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La Ciudad de los Muertos por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holaaaaa mis querubines! 

Aquí llego con otro cap. Se supone que debía actualizar más tarde, pero veo que no podré hacerlo, ni mañana por que me voy de excursión y me iré todo el día a vaguear a un lugar salvaje y desconocido :3 así que decidí subirlo ahora. 

Desde el prox capítulo comenzará la acción y aparecerán algunos personajes más (Asi que ojo, para que no se confundan :3) 

Como siempre, si notan algún error háganmelo saber n.n 

Gracias por leer 

Un abrazo! 



Capítulo narrado por Ethan (Ethan Grey, no el hermano de Aiden (Bueno, él no puede narrar de todas formas, si está muerto mwhahaahhah xd) 


Capítulo 3: ''Fantasmas'' 

 


Estábamos cruzando la frontera. La fría, imponente y desolada frontera; con los cuerpos entumidos, los dedos congelados y los pulmones doliendo con cada respiración.

Definitivamente no estábamos preparados para esto.

Pero los rumores entre los pocos sobrevivientes de la pequeña ciudad de donde venía eran fuertes. Al otro lado de la línea que dividía Canadá y Estados Unidos estaba la salvación. La superpotencia estaba preparada para este tipo de catástrofes, tanto que en tres semanas luego de esparcido el virus parecía que la vida allí seguía normal. Sí, porque en el frío país de las dos lenguas fue donde todo comenzó. Yo lo sabía perfectamente. Mi padre, Anton Grey era un ex militar que trabajaba para la farmacéutica MENT, aquella que, muy encantados por los efectos de una nueva droga que había salido al mercado, crearon un arma biológica que se les escapó de las manos. No se sabe qué fue lo que falló, pero de pronto, en menos de una semana, la mitad de la ciudad había caído bajo él. Mi padre fue el primero en contagiarse.

Aún mantenía palpitante su recuerdo en mi cabeza. Nunca nos llevamos bien, en mis años de infancia apenas le veía dos veces por semana y desde que me mudé junto a mi mejor amigo a los dieciséis años que no le había visto. Pero a pesar de nuestra pobre y distanciada relación, le seguía queriendo.

Y es que mi padre fue el único que se hizo cargo de la extraña enfermedad con la que nací, la misma que mató a mi madre.

Podría haberme odiado, ya que ella murió el día del parto.

Pero no lo hizo.

   —¿Qué esperas, Eth? —La voz del rubio me sacó mi ensueño. Allí estaba, Noah Rousseau mantenía la mano estirada hacia mí, para ayudarme a subir una gran roca.

   —Puedo solo… —bufé molesto, pero una fulminante mirada de los ojos azules de Noah me recordó que traía una pierna herida. Un fierro había atravesado la tibia de mi pierna izquierda mientras escapábamos de una horda de muertos vivientes. De pura suerte no había muerto desangrado.

Tomé la pálida mano de mi amigo y me dejé ayudar.

   —¿Ves? —sonrió él, mostrando los perfectos dientes blancos–. Así es más rápido.

No pude evitar sonreír torpemente ante aquella perfecta curvatura dibujada en sus labios. Le había conocido en la primaria y desde entonces no nos habíamos separado un solo segundo. Noah había llegado a mi escuela, una de las pocas donde exclusivamente se hablaba inglés y obviamente, él, recién llegado desde Francia, no tenía idea del idioma.

   — “Yo pensé que en todas las escuelas de Canadá se hablaba inglés y francés” —fue la justificación de la señora Rousseau años más tarde, al enterarse de lo difícil que había sido la adaptación escolar para su hijo.

Pero yo estaba ahí, para protegerle. Desde el momento en que el pequeño y delgado rubio se sentó junto a mí y me dedicó aquella dulce sonrisa.

   —Bonjour, mon nom est Noah —dijo, abriendo simpáticamente los azulados ojos. Solté una risita, era extraño escuchar el francés allí dentro.

   —Je suis Ethan —respondí, tendiéndole la mano para saludarle. Toda la clase giró hacia nosotros, sorprendidos de escuchar hablar por primera vez al misterioso niño.

«Ahora, luego de diecisiete años Noah sigue sosteniendo mi mano…»

Pero todo cambió cuando bajamos de aquella roca, que irónicamente se encontraba en territorio estadounidense.

Un estruendo se escuchó; fuerte, ensordecedor. Cerré los ojos y sentí como Noah se abrazaba estrechamente a mí. Volví a abrirlos y lo noté, una bala le había atravesado el hombro. Mi amigo me tiró al suelo y me embistió, cayendo sobre mí. Sus ojos azul cielo se clavaron asustados en los míos, los había sentido, unos pasos, justo detrás de nosotros. Levanté la mirada y contemplé aterrorizado a una horda, no de zombies si no de personas, sanas y vivas amenazándonos con armas.

Llevaban botas negras y pantalones y gabardinas de cuero del mismo color, todos y cada uno de ellos. Todos presentaban una extraña cicatriz que le cruzaba todo el rostro. El que parecía el jefe, llevaba una sonrisa torcida adornándole la fea cara.

   —Cuervo querrá a ese rubio para él… —fue lo que dijo, con voz grave y ronca. Sentí un escalofrío recorrer el cuerpo de Noah y zafé de su abrazo, para ponerme de pie.

