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Freistaat Bayern por Mizuki_sama

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Capítulo 9

Charless se acercó con elegancia al lado de su padre, su hermana acababa de ser entregada a un baile, la segunda pieza se abría y podía adivinarla bailando con un conde sin demasiado esfuerzo, su padre le extendió la mano y él logro colocar la suya sobre la de su progenitor con el toque exacto de dramatismo antes de que sus labios formaran el gesto indicado de encanto en una sonrisa inocente, no fue difícil, aun cuando sentía la indignación bullir dentro suyo, miro con curiosidad a la dama en el momento exacto en que su padre los presentaba.

-Duquesa permítame, es mi hijo, Charless Xavier- dijo con evidente orgullo y el joven omega dejo bajar su mirada con humildad, "¿Qué sería la dama?" - Charless, déjame que te presente Lady Alessa Von Tomer, duquesa de von Tomer- "la viuda del príncipe von Tomer" pensó el mientras dejaba sus labios entreabrirse.

-es un honor mi lady- esta vez realizo una reverencia digna de una presentación real, sin perder nunca el toque de la mano de su padre la seda de su chaqueta rozo una segunda vez el suelo del salón casi como un beso y con la misma elegancia de una bailarina inclino con delicadeza la cabeza, luego se paró cuan recto era, la dama lo observo con una sonrisa presa de sus labios, parecía amable e inevitablemente pensó que la gente debía sentirse seducida por ella, quizás deseosos de estar en su compañía, debió haber sido muy hermosa, y sin embargo, tenía la mirada propia de un astuto lobo albino, de un coleccionista y de un general a campo abierto, ladeo la cabeza.

-lo mismo digo Charless, ¿puedo llamarte así verdad?- lo dijo con el tono de quien va a hacerlo de todas formas, Charless asintió, callando la muda incomodidad que le causaba aquello, normalmente lo llamarían por su apellido, pero una mirada a su padre contesto la muda pregunta, era una mujer importante, sin duda- que encanto, tu padre me hablaba de ti y justamente te vi hablar con mi sobrino, el marques Shadow, es encantador ¿verdad?

Durante un segundo a sonrisa del más joven se congelo y sus orbes, siempre calmadas, brillaron de manera violenta, pero apenas fue un segundo, y como vinieron, se fueron, rápidamente, con turbación miro a su padre y este le miraba con interés, como si… como si el personaje recién nombrado contase con su… agrado, se avergonzó.

-su señoría es muy amable- contesto impersonalmente y sin comprometer su opinión, no pensaba ceder en ese aspecto.

-estoy segura de eso- dijo la duquesa, con una mirada extraña en los ojos y una aparente sonrisa en los labios, Charless con cuidado se acercó un paso más a su padre, se sentía igual que debían sentirse un pequeño ratoncito frente a un gato sonriente, repentinamente la dama miro a de nuevo a su padre y dijo claramente- tiene un hijo precioso marques, ¿planea un duque o un príncipe?- "¡pero como se atreve!" pensó el joven con las mejillas ardiendo de vergüenza y humillación, aquella mujer era directa y lo que era peor, una experta, quiso soltar alguna frase cruda, pero miro a su padre y lo descubrió tan sorprendido como él, con los labios apretados en un gesto imposible, con los ojos brillando bajo aquellas pestañas oscuras, tuvo miedo.

-Baviera no tiene príncipes disponibles mi lady…-logro decir a prisa, consciente de que cometía un crimen social, había hablado sin que se lo pidieran, formo una sonrisa y repentinamente ambos, la dama y su padre se echaron a reír.

-es un verdadero encanto Xavier- lo alabo una vez más y su padre asintió satisfecho mientras Charless sentía que acababa de evitar una desgracia, de inmediato se dijo que estaba siendo dramático y miro la pista de baile, con cierto lamento y miedo, había prometido la tercera pieza a su real majestad y aquello, bien lo sabía, su padre no lo aprobaba, aunque no hubiere dicho nada.

