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El cielo está en tus ojos por Zeny

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Notas del capitulo:

Advertencias: Eh...¿Dolor?

El cielo está en tus ojos

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Capítulo XIX

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De momento fue como si se le parara el corazón. Miró hacia el horizonte: tenía un mal presentimiento. Un viento frío penetró la entrada de la cueva donde estaban a la espera del resto de los miembros de la organización. Faltaban cuatro días para llegar a la Aldea de la Hoja, y en 11 horas los miembros restantes arribarían al escondite.

_ ¿Qué sucede, Itachi-san? – preguntó Kisame.

_ Nada.

Nada que a él le importara.

¿Sería acaso que a pesar de la distancia y los corazones rotos la sangre que los conectaba le llamara? ¿O era que su enfermedad le hacía pensar cosas ilusorias?

No. Sus sentidos y su mente estaban en perfecto estado.

Algo había pasado.

Sasuke…

 

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Las heridas de Ino no eran muy severas, pero eso no había evitado que la Yamanaka se desmayara. Chouji estaba con ella ahora, y solo quedaban Kiba y él para deshacerse de los tres ninjas del Sonido que quedaban, si no se contaban los cuatro que habían levantado la barrera.

Y Naruto…Naruto parecía estarse muriendo, pero respiraba aun, y eso era lo que importaba.

Shikamaru había pasado el punto del pánico hacía mucho. Su mente estaba afilada como una espada, asesorando la situación mientras pensaba en todas las rutas de escape posible para que sus amigos salieran vivos de esta.

Pero aunque sus emociones estuvieran en un temporal mutismo de momento, no pudo evitar recordar aquellos meses en los que Naruto vivió un tiempo de pesadillas.

El Sello Maldito.

Orochimaru tenía al Uchiha.

Fallamos.

Notó una presencia tras su espalda, tan imperceptible que parecía por un momento pensó haberlo imaginado. ¿Quién-?

_ Nara-kun, te aconsejaría que no intentaras ninguno de tus trucos. – La voz de Orochimaru le sorprendió más de lo que debería. ¿Cómo había notado su movimiento al estar de espaldas? Se le erizaron los cabellos de la nuca – Si se acercan haré que Naruto sufra más aún. No querrán eso, ¿o sí?

Kiba chasqueó la lengua; experimentaba el mismo sentimiento de impotencia y frustración que había caído sobre todos ellos. 

Tenía que pensar. Tenía haber una salida a todo aquel caos.

Antes de que fuera demasiado tarde.

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El grito había quebrado la tensión del aire, como si de repente todas las cosas del mundo cayeran al suelo hechas pedazos. Fue una parálisis del tiempo donde, probablemente, hasta el suave cursar de las nubes pausó por unos segundos.

La mutilación de la inocencia.

El grito se había desvanecido hacía mucho, pero Naruto aun lo escuchaba en su mente, una y otra vez, como si estuviera dentro de una ilusión.

Pero no lo estaba.

Era real.

_ N-…No… - Un sollozo le hizo un nudo en la garganta. La vista se le nubló y casi no tuvo fuerzas para parpadear o mover sus labios. Las comisuras de su boca y su barbilla estaban manchadas de sangre. El polvo se mezclaba con el sudor de su rostro y era como si ese peso insignificante le sostuviera contra el suelo.

No podía moverse.

Tenía que moverse.

_S-Sas-

Tosió de nuevo. Las uñas de sus manos temblorosas se clavaron en la tierra. 

Su cuerpo se estremeció de nuevo: un puño le retorcía los intestinos y solo logró moverse unos miserables centímetros. Era como un pedazo de carne, sin brazos y ni piernas.

_ Perfecto.

Envuelta en éxtasis: la voz de aquel hombre encendió una pira en su interior que Naruto no sabía existía. Sus ojos cambiaron a un naranja rojizo violento, los colmillos sobresalieron de sus labios y crecieron sus uñas en garras afiladas.

