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Freistaat Bayern por Mizuki_sama

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Un tiempo atrás

El deber de un soldado es su honor, Marcial veía en su honor una obligación: su lealtad a su reino… y la renuncia a su amor por la joya Baviera que no sería nunca suya.

Se estremeció por el dolor viendo el color de la sangre extenderse  cada vez más amplio por su torso, tosió y trato una vez más de librarse del pedazo de muro, consciente de que aun si lo lograba, moriría, pero era un noble de Ansalli, guerrero letal, la mano izquierda de su majestad…

¡Él no moriría como un cerdo en el matadero! ¡Él definitivamente no caería sin luchar!

Gimió asqueado viendo el trozo de madera atravesarle en parte, una vez más tosió sin mirar que lo que salía de su boca era sangre coagulada.

Su mirada restallaba en el brillo del acero, temblando como un trozo de papel a merced de la voluntad del viento y la roca, adivino que la fiebre se acercaba y se preguntó ¿moriría antes o después de la fiebre?

Se mordió el labio inferior y aparto los ojos de la herida en carne viva que era su cuerpo, no deseaba morir, no sin antes decirle a Charless una vez más que lo amaba, que el cielo no era tan bello como su mirada, que el mar no ofrecía tanta libertad como sus palabras, que entre el cielo, la tierra y el mar no había tenido más esperanzas que aquellas que tuviera cuando le veía y estaba a su lado.

Un gemido mitad dolor, mitad horror escapo de su boca, cuando el trozo de muro se movió una vez más hundiéndose en su cuerpo un nuevo trozo de madera, causándole, con el movimiento, una nueva cuota de dolor.

No había esperanzas para él, aun cuando llegarán… las posibilidades de vivir eran completamente nulas… imposible, por tanto, volver a ver los ojos azules del hijo del marques, imposible volver a hablar con él, imposible jugar una última partida, imposible… Imposible pedir perdón.

Cerró los ojos y respirando apenas se dispuso a morir cuando escucho los gritos, los ladridos de los sabuesos y vio, con la mirada empañada unas botas negras acercarse corriendo.

-¡Arconte! ¡Está aquí! ¡Venid! ¡Pronto! –la voz era joven, pero Marcial cerró los ojos incapaz de luchar por más tiempo,  ¿Cuánto llevaba allí? No lo sabía, se vio incapacitado de decirle al joven, que la muerte estaba cerca suyo, tan cerca… tan cerca, que era imposible arrebatarle de sus brazos.

Tuvo, sin embargo, tiempo para que sus labios le traicionaran y nombraran a alguien antes de que las fuerzas le abandonaran por completo.

-Charless

 

.

.

.

 

En tiempo real

Marcial había aleccionado bien a Charles, le había advertido, aterrado de los monstruos del mundo que el castaño podía encontrar en su vida, sobre los riesgos, sobre los seductores, las mujeres, la ambición, las intrigas, los ofrecimientos escondidos en palabras vagas, en explicaciones sobre una sociedad que pequeña en sus grandes ambiciones podía ser incluso más hipócrita que el amor de una mujer al amante que la mantiene, mientras sus dedos se deslizan imposibles por la espalda de un criado.

Charless era, en fin, incrédulo en su juventud pero no por ello insensible.

Sus mejillas encendidas le traicionaban, al tiempo que los labios del arconte se posaban en su mano.

¿Cómo había sido tan torpe?

Se regañó a sí mismo en silencio, torpe e ingenuo, si había sido capaz de aceptar una visita en el hogar de su padre –al menos algo decente había en su solicitud- … ¡Una visita!

Miro al noble extranjero, deseando leer en su expresión, incluso en su mente, pero el simple hecho de ver en sus ojos esa satisfacción lo avergonzaba y se revolvía en su estómago, como una promesa mal hecha, como si su indignación poco a poco se convirtiera en vergüenza y temor.

Y luego estaba una duda que le carcomía la mente y el alma.

¿Qué ocurriría con James Wolf?

Charles en verdad deseaba ver al noble, permitir que sus fieros ojos se hundieran en los suyos, incluso… si debía ser sincero consigo mismo, anhelaba que este le besara.

Su mente no había estado ni en Shadow, que era un maldito patán que lo había tenido con el corazón en la mano esperando su visita, cosa que sospechaba el noble pretendía exactamente, y saber aquello no ayudaba en lo absoluto a su vanidad.

