No podía evitarlo, cada vez que una de sus tías entraba en la estancia en la que él se encontraba, no podía evitar creer que se trataba de un monje errante enviado por el Papa para que la Fe lo juzgara, pero en cuanto las veía entrar por la puerta se relajaba de inmediato, y en la oscuridad de su dormitorio se consolaba pensando que él no era tan importante como para que el Vaticano enviara a alguien a por él. Sólo era el hijo huérfano de un campesino, ¿qué le importaba a la Iglesia con quien deseaba acostarse? Sólo habían hablado, realmente no había hecho nada. Nadie tenía pruebas contra él salvo el príncipe, y siendo de su misma condición, no lo delataría.
En lugar de dejar que el miedo se apoderaba de él, decidió seguir su rutina habitual: colocar trampas, entrenar con Penguin, entrenar con Eustass-ya, bañarse, recoger lo que había caído en sus trampas y estar pendiente de las poleas por si caía algo más o intentar pescar algo en el río, después recogía algunos frutos silvestres y volvía a casa. Baby 5 siempre le esperaba con la olla en el fuego, y la comida variaba según lo que el chico trajera, aunque desgraciadamente normalmente se trataba de comidas con poca guarnición y muchas sopas para poder aprovechar la comida durante más tiempo.
***
- No podremos aguantar esta situación durante mucho tiempo - Dijo Sugar sin permitir que la angustia le tiñera la voz, probablemente ayudada por el cuenco de uvas que tenía en la mano.
- Todo sería mucho más fácil si volviéramos a usar la magia - Se quejó Baby 5.
- ¡No! - Exclamó Monet rápidamente -. Por muy mal que se pongan las cosas, debemos insistir y continuar comportándonos como humanos normales y corrientes.
» Recordad un momento todo lo que ha pasado a lo largo de estos años. ¿Recordáis cuando Law sólo era un bebé y sólo quería leche? - Al no obtener respuesta, la mayor de las hadas siguió hablando -. No podíamos amamantarlo y tampoco podíamos conseguir una vaca porque era muy cara. Estuvimos a punto de desistir y utilizar la magia para convertir las flores en leche de vaca. Pero antes de eso decidimos probar una última cosa, y fuimos al mercado buscando a la lechera para que nos vendiera algunas botellas de leche a punto de desperdiciarse, porque es más barata y quizás podríamos pagarla.
» Pero tampoco podíamos pagarla. Estuve a punto de sacar mi varita, ¿os acordáis? Pero entonces vimos a una señora muy pobre con un bebé de pocas semanas, algo menor que Law. No estaba demasiado bien alimentada, pero aun así tenía leche de sobras, porque la niña que llevaba no quería comer mucho, así que se ofrecía como ama de cría a cambio de comida. No de dinero, comida. Estuvo viviendo con nosotras hasta que nuestro pequeño empezó a comer papillas a cambio de compartir nuestra comida con ella - Cuando terminó el relato, suspiró -. Es cierto que estamos pasando por un momento horrible. Law cada vez come más y el cielo nos indica que tendremos un verano caluroso y seco, probablemente con pocas lluvias, pero siempre que hemos tenido problemas para cuidarlo como el verdadero príncipe que es, Dios nos ha ayudado y hemos encontrado una solución.
- Dios está con nosotras - Aceptó Baby 5 con una pequeña sonrisa -. Nos necesita para cuidar de joven príncipe y por eso nos ayuda. Conseguiremos comida de sobras, seguro.
- Falta poco más de un año para que nuestro pequeño cumpla 16 años - Les recordó Sugar -. Después podremos usar la magia de nuevo.
- Sólo utilizaremos la magia antes de eso si es estrictamente necesario, en el último momento - Aclaró Monet, dando por finalizada la conversación.
***
Cuando el pelirrojo le dijo que era hora de volver a su reino otra vez, se sintió decepcionado pero contento a la vez. Por un lado, el tiempo había pasado mucho más rápido de lo esperado, por lo que a pesar de que las tres semanas de las que el mayor le había hablado al principio ya habían pasado (incluso habían pasado un par de días más), Law no esperaba que se marchara tan pronto. Quería seguir entrenando en su compañía, hacerse más fuerte a su lado. Además, sospechaba que le había mentido.