Se sintió una vez más observado, decidió quedar cerca de su padre mientras este hablara con la duquesa, miro interesado la pista, consciente de una conversación que se volvía banal a velocidad alarmante, miro con curiosidad a su padre y entonces escucho algo que atrajo su atención.

-¿supongo que él ha sido amable al venir con ella?- decía su padre en tono de pregunta y Charless se quedó quieto mientras seguía mirando el baile, detrás suyo, a tres pasos, su padre había bajado dos tonos a su voz, y casi susurraba, pero Charless, que estaba acostumbrado a los secretos, siguió escuchando.

-Francamente espero que se casen pronto- decía ella- el arconte de Ansalli fue un perfecto marido, pero no culpo a mi nieta si está enamorada de Lenssherr, usted entiende que hay ciertos temas imposibles de ignorar.

Por supuesto que él debía entenderlo, pensó Charless con los ojos brillando de cólera, escuchando, ¿cómo podían hablar con tan mal gusto acerca de un hombre tan digno? ¿cómo podía una mujer tan importante como la duquesa excusar la indecencia de su nieta al bailar tan pronto cuando aún no pasaba el año de luto para ella? Era inevitable que Charless se enfureciera, había, bien que lo sabía, amado hasta cierto punto al arconte de Aria, y sentido con demasiado dolor que este se fuera.

Charless había conocido al arconte a la edad de 15 años, aun lo recordaba.

La primera impresión había sido horrible, para ambos, y obviamente muy pocos, casi nadie excepto él y por supuesto el arconte, lo sabían, que se habían visto una vez antes de la famosa cita que habían tenido.

Flash Back

Estaba mirándose en un espejo de una de las salas de la gran casa de campo de un primo de su padre, sintiéndose profundamente desgraciado, su hermana entonces se encontraba con una abuela lejana de visita y él estaba allí, vestido con un traje que si bien era hermoso le habría gustado en otro color.

-De cualquier modo, ¿quién va a verme? -preguntó en voz alta a su imagen, y en aquel momento oyó pisadas que se acercaban a la puerta, entonces había supuesto que no sería su padre ni su tío, pues éstos se encontraba atendiendo a los invitados a una fiesta de té que daba entonces, y como le había ordenado entonces que no se mostrara ante ningún hombre, se deslizó rápidamente tras las pesadas cortinas de terciopelo que cubrían las ventanas, apenas tuvo tiempo de hacerlo antes de que se abriera la puerta.

-No hay nadie aquí -dijo un hombre de voz profunda- Sentémonos un momento, George. ¡Creo que hemos cumplido ya con nuestro deber!

-El deber era sólo tuyo, Marcial -repuso otra voz masculina.

Como Charless había leído por curiosidad las invitaciones, supo de inmediato quiénes eran ambos caballeros. Había sólo uno en la lista con el nombre nada común de Marcial y se trataba del arconte de Aria, que al aceptar la invitación había pedido llevar con él a un amigo, el capitán George Widecom, que pasaba unos días en su casa.

El joven sospechaba que su tía, la cual se mostró encantada de que arconte de Aria asistiera a la fiesta, habría aceptado cualquier cosa que él hubiera pedido.

El general había dicho que tenía que enviarle una invitación, según informó a su esposa, el arconte de Aria había servido fielmente a su patria tanto como diplomático como militar y en ambos puestos había sido reconocido, no solo por su reino sino por todos aquellos en los que hubiere estado.

-Es un joven inteligente -dijo entonces su tío con desdén-, pero personalmente nunca me agradó, sin embargo, el coronel tiene un gran concepto de él y le ha pedido que nos visite mientras este aquí, así que en realidad no tengo elección.

-tú crees que venga querido -preguntó lady Osmund, su tía, con un leve brillo de interés en sus ojos de mirada dura, Charless lo recordaba porque como en ese momento, estaba oculto en un armario, a sazón de no tener que tratar con ellos.

-Sí, vendrá aunque solo sea por diplomacia -contestó su tío y Charless comprendió que, por alguna razón, a su tío no le gustaba la idea, pero entonces volvió a la realidad al oír al capitán Widecom preguntar:

-¿Cómo es posible, Marcial, que teniendo siempre tantas invitaciones a fiestas divertidas, hayas aceptado venir a esta reunión horrible?

