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Sleeping Beauty por Angeline Victoria Schmid

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Notas del capitulo:

N/A: Me ha gustado mucho escribir este capítulo, especialmente la última escena. Esta vez he tardado mucho en actualizar, menos mal que en una semana termino los exámenes, que ya toca.

Las reuniones a las que tenía que ir obligatoriamente una vez al año con su padre eran terriblemente aburridas, por lo que el joven príncipe siempre estaba pendiente de la primera ocasión para escapar del palacio.


No le gustaba demasiado pasear por aquel reino, pero era mejor que estar sentado junto a su padre, escuchando todos los consejos y las decisiones que tomaban acerca de su alianza. Al parecer, los reyes de ese reino no habían conseguido que la reina volviera a quedar embarazada, y por lo tanto la posibilidad de que en ese reino hubiera una princesa seguían siendo nulas. Mejor.


El bosque no era divertido, y no había más que plebeyos viviendo la vida como podían. A veces los envidiaba, sin más preocupaciones a parte de qué comerían al día siguiente. Otras veces se daba cuenta de que no les preocupaba qué cenarían esa noche, sino el hecho de si podrían comer o no, si un ladrón los asaltaría durante la noche, si violarían a sus hijas y quien les protegería en caso de necesidad. No tenían sus obligaciones, pero tampoco sus comodidades.


Prácticamente sin darse cuenta, acabó siguiendo el sonido de un río. Casi se podría decir que era su caballo blanco el que lo había seguido, pero la cuestión era que el príncipe había llegado a un arroyo en el que un joven se estaba bañando totalmente ajeno al hecho de que iba a convertirse en la víctima del aburrimiento del pelirrojo.


No se molestó en ocultarse o caminar con sigilo una vez hubo desmontado, de modo que no fue extraño que pisara una raíz que salía de uno de los árboles. El moreno se giró enseguida, no del todo pero si lo suficiente como para poder verlo y coger bien la rama que había junto a la orilla. ¿De verdad pensaba defenderse con eso? Su risa de psicópata resonó por todo el bosque gracias al eco que los rodeaba, especialmente cuando se acercó y se dio cuenta de que, efectivamente, el moreno pensaba utilizar la rama para luchar.


El chico se levantó, el agua apenas cubriéndole por encima de la cintura y envainando la rama como había aprendido a lo largo de esos últimos años. Era consciente de que estaba en una posición débil, pero estaba demasiado avergonzado por el hecho de que ese hombre tan bien vestido lo estuviera viendo en mitad de su baño. De todos modos, el mayor no llevaba espada, así que no sería tan difícil…


- ¿Qué piensas hacer con eso? – Preguntó el príncipe cuando consiguió callar su risa, sacándose un cuchillo corto del cinto.


Law abrió mucho los ojos, era la primera vez que veía ese tipo de cuchillo, y la rama le resbaló de la mano, cayendo junto a la orilla otra vez. Fue a recogerla, pero el pie del noble se lo impidió, rompiéndola por la mitad. El menor lo miró, sólo era un plebeyo, y aunque nunca hubiera visto a un noble y no sabía cual era la posición ni el título nobiliario del pelirrojo, no era tan tonto como para pensar que estaba hablando con otro plebeyo. Según las normas sociales, debía arrodillarse, disculparse por intentar atacar al mayor y esperar que éste decidiera perdonarle la vida, con suerte no sería alguien tan importante como para que le cortaran la mano.


Ahora que lo veía de pie y tan de cerca, se daba cuenta de que no era sólo un chico mono y ya está. No estaba mal. A pesar de que parecía muy joven, su cuerpo se veía fuerte, y Kid podía estar seguro de que, como mucho en un par de años, ese cuerpo sería la envidia y el deseo de muchos, y seguro que las plebeyas que pudieran verlo estarían locas por él, pidiéndoles a sus padres que por favor las casaran con él. Y la cara… Ahora sólo tenía cuatro pelos en la barbilla y las mejillas, pero en un par de años sería bastante atractivo.


- ¿Cómo te llamas? – Le preguntó al final.


- No te lo puedo decir. – Respondió el menor con una mirada desafiante.


- ¿Por qué? – Preguntó el pelirrojo, perplejo.


- Porque eres… - Desvió un poco la mirada, abochornado.


- ¿Soy qué? – El mayor no podía estar más perplejo, no esperaba ese tipo de respuesta.


- ¡Un extraño! – Exclamó a la vez que salía del agua y recogía su ropa para marcharse corriendo.


- ¡Espera! ¡Al menos dime tu nombre! – Pidió el príncipe corriendo tras él.


