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Sleeping Beauty por Angeline Victoria Schmid

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Notas del capitulo:

Estoy bastante satisfecha con este capítulo por varios motivos:

- No me ha costado mucho escribirlo, las palabras salían bastante solas.

- Supera mis expectativas en cuanto a extensión.

- ¡Lo terminé el jueves! Pero no quería publicar tan pronto, soy malvada y por eso he esperado una semana.

Hace tiempo, en un review se me pidió que pusiera als edades que tenían Kid y Law en los capítulos, porque al haber cambiado sus edades respecto al manga y haber hecho que en este Kid sea el mayor es un poco confuso, pero siempre se me olvida.

En este capítulo Kid tiene 19 años y Law 14, pero va a cumplir 15 en octubre.

Law no era un niño estúpido, sabía que el pelirrojo se había ido y que no tenía sentido que regresara al punto de encuentro todos los días esperando verle. Pero la esperanza es lo último que se pierde, y el joven se moría de ganas de que regresara. No era amor, por supuesto, pero el único contacto humano que había tenido a lo largo de su vida eran sus tías, el panadero, Penguin y ahora, el príncipe. Y los dos últimos eran los únicos que tenían más o menos su edad. Se había acostumbrado a su presencia y, ahora que no estaba, se sentía extraño. Quizás debería pasar más tiempo con su amigo y olvidarse de ese Eustass Kid, dejar de visitar el lugar donde entrenaban, y buscar otro sitio en el río. Quizás, sólo quizás, eso le iría bien, porque el mayor no iba a volver.


Sabía perfectamente lo que había pasado: se había cansado de él. Era algo que los nobles hacían mucho, buscar alguien que les distrajera, y luego, cuando ya no se divertían, se marchaban. Incluso podía ser que le hubiera mentido. Existía la posibilidad de que no fuera príncipe. Quizás sólo era un noble más. Era posible que ni siquiera fuera del reino vecino, que no existiera un reino al que regresar, sino sólo un palacio.


Se estaba acercando mucho al límite del bosque, y era consciente de ello. De lo que no era consciente es de la frecuencia con la que lo había estado haciendo en los últimos días, ni tampoco de la "fuerza" interior que lo empujaba a ir allí cada día. Apoyó los brazos en una rama baja del último árbol, el más cercano al castillo, y lo miró. Lo estaba observando detenidamente, memorizándolo, intentando adivinar detrás de qué ventana estaba Kid. O había estado. No lo sabía. Ya no sabía nada. ¿Se estaba volviendo loco?


El ligero y rápido roce del pelaje de un animal lo distrajo de sus pensamientos. Miró hacia abajo justo a tiempo para ver un par de conejos blancos corriendo hacia su madriguera. Pero Law era rápido. Ya no era un niño. No tenía una espada para matar, pero los entrenamientos también habían hecho que ganara velocidad. Estaba seguro de que si no podía tirar al mayor al suelo era por cuestión de fuerza, no por falta de velocidad. Sonrió ladino y empezó a caminar con sigilo. Pero se dejó de tonterías. Uno de los conejos lo había tocado, sabían que estaba allí. Empezó a correr y consiguió atrapar a uno por la cola cuando ya tenía la cabeza metida en la madriguera, el otro sí había logrado entrar a tiempo. No se molestó en intentar abrirle la cabeza con la rama, sabía que era una estupidez, además de que seguramente arruinaría la pieza y sus tías la rechazarían. Le rompió el cuello. Fue una muerte limpia, sin una gota de sangre derramada.


A partir de ahora dejaría de visitar el rinconcito de entrenamiento y cambiaría ese rato por la caza. Así podría practicar. Quizás podía ir con Penguin. Sonrió. No, la caza sería algo sólo para él. No iba a tomárselo como una distracción, sino como una forma de mejorar. Intentar capturar los animales por si mismo le ayudaría a ser más silencioso, más rápido. Poner trampas agudizaría su ingenio. Pero necesitaba un cuchillo. Tenía una idea de donde conseguirlo, pero no de como, porque estaba seguro de que Baby 5 no le daría ninguno, por mucho que le dijera que lo necesitaba. Monet y Sugar dirían que ellas necesitaban que no se lo diera, y ellas eran dos.


***


El viaje de regreso había sido extremadamente aburrido, aunque su padre había calificado las conversaciones que habían tenido de "sublimes". Estaba utilizando la ironía, seguro, ni siquiera a un idiota como él le parecerían conversaciones entretenidas. Total, básicamente el rey se había dedicado a soltarle largos discursos mientras él se esforzaba por contestarle con el menor número de palabras posible.