Naruto, tienes que controlarte. La furia solo empeora-

Nada de lo que Kurama le decía tenía sentido. La cólera era su oxígeno. Los pulmones le dolían en cada sucia inhalación. Como algo distante reconoció la voz de alguien, tal vez de uno de sus amigos, pero era algo tan difuso en su conciencia que no se detuvo a asimilarlo.

Orochimaru sostenía en un brazo el cuerpo flácido de Sasuke. Su figura arqueada hacia atrás, el cabello azabache y la piel pálida; como un ángel caído. Como si le hubieran arrancado la vida.

Oh, pero Naruto sabía-

Era solo cuestión de tiempo.

Intentó ponerse de pie. Sus rodillas no se movieron de la tierra.

Pero lo intentó otra vez. Y otra vez.

Arremetía contra la fuerza que empujaba su  mente a la inconciencia. No podía permitirse perder el conocimiento, no podía quedarse ahí, no podía seguir mirando, no podía dejar que Orochimaru se lo llevara, no podía dejar que Sasuke sufriera, no podía- no podía – no podía

No podía dejar que nada de lo que ya había pasado sucediera.

Con sus garras se arrastró, los dientes apretados. Era ahora una bestia inútil, un animal lastimado por el cazador que había venido a llevarse uno de sus seres más preciados.

Yo lo…Iba a proteger…Tengo que…Salvarlo…

La gravedad lo apresaba contra la tierra. Los colores y las siluetas bailaban delante de sus ojos, se burlaban de su debilidad.

-La serpiente se lo tragaría hasta dejarlo sin un rastro de luz…Se lo llevaría hacia aquel horripilante lugar donde todo se diluye en la oscuridad-

_ No…Sask-

Ni siquiera pudo pronunciar su nombre.

Kurama lo llamaba una y otra vez. Vio una máscara de halcón, y luego nada.

 

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Fuego o lava: una quemazón incomprensible le arrebató la garganta y el cuello. Eso era lo que sentía, y no podía pensar, porque el dolor era demasiado, demasiado dolor, una cuchillada ardiente, invisible, que le atravesó con fuerza, como si le hubieran inyectado veneno, como si, como si-

Sus ojos no veían, y en algún momento había dejado de escucharse a sí mismo. Todos los ruidos se habían desvanecido en un eco sordo que martilleaba en sus oídos. Su cabeza palpitaba: quería abrirse y dejar salir todos sus sesos.

Quería vomitar.

Todo. Todo dolía.

Tenía que…Pedir ayu-

Duele

-agujas agujas como gusanos prietos, negros negros, se clavan en su cuello-

Duele

-en su cuello su cuello, su garganta-

¿Dónde estaban sus manos? No tenía de qué sostenerse.

Era cegador. Del rojo al gris y del gris al negro.

¿Dónde estaban sus pies? No había nada firme debajo de su cuerpo.

Estaba cayendo.

 

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El peliblanco colocó a la chica con cuidado medido sobre el sofá de aquella habitación, una de las muchas que estaban dispersas bajo tierra, conectadas por corredores laberinticos que solo unos pocos eran capaces de navegar sin perderse.

La luz que provenía de las pocas velas que habían en los candelabros de las paredes no era disipaba por completo la penumbra. La estancia sombría tenía además una cama y un pequeño baño.

La pelirroja tardaría en despertar, y sus síntomas vitales estaban en orden, así que no tenía nada más que hacer respecto a ella. Cerró la puerta al salir de la habitación, rumbo a donde sabía se encontraba su señor.

El plan para obtener el nuevo contenedor de Orochimaru-sama había llevado mucha preparación. Habían tenido que buscar a Karin primero, que antes se había encontrado en una de las guaridas del oeste para cierto experimento. Luego habían tenido que enseñarle el jutsu de invocación, el cual  le había llevado unos tres días en dominar.