Pero la respuesta del menor, si se la había dado, se perdió entre el follaje de los árboles, pues Kid no pudo a alcanzar a oírla, además de que al no conocer el bosque en absoluto, no tardó nada en perderle el rastro.


Law corrió y corrió, y sólo se giró un par de veces para asegurarse de que esa cabellera roja lo había perdido de vista y había dejado de seguirlo. Incluso había dado un rodeo para poder estar seguro de que no encontraría la cabaña en la que vivía con sus tías. Se sentía ridículo de esa manera, corriendo como Dios lo había traído al mundo por el bosque. Pero no podía dejar de correr. Estaba tan asustado por la visión de su improvisada arma partida bajo el pie de ese hombre que no podía parar. Incluso era incapaz de sentir la hierba haciéndole cosquillas entre los dedos de los pies. Corriendo de esa manera, incluso se había secado por el camino. Cuando llegó a casa, abrió la puerta y la cerró de un portazo sin mirar atrás. Apoyado en ella, se dejó caer hasta que tocó el frío suelo con el culo y se quedó muy quieto, intentando recuperar el ritmo natural de su respiración. Hacía mucho tiempo que no corría tanto.


- Pero Law, ¿qué haces así? – Preguntó Baby 5 tapándose la cara con las manos, no lo veía desnudo desde que era un niño, y ahora ya era todo un hombrecito -. ¡Tápate!


- Sí, lo siento. – Dijo Law aún algo alterado, empezando a vestirse.


- ¿Te ha asustado algo? – Preguntó Sugar llevándose un par de uvas a la boca.


- Bueno… - Suspiró con una pequeña sonrisa ladina -. He visto a un chico que tenía el cabello de fuego.


***


Ver a ese desconocido bañarse en el río había hecho que él también tuviera ganas de darse un baño, con la diferencia que él, proveniente de un país con aguas termales, no tenía intención de meterse en el agua congelada del bosque.


En cuanto entró a las habitaciones que le habían otorgado para su estancia en palacio, tiró su capa sobre la cama, y fue quitándose piezas de ropa hasta quedar únicamente con el pantalón. Entonces llamó al servicio y pidió que le prepararan el baño. Esperó sentado en la cama, un brazo apoyado en la pierna y la cara apoyada en el otro brazo.


El agua no estaba tan caliente como en su propio reino, pero no estaba mal, la habían calentado más de lo normal porque ya habían aprendido que le gustaba así. Se metió en la bañera, y cuando decidió que si no sacaba la cabeza se ahogaría, apoyó la espalda contra el mármol y se echó el cabello empapado para atrás.


Cerró los ojos, relajándose, y empezó a pensar en el bosque. La excursión no había sido tan aburrida como esperaba, pero no le había sacado tanto provecho como habría sido posible. Su mano bajó hasta su medio despierto miembro cuando la imagen del moreno le vino a la mente. Bueno, quizás le había gustado más de lo que había pensado en un primer momento.


***


A la mañana siguiente Law se despertó con una sensación extraña en el cuerpo, sentía algo viscoso en la ropa, y el conservar perfectamente el recuerdo del sueño que había tenido esa noche le indicaba claramente lo que era.


Se sentó en la cama abrazándose las rodillas y con la cabeza hundida entre ellas con los ojos cerrados, sin querer ver lo que sabía que había encerrado entre su miembro y su pijama. No entendía muy bien qué había pasado. No se había tocado. Le habían enseñado que si lo hacía se quedaría ciego, y no quería perder la vista, por lo que no lo hacía muy a menudo.


El chico con el cabello de fuego lo había atrapado mientras intentaba huir de él, de nada le había servido dar rodeos y vueltas sin sentido para despistarlo. Él se había quedado paralizado cuando el desconocido lo abrazó desde atrás, atrapándole los brazos en cruz y haciendo que dejara caer la ropa que con tanto ahínco había intentado no perder. Se sintió extraño, no tenía miedo, pero no sabía muy bien qué sentía en ese momento. El joven noble lo giró con cuidado para mirarlo, relamiéndose, y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. ¿Por qué hacía eso? ¿No iba a matarlo por su anterior falta de respeto? Entrecerró los ojos y la tensión abandonó sus brazos cuando los labios ajenos tocaron los suyos.


Se llevó el dedo corazón a los labios y se los acarició con cuidado. A pesar de que ambos eran hombres, ese beso había sido… Agradable.