-Y no sabes aún lo peor de todo, George -repuso el arconte de Aria.

-¿Puede haber algo peor? -se extrañó su amigo-. Mira, aquí hay whisky. Tomemos un trago. ¡El champán era horrible!

-¡Raciones militares, amigo mío! Los generales son muy ahorrativos, y tú deberías saberlo… pero debo confesar que hubiera preferido que me sirvieran agua en lugar de ese líquido horrible que aquí llamán champán.

-Creo que ha sido una perversidad por tu parte traerme aquí mi primera noche en Baviera, Marcial -se quejó el capitán.

-Quería que comprendieras lo que voy a tener que soportar por los próximos tres meses mientras este en el mar.

-¡Por todos los santos, Marcial! ¡No me digas que vas a estar con esta gente!

-No lo creerás, pero el comandante en jefe me acorraló y me dijo que como el general viaja primero a Ansalli, no podrá llevarse a su familia por tanto y como yo haré el viaje en el Orissa, me agradecería mucho que velara por lady Osmund y sus hijas que viajan solas en el mismo barco ¿Qué podía contestar?

-Mi querido Marcial, después de haber visto a la dama en cuestión, te doy mi más sentido pésame.

-Esperaba un viaje tranquilo -agregó el arconte de Aria con tono amargo-. Tengo un montón de trabajo pendiente. ¡Y ahora me cae esto encima!

-Pero, ¿cómo ha podido el comandante hacerte una cosa así?

-Sabes tan bien como yo que los Osmund son importantes, más por su fortuna que por sus logros, pero las ideas actuales de Lord Osmund son tan conservadoras que no me sorprendería que las órdenes viniesen de su propia alteza real.

-Y si él aceptó el cambio -apuntó el capitán Widecom- fue sin duda porque su mujer lo consideró una excelente oportunidad para lanzar a sus estúpidas gemelas sobre tu amada patria.

-Lady Osmund ya me ha interrogado sobre qué clase de diversiones hay en Ansalli para «sus niñas».

-Supongo que lo que quería decir es qué clase de solteros pueden encontrar allí. ¡Dios mío! Todo lo que preocupa a las jóvenes Bavieras es cómo pescar marido.

-He visto a ese tipo de muchachas en acción, George, y también a sus donceles, te aseguro que no pescan: arrebatan, arañan… ¡devoran!

Lanzó una leve carcajada desdeñosa antes de agregar:

-Son pequeñas tigresas devoradoras de hombres… Debo confesarte que mi corazón se llena de piedad cuando veo a cualquier inocente camino del altar, al brazo una de esas quejumbrosas criaturas, con la que tendrá que cargar el resto de su vida.

-¡No pintas un cuadro muy agradable, Marcial!

-He visto demasiado de eso en el extranjero. Tú todavía no has servido fuera del país, querido muchacho –dijo el arconte de Aria- aunque es posible que no pase mucho tiempo sin que te envíen alguna colonia para defender a tu triste patría.

-¿Crees que habrá guerra?

-Pienso que tal vez pueda evitarse, pero los de arriba andan inquietos, debo decirte que los altos mandos desean prevenir cualquier mal.

-¿Por eso regresas?

-¡Ojalá fuera ésa la única razón! Pero en verdad… mi querido amigo, no puedo decírtelo, es un secreto.

-No entiendo qué quieres decir.

-Hay una absurda rivalidad en una de nuestras fronteras, un pueblo pequeño que siempre se ha mantenido al margen, que repentinamente está dando dolores de cabeza a la nobleza de allí.

El capitán Widecom se echó a reír.

-¡No lo creo! ¡Caramba, Marcial! Después de todas tus hazañas, tus triunfos en situaciones realmente peligrosas, no puedo creer que te manden a hacer el papel de institutriz.

-Además de servir de guía y protector a lady Osmund y sus gemelas «caza-hombres» por el camino –añadió el arconte de Aria con amargura- y por supuesto a lord Skennel.