Una sonrisa se posó en el rostro de Kabuto. 

Caminó tranquilo por los corredores sombrosos. En la inexpresividad de su rostro se atisbaba cierta satisfacción.

El plan había resultado. Y la felicidad de Orochimaru-sama era su felicidad.

 

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Tentáculos de hierro, el hierro oxidado que arrancó sus almas: tentáculos que lo apresaban y lo forzaban bajo el agua profunda y helada, lejos del sol, de aquel azul-

Debía alcanzar aquel azul

Pero no podía verlo

El azul se diluía en gris, el gris en rojo, el rojo en negro

Dorado, no, no dorado. Amarillo. Ámbar venenoso.

No.

No. Nononononononono.

Su piel ardía.

Arrancar su propia piel, arrancar el dolor.

Pulsaba en su cuello como su sangre. ¿Su sangre?

No, la sangre de ellos.

La sangre de todos los ojos sin luz.

 

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El reporte de aquella misión no había sido nada impresionante: equipo genin atacado por gran número de ninjas renegados que tenían como objetivo los nobles que estaban custodiando. No eran figuras de poder muy importantes, pero parecían guardar algo valioso como para que alguien contratara a ese tipo de criminales.

“Y a nadie le importó.”

Sus vidas…

“Solo a ti.”

La respiración pesada e irregular, su rostro empalidecido cubierto de sudor, los párpados cerrados con fuerza.

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Para Sasuke ellos eran idiotas. Piedras en el camino. Obstáculos.

Irrelevantes.

Sabía, sin embargo, que debía tolerarlos. Era necesario para recibir el entrenamiento que merecía, ascender en rango y hacerse fuerte. Por solo era razón toleró las misiones estúpidas, la charla unidireccional y el coqueteo intrépido e irritante de su compañera de equipo. Por eso también soportó las falsas quejas de su otro compañero, que declaraba estarse robando al amor de su vida. Sasuke simplemente rodaba los ojos ante esto y les hacía continuar con la misión de rescatar gatos tras una mordaz réplica.

Las horas se hicieron mañanas, tardes, y luego días; semanas. Cuando menos se percató del paso del tiempo, tan centrado como estaba en sí mismo, el mentor de su equipo declaró que harían una incursión fuera de la aldea. Una misión.

La oportunidad perfecta para probarse sus habilidades; esa clase de pensamientos eran los que poblaban su mente, y los causantes de la pequeña media sonrisa que se formó en sus labios. Una mueca que declaraba su excitación ante dicho prospecto, pero nada más. Sus pupilas ambiciosas seguían viendo a una figura sombría de ojos rojos, a un manto de pesadillas y recuerdos que le atacaban en la noche como aves de rapiña.

A llevarse lo que quedaba de él después de aquel día.

Mochila sobre los hombros, a tiempo con eficiencia a la salida de la aldea. Su mentor también había llegado temprano, y le saludó en un gesto jovial. Sasuke no dijo nada, y miró hacia atrás, en espera de sus compañeros.

No quería que lo saludaran, que le sonrieran o que le trataran con camaradería.

No quería--

No quería.

_ ¡Sensei…! ¡Oh, Sasuke-kun! Pensé que te iba a ganar y llegar antes que tú, hah! Dos minutos tarde. – Yuza tenía cierta obsesión con el tiempo. Siempre llevaba un reloj muñeca. Le gustaba medir las cosas, y esa fijación le resultaba útil para la estrategia. Pero esa era su única característica con potencial, uno que aún no desarrollaba.  Al correr hacia donde él y su mentor estaban sus largas coletas cobrizas se balanceaban tras su espalda.

_ Deberías arreglarte el cabello de otra manera.

_ ¿Eh?

Sasuke no supo por qué dijo eso. Ni siquiera registró cuando el pensamiento abandonó su bóveda mental. Se quedó en silencio, un regaño en maldición incoherente sonaba en su fuero interno.

