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Sleeping Beauty por Angeline Victoria Schmid

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Cuando llegó a palacio, Kid estaba realmente necesitado, y no sabía como había conseguido mantener las manos quietas. El baño no había sido demasiado largo, pero a él se le había hecho terriblemente eterno. No quería que terminara, porque deseaba seguir deleitándose la vista con aquella piel tostada, pero a la vez necesitaba irse para alejarse de la fuente de sus pensamientos impuros, y probablemente intentar satisfacerse a si mismo.

 

No necesitaba tocarse para saber que estaba duro. Pensó en buscar al chico de la noche anterior, ¿cómo había dicho que se llamaba? ¿Hyakkei? No le importaba realmente, ahora que había estado con el chico sin nombre, que le había hecho compañía y le había ofrecido bañarse en el río a cambio de nada, sin intentar que hicieran nada sexual, se sentía como un objeto. Sí, él se había acercado a ligar con el moreno de anoche, pero aun así... Se sentía como si ese hombre ya lo conociera, como si hubiera esperado que hiciera precisamente eso. Como si hubiera estado esperando consuelo de antemano y hubiera conseguido el suyo. Como si el pelirrojo ya hubiera sido su primera opción. Eso le desconcertaba a la vez que le cabreaba.

 

El dolor punzante en el puño y el sonido del cristal rompiéndose le devolvió a la realidad. Se sentía tan mal consigo mismo que ahora su miembro descansaba a medio camino entre la erección y la flaccidez. Pero le apetecía hacerse una paja. ¿Por qué? Nunca antes había sentido una necesidad tan grande en su interior, ni siquiera la primera vez que había visto a ese chico desnudo. Sólo había pasado un día, pero ya echaba de menos meterla. Cerró un momento los ojos y, tras sus párpados, pudo ver al menor sobre él, cabalgándole entre gemidos.

 

No hizo falta más para que su miembro reaccionara de nuevo, y no se lo pensó dos veces antes de abrirse la bragueta y acariciarlo con fuerza, casi con rabia, pero consiguió relajarse un poco cuando imaginó que la mano que lo recorría tenía la piel tostada y era dulce como la miel. Se había fijado mucho en sus manos. No eran como cabía esperar de un campesino. Eran suaves como las de un noble. Quizás por eso le costaba tan poco imaginarlas esparciendo el líquido preseminal sobre la punta de su polla con suavidad, porque aunque sólo le habían masturbado una vez, había sentido manos nobles sobre sus brazos muchas veces.

 

Sentía las palpitaciones de su miembro en su mano mientras lo recorría cada vez más rápido, imaginando que era una lengua en lugar de una mano la que lo recorría, porque preferiría que, al menos, el menor se la chupara. La sola idea de tener los labios tostados del moreno envolviéndole el glande hacía que se estremeciera de placer. Incluso casi podía sentir la dulce humedad recorriéndolo hasta la base.

 

Era consciente de que se le estaba escapando algún que otro gemido, pero no le importaba. Que lo oyeran. No era como si fuera a soltar ningún nombre o que pudieran acusarlo de algo.

 

Cerró los ojos e imaginó al chico en la cabaña en la que vivía, o más bien una versión idealizada de esta, porque lo imaginó en una estancia totalmente blanca, contrastando con su piel desnuda, tocándose como estaba haciendo él, gimiendo su nombre, ya que al menos el menor tenía un nombre que gemir al llegar al orgasmo. Era... Sexy. Pero había un par de preguntas que no dejaban de rondarle la mente. ¿Cómo sonarían realmente sus gemidos? ¿Cómo sonarían cuando le estuviera follando? A pesar de su corta experiencia, se le ocurrían muchas formas de hacerlo. El moreno cabalgándole, él encima con el moreno levantando el culo en un intento desesperado para profundizar sus embestidas, en el baño, inmovilizándole contra la pared, y... Frente al espejo. Sí, definitivamente iba a follárselo frente a un espejo. Quería ver sus expresiones, pero también quería ver como estas cambiaban al verse a si mismo como le veía él. Tan sexy, tan...

