Hem- necesito que me prestes tu capa de invisibilidad.
Harry- ¿qué?- era muy extraño que la castaña pidiera algo como eso, tuvo un poco de desconfianza al principio “¿Y si nos la quita para evitar que salgamos de noche?, ¿y si se la entrega a Mcgonagall?”. Evaporó rápidamente la idea de su cabeza, ya habían pasado tres años desde que la tenía y nunca los había delatado. Era su amiga y confiaba en ella- ¿para qué la quieres?
Hem- yo… bueno, yo…- no podía contarle al moreno sobre su plan, al final de cuentas él también era amigo de Ron y seguramente impediría que ella hiciera cualquier cosa que tuviera la probabilidad de error como lo tiene un hechizo nuevo sin práctica- tengo mucha tarea, más que ustedes, lo sabes bien y… necesito ocupar la biblioteca.
El moreno levantó una ceja en señal de duda, recorrió a la chica de pies a cabeza como si no fuese su amiga.
Harry- pero no creo que… bueno… Supongo que con esto podrías olvidar lo que pasó en la tarde.
Hem- es probable.
El joven ojiverde regresó al interior de la pieza para buscar el objeto, la puerta quedó entreabierta y ella pudo ver a los chicos dentro: los compañeros de cuarto de Harry, Dean y Seamus, los hermanos gemelos de Ron y por supuesto, el pelirrojo. El moreno salió bloqueándole la vista.
Harry- aquí tienes- extendió su mano con una bola de tela tornasol en ella- procura que nadie la vea, ¿quieres que te abra el retrato a alguna hora?
Hem- no será necesario, tengo mucha tarea.
Harry- ¡piensas pasar la noche en la biblioteca?- su amiga siempre había sido muy radical para el cumplimiento académico, pero nunca al grado de quebrantar las reglas, algo no le cuadraba del todo al moreno en esta situación.
Hem- es probable que lo haga- se despidió velozmente cuando notó que alguien en el interior de la pieza se levantaba para ver quién entretenía tanto al de lentes. No quiso averiguar quién era, sonrió a su amigo y corrió a las escaleras.
Al llegar al final de ésta, detuvo su andar, tomó un respiro y caminó con normalidad, la capa iba segura dentro de su alforja, saludó a una chica de nuevo ingreso llamada Katlin Playmouth, de cabello negro corto a la altura de los hombros, siempre escondía su mirada tras su flequillo, era muy tímida, había quedado fascinada con los hechizos de Hermione pues ella presentó una clase muestra como bienvenida a los nuevos Gryffindor.
Cada vez eran menos los que se encontraban en la sala común, sacó una liga de su bolsillo y amarró su cabello, no quería ser tan llamativa con su ostentoso cabello, aparte podría resultarle un estorbo trayendo la capa encima. Salió por el agujero en la pared sin mirar a nadie.
Caminó con tranquilidad a la biblioteca, mientras lo hacía planeaba alguna especie de escusa por si era detenida. Cuando llegó a la biblioteca, lentamente quitó sus zapatos y los colocó detrás de la estatua en la entrada, sacó sus pantuflas y se las puso con cuidado, se aseguró que su cabello estuviera bien recogido y ocultó en su capa escolar. La bibliotecaria era una mujer de edad avanzada, empezaba a quedarse ciega, por lo que había desarrollado un oído increíble, y como si no fuera de esperarse, reconocía a la perfección a Grenger, pues toda su vida la pasaba en la biblioteca.
Cuando pasó frente a la señora Hutson, la bibliotecaria, ni siquiera respiró. Sin voltear siguió su marcha hasta los anaqueles con la letra “L”, allí encontraría lo que buscaba, miró hacia ambos lados para comprobar que no hubiera “moros en la costa”*, sacó la capa de Harry y la colocó sobre ella, al momento desapareció, tímidamente se sentó en el piso al final del pasillo y espero a que el último alumno fuera enviado a su casa y a que las luces fueran apagadas. Esperó un poco más por si Flitch, el conserje, hacía su recorrido nocturno por ahí. Después de un rato de no ver movimiento, se decidió a continuar.
Sacó la varita y pronunció “lux”, la punta de la varita brilló tenuemente, como una velita de cumpleaños, con eso empezó a alumbrar los libros buscando lo más rápido que podía.
Después de un momento, antes de darse por vencida, lo encontró: un libro delgado, con pasta roja y adornos en dorado, en la portada, con letras de oro, se podía leer “Pociones de amor: Terminen esa pelea, haz que nunca se vaya, haz que sólo te mire a ti.”
Justo lo que necesitaba, tomó el libro entre sus manos y lo abrió, de él un aroma a fresas y rosas salió, esperó a que nadie lo hubiera olido ni se acercará, para empezar a hojearlo.