No quería hablar con sus compañeros más de lo necesario.

_ Es cierto. – Concordó el mentor, que era un hombre de pocas y calmadas palabras. Los ojos pardos de Yuza buscaron el rostro pálido de Sasuke.

Disgustado, explicó su observación con tono tajante.

_ En una batalla tu enemigo podría usar tu cabello para retenerte y estarías en desventaja. Esa forma de peinarlo no es práctica.

Se dio la vuelta, inconsciente de la mirada parpadeante de la chica, que ladeó la cabeza cuando finalmente llegó al entendimiento.

_ Oh…

Sasuke no quería camaradas.

Unos diez minutos después, según el reloj de Yuza, Toramaki arribó con su sonrisa socarrona de siempre.

_ Me estaba despidiendo, y, eh, tomó demasiado tiempo. – Él mentía, quería decirse Sasuke a sí mismo. Pero recordaba muy bien, una vez, hacía tiempo, haber visto a un niño como él saliendo del cementerio de la aldea.

Con la mirada perdida casi tan vacía como la suya.

 

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Un olor agradable cosquilleaba su nariz. Cuando abrió los ojos un rostro borroso estaba delante de ella.

_…Mis gafas…

_ Aquí tienes.

Las tomó y se las puso con un suspiro.

Un peliblanco de ojos púrpuras la saludó con una sonrisa. Una sonrisa de dientes muy afilados, como los de una piraña.

Se puso de pie de golpe. El brusco movimiento la hizo marearse por unos segundos  tuvo que sostener su cabeza.

_ Qué- ¡¿Qué haces aquí!?

_ Heeh, ¿así es como agradeces que me acuerde de ti y te traiga comida? Desgraciada.

¿Comida?

El ojipúrpura tenía en su mano un plato con arroz y carne. La chica lo miró algo perpleja, y se ajustó los lentes, enfurruñada.

_ No te pedí que me trajeras nada.

_ Está bien, me lo comeré yo. – Tomó la cuchara con toda intención de ingerir aquello, pero antes de que el cubierto llegara a su boca el plato desapareció de su mano y cayó al piso de un fuerte empujón en el hombro.

_ ¡Hey! – Suigetsu le dirigió una mirada de indignación y enfado.

_ Debieron mandarte a que la trajeras, así que no tengo que agradecerte.

Karin tomó asiento en el sofá, ya más calmada después de aquel despertar tan agitado. El primer bocado de carne envió una ola de energía a su cuerpo; hasta ese momento no se había dado cuenta de lo débil que estaba.

_ ¿Y bien? – A la luz de las velas los ojos de Suigetsu cobraban un tono rojizo. El peliblanco se sentó al lado de ella, y la pelirroja se corrió un poco hacia el lado contrario con una mueca de desagrado que el chico no se demoró en imitar. - ¿Qué pasó?

_ Tú primero. – Dijo la chica, cortante.

El peliblanco acomodó las manos tras su nuca y cruzó una pierna sobre la otra.

_ Solo sé que hay una nueva droga. No sé si todavía están probándola, pero usaron más de veinte. – Luego, con un estremecimiento, como si se hablara a sí mismo, añadió en un murmullo: – Espero que no se le ocurra probarla conmigo.

Masticó con suavidad y tragó quietamente. Aquello no le decía mucho. ¿Qué clase de droga requería tantos sujetos de prueba? ¿Habían salido con vidas? La voz de Suigetsu sugería que no. “Usar” era una palabra demasiado impersonal cuando se hablaba de seres humanos.

_ Eso es todo lo que tengo. – concluyó el peliblanco – Ahora desembucha.

Karin tomó otra cucharada de arroz. Suigetsu movió el pie que tenía en el aire de un lado a otro. Esperó diez segundos.

Pasaron quince y la chica continuaba comiendo como si el otro estuviera pintado en la pared.