- Podrías enviarme una paloma - Pidió Law.
- No digas tonterías - Le acarició la mejilla con el pulgar -. Los campesinos no sabéis leer.
- ¡Sí que sé! - Replicó el moreno rápidamente -. Mis tías trabajaron en la corte y allí aprendieron a leer, y aunque no hay muchos libros en la cabaña del leñador, consiguieron enseñarme.
- Está bien, está bien... - Kid se rió con tono burlón -. Te enviaré una carta bien larga con una paloma.
- ¿Cuando volverás? - Preguntó por curiosidad.
- Por tu cumpleaños - Le tocó la punta de la nariz con un dedo -. Y te traeré un regalo que te encantará.
Después se dio cuenta de que las palomas sólo estaban entrenadas para enviar mensajes a los castillos de los señores, así que era imposible que pudieran enviar una y que ésta fuera capaz de encontrar una cabaña en medio de bosque. Seguramente tampoco le traería un regalo, y esa era la segunda mentira en tan solo unos segundos.
El recuerdo de la última conversación que habían tenido era cada vez más difuso, aunque la angustia de saberse engañado no dejaba de aumentar con el paso de los días. Al contrario que la primera vez que el príncipe se marchó, el moreno no se acercó en absoluto a los límites del bosque; es más, los evitaba de forma deliberada, consciente de que estaba desperdiciando unas cuantas buenas presas.
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La estancia estaba tan oscura como una cueva subterránea y, aunque pronto sus ojos se adaptaron a la penumbra, no consiguió ver más que una escala de grises. Sintió unas manos fuertes acariciándole primero los muslos por encima de la ropa, luego la cintura y después se colaron bajo la camisa para acariciarle los costados. Después vino el beso, húmedo, y mientras su lengua se debatía contra la de aquel que intentaba dominarlo, notó que le ataban las manos al cabezal de la cama. Forcejó un poco intentando liberarse, pero no sirvió de nada, sin duda su captor no iba a dejarlo escapar, o al menos no tan fácilmente como él había creído.
El desconocido dijo algunas cosas, pero Law no fue capaz de entender las palabras. Lo que sí supo es que aquel hombre era el pelirrojo que tan enfadado lo tenía últimamente, le reconocería la voz entre miles. Se debatió con más fuerza, pero lo único que consiguió fue acabar con las muñecas doloridas.
Antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba pasando, los labios de Kid volvían a besar los suyos con ansias, y él se esmeraba en devolverle el beso con ganas, no queriendo separarse de él. Mientras tanto, sentía como se excitaba rápidamente, su miembro endureciéndose hasta dolerle. Gimoteó sin querer, separando las piernas de forma involuntaria, queriendo recibir otro tipo de atenciones, algo más que besos. Su cuerpo no tenía suficiente con la lengua que invadía su boca, quería más pero no se atrevía a pedirlo.
El príncipe pareció leerle la mente, porque se separó un poco de él y esperó, como si quisiera observarlo detenidamente, salvo porque el moreno estaba seguro de que veía tan poco como él. El tirón de la ropa le rozó el miembro erecto haciéndole gemir, y pronto quedó completamente a la vista. Kid lo miró y después le subió la camiseta con una sonrisa, besó sus labios una vez más. Se le escapó una mueca y volvió a tirar de sus ataduras, quería terminar de desnudarse y desnudar al otro también. Pero lejos de hacer lo que quería, el pelirrojo se bajó los pantalones y los calzones sólo lo suficiente como para liberar la presión de su miembro.
La lengua del ambarino abandonó sus labios tostados para juguetear con un pezón y arrancarle unos cuantos jadeos mientras un dedo rodeaba su entrada en círculos hasta que uno de los movimientos de las caderas de Law fue más certero y el mayor terminó por introducir el dígito en su interior.
No pasó mucho tiempo antes de que el dedo cambiara por el miembro del príncipe, que lo embestía contra el cabezal de la cama. Le dolía un poco, pero a la vez le gustaba. Ambos gemían desesperados con cada embestida, hasta que el moreno se vació entre los vientres de ambos y Kid lo hacía dentro de él.