No negaba que se había detenido un par de veces a pensar en Lensherr cuya conversación había sido como poco interesante y le había divertido pensar en ella a veces, en secreto y sin demostrarlo, engañándose a sí mismo en que había sido una experiencia poco importante en su vida.

Pero quién había ocupado sus pensamientos de manera consciente y clara había sido James Howlett, el mismo cuya visita esperaba con ansiedad esa misma noche, a cenar con ellos… aquel hombre le había dejado con esa sensación de calma y necesidad que le hacía anhelar volver a verle…

En fin, que no había pensado precisamente en el hombre que estaba frente suyo.

Posiblemente era culpa suya, pensó de lado recuperando su mano, por mentirse a sí mismo no había podido pensar en ser abordado y mucho menos… en negarle a una solicitud como aquella, cuando se había visto reflejado en aquellos ojos azules que parecían querer ver en su alma… simplemente había dicho que sí, que le recibiría más tarde, con la vigilancia adecuada sobre ellos, capaces de compartir un par de frases sin que estas fuesen culpables.

Pero eso después, después…ahora venía el miedo, algo parecido al pánico incluso… Porque… ¿Por qué solicitaría poder visitarlo sino…?

Volvió a topar sus ojos con los de Lensherr y tembló, pensando seriamente en levantarse y renegar de su palabra previa de verse en su hogar, decirle incluso que había olvidado un compromiso o que si lo pensaba mejor era mejor no volver a verse, que aquel encuentro rozaba lo indecoroso.

Cualquier cosa, con tal de poder… de poder…  mirándose en los ojos del noble extranjero el joven se estremeció.

¿Qué podía tener ese hombre para no saber cómo expresar que no?

“Unos ojos magníficos” se dijo, al verse reflejado en ellos simplemente había perdido control de sí mismo y había caído como una de las tontas criaturas a las que sin duda el caballero ya estaba acostumbrado.

Bajo la mirada.

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.

.

 

Erick sonrió muy levemente al ver como los ojos del muchacho se abrían de par en par y bajaba la mirada ante la suya, sumido sin duda en un debate consigo mismo… debate que delataba parte de la complicada educación que tenía.

Internamente se felicitaba del uso que le había dado a las palabras, consciente de que el muchacho no caería en el común, se había apoyado en ello para sentarse cerca suyo, pero sin violar el espacio que por norma general corresponde a una persona y su intimidad, observándole con una suerte de serenidad que no sentía.

-¿No lo recuerda? - había preguntado  entonando lo suficiente para que su tono sonara educadamente burlón.

-¿Debería? –había contestado Charless sosteniendo su mirada, su tono era también burlón pero bajo la superficie de burla habitaba un rasgo de irritación disimulada.

-No realmente –con una sonrisa lenta le había mirado comprensivamente antes de conceder lo que seguía –en realidad no me conoce lo suficiente para recordar nada con respecto a mí –lo había dicho casi a modo de disculpa, arriesgándose y logrando para que el muchacho le mirara sorprendido, lo que en cierto modo él buscaba –He pensado en usted desde el baile –agrego al final –no he podido evitarlo.

-¿Señor? –la cara del omega era casi un poema, los ojos abiertos por la sorpresa, entreabiertos los labios, a un paso del escándalo y aun así… el brillo que había en sus ojos era el mismo que habitaba en los ojos de otros omegas, atrapados en su vanidad por las palabras que se deslizaban en favor suyo.

Por un momento sintió decepción, aunque no era culpa suya Charless le había hecho pensar que… pero el sentimiento duro lo mismo que un soplo de viento solo para ver como el rostro del muchacho recuperaba ese aire a serenidad tan propio de él, y una risa leve –entre burlona y sarcástica- escapaba de su hermosa boca.

-… pensado en mí –repitió con lentitud – ¿Y qué razón hay para que usted pensará en mí, respetado señor? –Pregunto irónicamente –no creo que a sus amistades les agradará saber eso, usted sabe soy tan joven… -susurro, y en el giro de sus palabras adivino el doble sentido.

Decir, diremos que Erick se sintió ofendido y brevemente escandalizado cuando a los cuatros segundos adivino a donde iban a parar las palabras del más joven… pero, no era posible… en verdad no lo era, pensar siquiera que el muchacho le insinuaba que conocía de sus relaciones con la viuda de Marcial, era imposible, no porque su relación fuera secreta, de hecho era casi publica y algún par de damas de buena cuna no le aceptarían ni a él ni a su amante en sus casas ni aunque la misma reina se los exigiera, no, su relación no era secreta.