_ ¿Pudiste hacer lo que te mandaron a hacer o lo estropeaste todo? – El tono cargante de su voz evidenciaba su impaciencia.

Lo ignoró en pro de alimentarse. Más que verlo fue como si pudiera sentir que Suigetsu había rodado los ojos al tiempo que emitía un sonido de exasperación.

_ ¿Sabes? Tengo cosas que hacer, no puedo perder mucho tiempo en tu indeseable compañía, así que dime de una vez.

_ No es asunto tuyo. – contestó finalmente Karin.

Suigetsu le apuntó a la cara con un dedo.

_ Tenemos un trato, recuerda. – La pelirroja se hizo hacia atrás por inercia – Es un intercambio.

_ Lo sé. – Bufó.

Por supuesto que lo recordaba. El problema era que la sola presencia de ese chico le molestaba y le hacía querer molerlo a golpes o sacarlo a patadas de la habitación.

Es su chackra.

Le daba asco. No le gustaba para nada.

Trató de pensar en otra cosa. Colocó el plato a un lado en la mesa que estaba frente al sofá y se recostó con los brazos cruzados y semblante altanero. Dio un suspiro largo y cerró los ojos.

_ No me gusta hacer tratos con alguien como tú. – remarcó ella, por lo que fuera la quinta o sexta vez desde que había sido trasladada a esa guarida.

_ El sentimiento es mutuo, cuatro ojos.

_ Cállate, asqueroso. – Hizo silencio por unos segundos. – Vi quién era.

Sabía que podía hablar libremente. Cada vez que ella y Suigetsu tenían uno de esos “intercambios” de información el ojipúrpura se encargaba de asegurarse de que las paredes no tuvieran oídos.

_ Uchiha Sasuke. El último portador del Sharingan. Su chackra…

Era fuerte. Una presencia con gran potencial.

_…Es justo lo que Orochimaru-sama quiere.

_ Hmm, ya veo. – De un salto se puso de pie frente a ella. – Bueno, supongo que lo veremos pronto, ¿no?

La pelirroja frunció el ceño. Ladeó la cabeza hacia un lado, aparentemente meditabunda, los ojos cerrados. Parpadeó un par de veces y levantó la vista hacia Suigetsu. Este la miró desconcertado.

_ ¿Qué? – Pareció darse cuenta – ¿Sentiste algo?

Karin negó la cabeza.

_ No…

Más bien...

Había algo, alguien que, según las circunstancias, debía estar ahí;  pero no podía sentirlo.

_ ¿Karin?

Volvió a sacudir la cabeza.

No estaba.

 

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Eran ninjas de la aldea de la niebla. Un aura inhumana y letal se cernía sobre ellos.

Sasuke estaba muy asustado.

Pero se obligó a permanecer fuerte. Kakashi les ordenó proteger a los nobles mientras él y sus clones se encargaban de los asaltantes. El carro donde iban fue aplastado por un dragón de agua. Empapados hasta la médula, tuvieron que guiar a los nobles hacia un lugar más seguro.

Un lugar más seguro que no existía.

Sasuke escuchó los gritos y la sangre salpicó su rostro pálido. Solo pudo ver los dos cuerpos caer inertes en el suelo antes de que su visión se volviera roja. Se había movido a gran velocidad por primera vez en su vida. Sintió el poder, sintió la rapidez.

Sintió el deseo de venganza palpitar en cada fragmento de su ser. Con una bola de fuego distrajo al asesino y lanzó dos kunais a sus pies con tanta fuerza que estos se clavaron en el suelo atravesando los pies de su atacante. El último katon que expelió de su boca lo dejó sofocado, pero sabía que el fuego no iba a ser suficiente contra alguien que usaba jutsus de agua.

Por eso había escondido shurikens detrás de la ráfaga ardiente de la que ninja pudo protegerse. Dos de estos se clavaron en su hombro, otro en su frente.

Pero de alguna manera, seguía vivo.

