Capítulo 61: “Noche sin estrellas”
- ¡Aiden! ¿Qué estás haciendo? ¡Aiden!- una voz grave y algo rasposa gritaba mi nombre desesperadamente y mi corazón se contraía en una punzada dolorosa que me partía el pecho en dos.
- Está bien…iré contigo. S-Solo deja que se vayan…- lo que parecían ser mis propias palabras susurrando nerviosas resonaron en mi cabeza otra vez. La imagen de unos labios pálidos sonriendo me estremeció.
Desperté.
Una habitación completamente blanca como la de un hospital me recibió. Con la respiración agitada noté como estaba sobre una camilla y cómo vestía las ropas de un paciente. Miré mi brazo, tenía una intravenosa y algo parecido a eso estaba metido en mi cuero cabelludo también.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza y mis pulmones intentaron coger más aire.
¿Dónde estoy?
¿Por qué estoy en este lugar?
Cerré los ojos, intentando recordar algo.
- Debes irte, Aiden…- los ojos mieles de Ethan cubiertos por ojeras estaban clavados en mí, su piel estaba pálida y su respiración agitada.
Le han mordido.
Abrí los ojos asustado y volví a cerrarlos. Le había disparado, le había disparado a mi hermano.
Mi garganta se cerró y con ello toda posibilidad de respirar, empecé a ahogarme.
- ¡Ethan…!- oí como los pitidos en el monitor cardíaco aumentaron su velocidad.
¿Qué era esto?
¿¡Dónde está Ethan!?
- Le…le he matado…- apenas podía respirar.
La puerta se abrió de pronto y una mujer vestida completamente de blanco se quedó estática unos segundos bajo el umbral de la puerta, luego se echó a correr hacia algún lugar.
Sentí unos pasos acelerados acercarse. Mi histeria fue en aumento.
Un rostro conocido asomó por la puerta y los pasos llegaron hasta mí.
- Cálmese, joven- unas manos ásperas se posaron sobre mis hombros e intentaron calmarme – Está en un lugar seguro ahora…ha estado dormido durante algunos días…- los ojos azules del hombre me miraban preocupados. Sus dedos temblorosos tantearon entre sus ropas y de un bolsillo de su traje sacó un pañuelo y limpió el sudor que caía sobre mi frente.
Me quedé fijamente mirando su saco, era como el de un mayordomo.
Un mayordomo que conocía.
- ¿¡James!? ¡James! ¿Eres tú?- el hombre asintió con la cabeza y esbozó una sonrisa. Había cambiado, su cabello canoso estaba más largo ahora y lo traía atado en una coleta, además, algo de barba hacía sombra sobre su barbilla.
- Veo que si me recuerda…-
- ¡James!- lo tomé del cuello de la camisa e intenté aferrarme a él - ¡E-Ethan! Y-Yo…-
- Ya sabemos lo que pasó, Aiden- una voz profunda y calmada entró en la habitación. Dirigí mi vista hacia la puerta. Vestía un delantal blanco y lucía una barba de cuatro días, sus ojos verdosos, cubiertos por unas notables ojeras parecieron reír al verme.
- ¿P-Papá?-
- Hola, hijo- sonrió.
- ¡Papá!- intenté levantarme de la cama pero el pesado cuerpo de James me detuvo antes de que la intravenosa saliera de mi cuerpo de una forma dolorosa. Él se acercó.
- Está bien, Aiden…- su mano rosó con la mía cuando llegó a sentarse a un lado de la cama. Creo que era la primera vez que me sentía tan feliz de verle.
- Papá…yo…- otra vez la angustia llegó repentinamente a mí al recordar lo que había pasado con Ethan – Mordieron a Ethan y yo…tuve que…-
- Lo sé, Aiden. Lo sé…- tomó mi mano entre las suyas – No tuviste opción ¿no? Puedes estar tranquilo…-
Llevé mi otra mano a mi cabello y jalé de él de manera nerviosa. Estaba muy largo.
- ¿Qué día es hoy?- mi padre y James se miraron entre sí.
- Hoy es quince de noviembre, hijo…- hizo una pausa – Cuando todo esto comenzó envié a algunos de mis hombres a buscaros a ti y a tu hermano…cuando Allen te encontró estabas muy desorientado y…-
- ¿Quién es Allen?- interrumpí.
- Bueno, Allen es…- en ese momento la puerta volvió a abrirse. Un hombre de unos treinta y cinco años entró acompañado de un joven peliblanco.
- Me alegra que estés bien, Aiden…- el chico sonrió al verme y se acercó, tendiéndome su mano – Soy Allen…no creo que me recuerdes, pero…-
Mi corazón se agitó al verle y un escalofrío me recorrió la espalda. Eran sus ojos, sus extraños ojos color negro.
- T-Tus ojos…- balbuceé ¿Dónde los había visto antes?
Cómo una noche sin estrellas…
- ¡Agh!- llevé ambas manos a mi cabeza bruscamente cuándo ardió en una punzada dolorosa. El otro hombre que había entrado se me acercó.
- No debes forzarte…- se ajustó los lentes que escondían unos claros ojos azules y de un estuche que estaba a un lado de la cama sacó una jeringa y me inyectó lo que tenía en su interior – Soy el doctor Wolfang y estoy aquí para ayudarte- dijo con voz calmada - Al parecer el estrés sufrido en los últimos días te ha llevado a una amnesia, creo que es retrógrada- comencé a agitarme al oír esas palabras ¿Amnesia? – Cálmate…cálmate, Aiden…estarás bien…-
Oía el latido de mi corazón traducido en pitidos acelerando cada vez más. No conocía a nadie allí, salvo a James y a mi padre.
Pero me sentía tan solo.
Tan vacío.
- ¿Qué me has inyectado?-
- Tranquilizantes…aún necesitas descansar-
- N-No quiero…-
- Debes calmarte o retrasarás los efectos…-
- No quiero dormir- no podía dormir, no otra vez. No quería volver a ver esa sonrisa pálida. No quería volver a oír esa voz, llamándome.
No quería volver a sentirme triste al escucharla.
- ¿Cómo terminé aquí?- balbuceé, sintiendo como mi lengua se trababa producto de la saliva en mi boca.
- Shh…luego hablaremos de eso, debes descansar- mi padre posó una mano sobre la mía en un gesto tranquilizador, todos estaban ahí, mirándome.
Incluso ese chico de cabellos blancos, que me sonreía.
Aquellos ojos negros… ¿Dónde los había visto?
Me asustaban, sentía que los odiaba.
Pero inevitablemente algo me atraía de ellos. Oscuros, abismantes.
Sentí que él no los merecía, no merecía esos ojos.