 

Y con esa imagen en mente, imaginándose a ambos frente al espejo, el príncipe penetrándole desde atrás mientras le mordía el cuello, pellizcándole un pezón mientras con una mano le aguantaba la cara por el mentón para obligarle a mirarse, se corrió, empapando su mano con su propia esencia.

 

***

 

Totalmente ajeno a los pensamientos que aquel pelirrojo tenía sobre él, Law había ido a por uvas tal y como sus tías le habían pedido. Esa Sugar... No podía evitar comerlas constantemente, y por eso él tenía que ir a por ellas todo el día. ¿Es que no tenían temporada? Y seguro que le obligarían a cocinarle como castigo por haber tardado en regresar a casa al terminar al entreno. Vale, tenía que reconocerlo, entrenar primero con Penguin-ya y después con Eustass-ya no había sido una buena idea... Quizás debería hacerle caso al príncipe y empezar a entrenar los tres juntos. Pero de algún modo, ese pensamiento lo hizo enfuerecer. ¿Por qué quería entrenar a solas con él? ¿Era debido a aquel sueño que había tenido el día en que se conocieron? Debía sacarse eso de la cabeza, o de lo contrario iría por mal camino. Era un desviado, y no podía esperar que el mayor, con la más que segura educación que había recibido también lo fuera. ¿O sí? No lo miraba como lo hacía su amigo... No, era más probable que el desviado fuera su compañero. No lo habían mirado muchas personas, así que no sabía como se suponía que debía diferenciar una mirada lujuriosa de una que no lo era, pero lo que sí sabía era que estaba teniendo pensamientos demasiado pecaminosos.

 

Y que si se dejaba guiar por su sueño, acabaría ciego o torturado.

 

Estuvo todo el camino de regreso a casa intentando convencerse a si mismo de que conocía las historias y que debía hacer caso a lo que le habían enseñado. Cuando por fin llegó, fue todo tal y como había supuesto. Su tía Sugar empezó a quejarse por su tardanza, y como castigo Monet le obligó a cocinar. ¿Por qué tenía que hacerlo siempre él? Él no era una mujer...

 

Sonrió ladino cuando vio que Monet y Sugar iban a ausentarse durante un rato para bañarse. Baby 5 siempre estaba dispuesta a ayudarle, y si las otras dos no andaban cerca, podía permitirse el lujo de aprovecharse de ella. No lo hacía con maldad, por supuesto, sólo que aunque no lo admitiera, le gustaba ser el niño que no podía ser.

 

- Baby 5, te necesito... - Dijo en tono suplicante cuando sus otras tías abandonaron la cabaña -. No puedo cocinar esto, ¿me ayudas?

 

- Oh, ¿me necesitas? - Preguntó su tía enseguida, poniéndose el devantal antes de que el chico pudiera contestarle.

 

- Sí, sí... - Mintió mientras empezaba a alejarse de las uvas -. Es que es muy difícil...

 

- No te preocupes cariño, ya lo hago yo - Respondió ella con una sonrisa.

 

- Tía, ¿puedo preguntarte algo? - Había estado callado durante unos segundos, pero al final había decidido por preguntar, y no iba a esperar su respuesta antes de formular lo que le rondaba por la cabeza -. No conozco a muchas personas... ¿Crees que encontraré a alguien?

 

- ... - Se le cayó el bol en el suelo y se giró para sonreírle forzadamente -. Claro que sí, cariño, ¿por qué me preguntas eso?

 

- Bueno... No hay muchas personas alrededor... - Se encogió de hombros, como si hubiera hecho la pregunta inocentemente -. Sólo están Penguin-ya y su padre, no...

 

- No te preocupes, cariño - Su tía se sentó a su lado y le colocó un mechón tras la oreja -. Eres un chico muy guapo, estoy segura de que hay alguien reservado para ti en algún lugar.