Hasta que uno de los sabuesos de Kakashi lo atacó por la espalda, y el débil brazo del pelinegro sacó energías de donde no sabía tenía para lanzar un último ataque a su cuello. Cuando vio la sangre rodar fresca por la garganta del ninja, se permitió caer en el suelo.

Junto a los cuerpos de sus compañeros de equipo.

Solo un pensamiento había ocupado su mente.

Que tampoco había sido capaz de protegerlos.

 

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El tentador susurro de la serpiente en su oído.

“¿Te gustaría…Poseer el poder para llevar a cabo tu venganza?”

 

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 Emergió hacia el sonido de varias voces. Sus párpados se movieron casi imperceptiblemente.

_ Está despertando- ¿Naruto? Naruto, ¿puedes escucharme?

Hey, Naruto

Ya no había serpientes, ni dolor. Solo sentía un cansancio tan pesado que el pensar en mover un dedo era un esfuerzo mental costoso. La luz le instó a abrir los ojos, poco a poco. Vio el rostro familiar de irises esmeralda, que parecía haber envejecido por emociones que su cerebro no  acababa de comprender.

¿Sakura…?

_ Sí, Naruto, soy yo. Estoy aquí. ¿Puedes oírme? ¿Puedes verme? – Estaba hablando demasiado rápido. Tenía que ir más despacio, porque Naruto no le entendía. Miraba más allá de ella, sus ojos desenfocados.

¿Dónde estoy?

Un oleaje de recuerdos le dejó en shock. Sus pulmones protestaron cuando dejó de respirar. En la lejanía se escuchó el bip bip bip bip insistente de una máquina, pero Naruto no registraba nada de eso.

Sasuke.

_ Dónde-

Sasuke. Sasuke.

_ Dónde est- Sas’ke… - Una tos tronó fuera de su garganta. Cerró los ojos con fuerza – Dónde está Sasuke-

_ Cálmate, Naruto. Escucha-

No, no podía calmarse. No podía quedarse ahí acostado, donde fuera que estuviera, sin hacer nada, no cuando-

Orochimaru-

Ese grito, ese grito plagado de dolor.

Ya no podía ver. Su visión estaba borrosa, sus ojos húmedos. Y no podía parpadear.

Soltó un quejido. Las lágrimas se perdieron sobre sus sienes.

Naruto, tranquilízate. Debes recuperarte-

_ Tengo que – Tosió dos veces. – Sas- Tengo que-

Apenas podía moverse. Los brazos le pesaban como si fueran rocas enormes, y sus piernas se negaban a hacer otra cosa que temblar inútilmente cada vez que intentaba levantarlas.

_ Sosténgalo. – Una voz autoritaria ordenó, y Naruto se llenó de ira.

_ ¡NO! – Aquel grito agudo lastimó su garganta. No reconocía su propia voz. – ¡Sasuke! ¿¡Dónde está Sasuke—

El ataque de tos le creó espasmos por todo el cuerpo. Su cabeza no funcionaba bien, sus ojos estaban empañados y sentía como si su nariz, sus orejas y su boca estuvieran atoradas de algo líquido y pegajoso.

_ Se va a ahogar- Sakura, hazlo ahora.

Un pinchazo como un beso agudo en su brazo, y se perdió de nuevo en la nada.

 

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Tinta negra derramada.

Sobre su cabeza, sobre sus hombros.

Poco a poco, todo su cuerpo fue absorbido-

Sus brazos, sus piernas, su torso…Envuelto en una capa de oscuridad y-

Quema Quema Quema

Agujas punzantes en su cuello. El dolor se esparcía en todas direcciones, como una grieta en el hielo.

Se hundía. Sin ver, sin sentir, sin respirar.

Caía, caía, como una roca.

Pero al mismo tiempo su piel ardía como si fuera consumido: se quedaría en carne viva,  y el cuervo,

“Débil.”

