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Sleeping Beauty por Angeline Victoria Schmid

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Notas del capitulo:

"Copiando" la idea de Korone Lobstar con The Merman, he decidido poner un lugar real al fic. Los que sepáis de historia veréis muchísimas incongruencias, pero he tenido que cambiarlo porque necesitaba que ambos personajes hablaran el mismo idioma (es el francés porque mi versión favorita del cuento original es la de Perrault).

No era tan sencillo como se podía llegar a pensar. Aun con la cantidad de alcohol en sangre de Kid, el pelirrojo sabía que estaba intentando algo peligroso. Muy peligroso. Pero no pasaría nada, ¿verdad? Todos estarían distraídos bailando, coqueteando con otros personas y, si en el peor de los casos alguien notaba su desaparición, no la relacionarían con el hombre que caminaba detrás de él, probablemente simplemente creerían que ambos se habían ido con una mujer cada uno. Además, seguramente ese hombre no era nadie importante.


A pesar de ser un castillo normal y corriente, al príncipe siempre le había parecido que estaba encantado. Quizás porque le parecía que lo que siempre había sido un ducado no podía haber absorbido un reino, sino que debería haber sido al revés, era algo... Mágico. Y cuando era un niño, al Rey Doflamingo le encantaba contarle al pequeño Kid como sus antepasados habían conquistado Flandes en el siglo IX y como se habían convertido en un reino próspero vendiendo textil. Tenían muchas ovejas, pero las sabían aprovechar. En aquella época el pelirrojo estaba encantado de visitar a sus vecinos, fue más tarde cuando la idea de viajar 2 veces al año hasta allí (y luego volver), lo que suponía un viaje de 3 semanas a caballo por el mero hecho de llevarse toda la corte en lugar de ir a solas para pasar sólo 6 semanas en el castillo, se le tornó aburrida sólo de recordar la vez anterior. ¡Nunca pasaba nada! Pero eso había cambiado. Pronto tendría a un hombre desnudo en la cama por primera vez en su vida y, además, existía la posibilidad de que cierto moreno con la piel de caramelo cayera en sus brazos también.


Intentó no fijarse en los cuadros, ya que cuando era un niño creía que los ojos de los rostros de los monarcas se movían y le seguían allí a donde iba. Sabía que era imposible, claro, pero por algún extraño motivo esa noche sentía unos ojos clavados en la nuca. La sensación era la misma que cuando tenía sólo 10 años, pero esta la vez la atribuyó a los nervios por lo que iba a hacer. Se equivocaba. Para colmo, el retrato que decoraba el final del pasillo era la imponente figura de Doflamingo.


Sin pensar mucho en ello, cruzó el umbral que terminaba con la posibilidad de que si alguien decidía salir del salón del baile los viera alejarse apresuradamente.


Prácticamente corrió para subir la escalinata central, la más imponente de todo el edificio, incluso más que la de su castillo en Francia. Sus pisadas hacían eco, ya que esa zona era también la más vacía del palacio. Parecía que toda la decoración se limitara a la gran escalinata con sus escalones de mármol blanco como la nieve, tan pulcramente tallado que desde arriba, si conseguías cierto ángulo, parecía un pasillo, pues el corte de los escalones era invisible. Y la barandilla... Ni siquiera los griegos habrían conseguido arrancarle esas formas al mármol. Sí, los griegos habían hecho esculturas increíbles, pero esa escalinata les hacía sombra. A todas.


Y más cuadros. Pero estos ya no le seguían. De echo, había dejado de tener esa sensación cuando habían cruzado el umbral. Como siempre. Se giró un momento para contemplar al hombre que tenía detrás. Aun con la máscara, podía ver que era algo mayor que él. De cerca, no se parecía tanto al chico sin nombre, pero Kid estaba seguro de que, con esa máscara tapándole más de media cara, podría ignorarlo. Era triste ser consciente de que iba a tener que imaginar que quien tenía en sus brazos era otra persona. ¿Por qué no podía alejar a ese joven de su mente? A lo largo de los años había visto a muchos chicos atractivos, pero nunca le habían parecido tan... ¿Apetecibles? Sí, esa era la mejor palabra para describirlo, porque cada vez que la imagen de ese chico rompiendo la superficie cambiante del río le venía a la mente, sentía un hambre voraz de su piel. Era sencillamente irresistible. Pero para las personas como él, algo tan sencillo como el sexo o el amor no eran nada sencillos. Aunque él no amaba. Se lo había prometido a si mismo hacía años, cuando su corazón conoció su primer amor, un amor que resultó ser imposible. Ni siquiera había sido capaz de decírselo, verle rodeado de mujeres era una prueba irrefutable de que no sentía lo mismo. Simplemente no era como él.