Pero eso no quería decir que alguien con la juventud de Charless Xavier pudiera o debiera saber de aquello, ni tan siquiera insinuar aquello, porque… era indecoroso, más que indecoroso, estaba seguro que un gran número de omegas y mujeres de buena cuna bajarían la cabeza abochornados antes de decir aquello.

Un alfa se habría cuidado de insinuarle nada al respecto, porque Erick detestaba con todas sus fuerzas hacer públicos sus romances, aunque con Emma las ganas de ocultarla se le habían ido en el momento en que Marcial había muerto.

Se habían amado desesperadamente, escondidos en las sombras y luego de forma pública, desatando olas de rumores indignados a su paso, la pasión de ambos había sido como una hoguera que amenazaba con devorarlo todo a su paso y no dejar títere con cabeza.

Lo aceptaba.

Pero todo aquello se había vuelto un trozo de hielo en comparación con lo que había sentido al ver a Charless, al sostener su mirada, al bailar con él, víctima de su propia curiosidad, admirado de la agraciada fuerza de su personalidad que se demostraba a cada segundo al hablar entre sí.

Al verse en sus ojos.

Al verle de lejos, cabalgando o bailando, los momentos en que hablaba y detenerse a comentar con otros conocidos.

Las palabras que él mismo había dicho sin darse cuenta de que lo que había, esa conexión que los rumores decían solo se podía sentir al conocer… “el único”

Sus labios habían formado una sonrisa mientras se inclinaba.

-¿No lo sintió? –había preguntado inclinando leve la cabeza para poder mirar sus ojos sin perderse en el proceso otros rastros de su expresión.

Su intención era hacer visible de algún modo  lo que ocurría entre ambos… o por lo menos lo que había ocurrido con él.

-¿En verdad pretende que crea que no lo sintió? –preguntó una segunda vez, viendo con cierto placer como el más joven se removía incomodo bajo la fuerza de su mirada y sin embargo no apartaba os ojos, incapaz de rendirse realmente –Sé que lo hizo –susurró –lo sé, porque lo sentí yo, ese susurro de viento, la necesidad de hablar para siempre con usted… -Erick nunca había dicho tantas cursilerías juntas, no había tenido necesidad, en el pasado omegas de todo tipo y algunas mujeres beta se habían dejado caer en sus brazos antes incluso de que él les ofreciera el primer ramo de rosas, sus labios se habían ofrecido rojos antes de que él los solicitara, la buena mayoría de estos amantes habían sido personas “casadas” que no podían esperar nada de él… por tanto el romance al estilo “cortejo romántico de un respetable joven recién salido de la escuela” no era su especialidad, pero sentía que las palabras que decía debían ser las correctas… anhelaba que lo fueran… había escuchado confesiones más vergonzosas de alfas a jóvenes omegas en busca de sus favores.

Sin embargo… tal y como había pensado Xavier no caía en el común, aunque en su juventud pudiese sentirse abochornado por las cosas que escuchaba.

-Por favor –elevo las manos en el aire tratando de crear un muro imaginario que detuviera las palabras de Erick antes de que este dijera algo que lo hiciera cometer un error –Dux Lensherr es usted un hombre con una maravillosa capacidad para las palabras, no se lo niego –dijo suavemente sosteniendo su mirada a duras penas –y sin duda la ha conseguido a punta de repetirlas una y otra vez –Erick había abierto la boca para defenderse de tan cruel acusación pero el más joven había negado con el dedo índice moviéndose a derecha e izquierda esperando que el hombre le permitiera hablar –no negare que me siento halagado, creo que no todos han tenido la oportunidad de recibir palabras tan dulces, pero por favor… -y en aquel momento su sonrisa se hizo melancólica –no pretenderá que yo crea que usted… usted cree que yo soy su único ¿verdad?

-¿Lo duda? –había contestado Erick, un poco más que simplemente ofendido en lo profundo de su ego.

-¿Acaso es verdad? –Preguntó suavemente Charless mirándole con cierta ironía plagada en sus ojos –usted como yo es una persona de las grandes cortes, señor… y yo no creo en cuentos de hadas –termino con toda la tranquilidad de la que era dueño.

Y un trasfondo de algo extraño bajo la superficie de aquel tono calmado.

Erick no había sabido por unos segundos que decir, sorprendido de ser detenido de aquel modo, estaba seguro que la atracción entre ambos había existido, lo había sentido y días de estudiar las circunstancias le habían llevado a la calificación correcta de la situación.

