peinado que no era capaz de describir, extraordinariamente alto y gordinflón y con los labios de color... ¿Era eso morado? Su primer instinto fue cerrar la puerta y regresar a su dormitorio, consciente de que no podían verle hablando con desconocidos y, además, algo en aquellas personas le parecía extraño, como si algún tipo de magia los envolviera, una magia malvada de la que debía alejarse.

 

Pero Law se dio cuenta de que aquel aura rodeaba más al hombre, y él sabía que las brujas sólo eran mujeres, por lo que no tenía nada que temer. La chica tampoco tenía ninguna verruga en la nariz, ni llevaba una escoba, y ninguno de los dos iba acompañado por un gato. Entonces recordó que él tenía una espada, y supo que no tenía nada que temer.

 

- Te veo triste, chico - Dijo una voz, y al menor le costó saber que era la del hombre y no la de la chica del cabello rosado.

 

- No sé por qué - Su voz sonó algo temblorosa, porque creía que sus ojos no lo delatarían ante nadie -, no tengo motivos para estar triste.

 

- No te preocupes, cielo - La muchacha le sonrió -. Sabemos guardar un secreto, horohorohoro.

 

- No estoy triste - Insistió frunciendo el ceño -. ¿Qué queréis?

 

- Vaya, es una lástima - Respondió el mayor con la voz melosa -. Nosotros queríamos ayudarte a olvidar tu dolor...

 

- ¡Pero para ello debes seguirnos! - Exclamó la chica, interrumpiendo a su amo.

 

- No creo que... - Negó con la cabeza un par de veces y dio un par de pasos hacia atrás, queriendo entrar en la casa de nuevo y encerrarse dentro, pero de repente se quedó en silencio, y sintió como se le nublaban los ojos.

 

Sus pies avanzaron solos como si lo manejaran los hilos de un titiritero. Intentó darles la orden de que pararan, que dejaran de dar pasos, que dejaran de caminar, pero no le obedecieron. Incluso quiso gritar esa misma orden, pero la voz no le salió. Sus ojos tampoco le obedecían, se limitaban a mirar hacia delante, y encima la vista seguía nublada y sin dejarle ver claramente lo que tenía delante. Cada vez veía peor, y pronto fue incapaz de distinguir lo que tenía delante, ni siquiera a las dos figuras que caminaban dos o tres pasos por delante suyo ni los árboles que le rodeaban. Al final ni siquiera sabía si estaba en el bosque. No oía nada, salvo una voz que le repetía:

 

- Tocad el huso...

 

Pero Law no quería tocar nada que no pudiera ver.

 

- ¡Tocad el huso! - Insistió la voz - ¡Tocad el huso!

 

Y finalmente su brazo se extendió, su cerebro incapaz de pedirle que no lo hiciera, que se alejara de allí inmediatamente, totalmente exhausto por el esfuerzo que le suponía intentar resistir a esa extraña fuerza que lo dominaba.

 

Sólo notó un pequeño pinchazo, apenas sintió dolor, pero su visión dejó de estar nublada para volverse completamente negra, y casi no sintió nada cuando sus piernas flaquearon y cayó al suelo de espaldas, golpeándose con una piedra justo entre los omoplatos. Lo último que alcanzó a oír fueron las risas de sus acompañantes, llenándole la mente por completo y dejándola vacía después. Y ya no sintió tristeza, pero tampoco sintió el frío de la noche ni el cosquilleo de la hierba entre los dedos, ni tampoco la tierra humedeciéndole la ropa hasta llegar a su piel.

 

***

 

Baby 5 había desobedecido a Monet por primera vez en 16 años, llevándose la varita de la cabaña y llevándola escondida en la cintura. No dudó en usarla, y por eso ahora volaba por el cielo tan rápido como le permitían sus heridas, y es que aunque la magia había mejorado mucho el pronóstico, sabía que no tenía el tiempo necesario para realizar los hechizos que la dejarían completamente sana. Tenía prisa, mucha prisa, y el deber de llegar al que había sido su hogar durante tantos años antes de que lo hicieran Moria y su fiel sierva Perona, sólo así podría salvar a su pequeño. Ya no se trataba con su obligación para con el Rey Doflamingo y su esposa, sino que a lo largo del tiempo había desarrollado un gran afecto hacia el bebé, llegándole a querer como si fuera su propio hijo. Debía y quería salvarlo.