El recuerdo le obligó a cerrar los ojos. ¿Cuántas veces había soñado que besaba sus labios? ¿Cuántas veces había imaginado el cuerpo desnudo de su amigo bajo el suyo? Su polla reaccionaba sólo de recordar las largas noches que había pasado imaginando que sus más oscuros deseos se hacían realidad, tocándose para aliviar el dolor que sentía su miembro palpitante y demandante de las atenciones del rubio pero incapaz de aliviar el dolor de su corazón.


Se obligó a abrir los ojos, ya habían llegado y lo mejor que podían hacer era meterse rápidamente en la habitación. Sabía que era imposible que alguien los hubiera visto, pero aun así, cuanto menos hicieran el bobo en el pasillo, mejor.


Nada más cerrar la puerta, el moreno se agachó y le desabrochó los pantalones. Desde arriba parecía...  Sonrió ladino. Sí, era mejor que imaginara que se trataba de cierto campesino.


Tragó saliva cuando sintió algo húmedo acariciando su miembro de arriba a abajo, desde luego no era nada parecido a ninguna de las sensaciones que se había hecho sentir a si mismo hasta ahora. Algo torpe por la excitación y la novedad, consiguió apoyar la espalda en la pared y disimular el temblor de sus piernas.


Eustass Kid no estaba asustado, pero ver a esa cabeza engullendo su miembro sin parar le hacía difícil mantenerse en pie. Por desgracia, no duró mucho, pues el mayor había hecho algo en su glande que le había arrancado un profundo gemido y le había hecho llegar al clímax.


Abrió la boca para disculparse, pero no lo hizo. Él era el príncipe, no iba a disculparse. Empezó a desabrocharse la camisa, y se fijó en que el moreno se desnudó con gran facilidad y sin importarle que estuviera mirando. ¿Cuántas veces había hecho eso? ¿Cuántos hombres lo habían llevado a la cama antes que él? Nunca tendría esa respuesta, pero no lo importaba. Antes de que se diera cuenta, ya estaba desnudo sobre él.


Era virgen, pero sabía hacer algunas cosas. Hacía unos años había competido con otros chicos para ver quién era el que más chicas conseguía besar al final de la semana. Había ganado él, pero esa semana descubrió lo poco que le gustaban las mujeres. No desearlas no había sido suficiente señal de alarma para darse cuenta. No, el tuvo que ir y besar a una para descubrir que le daban asco. Si había aguantado y besado a todas aquellas chicas, era porque no quería ser un perdedor.


Así que ahora estaba allí, con un hombre desnudo debajo, besando su piel con ansias, imaginando que estaba hecha de caramelo y que pertenecía a alguien un poco más joven. Miró con curiosidad los pezones morenos de su pecho, parecían chocolate, y su lengua inexperta se decidió a lamerlos. No podía saber qué estaba sintiendo el otro exactamente, pero a juzgar por el jadeo que acababa de abandonar su garganta, era algo bueno. Él, a cambio, recibió unos agradables pellizcos que le mostraron lo erógena que era esa zona de su cuerpo y, como respuesta, le mordió. Y entonces, sí, le hizo gemir. Sonrió satisfecho al ver la cara de sorpresa del mayor, parecía que acababa de hacer algo que nadie más había intentado, y el que hubiera funcionado lo llenaba de satisfacción, era una sensación muy gratificante. Si a alguien experimentado era capaz de arrancarle esas reacciones, ¿cómo sería cuando se tratara del chico sin nombre? A ese seguro que no lo habían tocado nunca. Era una belleza aún sin descubrir, una joya sin pulir, un diamante en bruto.


- ¿Qué...? - Se le escapó cuando vio, no sabía cómo, que ahora era él el que estaba bajo el cuerpo del moreno.


- No temáis, Majestad... - Le susurró al oído -. Soy yo el que esta noche va a tener su polla en mi culo.


Sorprendido, observó como, sin dejar de besarle, el mayor se estaba preparando a si mismo, moviendo un par de dedos en su interior. Kid no podía esperar más, pero por una vez decidió comportarse como alguien racional y mover torpemente las caderas bajo ese cuerpo, dejando que ambos miembros se rozaran y ambos cuerpo se arrancaran así jadeos el uno al otro.