Solo podía ser aquello.

No era ni por asomo fruto de los sueños estúpidos que muchos alfas y omegas tenían, de aquella posibilidad de encontrar a tu alma gemela en aquel mundo extraño, no, porque Erick como su interlocutor no creía en los cuentos de hadas.

Lo suyo era un estudio completo de cómo se habían dado las cosas, una profunda internalización de lo que había sentido al verle, un complejo auto interrogatorio de sus propias emociones antes, durante y después de cada encuentro con Charless Xavier.

No, lo del Arconte de la blanca majestad de Ansalli no era ni por asomo de duda fruto de la fe ciega que sufren algunos románticos incorregibles.

Lo suyo era fruto de la lógica y la razón.

Tomando aire para conseguir lo que quería inclino el rostro un poco más hasta lograr que en su acercamiento el más joven bajara las manos para no tocarlo y se hiciera en reflejo un poco hacía atrás.

-Yo tampoco creo en los cuentos de hadas, querido niño –contestó –no creo en ellos ni creeré jamás, si… usted fuera en mi mente uno de esos personajes de amores de leyenda, le aseguro que subiría a mi caballo y lo mandaría a cabalgar lo más lejos posible de usted – supuso que la sinceridad brillaba en su mirada y quizá por ello Xavier le miraba a medio camino de la sorpresa y el espanto aunque el rechazo comenzara a desaparecer de aquellos brillantes ojos azules –si usted fuese el “único” que aparece en los falsos cuentos de amores eternos, yo no habría venido, se lo aseguro… estoy aquí porque sé que es el único, ese que no se nombra en voz alta porque nadie acepta que existe, esa otra parte que la gente no acepta… estoy aquí porque no soy hombre de atacar por la espalda, Charless Xavier, estoy aquí porque a la hora de la batalla espero que mi contrincante sepa lo que ocurre –concluyo.

No pretendía anunciar una guerra, no pretendía, cuando se había acercado a él, retarlo ni amenazarlo ni anunciar un cortejo violento ni nada por el estilo, solo deseaba decirle hasta qué punto su existencia le afectaba y representaba para él una realidad innegable, una realidad anhelada.

Pero Xavier no era como uno de esos patitos recién salidos de la escuela, no era tan inocente ni tan crédulo, como era de esperar, y en tales casos solo quedaba atacar antes de que la presa huyea.

Porque Erick era un muy buen cazador.

Por eso en aquellos instantes viendo la sorpresa en su expresión supo que era su oportunidad.

-¿Puedo venir a visitarle a casa de su padre, Xavier? ¿Solicitar la posibilidad de visitarle? –preguntó soteniendole la mirada y viendo como el muchacho tragaba un poco evidentemente afectado por al fuera de sus palabras.

Por unos segundos espero la respuesta.

Por unos segundos realmente temió haber cometido un error.

Pero el hijo del marques había contestado.

-Si… -para luego respirar apenas, víctima de las circunstancias.

Había tomado una de las blancas manos y depositado un único beso en el dorso de la misma con lentitud, demorando el gesto antes de elevarse mirar sus ojos azules y sentirse satisfecho consigo mismo.

-Vendré mañana –prometió.

Consciente de que el botín de guerra valdría la pena.

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Y allí estaban, Charless aun sosteniendo una discusión interna consigo mismo y Erick satisfaciéndose del resultado de las circunstancias, por supuesto dadas las mismas no quedaba de otra que actuar honorablemente, lo lamentaba un poco sentía que Emma iba a detestarlo cuando hablara por la tarde con ella.

Pero…

Por primera vez en mucho, mucho tiempo….

Creía que podría existir algo incluso más hermoso.

Algo que valiese, de verdad, la pena.

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.

 

Se habían separado al poco tiempo, pocas palabras que compartir tras semejante intercambio, Charless aun sentía las mejillas arderle media hora después, su madre estaba segura de que su precioso hijo estaba siendo víctima del horrible clima de la capital y la niebla que había caído al poco del mediodía no ayudaba en lo absoluto a contradecirla.

De hecho, él estaba de acuerdo.

Posiblemente tenía fiebre.

Era imposible que fuese otra cosa.

Acomodado en el lecho de sábanas blancas y edredón melón solo le quedaba mirar el techo o tomar un libro.

Y el libro estaba descartado.

Sobre todo porque tras cinco páginas leídas había caído en la cuenta de que no había entendido nada.