Una noche, pero, se había emborrachado con Killer y otros amigos, y debía reconocer que se había divertido. Al parecer, los demás habían oído también a la bruja de Shyarly, y querían saber detalles sobre como era la campesina en cuestión. Creía que no había hablado más de la cuenta, aunque a juzgar por las miradas de su mejor amigo, el rubio había notado algo extraño.


A la mañana siguiente, cuando se despertó en la tienda de campaña, se dio cuenta de porque. Se llevó ambas manos a la cara, cerrando los ojos con fuerza, dándose cuenta del gran error que había cometido al hacer la descripción. Había descrito a su amigo tal y como se vería si fuera una mujer. Los días siguientes con él fueron extraños, era evidente que el rubio se había dado cuenta, aunque los demás no. Seguramente porque no conocían su cara tan bien como él, no lo tenían tan visto, y no era de extrañar, con esa máscara que llevaba siempre...


Con esa preocupación en mente, entró a palacio sin mirar los hermosos y simétricos jardines que adornaban la entrada, sin fijarse en que alguien no se dirigía simplemente al castillo con el mismo objetivo que él, descansar del viaje, sino que lo estaba siguiendo a él. Estaba tan cansado que ni siquiera oyó el golpe sordo de la puerta cerrarse tras él.


- Así que una alta mujer rubia de ojos verdes... - Dijo Killer -. Se parece a mí, ¿no crees?


- Ah, pues sí - Respondió el príncipe, como si no se hubiera dado cuenta, aunque realmente no valía la pena fingir -. Es inventada, para que mi padre me deje en paz.


- Y no se te ocurrió nadie más... - Empezó el rubio, sin saber como sacarle el tema.


- No - El ambarino seguía dándole la espalda, sin querer mirarle a la cara, cuando sintió unos fuertes brazos rodeándole la cintura.


- No es una chica, y no vas sólo a pasear - El propietario de dichos brazos suspiró y empezó a susurrarle al oído porque sabía que se disponía a formular una pregunta prohibida-. Es un chico, ¿verdad?


- ... - Se liberó del agarre apartándole -. ¿Cuando te diste cuenta?


- Veía como me mirabas - Se alejó un poco y se sentó en una de las butacas que el pelirrojo tenía en la habitación -. Eres mi mejor amigo, te conozco muy bien... No se lo diré a nadie. Nunca se lo he dicho a nadie.


- Pero... - Se giró -. Nunca me dijiste nada, ¿por qué?


- ¿Qué sentido tenía? - Apoyó la espalda en la butaca y cerró los ojos unos segundos antes de seguir hablando, sorprendido porque Kid no le interrumpiera. Había madurado -. No podía mirarte de la misma forma, y no quería herirte.


- Lo sé - Le dedicó una sonrisa triste -. Las chicas... Te gustan demasiado.


- Sí... - Sonrió con la misma expresión triste -. Si fuera una chica, te desearía.


- Como todas - Respondió el ambarino con sorna.


- No - Replicó su amigo -. Yo no sólo te desearía, te amaría de corazón. Aunque... Creo que me gustan tanto las chicas, que si fuera una me seguirían gustando. Quizás la mujer deberías ser tú.


- Entonces tú serías rey y yo sería tu reina - Respondió entre risas.


Killer era así. No importaba lo deprimente que fuera la situación, él siempre le sacaría una sonrisa. Y ahora que le había dado la oportunidad de soltarlo todo, lo aprovechó. Le habló del tal Hyakkei, del moreno de bosque, e incluso del incidente con la chica hacía un par de años, cuando no había sido capaz de hacer lo que se suponía que tenía que hacer, aunque probablemente su amigo ya sabía eso... Se sentía mucho más ligero ahora, como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Era como ser una pluma. Sentía que si el viento soplaba, podría llevarlo a cualquier lugar. Quizás lo devolvería al bosque, junto a ese riachuelo en el que había cogido por costumbre bañarse después de una dura sesión de entrenamiento. Y es que aunque seguía pudiendo vencer al menor sin problemas, cada vez se lo ponía más difícil. Por suerte, el chico no podría practicar de verdad durante unos meses, él sí. Aunque... Si hacía eso, tardaría más en descubrir su nombre. Sentía que estaba entre la espada y la pared, pero en esa habitación había alguien mucho más reflexivo que él, alguien en quien confiar.


- Killer - Lo llamó -. Odio perder, pero esta vez, perder me dará algo que quiero...


- ¿De qué se trata? - Preguntó con curiosidad.


- Prometió que si lo entrenaba me diría su nombre - Suspiró -. Pero ahora cada vez que luchamos dice que aún no es lo suficientemente fuerte y que tal vez me lo diga mañana.