- Mi príncipe... Quiero su polla... - Susurró de nuevo -. Por favor...


Y sin esperar la respuesta del pelirrojo, el mayor se empaló en un solo movimiento que les hizo gemir a ambos y, sin esperar ni un solo segundo, empezó a mover hábilmente las caderas sobre él. El menor sentía las mejillas arreboladas por la torpeza de la primera vez, pero enseguida se adaptó al ritmo que marcaban las caderas del otro hombre, llegando al final a marcar él mismo el ritmo. Era joven, de modo que tenía más energía.


Cerró los ojos e intentó imaginar que aquel que le estaba cabalgando era su moreno, aunque no fuera suyo realmente, y la sensación fue aún más deliciosa. No necesitaba saber su nombre. Le bastaba con creer de verdad que los gemidos que estaba escuchando le pertenecían para que se convirtieran en música.


Esos pensamientos hicieron que se sintiera aún más hambriento de su cuerpo, y se incorporó para poder besar aquella piel de nuevo, y esta vez le sabió dulce como la miel. Los pezones duros como piedrecitas parecían chocolate de verdad.


Cuando sintió el clímax aproximándose volvió a tumbarse en la cama y le cogió con fuerza los muslos, clavándole las uñas cuando por fin se corrió en su interior.


Había disfrutado tanto, que ni siquiera había notado como la semilla del moreno había salpicado su estómago. Ahora, el mayor yacía sobre él, pero Kid seguía con los ojos cerrados, imaginándose que el cuerpo que abrazaba pertenecía al chico sin nombre.


Al cabo de un rato, le preguntó el nombre.


- Puede llamarme Hyakkei - Respondió con una pequeña sonrisa, y después le dio un casto beso en los labios -. Búsqueme por ese nombre si quiere pasar otro ratito agradable.


***


A la mañana siguiente, Kid se despertó solo en sus estancias, y no estaba seguro de si aquello era bueno o malo.


Por un lado, despertarse al lado de un hombre distinto al moreno que deseaba realmente le habría hecho sentir como un fracasado incapaz de conseguir aquello que quiere. Él era el príncipe Kid. Era atractivo y tenía poder, la sola idea de no conseguir a ese chico le parecía humillante.


Además, que los hubieran encontrado juntos habría sido peligroso. Muy peligroso. Les habrían tachado de enfermos, y eso le habría valido para un billete de ida a la sala de torturas de la mazmorra. Seguramente un viaje sin retorno. Eso dependería de lo que fuera capaz de soportar. Lo matarían. Lo quemarían. Y no necesariamente en ese orden.


Aun así… Se suponía que era algo especial. Un momento único en su vida. No había podido compartirlo con quien realmente le apetecía y encima se había despertado solo, con el único consuelo de que al menos en este caso, tenía un nombre. Un nombre que probablemente era falso. El otro sabía perfectamente quien era. ¿Por qué había aceptado ir con él con tanta facilidad? ¿No tenía miedo de que lo descubriera? Seguramente no. ¿Por qué alguien iba a hacerlo? Había aceptado ir con él porque tenían la misma condición, por lo que sería estúpido que se delataran el uno al otro, eso sería tirarse piedras sobre el propio tejado, inculparse a si mismo indirectamente.


Pero no era el momento de llenarse la mente con ese tipo de pensamientos, tenía algo importante que hacer, así que desayunó tan rápido como pudo y bajó a los establos a por su corcel. Galopó hasta el bosque y una vez allí empezó a seguir el río. Entonces fue consciente de que no esperaba ver al moreno. Y si se dio cuenta, fue porque se sorprendió al verle esperando sentado sobre una roca plana y su improvisada espada hecha con una rama apoyada en el hombro.


Sonrió ladino, desmontó y, en silencio, arrancó la rama de un árbol. No era tan larga como la que había escogido el moreno, pero su longitud era más parecida a la de una espada de verdad.


Cuando se giró, el moreno estaba de pie, expectante y visiblemente emocionado. Él le devolvió la sonrisa, y como algo extraño en él, fue una sonrisa amable.


- ¿Con quién sueles entrenar? – Preguntó por curiosidad.


- Con Penguin – Al ver que el pelirrojo no cambiaba la expresión de su rostro, decidió continuar -. Es el hijo del panadero.


- Ah, bien – Respondió -. ¿Lo hace mejor que tú?