Las palabras de Erick Lensherr, aquel arrogante y atractivo hombre que ocupaba el puesto de honor que había ocupado Marcial en el pasado, seguían en su cabeza, como si se hubiesen vuelto clavo y martillo, hundiéndose hasta lo profundo de su subconsciente dispuestas a no dejarle en paz.

¿Para qué negarlo?

Lo había alterado.

Se había sonrojado como una rosa encarnada.

De haber estado parado se habría caído, por había sentido las piernas volvérsele gelatina.

¿Para qué negarlo?

Había obtenido lo que quería.

Charless no podría dejar de pensar en él aunque quisiera.

Era la primera vez que alguien le hablaba de tal forma.

Ni siquiera el arconte de Aria se había atrevido a algo semejante.

Aunque le había dicho otras cosas y obligado a sentir con fuerza.

No quería ceder.

“¡Maldita sea, yo no soy ningún masoquista!”

Se dijo a si mismo tapándose con una almohada y un cierto sentimiento de ahogo.

Erick Lensherr le había dejado sintiendo que el corazón se le saldría por la boca, por lo mucho que latía, le había dejado con una sensación de esas…

Que te dan ganas de reír, gritar, bailar y llorar.

Todo a la vez.

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La marquesa volvió a ingresar a la habitación de su hijo notando que este se tapaba con la almohada y parecía emitir ora una vez y otra una suerte de lamentos.

Suspirando se acercó hasta el amplio lecho acomodándose un poco y colocando su mano sobre la mano que apretaba contra si la almohada.

Entendía la tensión de su hijo.

Lo había visto, su tensión su ansiedad estrictamente controlada, y ese brillo en su mirada cuando su amado esposo le había dicho que James “Logan” Howlett iría a visitarlos.

Era entendible que el muchacho se sintiera desesperado por enfermar precisamente cuando volvería a verle.

Y una autentica mala suerte.

-Querido –susurro, notando que el más joven se quedaba quieto como preguntando quién estaba allí.

-¿madre? –preguntó suavemente Charless apartando lentamente la almohada para fijar sus ojos en los de su progenitora.

-Oh querido, ¿Cómo te sientes?

-No muy bien –susurro, sabiendo que jamás confesaría que lo tenía en cama.

-Lo sé… lo sé –suspiro acariciándole con cariño la hermosa cara para luego con suprema delicadeza decir –tu padre y yo hemos pensado en que no es necesario que bajes a cenar si no te sientes bien, estoy segura que Howlett entenderá que…

De repente Charless se sentó, más rápido que rayo, en la cama viendo a su madre con el rostro pálido y mirando a su madre como si cayera en la cuenta de algo terrible.

-Viene hoy –se dijo a sí mismo, ¿Cómo se le había ocurrido olvidarlo? Se preguntó a sí mismo… mirando a un lado y a otro, su madre ele miraba con regaño en los ojos.

-Charless –advirtió, adivinando lo que su hijo pretendía.

-no, no… viene hoy –sacudió las manos -¿Por qué hoy? ¿Qué hora es? ¿Qué ropa me pongo? ¿Es una cena formal verdad? ¿Y si uso un traje azul? Sería mejor, nada blanco… ¿Qué…?

-¡Charless! –era raro ver a la marquesa elevar la voz, casi nunca lo hacía pero cuando lo hacía la gente solía prestarle atención…

Su hijo no era la excepción porque la miró con la ceja alzada.

-Estas enfermo, no asistiras a una cena con un alfa sintiéndote enfermo, terminaría notándolo… y nunca es de buen gusto que un alfa sepa que un omega está interesado en él ¿me entiendes?

“es de mal gusto, ellos lo notan y cualquier afecto que tengan por un mega se va en ese preciso instante” había dicho una vez Marcial y Charless había asentido.

Pero ahora.

Mirando a su madre cayo en la cuenta de la crudeza de aquello.

-Quiero verle –gimió con desespero, la marquesa lo vió sorprendida, nunca lo había visto así – Tengo que verle –susurro.

Era imposible que su madre entendiera.

Charless lo sabía.

No había dicho nada de Lensherr aún.

Ellos no podían ni tan siquiera imaginar.

Cuan desesperada era su necesidad por ver a alguien que hiciera que la imagen de aquel noble extranjero dejara de brillar en su mente.

Antes de que él, Charless, se perdiera ante la promesa que había hecho aquel hombre. 


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