-¿quién?

-lord Skennel tiene gran simpatía por los habitantes de esa colonia, ha reformado las prisiones, ha prohibido los castigos con latigazos en público, así como poner una marca al fuego en el cuello de los delincuentes, en fin que en vez de obedecer a su majestad está dándoles derechos a ellos.

-Eso debe de haber causado una verdadera conmoción -exclamó el capitán.

-lo ha hecho- murmuro el arconte en tono sombrío.

-¡Bueno! -suspiró el capitán- todo lo que puedo decir es que no quisiera estar en tus zapatos.

Charless, que seguía escuchando, oyó que uno de ellos se ponía en pie. Supo que era el capitán Widecom cuando le oyó decir:

-Vamos, Marcial, dejemos este mausoleo y vamos a divertirnos un poco. En el club me hablaron de un nuevo sitio donde tienen las más bellas y complacientes «palomitas» de la ciudad, dicen que muchas son extranjeras, que siempre resultan más alegres y atractivas que las nacionales.

-Ve y ya me contarás si es cierto, yo me marcho a casa, tengo mucho trabajo para perder el tiempo comprobándolo por mí mismo.

-El problema contigo, Marcial, es que te estás volviendo demasiado serio, supongo que ha sido tu matrimonio el que te ha convertido en lo que eres.

-¡Ése es un pensamiento impertinente que puedes eliminar de inmediato! -replicó arconte de Aria- como bien sabes, simplemente deseo evitar un escándalo.

-por supuesto, estoy seguro de que tus gustos siguen siendo tan exquisitos como antes.

Charless oyó que los dos caballeros dejaban sus copas y se dirigían a la puerta, se había alegrado de que se marcharan, llevaba tanto tiempo de pie tras las cortinas, que había tenido que moverse un poco, aun a riesgo de ser escuchado, ahora esperó conteniendo el aliento, hasta que oyó cerrarse la puerta, estaba un poco aterido por el frío de marzo que penetraba por las rendijas de la ventana, así que retiró la cortina, con intención de ir a calentarse frente a la chimenea.

Al hacerlo, se quedó petrificado.

Uno de los caballeros se había quedado en la biblioteca, de pie y apoyado contra la puerta. Lo miraba con fijeza y él se sintió seguro de que era el arconte de Aria, por un momento no pudo moverse, se quedó con los ojos temerosos clavados en el hombre, que avanzó hacia él diciendo:

-Espero que lo que ha oído le sea de utilidad, mi pequeño espía ¿Sería muy impertinente preguntarle por qué está tan interesado en mis actividades?

Charless aspiró una gran bocanada de aire y se apartó de la ventana, dejando caer la cortina tras de sí.

-Yo no… no pretendía escuchar nada -dijo- Me escondí cuando oí que entraban.

-¿Por qué? -inquirió arconte de Aria con acritud.

-No quería que me vieran.

-¿Por alguna razón en particular?

Charless hizo un leve ademán con las manos.

-No estoy invitado a la fiesta.

-No, eso es evidente -dijo arconte de Aria, reparando en sus ropas, que aunque elegantes… eran de apariencia sencilla, como para un día de casa- ¿Qué posición ocupa en esta casa? Su voz suena demasiado cultivada para ser un sirviente, sus ropas muy caras y es demasiado joven aunque… ¿es la pieza de compañía que está echando una mano porque hay fiesta?

Charless nada dijo y él añadió:

-Tal vez me considere usted demasiado inquisitivo, pero le aseguro que mi trabajo me obliga a desconfiar de la gente, sobre todo de los jóvenes atractivos que escuchan conversaciones que no deben, escondidos detrás de las cortinas.

Charless continuó callado; con los ojos fijos en su rostro, él dijo:

-No parece de Baviera ¿Cuál es su nacionalidad?

Algo en el tono del hombre irritó a Charless.

-Le aseguro, milord, que no me interesa nada de lo que usted ha dicho -aseveró conteniendo su ira.