- ¡No! – Exclamó el menor indignado.


- Entonces quizás él también debería recibir algunas clases… - Insinuó el mayor intentando parecer amable, aunque en realidad estaba deseando recibir una negativa.


- ¡N…! Está bien – Mierda, casi se le escapaba. No podía dejar que ese noble supiera que tenía… Curiosidad -.


- Bien, veamos… - Tal y como hizo el día anterior, pegó el cuerpo del moreno al suyo para intentar mejorar su postura -. Relaja las rodillas. Sí, muy bien…


Se separó de él para comprobar que realmente esa era la postura correcta. Incluso así, preparado para luchar, era sexy. Y él, por un extraño motivo, tenía más ganas de metérsela que antes. Su miembro empezó a reaccionar, por lo que se vio obligado a pensar en cosas desagradables para evitar una más que probable erección.


Estuvieron entrenando durante un buen rato en el que Kid se dedicó única y exclusivamente a defenderse, sin atacarlo, sólo para ver cuál era su nivel de ataque y qué tal se manejaba con la “espada”. Bastante bien para tratarse de un chico sin nombre que no utilizaba más que una rama y que solía entrenar con el hijo del panadero.


Al final, se decidió a atacarlo. Pero sólo para fanfarronear y mostrarle que era claramente superior, lo hizo voltear como a una presa y lo empujó desde atrás con la rama, haciéndole caer. Tenía un juego de pies muy malo.


El joven no se quejó, se limitó a mirarse las manos un momento y empezar a levantarse. El pelirrojo volvió a tirarlo al suelo antes de que recuperara la rama, esta vez de un empujón. Mierda. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué lo veía desnudo? Y además en esa postura, a cuatro patas y con el culo en pompa, como si esperara que le follara… Sacudió la cabeza para alejar esa imagen de su mente para encontrarle de pie frente a él, completamente vestido.


- No es justo – Espetó el moreno con el ceño fruncido. Era adorable -.


- No, no lo es, pero en la vida real, te atacarán a traición. Debes estar preparado para lo que venga. ¿Crees que un ladrón te dará tiempo a qué te levantes? – Volvió a empujarle, aunque al tenerlo de cara sólo consiguió hacerle recular un par de pasos -. ¿Crees que esperará a que cojas un arma?


- Pero…


- Nada de pero, ¡la vida no es justa, joder! – Respondió a gritos, perdiendo los nervios.


El moreno no contestó. En lugar de eso se acercó a él y empezó a desabrocharle la camisa sin mirarle a la cara.


- ¿Qué coño haces? – Espetó el príncipe, aunque estaba más que complacido.


- Hemos terminado por hoy – Deja caer los brazos a ambos lados del cuerpo -. Tras los entrenamientos, siempre me baño en el río. Puedes venir y relajarte conmigo. Si quieres,


Decidiendo que el menor había tenido una buena idea, Kid terminó de quitarse la ropa y se metió en el río. Estaba helada. Si no fuera porque el río se mueve constantemente, estaría congelado. Desde el agua, se dedicó a contemplar su cuerpo medio desnudo con disimulo, esperando que terminara de quitarse esas ropas tan viejas que daban hasta lástima. Aun así, aun no siendo más que un campesino, le pareció más atractivo que la primera vez que lo vio.


Se fijó en sus ojos. ¿Era curiosidad lo que veía en ellos? Si no se equivocaba, el ojigrís sentía curiosidad por su cuerpo. Sonrió y alargó la mano hacia él para que se sentara frente a él.


- ¿Cómo te llamas? – Preguntó. Era lo que le había pedido a cambio de entrenarle.


- Te lo diré cuando sea más fuerte.


- Dijiste que me lo dirías.


- Si me entrenabas, pero no dije durante cuánto tiempo.


- Eres listo – Reconoció el mayor, y se encontró con una sonrisa complacida del moreno -. Dime cuántos años tienes al menos.


- 14... Cumpliré 15 en octubre.


- Ah, bien. Entonces ya tienes edad para saber que a los que están por encima de ti se les llama señor - Dijo con una sonrisa burlona.


- ¿Prefieres que te llame señor como a los ancianos? - Preguntó en tono burlón.


Kid estalló en carcajadas. Sí, definitivamente ese chico los tenía bien puestos, y eso le gustaba a la vez que le sacaba de quicio. Mañana volvería a entrenarle.

Notas finales:

Bueno, ¿os ha gustado? Espero que sí, dejadme un review por favor.


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