“Haz que sólo te mire a ti”
Fuerte encantamiento, esta poción puede hacer que la persona que la ingiera no pueda evitar el impulso de estar cerca de quien la ha hecho.
Mal preparada, esta pócima puede causar:
-Ceguera temporal.
-Alergias variadas.
*Si el mago o bruja no enamora a la persona en una semana, el usuario podría ser olvidado por quien la ingiera.
El único inconveniente notable de la pócima, era ese pequeño asterisco marcando la advertencia del fallo por parte del creador de la poción. Ya tenía suficientes problemas tratando de enamorarlo y ahora tendría que hacerlo bajo la presión de un tiempo límite.
Extrañada revisó atentamente todas las páginas del libro, decía los efectos secundarios, una lista de hechizos para combatir todas las alergias que pudieran aparecer con cualquiera de las tres pócimas, las consecuencias de las pociones mal preparadas y como revertirlas de ser posible, pero por ningún lado estaba escrita la lista de ingredientes o la preparación.
Posiblemente éste era sólo una parte del libro original, el cual debía de estar en la sección prohibida, seguramente porque los profesores no querían a los inexpertos alumnos haciendo que sus compañeros tuvieran piernas de elfo en los oídos, ni orejas de elefantes y mucho menos que sus extremidades se desprendieran de sus cuerpos y caminaran por su cuenta, efectos bastante extraños, pensó. Todos, un reto, pero no para ella.
Fue al escritorio de la señora Hutson para revisar el registro de libros, el cajón referente a la sección prohibida tenía llave
, como era de esperarse, cosa que no fue un obstáculo para la gran Grenger, con un movimiento de la varita y un click, se abrió. Buscó entre las amarillentas y desgastadas hojas, era difícil leerlas, habían permanecido almacenadas por mucho tiempo y la tinta se había empezado a borrar. Encontró la ficha que necesitaba, escribió la clasificación con su varita en el pergamino que había traído y se aventuró a la parte más obscura de la biblioteca no sin antes dejar todo tal y como había estado en un principio.
Sus nervios habían disminuido, se movía con mayor ligereza entre los estantes confiada en que sus pantuflas amortiguaban el sonido de sus pisadas. Se detuvo frente a la sección prohibida, “encadenada hasta los dientes”**, con un suave movimiento de su muñeca, deslizó su varita en el aire y susurró en latín, los candados se abrieron y antes de caer las cadenas al piso produciendo un estruendo tal que podría haberse oído en todo el castillo, las detuvo en el aire y con otro desliz de la varita, las colocó con delicadeza en el piso. Pronunció “lumus” y una luz más brillante salió de la punta de su varita.
Siguiendo los números dio con su objetivo, la pasta era parecida a la del libro anterior, pero este era grande y pesado como las guías telefónicas que le entregaban a su padre dos veces por año, trató de abrirlo, pero éste no lo permitió, utilizó sus hechizos anteriores para destrabarlo, pero eso permaneció intacto. La orilla de las hojas tenía una capa de oro, en donde se encontraba el cerrojo con forma de corazón, letras plateadas resaltaban: “da mihi osculum”, -bésame…- recargó sus labios en el corazón, estaba frio y liso. Soltó un pequeño resplandor rosa y comenzó a ponerse caliente, separó sus labios y el libro se abrió derramando un vapor aromático, rosas y fresas, igual que la réplica más pequeña sin embargo el vapor se elevó inundando toda la habitación, lo que la preocupó, se apresuró a copiar los ingredientes antes de que alguien pudiera llegar. Tras ella se escuchó el gran portón de la biblioteca.
Dio un respingo por el susto, se precipitó para colocar todo en su lugar antes de acabar -“undo in silentio”-, las cadenas y candados tomaron su lugar sin hacer ningún ruido, Salió al pasillo principal después de asegurarse que la capa seguía en su lugar, buscó casi desesperadamente al que produjo el ruido con la puerta.
No encontró a nadie, el pasillo y la biblioteca estaban aparentemente vacíos, claro que sin luz no podía estar del todo segura. Sus nervios regresaron, guardó torpemente el pergamino y su varita se deslizó entre sus dedos, cayó en el mármol haciendo un estruendo seco, el corazón casi se le detiene, la recogió despacio, se puso de pie y caminó lentamente hacia atrás sin dejar de ver la entrada, pensaba regresar al corredor “L” hasta que fuese seguro salir. La luna se ocultó tras las nubes, sumergiendo el lugar en una densa oscuridad.
Dio un paso más, chocó con algo que profirió un quejido. Ambos cayeron al piso.
-“se hacen locuras por amor”, dicen por ahí…-
La voz más conocida, odiada e inesperada que quisiera escuchar. Un movimiento en falso, la capa terminó aterrizando en el mármol.
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