 

No le pasó por alguien que la mayor había dicho alguien y no alguna chica, aunque sabía que probablemente lo había dicho sin fijarse, porque nadie iba a suponer que hubiera un hombre reservado para otro hombre. Aun así, asintió un par de veces con una falsa sonrisa, como si de verdad creyera sus palabras.

 

- Gracias, tía - Dijo al final, y el abrazó que le dio fue realmente sincero.

 

***

 

Como todos los días anteriores, Law fue a entrenar con su amigo y después esperó al pelirrojo junto al río. El entrenamiento tuvo lugar sin incidentes, como siempre, y finalmente empezaron con el ritual que tenía lugar siempre que terminaban, aunque esta vez fue ligeramente diferente:

 

- Creo que ahora ya podrías cazar algún lobo para la cena - Dijo Kid con su sonrisa habitual.

 

- Hace tiempo que puedo, Eustass-ya - Replicó el moreno.

 

- Dime tu nombre - Exigió el ambarino.

 

- Aún no soy lo bastante fuerte - Fue la única respuesta que obtuvo -. Quizás te lo diga mañana.

 

-     Mañana por la mañana vuelvo a mi reino - Dijo el mayor observando su reacción.

 

- ... - Sus ojos grises se abrieron de par en par y miraron hacia otra dirección inmediatamente, no había esperado esa respuesta -. Entonces no descubrirás mi nombre.

 

- Vale - Respondió el otro con desinterés fingido, montando en su caballo para marcharse.

 

- ... Law, me llamo Law - Dijo, pero el pelirrojo ya estaba demasiado lejos como para oírle.

 

***

 

- ¡Kid! – Lo llamó una voz pastelosa.

 

- … - El príncipe suspiró con exasperación, incluso su voz le irritaba -. Hola papá – Sonrió un poco -. ¿Qué pasa?

 

- Shyarly… - Empezó su padre, pero no le dio tiempo a seguir.

 

- ¿Qué pasa con Shyarly? – Preguntó el pelirrojo en tono cortante, dejando de caminar para girarse a mirarlo desde arriba.

 

- Shurororo… No sé por qué te pones así cada vez que la nombro… Sabes de sobras lo mucho que se preocupa por ti. Por nosotros…

 

- Tengo que llevar mis pertinencias al establo – Eso era claramente un déjame en paz, pero podía estar seguro de que su padre fingiría ignorarlo.

 

- Eso no es tu trabajo – Prácticamente le arrebató el paquete que llevaba en la mano para dejarlo en el suelo -. ¡Eres mi hijo! ¡El príncipe!

 

- Me da igual – Siguió caminando, consciente de que el rey le seguiría.

 

- Shyarly… - Volvió a empezar.

 

- Me importa una mierda lo que te haya dicho esa bruja – Sí, había vuelto a girarse, y cualquiera habría dejado de hablar al verle la expresión, pero no ese hombre.

 

- Shyarly me ha dicho que últimamente te ha visto ir mucho al bosque… - Le contó con voz pastelosa, como si realmente a Kid le interesara lo que le estaba diciendo, y se rió una vez más -. Shurororo…

 

- Ah. Sí. – No esperaba que lo supiera. ¿Sabía que había ido a hacer?

 

- Dime, hijo – El moreno sonrió de nuevo, cerrando un poco los ojos -. ¿Te estás viendo con alguna… Campesina?

 

- Vaya, yo no… Bueno… - Fingió nerviosismo expresamente, tenía que aprovechar esa oportunidad que le daba la vida, así seguramente dejaría de enviar a chicas para que intentaran satisfacerle inútilmente -. No esperaba que lo supieras…

 

- Bueno, bueno… No te preocupes, cuando yo tenía tu edad…

 

- Sí, con Shyarly, lo sabe todo el puto reino, papá.

Notas finales:

Sigo de examenes. Concretamente hasta finales de julio, así que tened paciencia para el próximo capítulo.


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