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Freistaat Bayern por Mizuki_sama

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Capítulo 5

 

-... y el rey, ahogado por los celos envió su dragón a matar a cuantos le habían retado, a cuantos él podía considerar rivales y el dragón , con su fuego inmortal los mato, un día ataco el lago e las sirenas, amadas por el príncipe Miskolv –hablo la duquesa mirándolo desde una silla - y así mato a la dulce amada de Miscolv, ganando el rey el odio del príncipe heredero y provocando la guerra de las rosas que duraría treinta años y destruiría el mundo conocido – la sonrisa de aquella mujer era extraña, no era ni luchadora ni pacifica, tenía un poco de burla y otro poco de sofisticación, una sonrisa, sospecho él, que debía haberle costado años perfeccionar- ¿le gusta? –Erick miro a la duquesa, apartando los ojos del tapiz.

-sí, es hermoso- logro decir, viéndose en aquello ojos fríos y directos, parpadeo un poco y su rostro asumió una expresión cortes- mi lady.

-oh gracias mi lord, es agradable saber que una reliquia familiar aun pueda gustar – la dama extendió una blanca mano hacia el – Alessa Von Tomer, tenia deseos de conocerlo Arconte –sonrió mientras él tomaba la mano ofrecida y depositaba un beso en el dorso de la misma- ¿Cómo está el clima por Ansalli en estos meses?

-maravillosamente fresco madame –Erick dejo la mano de la duquesa y se paró recto como un poste frente a ella, sintiendo casi al mismo tiempo que Emma caminaba desde el lugar en que la había dejado hacia ellos.

-lo imagino –sonrió la dama, al tiempo que extendía ambas manos para recibir a su nieta en ellos, Emma abrazo a la duquesa  deposito dos besos en ambas mejillas –oh querida cuanto te he extrañado.

-también yo lo he hecho abuelita –la voz de Emma asumió un tinte dulce y apenado –te he extrañado mucho… -Erick casi podía imaginar un asomo de lágrimas en aquellos ojos que conocía bien y que en ese mismo instante no veía realmente.

-tranquila cariño –la voz de la duquesa era más amable y controlada que la de su nieta –por favor tomen asiento, su visita me llena de contento ¿Irán a la cena en la casa Carlton? –Pregunto repentinamente – he recibido una invitación, pero no tengo compañía -su voz asumió un tinte extrañamente afectado.

-oh si lo hemos hecho –respondió enseguida Emma mientras unía sus manos en un gesto encantado – y realmente abue…. –la mirada de la antaño bella duquesa se volvió dos frías dagas antes de que su nieta terminara la palabra- mi lady… Erick y yo estaremos encantados de ir contigo ¡verdad? –ambas mujeres se volvieron a él y el dux asintió con la cabeza mientras estudiaba los gestos de aquella mujer con la ligera impresión de que se había convertido en una pieza de ajedrez , la voz de Emma solo se volvía más animada, nada que ver con el frio que él repentinamente sentía.

-oh por Dios, que pésima anfitriona soy –la voz afectada de la marquesa se oyó por encima de sus pensamientos- tendréis que perdonarme, la emoción era demasiado grande ¿Puedo ofreceros algo de beber queridos?

 

En  el hogar de los Xavier se podía notar una muda tensión, la marquesa caminaba de un lado a otro entre los pasillos, la cocina y los salones, al mismo tiempo su esposo, el marqués, estaba sentado en un amplio sofá bajo el cuadro de un rey que había gobernado hacia medio siglo y cuya razón de ser dentro de la mansión era que pertenecía a su familia por parte materna, ambos esperaban que sus hijos bajaran al fin, aunque la más preocupada era la mujer, el caballero esperaba paciente, era temprano aun y por supuesto consideraba de mal gusto llegar demasiado temprano y era un amante de la muda cortesía y de los educados retrasos/ tardanzas de 15 minutos a media hora, cosa diferente con su dulce mujer que siempre deseaba estar en el lugar a la hora exacta ni un minuto más y ni un minuto menos, el lord, que sospechaba que aquello era culpa de su sangre extranjera, mantenía una cortes sonrisa de burla en los crueles labios y degustaba una copa de whisky con notable disfrute mientras la veía recorrer los pasillos de un lado a otro, sospechaba que en la mansión Cartland el gran salón estaría listo para el baile que se ofrecería aquella noche, la interminable lista de invitados recorría la creme de ‘l creme de la sociedad de Baviera, el ejército de camareros y demás sirvientes siempre necesarios para la recepción estaban listos, eso seguro, su mayordomo, tio segundo del actual mayordomo de la casa Cartland, se movía con elegante precisión  de la cocina a los salones dejando todo perfecto y su adorada insistía en desesperarse, elevo su copa y le dedico una mirada de profunda y divertida compasión.

-vamos querida que es muy temprano, todos está listo y tu sin duda estas demasiado hermosa como para que tu apariencia pueda preocuparte, nuestros hijos bajaran pronto aunque déjame decirte, considero de muy mal gusto el que la casa Carlton haya invitado a ese compatriota tuyo, el calavera de Lensherr, es de pésimo gusto enviar a un caballero a otro país para librarse del escándalo…- se quedó mirando la copa con cierta ironía- deberían en todos los países arreglar sus desavenencias allí mismo y no enviarles a otros reinos esos desagradables problemas, como si no tuviéramos los propios – dejo caer sus palabras con notable desdén, amaba a su esposa, aunque eso jamás le impediría despreciar todo lo extranjero aparte de ella.