“Cobarde.”

-los cuervos llegarían a devorarlo-

Hielo y fuego batallaban en su interior, frío y calor-

Sasuke se desvanecía, su mente tan ligera como una pluma una vez superado el dolor, pero entonces-

-Caía y caía-

Como un trozo de hielo en invierno.

Sangre en todas partes. Sangre en las paredes, en el suelo

Sangre en mis manos

Mis manos son negras y rojas

Fue mi culpa.

Sus padres. El símbolo Uchiha  en la pared fue devorado por un monstruo.

“No pudiste hacer nada.”

Bosque y sangre, el verde del bosque, el carmesí brutal de la sangre y de sus ojos.

“Un genin. Tan patético.”

No había podido hacer nada.

“Un niño inútil que necesita que lo cuiden.”

La risa se clavó en sus pulmones como un puñal.

Tan patético. Una deshonra. Inútil.

Patético y débil.

“Yo te protegeré.”

Necesitas que te protejan. Necesitas que alguien siempre cuide de ti. Primero eran ellos, tu clan, tus padres, y tu hermano. Pero él se llevó a todas las personas que podían cuidarte, ¿no es así? Él se llevó a tu padre, a tu madre, y a tu hermano-

Se llevó a todos. Los ahogó en sangre y cenizas.

El fuego de los Uchiha se extinguió en una sola noche.

¿Qué eres capaz de hacer tú, alguien tan pequeño?

Voy a protegerlos…A ellos…A él…

Pero no pudiste, ¿cierto?

Yuza…Toramaki…

No pudiste, y ellos murieron también.

Ojos azules.

A él tampoco lo podrás proteger jamás.

Él te protegerá a ti…

-Naruto se retorcía en el suelo, y sangre, sangre de su boca  y sus oídos-

¿O no?

 

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 Sasuke despertó.

 

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_ ¿Qué? – Kabuto se permitió dos segundos de incomprensión – Pero pensé…

_ Aparentemente subestimé a los ninjas de Konoha. Debí suponer que tendrían ANBUs vigilándolo. – Orochimaru sostuvo su brazo con un siseo de dolor. Le molestaba. Era como si no le perteneciera, como si aquel Hyuuga lo hubiera deformado de adentro hacia afuera de una manera invisible al ojo común. Se dejó caer en la silla pesadamente y taladró con su mirada ámbar la pared. Kabuto estaba a unos pasos de la entrada de la sombría habitación.

_ Quiere decir que…Después de todo lo que hicimos…

Estaba en shock. Hacía unos minutos había pensado que todo había salido a la perfección, y ahora resultaba que…

Una risa seca, forzada y sin gracia salió de entre los labios del Sannin de la Serpiente. Había aflojado el agarre en su propio brazo, mas la incomodidad regresaba cada vez que dejaba de tocarlo. Como si en vez de carne y huesos tuviera una prótesis. Como si su propio brazo no fuera suyo.

¡¿Cómo no había podido notarlo?!

_ Maldito Hyuuga. – Escupió con desprecio –  Estuvo escondido esperando el momento oportuno. El Byakugan es más peligroso de lo que aparenta. – Siseó Orochimaru con odio. Encajó las uñas en su propia pie, encorvado sobre sí mismo – Fue un descuido nuestro. Debimos extender el tiempo del jutsu. – Chasqueó la lengua –  No volverá a suceder.

Cuando el Sannin se enfadaba su aura se arrastraba por las paredes, fría paralizante. Hasta un ninja de su nivel se sentía inquieto. Kabuto tragó saliva.

_ Entonces…

_ El Sharingan sigue en Konoha. Pero vendrá a mí, estoy seguro. – Una sonrisa retorcida se formó en su boca. – Yo tengo lo que él más desea.

 

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Notas finales:

A/N: …Bueno, bueno xD *No sabe qué otra cosa decir* Si tienen alguna duda pregunten. Dejen review


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