Y entonces, se despertó.
«Mierda, estoy más duro que nunca. Duele - Se dijo mientras se tapaba la cara con las manos.»
Cuando se sintió un poco mejor, se deshizo las lazadas que le ataban los pantalones del pijama y metió la mano dentro. Sentía su miembro palpitando contra su mano mientras la movía arriba y abajo, pensando en el sueño que había tenido esa noche, con la diferencia de que mientras se masturbaba, en su imaginación ambos estaban completamente desnudos.
Al terminar, salió al bosque para ir a pescar, pero su mente estaba muy ocupada en descrifrar el significado del sueño, de modo que no pescó nada. No era estúpido, sabía perfectamente lo que significaba ese sueño, que Kid era el príncipe y él un plebeyo, y que daba igual lo que él quisiera, que el príncipe lo cogería cuando quisiera.
***
Llevaba un buen rato sentado en la pequeña mesita que solía utilizar de escritorio las pocas veces que necesitaba uno. Había perdido la cuenta de todos los pergaminos que había tenido delante y que ahora estaban tirados a su alrededor hechos una pelota. Mojó la pluma en el tinterio y la sacudió un poco en el borde para eliminar el exceso de tinta, esperando que esa fuera la última vez en que tuviera que hacerlo. Lo peor había sido el saludo, ya que no se veía escribiendo frases como "querido Law" o "estimado Law", de modo que al final había decidido ir al grano.
Cuando recibas esta carta, lo más probable es que yo ya esté en camino. No sé cuanto tardaré en llegar, pero sí sé que seguramente llevaré tu regalo como único equipaje, porque según me ha rebelado el Consejo de mi padre, este año no visitaremos Flandes en octubre. Voy a ser sincero contigo, ha habido una revuelta y el Rey no cree que la solucionemos tan rápido. Debería estar al frente del ejército, pero siempre debe haber un Eustass en París y mi padre es un cobarde, por lo que ese Eustass siempre es él. Pero tranquilo, yo iré a verte. Te lo prometo.
- ¿Qué escribes? - Preguntó Killer mientras le quitaba el papel de las manos.
«Había olvidado que podía entrar cualquiera, debería haber estado más atento a la puerta y a los ruidos del pasillo - Se dijo -. Menos mal que sólo es él.»
- Es para Law - Confesó avergonzado.
- No puedes enviarle una carta - Sin esperar respuesta, lanzó el pergamino al fuego de la chimenea -. Deberías tirar esos también - Señaló las bolas de pergamino, pero terminó recogiéndolas él en vistas de que su amigo no se movía -.
- ¿¡Qué crees que haces?! - Exclamó rápidamente, pero no podía hacer más que ver como las llamas consumían la carta que no había terminado de redactar.
- No seas imbécil - Replicó -. ¿Cómo vas a enviarla? ¿Acaso ahora los campesinos viven en castillos?
«Tiene razón, soy un idiota. Le dije que le enviaría una carta, pero no pensé en que no tenía dónde enviarla. Imbécil, imbécil, no eres famoso por ser reflexivo, ¿pero por qué a su lado piensas menos que de costumbre? - El pelirrojo cerró los ojos con fuerza, pensando en lo decepcionado que se sentiría el pobre Law al esperar una carta que nunca iba a llegar.»
- Pero no tenías porque tirarla - Replicó -. Podría haberla guardado y dársela cuando lo viera.
- ¿Y arriesgarte a que alguien la leyera? - Suspiró -. Eres más idiota de lo que creía.
- ¿Me acompañarás cuando vaya a verle? - Sonrió un poco -. Me gustaría que lo conocieras, y tener alguien con quien compartir la carga.
- Has madurado - Respondió tras un buen rato en silencio -. Está bien, vendré. Recorreremos el camino tu y yo solos, como hacíamos siempre hace unos años, cuando nos escapábamos para cazar, ¿te acuerdas?
- Pues claro - Dijo con una enorme sonrisa -. Ven, acompáñame a la armería, tengo muy claro que regalo voy a hacerle.