- ¿En serio? - El rubio empezó a reírse, no podía parar -. Se está burlando de ti.


- ¡¡¡No te descojones de mí!!! - Le gritó -. Ya lo sé...


- Que sepas su nombre es peligroso - Respondió su amigo al final -. Estoy seguro de que... - Dirigió una mirada a su entrepierna -. Piensas mucho en él.


- Sí - Era cierto, sería peligroso que de repente empezara a gemir el nombre de un chico -. Me descubrirían, tienes razón.


Al final, su amigo se marchó, dejándolo solo con sus pensamientos. Pensó un momento en todas las cosas que le habría gustado hacerle (y que le hiciera) hacía sólo unos años. Le había costado mucho olvidarle, pero al final lo había hecho. Chasqueó la lengua al darse cuenta de lo que estaba pensando. Ya no le quería, pero eso no significaba que su miembro no fuera a reaccionar cada vez que un mero pensamiento sobre su cuerpo desnudo sobre la cama se le colaba en la mente.


Había imaginado el cuerpo de Killer muchas veces, con esa larga melena rubia tan poco habitual tapándole un poco, y él apartándosela para poder contemplar su desnudez. Nunca lo tuvo, por supuesto, pero una vez el destino hizo que pudiera verlo. Era mejor incluso de lo que había imaginado. Aquel día aprendió que debía llamar a la puerta antes de entrar. Lo vio de pie en el centro de la habitación, sosteniendo su polla con una mano, mientras una chica arrodillada lamía la punta sin dejar de mirarle donde se suponía que estaban sus ojos, porque él no se había quitado la máscara. Los vio de perfil, por eso no se perdió detalle. Y aunque sólo fue un pequeño vistazo (cerró la puerta enseguida, deseando alejarse de allí), le rompió el corazón. Sí, sabía que al rubio le gustaban mucho las mujeres, sabía lo que hacía con ellas, pero nunca lo había visto con una. Ese día se dio cuenta de que no tenía ninguna posibilidad.


No sabía si Killer había llegado a verle, concentrado como estaba, porque con la máscara no podía apreciar ningún movimiento de sus ojos. Le gustaba creer que no. Pero no lloró, era demasiado orgulloso para eso. Hacía mucho tiempo que no pensaba en esas cosas. Pero esta vez no había sentido una punzada de dolor en el corazón, era una mejora. ¿En qué estaba pensando?


***


A sus tías no les gustaban sus nuevos hábitos de caza. Al parecer, les daba lástima el pobre animal, porque si no fuera por el grotesco ángulo que hacía su cuello, parecería que sólo estuviera profundamente dormido, porque Law no los despellejaba (no sabía hacerlo sin llevarse la mitad de la carne), sólo los mataba. Lo que sí hacía era limpiar la pieza por dentro, empezando por el corazón. Tenía ropa separada sólo para eso, porque no había manera de quitar las manchas de sangre, y siempre lo hacía fuera, porque su única familia no soportaba verlo.


A Penguin tampoco le gustaba. Pero al contrario que con su familia, le gustaba molestarle un poco, así que le perseguía con la pieza abierta por la mitad, con los intestinos aún colgando. Pero eso sólo fue los primeros tres días, después se dio cuenta de que enfadar a su único amigo no había sido demasiada buena idea, y terminó por disculparse. No le había gustado hacerlo porque le parecía absurdo y que no era para tanto, después de todo no era más que una simple broma, pero era necesario.


Había soñado un par de veces con Kid. No habían sido sueños como el primero que había tenido, justo después de conocerle, pero aun así... Casi lo habían sido. Y aún tenía el último grabado en la memoria. Prácticamente podía verle delante de él. Si cerraba los ojos, podía oír el sonido de las ramas que empuñaban cortando el aire, chocando la una contra la otra, en ciertos momentos tocando el cuerpo del otro. La mayoría de golpes los recibía él, y aunque el pelirrojo ya recibía muchos ninguno lo hacía caer al suelo.


Cayó al suelo y soltó la rama inmediatamente. Vio los músculos de su oponente relajarse y una mano acercándose a él. La cogió. Junto con el tirón que lo levantaba, sintió corriente de aire sobre la piel. Y vio claramente la mirada ambarina del príncipe recorrerle de arriba a abajo con descaro. Miró hacia abajo para encontrarse completamente desnudo. Seguro que por eso le había ayudado a levantarse y no lo había tirado otra vez al suelo como solía hacer. Kid estaba vestido, ¿por qué él no? Intentó taparse, pero una mano se posó sobre su cadera, acariciándola suavemente con el pulgar.