La marquesa hizo un mohín con los labios, resignada a respetar la incólume opinión de su marido sin discutir, hacia años había aprendido a callar su propia opinión.

-nuestro hijos tardan demasiado-logro decir con suavidad volviéndose hacia él con gracia y dirigiéndole su ansiosa mirada.

-como te dije es muy temprano, falta aún una hora para que la fiesta tenga lugar a que desesperarse, ya tendrás tiempo de ocupar tu mente cuando debas hacerle frente a nuestras amistades… ¿Sigues teniendo desavenencias con los Shadow? –sonrió el dejando, al fin, su copa a un lado sobre una mesa de madera negra y tomando, después de hacerlo, la mano de su consorte y depositando un beso en el dorso de la misma con el cariño resignado que se tiene a un niño que siempre cometerá errores.

 

En el piso superior de la mansión había una lucha ligeramente diferente, en el interior de la habitación de la hija de los Xavier la cual renegaba de muchas cosas entre ellas del color de las joyas que usaría esa noche, Raven había anhelado, desde que su padre se las diera como regalos de cumpleaños, usar los zafiros, tan azules como los ojos de Xavier, pero su institutriz y su aya, las cuales parecían haber confabulado en su contra, los consideraban demasiado sofisticados para una debutante, insistían en una perlas o más bien en unos diamante de apariencia elegante y serena, ante cuya visión debía aceptar cualquiera se sentiría encantado, pero ella no deseaba usar aquellos, sino los zafiros y no pensaba salir de la habitación sin ellos.

 

-he dicho que no –su voz, siempre suave, se elevó peligrosamente sobre las de su institutriz y su aya, su expresión, siempre dulce y tímida, era ahora caprichosa y ligeramente beligerante, se negaba, lo había dicho- ¡¡¡usare los zafiros y es mi última palabra!!! –esta vez sí que grito, y la doncella a su lado se sobresaltó, era nueva, joven y bonita, y Raven envidiaba sus ojos negros, lo mismo que sus manos pequeñitas, la suyas tenían los dedos largos a causa de la práctica del piano, la joven dirigió una mirada dura a la sirvienta y casi rugió –¡así que tráelos!

- mi lady –logro hablar la institutriz reconociendo en la terquedad de la joven una amenaza con la que nunca había pensado enfrentarse-no es conveniente que una dama de su alcurnia y posición y mucho menos de su edad use unas joyas tan –busco la palabra- llamativas, aunque lo considere tonto, el elaborado encaje del orfebre llamara la atención.

-mi padre prometió… -empezó a hablar otra vez la joven cuando otra voz la interrumpió.

-su padre dijo que podría usarlas, pero no en la primera fiesta… además- sonrió el aya-  sería preferible que los jóvenes miren su bonito rostro mi dulce y no quedar cegados por el brillo de esas joyas, habrá otras fiestas… -señalo mientras, dulcemente, cogía las blancas manos de la joven de ojos azules – ande póngase los diamantes por mi –pidió mirándola con esos ojos serenos, rodeados de profundas arrugas.

Mientras eso ocurría en la habitación, apoyado en la puerta y con una sonrisa Charless escuchaba la lucha entre su hermana y las dos mujeres y lamentaba la suerte de la doncella con una sonrisa de pena, sabía bien porque Raven la había escogido por encima de otros mujeres más capacitadas que aquella jovencita que era casi una niña y sentía una ligera preocupación… muy ligera.

Imaginaba que la doncella debía estar temblando en medio del asunto y apoyo la mano en el pomo de la puerta, cerró los ojos con cuidado mientras apoyaba la frente en la superficie de la misma titubeante, esperando escuchar la aceptación de Raven o la rendición del  ayá y la institutriz.

-está bien –la voz ligeramente herida de su rubia hermana le llego desde el otro lado de la puerta- pero la próxima vez que quiera ponérmelos, lo hare –su voz tenía esa firme fuerza decisiva que a veces el joven había visto en su padre,  una sonrisa se formó en sus labios mientras golpeaba la superficie de madera.

-Raven, soy yo –elevo un poco su voz- ¿estás lista? Madre se desespera y está a punto de acabar con la milenaria paciencia del pobre Peter – termino de hablar al mismo tiempo que la institutriz abría la puerta con expresión entre frustrada y aliviada, le dirigió una sonrisa breve  antes de mirar a su hermana, la misma que se hallaba sentada frente a su tocador mirándose en el espejo, estaba enfundada en un hermoso vestido blanco, mientras su  doncella le colocaba un collar de perlas en el cuello, mientras los pendientes tintineaban en sus orejas, su cabello estaba recogido en un elaborado peinado de trenzas, que estaban atrapadas en broches de diamante con forma de estrellas.

 

 

Notas finales:

perdonen la tardanza, la inspiracion y la universidad pueden quitar mas tiempo del que  creen. .-.


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