-¿Cómo puedo estar seguro de ello? Por otra parte, como era una conversación privada, en la que hablaba sin convencionalismos, me gustaría saber qué piensa usted de lo que he dicho.

Charless decidió que aquel hombre estaba convirtiendo en montaña un grano de arena; reconocía que era reprobable haberse ocultado como lo había hecho; pero él podía ser más caballeroso y perdonar de buen grado aquel error involuntario, se dio cuenta de que el arconte de Aria era mucho más apuesto y de aspecto más autoritario de lo que él se había imaginado al escucharle oculta detrás de la cortina, había una expresión en sus ojos grises que lo desconcertaba, provocando en él un antagonismo que antes no había sentido hacia ningún hombre(o alfa) , con un movimiento orgulloso, levantó la barbilla.

-¿Le interesa de veras conocer mi opinión?

Era un desafío y, como si lo reconociera así, el arconte de Aria contestó:

-Por supuesto, pero, ¿será lo bastante sincero… o valiente para decirme la verdad?- no podía haber dicho nada que molestara más a Charless, esté se jactaba de no acobardarse nunca o casi nunca; por ello, sin detenerse a pensar, exclamó:

-Muy bien, entonces se lo diré: creo que los comentarios que ha hecho sobre las mujeres demuestran que es usted vanidoso hasta un grado insufrible, los que se refieren a esa colonia de la que tanto ha hablado- se burló, como haciéndole recordar que apenas había dicho nada de ella- son los que podían esperarse de un Ansileo fatuo, convencido de que la única forma de imponer la supremacía es pisotear a los pueblos conquistados por la fuerza de las armas.

Vio en la expresión del Arconte de Aria la sorpresa que sus palabras le habían causado, pero continuó diciendo:

-¿No cree que podrían mejorarse mucho las cosas si, como nación, actuára con generosidad y comprensión hacia otros pueblos? He leído recientemente un libro sobre ese pueblo al que usted tanto desprecia, se llama Siruel y me he enterado que hace tres años uno de vuestros compatriotas, sir Ronal Ringels, se sintió profundamente alarmado por la actitud de superioridad que mostraban hacia ellos los jóvenes oficiales destinados en la colonia.

El arconte de Aria no dijo nada, pensando que su expresión no era menos arrogante que la de los oficiales Bavieros que había conocido alguna vez Charless continuó diciendo apasionadamente:

-Con razón lord Ronal escribió: «Los Ansileos somos detestados en todas partes. ¡No hay nadie más odioso para un extranjero que un civil ansileo, exceptuando un ansileo militar!»

Charless tomó aliento antes de inquirir:

-¿Significa eso algo para usted? Es posible que, si hubiera oído lo que lord Ronal Ringels dijo, lo hubiese considerado demasiado humano para ser tolerado por su rígida superioridad.

-¡Ésas son palabras duras! -exclamó arconte de Aria- palabras muy duras… a las que yo podría contestar con la misma violencia que usted ha empleado. En cambio, le contestaré con un proverbio Siruel «La dulce persuasión es más efectiva que los golpes».

Había hablado con voz muy tranquila y, debido a ello, Charless sintió que su furia disminuía un poco, en los labios del arconte de Aria brilló una sonrisa repentina. Cogió al joven por ambos brazos y lo atrajo hacia sí, con el consiguiente asombro de este.

-Me gusta su valor -dijo-. Déjeme probar si la dulce persuasión es efectiva.

Antes de que Charless pudiera contestarle, antes de que pudiera moverse, él le puso una mano bajo la barbilla y le hizo levantar la cara. Después, de manera inesperada y desconcertante, los labios del arconte de Aria descendieron sobre los de él.

Lo siguiente que Charless había sabido entonces, era que lo había abofeteado y luego huido como un animalito asustado de aquella habitación.

Le había odiado aquel instante primero.

Fin del Flash Back.

-vengo por la pieza prometida- Charless observo un brazo extendido hacia el, era su majestad, una sonrisa pálida, una mirada, enlazo su brazo al del hombre y asintió, la tercera pieza, empezaba.


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