 

Pero llegó demasiado tarde. A pocos metros de la cabaña, lo suficiente lejos del río como para no verlo pero lo bastante cerca como para oírle, el cuerpo de Law yacía inerte en el suelo. El hada sabía que no estaba muerto porque conocía la maldición, pero estaba seguro de que nadie más en el mundo se daría cuenta. Debía proteger su cuerpo para que nadie intentara deshacerse de él, o peor aún, que lo profanaran como en las viejas historias.

 

Con un ligero movimiento de varita, hizo que el cuerpo del príncipe levitara unos metros por encima del suelo. Los brazos le colgaban a los lados como si realmente estuviera muerto, pero aun así la morena lo hizo avanzar lentamente hasta la cabaña y, una vez dentro, hizo que se elevara un par de metros más para que no chocara contra las escaleras, y lo dejó en el suelo.

 

Sin magia, como se había acostumbrado a hacer después de tantos años, deshizo la cama y, ahora sí, con otro movimiento de varita, metió al chico en la cama. Lo tapó con cuidado, colocando la piel de lobo sobre la sábana para que se sintiera feliz al despertar.

 

En cuanto el Sol se puso, salió de la cabaña y partió hacia el palacio. Debía hablar con Doflamingo sobre lo ocurrido, confesar su error al dejarlo solo, y empezar a buscar a una muchacha capaz de amar a Law nada más verlo, para que pudiera besarle y despertarle.

 

***

 

- ¿Law? - Llamó Kid en cuanto entró en la cabaña - ¿Estás ahí?

 

La cabaña estaba totalmente oscura, pero aunque fuera de noche era extraño que el moreno no contestara, por lo que subió por las escaleras y entró en el dormitorio sin llamar.

 

- Ah, ahí estás - Estaba tan contento de verlo que incluso sus ojos del color del ámbar sonreían -... Venga, levántate, he venido a verte.

 

Retiró la piel de lobo y la sábana, pero Law no se movió. El pelirrojo le sacudió un poco el brazo, asustándose cada vez más al ver que el cuerpo del menor no reaccionaba de ningún modo.

 

Kid tenía muy mal carácter, pero había amado a ese chico con locura, por eso le costaba tanto creer que hubiera fallecido. El día anterior parecía feliz, quizás le había pedido que le besara para tener un último recuerdo de él, como el anciano que sabe que la muerte se avecina y quiere cumplir con su última voluntad. Y él, el estúpido Kid, con sus tonterías de niño pequeño, le había rechazado cuando por fin le tenía.

 

Se sentó a su lado, le cogió la mano con firmeza y la aguantó entre sus manos, abriéndola para sentir la caricia de ésta en su mejilla por última vez y, entonces, frunció el ceño: algo le había arañado la piel. No había dejado marca, por supuesto, pero el príncipe sabía de sobras lo suaves que eran las manos de su amado, así que miró sus dedos uno por uno, empezando por el meñique y terminando por el índice. Y al observar el índice detenidamente, se dio cuenta de que en la punta de la primera falange había algo clavado. Parecía una astilla y no parecía estar clavada en gran profundidad, así que el pelirrojo se metió ese dedo en la boca y empezó a succionar. Si el chico había muerto, no permitiría que nada borrara la perfección de su cuerpo, iba a dejarlo como creía que era el día antes. Cuando la punta de la astilla hubo salido, Kid cerró los dientes a su alrededor y tiró con fuerza hasta extraerla del todo, escupiéndola en el suelo.

 

Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el cuerpo de Law seguía caliente, y eso significaba que había muerto hacía muy poquito. Lo miró detenidamente, sin saber muy bien qué hacer a continuación. Le acarició una oreja con el dedo índice, y después ese mismo dedo trazó una línea por la mandíbula hasta llegar a sus labios. Parecía que sólo estuviera durmiendo plácidamente, en paz consigo mismo.

 

No era algo que decidiera hacer, simplemente lo hizo sin pensar. Sus narices estaban tan cerca que le pareció notar la respiración del moreno acompasándose con la suya, pero sabía que eso era imposible. Apoyó la frente en la del menor y se quedó quieto unos segundos, dubitativo, sin entender que era lo que le empujaba a actuar, consciente de que estaba haciendo mal, pero a la vez consciente de que no lo sabría nadie.

 

Besó esos labios que tanto deseaba. Fue un beso casto, puro y lleno de amor que no podía compararse con ninguno de los que de verdad le apetecía darle, llenos de deseo y lujuria a pesar del amor que sentía por él, pero aun así era mucho más de lo que podía pedir en ese momento.

Notas finales:

Por fin ha llegado el beso, sé que lo esperábais tanto como yo. El fic aún no ha terminado ni mucho menos, así que estad atentas ;)

¡Hasta pronto! ¿Reviews?


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