- No hace falta que te tapes - Dijo el pelirrojo, pero no hizo nada para destaparle -. Ya te he visto otras veces, en el río.


- Pero entonces tú estabas desnudo también - Respondió clavando su mirada gris en la del príncipe, pero apartó las manos para centrarse en la que tenía en la cadera. Era agradable.


- Ven - El pelirrojo le cogió la mano y se rió cuando oyó el chasquido del moreno, probablemente debido a que había apartado la mano -. Corre - Corrieron un poco hasta que el mayor se sentó sobre una roca e hizo que Law se sentara a horcajadas sobre él -. Desnúdame.


- ¡No me des órdenes! - Exclamó, pero su subconsciente le traicionó, haciendo que sus manos se apresuraran a hacer lo que le había pedido.


La suave risa del mayor le llenó las orejas haciéndole sonreír. Aunque se estuviera burlando de él, ahora su risa le sonaba agradable y melódica, como si fuera el canto de una madre, algo distorsionada de como era realmente.


Ver el cuerpo del príncipe siempre le gustaba, pero más cuando podía permitirse mirar sin esconderse de ello. No lo miraba de reojo, no, lo miraba con todo el descaro del que era capaz, porque sabía que el otro estaba haciendo lo mismo.


Dejó de hacerlo cuando sintió unas manos (esta vez las dos) sobre sus muslos. Tenía la piel tan pálida, y él la tenía tan tostada... Pero eso le gustaba. A través de su piel podía ver claramente que era de sangre azul. Era un príncipe. No había mentido. Al menos, sobre eso. Él, por su parte, colocó una mano sobre una de las de Kid, sólo para asegurarse de que no tocaba donde no debía, mientras con la otra reseguía una de sus clavículas con un dedo. Allí, la piel era fina y no había músculo, permitiéndole tocar hueso. Era agradable.


El pelirrojo se había limitado a acariciar su piel, toda la piel, con los dedos. Lo más extraño fue cuando le acarició los labios. Le había gustado, aunque hubiera preferido que fueran sus labios en lugar de sus dedos. Pero aun así, aunque no tocó donde no debía, a la mañana siguiente Law se despertó duro. Le daba miedo, porque no quería quedarse ciego, pero aun así corrió a esconderse para poder saciar sus ansias en paz. Quizás sería mejor que se quedara ciego, así no volvería a ver a Kid y no volvería a sentir esa necesidad creciente en su interior.


***


Con el final del mes de mayo, la familia real y la corte regresaron al reino de Law en su segunda visita anual. Dado que creía que Shyarly podría seguirle, el príncipe decidió esperar unos días antes de escaparse al bosque, pero cuando llegó se llevó una desagradable sorpresa.


¿Y qué esperaba? ¿Que el moreno fuera allí a esperarle todos los días? Estaba claro que no lo haría. Habían pasado meses desde la última vez que se habían visto. Él no había dicho en ningún momento cuando volvería, ni si lo haría. ¿Cómo había podido esperar verlo? Y evidentemente no tenía ni puta idea de donde vivía. El bosque no era muy grande, pero sí lo suficiente como para que cualquier persona descartara buscarlo. Pero él era Eustass Kid, y no era famoso por ser una persona precisamente reflexiva. Al contrario, se le conocía por ser demasiado impulsivo, de modo que ni siquiera se paró a pensar en ese detalle cuando volvió a montar a caballo para trotar en busca de su moreno.


Se giró cuando oyó un ruido a sus espaldas y desenvainó su espada sin dudar. No vio nada, así que supuso que no se trataba de ningún atacante y desmontó, dirigiéndose a los arbustos de dónde provenía el sonido, observándolos detenidamente por si las hojas se movían, creyendo esta vez que se trataba de algún animal.


De repente, notó un tirón hacia arriba que le hizo soltar la espada sorprendido, cayendo ésta en el suelo y quedando clavada en la tierra con un golpe sordo, sin eco. Pero él era un príncipe, y como tal no gritaba pidiendo auxilio.

Notas finales:

Espero que el capítulo os haya gustado tanto como a mí. Me gustaría especialmente saber si os ha gustado el sueño de Law, ya que es la primera vez que pongo un sueño así medio erótico pero sin nada de sexo, podéis decírmelo en un review :3.El próximo capítulo no lo he empezado, pero tengo bastante adelantados un par de capítulos importantísimos para la trama (no preguntéis porque escribo desordenado, simplemente me dio la inspiración por ahí), así que cuando toque ese capítulo también actualizaré bastante rápido.


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