El mayor lo había hecho arrodillarse mientras se arrodillaba él también. Era extraño, no sabía que los nobles también se arrodillaran. Le había soltado los brazos, que él había dejado caer hacia los lados sin saber qué hacer. Una mano ascendió hasta su mejilla y la acarició con cuidado sin dejar de besarle mientras la otra descendía por su cuello hasta sus abdominales, parándose sólo un momento para pellizcar un pezón.


Aún recordaba esa sensación. En ese momento había sentido algo en su miembro, algo como una punzada de ¿placer? No, no podía ser eso, eran hombres, eso estaba muy mal, tenía que ser alguna sensación a la que él aún no sabía ponerle nombre.


Abrió los ojos por completo y se sorprendió a si mismo desabrochando los botones de la camisa de ese desconocido que le miraba con una sonrisa perversa. Se fijó entonces en sus ojos del color del ámbar, y sintió que podría perderse en ellos para siempre, le resultaban totalmente hipnóticos y por ello no podía apartar la mirada. Incluso había abandonado su tarea anterior.


Se asustó un poco cuando sintió una de esas pálidas manos rodeando su miembro, el blanco de la piel del pelirrojo contrastando con el tono tostado de la suya. Esa persona nunca había trabajado. Empezó a temblar, sintiendo que sus ojos se llenaban de lágrimas. Había oído historias. Historias de hombres a los que les gustaban otros hombres y que, como castigo, ambos eran quemados. ¿Iban a quemarle? ¡Él no había pedido gustarle a nadie! Pero un susurro tranquilizador abandonó los labios del mayor mientras le dejaba un pequeño beso en la sien y unos fuertes brazos le abrazaban dándole el confort que necesitaba. No iba a saberlo nadie, ¿verdad?


Esa escena le resultaba realmente perturbadora. Vale que había perdido la rama que había aprendido a usar como arma, pero él no era de los que se dejaban ningunear, antes muerto que aceptar un trato que no quería, pero sin embargo en su sueño no había opuesto ningún tipo de resistencia. Si lo pensaba detenidamente, recordaba que lo que había sentido no era miedo de verdad, sino poco más que nerviosismo por lo que estaba a punto de hacer. No por la creencia de que fuera algo malo, sino porque su cuerpo había reaccionado a las atenciones del otro hombre como se suponía que debía hacerlo a las de una mujer, y le habían enseñado que eso no debía ser así.


Los brazos que hacía unos instantes lo habían estado estrechando con fuerza se separaron de su cuerpo y se posicionaron en sus caderas para darle la vuelta. Sabía lo que tenía que hacer. También había oído las historias en las que nobles, bandidos y criminales varios eran puestos en el mismo saco a la hora de encontrar alguna plebeya despistada que caía en su red y era violada por los anteriores.


Pero él no había puesto resistencia, el ambarino no lo había violado.


Se colocó a cuatro paras y se mordió el labio inferior cuando sintió el miembro del pelirrojo contra su entrada, pero esta vez se esforzó por no cerrar los ojos. Si iba a dejarse hacer, miraría, de modo que giró un poco la cabeza para ver lo que hacía el otro hombre, que embistió las caderas hacia delante, penetrándolo.


Según las historias que tanto había oído, dolía, pero a él no le dolió. ¿Eran falsas las historias? ¿O era indoloro porque no era algo real?


Tras varias embestidas, sintió que sus brazos perdían toda la fuerza y que se doblaban bajo él, dando, sin querer, un mejor acceso para que el chico del cabello de fuego se enterrara en él. Una nívea mano rodeó su miembro de nuevo, moviéndose sobre él, masturbándole exactamente como a él le gustaba. Los gemidos de ambos resonaban por el bosque, ayudados por el eco, haciéndolos llegar muy lejos, quizás hasta el límite que separaba los árboles de los cultivos. No costó mucho que ambos se corrieran, Law sobre la mano del ambarino y la hierba que los rodeaba y el otro en el interior del ojigrís.


Si cerraba los ojos, casi podía sentir al mayor vaciarse dentro de él, como si hubiera sido algo real. Pero no lo era.


Supuso que sí se había tocado mientras dormía. ¿Lo había hecho por el sueño o el sueño era debido a ello?


Entonces se dio cuenta de lo que conllevaba ese sueño y abrió los ojos desmesuradamente.


Él podría convertirse en uno de los protagonistas de esas historias que había escuchado.


Porque a Trafalgar Law, que ni siquiera sabía que tenía apellido, le gustaban los hombres.

Notas finales:

¿Review?

Espero que os haya gustado, creo que el lemon me ha quedado bastante bien y que teniendo en cuenta de que se trata de un sueño erótico está bien adaptado.


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