   —Escucha, tenemos mucha comida aquí dentro —dije apuntando mi mochila, tratando de llevar la situación por la salida más simple y menos dañina–. E incluso algo dinero, aunque no creo que te sirva para algo. Llévenselo todo, pero déjenos en paz —El hombre, un alto y robusto hombre de unos treinta años, con nariz gruesa y labios y barbilla prominentes me dedicó una molesta mirada con los ojos castaños sin apartar aquella sonrisa.

Su respuesta, fue un fuerte golpe directo a mi pierna.

Caí al suelo y recibí lo que fue la paliza más dolorosa de mi vida. Con un bate, el hombre comenzó a golpearme sobre la herida, una y otra vez, frenéticamente, con todas sus fuerzas. Por primera vez sentía lo que era el dolor puro, el músculo acalambrándose cada vez más, los huesos sonando ruidosamente, como si fuesen a quebrarse y las fibras rompiéndose, una a una. La herida comenzó a sangrar de nuevo y el contacto con el frío y la nieve no favoreció en nada. El hombre se detuvo y con un movimiento veloz clavó un puñal, justo en el centro de la herida. El dolor fue insondable.


   —¡Ethan! —Noah llegó hasta mí e intentó levantarme, en un último intento por escapar de aquella docena de matones, pero no logró hacerlo. Tres hombres le habían tomado y ahora estaba forcejeando con ellos, estiró su mano hacia mí e intentó mantenerla sujeta. Sollozó, tan bajo que sólo yo pude oírle, contuve un nudo en la garganta mientras con mis últimas fuerzas apretaba aquella pálida mano, intentando, de alguna forma guardar el recuerdo de lo agradable que se sentía el contacto con su piel. No podía hablar, el dolor había sido demasiado y el cuchillo aún seguía clavado en mi pierna. Me sentía cada vez más cansado. 

   —N-Noah…—balbuceé, lo suficientemente fuerte como para que él me escuchara. Los tres hombres tiraron de él y nos separaron, dándole un golpe en la cabeza. Noah cayó desmayado y uno de los hombres lo cargó sobre sus hombros, como si se tratara de un maldito saco de arena. Miré con impotencia cómo se lo llevaban, no podía moverme, no sentía las piernas y apenas sí podía oír el lánguido latido de mi corazón, apagándose. Les vi marcharse a todos, junto a mi querido e inconsciente Noah.  

Se lo habían llevado…

Y me habían dejado, completamente solo.

   —Despierta, maldita sea —escuché una suave voz, llamándome y trayéndome nuevamente a la realidad. Desperté confundido, agitado y con el corazón en la garganta. Una pesadilla.

   —Parece que tú también arrastras tus propios fantasmas… —susurró burlándose, demasiado cerca quizás. Froté mis ojos y busqué aquella voz, giré el rostro y me encontré a pocos milímetros con una respiración tranquila, que olía endemoniadamente bien y aquellos ojos verdes que me miraban curiosos. Pegué mi mirada a él unos segundos, por un momento se sintió bien, el estar tan cerca. Reaccioné y salté hacia atrás.

   —¡¿Por qué carajos estás tan cerca?! —grité, sin poder evitar los nervios. El estúpido se había acercado demasiado—. ¿¡Y qué haces sin camisa!? —grité aún más fuerte, fijándome en que Aiden no llevaba nada salvo sus pantalones. Una pequeña risita escapó de su boca.

   —Pues, porque con este calor nadie dormiría con una… —dijo, acercándose a mí nuevamente. Aún me sentía algo confundido. Comenzó a deslizar su dedo índice sobre mi pecho desnudo, jugando—. ¿Ves? Tu tampoco la llevas —sentí un escalofrío.

   —Déjame, pervertido —Y aparté la mano con un pequeño golpe.

   —Eres demasiado asustadizo cuando despiertas —volvió a burlarse.

   —Que te den —respondí de mala gana. Esa pesadilla había sido aterradora y angustiante, eso bajaba mis ánimos. No quería revivir esos recuerdos nunca más.

Comencé a buscar mis botas para ponérmelas. La venda en mi pierna izquierda recordó nuevamente lo que había pasado hace poco más de un mes. 

   —¿Qué te pasó? —preguntó Aiden, intentando tocar la herida.

   —Un zombie me mordió ayer… —respondí seriamente. El castaño saltó hacia atrás.

   —¿¡Qué!? —gritó, asustado.

   —Es una broma —reí enérgicamente y sentí mi mal humor mejorar un poco  más. Me encantó ver su cara de horror al escucharme, igual a la que tenía cuando esos doce zombies estaban a punto de comérselo—. Recibí una puñalada en la tibia —expliqué, para calmar sus nervios.

Aiden suspiró.

   —Me alegro —dijo.  «¿Se alegra de que me hayan apuñalado? Qué cabrón» Sonrió y noté como las pálidas mejillas del castaño sonrojaban levemente–. No habría sido capaz de matarte… —confesó. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal ¿Qué había sido eso?

Qué cursi.

Unos fuertes golpes se escucharon en la puerta del hangar. Una mirada cómplice se cruzó entre los dos. Aiden tomó una de las pistolas de su cinturón y se acercó cuidadosamente a ella.

   —¡Ethan! ¡Ethan! —Una conocida voz se filtró en mis oídos. Era dulce y suave. De pronto, me sentí relajado.

   —Abre la puerta —ordené.

 

Notas finales:

¿Les ha gustado? Bueno, fue un poco corto ._. Espero que el prox sea más largo n.n 

Criticas? comentarios? Déjenlo todo en un lindo review
Saludos! 


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